DISCURSO EN LA MANIFESTACION DE JOVENES QUE SALUDARON AL ORADOR EN SU 70° CUMPLEAÑOS [1]
“Educación común”
Domingo Faustino Sarmiento
[15 de Febrero de 1881]
Señores:
Habéis querido dar una forma artística y duradera a vuestra colectiva felicitación por mi cumpleaños de hoy.
Es oportuna la figura del anciano que medita. La meditación es el rumiar del alma, el alimento que le suministran los hechos que un hombre consagrado a pensar, ha visto desfilar delante de sí durante su existencia, cuanto más larga sea la procesión, más completa y variada ha de ser la deducción que saque del conjunto.
Habéis hecho bien de protestar con este recuerdo, contra la invalidación de los años para la vida pública. El que ha dicho que la vejez anubla la inteligencia, no merece llegar a ella honrado y respetado por la juventud.
Observaciones tan profundas, son buenas para cuando se habla de murallas, de vestido o de coquetas.
La inteligencia es el fruto de un órgano que se robustece y agranda con el ejercicio, como se fortifican los músculos a fuerza de remover grandes pesos. Su ejercicio prolonga la vida, pues la estadística da cincuenta y seis años de vida media a los que la pasaron pensando, mientras que el término medio de la especie, es de cuarenta años. De manera que podemos decir, que los que han ido quedando en el camino, salvo accidente, es por no haber ejercitado demasiado su inteligencia.
Esto para los que no quisieran apartar de la gestión de los negocios públicos, a los senadores romanos que conquistaron con su prudencia la tierra, a los de Venecia que continuaron su poder diez siglos, y al Parlamento fundador de las libertades modernas, de donde salen los Gladstone, cuya robusta inteligencia pondera los intereses de toda la tierra.
Esta aptitud de los años no excluye a los Pitt y a los Peel de veintiuno, que nacieron y murieron en el Parlamento sirviendo a su patria.
Acepto, pues, con gratitud esta muestra de los sentimientos del grupo de jóvenes que estiman y honraran en mí la vejez.
Como modelo mismo de vuestra imitación, os ofrezco en mi persona el mayor y menos cuestionable de todos mis talentos, de todas mis virtudes, de todas las capacidades que la buena voluntad me atribuye:
¡La de vivir largos años sobre la tierra prometida!
Esta fue la más tangible y esterlina recompensa que Dios de Abraham y de Jacob pudo ofrecer a los que honrasen a su padre y a su madre, es decir, a los ancianos y a su patria.
Imitad mi ejemplo, ¡Oh, jóvenes!, vivid setenta y un años, por lo pronto, reservados todos vuestras derechos a las eventualidades. Vivid sobre todo sin pedirle permiso al Jefe de Policía, como yo lo he hecho en todos tiempos.
II
La imaginación de los sabios sugiere la posibilidad de que con la irradiación vayan a pintarse en la superficie plana de los astros a guisa de placas fotográficas, las escenas y los acontecimientos Que los rayos del sol han venido sucesivamente alumbrando sobre la tierra, quedando así la historia humana en grandes cuadros con figuras atléticas con las que Miguel Ángel dejó en la Capilla Sixtina. Si pudieran resucitarse los cuadros que han pasado por la mente de un hombre público en estos países, que han sido en setenta años, colonias españolas, campos de batalla, congresos, repúblicas, imperios bárbaros, sobreviviendo a todo, como actor y espectador, llegando apenas a asomar la' cabeza a la superficie de este mar proceloso, az¬rada de no haberse ahogado todavía en medio de la tempestad deshecha que lo arroja a la playa del presente, después de rota la nave sin timón; ¡qué espectáculo, qué escenas, qué cambio súbito de decoraciones!
Habría alcanzado a ver, por ejemplo, la tranquila y apartada colonia española, viviendo para sí misma, con sus graves hidalgos, sus señores y esclavos, con sus monjes y procesiones de santos por las calles, su alegría infantil y su ignorancia universal y presuntuosa; y de súbito, a una palabra mágica, lanzada no se sabe en dónde, repetida en un coro universal de toda la América, en lugar de la libertad invocada, trabarse la lucha gloriosa en los campos de batalla de la independencia con el León de Castilla, y en las colonias mismas, sangrienta, obstinada, bárbara, la guerra civil interna, matanzas, incendios, proscripciones en masa, como las de Syla y de Mario, y arrebatado, por el torbellino, entrar en liza con Facundo Quiroga, el tigre de los Llanos, con el fraile Aldao, al pie de los Andes, y de peripecia en peripecia, con aquella epopeya de veinte años de combates, de viajes, de escritos encontrarse en Caseros a orillas del Atlántico, ante nuevos y más terribles tiranos y en más vasto teatro, con nuevos personajes, nuevos compañeros y nuevas generaciones!
Todo se ha venido transformando al andar del tiempo y de los sucesos, el país, los hombres, la sociedad, los usos, los medios de acción, pasando de la guerra, de la violencia, de las fuerzas físicas, a las potencias de la razón y del derecho, con todas las artes civilizadas, que se traducen al fin en la literatura, en constituciones, en derechos y riquezas adquiridas, en libertad de la prensa, que viene a ser el cerebro de una Nación entera, asimilándose ideas, combatiendo con silogismos, como antes a la punta de una lanza y entrando de lleno en la vida moderna, hasta donde lo permitan los malos elementos que le sirvieron de punto de arran¬que en la índole de nuestros padres.
III
Por aquí vamos ahora, de este largo cuento, y tenéis por delante, vuestra tarea de trabajo, ¡oh jóvenes!
Tres grandes acontecimientos ha producido en la historia la simple voluntad humana, cuando conoce claro lo que hoy llamaríamos su objetivo.
La Independencia de la América española ha sido efectuada por un concierto de voluntades en toda la vasta extensión de este continente, entre pueblos razas y hombres que no se conocían ni tenían contacto inmediato. Por eso cada sección americana quiere atribuirse el movimiento impulsivo, y presenta sus títulos y sus fechas. La emancipación de las colonias era un movimiento histórico, independiente de la acción individual. Había sonado la hora y el movimiento se produjo espontáneamente.
La Italia, dividida en fracciones desde la caída del Imperio romano, fue reunida en cuerpo de nación, por la juventud italiana en sus sueños de patriotismo, en sus odas e himnos. I1 Galantuomo Re, el héroe Garibaldi, el político Cavour, son los ejecutores del advenimiento de la Italia, a figurar en la historia moderna.
Yo creo poder señalarlo también a la generación presente, a los jóvenes que si están aquí reunidos para oír de un viejo patricio las palabras de acción, es porque se preparan por el estudio y el esfuerzo, a seguir en la misma huella que el fatigado guía ha venido trazando, a través de las vicisitudes de casi un siglo.
Y bien, ¡oh jóvenes! La libertad que ha sido el engañoso objetivo de los que sucedieron a la lucha de la Independencia, no se obtendrá en esta América si no ponemos los medios de obtenerla, creándole sus elementos.
Las Constituciones que hemos adoptado, no adaptan de por sí la cosa constituible, que son los habitantes y el suelo. Estos se componen de clases diversas, de razas distintas, de nacionalidades diferentes, de provincias desunidas, de desiertos intermediarios, de ciudades en corto número, de habitaciones a diez kilómetros de distancia unas de otras, de pocas gentes que saben leer, doscientos cincuenta mil electores, la mayor parte ajenos a los hechos y principios que afirman o niegan con su voto, de una gran riqueza, de mucho desarrollo intelectual, y de tradiciones dañinas en cuanto a los poderes públicos, mal definidos todavía, y de medio millón hasta hoy y de un millón en pocos años más de nuevos arribantes.
La América española entera ha sucumbido ya en la lucha por la existencia.
¿Qué queréis que hagan el Perú y Bolivia, con los mismos cuatro millones de indios Quichuas o Aimarás que la civilización inca educó? Si leyerais las Catilinarias de Montalvo contra un general Veintimilla que ha sucedido en el ejercicio del despotismo más oscuro, casero, indiano, frailuno, de García Moreno, otro motilón escapado del convento, para erigirse en Presidente del Ecuador, como Guzmán Blanco, un agiotista que juega en la patria de Bolívar a la alta y a la baja de los fondos públicos, para allegar fortuna, no teniendo ya resistencia de abatir, conoceríais el último acto del drama, en cuyos comienzos aparecieron tantos hombres grandes, en nombres de tan grandes cosas, y a cuyo fin, como si fuera el de grandes actrices que mueren a veces en el hospital, víctima de su pasajera gloria y de sus excesos, sólo asisten los compañeros de sus orgías.
El origen de esta decrepitud es común a toda la América, y lo encontraréis en que no hay pueblo que sea, que pueda, que quiera ser libre. Hay clase gobernante sin principios, hay constituciones sin aplicación, como coraza que no se ajusta al cuerpo y más bien lastima que defiende.
Concretaré mis observaciones al país en que hemos nacido, y donde debe ejercerse vuestra acción. Os digo que en medio del caos sudamericano, en nuestro país ya se divisan los albores de la redención. ¡Seamos libres, sin que nada, ni la voluntad de los hombres, pueda estorbarlo! Están ya arrojadas las semillas y basta un esfuerzo inteligente para fecundarlas, pues el terreno es de suyo feraz.
IV
Un hecho prominente se ha producido ya en la República Argentina, y su existencia está abriendo nuevos horizontes y llenando inmensos vacíos.
Se ha desenvuelto, en lugar de las armas, la prensa, que es la palabra, que será luego la razón pública y el derecho. No os hablo de una aspiración o desiderátum lejano, sino de una tendencia de los tiempos. No quiero persuadiros que la prensa no sea en manos hábiles o criminales, un medio de captación, de seducción para encubrir, disimular o sostener el error. Todo eso y más ha de darnos esta nueva máquina de guerra, de libertad, de tiranía. Lo que pretendo es que el terreno de la lucha ha pasado del campo de batalla, al diario, al panfleto, al libro, a las constituciones, al derecho; y en ese terreno, la libertad tendrá razón, al fin, por la razón que es la libertad misma, y por la trasmisión y la incorporación en nuestro propio pensamiento, del pensamiento de todos los pueblos libres del mundo, difundido por todas las prensas, emitido en todos los Congresos humanos; y debo daros la buena nueva que en Estados Unidos se corrigen los errores de detalle en la práctica de la libertad; que en Francia vamos en buen camino; que los alemanes no son alfiles, castillos y caballos del ajedrez que mueve la poderosa inteligencia de Bismark y que la Europa entera sigue aproximándose al plan de gobierno que ha venido trazando la tradición de los bárbaros a la Inglaterra, rectificada en los Estados Unidos, donde los bárbaros del Norte perfeccionan el elemento nuevo de sangre y de usos que regeneró el Imperio romano, de que somos parte integrante.
Os hablo de lo que os rodea, de lo que veis, de lo que sois todos, obreros del pensamiento, porque pensáis vosotros mismos, y pedís a los otros su pensamiento.
Buenos Aires -porque no quiero anticiparme a los hechos, ni salir de la verdad práctica-, es un vasto taller del pensamiento, con una imprenta a cada cuadra, con cincuenta diarios políticos, en cinco lenguas distintas.
Varias ciencias, la ganadería, la familia, la educación, el ejército, la industria, la agricultura y aun la moda, tienen sus órganos especiales. Las calles hablan por la boca del repartidor de impresos, y si las paredes no tienen oídos, lenguas y palabras marean al paseante sin aturdirlo, por los ojos, ya que carecen de sonidos.
He aquí, pues, que tenemos un hilo de Ariadna que nos saque del laberinto. La razón pública ha de formarse, porque tenemos el órgano de la di¬fusión de las ideas y de la expresión del sentimiento público. Lo hemos visto hace una semana al anunciarse la restauración de las "corridas de toros". En dos días quedó escrito como el escrutinio de una gran votación en que dieron su opinión los varones y salida a sus sentimientos las mujeres.
V
¡Pero no nos hagamos ilusiones! Para las necesidades sociales, grande y feliz indicio es este de la difusión de la palabra o de las ideas a que sirve de ropaje. Para el juego de las instituciones necesitamos constituir el pueblo; y el pueblo no existe entre nosotros, no obstante que haya una estructura que se llama la República.
Constituyen nuestro propio ser razas aunque ya atenuadas, y puede decirse con propiedad descoloridas; pero existe un elemento que no se incorpora en la ciudad, no obstante que por sus condiciones de sociabilidad, es el más adecuado para establecer la igualdad de aptitud a la vida política.
Hablo de la emigración europea, que es materia orgánica, el protoplasma para construir y hacer crecer rápidamente el pueblo. El triste espectáculo de la América entera muestra que la civilización europea moderna se detendrá en las costas largo tiempo, sin penetrar en el interior del continente, y en las clases superiores, sin descender a las masas indígenas predominantes en todos los otros Estados, y estas masas de otra raza, serán en América para las instituciones libres, lo que los Indúes en Asia, para la civilización europea y el cristianismo, y cuyos principios y cuyos dogmas aprenden como materia de erudición, desdeñando, empero, hacerse cristianos o revestir nuestro trajeo
Las proporciones de crecimiento entre razas ineptas para el gobierno político moderno y los descendientes de los conquistadores, son desproporcionadas en el resto de la América, aproximativas en Chile, Uruguay y República Argentina, superior la raza blanca en Buenos Aires, y más acentuada en la Capital.
Los emigrantes traen con sus industrias, su instinto de occidentales, su herencia de arrianos en germen y en diversos grados de desarrollo, los principios políticos que rigen hayal mundo, que llamaremos latino-germánico, porque ambas razas han dado los elementos constitutivos. Lo que pasa en Europa, relativamente a los gobiernos, con la Inglaterra, la Francia, la Alemania, el Austria, la España, la Italia, pasa en la cabeza de cada inmigrante, según que trae más o menos formada la noción del gobierno representativo, de la libertad y el derecho.
Transportados a América gozan de una libertad que nadie les disputa, que el país les brinda, que la hallan arrojada por las calles, o desparramada por los campos: la libertad de sentirse hombres, dueños de sí mismos, respetados, remunerados ampliamente por su trabajo, seguros de sus economías, y elevándose día a día, de año en año, en su propio concepto y el concepto de los demás, de ganapán a industrial, como lo entiende y puede cada uno, y pasando a propietario, a jefe de familia, a millonario, si cabe, y un día a Director de Banco o a banquero, a sabio o diarista, sin humillación, si sólo alcanza a ser hombre y trabajador.
Como última elevación del alma sobre la materia, el extranjero ausente de su país, llega a sentirse patriota ardiente de una patria ideal, que se forja con los fragmentos de recuerdos de aquella que dejó oscuro, y que sólo entrevió acaso desde el oscuro rincón donde nació deprimido, sin el sentimiento propio de la dignidad humana, que hallara aquí y no dejará jamás.
No quiero anticipar sobre el tiempo, pero me parece ver que a la noble idealización del patriotismo, que es el sentimiento de solidaridad que nos mantiene reunidos, en lugar de dispersarnos como los leones, o las aves que no son gregarias, se sucede en los inmigrantes el verdadero patriotismo, el que nos liga a la tierra en que vivimos, donde está ubicado el bien de que habrá de subsistir la familia, que es nuestra prolongación en el tiempo, como el presente es nuestra existencia misma.
Los inmigrados sentirán luego, que ubi bene ibi patria; porque ya lo están sintiendo y lo manifiestan en sus Exposiciones, sus Escuelas, sus socieda¬des de benevolencia, sus diarios, sus hospitales, y sus hombres, no diremos públicos aún, porque no toman la toga del ciudadano, aunque es aquí donde estamos llamados a reunir, cuando más no fuera por economía, nuestras fuerzas para el bien, para asegurar la libertad común y la prosperidad general.
La libertad es la acción, y no un sueño, ni un prototipo imaginario.
Los cristianos fervientes tuvieron hasta ahora poco, su patria en el cielo, con lo que dejaban este pobre mundo entregado a las violencias de los nobles, a las tiranías de los reyes o a los estragos y pobreza de la barbarie. ¡Otro tanto puede un día mostrarles a los patriotas que viven en Italia en la calle de Maipú, o españoles que se creen en la plaza de toros de Madrid, aquí, y nos exigen que declaremos que España es nuestra sin par Dulcinea del Toboso, a propósito de toros, so pena de declaramos malandrines y follones, en nuestra propia casa!
VI
Mas dejemos a los arribantes el tiempo de sacar sus cuentas, hacerse cargo de lo que les rodea, y palparse bien, para saber después de veinte años de residencia y de transformaciones y adquisiciones, si son argentinos o alemanes, franceses, italianos, etcétera, cuando contemplan la numerosa familia argentina que los rodea y las propiedades acumuladas por el trabajo y la protección de nuestras leyes.
Nuestra materia social es desde ahora la generación que viene sucediendo a los primeros inmigrantes, y que ya son ciudadanos argentinos. y la que ya llena nuestras escuelas, colegios, talleres, oficinas y comienza a presentarse en nuestros comicios, y optará luego a las Legislaturas, Juzgados, Congresos y Ejecutivo,
Esta es nuestra fuerza, y debo decirlo, nuestra áncora de salvación. No uso palabras, ni imágenes desmesuradas: apenas expresan mi pensamiento.
Hace dos años, me hallé en Córdoba en el período electoral de que salió la presente administración. Un batallón de línea fue distribuido en las mesas electorales de la campaña: otro de guardias provinciales en la ciudad; y no obstante esfuerzos supremas de la escasa clase culta en la campaña y la ciudad, una unanimidad horrible, porque causa honor esta atonía, dio los resultados que se conocen.
No hago reproches a aquellos gobiernos por el sistema electoral. De regreso a Buenos Aires, pude ver los mismos medios de fraude y de intimidación, empleados por los que se llaman liberales. Sabéis que fui el único que quiso destruir los Guardias Provinciales, aquel crimen que principió en Buenos Aires, y vino en los Corrales a matar a su hermano Abel, pero no Abel inocente.
Yo no culpo a los gobiernos que son hoy la expresión de la clase culta, colonial, corrompida e inepta, que gobierna con los indios superpuestos, como no apelo a los extranjeros, porque por sus condiciones especiales, no están preparados para nuestra vida política.
Pero tengo, sin embargo, que anunciaros la proximidad de mejores tiempos, que vosotros debéis acelerar.
¡Tenemos, tendremos en Buenos Aires mayorías independientes de la voluntad del Jefe de Policía, en las urnas electorales de hoy y de mañana, sin que pretenda que habrán de pertenecer a otro partido que al partido de la especie humana, racional, dueña de sus acciones y de su voluntad, como se muestra en Alemania. Estados Unidos, Inglaterra y Francia, en los comicios electorales que aquí deshonran lo que se llama pueblo, con sus votaciones unánimes, sin ánimo y que son el oprobio de gobiernos que tales pueblos gobiernan!
VII
Es como lo sostengo desde el principio, como lo hemos visto en el Perú, en Chile, en nuestro país, el predominio en las masas populares de la estirpe indígena, lo' que hará imposible el juego de las instituciones libres. Es el predominio de la raza caucásica en Buenos Aires, lo que nos asegura la posibilidad de hacer prácticas esas mismas instituciones libres que hemos adoptado.
La inmigración aumenta cada año, se establece, puebla el desierto, ensancha las ciudades, engrandece la nación y civiliza el país civilizándose ella misma. Es preciso que sus hijos sean preparados a la par de los nuestros para la vida pública, y ya las Escuelas públicas y particulares, la prensa diaria, los espectáculos, los Colegios y Universidades, han comenzado la obra.
Es a la generación actual que corresponde continuarla.
No olvidéis que es sólo del voto en las urnas electorales, de donde sale siempre la ignominia del país, si el voto no es libre e ilustrado. Todos los pueblos cultos os lo dicen. La Alemania había fundado sus sistemas universales de educación, la tiranía de la Educación, la dictadura de la inteligencia, y de un salto se apoderó del dominio y de la hegemonía de la historia que ejercía antes la Francia.
No os diré nada de los Estados Unidos donde Garfie1d y Arthur se lamentaban de tener unos seis millones de negros y cuatro de europeos que votan sin saber leer el boleto: no os aconsejo que hagáis nada de nuevo, de heroico, de extraordinario, sino que sigamos de cerca el movimiento del mundo, que aceleremos el nuestro de progreso, de cultura, de educación universal.
Constituíos, constituyámonos, si queréis que aun os acompañe algunos pasos más, en Asociación para promover la Educación Común en la ciudad de Buenos Aires, que podemos recorrer.
Hay en el Uruguay una Sociedad de Amigos de la Educación que ha hecho con su trabajo constante, ya fundando escuelas, ya inspeccionando las existentes, progresar la educación común, llevándola a mayor altura y difundiéndola más que nosotros, no obstante tener mayor riqueza y civilización.
Imitemos tan cercano ejemplo; constituyámonos en Sociedad de Amigos de la Educación en esta ciudad de Buenos Aires, pongámonos en contacto con la de Montevideo, que vendrá a visitar la Exposición Continental, de manera que cuando sus miembros vengan, encuentren una sociedad análoga que los reciba.
Si esta cordial visita de cumpleaños tuviese por resultado la creación de esa Sociedad para llevar adelante, con nuevos bríos, con objeto más definido y mayor concurso de voluntades, la obra que fue el empeño constante de mi vida, aplicaría a este acto, la bella idea de una niña de trece años de las escuelas de Montevideo definiendo el libro. "El libro es, dijo, el pensamiento humano que una generación transmite a otra". Y bien, jóvenes, yo os diría: la Sociedad Amigos de la Educación Común de Buenos Aires, tornará la antorcha que llevé durante cuarenta años, combatida por los vientos, pero que os entrego aún luminosa, para que visitéis con ella los rincones oscuros de nuestra socie¬dad, que empañan la civilización general e impiden la libertad.
DOMINGO F. SARMIENTO
[1] Un grupo de jóvenes encabezados por Lucio V. López, A. del Valle, Luis Lagos García, José María Ramos Mejia, José E. Toso, Isaías Mendiburu, etc., tomaron la iniciativa de ofrecer a Sarmiento, con ocasión de su 70° cumpleaños y después de haber sido separado de la Superintendencia de la Educación, la manifestación de su adhesión y simpatías. Ofreciéronle con este motivo un magnífico bronce Barbendienne, reproducción de la notable estatua de Paul Dubois que simboliza la Historia, en la figura de un anciano meditando. (De paso notaremos que dicho bronce, legado a la Biblioteca Franklin de San Juan, habría desaparecido en el incendio de dicha Biblioteca junto con los libros y obras de arte que pertenecieron a Sarmiento, desconociendo si a la fecha fueron recuperados).
Quiso el General Sarmiento aprovechar esa circunstancia para promover una idea útil, creyendo que podría intentarse un gran movimiento de opinión para promover la educación común por medio de asociaciones privadas, prescindiendo de los poderes públicos, cuyo menor defecto para grandes obras del entusiasmo, consiste en carecer de entusiasmo.
Tuvieron repercusión, sin duda, las ideas expresadas en el hermoso discurso pronunciado ante un público escogido; llovieron en casa las adhesiones por centenares, pero la mayor parte de los adherentes y de los más caracterizados se acercaron al General para preguntarle en confidencia qué propósitos y planes políticos encerraba la proyectada asociación (histórico). Sarmiento contestaba que sólo promover la educación, y como no era otro su pensamiento, hubo de abandonar el intento, ante el espíritu declarado de quienes podrían ayudarle a emplear sus últimos años en un grande esfuerzo civilizador.
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