George W. Bush
[20 de Marzo de 2003]
Mis conciudadanos, los acontecimientos en Irak han llegado ahora a los días decisivos finales. Durante más de una década, los Estados Unidos y otras naciones han hecho esfuerzos pacientes y honorables por desarmar al régimen iraquí sin una guerra. Ese régimen prometió divulgar y destruir todas sus armas de destrucción en masa como condición para finalizar la Guerra del Golfo Pérsico en 1991.
Desde entonces, el mundo ha participado en 12 años de diplomacia. Hemos aprobado más de una docena de resoluciones en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Hemos enviado a cientos de inspectores de armas a supervisar el desarme de Irak. Nuestras buenas intenciones no han sido correspondidas. El régimen iraquí ha utilizado la diplomacia como una táctica para ganar tiempo y sacar ventaja. Ha desafiado uniformemente las resoluciones del Consejo de Seguridad que exigían su desarme total. A lo largo de los años, los inspectores de armas de la ONU han sido amenazados por los funcionarios iraquíes, interceptados electrónicamente y engañados sistemáticamente. Los esfuerzos pacíficos por desarmar al régimen iraquí han fracasado una y otra vez porque no estamos lidiando con hombres pacíficos.
Los datos de inteligencia recopilados por este gobierno y hacen que no quepa ninguna duda que el régimen de Irak continúa poseyendo y escondiendo algunas de las armas más letales jamás inventadas. Este régimen ya ha utilizado las armas de destrucción en masa contra los vecinos de Irak y contra el pueblo de Irak.
El régimen tiene una trayectoria de temeraria agresión en el Medio Oriente. Tiene un odio profundo hacia los Estados Unidos y nuestros amigos. Y ha ayudado, entrenado y protegido a terroristas, incluso a agentes de Al- Qaeda.
El peligro es evidente: Al utilizar armas químicas, biológicas o, algún día, nucleares, obtenidas con la ayuda de Irak, los terroristas podrían satisfacer sus ambiciones declaradas y matar a miles o cientos de personas inocentes en nuestro país o en cualquier otro.
Los Estados Unidos y otras naciones no han hecho nada para merecer ni provocar esta amenaza. Pero haremos de todo para vencerla. En vez de ir a la deriva hacia la tragedia, fijaremos un rumbo hacia la seguridad. Antes de que pueda llegar el día del horror, antes de que sea demasiado tarde para obrar, se eliminará este peligro.
Estados Unidos de Norteamérica tiene la autoridad soberana de usar la fuerza para garantizar su propia seguridad nacional. Ese deber recae en mí, como Jefe de Estado, por el juramento que presté, por el juramento con el cual cumpliré.
Al reconocer la amenaza contra nuestro país, el Congreso de los Estados Unidos votó abrumadoramente el año pasado a favor del uso de fuerza contra Irak. Estados Unidos trató de colaborar con las Naciones Unidas para enfrentar esta amenaza porque queríamos resolver el asunto pacíficamente. Creemos en la misión de las Naciones Unidas. Una de las razones por las cuales se fundó la ONU después de la Segunda Guerra Mundial fue para confrontar a los dictadores agresivos de manera activa y temprana, antes de que pudiesen atacar a los inocentes y destruir la paz.
Desde entonces, el mundo ha participado en 12 años de diplomacia. Hemos aprobado más de una docena de resoluciones en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Hemos enviado a cientos de inspectores de armas a supervisar el desarme de Irak. Nuestras buenas intenciones no han sido correspondidas. El régimen iraquí ha utilizado la diplomacia como una táctica para ganar tiempo y sacar ventaja. Ha desafiado uniformemente las resoluciones del Consejo de Seguridad que exigían su desarme total. A lo largo de los años, los inspectores de armas de la ONU han sido amenazados por los funcionarios iraquíes, interceptados electrónicamente y engañados sistemáticamente. Los esfuerzos pacíficos por desarmar al régimen iraquí han fracasado una y otra vez porque no estamos lidiando con hombres pacíficos.
Los datos de inteligencia recopilados por este gobierno y hacen que no quepa ninguna duda que el régimen de Irak continúa poseyendo y escondiendo algunas de las armas más letales jamás inventadas. Este régimen ya ha utilizado las armas de destrucción en masa contra los vecinos de Irak y contra el pueblo de Irak.
El régimen tiene una trayectoria de temeraria agresión en el Medio Oriente. Tiene un odio profundo hacia los Estados Unidos y nuestros amigos. Y ha ayudado, entrenado y protegido a terroristas, incluso a agentes de Al- Qaeda.
El peligro es evidente: Al utilizar armas químicas, biológicas o, algún día, nucleares, obtenidas con la ayuda de Irak, los terroristas podrían satisfacer sus ambiciones declaradas y matar a miles o cientos de personas inocentes en nuestro país o en cualquier otro.
Los Estados Unidos y otras naciones no han hecho nada para merecer ni provocar esta amenaza. Pero haremos de todo para vencerla. En vez de ir a la deriva hacia la tragedia, fijaremos un rumbo hacia la seguridad. Antes de que pueda llegar el día del horror, antes de que sea demasiado tarde para obrar, se eliminará este peligro.
Estados Unidos de Norteamérica tiene la autoridad soberana de usar la fuerza para garantizar su propia seguridad nacional. Ese deber recae en mí, como Jefe de Estado, por el juramento que presté, por el juramento con el cual cumpliré.
Al reconocer la amenaza contra nuestro país, el Congreso de los Estados Unidos votó abrumadoramente el año pasado a favor del uso de fuerza contra Irak. Estados Unidos trató de colaborar con las Naciones Unidas para enfrentar esta amenaza porque queríamos resolver el asunto pacíficamente. Creemos en la misión de las Naciones Unidas. Una de las razones por las cuales se fundó la ONU después de la Segunda Guerra Mundial fue para confrontar a los dictadores agresivos de manera activa y temprana, antes de que pudiesen atacar a los inocentes y destruir la paz.
George W. Bush
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