DISCURSO EN LA UNIVERSIDAD DE SALAMANCA EN CONMEMORACIÓN DEL “DÍA DE LA RAZA” [1], EN SU SALÓN DE ACTOS [2]
“Venceréis pero no convenceréis” [3]
Miguel de Unamuno
[12 de Octubre de 1936]
Voy a ser breve. La verdad es más verdad cuando se manifiesta desnuda, libre de adornos y palabrería. Quisiera comentar el discurso, por llamarlo de algún modo, del general Millán Astray, quien se encuentra entre nosotros. Dejemos aparte el insulto personal que supone la repentina explosión de ofensas contra vascos y catalanes. Yo nací en Bilbao, en medio de los bombardeos de la segunda guerra carlista. Más adelante me case con esta ciudad de Salamanca, tan querida, pero sin olvidar jamás mi ciudad natal [...] Se ha hablado aquí de guerra internacional en defensa de la civilización cristiana; yo mismo lo hice otras veces. Pero no, la nuestra es sólo una guerra incivil [...] Vencer no es convencer, y hay que convencer, sobre todo, y no puede convencer el odio que no deja lugar para la compasión. Se ha hablado también de catalanes y vascos, llamándolos anti-España; pues bien, con la misma razón pueden ellos decir otro tanto. Y aquí está el señor obispo, catalán, para enseñaros la doctrina cristiana que no queréis conocer, y yo, que soy vasco, llevo toda mi vida enseñándolos la lengua española, que no sabéis...
“Venceréis pero no convenceréis” [3]
Miguel de Unamuno
[12 de Octubre de 1936]
Voy a ser breve. La verdad es más verdad cuando se manifiesta desnuda, libre de adornos y palabrería. Quisiera comentar el discurso, por llamarlo de algún modo, del general Millán Astray, quien se encuentra entre nosotros. Dejemos aparte el insulto personal que supone la repentina explosión de ofensas contra vascos y catalanes. Yo nací en Bilbao, en medio de los bombardeos de la segunda guerra carlista. Más adelante me case con esta ciudad de Salamanca, tan querida, pero sin olvidar jamás mi ciudad natal [...] Se ha hablado aquí de guerra internacional en defensa de la civilización cristiana; yo mismo lo hice otras veces. Pero no, la nuestra es sólo una guerra incivil [...] Vencer no es convencer, y hay que convencer, sobre todo, y no puede convencer el odio que no deja lugar para la compasión. Se ha hablado también de catalanes y vascos, llamándolos anti-España; pues bien, con la misma razón pueden ellos decir otro tanto. Y aquí está el señor obispo, catalán, para enseñaros la doctrina cristiana que no queréis conocer, y yo, que soy vasco, llevo toda mi vida enseñándolos la lengua española, que no sabéis...
[...]
-El general José Millán, empezó a gritar: «¿Puedo hablar? ¿Puedo hablar?». Su escolta presentó armas y alguien del público gritó: «¡Viva la muerte!». Millán habló: «¡Cataluña y el País Vasco, el País Vasco y Cataluña, son dos cánceres en el cuerpo de la nación! ¡El fascismo, remedio de España, viene a exterminarlos, cortando en la carne viva y sana como un frío bisturí!». Se excitó sobremanera hasta tal punto que no pudo seguir hablando. Resollando, se cuadró mientras se oían gritos de «¡Viva España!». Se produjo un silencio mortal y unas miradas angustiadas se volvieron hacia Unamuno, que dijo:
-El general José Millán, empezó a gritar: «¿Puedo hablar? ¿Puedo hablar?». Su escolta presentó armas y alguien del público gritó: «¡Viva la muerte!». Millán habló: «¡Cataluña y el País Vasco, el País Vasco y Cataluña, son dos cánceres en el cuerpo de la nación! ¡El fascismo, remedio de España, viene a exterminarlos, cortando en la carne viva y sana como un frío bisturí!». Se excitó sobremanera hasta tal punto que no pudo seguir hablando. Resollando, se cuadró mientras se oían gritos de «¡Viva España!». Se produjo un silencio mortal y unas miradas angustiadas se volvieron hacia Unamuno, que dijo:
[...]
Acabo de oír el grito necrófilo e insensato de “¡Viva la muerte!” Esto me suena lo mismo que “¡Muera la vida!” Y yo, que me he pasado toda la vida creando paradojas que provocaron el enojo de quienes no las comprendieron, he de deciros, con autoridad en la materia, que esta ridícula paradoja me parece repelente. Puesto que fue proclamada en homenaje al último orador, entiendo que fue dirigida a él, si bien de una forma excesiva y tortuosa, como testimonio de que él mismo es un símbolo de la muerte. Y otra cosa… (Unamuno comienza a exaltarse con sus propias palabras), …el general Millán Astray es un inválido. No es preciso decirlo en un tono más bajo. Es un inválido de guerra. También lo fue Cervantes. Pero los extremos no sirven como norma. Desgraciadamente hay hoy en día demasiados inválidos. Y pronto habrá más si Dios no nos ayuda. Me duele pensar que el general Millán Astray pueda dictar las normas de sicología de las masas. Un inválido que carezca de la grandeza espiritual de Cervantes, que era un hombre, no un superhombre, viril y completo a pesar de sus mutilaciones, un inválido como dije, que carezca de esa superioridad del espíritu, suele sentirse aliviado viendo como aumenta el número de mutilados alrededor de él [...]
-En este momento Millán Astray comienza a gritar “¡Muera la inteligencia!”, a lo que Unamuno responde:
[...]
¡Este es el templo de la inteligencia! Y yo soy su supremo sacerdote! Vosotros estáis profanando su sagrado recinto. Yo siempre he sido, diga lo que diga el proverbio, un profeta en mi propio país. Venceréis, pero no convenceréis. Venceréis porque tenéis sobrada fuerza bruta; pero no convenceréis, porque convencer significa persuadir. Y para persuadir necesitáis algo que os falta: razón y derecho en la lucha. Me parece inútil pediros que penséis en España. He dicho.
MIGUEL DE UNAMUNO
[1] España celebra hoy el día 12 de octubre –fecha de la llegada de Colón a las Antillas- sin ninguna alusión a raza.
[2] De este discurso apenas existe un registro testimonial, que no fue escrito. Con todas sus versiones, he sido posible reconstruirlo, siendo esta versión nuestra.
[3] Fuente: Diario El País: “El Paraninfo de la Universidad de Salamanca fue testigo, el 12 de octubre de 1936, del enfrentamiento de Miguel de Unamuno con el general de la legión José Millán Astray, una agria discusión que acabaría suponiendo el arrinconamiento del intelectual en los últimos meses de su vida.
Durante la celebración del Día de la Raza de 1936, como así se llamaba entonces al 12 de octubre, Unamuno, que había apoyado públicamente la sublevación militar de julio de ese año, critica duramente la rebelión de los militares contra el Gobierno legal republicano, tras una serie de discursos de otros oradores que atacaban a lo que denominan la anti España. Unamuno acaba sus palabras contra el alzamiento con la célebre frase de "Venceréis pero no convenceréis. Venceréis porque tenéis sobrada fuerza bruta, pero no convenceréis porque convencer significa persuadir".
El general de la legión José Millán Astray, presente en la sala y acérrimo detractor de Unamuno, había tomado anteriormente la palabra para, en un modo acalorado, exclamar a gritos: "A mí la Legión", "Viva la muerte" y "Abajo la inteligencia". José María Pemán, también presente en los actos de celebración, matiza: "¡Viva la inteligencia, mueran los malos intelectuales!".
El general Millán Astray señala a Carmen Polo, esposa del general Francisco Franco, y le dice a Unamuno: "Coja del brazo a la señora". El escritor sale del lugar junto al obispo de la diócesis, Enrique Pla y Deniel, y es acompañado hasta su casa por Carmen Polo y la guardia personal de ésta. Horas después, la corporación municipal salmantina se reúne de forma secreta y decide expulsar a Unamuno, que conservaba su acta de concejal, del Ayuntamiento.
Desde ese momento, el escritor sufre las represalias del bando sublevado. El 22 de octubre Franco firma el decreto de destitución de Unamuno como rector de la Universidad de Salamanca. Le quedan apenas dos meses de vida, y sus últimos días los pasa bajo arresto domiciliario, según Fernando García de Cortázar, en un estado de desolación, desesperación y soledad. Muere en su domicilio de Salamanca el 31 de diciembre de 1936.
Acabo de oír el grito necrófilo e insensato de “¡Viva la muerte!” Esto me suena lo mismo que “¡Muera la vida!” Y yo, que me he pasado toda la vida creando paradojas que provocaron el enojo de quienes no las comprendieron, he de deciros, con autoridad en la materia, que esta ridícula paradoja me parece repelente. Puesto que fue proclamada en homenaje al último orador, entiendo que fue dirigida a él, si bien de una forma excesiva y tortuosa, como testimonio de que él mismo es un símbolo de la muerte. Y otra cosa… (Unamuno comienza a exaltarse con sus propias palabras), …el general Millán Astray es un inválido. No es preciso decirlo en un tono más bajo. Es un inválido de guerra. También lo fue Cervantes. Pero los extremos no sirven como norma. Desgraciadamente hay hoy en día demasiados inválidos. Y pronto habrá más si Dios no nos ayuda. Me duele pensar que el general Millán Astray pueda dictar las normas de sicología de las masas. Un inválido que carezca de la grandeza espiritual de Cervantes, que era un hombre, no un superhombre, viril y completo a pesar de sus mutilaciones, un inválido como dije, que carezca de esa superioridad del espíritu, suele sentirse aliviado viendo como aumenta el número de mutilados alrededor de él [...]
-En este momento Millán Astray comienza a gritar “¡Muera la inteligencia!”, a lo que Unamuno responde:
[...]
¡Este es el templo de la inteligencia! Y yo soy su supremo sacerdote! Vosotros estáis profanando su sagrado recinto. Yo siempre he sido, diga lo que diga el proverbio, un profeta en mi propio país. Venceréis, pero no convenceréis. Venceréis porque tenéis sobrada fuerza bruta; pero no convenceréis, porque convencer significa persuadir. Y para persuadir necesitáis algo que os falta: razón y derecho en la lucha. Me parece inútil pediros que penséis en España. He dicho.
MIGUEL DE UNAMUNO
[1] España celebra hoy el día 12 de octubre –fecha de la llegada de Colón a las Antillas- sin ninguna alusión a raza.
[2] De este discurso apenas existe un registro testimonial, que no fue escrito. Con todas sus versiones, he sido posible reconstruirlo, siendo esta versión nuestra.
[3] Fuente: Diario El País: “El Paraninfo de la Universidad de Salamanca fue testigo, el 12 de octubre de 1936, del enfrentamiento de Miguel de Unamuno con el general de la legión José Millán Astray, una agria discusión que acabaría suponiendo el arrinconamiento del intelectual en los últimos meses de su vida.
Durante la celebración del Día de la Raza de 1936, como así se llamaba entonces al 12 de octubre, Unamuno, que había apoyado públicamente la sublevación militar de julio de ese año, critica duramente la rebelión de los militares contra el Gobierno legal republicano, tras una serie de discursos de otros oradores que atacaban a lo que denominan la anti España. Unamuno acaba sus palabras contra el alzamiento con la célebre frase de "Venceréis pero no convenceréis. Venceréis porque tenéis sobrada fuerza bruta, pero no convenceréis porque convencer significa persuadir".
El general de la legión José Millán Astray, presente en la sala y acérrimo detractor de Unamuno, había tomado anteriormente la palabra para, en un modo acalorado, exclamar a gritos: "A mí la Legión", "Viva la muerte" y "Abajo la inteligencia". José María Pemán, también presente en los actos de celebración, matiza: "¡Viva la inteligencia, mueran los malos intelectuales!".
El general Millán Astray señala a Carmen Polo, esposa del general Francisco Franco, y le dice a Unamuno: "Coja del brazo a la señora". El escritor sale del lugar junto al obispo de la diócesis, Enrique Pla y Deniel, y es acompañado hasta su casa por Carmen Polo y la guardia personal de ésta. Horas después, la corporación municipal salmantina se reúne de forma secreta y decide expulsar a Unamuno, que conservaba su acta de concejal, del Ayuntamiento.
Desde ese momento, el escritor sufre las represalias del bando sublevado. El 22 de octubre Franco firma el decreto de destitución de Unamuno como rector de la Universidad de Salamanca. Le quedan apenas dos meses de vida, y sus últimos días los pasa bajo arresto domiciliario, según Fernando García de Cortázar, en un estado de desolación, desesperación y soledad. Muere en su domicilio de Salamanca el 31 de diciembre de 1936.
Fantástico discurso que expresa de forma muy resumida y breve la situación política de la Guerra Civil.
ResponderEliminarMenudo churro de discurso.
ResponderEliminarMejor habría hecho Unamuno en reconocer la ilegalidad del gobierno salido de las elecciones de febrero de 1936, de las que no se publicaron oficialmente los resultados numéricos de las mesas ni se repitieron las elecciones en aquellas que habían sido violentadas por los populistas. Un gobierno del frente Popular ilegítimo también de ejercicio por cuanto había permitido el terror en las calles y la sistemática conculcación de las leyes durante los meses que gobernó.
El alzamiento militar, que tuvo su punto de iniciación en el asesinato de Calvo Sotelo -creador de la compañía petrolífera española CAMPSA como ministro de Primo de Rivera y en contra de los oligopolios petrolíferos extranjeros. Un político, por tanto sentenciado previamente por la masonería internacional- fue un alzamiento contra el gobierno ilegítimo del Frente Popular y no contra la República. Esta era la legitimidad que debía haber apoyado y exhibido Unamuno, cosa que no hizo.
Unamuno hizo lo que hizo y dijo lo que dijo. No obstante, entre su discurso y el del autor del comentario del nueve de septiembre del 2011, me quedo mil veces con el suyo, entre otras cosas porque cuando no quede piedra sobre piedra allá en la ignominia pública del llamado Valle de los Caídos, las memorables palabras de Unamuno seguirán resonando en las conciencias de todos los españoles y aún de muchos extranjeros que escriben y leen la historia del mundo. "Venceréis pero no convenceréis"....porque para convencer necesitáis algo que os falta: razón y honestidad para leer las páginas de la historia. He de admitir, no obstante, que del principal morador de ese infausto Valle de los Caídos se seguirá hablando durante milenios, en España y fuera de ella, pero como uno de los mayores criminales que en el mundo han sido. Esto que acabo de decir es lo que muchos, muchísimos, nos resignamos a callar en nombre de una transición pacífica. Mas ahora la transición ha pasado igualmente a la historia y ha llegado el momento de hablar y de escarbar en las fosas comunes y de nombrar a los criminales que asesinaron en masa subidos al carro institucional del entonces nuevo Estado. Criminales los hubo en los dos bandos, pero Estado criminal, del que emanaba una técnica de asesinato masivo como principal estrategia para ganar la guerra, sólo hubo uno: el Estado franquista. Bien podían gritar aquello de ¡Viva la muerte! Pero bajo ningún concepto: ¡Viva España! Porque a la mitad de ella la mataron. El cielo y la tierra pasarán, pero hay algunas palabras y algunos actos que no pasarán.
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