febrero 27, 2010

"Salgan de la India" Mahatma Gandhi

Parte final del discurso que pronunció en inglés ante el AICC (Comité del Partido del Congreso Indio), en Bombay
Salgan de la India
Mahatma Gandhi
[8 de Agosto de 1942]

(...) ¡Ha llevado tanto tiempo revelar lo que inquietaba mi alma a aquellos a los que ahora tengo el honor de servir! Me han llamado su líder o, en lenguaje militar, su comandante. Pero no veo yo mi posición de ese modo. No tengo otra arma salvo el amor con el que ejercer mi autoridad sobre cualquiera. Llevo, es cierto, un bastón, pero lo podéis romper en pedazos sin el menor esfuer­zo. Es sólo el báculo con el que me ayudo para caminar. Un tullido como yo no se siente eufórico cuando ha sido invitado a llevar la carga más pesada. Podéis compartir esa carga sólo si ante vosotros me presento no como vuestro comandante, sino como un humilde servidor. Y aquel que mejor sirve es el primero entre los iguales.
De ahí que me sienta obligado a compartir con vos­otros estos pensamientos que invaden mi pecho y deciros, de forma tan breve como me sea posible, lo que espero que hagáis como primer paso.
De entrada, dejadme que os diga que la lucha real no comienza hoy. Como siempre, voy a tener que dar muchos rodeos. La carga, lo confieso, será casi insopor­table. Debo seguir razonando en aquellos círculos en los que he perdido mi crédito y ya no confían en mí. Sé que en el curso de las últimas semanas, he perdido mi crédito ante un amplio número de amigos, tanto es así, que han empezado a dudar no sólo de mi saber, sino también de mi honestidad. Si bien no considero que mi saber sea un tesoro tal que no pueda permitirme perderlo, en cambio, mi honestidad sí es un tesoro muy preciado para mí y no puedo permitirme perderlo. Y, sin embargo, me parece que, de momento, lo he perdido.
Ocasiones así surgen en la vida de un hombre que sólo busca la verdad y que trata deservirá la humani­dad y a su país según su mejor entender, sin miedo ni hipocresía. Durante los últimos 50 años no he conoci­do otro modo de hacerlo. He sido un humilde servidor de la humanidad, y en más de una ocasión he presta­do tantos servicios como me fue posible al Imperio, pero, y dejadme que aquí, sin temor a que nadie lo pon­ga en entredicho, diga bien alto que a lo largo de toda mi carrera nunca he pedido ningún favor personal. He disfrutado del honor de la amistad como la que hoy disfruto con lord Linlithgow. Se trata de una amistad que ha dejado atrás la relación oficial. No sé si lord Linlithgow confirmará mis palabras, pero entre él y yo existe un vínculo personal (...). Si me tomo la libertad de hacer públicas estas cosas personales y sagradas es sólo para daros una prueba de que el vínculo per­sonal nunca interferirá en la tenaz lucha que-si asilo quiere mi suerte-tal vez deba entablar contra lord Lin­lithgow como representante del Imperio.
Tendré que resistirme al poder de ese Imperio con el poder de los millones de seres sin voz, sin tener más límite que la no violencia como línea política para esta lucha. Es una tarea espantosa tener que ofrecer resis­tencia a un virrey con quien disfruto de una relación así. En más de una ocasión él ha escuchado mis pala­bras sobre mi pueblo. Me encantaría repetir esa expe­riencia, dicho sea en su honor. Y lo digo con gran orgullo y placer. Lo digo como muestra de mi deseo de seguir siendo fiel al Imperio cuando ese Imperio perdió mi confianza y el inglés que era su virrey lo supo.
También me invade el sagrado recuerdo de Charlie Andrews. En este momento, siento el espíritu de Andrews a mi lado. Para mí, él resume las tradiciones más brillantes de la cultura inglesa. Con él disfrutaba de una relación mucho más íntima que con la mayo­ría de los indios. Disfrutaba de su confianza. Entre no­sotros no había secretos. Cada día sincerábamos nues­tros corazones. Lo que hubiera en su corazón, lo decía sin el menor titubeo ni reserva. Es cierto que era ami­go de Gurudev, pero Andrews le miraba con un respe­to reverencial. Tenía aquella humildad peculiar. Pero conmigo llegó a hacerse un amigo muy íntimo. Hace años, vino a verme con una carta de presentación de Gokhale. Pearson y él eran especímenes ingleses de primera categoría. Sé que su espíritu me escucha. Entonces recibí una cálida carta de felicitación envia­da por el metropolitano de Calcuta. Le considero un hombre de Dios que hoy, no obstante, lucha contra mí.
Con todo estos antecedentes, quiero declarar ante el mundo -aunque tal vez haya perdido la considera­ción de muchos amigos en Occidente y deba llevar muy baja la cabeza, pero ni tan sólo por su amistad o por su amor y aprecio debo acallar la voz de la conciencia-hoy quiero hacer pública mi naturaleza interior esen­cial. Hay algo dentro de mí que me impele a expresar en voz alta mi dolor. He conocido la humanidad. He estudiado algo de psicología. Aunque sé con exactitud qué es, no sé cómo describirlo. Esa voz dentro de mi me dice, «tienes que oponerte al mundo con firmeza aunque te quedes solo. Debes mirar a la cara a todo el mundo aunque el mundo te mire con ojos inyectados en sangre. No temas». Confiad en esta vocecita que reside en el interior de vuestro corazón. Y dice.- «Renun­cia a tus amigos, a tu esposa y a todo, y da testimonio de aquello por lo que has vivido y por lo que has de morir». Quiero vivir todo lo que me quede de vida. Y si por mí fuese haría que la duración de esa vida fuera 120 años. Por entonces, la India sería ya libre, el mun­do sería libre.
Dejad que os diga que no considero a Inglaterra ni, en realidad, tampoco a Estados Unidos, países libres. Son libres a su manera, libres de mantener esclaviza­das a las razas de color de la tierra. ¿Inglaterra o Esta­dos Unidos luchan hoy por la libertad de estas razas? Si no es así, no me pidan que espere hasta que la gue­rra haya terminado. No limiten mi concepto de liber­tad. Los maestros ingleses y norteamericanos, su his­toria, su magnífica poesía, no dijeron nunca que no se debiera ampliar la interpretación de la libertad. Y de acuerdo con aquella interpretación de la libertad, me veo en la obligación de decir que son ajenos a esa mis­ma libertad que sus maestros y poetas describieron. Si quisieran conocer la libertad real, deberían venir a la India.Tienen que venir, no con orgullo o arrogancia, sino con el espíritu de quienes buscan la verdad con sinceridad y tenacidad. Se trata de una verdad funda­mental cuya experiencia ha venido haciendo la India a lo largo de 22 años.
De forma inconsciente desde su misma fundación hace ya mucho tiempo, el Partido del Congreso ha veni­do basándose en la no violencia, en los métodos que llaman constitucionales. Dadabhai y Pherozeshah, que tuvieron el Partido del Congreso de la India en la pal­ma de sus manos, acabaron siendo rebeldes. Amaban al Partido del Congreso. Ellos eran quienes mandaban, pero ante todo, eran sus auténticos servidores.
Nunca toleraré el asesinato, ni el secretismo ni cosas similares. Confieso que entre nosotros, hombres del Partido del Congreso, hay muchas ovejas negras. Pero confío en que toda la India emprenda hoy una lucha no violenta. Y confío porque mi carácter me lleva a con-fiaren la bondad innata de la naturaleza humana,que percibe la verdad y se impone casi por instinto en los momentos de crisis. Pero aun en el caso de que pueda estar engañado en esto, no cejaré. No vacilaré. Desde su creación, el Partido del Congreso basó su política en métodos pacíficos, entre ellos la Swaraj, y generacio­nes posteriores añadieron la no violencia. Cuando Dadabhai entró en el Parlamento británico, Salisbury le apodó el hombre negro-, pero el pueblo inglés des-bancó a Salisburyy Dadabhai entró en el Parlamento gracias a aquellos votos. La India enloqueció de ale­gría. Estas cosas, no obstante, a la India ya se ie han quedado pequeñas.
Con todas estas cosas como telón de fondo, quisie­ra, no obstante, que ingleses, europeos y todas las Naciones Unidas examinaran en sus corazones qué crimen ha cometido la India al exigir la independen­cia. Y les pregunto ¿hacen bien en desconfiar de una organización (como el Partido del Congreso), con toda su experiencia, tradición y logros durante más de medio sigloy en tergiversar sus esfuerzos ante todo el mun­do con los instrumentos que tienen a su disposición? ¿Está bien que, por las buenas o por las malas, con la ayuda de la prensa extranjera, con la ayuda del presi­dente de Estados Unidos de América o incluso del gene­ralísimo de China que aún no se ha ganado los laure­les, presenten la lucha de la India como una espantosa caricatura?
Me reuní con el generalísimo (Chiang-kai-Shek) al que conocí gracias a la señora Shek que fue mi intér­prete. Aunque él me pareció un ser inescrutable, no sucedió así con la señora Shek,y él me permitió adivi­nar sus pensamientos a través de ella.
Han orquestado un coro de desaprobación y justi­ficada protesta en todo el mundo contra nosotros. Dicen que nos equivocamos, que el paso que estamos dando es inoportuno.Tengo en muy alta considera­ción a la diplomacia de los británicos que durante tan­to tiempo les ha permitido conservar el Imperio. Pero ahora percibo su tufillo en mi nariz, y proviene de otros que la han estudiado a fondo y ahora la están ponien­do en práctica. Puede que consigan, mediante estos métodos, hacer que por un tiempo la opinión interna­cional se decante a su favor, pero la India hablará con­tra esa opinión internacional. Alzará su voz contra toda esa propaganda organizada. Yo la denunciaré, aunque tenga en contra a las Naciones Unidas en pleno, aun­que toda la India me abandone, les diré «están equi­vocados. Con la no violencia, la India arrancará la liber­tad de las manos de quienes no están dispuestos a dársela». Seguiré adelante no sólo por la India, sino por el bien de todo el mundo. Aun en el caso de que mis ojos se cierren antes de que haya libertad, la no violen­cia no terminará. Asestarán un golpe mortal a China o a Rusia si se oponen a la libertad que la India de la no violencia suplica postrada de rodillas para que se salde una deuda que, desde hace ya mucho tiempo, ha vencido. ¿Alguna vez un acreedor se ha presentado de este modo ante su deudor? Y aun así, cuando la India se enfrenta a una oposición tan enconada, dice «no vamos a dar ningún golpe bajo, hemos aprendido nobleza de sobra. Hemos hecho un juramento de no violencia». He sido el artífice de la política de evitar situaciones violentas seguida por el Partido del Con­greso y, sin embargo, hoy os hablo con palabras contundentes. Hacerlo es coherente con nuestro honor. Si un hombre me agarrara del cuello y quisiera ahogarme, ¿acaso no iba a luchar por liberarme de inmedia­to? En lo que hoy proponemos no hay inconsecuencia alguna.
Aquí se han congregado hoy representantes de la prensa extranjera. A través de ellos quisiera decirle al mundo que las potencias aliadas que, de un modo u otro, afirman necesitara la India, tienen ahora la oca­sión de proclamar la libertad de la India y demostrar su buena fe. Si dejan pasar esta ocasión, dejarán esca­par la oportunidad de su vida, y la historia levantará acta de que no liberaron a tiempo de sus obligaciones a la India, y que perdieron la batalla. Necesito la apro­bación del mundo entero para que pueda conseguir ­lo con ellos. No quiero que las potencias aliadas vayan más allá de sus evidentes limitaciones. No quiero que abracen la no violencia y que, hoy mismo, se desarmen. No. Hay una diferencia fundamental entre el fascismo y este imperialismo contra el que lucho. Aquí se trata de hacer que los británicos se vayan de la India que tie­nen esclavizada. Imaginemos lo diferente que sería si la India participara [en la guerra] como un aliado libre. La libertad, si ha de llegar, debe hacerlo hoy mismo.
De esto no quedará nada si ustedes, que tienen la capacidad de ayudar, no la ejercen hoy. Pero si la ejer­cen, el fulgor de una libertad que hoy parece imposi­ble, será posible mañana. Si la India goza de esa liber­tad, exigirá esa misma libertad para China. Se abrirá el camino para correr en ayuda de Rusia. En la penín­sula Malaya o en las tierras de Birmania no morían los ingleses. ¿Qué nos permitirá salvar la situación? ¿Adon­de iré, adonde llevaré los 40 crores de la India? Esta inmensa masa de humanidad no brillará en la causa de la liberación del mundo, a menos que palpe y has­ta que haya sentido la libertad. Hoy no les queda piz­ca de vida. Les ha sido aplastada. Es preciso devolver el brillo a sus ojos, la libertad debe llegar hoy mismo, no mañana. Hacerlo o morir.
He comprometido al Partido del Congreso y el Par­tido del Congreso lo hará o morirá.
MAHATMA GANDHI

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