abril 13, 2010

Discurso de Perón ante el Congreso Nacional Justicialista en el Teatro Cervantes (1974)

DISCURSO EN EL CONGRESO NACIONAL JUSTICIALISTA, REUNIDO EN EL TEATRO NACIONAL CERVANTES
“Para ganar una elección lo que se necesita es tener votos. Cuando se llega al gobierno, ya los votos no sirven para gobernar; para ello se necesitan hombres capaces y organización”
Juan Domingo Perón
[24 de Mayo de 1974]

Compañeras y compañeros: quiero manifestarles la inmensa satisfacción que experimento, al poderlos saludar directa y personalmente, rogándoles a todos los delegados que lleven a sus regiones este afectuoso saludo que yo hago llegar, desde el fondo de mi corazón, a todos los peronistas del país.
Modificando mi norma de conducta, he querido llegar hasta este congreso peronista como un peronista más, ya que, desde el punto de vista del presidente de la República, debo mantener una absoluta ecuanimidad en el aspecto político, a fin de poder mantener un equilibrio que permita al país contar con la buena voluntad y el apoyo, aún de la oposición política. Porque esa es la única manera de conjugar a la totalidad de los argentinos que necesitamos para esta hora de reconstrucción y liberación de la patria.
Me siento feliz de ver que mis compañeros peronistas llegan hasta este congreso a fin de afirmar la institucionalización del movimiento.
El movimiento peronista ha sido, desde su creación, una organización tanto “sui generis”, y como en todas las revoluciones, ha primado desde los primeros momentos un sentido gregario, con una conducción perfectamente organizada en el sentido vertical.
Así ha sido posible llegar hasta nuestros días después de treinta años de conducción política, realizada directamente por el jefe del Movimiento y sus órganos auxiliares en el comando de toda actividad peronista. Es indudable que esto obedece ya a una regla histórica en los movimientos revolucionarios. El gregarismo es, sin duda, el factor decisivo en la promoción de los movimientos revolucionarios, pero es necesario comprender que si eso puede ser indispensable en los primeros tiempos de la acción de un movimiento de masas como el nuestro, es menester pensar que su consolidación en el tiempo sólo puede realizarse a través de una organización.
El hombre no vence al tiempo; lo único que puede vencer al tiempo es la organización. Por eso creo que después de treinta años de acción peronista, dentro de un sistema gregario, es indispensable que comience a accionarse rápidamente hacia una institucionalización que le dé al Movimiento un estado orgánico que, como dije antes, es el único que puede vencer al tiempo.
Desgraciadamente, ya han transcurrido muchos años para nuestro Movimiento y es necesario ir pensando en que hay que cambiarle su sistema de conducción, para darle una conducción institucional y orgánica, que es la que puede continuar en el tiempo.
Cuando caímos, en el año 1955, precisamente, mi primer pensamiento fue el de institucionalizar el Movimiento, a través de los comandos de exiliados y de una organización con que se pudo seguir la conducción de un Movimiento, en ese momento un tanto disperso.
También pensé durante estos dieciocho años que ya debíamos haber realizado nuestra institucionalización, para la cual recurrí a un sistema de simbiosis; es decir, más o menos como ocurre en la botánica, cuando se plantan dos árboles juntos, éstos crecen y luego sale un tercero que no es ni uno ni otro, pero que no se diferencia mucho de uno y de otro. Vale decir, mantener el Comando Superior Peronista y dejar actuar a los órganos locales de la conducción de nuestro Movimiento.
Entre esos dos factores, yo pensé siempre en la posibilidad de una simbiosis que permitiera ir retirando cada día más a Perón y dejando a la institución que había de reemplazarlo. Pero los resultados que se han obtenido en el orden de la institucionalización no han sido muy halagüeños. Ha prevalecido el sentido gregario de nuestros primeros tiempos. Hay que convencerse de la necesidad absoluta de lograr la institucionalización, ya que hoy más que nunca, estando en el gobierno, debo prescindir, por razones de convivencia política, de mi intervención directa en la política partidaria del Movimiento.
Hoy los peronistas tienen que ser manejados por los peronistas y no por Perón, porque yo tengo otras funciones que son antitéticas con la intervención directa en la acción política partidaria.
Si yo quiero poner a todos los argentinos a tono, tengo que tener un tono diferente a todos los argentinos; o sea, una prescindencia que me permita asegurar una ecuanimidad en todos mis procederes como presidente de la República, a fin de que nadie se sienta entenado en una familia en que todos deben ser hijos.
Sin embargo, compañeros, es necesario pensar que presenciamos algunos espectáculos, especialmente en algunas provincias, poco edificantes para nuestro Movimiento. Quiere decir que no es la disciplina partidaria lo que brilla en la actual situación de nuestro Movimiento. La disciplina partidaria tiene que ponerse en acción a través de las autoridades que, afortunadamente, elegirá este congreso, que será de una gran trascendencia para el futuro peronista.
Pienso que es indispensable que le Comando Superior Peronista desaparezca para dejar lugar a la conducción por el Consejo Superior Peronista y todas las dependencias de ese Consejo Superior; a través de los Consejos en las provincias, y en las ramas en que el Movimiento Peronista se articula.
Este congreso tiene una gran trascendencia, y pienso también que los hombres que este congreso elija para dirigir y conducir el Movimiento Peronista, tienen una gran responsabilidad frente al futuro del Movimiento.
Hay que pensar que yo puedo desaparecer, que por el momento soy el elemento de aglutinación de los peronistas. Es necesario que eso se reemplace con un sentido de solidaridad peronista; solidaridad que ha de asegurar la cohesión que, en muchos casos, es lo que está fatalmente en el actual Movimiento.
Esta no es una crítica simple. Si un movimiento multitudinario como el nuestro ha resistido a través de dieciocho años de exilio y de intentos de destrucción, es porque es una cosa firme y no muy fácilmente destructible.
Pero, señores, eso no ha de envanecernos, porque indudablemente los Movimientos, como el peronista, tienen una función de inmensa trascendencia para la nacionalidad y tienen también una tremenda responsabilidad frente a un futuro que, en cierta medida, dependerá de lo que cada uno de nosotros seamos capaces de hacer.
Para ganar elecciones es suficiente tener votos. Nunca me olvido que cuando comencé este trabajo, en 1945, un amigo conservador, que vino un día a visitarme, me dijo: “¿Pero van ustedes a presentarse a una confrontación política? Necesitan tener dinero y organización, y ustedes no lo tienen. ¿Cómo se van a presentar?
Le contesté: “Yo difiero con usted; creo que para ganar una elección lo que se necesita es tener votos”.
Efectivamente, se realizaron las alecciones y, sin dinero y sin organización, ganamos; pero nos quedaba el rabo por desollar.
Cuando se llega al gobierno, ya los votos no sirven para gobernar; para ello se necesitan hombres capaces y organización.
Porque la política está constituida por dos procesos: para llegar, es un proceso cuantitativo; para gobernar, cualitativo. Con hombres solamente tampoco se llega, aunque sean muy capaces todos, porque si no hay unidad de concepción y de acción, aunque todos sean muy sabios y muy capaces, terminarán a los sillazos, como a menudo sucede.
Eso lo ha logrado nuestro Movimiento desde los primeros días. Es decir, hemos llegado a tener un Movimiento con unidad de doctrina, con unidad ideológica y que durante treinta años ha subsistido firme en las premisas fijadas cuando nos echamos a andar. Sólo que hoy hay algunos que se dicen peronistas, que no piensan como pensamos doctrinariamente los peronistas de siempre.
Decía, compañeros, que, indudablemente, a todos los que se dicen peronistas y desvarían ideológica o doctrinariamente, deberemos recomendarles que lean La comunidad organizada, La doctrina peronista y Conducción política.
Pienso, compañeros, que dentro del peronismo, cualquiera debe pensar y sentir como se le dé la gana, siempre que no saque los pies del plato.
Existen en el país un sinnúmero de ideologías y doctrinas diferentes. Al que no esté de acuerdo con la doctrina peronista, nadie lo obliga a que se quede con nosotros: que se vaya. Cuando se organiza una fuerza política, es preciso que se tengan en cuenta dos premisas: en primer lugar, que jamás debe ser sectaria y, en segundo término, que no puede ser un movimiento – diremos, regular, orgánico y funcional- si todos los que lo forman no tienen la misma concepción y, en consecuencia, la unidad de acción indispensable.
Nosotros no somos un partido político sino un gran Movimiento nacional y, como tal, hay en él hombres de distinta extracción. Por mi parte, siempre cuento una anécdota de algo que me sucedió en la etapa inicial de nuestro Movimiento. Cuando empecé a organizarlo, había hombres que provenían de la derecha y, en realidad, eran de la reacción de la derecha. Del otro lado, había unos de izquierda y algunos, un poquito pasados de la izquierda. Pues bien: un día vino un señor de la derecha y me dijo: “General, usted está metiendo a todos los comunistas”. “No se aflija”, le respondí, agregando: “Yo pongo a ésos para convencerlo a usted, que es reaccionario”.
Los movimientos populares y masivos como el nuestro no pueden ser sectarios. El sectarismo es un factor de eliminación y es poco productivo cuando en un movimiento de masas se comienza prematuramente a eliminar a aquéllos que no piensan como el que lo forma. Vale decir, resulta necesario ver esa enorme amplitud, sin ningún sectarismo.
Los sectarismos son para los partidos políticos, pero no par los movimientos nacionales como el nuestro. Pero todo tiene un límite. Es indudable que no es suficiente con que yo diga que soy peronista para que todos crean que lo soy, porque en este sentido lo que uno dice no tiene el valor de lo que uno hace; y pensamos que dentro de nuestro Movimiento, desde siempre, para conocer a un cojo lo mejor es verlo andar.
Por eso, nosotros a priori no rechazamos a nadie. Bienvenido sea todo aquel que quiera venir a formar parte del peronismo. En nuestro Movimiento nadie es peronista por derecho propio, sino porque pertenece a un Movimiento. Si pertenece al Movimiento, es peronista el que siente la ideología y la doctrina del peronismo.
Siempre hemos tenido una inmensa tolerancia, y la debemos mantener porque las grandes organizaciones institucionales obedecen a las mismas leyes que la organización fisiológica del individuo, por ejemplo. Si a una persona se la tiene esterilizada, sin contaminación de ninguna clase, el día que tome contacto con los demás, adquiere todas las enfermedades habidas y por haber, porque no tiene defensas, ya que éstas se producen, precisamente, por el microbio que entra al organismo, que genera sus propios anticuerpos. Por eso es que se lo vacuna a uno para que en el futuro no vuelva a tomar la misma enfermedad.
De ahí que en los movimientos institucionales como el nuestro es necesario dejar que entren también algunos microbios, porque éstos generan sus propios anticuerpos y crean las autodefensas de la organización.
En la defensa de nuestras organizaciones rige el mismo principio. Si a una persona, por cualquier causa, le aplican antibióticos, llega un momento en que estos antibióticos no le surten ningún efecto.
En esto, no demos antibióticos; dejemos que esos gérmenes patógenos generen los anticuerpos, que suelen entrar en nuestras organizaciones. Pero tengamos la precaución de no dejar avanzar mucho las infecciones; porque, indudablemente, cuando esas infecciones llegan a cierto grado no se dominan ni aún con la penicilina.
Es necesario vivir vigilantes, como todos vivimos. No porque tengamos autodefensas nos vamos a estrechar y compartir con los que están enfermos de una enfermedad contagiosa.
Es necesario mantener cierta prudencia para evitar las infecciones. En la organización ocurre exactamente lo mismo. Tengamos cuidado con los gérmenes y desinfectémoslos a tiempo, que eso será siempre saludable. No les tememos, porque así como nosotros transitamos por la vida sin temor a las infecciones y a los microbios, y supervivimos debido a que tenemos nuestras autodefensas, de la misma manera nuestro Movimiento tiene sus autodefensas, las que se manifiestan inmediatamente que se detecta la presencia de un germen patógeno.
Por eso, compañeros, las tareas de las organizaciones que han de conducir el Movimiento, como las de los dirigentes que han de encuadrar su masa, necesitan vivir vigilantes y atentos, sin extremar las cosas.
Hasta cierto punto todo es tolerable y beneficioso: más allá comienza a ser intolerable y perjudicial.
Hay que tener el sentido de la medida y de la realidad. El que conduce no puede apartarse jamás de esa prudencia y de esa sabiduría, que son indispensables dentro de la responsabilidad del que ha de conducir.
La conducción por organizaciones es la más difícil de todas las conducciones. La conducción individual, por sentido gregario, es relativamente simple, cuando hay convicción y acatamiento. La conducción por organismos es mucho más difícil, porque es más difícil poner de acuerdo a veinte cabezas que a una cabeza. Sin embargo, esto es indispensable que lo hagamos, no sólo por ahora, sino también para el futuro. Para ahora es indispensable porque estamos gobernando y, en algunos aspectos, por falta de organización, de solidaridad y de unidad de concepción, estamos perjudicando la unidad de acción que debe caracterizar al Movimiento en el gobierno. No es posible dar el espectáculo que hemos dado en algunas partes, donde los peronistas se pelean entre ellos todos los días y algunos de los gobiernos son ineficaces porque tienen que atender más la lucha de sus propios compañeros que las luchas que tienen que realizar para enfrentar los problemas.
Toda esta acción, que es compleja, terminará si nosotros desde los organismos de dirección actuamos con capacidad y con inteligencia, desplazando a aquellos elementos díscolos que no aceptan la disciplina de conjunto. O a aquellos peronistas que prefieren hacer la pelea en la calle, con murmuraciones y tumultuosamente, cuando en realidad, de verdad, los peronistas, en cenáculos cerrados, pueden discutir y decir lo que quieran, sometiéndose después a lo que decida la mayoría, y salir a la calle a defender todo lo que se ha resuelto, con al misma decisión.
Salen a discutir los problemas con los demás, los que pensaban de una manera y los que pensaban de otra, como si ellos hubieran sido los que tuvieron la iniciativa que dictó o impulsó la mayoría. En los cuerpos colegiados no hay otra conducta. Esa es la única conducta que puede hacer posible el éxito de la conducción en cualquiera de las tareas que ella impone.
Por eso, compañeros, creo que la tarea que tenemos por delante en el peronismo es, precisamente, una tarea de adoctrinamiento porque, en estos años de lucha, nos hemos apartado un poco de la doctrina que siempre hemos sostenido. Y hay muchos que creyéndose peronistas, a lo mejor están sosteniendo todo lo contrario de lo que nosotros venimos pensando desde hace treinta años.
En todo Movimiento como el nuestro, hay una ideología que es permanente y una tradición que también debe ser permanente. Fuera de lo que esa tradición y esa ideología imponen como permanente, no pude haber más que herejes para el Movimiento.
Está bien que cambiemos los métodos de acción, que cambiemos las formas de ejecución, pero lo que no puede cambiar es lo que desde el primer momento hemos establecido como la gran línea directriz de nuestro Movimiento, de la cual no debemos apartarnos, pues si nos apartamos, no somos peronistas, sino de cualquier otra tendencia. Lo inconcebible es que digamos que somos peronistas y hagamos todo lo contrario de lo que el peronismo viene sosteniendo desde hace treinta años. Reitero: esto es inaceptable para nuestro Movimiento.
Los que han de conducir el Movimiento Peronista en el futuro, cuyas autoridades saldrán de lo que decida este congreso, deben pensar que nosotros estamos realizando una verdadera revolución, fuera del infantilismo revolucionario, que no es lo mismo. Estamos realizando una revolución, pero en paz, utilizando, como he dicho yo, dos ingredientes que la revolución pone en juego, que es la sangre y el tiempo. Si queremos ganar tiempo. Gastaremos más sangre, y si queremos ahorrar sangre, utilizaremos más tiempo. Al gasto de sangre, nosotros preferimos el gasto de tiempo.
No vive nuestro país tiempos para acciones realizadas a la tremenda, por cuanto tiene dos tareas que realizar: en primer término, reconstruir un país que ha sido destruido en gran parte, comenzando por los hombres; en segundo lugar, liberar al país, pero mediante una liberación efectiva y real, sin provocar perjuicios.
Considero que debemos tomar las cosas en la realidad. Sin embargo, hay algunos que quieren expulsar a todas las compañías que hasta ahora han sido multinacionales. Mientras tanto, en otro sector vecino se sostiene que hacemos inversiones y que los extranjeros no invierten aquí.
Entonces, pregunto: ¿a cuál de estos dos hacemos caso? Creo que a ninguno de los dos, máxime que en lo que se refiere a esas compañías extranjeras, nosotros tenemos el poder de decisión. Vale decir, si ellas están de acuerdo con las leyes que se han dictado, deben hacer lo que decimos nosotros. Para ello, no necesitamos expropiarlas ni echarlas del país, en virtud de que constituyen factores de desarrollo indispensables.
Los que quieren inversionistas de este tipo, ya no tienen lugar en nuestro país porque ahora los que invertimos somos nosotros. Y si algunos extranjeros quieren invertir, ellos serán bienvenidos siempre que obedezcan las disposiciones que nosotros tomemos respeto a su producción.
Hace poco se ha producido un fenómeno que ha puesto en claro esta situación. Varias empresas industriales pusieron algunos reparos para exportar a países que a ellos no les eran gratos. Se llamó a esos señores y se les dijo: “Si son gratos o ingratos para ustedes, eso a nosotros no nos interesa; basta que sean gratos para nosotros”.
Entonces, en el alto nivel se planteó esta situación, pero a nosotros no nos interesó. Hicimos los acuerdos con los países a los cuales queríamos venderles, y les vendimos. Si estos señores se hubieran seguido oponiendo, hubiésemos tomado otras medidas. Esto no fue necesario hacerlo, porque enseguida vinieron y dijeron: “Si señor, nosotros hacemos lo que hace el gobierno”. Para nosotros eso es suficiente.
Compañeros: en esto, por sobre todas las cosas, debe prevalecer la defensa de los intereses de la Nación. La liberación no es un problema de violencia sino de inteligencia. Los que colonialmente están sometidos, siempre es por dos causas: unos, porque son débiles, encuentran favorable ese camino y se entregan, y otros porque son tontos y los dominan a la fuerza. De estos dos caminos tenemos que liberarnos.
La liberación no es un problema de salir a matar todos los días a un extranjero que está en el país, y menos aún de recurrir al robo, al secuestro o al asesinato para resolver problemas, porque esto se resuelve con buena voluntad, en paz y con tranquilidad, si se sabe proceder inteligentemente.
En el Movimiento Peronista, ésta ha sido la norma; siempre hemos procedido dentro de esos lineamientos.
En 1955 caímos porque yo aprecié que no valía la pena provocar en el país una guerra civil que lo hubiera atrasado cincuenta o cien años y que hubiera llevado a la muerte a uno o dos millones de argentinos, a pesar de que teníamos la fuerza necesaria para impedirla.
Recuerdo siempre que uno de mis asesores militares –que en ese entonces actuaba en la Secretaría de la Presidencia-, me dijo un día, un poco disgustado: “Si yo fuese Perón, peleaba”.
Le contesté: “Si yo fuera usted, a lo mejor también peleaba, pero yo tengo la responsabilidad y sé que este tipo de luchas intestinas no sólo matan millones de argentinos sino que también atrasan al país por un siglo”. Y si no, veamos lo que les ha costado a quienes hicieron ese tipo de revoluciones, y lo que han alcanzado después de hacerlas. A lo mejor han quedado peor que antes.
Señores: en esto hemos sido siempre pacifistas. Lo he declarado toda mi vida. Soy un general, y a veces tengo que estar tirándome de la cola porque tengo todavía el general adentro.
Esto no es cuestión de lucha cruenta ni violenta; más bien es una tarea de construcción permanente en la cual todos debemos poner la mejor buena voluntad para que se realice lo necesario para llegar al engrandecimiento del país y a la felicidad del pueblo argentino.
Procediendo de esta manera se evitará tener que matar a un solo argentino.
Esa ha sido la posición de nuestro Movimiento.
Cedimos en aquella oportunidad y algunos dijeron que yo era flojo. ¡No! En esto, un general que manda desde muy lejos y muere en la cama tranquilo, con un montón de inyecciones, no es una cuestión de valor personal ni directo. Es cuestión de pensar en las consecuencias y apreciar lo que será el proceso, a fin de resolver aquello que es más conveniente para la Nación.
Nosotros sólo somos agentes de ese porvenir, de esa felicidad y de esa grandeza. Si como agentes de eso no defendemos al país, no estamos cumpliendo con nuestro deber, aunque para eso sea necesario despojarse de la pasión, del amor propio y de todas esas cosas que tiene poco valor frente al futuro de la Nación.
Compañeros: constituidas ahora las autoridades de nuestro Movimiento, espero que dediquemos un tiempo a la difusión de nuestra doctrina, porque creo firmemente que es indispensable hacerlo. Es así como llegaremos a la comprensión de los problemas que el Movimiento impone; llegaremos también, a través del conocimiento de esa doctrina, a una unidad de concepción; y a través de esa unidad de concepción, aseguraremos también la unidad de acción peronista.
El gobierno tiene su grave responsabilidad y no se puede cometer actos partidarios que pongan en peligro la defensa de esa responsabilidad por la cual todos tenemos que preocuparnos. Por eso, muchos hechos que se han producido, en algunas provincias especialmente, nos han llevado a la necesidad de intervenir a una de ellas. Problemas que no se han producido entre el gobierno y la oposición política, sino entre el gobierno y los sectores peronistas, a los que ahora se les ha dado por combatir entre ellos. ¿Por qué? Porque no combatimos contra la oposición; es decir, parece que tienen tanta sangre torera, que quieren estar todos los días peleando.
Cuando un peronista, esté en el llano o en las organizaciones de cualquiera de las ramas que componen el Movimiento, no está conforme con una acción de gobierno debe recurrir ante quien lo pueda remediar, pero no dedicarse a murmurar en la calle y a organizar obstáculos, porque con eso no se consigue sino exacerbar los ánimos y provocar una lucha estéril, que será aprovechada por los enemigos políticos nuestros para acopiar influencias y para denunciar ante la opinión pública que somos irresponsables, porque estamos peleándonos entre nosotros en vez de cumplir la obligación para la cual hemos sido elegidos, que es la de gobernar y gobernar bien.
Espero, compañeros, que se concrete la organización de las fuerzas del Movimiento, es decir, la rama política masculina, la rama política femenina y la rama sindical, que fueron las tres grandes fuerzas que se nuclearon para formarlo y para proyectarlo en el futuro. Se había pensado en una rama juvenil, pero los hechos han demostrado que es una anarquía tan grande la que reina en ese sector, que vamos a desensillar hasta que aclare.
Hasta ahora nosotros habíamos sido los que somos, y somos muchos, con las ramas existentes, donde los muchachos se incorporaron al Partido Peronista masculino y las muchachas al Partido Peronista femenino. Los sindicatos también tenías su juventud, dentro de sus respectivas organizaciones. No queremos incorporar la manzana de la discordia dentro del Movimiento.
Por esa razón, creo, y así aconsejo a las organizaciones, que es menester que nos mantengamos con nuestras propias ramas, hasta que este panorama aclare.
La juventud es bienvenida, pero, naturalmente, no queremos que después de su bienvenida nos haga un bochinche dentro del Movimiento.
Ya manifesté que siento una profunda admiración por la juventud, pero es preciso que esa juventud, al incorporarse a nuestro Movimiento, no pretenda tomar la dirección y conducción del mismo. Somos muchos y tenemos mucha experiencia, como para entregarnos a la improvisación que bien puede conducirnos a un fracaso. Doctrinaria e ideológicamente, nosotros no hemos tenido jamás un fracaso. Por eso hemos resistido siempre. No me olvido nunca lo que me contaba Isabelita después que visitara China. Un día le dijo a Chou En Lai que teníamos una juventud maravillosa. Y éste le dijo: “Sí, pero no hay que decírselo”. Este es un consejo de una profunda sabiduría. Tenemos una juventud maravillosa, pero, ¡cuidado! La juventud será maravillosa si incorpora nuestra experiencia. Si hace caso omiso a esa experiencia que nos ha costado mucho adquirir, puede producirle al Movimiento muchas lágrimas en el futuro.
Por eso, compañeros, sigamos como hasta ahora, que no nos ha ido tan mal como algunos creen. Sigamos firmes en nuestra posición. Los conductores del Movimiento que han de tomar desde ahora la dirección total del mismo, deben pensar que es necesario volver a los cánones de nuestra doctrina y de nuestra ideología a fin de realizar una conducción sin sectarismos, pero también sin desviaciones.
El sectarismo sería perjudicial cuantitativamente; la desviación, lo sería cualitativamente.
Evitemos los dos males. Éstos sólo se evitan con una extremada prudencia en la conducción, que dentro del Movimiento Peronista está facilitada. Y lo está por muchos años de adoctrinamiento que tenemos los viejos, por mucha experiencia que tenemos los viejos y los hombres maduros, por todo lo que hemos pasado y que ha dejado una enseñanza extraordinaria. Esa experiencia no se adquiere sino verdaderamente en el sacrificio de las cosas que han sucedido.
Compañeros: podría decir como Martín Fiero: “les doy estos consejos, que me ha costado adquirirlos porque deseo dirigirlos; pero no alcanza mi ciencia para darles la prudencia que precisan pa’ seguirlos”.
Finalmente, quiero despedirme de ustedes, en primer lugar, rogándoles que lleven todo mi cariño a los compañeros de todas las regiones que ustedes representan y, además, agradecerles la concurrencia para dilucidar estos problemas tan importantes referidos a la conducción y encuadramiento del Movimiento; y que ahora, en cada una de las regiones argentinas donde el Justicialismo actúa, tanto en el gobierno como fuera de él, nos sometamos disciplinadamente a las necesidades de dar un ejemplo como gobernantes.
No olvidemos que estamos en el gobierno, que tenemos una oposición tranquila en los sectores políticos, aviesa y enconada en los sectores que ocultamente trabajan contra nosotros, algunos de ellos dentro del propio Movimiento. Que son los más peligrosos, y otros fuera de él. A todos ellos debemos desenmascararlos.
Y para combatir la capciosidad o el error, no hay nada mejor que exponer una verdad con toda la claridad necesaria, ya que la verdad suele hablar siempre sin artificios.
Esa es la tarea que nos debemos imponer todos los peronistas. En cada una de las manifestaciones que se observan diariamente, hay un sector que trabaja subterráneamente contra nosotros en forma permanente. No le temo mucho a eso, porque han mentido tanto que el castigo es el natural, cuando digan la verdad no les van a creer. Y esto lo he comprobado en mi gran experiencia. En 1945, cuando comenzamos nuestra acción, teníamos todos los medios de comunicación en contra, y ganamos. En 1955, teníamos todos los medios a nuestro favor y nos echaron. En 1973 todos esos medios estaban otra vez contra nosotros y ganamos.
De manera que hay una verdad que se abre paso entre la maraña de mentiras y simulaciones que se esgrimen. El estar con la verdad es estar con la realidad. En consecuencia, nosotros hemos luchado siempre por eso. Y cuando hube de abandonar el gobierno, a muchos que querían resistir, les dije: “nos vamos; si tenemos razón hemos de volver y si no, es mejor que no volvamos”.
Compañeros: el tiempo nos ha dado la razón e indudablemente, porque la teníamos es porque sosteníamos la verdad que el tiempo, inexorablemente, ha hecho triunfar.
Así creo que debemos conducir al Movimiento, pensando siempre en esa verdad y en esa razón, que no ha de faltarnos nunca si queremos triunfar a la larga, que es la única manera de triunfar.
Compañeros: muchas gracias por estos felices momentos que ustedes me han dado de poderles hablar en vivo y en directo, como se dice ahora.
JUAN DOMINGO PERÓN

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