enero 16, 2014

Proclama de D. Clemente Zavaleta, a sus conciudadanos de San Miguel de Tucumán, al ser nombrado protector de la primera fábrica de armas, por el Superior Gobierno (1810)

EPOCA PRIMERA
La Revolución de Mayo y la Independencia
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Proclama de D. Clemente Zavaleta, a sus conciudadanos de San Miguel de Tucumán, al ser nombrado protector de la primera fábrica de armas, por el Superior Gobierno.
[28 de Diciembre de 1810]

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Hijos y moradores del pueblo más patriota, pundonoroso y circunspecto: el Superior Gobierno de la Capital de estas Provincias, que desde el momento de su feliz instalación no ha hecho sino multiplicar las pruebas más brillantes del celo puro y desinteresado que le anima, por la prosperidad de todas ellas, entre el inmenso cúmulo de las urgentes públicas atenciones que le cercan, no ha perdido de vista el adelantamiento de nuestra bella población.
Con la idea no solo de proveer a las necesidades del Estado, y de la Nación en general, ha determinado establecer una fábrica de fusiles. Vosotros lo sabéis, como así mismo, que yo soy el protector nombrado para la dirección de esta grande obra.
El amor a, la patria que nos imprime a todos la naturaleza, casi en el momento mismo de darnos la existencia; este amor, cuya sagrada llama se ha acrecentado más que nunca n las presentes circunstancias al violento impulso de los huracanes políticos, ocasiona mi justa complacencia.
¿Y no os penetrareis también vosotros de iguales sentimientos, patriotas tucumanos? Todos somos deudores a. nuestra Junta Superior de un reconocimiento sin límites por el beneficio de la fábrica que va a plantificarse.
Acaso las ventajosas proporciones de esta localidad, feracidad de su terreno, abundancia de selvas, y otros materiales necesarios para las labores que deben practicarse, como también su preferente mérito, han fijado sobre ellas sus augustas miradas...
Ved aquí amados compatriotas, la gratitud y obligación que debemos a nuestro Gobierno bienhechor. Preferidos por él, con un establecimiento el mas proficuo, que hará medrar con una progresión maravillosa nuestro país hasta el grado de verlo quizá con el auxilio de su protección; uno de los mas: florecientes del mundo americano: Se ha dado ya principio a su ejecución como no lo ignoráis: veinticinco jóvenes se están disponiendo y tomando la primera tintura del arte en que van a servir, bajo la dirección de los oficiales de herrería que hay en esta ciudad. Entran en este número no pocos nobles y de esclarecido linaje. Seis padres generosamente superiores a las preocupaciones populares y ansiosos de multiplicar sus sacrificios al númen de la patria, se han desprendido de sus hijos, presentándolos con un regocijo de aquellos que suelen explicarse, sin esfuerzo alguno para este ejercicio mecánico, que solo es vil é ignominioso en el concepto de los menos sensatos.
Alabemos su celo y virtuosa conducta, admirándolos portan acendrado como sublime patriotismo. No es esto incitaros a una ofrenda idéntica o a que obréis todos vuestros hijos: el número prescripto para el aprendizaje de la nueva fábrica está al completarse.
Yo os convido, pues, en nombre de la patria para una suscripción a beneficio de estos amables candidatos. ¿Puedo yo incitaros con una insinuación más persuasiva? ¿Hay alguna voz mas imperiosa, mas enérgica, ni que tenga mas ascendiente sobre vuestros corazones que la voz razonada de esta dulce Madre? No dudéis que en consagrar cada uno una mínima parte de los vuestros para asalariar este nuevo gremio de servidores, la hacéis un señalado obsequio.
Que no se diga que los habitantes de la ciudad de Tucumán, cuyo bello carácter ha sido siempre la nobleza de alma, la generosidad, la bizarría, el desinterés y la franqueza, han cerrado la mano una sola vez implorados por un donativo, que cede en provecho público o de la causa pública. Siempre, liberales, siempre adheridos al sistema instalado en el eternamente memorable 25 de Mayo, por quien os decidisteis después de las más seria y madura deliberación. Justificad, tucumanos, los honrosos, pero merecidos epítetos con que os he apostrofado en la introducción de esta proclama. Por estos medios consolidareis vuestra fama y adquiriréis una gloriosa inmortalidad, que el tiempo ni la envidia no serán capaces de destruir jamás de la memoria de los hombres.
San Miguel de Tucumán y Diciembre 28 de 1810.
CLEMENTE DE ZAVALETA.

Fuente: Neptalí Carranza, Oratoria Argentina, T° I, pág. 33 y sgte., Sesé y Larrañaga, Editores – 1905. Ortografía modernizada.

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