DISCURSO ANTE LA 43º ASAMBLEA GENERAL DE LA ONU ANUNCIANDO MEDIDAS SOVIÉTICAS DE DESARME
"Defendemos la desmilitarización de las relaciones internacionales"
Mijail Gorbachov
[7 de Diciembre de 1988]
Dos grandes revoluciones, la Revolución Francesa de 1789 y la Revolución Rusa de 1917, ejercieron una enorme influencia en la naturaleza auténtica de los procesos históricos y transformaron en forma radical el transcurso de los acontecimientos del mundo. Ambas, cada una a su modo, imprimieron un impulso gigantesco al progreso del hombre. También fueron éstas las que moldearon, en muchos aspectos, la forma de pensamiento que prevalece aún hoy en la conciencia pública. Sin duda, están teniendo lugar cambios fundamentales y revolucionarios que continuarán produciéndose en cada país y en sus estructuras sociales. Esto ha sido y continuará siendo así, pero, también en este sentido, nuestra época está introduciendo correcciones.
Los procesos de transformación internos no pueden lograr sus objetivos nacionales por el mero hecho de tomar un «curso paralelo» al de otros sin hacer uso de los avances del mundo que los rodea y de las posibilidades de la cooperación equitativa.
Es evidente, que la fuerza y la amenaza de la fuerza no pueden seguir existiendo, y no deberían ser instrumentos de la política exterior. La libertad de elección es un principio universal que no debería tener excepciones.
Nuestro país está viviendo una nueva revolución. El proceso de la reestructuración está tomando ritmo. Empezamos por elaborar los conceptos teóricos de la reestructuración; debíamos evaluar la naturaleza y el alcance de los problemas, interpretar las lecciones del pasado y expresar todo ello en forma de conclusiones y programas políticos. Lo hemos realizado. Con todo, el trabajo teórico, la reinterpretación de lo que había sucedido, la elaboración final, el enriquecimiento y la corrección de las posturas políticas no han terminado. Siguen adelante. No obstante, era de fundamental importancia partir de un concepto global, que ya está siendo confirmado por la experiencia de estos pasados años, que ha resultado ser en general correcto y ante el que no hay alternativa.
A fin de involucrar a la sociedad en la puesta en práctica de los planes de reestructuración, había que hacerla más auténticamente democrática. Bajo el estandarte de la democratización, esta reestructuración ha abarcado política, economía, vida espiritual e ideología. Hemos desarrollado una reforma económica radical, hemos acumulado experiencia y, a partir del próximo año, aplicaremos en la economía nacional de modo completo nuevas formas y nuevos métodos de trabajo.
Hemos concluido la primera etapa del proceso de reforma política con las recientes decisiones del Soviet Supremo de la URSS sobre enmiendas de la Constitución y la aprobación de la ley de elecciones. Nos hemos embarcado sin descanso en la segunda etapa, cuya tarea más importante será trabajar en la interacción entre el gobierno central y las repúblicas, estableciendo entre las diferentes nacionalidades relaciones basadas en los principios del internacionalismo leninista que nos legó la gran revolución y, al mismo tiempo, reorganizando el poder de los soviets en forma local.
Nos enfrentamos a una ingente labor. A la vez, también debemos resolver otros problemas acuciantes. Nos hemos sumergido considerable y profundamente en la labor de construir un Estado socialista basado en el imperio de la ley. Toda una serie de nuevas leyes se han preparado o están en fase de conclusión. Muchas de ellas entrarán en vigor ya en 1989, y confiamos en que estén a la altura de los estándares más altos desde el punto de vista de la salvaguarda de los derechos del individuo. La democracia soviética debe adquirir una firme base normativa. Esto significa que habrá leyes como la de libertad de conciencia, de la «glasnost» (transparencia), de asociaciones y organizaciones públicas y de mucho más. En las prisiones del país ya no tenemos a nadie encarcelado por haber sido condenado por sus convicciones políticas o religiosas. Se ha propuesto incluir en los borradores de las nuevas leyes garantías adicionales que descarten cualquier forma de persecución en estos términos. Tenemos la intención de aumentar la participación de la Unión Soviética en el mecanismo de supervisión de los derechos humanos dentro de las Naciones Unidas y del marco del proceso paneuropeo.
Ahora me referiré al asunto más importante, sin el cual no podrá resolverse ningún problema del próximo siglo: el desarme. Hoy puedo informarles lo siguiente: la Unión Soviética ha tomado la decisión de reducir sus fuerzas armadas. En los próximos dos años, su fuerza numérica se reducirá en 500.00 personas, y el volumen de armas convencionales también será recortado de manera considerable. Estas reducciones se realizarán en forma unilateral, sin que estén relacionadas con las negociaciones del mandato de la reunión de Viena. Por acuerdo con nuestros aliados del Pacto de Varsovia, hemos tomado la decisión de retirar seis divisiones de tanques de la República Democrática Alemana, Checoslovaquia y Hungría, y haberlas disuelto para 1991. Las unidades y las formaciones de aterrizaje, así como una serie de unidades y formaciones más, entre ellas fuerzas de asalto de paso de ríos, con su armamento y su equipo de combate, también serán retiradas de los grupos de fuerzas soviéticas destinados en esos países. Los efectivos soviéticos destinados en esos países se reducirán en 50.000 personas, y su armamento en 5.000 tanques. Todas las divisiones soviéticas que permanezcan en el territorio de nuestros aliados serán reorganizadas. Tras la retirada de un elevado número de sus carros de combate, se les dará una nueva estructura, diferente de la actual, que será sólo defensiva.
Por último, al estar en suelo estadounidense, pero también por otras razones comprensibles, no puedo dejar de abordar el asunto de nuestras relaciones con este gran país. Las relaciones entre la Unión Soviética y Estados Unidos de América abarcan cinco décadas y media. El mundo ha cambiado, y también lo han hecho la naturaleza, el papel y el lugar que estas relaciones tenían en él. Durante demasiado tiempo, se desarrollaron bajo el estandarte del enfrentamiento y, en ocasiones, de la hostilidad, ya fuera abierta o encubierta. No obstante, en estos últimos años, individuos del mundo entero han podido suspirar aliviados gracias a los cambios para mejor en la esencia y el carácter de las relaciones entre Moscú y Washington.
La URSS y Estados Unidos crearon los mayores arsenales de misiles nucleares. Sin embargo, tras reconocer objetivamente su responsabilidad, fueron capaces de ser los primeros en firmar un acuerdo sobre la reducción y la destrucción física de un porcentaje de esas armas, que amenazaban tanto a ambas naciones como a todas las demás. Ambas partes poseen los secretos militares más importantes y perfeccionados. Sin embargo, son ellas las que han sentado las bases para la existencia y el desarrollo de un sistema de verificación mutua, tanto respecto de la destrucción como de la limitación y la prohibición de producción armamentística. Son ellas las que están acumulando experiencia para futuros acuerdos bilaterales y multilaterales. Para nosotros esto tiene un gran valor.
Reconocemos y valoramos a la administración Reagan. Todo esto es capital invertido en una empresa conjunta de importancia histórica. No se debe desperdiciar ni dejar que quede fuera de circulación. La futura administración estadounidense, encabezada por el presidente recientemente electo, George Bush, encontrará en nosotros un compañero dispuesto a continuar con el diálogo en el espíritu del realismo, la apertura y la buena fe, y con voluntad de lucha por conseguir resultados concretos, basado en una agenda que comprenda los puntos clave de las relaciones entre la Unión Soviética y Estados Unidos, así como de la política internacional.
Hablamos, en primer lugar y ante todo, acerca de un progreso constante hacia la firma de un tratado sobre la reducción de 50 por ciento de las armas ofensivas estratégicas, observando asimismo el tratado ABM. Hablamos acerca de la elaboración de una convención para la eliminación de armas químicas -en este punto, según nos parece, contamos con las condiciones necesarias para hacer de 1989 el año decisivo-. Hablamos acerca de conversaciones sobre la reducción de las armas convencionales y las fuerzas armadas en Europa. El legado de inercia que nos ha dejado el pasado continúa vigente. Aún hay algunas contradicciones profundas, así como las raíces de muchos conflictos, que no han desaparecido.
El hecho fundamental sigue siendo que la formación del período de paz tendrá lugar en condiciones de coexistencia y rivalidad de varios sistemas socioeconómicos y políticos. No obstante, el significado de nuestros esfuerzos internacionales, y uno de los principios clave del nuevo pensamiento, es precisamente impartirle a esa rivalidad la cualidad de competencia sensata en condiciones de respeto por la libertad de elección y un equilibrio de intereses. En ese caso, incluso llegará a ser útil y productiva desde el punto de vista del desarrollo general del mundo; de lo contrario, si el principal componente sigue siendo la carrera armamentista, como lo ha sido hasta ahora, esa rivalidad será nefasta. De hecho, cada vez un número mayor de personas en todo el mundo, desde el hombre de a pie hasta los dirigentes, empieza a comprenderlo.
MIJAIL GORBACHOV
"Defendemos la desmilitarización de las relaciones internacionales"
Mijail Gorbachov
[7 de Diciembre de 1988]
Dos grandes revoluciones, la Revolución Francesa de 1789 y la Revolución Rusa de 1917, ejercieron una enorme influencia en la naturaleza auténtica de los procesos históricos y transformaron en forma radical el transcurso de los acontecimientos del mundo. Ambas, cada una a su modo, imprimieron un impulso gigantesco al progreso del hombre. También fueron éstas las que moldearon, en muchos aspectos, la forma de pensamiento que prevalece aún hoy en la conciencia pública. Sin duda, están teniendo lugar cambios fundamentales y revolucionarios que continuarán produciéndose en cada país y en sus estructuras sociales. Esto ha sido y continuará siendo así, pero, también en este sentido, nuestra época está introduciendo correcciones.
Los procesos de transformación internos no pueden lograr sus objetivos nacionales por el mero hecho de tomar un «curso paralelo» al de otros sin hacer uso de los avances del mundo que los rodea y de las posibilidades de la cooperación equitativa.
Es evidente, que la fuerza y la amenaza de la fuerza no pueden seguir existiendo, y no deberían ser instrumentos de la política exterior. La libertad de elección es un principio universal que no debería tener excepciones.
Nuestro país está viviendo una nueva revolución. El proceso de la reestructuración está tomando ritmo. Empezamos por elaborar los conceptos teóricos de la reestructuración; debíamos evaluar la naturaleza y el alcance de los problemas, interpretar las lecciones del pasado y expresar todo ello en forma de conclusiones y programas políticos. Lo hemos realizado. Con todo, el trabajo teórico, la reinterpretación de lo que había sucedido, la elaboración final, el enriquecimiento y la corrección de las posturas políticas no han terminado. Siguen adelante. No obstante, era de fundamental importancia partir de un concepto global, que ya está siendo confirmado por la experiencia de estos pasados años, que ha resultado ser en general correcto y ante el que no hay alternativa.
A fin de involucrar a la sociedad en la puesta en práctica de los planes de reestructuración, había que hacerla más auténticamente democrática. Bajo el estandarte de la democratización, esta reestructuración ha abarcado política, economía, vida espiritual e ideología. Hemos desarrollado una reforma económica radical, hemos acumulado experiencia y, a partir del próximo año, aplicaremos en la economía nacional de modo completo nuevas formas y nuevos métodos de trabajo.
Hemos concluido la primera etapa del proceso de reforma política con las recientes decisiones del Soviet Supremo de la URSS sobre enmiendas de la Constitución y la aprobación de la ley de elecciones. Nos hemos embarcado sin descanso en la segunda etapa, cuya tarea más importante será trabajar en la interacción entre el gobierno central y las repúblicas, estableciendo entre las diferentes nacionalidades relaciones basadas en los principios del internacionalismo leninista que nos legó la gran revolución y, al mismo tiempo, reorganizando el poder de los soviets en forma local.
Nos enfrentamos a una ingente labor. A la vez, también debemos resolver otros problemas acuciantes. Nos hemos sumergido considerable y profundamente en la labor de construir un Estado socialista basado en el imperio de la ley. Toda una serie de nuevas leyes se han preparado o están en fase de conclusión. Muchas de ellas entrarán en vigor ya en 1989, y confiamos en que estén a la altura de los estándares más altos desde el punto de vista de la salvaguarda de los derechos del individuo. La democracia soviética debe adquirir una firme base normativa. Esto significa que habrá leyes como la de libertad de conciencia, de la «glasnost» (transparencia), de asociaciones y organizaciones públicas y de mucho más. En las prisiones del país ya no tenemos a nadie encarcelado por haber sido condenado por sus convicciones políticas o religiosas. Se ha propuesto incluir en los borradores de las nuevas leyes garantías adicionales que descarten cualquier forma de persecución en estos términos. Tenemos la intención de aumentar la participación de la Unión Soviética en el mecanismo de supervisión de los derechos humanos dentro de las Naciones Unidas y del marco del proceso paneuropeo.
Ahora me referiré al asunto más importante, sin el cual no podrá resolverse ningún problema del próximo siglo: el desarme. Hoy puedo informarles lo siguiente: la Unión Soviética ha tomado la decisión de reducir sus fuerzas armadas. En los próximos dos años, su fuerza numérica se reducirá en 500.00 personas, y el volumen de armas convencionales también será recortado de manera considerable. Estas reducciones se realizarán en forma unilateral, sin que estén relacionadas con las negociaciones del mandato de la reunión de Viena. Por acuerdo con nuestros aliados del Pacto de Varsovia, hemos tomado la decisión de retirar seis divisiones de tanques de la República Democrática Alemana, Checoslovaquia y Hungría, y haberlas disuelto para 1991. Las unidades y las formaciones de aterrizaje, así como una serie de unidades y formaciones más, entre ellas fuerzas de asalto de paso de ríos, con su armamento y su equipo de combate, también serán retiradas de los grupos de fuerzas soviéticas destinados en esos países. Los efectivos soviéticos destinados en esos países se reducirán en 50.000 personas, y su armamento en 5.000 tanques. Todas las divisiones soviéticas que permanezcan en el territorio de nuestros aliados serán reorganizadas. Tras la retirada de un elevado número de sus carros de combate, se les dará una nueva estructura, diferente de la actual, que será sólo defensiva.
Por último, al estar en suelo estadounidense, pero también por otras razones comprensibles, no puedo dejar de abordar el asunto de nuestras relaciones con este gran país. Las relaciones entre la Unión Soviética y Estados Unidos de América abarcan cinco décadas y media. El mundo ha cambiado, y también lo han hecho la naturaleza, el papel y el lugar que estas relaciones tenían en él. Durante demasiado tiempo, se desarrollaron bajo el estandarte del enfrentamiento y, en ocasiones, de la hostilidad, ya fuera abierta o encubierta. No obstante, en estos últimos años, individuos del mundo entero han podido suspirar aliviados gracias a los cambios para mejor en la esencia y el carácter de las relaciones entre Moscú y Washington.
La URSS y Estados Unidos crearon los mayores arsenales de misiles nucleares. Sin embargo, tras reconocer objetivamente su responsabilidad, fueron capaces de ser los primeros en firmar un acuerdo sobre la reducción y la destrucción física de un porcentaje de esas armas, que amenazaban tanto a ambas naciones como a todas las demás. Ambas partes poseen los secretos militares más importantes y perfeccionados. Sin embargo, son ellas las que han sentado las bases para la existencia y el desarrollo de un sistema de verificación mutua, tanto respecto de la destrucción como de la limitación y la prohibición de producción armamentística. Son ellas las que están acumulando experiencia para futuros acuerdos bilaterales y multilaterales. Para nosotros esto tiene un gran valor.
Reconocemos y valoramos a la administración Reagan. Todo esto es capital invertido en una empresa conjunta de importancia histórica. No se debe desperdiciar ni dejar que quede fuera de circulación. La futura administración estadounidense, encabezada por el presidente recientemente electo, George Bush, encontrará en nosotros un compañero dispuesto a continuar con el diálogo en el espíritu del realismo, la apertura y la buena fe, y con voluntad de lucha por conseguir resultados concretos, basado en una agenda que comprenda los puntos clave de las relaciones entre la Unión Soviética y Estados Unidos, así como de la política internacional.
Hablamos, en primer lugar y ante todo, acerca de un progreso constante hacia la firma de un tratado sobre la reducción de 50 por ciento de las armas ofensivas estratégicas, observando asimismo el tratado ABM. Hablamos acerca de la elaboración de una convención para la eliminación de armas químicas -en este punto, según nos parece, contamos con las condiciones necesarias para hacer de 1989 el año decisivo-. Hablamos acerca de conversaciones sobre la reducción de las armas convencionales y las fuerzas armadas en Europa. El legado de inercia que nos ha dejado el pasado continúa vigente. Aún hay algunas contradicciones profundas, así como las raíces de muchos conflictos, que no han desaparecido.
El hecho fundamental sigue siendo que la formación del período de paz tendrá lugar en condiciones de coexistencia y rivalidad de varios sistemas socioeconómicos y políticos. No obstante, el significado de nuestros esfuerzos internacionales, y uno de los principios clave del nuevo pensamiento, es precisamente impartirle a esa rivalidad la cualidad de competencia sensata en condiciones de respeto por la libertad de elección y un equilibrio de intereses. En ese caso, incluso llegará a ser útil y productiva desde el punto de vista del desarrollo general del mundo; de lo contrario, si el principal componente sigue siendo la carrera armamentista, como lo ha sido hasta ahora, esa rivalidad será nefasta. De hecho, cada vez un número mayor de personas en todo el mundo, desde el hombre de a pie hasta los dirigentes, empieza a comprenderlo.
MIJAIL GORBACHOV
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