abril 14, 2010

Martires de Chicago: "...combato el sistema que da el privilegio" (Georg Engel)

MARTIRES DE CHICAGO [1]
Palabras de Georg Engel, ante el tribunal que lo condenó a muerte [2]
“Yo no combato individualmente a los capitalistas; combato el sistema que da el privilegio”
[7, 8, 9 de octubre de 1886] [3]

Es la primera vez que comparezco ante un tribunal americano, y en él se me acusa de asesino. ¿Y por qué razón estoy aquí? ¿Por qué razón se me acusa de asesino? Por la misma que tuve que abandonar Alemania, por la pobreza, por la miseria de la clase trabajadora. Aquí también, en esta libre República, en el país más rico del mundo, hay muchos obreros que no tienen lugar en el banquete de la vida y que como parias sociales arrastran una vida miserable. Aquí he visto a seres humanos buscando algo con qué alimentarse en los montones de basura de las calles.
Cuando en 1878 vine desde Filadelfia a esta ciudad, creía hallar más fácilmente medios de vida aquí que en Filadelfia, donde me había sido imposible vivir por más tiempo. Pero mi desilusión fue completa. Empecé a comprender que para el obrero no hay diferencia entre Nueva York, Filadelfia y Chicago, así como no la hay entre Alemania y esta República tan ponderada.
Un compañero de taller me hizo comprender científicamente la causa de que en este rico país no pueda vivir decentemente el proletario. Compré libros para ilustrarme más, y yo, que había sido político de buena fe, abominé de la política y de las elecciones y aún comprendí que todos los partidos estaban degradados y que los mismos demócratas socialistas caían en la corrupción más completa. Entonces entré en la Asociación Internacional de los Trabajadores. Los miembros de esta Asociación están convencidos de que sólo por la fuerza podrán emanciparse los trabajadores, de acuerdo con lo que la historia enseña. En ella podemos aprender que la fuerza libertó a los primeros colonizadores de este país, que sólo por la fuerza fue abolida la esclavitud, y así como fue ahorcado el primero que en este país agitó la opinión contra la esclavitud, vamos a ser ahorcados nosotros.
¿En qué consiste mi crimen?
En que he trabajado por el establecimiento de un sistema social en que sea imposible el hecho de que mientras unos amontonan millones beneficiando las máquinas, otros caen en la degradación y la miseria. Así como el agua y el aire son libres para todos, así la tierra y las invenciones de los hombres científicos deben ser utilizados en beneficio de todos. Vuestras leyes están en oposición con las de la naturaleza, y mediante ellas robáis a las masas el derecho a la vida, a la libertad y al bienestar.
En la noche en que fue arrojada la primera bomba en este país, yo me hallaba en mi casa. Yo no sabía ni una palabra de la conspiración que pretende haber descubierto el Ministerio Público.
Es cierto que tengo relaciones con mis compañeros de proceso, pero a algunos sólo los conozco por haberlos visto en las reuniones de trabajadores. No niego tampoco que haya yo hablado en varios mítines, afirmando que si cada trabajador llevase una bomba en el bolsillo, pronto sería derribado el sistema capitalista imperante.
Esa es mi opinión y mi deseo...
... Yo no combato individualmente a los capitalistas; combato el sistema que da el privilegio. Mi más ardiente deseo es que los trabajadores sepan quiénes son sus enemigos y quiénes son sus amigos. Todo lo demás lo desprecio: desprecio el poder de un gobierno inicuo, sus policías y sus espías.
No tengo más que decir.
GEORG ENGEL
[1] El juicio constituyó una farsa. El Fiscal Grinnel, en su alegato, proclamó: “Señores del jurado: ¿declarad culpables a estos hombres, haced escarmiento con ellos, ahorcadles y salvaréis a nuestras instituciones, a nuestra sociedad!”. De este modo, el 28 de agosto de 1886, el jurado, especialmente elegido para aniquilar a los acusados, dictó su veredicto especificando que siete de los imputados -Parsons, Spies, Fielden, Schwab, Fischer, Lingg y Engel- debían ser ahorcados, y el octavo, Neebe, condenado a 15 años de prisión. Antes que fueran ejecutados, sobrevino el misterioso suicidio de uno de los condenados: Louis Lingg, quien con la colilla de un cigarrillo había prendido supuestamente la mecha de un cartucho de dinamita. Su muerte se cuenta que fue atroz. Los historiadores actuales afirman no obstante que se trató de representar ante la opinión públicca otra demostración de que los anarquistas morían en su propia ley, las “bombas”. Hoy se coincide en que Lingg fue asesinado. El escándalo fue tan grande que finalmente a Fielden y Schwab se les conmutó la pena de muerte por la de prisión perpetua. Spies, Fischer, Engel y Parsons subieron al patíbulo el 11 de noviembre, y fueron ahorcados ante el periodismo, las autoridades judiciales, la policía y el público allí reunido. La movilización del movimiento sindical de entonces y la actuación del gobernador, John Peter Atlgeld y otros políticos, hizo finalmente que el 26 de julio de 1893, el primero les otorgara el “perdón absoluto” a Samuel Fielden, Oscar Neebe y Michael Schwab. 40 años después, otro proceso fraudulente se repetiría la historia con la vida de: Nicola Sacco y Bartolomeo Vanzetti.
[2] Georg Engel (alemán, 50 años, tipógrafo).
[3] Los famosos discursos de todos los enjuiciados fueron expresados en el tribunal durante la jornada de estos tres días. El primero fue el de Spies y el último de Parsons.

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