abril 11, 2010

Discurso de Perón en el Día de la Lealtad (1952)

DISCURSO DEL DÍA DE LA LEALTAD EN PLAZA DE MAYO
Juan Domingo Perón
[17 de Octubre de 1952]

Compañeros:
Yo deseo que mis primeras palabras sean para rendirle, desde lo más profundo de nuestros corazones, un homenaje sincero y argentino al excelentísimo señor presidente Somoza, que nos acompaña. Rendimos en él el homenaje más caro de nuestros corazones al hermano pueblo de Nicaragua y a su hermosa patria, recordando asimismo al inmortal Rubén Darío, que vivió con nosotros largos años y que representa el elevado idealismo de esa patria generosa que, aún lejana en el espacio, está muy cercana en nuestro corazón.
Quiero también agradecer a los compañeros de la CGT que, en nombre de sus seis millones de afiliados, han tenido la amabilidad de colocarme sobre el pecho esta banda argentina que, por provenir de los trabajadores de la patria, representa para mí la más honrosa, la más digna y la más alta distinción de que pueda ser objeto un gobernante. Y como de costumbre, deseo, desde esta plaza, en la cual reviven todos los momentos de nuestra vida histórica e institucional, hacer llegar a todas las plazas de la República, donde en este momento están reunidos nuestros compañeros para escuchar las palabras que les dirigimos desde aquí, este saludo que yo les hago llegar con el más apretado y sincero abrazo de compañero y de hermano.
Y como en todos los 17 de Octubre, quiero desde este balcón dar cuenta al pueblo, sintéticamente, de cómo marcha nuestro gobierno. Compañeros: hemos seguido, desde 1944 hasta nuestros días, una línea inquebrantable de conducta determinada por los objetivos de nuestra doctrina.
El primer Plan Quinquenal fue obra extraordinaria
El primer Plan Quinquenal ha realizado, como ustedes conocen, una obra extraordinaria en todos los órdenes, pero para mí la más satisfactoria es el haber afirmado en esta tierra de todos mis amores la Justicia Social, la Independencia Económica y la Soberanía de la Nación.
Ese primer Plan Quinquenal, que afirmó esas banderas en las astas inmortales de nuestra historia, dio también al pueblo argentino un grado de bienestar no alcanzado jamás en nuestra historia, y dio, por sobre todas las cosas, un grado de dignidad sin el cual la vida no merece ser vivida.
Hemos iniciado con el año 1953 nuestro segundo Plan Quinquenal. Los objetivos de ese Plan se afirman también en las banderas ya izadas y consolidadas de nuestra Justicia, de nuestra Independencia y de nuestra Soberanía. Tiende el mismo a completar el ciclo que nos asegure, en su orden general, una economía integralmente satisfactoria.
El camino de la riqueza y el engrandecimiento
Yo, al contrario de lo que pensaron muchos economistas argentinos, pienso que no nos podemos conformar con ser un pueblo de pastores y de agricultores, aunque nos llamen la panera del mundo, como se ha dicho muchas veces. Es por eso que el Segundo Plan Quinquenal, al cristalizar los objetivos totales y definitivos de nuestro esfuerzo social, económico y político, da orden de preferencia a todas las realizaciones industriales. Queremos ayudar a esa inmensa masa campesina, que con sudor de todos los días ha mantenido durante un siglo y medio en pie la argentinidad y el trabajo argentino, con el esfuerzo de las masas urbanas destinado a la transformación de la materia prima y a la distribución de la riqueza, para que, establecido el ciclo integral de la República pueda retomar silenciosa y dignamente el camino de su riqueza y de su engrandecimiento.
Para ello necesitamos solamente dos cosas: organización y trabajo. La organización es tarea del gobierno, y ustedes saben con qué ritmo la estamos realizando. En cuanto al trabajo, yo sé que los brazos generosos de los trabajadores argentinos están pidiendo actividades para producir; que en sus pechos honrados late un incontenible deseo de lucha y de trabajar para engrandecer a la Patria.
Si en el primer Plan Quinquenal, conseguimos elevar el standard de vida a un grado de satisfacción y de dignidad nacional, en el segundo Plan Quinquenal ese standard de vida ha de elevarse todavía muy considerablemente. Yo, como Presidente de la República, no estoy todavía satisfecho con el standard de vida general alcanzado por el pueblo argentino. Podemos llegar a mucho más. Para ello, solamente necesitamos las dos cosas que acabo de mencionar: organizarnos y trabajar incansablemente para lograrlo.
El trabajo, compañeros, como yo lo veo es poner en acción todos nuestros capitales y todos nuestros esfuerzos. Ello ha de lograrse con el cumplimiento de nuestros objetivos. Y desde ya descarto el éxito porque el pueblo argentino, con su grandeza extraordinaria me ha hecho optimista y me ha hecho entrever, que así como en el Primer Plan Quinquenal sobrepasamos todos los objetivos trazados -que habían sido calificados de ambiciosos- en el Segundo Plan Quinquenal hemos de sobrepasar también todos esos objetivos.
Nosotros queremos una cultura para el pueblo
A la par de todas estas realizaciones de orden material, estamos también empeñados en promover la reforma cultural y la reforma educacional de la comunidad argentina. Queremos que en el orden de la cultura los grandes valores que esa cultura promueva, trascienda al pueblo. Nosotros no concebimos una comunidad donde haya veinte o treinta sabios muy sabios y muchos millones de ignorantes muy ignorantes; nosotros queremos una cultura para el pueblo, nosotros queremos que esa cultura esté al alcance de todos los hombres de este pueblo para que así cada uno pueda ser el artífice de su propio destino. Hemos de promover esa reforma, y en cuanto a las ciencias, a las artes, y a la cultura en general, cada argentino tendrá también en su mochila el bastón de mariscal prometido.
Yo he de empeñarme en esta reforma con la misma decisión, con la misma perseverancia con que me empeñé en la reforma social en 1944. Y estoy seguro de que, con la ayuda de ustedes, hemos de triunfar. En cuanto a la política interna, ustedes saben tan bien como yo, cuáles son los progresos que en ese orden hemos realizado en la República. Después de diez años de lucha frente a la incomprensión, frente a la mala fe, frente a la lucha despiadada desde todos los rincones de esta tierra, comenzamos a llegar a la época de la persuasión definitiva. Yo nunca me he hecho ilusiones de convencer simultáneamente a todos los argentinos; pero, gracias a Dios, estoy viendo hoy que todas las legiones de los hombres de esta tierra comienzan a marchar en la misma dirección, y esa es para mi la victoria decisiva de mi patriotismo y de mi misión. Como sucede después de todas las luchas, comenzamos, la tarea de apaciguamiento. He dicho, y repito en este venturoso 17 de Octubre, que ningún adversario ni enemigo que quede entre nuestros hombres nos tenderá su mano sin encontrar la mano generosa del peronista para asirse a ella.
Que la lucha sea para la grandeza de la Nación
Nosotros, he repetido muchas veces, somos hombres de paz y de trabajo; sin embargo nos atrae la lucha, pero queremos que esa lucha sea para la grandeza de la Nación y el destino común de los argentinos. Ahí, en esa lucha queremos quemar toda nuestra energía y toda nuestra vida, si es preciso.
Compañeros: el cuadro que en síntesis podría ofrecer en todas las actividades económicas y políticas del orden interno de la República, nos está mostrando una situación que, en plena consolidación, puede ofrecer a los argentinos la seguridad, la tranquilidad y la dignidad con que deben vivir los hombres en una comunidad organizada. Y yo estoy persuadido que en el futuro, esa seguridad, esa tranquilidad y esa dignidad han de ir creciendo a la sombra de nuestra buena fe, de nuestro patriotismo, de nuestro trabajo y de nuestra buena voluntad.
Gesto de Eisenhower que le honra y le enaltece
En el orden internacional doy gracias a Dios, de que haya permitido en este año estrechar nuestras relaciones con todos los pueblos de la tierra. Un pequeño diferendo, más de forma que de fondo, que existía con los EE.UU y la República Argentina ha sido total y absolutamente solucionado y en ello haciendo la justicia a que tengo el deber, debo exaltar la ilustre personalidad del General Eisenhower, presidente de los Estados Unidos, quien, con un gesto que le honra y le enaltece, mandó a su propio hermano para zanjar todas las dificultades que pudieran existir con la Argentina.
Yo soy el más feliz de los hombres al haber podido realizar este acto que nos une sin reservas mentales a todos los pueblos hermanos de América.
Compañeros: Las verdades del Justicialismo, como toda nuestra doctrina, pueden confrontarse con nuestras realidades en el orden internacional. Somos lo suficientemente idealistas como para entender que la realidad constituye el supremo ideal. Los pueblos, como los hombres, no han podido aprender la ciencia oculta de vivir soñando; viven de realidades. Y los mejores sueños son los que se cumplen. Por eso, como en el año 1943, yo repito al pueblo: “Mejor que decir es hacer, y mejor que prometer es realizar”. Por eso nosotros, con la dignidad nacional, que es la suma de las dignidades individuales que llevamos en el corazón podemos decir que en este 17 de Octubre de nuestras luchas y de nuestras glorias, el Movimiento Peronista, el gobierno peronista y ese maravilloso pueblo peronista, vienen cumpliendo estas verdades de nuestra doctrina política internacional, desde el primer día en que el sol nos encontró madrugando en el gobierno por la felicidad y la grandeza de una Nueva Argentina, Justa, Libre y Soberana.
En este año del calendario peronista, que va desde el 17 de Octubre de 1952 a este nuevo 17 de Octubre, el mundo entero ha sido testigo de nuestra posición internacional clara y definida. No podíamos equivocarnos. Se equivocan los gobiernos que no cumplen la voluntad de sus pueblos. Y no nos equivocamos, porque yo he jurado ante mi propia conciencia no hacer sino lo que mi pueblo quiera.
Consulta al pueblo y entusiasta respuesta
Yo he dicho, por ejemplo, que nosotros trabajamos, primero para la República Argentina, después para el continente americano, y luego para los otros pueblos de la Tierra. Y lo he dicho porque eso es lo que quiere mi pueblo. ¿Si o no? - La muchedumbre contesta: ¡Sí!
Yo he dicho también, que los argentinos no pelearemos jamás fuera de la República Argentina, pero que el que se anime a poner un pie en nuestra tierra, cuando ponga el segundo, encontrará 18 millones de argentinos dispuestos a morir por la defensa total de nuestra Patria. Y yo lo he dicho porque eso, eso es lo que quiere mi pueblo. ¿Si o no? -¡Sí!.
Yo he dicho infinitas veces que estábamos en contra de todo imperialismo. Y ahora me alegro de que el presidente de los Estados Unidos, el general Eisenhower, condene con nosotros toda política internacional imperialista. Eso es lo que quiere el pueblo argentino para todos los pueblos de la tierra ¿Si o no? - ¡Sí!.
Yo he declarado también que no somos enemigos de ningún pueblo de la tierra, puesto que todos merecen nuestro respeto y pueden hacer lo que quieran dentro de sus fronteras. Y lo he dicho porque eso es lo que quiere el pueblo ¿Si o no?. - ¡Sí!.
¿Quiere o no el pueblo argentino que seamos amigos de todos los pueblos de la humanidad? ¿Si o no? - ¡Sí!.
¿Quiere o no quiere el pueblo argentino que ayudemos a que se realice la unión de todos los pueblos americanos? - ¡Sí!.
Por eso fui a Chile, y el pueblo chileno, con el inmenso cariño de su corazón, me hizo pensar que la República Argentina y el pueblo argentino tienen que cumplir con los designios del Gran Capitán, luchando incansablemente por la libertad americana. Por eso, a mi regreso de Chile, proclamé el decálogo de la unión entre los pueblos hermanos y este maravilloso pueblo argentino. ¿Es o no es lo que quiere el pueblo argentino? - ¡Sí!.
El pueblo del Paraguay merece nuestro cariño
Por eso fui también al Paraguay, y allí sentí palpar emocionado el corazón de América, interpretado por un gobierno humilde que sirve a un pueblo cuya humildad impone el respeto que merecen los grandes pueblos.
El pueblo de Paraguay merece nuestra más alta consideración y todo nuestro cariño. No ambiciona más de lo que posee y por eso no ha pedido nada a cambio de nuestra amistad leal y honrada. Por eso yo pido al pueblo argentino que cumpla con los paraguayos un decálogo similar al que nos une con el pueblo chileno por sobre las nieves eternas de los Andes, pese a los egoísmos mezquinos de los hombres mediocres que oponen sus intereses personales a los altos, eternos e irrevocables ideales de los pueblos.
En homenaje al pueblo paraguayo yo deseo reiterar en este día solemne de nuestra historia, el contenido sumario y sustancial de aquel decálogo y lo propongo al pueblo argentino como principio para la unión definitiva entre los paraguayos y los argentinos.
A continuación el Señor Presidente da lectura al Decálogo como “principio para la unión definitiva y eterna entre los pueblos paraguayo y argentino”:
1) Cada argentino debe saber que el pueblo paraguayo y el pueblo argentino, conservando la plenitud de sus soberanías nacionales, son real y efectivamente pueblos hermanos y, en consecuencia, todos los argentinos debemos trabajar por la grandeza del Paraguay y por la felicidad de su pueblo, con la misma fe y el mismo amor con que trabajamos por nuestra propia grandeza y por nuestra propia felicidad.
2) Desde hoy los paraguayos serán compatriotas de todos los argentinos. Esta debe ser una consigna de honor nacional.
3) Cada uno de nosotros debe comprometerse a trabajar en su puesto por el acercamiento espiritual y material de los pueblos paraguayos y argentino.
4) El gobierno, el Estado y el pueblo argentino arbitrarán todos los recursos y medios que ayuden al Paraguay a consolidar la Justicia Social, la Independencia económica y la Soberanía política, del mismo modo que luchamos por las nuestras, puesto que ellas son las únicas bases de la unión comprometida.
5) La unión del pueblo paraguayo con el pueblo argentino no excluye futuras adhesiones de ningún pueblo americano sobre las mismas bases. Cada argentino debe saber que ésta es una acción constructiva, que no tiene finalidades ofensivas, que no está dirigida contra nadie y que tiene como único objetivo la grandeza y felicidad de los pueblos que la componen o compongan en el futuro.
6) Las organizaciones sociales, económicas y políticas del pueblo argentino habrán de promover la máxima vinculación posible con sus similares del pueblo paraguayo, a fin de realizar una acción armónica y solidaria para alcanzar los grandes objetivos comunes. El gobierno argentino prestará su más amplio apoyo a estas vinculaciones entre los pueblos hermanos.
7) La legislación general argentina deberá contribuir a facilitar la unión de los pueblos paraguayo y argentino.
8) Los organismos del gobierno y del Estado nacionales, provinciales y territoriales, particularmente en las zonas limítrofes con la hermana República de Paraguay, coordinarán su acción con sus similares paraguayos sobre las bases de real y sincera lealtad.
9) Todo acto contrario a los grandes objetivos comunes e intereses de la unión entre el pueblo del Paraguay y el pueblo argentino será considerado por nosotros como una falta de honor en relación con el compromiso contraído.
10) El pueblo del Paraguay y el pueblo argentino son los depositarios absolutos de esta unión definitiva, que ponemos bajo la protección de Dios, fuente de todo amor y de toda Justicia, de toda libertad, pidiéndole humildemente que no sea jamás violada ni destruida por los malvados e hipócritas intereses egoístas y mezquinos, sino que, por el contrario, sea permanente y eterna como la humildad de nuestros pueblos.
Y ahora deseo transmitir a todos los compañeros de la Patria ese saludo afectuoso de todos los años, invitándolos a que me acompañen a dar estos vivas: ¡Viva la República de Nicaragua! ¡Viva el General Somoza! ¡Viva la República del Paraguay! ¡Viva la Patria!
JUAN DOMINGO PERÓN

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