septiembre 25, 2010

Mensaje del Presidente de la República Argentina, Nicolás Avellaneda, ante la Asamblea Legislativa (1878)

MENSAJE
DEL
PRESIDENTE DE LA REPUBLICA ARGENTINA
Nicolás Avellaneda
AL ABRIR LAS SESIONES DEL CONGRESO NACIONAL
EN MAYO DE 1878
En la Ciudad de Buenos Aires

SEÑORES SENADORES;
SEÑORES DIPUTADOS:
Os saludo en este día siempre grato para el pueblo argentino y qua se destina a la apertura solemne de vuestras sesiones.
Cada nuevo año legislativo que se inaugura bajo el imperio de las instituciones libres, muestra que ellas se radican en la práctica y que empiezan a constituir la vida misma de nuestro país. Que Dios lo proteja en este camino que ha emprendido de fundar pueblos y gobiernos en el orden y en la libertad sin anarquías tumultuosas y sin opresiones tiránicas, asegurándose un desarrollo pacífico y racional que lo conducirá pronto a mejores destinos, según nuestros votos y la opinión del mundo.
No somos sino actores transitorios en la gran tarea, pero en su nombre se perpetúan, se ennoblecen y se elevan los esfuerzos de todos, siempre que tiendan, ya desde las esferas superiores del mando o desde las más apartadas del trabajo oscuro y del deber individual cumplido, a promover el engrandecimiento común, a levantar el nivel de la razón pública y a mejorar nuestras costumbres.
Vuestra presencia era reclamada, Señores Senadores ― Señores Diputados, mas que en ninguna otra ocasión. Los acontecimientos últimamente operados, han hecho la vida política más intensa y más activa. El forum está lleno. Opiniones, partidos, intereses, se han asociado al movimiento de los negocios públicos, se agitan y se remueven, y era conveniente abrirles este gran teatro de las deliberaciones, donde los partidos se contienen recíprocamente y se equilibran, y donde las opiniones más opuestas se esclarecen y se modifican por el debate, ilustrando a su vez al país.
Voy ahora a daros cuenta del estado de la Nación, en desempeño de uno de mis deberes constitucionales.
POLITICA
La noticia de nuestros hechos se propaga rápidamente, excitando siempre curiosidad y a veces entusiasmo, porque sabemos imprimirles un rasgo prestigioso de simpatía que se halla sin duda en nuestro carácter nacional.
La América entera ha asistido a este solemne espectáculo que hemos llamado "la conciliación de los partidos"; y muchos hombres de Estado o de pensamiento se han preguntado en Europa y América, tomándolo como un tema de reflexiones y recorriendo sus propias historias, si no es verdad que hay esterilidad en las represiones que provocando represalias, hacen inextinguibles las discordias, y que suelen tomar tan fácilmente el camino de las persecuciones, para dejar una sociedad dilacerada entre las pasiones mis rencorosas durante un siglo.
Es mejor fundar una situación sobre la razón pública, sobre el acuerdo de todos, y no sobre la sangre. Hemos dado una nueva demostración a esta verdad que honra la naturaleza humana, y puesto que el ejemplo ha sido presentado por nosotros ante los contemporáneos, debemos hacer todo esfuerzo, para que no pierda su autoridad o su eficacia bajo nuestro nombre. Todos, los partidos que dividen la opinión política de la República se hallan hoy representados en este recinto; y puedo poner el noble depósito bajo la custodia del patriotismo común.
La política de conciliación deja ya tras de si grandes resultados cumplidos. Voy a enumerarlos.
Había un partido numeroso, en actitud de protesta contra el Gobierno de la Nación, y este partido ha tomado su puesto dentro de la situación constitucional de la República. El ejército de la Nación había perdido jefes y oficiales, cuyo nombre no era por cierto extraño a sus glorias, y ha abierto sus filas para recobrarlos. En la provincia de Buenos Aires que tanta influencia ejerce sobre la economía social y política de la República, existía lo más hondo del mal y ha sido curado. Sus dos partidos más numerosos se hallan plenamente en el ejercicio de la vida pública, y ha nacido de su acuerdo un gobierno que se inaugura en estos momentos, recibiendo por ley de su origen, la misión de hacer efectivos para todos los derechos políticos.
La política de conciliación ha aconsejado por todas partes la buena doctrina, y debo agregar que su prédica no ha sido inútil, puesto que al abrir vuestras sesiones, el Congreso de la Nación, renovado por la mitad en la Cámara de Diputados, muestra completa la representación política del país.
Debo ahora repetir algunas declaraciones.
Entiendo por la política de conciliación, no un pacto o compromiso con los partidos, y que estos puedan dar a su voluntad por repudiado o concluido.
La política de conciliación ha nacido de las convicciones públicas y es la razón de la Nación gobernando a la Nación. Ella ha dicho a to¬dos los partidos, que no tienen derecho para turbar la paz de la República, que no es patrimonio suyo, y que deben discutir pacíficamente sus querellas dentro de la Constitución y de la ley. La política de conciliación es el repudio público de los medios violentos que no fundan derechos, ni constituyen autoridades legítimas; pero significa decir también a los partidos gobernantes, que no deben convertirse en usurpadores, porque serán vencidos, no por fuerzas armadas, sino por la opinión pública.
No puedo ser extraño a lo que pasa a mí alrededor, y comprendo que hablo en un momento de excitación para los ánimos. Ella pasará, porque no hay motivo alguno de zozobra. Mi política es la misma, y puede en ocasiones ser servida por un Ministerio moderado, que no importa precisamente un rompimiento con los partidos, sino darles a todos una garantía de imparcialidad. La elección libre de mis consejeros es una de mis prerrogativas constitucionales; y necesito mantenerla para seguir una política firme, que no se inspira en un solo propósito personal, y que busca, con error o con acierto, pero sinceramente, el bien de la Nación.
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Acabo de hablar de la conciliación y de sus resultados en la provincia de Buenos Aires. He mencionado al gobierno que inaugura una nueva época, y debo recordar al que concluye y que deja con honor ligado su nombre a los últimos acontecimientos.
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La conciliación ha sido y es una política, pero ha sido y es sobre todo un noble sentimiento.
Tuvo así su día de sublimes expansiones, y este es el más luminoso entre sus resultados obtenidos.
Hijos de los combatientes, nacidos entre discordias y actores a la vez en los disentimientos, más profundos, tres millones de argentinos nos hemos reunido para saludar el rayo de luz que hace un siglo había iluminado la cuna del General San Martín.
El centenario de San Martín fue la fiesta de la conciliación. Todos llevamos desde aquel día un secreto recogido entre inefables emociones y lo divulgamos afirmando que hay un pueblo argentino. Hay en verdad un pueblo unido en vínculos nacionales y para siempre, cuando sus hijos saben experimentar uno de aquellos sentimientos que hacen de millones de hombres un solo hombre y que constituyen, ligando generaciones presentes y pasadas, la santa unidad de la patria.
SITUACION DE LAS PROVINCIAS
Hay paz en la República, pero se nota un malestar visible en dos a tres provincias.
El Gobierno de Santa Fe acaba de reprimir una revuelta, mostrando fuerzas superiores a las de la anarquía, pero dejando subsistente una situación penosa, que no podrá ser corregida sino por la abjuración seria y pública de los unos, y por una política expansiva y conciliadora, con respeto sincero a los derechos legítimos, por parte de los otros. Querría que estas palabras, pronunciadas en el recinto más augusto de la Nación, descendieran hasta el corazón de mis compatriotas de Santa Fe.
Los acontecimientos ocurridos en la provincia de Corrientes revisten una mayor importancia, y debo explicarles con alguna amplitud.
En el curso de los sucesos que se producen, la atención suele fijarse exclusivamente sobre los incidentes, y son olvidadas las ideas generales que dominan el conjunto de la acción. Profeso sobre intervenciones la doctrina siguiente, que ha marcado de un modo claro mi conducta con la provincia de Corrientes.
Las provincias constituyen sus poderes públicos con independencia completa del Gobierno Nacional. Así, aunque la elección de un gobernador sea el objeto de las mayores controversias, el Poder Ejecutivo de la Nación debe reconocer sin vacilación al que se le presenta con los caracteres exteriores de la legalidad y en ejercicio actual del mando, porque no es juez de la querella.
Pero cuando tras del debate electoral sobreviene inmediatamente un movimiento revolucionario, y el Gobierno Nacional es llamado a intervenir por el requerimiento, la faz del asunto cambia radicalmente, porque interviniendo en la provincia, puede ya y debe examinar lo que se hallaba en la situación anterior fuera de su alcance constitucional.
El Gobierno Nacional interviene en el territorio de las provincias, para sostener o restablecer sus autoridades constituidas, porque ha “garantido” a cada provincia el ejercicio de sus instituciones (artículos 5° y 6° de la Constitución). La intervención, por transcendental que sea, no es a la verdad sino la provisión de un medio para que la garantía de la Nación en favor de la provincia quede cumplida. De ahí la necesidad del examen y hasta del juicio en ciertos casos, porque la acción del interventor no puede ser mecánica ni ciega, puesto que se halla subordinada al designio superior de "salvar las instituciones provinciales garantidas por la Nación”.
Así el Ejecutivo Nacional entró en relaciones oficiales con el Gobernador Derqui, a pesar de las objeciones que se hacían contra su elección. Sobrevino inmediatamente un movimiento armado que revestía los signos de una sublevación popular. Hubo una batalla y la revolución quedó victoriosa e iba probablemente a enseñorearse de toda la provincia, cuando fue detenida en su camino por la intervención que el Gobernador Derqui requirió y que el Poder Ejecutivo decretó sin pérdida de momento, para evitar nuevas efusiones de sangre.
La intervención de la Nación se presentaba en Corrientes, porque había llegado el caso del artículo 6° de la Constitución. No iba a sostener sistemáticamente al gobierno del Doctor Derqui, sino a estudiar hechos y a proceder según su examen. Pero era necesario antes suprimir la guerra, disolver las fuerzas armadas y pacificar la provincia. Esta ha sido la tarea de la intervención hasta el momento presente.
Un ejército victorioso depuso sus armas ante la autoridad de la Nación Las depuso sin condiciones, porque la orden había sido dada por la autoridad legítima, y la obediencia era simplemente un acto de deber. Pero hice entonces y ratifiqué después —declaraciones de gobierno— que no son un pacto, cuyo cumplimiento pueda ser reclamado por ninguno, según mi pensamiento.
A una comisión que hablaba en nombre de los revolucionarios le dije: "Obedezcan y desármense. Las verdaderas garantías residen en la intervención misma y en la confianza que todos deben abrigar en la justicia de la Nación, que juzgará y procederá con imparcialidad completa"; y fueron estas las palabras que el comisionado nacional repitió solemnemente en presencia de las fuerzas revolucionarias, al hacerles la última notificación del desarme.
La provincia de Corrientes aguarda así tranquila el juicio de la Nación; y yo debo pronunciar el mío que se halla también prometido, dentro del límite de mis facultades constitucionales. Habría deseado verificar ciertos hechos sobre su teatro mismo, valiéndome de un co¬misionado imparcial y recto, pero han habido dificultades para adoptar este temperamento, y lo he suplido por el estudio atento de los documentos y por informes que debo reputar exactos.
En verdad y en conciencia, poniendo mi espíritu en una esfera superior a las combinaciones de los partidos, teniendo en cuenta las instituciones de Corrientes y la prosperidad y la paz de esta provincia —declaro— que la Provincia de Corrientes debe ser llamada nuevamente a elecciones, para designar su Gobernador, bajo los auspicios de la Intervención Nacional, que asegurará el libre sufragio para todos. Reputo que no hay agravios en esta solución, que es constitucional y que es conveniente. Una nueva elección interrogará al pueblo en comicios ordinarios y libres, y éste habrá resuelto la cuestión por un acto soberano y propio.
HACIENDA
Las rentas de la Nación han producido en 1877 la cantidad de catorce millones ochocientos veinticuatro mil noventa y seis pesos. Habían sido presupuestadas en dieciséis millones ciento cuarenta mil quinientos veintiséis pesos, quedando así el cálculo de recursos superior al ingreso real, pero dando aumento de un millón doscientos cuarenta mil cuatrocientos sesenta y tres pesos sobre las de 1876.
Los dos factores principales de nuestra renta son siempre los derechos de importación y exportación, y han contribuido a formarla del modo siguiente:
Derechos de importación —diez millones ochocientos cuarenta y tres mil trescientos sesenta pesos.
Derechos de exportación —dos millones trescientos veinticuatro mil cuatrocientos noventa y un pesos.
Los valores exportados, aparecen disminuidos en la estadística de este año, y podría creerse que la explicación consiste en haber aminorado la cantidad de los productos que enviamos a los mercados extranjeros, lo que por otra parte se aviene con los grandes desastres que la producción sufrió en el Sur de la campaña de Buenos Aires. No es esta sin embargo la explicación, según los datos que la Contaduría de la Nación ha reunido por mi encargo. La cantidad de nuestros productos exportados no han sufrido disminución, pero estos han sido avaluados por una escala de precios muy inferior a la de los años anteriores. [1]
La renta tiende en el presente año a subir en mayores proporciones, y es opinión común que el cálculo de recursos quedará sobrepasado.
Sin deprimir la producción, sin trabar la circulación y procediendo con prudencia suma, debemos en lo sucesivo aumentar las fuentes de recursos interiores para la Nación, porque las rentas de aduana son variables, y porque ciertos hechos que acrecientan las obligaciones y servicios del Estado, influyen precisamente sobre aquellas para disminuirlas, como es el progreso de la industria nacional. Los Estados Unidos llegaron también a comprender que necesitaban ingresos más seguros que los de aduanas, y fomentaron el crecimiento de sus recursos interiores, hasta el punto de que el producto de una y otra renta figuraba por cantidades casi equivalentes en los presupuestos de los últimos años.
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Los gastos votados por la ley del presupuesto para 1877 importaban diecisiete millones ochenta mil setecientos treinta y cuatro pesos. Los votados por leyes especiales alcanzaban diez millones ochocientos ochenta y siete mil dos pesos.
Ahora bien, los gastos verificados son los siguientes: Por cuenta del prepuesto: quince millones quinientos veinticuatro mil novecientos catorce pesos, —lo que significa decir que en los servicios normales se practicado por la acción administrativa una reducción de un millón quinientos cincuenta y cinco mil ochocientos veinte pesos.
Hay también otro hecho que debe también notarse por la significación que envuelve, y es que la renta y el gasto ordinario se presentan casi equilibrados a pesar de que en 1877 no podía decirse ya pasada la crisis comercial con sus desastrosos efectos.
La administración suprimió en su mayor parte los gastos de las leyes especiales. De los diez millones ochocientos ochenta y siete mil dos pesos votados, sólo se han invertido cuatro millones cuatrocientos mil pesos, y estos para ser aplicados principalmente al pago de las deudas que habían dejado los servicios anteriores. Así, el total de los gastos sol ha alcanzado en 1877 a diecinueve millones novecientos veinticuatro mil novecientos sesenta pesos, y esta cantidad misma es inferir en mucho ala real, porque se encuentran incluidos en ella más de un millón de pesos en billetes de tesorería por su valor escrito; y además muchos millones por pagos hechos en papel moneda al precio legal de veinticinco por uno, que no siendo el del mercado, tiende necesariamente a aumentar el valor nominal de las provisiones que se hacen al Estado.
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La verdad apoyada sobre hechos indiscutibles concluye siempre por sobreponerse a los más ruidosos clamoreos. Hay economía cada vez mayor en una administración pública que presenta el siguiente cuadro de gastos:
En 1872 se gastaron veintiséis millones cuatrocientos sesenta y dos mil setecientos ochenta y cinco pesos.
En 1873 treinta y un millones veinticinco mil setenta pesos.
En 1874 veintinueve millones setecientos ochenta y cuatro mil ciento noventa y seis pesos.
En 1875 veintiocho millones quinientos sesenta y siete mil ochocientos sesenta y un pesos.
En 1876 veintidós millones ciento cincuenta y tres mil cuarenta y ocho pesos.
En 1877 diecinueve millones novecientos veinticuatro mil novecientos sesenta pesos.
CREDITO
Las fuertes cantidades con que atendemos el servicio de los empréstitos exteriores, han estado en Londres antes del día designado para los pagos. Las obligaciones del crédito interior fueron igualmente atendidas, incluyendo entre ellas las sumas que se entregan al Banco de la Provincia para la amortización del papel emitido, puesto que no se haya pendiente sino el trimestre vencido en febrero último, y que será abonado de un momento a otro.
Nuestros fondos han acrecentado su precio en Londres, de un modo considerable, pero sin alcanzar la avaluación que les corresponde en justicia, y que obtuvieron en otra época. No se puede desconocerlo. Hay en una parte de la prensa inglesa empeño sistemático en deprimir nuestro crédito y en oscurecer nuestra situación económica, desalentando al mismo tiempo al capital, para que no se traslade a estas regiones. ¿Qué oponer a estos males? Cumplamos religiosamente nuestros compromisos, aunque continúe discutiéndose entre uno y otro dividendo la solvencia de la República. Paguémoslos en medio de las vociferaciones, y la persistencia del hecho concluirá por destruir las falsas imputaciones, venciendo hasta la mala voluntad misma.
Opino así que debemos renunciar abiertamente al pensamiento de alterar las cláusulas de nuestros compromisos en Europa. Hemos salvado el crédito durante la crisis más intensa que haya afectado a una Nación y a su gobierno, y no habría razón para comprometerlo en días mejores.
La elevación de nuestro crédito no es solamente la cotización alta de nuestros títulos en las bolsas europeas. Es el juicio favorable del mundo sobre las condiciones presentes y la prosperidad futura de una nación. Es, sobre todo, el llamamiento más eficaz para el capital que ha sido y es nuestro primer agente en la obra del progreso.
El capital vendrá. Somos productores de materias primeras, y la Europa las necesita cada vez más para sus consumos, por la elevación progresiva de sus clases obreras. La prensa inglesa no tardará en recordar lo que sus grandes economistas han enseñado, y es que el capital inglés trasladándose al a unión americana para cultivar el algodón, a la India para recoger el azúcar, a la Australia para traer sus pieles y a la América del Sur en busca de sus lanas, ha contribuido más eficazmente a aumentar la riqueza y a desenvolver el po¬der manufacturero de la gran nación, que hubiera quedado en Inglaterra, fomentando dentro de mismo círculo industrial competencias ciegas que con la baja de los provechos traen la estagnación general.
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Será siempre un buen testimonio, que durante los tres últimos años las agitaciones políticas y de crisis comercial, hayamos disminuido en algunos millones el monto de nuestras deudas, y que ellas se hallen hoy representadas por las cifras siguientes:
La deuda externa sólo figurará, después del servicio del primero de julio que ha sido ya remitido, por treinta y ocho millones de pesos.
Deben descontarse de esta cantidad, un millón ciento noventa mil cuatrocientos libras, o sea, cinco millones ochocientos nueve mil ciento cincuenta y dos pesos fuertes, en títulos que retiene el gobierno y que no han sido puestos en circulación.
La deuda interna consolidada es de veintiún millones doscientos setenta y nueve mil quinientos cuarenta y nueve pesos en fondos públicos nacionales.
La deuda exigible llegaba al 31 de marzo a un millón novecientos noventa y ocho mil doscientos cincuenta y tres pesos, incluyendo las letras de tesorería por setenta y dos mil doscientos tres pesos.
Hemos aplicado al pago de las deudas que los servicios anteriores dejaron pendientes, los billetes de tesorería que fueron creados por una ley especial. Así se ha facilitado de un modo considerable la marcha de la administración. Estos billetes han sido emitidos por dos millones ciento cuarenta y tres mil pesos, faltando aún cerca de tres millones para completar la autorización.
Pienso que este cuadro presenta notablemente mejorada la situación financiera de la República.
INMIGRACION – COLONIZACION
La República Argentina ha recibido en 1877 veintinueve mil inmigrantes, cifra que repite con escasa diferencia la de 1876, pero que es inferior a la de los años anteriores. Conocemos los motivos especiales a que podemos atribuir esta disminución; pero debo hacer notar como en mi mensaje último, que el hecho es general a todos los países que reciben inmigración, y que este mismo número reducido de inmigrantes no es todavía inferior al que se dirige anualmente de Europa a todo el resto de la América meridional. [2]
Tenemos una inmigración menos numerosa, pero aleccionados por la experiencia hemos aprendido a colocarla y distribuirla de un modo más provechoso. La internación del inmigrante en las provincias mediterráneas de la República, no data sino de los últimos tres años, y es debida principalmente a los incesantes trabajos del departamento que tiene a su cargo este servicio. Hacemos hoy más, y es agrupar a los inmigrantes en colonias, asistiéndolos con auxilios, hasta que el rendimiento de sus trabajos les haya asegurado la subsistencia.
Las colonias fundadas bajo los auspicios de la ley generosa y hospitalaria que dictasteis en las sesiones de 1876, son las siguientes:
En la provincia de Entre Ríos, la colonia Libertad, situada sobre una de las estaciones del ferrocarril del Este. Tiene ciento veintiocho familias, o sea, seiscientos setenta y dos habitantes y su establecimiento es ya definitivo, habiendo obtenido en 1877 una cosecha avaluada con exactitud en veintidós mil pesos fuertes.
En la misma provincia, la colonia General Alvear, espléndidamente situada entre el Diamante y el Paraná. Cuenta ochocientos cincuenta habitantes, que son en su totalidad rusos.
La colonia Reconquista, en el extremo Norte de la provincia de Santa Fe, frente a Goya. Menciono aquí esta colonia, porque fue fundada por el Coronel Obligado, jefe de la frontera, y bajo el amparo de las fuerzas nacionales. Tiene hoy mil doscientos habitantes, incluyendo dos pequeños planteles de población inmediatos y que son fomentados por la Nación.
Las otras colonias que la Nación ha establecido por si o con socorros cuantiosos, se encuentran en un orden inferior. Son: la colonia Resistencia, en el Chaco, con quinientos habitantes; la colonia Iriondo, en Santa Fe, con doscientos catorce, y la de San Javier, en la misma provincia, con ciento sesenta y nueve. Acaban de fundarse la colonia Olavarría, en Buenos Aires, mediante auxilios combinados de la provincia y de la Nación, con trescientas cinco personas; la de Caroya, en Córdoba, con seiscientas quince, y para no omitir lo que es apenas perceptible en el presente, pero que puede ser grande en la venidero, la colonia Santa Cruz, situada en la Patagonia, sobre el río de ese nombre, y que sólo cuenta cuarenta y siete habitantes.
La colonia del Chubut ha doblado su población en los dos últimos años, habiéndose ya puesto en condiciones de bastarse a si misma.
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No omitimos esfuerzos en cuanto lo consienten nuestros recursos, para dar mayor incremento a la corriente de inmigración, y es justo mencionar entre ellos los contratos que ha celebrado en Europa nuestro Comisario el señor Calvo con las compañías de navegación, y que reducen el precio de los pasajes en un cuarenta por ciento. Pero está demostrado –y más aún para nosotros que nos hayamos bajo el peso de advertencias recientes- que hay peligro en atraer la inmigración para masas enormes, precipitándolas de súbito sobre una sociedad nueva. Si se acumula parásita en las ciudades, tardará en acrecentar la producción, tomando si desde luego su parte en los consumos, y exponiéndonos a los males del pauperismo, ese vicio tenaz, y una vez introducido, incorregible en las sociedades viejas.
Llamemos la inmigración; pero aprestémonos a recibirla. Los gobiernos de las provincias no deben dejar exclusivamente sobre los hombres de la Nación la tarea de la colonización, que se liga precisamente más de cerca con sus primordiales intereses.
Demos a nuestra ley de inmigración mayores recursos para su ejecución, sin detenernos ante el gasto, porque no hay otro que sea más fecundo ni más prontamente reproductivo; y se llaman afortunados en el mundo los países destinados a recibir inmigración y que pueden acrecentarla con ligeros esfuerzos pecuniarios. Proveamos sobre a nuestra ley de su dotación de tierras en los territorios nacionales, o por cesión de las provincias.
Así, la ley argentina de 1876, aplicada con mayor impulso y ejecutada prácticamente en el suelo, puede surgir como el agente de grandes obras y ser para la América del Sur lo que ha sido para la del Norte la famosa ley de 1862. La ley argentina sería entonces llamada como la norteamericana “la ley del hogar” (homestead act), por haberlo dado a millares de hombres. No hablo en nombre de la conjetura quimérica, porque estamos ya en el principio de las cosas. La República Argentina es el pueblo americano que recibe mayor inmigración europea, después de los Estados Unidos.
CORREOS Y TELEGRAFOS
Convención de Berna
Puedo daros una noticia grata para una Nación como la nuestra, cuya población se acrecienta bajo la afluencia de los inmigrantes europeos, que necesitan mantener una correspondencia epistolar activa con los países de su procedencia.
El 1° de Abril del presente año, la República Argentina, en cumplimiento de una de vuestras leyes, se ha incorporado a la Convención de Berna, que establece el librecambio y sin nuevas erogaciones, de la correspondencia postal entre todos los pueblos que han aceptado sus estipulaciones, y que se cuentan entre los más civilizados de la tierra.
Así, el timbre postal argentino que no había salido hasta ahora de nuestras fronteras, puede circular y ser respetado desde el Japón hasta la Groenlandia y desde las apartadas regiones del hemisferio Norte hasta la India y las colonias francesas de la Polinesia. Este gran pacto internacional que hace de todos los territorios un solo territorio para la comunicación escrita de los hombres, ha sido uno de los hechos capitales del siglo, y nuestra incorporación a la liga, es uno de los actos más remarcables de que pueda daros cuenta.
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Puesto que hablo del correo, necesito presentaros algunas cifras, para que podáis juzgar de las mejoras y de la economía introducidas en este ramo tan primordial de los servicios públicos.
Elijo entre los años pasados el más notable por el movimiento mercantil y por la agitación política, causas ambas para el mayor incremento de la correspondencia. En 1873 el Correo produjo ciento cincuenta y ocho mil novecientos seis pesos. Acaba de producir en 1877 doscientos setenta y tres mil ochocientas ochenta y uno, es decir, un setenta por ciento más.
Los gastos del Correo fueron en 1873 de cuatrocientos treinta y seis mil setecientos quince pesos. En 1877 los gastos han llegado solamente a trescientos veintiocho mil ochocientos cuatro pesos, o en otros términos, han tenido un veinticinco por ciento de disminución sobre los del año que hemos adoptado como término de comparación.
Las líneas telegráficas produjeron en 1873 cincuenta y cinco mil doscientos setenta y tres pesos. En 1877 han dado una entrada de setenta y nueve mil ochocientos doce pesos. Los gastos alcanzan a la misma cifra en uno y otro año (ciento setenta y un mil pesos ciento setenta y dos mil pesos) pero es de notarse que, después de cinco años de servicios, las líneas requieren más costosas reparaciones.
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Debo, además, consignar otros adelantos que ha sido posible verificar, no obstante la situación del erario y del país. La construcción del gran edificio en que se encuentra instalado el correo, quedó concluida y es el más vasto y el más hermoso de nuestros edificios nacionales.
Tal vez sea para muchos motivo de sorpresa, tras las dificultades y sufrimientos de una crisis prolongada, el saber que hemos aumentado de un modo considerable en el año transcurrido la extensión de nuestras líneas telegráficas, y que éstas llegan por la frontera del Norte hasta las primeros pueblos de Bolivia. He ahí el resumen por kilómetros, sin incluir el telégrafo militar del que hablaré en otra ocasión:
Telégrafo de Villa María a Villa Mercedes...   122 kilómetros
       “        “ Jujuy a la Quiaca................   416       “
       “        “ Santa Fe a las Colonias........    50       “
       “        “ Villa María a Villa Nueva........      3       “
INSTRUCCION PÚBLICA
Las reducciones de gastos han penetrado con suma dificultad en casi todos los departamentos del Gobierno, y después de haberse discutido con ardor en Hacienda o en Guerra, venían a realizarse tranquilamente en la Instrucción Pública. Así, el presupuesto de este departamento, fue disminuido por acuerdo de todos, en más de la mitad y será siempre recomendable el celo ilustrado y firme de los ciudadanos que han desempeñado el Ministerio de Instrucción Pública, y que, al salir de los conflictos mas angustiosos, pueden presentar funcionando todos los colegios, integras las cátedras, acrecentado el número de alumnos, y mantenidas, sino mejoradas, todas las otras instituciones que dependen de esta rama de los servicios públicos.
Pero no basta conservar lo que es ya el estacionamiento y puede ser pronto la decadencia o el retroceso, cuando crecen rápidamente las necesidades. Debemos devolver al Departamento de Instrucción Pública sus medios de acción, para que sea otra vez, como en años anteriores, el agente del movimiento educacionista, operado en la República. Necesitamos restablecer la inspección, por medio de la que el Ministerio obraba en las provincias, estudiando de cerca las deficiencias, y promoviendo con el auxilio del mayor número los medios para repararlas. Es indispensable, sobre todo, reanimar el espíritu educacionista en las localidades mismas, porque sin su concurso, todo esfuerzo oficial quedará, si no estéril, a lo menos deficiente.
Encontrareis en la memoria del Ministerio los resultados del censo que se ha practicado en el año pasado, y que se haya en este momento sometido a las operaciones de revisión. Puedo, sin embargo, anunciaros que sus cifras, aunque siempre en aumento, no difieren notablemente de las que se obtuvieron ahora dos años y que son conocidas. En la misma memoria se hayan también consignados los pormenores sobre el establecimiento de las Escuelas Normales y sobre la instalación de la Facultad de Medicina en la Universidad de Córdoba, que empieza de este modo a responder por el conjunto de los estudios a las exigencias de su nombre.
Hay actualmente seis mil novecientos alumnos inscriptos en los colegios y demás establecimientos educacionales nacionales de educación. Se calcula que un número cuando menos doble ha pasado por sus aulas, recibiendo una instrucción más o menos completa, y se puede, por lo tanto, afirmar que la faz intelectual de la República se transforma a nuestra vista bajo la acción de la enseñanza nacional.
El Observatorio Astronómico empieza en este año la serie de sus grandes publicaciones, y tiene ya impreso el Atlas de la “Uranometría Argentina”, que representa todo el hemisferio austral y una zona de diez grados en el boreal. Esta obra completa, rectifica las observaciones conocidas, y parece que superará considerablemente en valor científico como en belleza todo otro trabajo de la misma clase.
La Oficina Meteorológica ha publicado también su primer volumen, que se haya exclusivamente dedicado al clima de la provincia de Buenos Aires. Esta obra, que es debida al celo científico del Director del Observatorio, contiene descubrimientos de importancia para la ciencia, porque se ha demostrado por vez primera la relación exacta que existe entre los cambios de la temperatura terrestre y las mutaciones de las manchas del sol, relación sólo sospechada hasta ahora por haber escapado siempre a la precisión de una investigación científica. Ha sido igualmente comprobada una periodicidad en la frecuencia de los huracanes cuyo conocimiento será de la mayor importancia para el comercio marítimo.
Puesto que hablo de este género de trabajos, debo agregar que se prosigue la publicación de la grande obra dedicada por el Dr. Burmeister a la descripción física de la República, y que el Gobierno Nacional le presta la cooperación requerida.
TRABAJOS EN LAS FRONTERAS
El año transcurrido entre el anterior y la presente apertura de vuestras sesiones, ha impuesto una tarea incesante al Ministerio de la Guerra, que necesitaba consolidar la nueva línea de fronteras, que había sido ocupada sobre el desierto, para entregar al trabajo civilizador dos mil leguas más de territorio. Voy a enumeraros ligeramente los trabajos hechos.
En Mayo de 1877 la nueva línea se hallaba ya resguardada por un foso que recorría veinte leguas y se apoyaba sobre numerosos fortines, verificándose la comunicación entre sus diversos puntos por medio del telégrafo, que media en aquellos días trescientos veinticuatro kilómetros de extensión.
La obra se haya hoy mucho más avanzada.
El foso tiene ochenta leguas. Toda la línea se encuentra marcada y sostenida por fortines que sólo distan una legua uno de otro; y telégrafo recorre cuatrocientos veintitrés kilómetros, llegando por sus extremos a Puán y Trenque Lauquen.
No es esto todo. Sobre la nueva línea se han construido, además, ciento cincuenta edificios de material, doscientos ranchos para las tropas, dos hospitales, siete edificios para escuelas, de las que funcionan cinco con una asistencia media de doscientos niños pertenecientes a las familias de los militares. Cuatrocientos mil árboles, indígenas y extraños, han sido plantados a lo largo de la línea desde lejos el extremo límite de nuestro dominio civilizado.
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Veamos, ahora los resultados. Después de la consolidación de la nueva línea, hemos licenciado mil seiscientos guardias nacionales, devolviéndolos a sus hogares y al trabajo; y todos conocen las razones de equidad y aun de justicia que me inducen a mencionar este hecho como el primero. No hay actualmente sino doscientos guardias nacionales que prestan su servicio activo en estas fronteras, y se adop¬tan medidas para su inmediato licenciamiento.
Con la realización de estas obras había ya una base segura de operaciones, y era posible después de muchos años volver de un modo sistemático a la guerra ofensiva contra el indio.
Así se organizaron y fueron ejecutadas con el éxito más completo las expediciones que bajo el mando del Coronel Lavalle en dos ocasiones, del Coronel Villegas en otras dos y del Comandante García, buscaron al indio en sus tolderías mismas para someterlo. La última expedición llegó hasta los toldos de Namuncurá y se verificó en Enero del presente año.
El indio perseguido en sus guaridas, y en la imposibilidad de ejecutar sus invasiones de otras veces, empieza a rendirse pacíficamente. En julio del año pasado se sometieron ante el Jefe de la División Carhué los caciques Manuel Grande y Tripaylao, el cacique ranquelino Ramón ante el Coronel Racedo, y una parte de la tribu de Catriel que se presentó últimamente al comandante militar de Patagones.
Las fronteras del interior se han mantenido tranquilas y sin invasiones, merced sobre todo al celo y habilidad de los jefes que comandan las fuerzas de defensa. Allí también se efectúa la sumisión pacífica del indio. He hablado ya de la del cacique Ramón y debo agregar que la tribu de Epumer, el sucesor de Mariano Rosas tan famoso en estas historias del desierto, se ha acogido nuevamente a los tratados de 1871 que estaban rotos y que el Comandante en Jefe de esas fronteras, General Roca, puso otra vez en vigor. El Coronel Obligado ha comunicado recientemente por el telégrafo que otra tribu se ha incorporado a las ya sometidas en la línea del Rey sobre el Chaco.
SEÑORES SENADORES, SEÑORES DIPUTADOS:
Mientras escuchabais la lectura de esta páginas, vuestra mente asociaba al relato la memoria de un hombre, al mismo tiempo que los ojos lo buscaban instintivamente en el lugar que por tantas veces ha ocupado en estos mismos actos. Cumplo con el doloroso deber de anunciaros oficialmente la infausta muerte del Ministro de la Guerra Doctor Don Adolfo Alsina, que ha tenido durante la presente administración la ardua dirección de los trabajos militares en la frontera. Murió en la tarea, tras de una enfermedad producida por un viaje de inspección a las fronteras, y trazando sobre su lecho ya de moribundo el plan de la expedición que debía ejecutar el Coronel Lavalle, con ligeros cambios, treinta días después de su muerte.
El pueblo y el gobierno argentino han tributado a la memoria de este ilustre ciudadano los merecidos honores, y yo he creído que debía en justicia consagrarle un nuevo homenaje, insertando en este documento una exposición minuciosa de sus últimos servicios.
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Pero los trabajos ejecutados no son sino una etapa en la jornada, y esta debe proseguirse inevitablemente, mientras la frontera civilizada tenga por enemigo al indio y por delante al desierto que lo engendra. El actual Ministro de la Guerra se propone continuar la obra de su antecesor, abarcando en un plan todas las fronteras de la República, hasta dejarlas apoyadas sobre un límite de defensa natural como el curso del Río Negro.
Serán necesarios nuevos esfuerzos, pero recogeremos inmediatamente los resultados. Prescindo de las consideraciones directas que se ligan con el asunto, para presentaros otra de un orden diverso, pero de una importancia primordial. Cuando examinamos el presupuesto de nuestros gastos y la enumeración de nuestros recursos vemos que estos se encuentran casi totalmente absorbidos por dos capítulos de aquél –el capítulo de la deuda- y el capítulo del ejército hasta el punto de hacer muy difícil todo ahorro.
No podemos disminuir la cantidad de nuestra deuda, sino pagándola, y vamos por ese camino seguro aunque lento. Pero, ¿podemos disminuir el número del ejército? No, mientras la línea de fronteras sea tan extensa como la actual, y no se halle sostenida por medios naturales de defensa.
Debemos así decirlo resueltamente. No podemos admitir como permanente ninguna línea de frontera, sino la que sea susceptible de ser defendida por dos o tres mil hombres. Un ejército de ocho o nueve mil hombres no corresponde a nuestra población ni al estado de la riqueza creada, y no impedirá por muchos años llevar la acción pública a tantos objetos que la reclaman vitalmente para el progreso de la Nación.
ACTOS ADMINISTRATIVOS
Reúno bajo esta denominación genérica diversos hechos administrativos, que deben tener su consignación en este documento.
La separación del ferrocarril de Córdoba y del de Tucumán trae demoras y gastos para el tráfico. Una ley del año pasado ordenó el empalme de ambas líneas en la estación común de Córdoba, y el departamento de ingenieros ha hecho todos los arreglos para que esta obra se verifique. El ferrocarril Primer Entrerriano ha pasado a ser propiedad exclusiva de la Nación, y esta línea, a pesar de su corta extensión, prestará verdaderos servicios a la provincia de Entre Ríos. Es más importante aun y confirma esperanzas que empezaban a disiparse, el contrato firmado por los concesionarios del ferrocarril trasandino, para su ejecución por secciones. Los trabajos deben comenzar en el año venidero y quedarán terminados cinco años después.
Habíamos ofrecido concurrir a la Exposición de Paris, y nos encontrábamos detenidos por la necesidad de no entrar en gastos cuantiosos. El Ministerio de Instrucción Pública pudo por fin arreglar todo; y os anuncio con satisfacción que la República Argentina estará representada en este gran concurso tan ventajosamente como lo ha estado en la Exposición de Filadelfia, sin que haya sobrepasado la pequeña cantidad que una de vuestras leyes destinó a este objeto.
El Banco Nacional se haya reorganizado y funciona en todas las provincias, habiendo el gobierno cubierto una parte muy considerable de la deuda que tenía con este establecimiento.
Debo hablaros, como en el año pasado, de la necesidad de dar unidad a la circulación monetaria de la República. Con una moneda como la boliviana, sin ley fija y variable en su precio según los lugares, en vez de facilitarse los cambios, se complican y se retardan, trayendo perjuicios enormes al comercio. Debemos dar moneda nacional a la circulación, no por el medio costoso y lento de su fabricación en casas de moneda que no pueden establecerse ni ser conservadas sin grandes expendios, sino haciéndola sellar en el extranjero. Es necesario también concluir radicalmente con la emisión de los billetes bancarios a “boliviano”, porque además de sus conocidos inconvenientes, es hasta subversiva de la soberanía nacional. En la Memoria de Hacienda encontrareis sobre este tópico una reseña de lo que se ha hecho y de lo que debe aun practicarse en adelante, hasta obtener un resultado completo.
RELACIONES EXTERIORES
Nuestras relaciones prosiguen amistosas con todas las naciones, y ponemos hoy como siempre el mayor esmero en remover cualquier motivo que pudiera alterarlas.
Puedo daros una noticia que será favorablemente acogida hasta en los países más lejanos, que miran con interés la prosperidad y la paz de estos pueblos del continente sudamericano. Van a seros inmediatamente sometidos los proyectos de las convenciones que ponen término a las largas y debatidas cuestiones que nuestra República y la de Chile han sostenido en los últimos años, y que se hayan firmados por los Plenipotenciarios Argentino y Chileno, bajo instrucciones y con la aprobación de ambos gobiernos.
De acuerdo con el sentimiento y la opinión nacional, hemos buscado la solución de nuestras divergencias con el Gobierno de Chile, no en la suerte azarosa de las armas, sino en discusiones tranquilas, y comprometiéndonos a ejecutar la decisión de un juez lejano imparcial.
Hemos constituido en consecuencia el arbitraje estipulado solemnemente en 1856, aceptado por el Gobierno Argentino en 1873, y que ha sido la base de todas las negociaciones que se promovieron y tuvieron su curso durante las dos administraciones anteriores.
Un sentimiento mayor de seguridad descenderá con esta noticia a los espíritus, y yo os anticipo que puede ser abrigado sin ningún otro recelo, porque nuestros intereses se hallan resguardados y las cuestiones de honor han sido decorosamente, arregladas, habiéndose además concertado las medidas necesarias para suprimir las alarmas y hasta las inquietudes que pudieran surgir en la opinión de ambas naciones, mientras se pronuncia el fallo arbitral.
Si estos tratados obtienen la aprobación de los congresos respectivos, no serán así tan sólo un acto político pasado entre dos gobiernos, sino un acto verdaderamente internacional, de aquellos que estrechan la amistad de los pueblos. La paz de nuestra República quedará preservada contra todo peligro exterior; y yo por mi parte, habría dejado cumplida una parte principal del programa que expuse delante de la Nación, al recibir en este recinto la investidura del mando supremo.
Necesito agregar una palabra de justicia. El Gobierno Argentino ha estado representado en esta negociación tan laboriosa como difícil, por el Ministro Doctor Irigoyen que la inició y por el Ministro Doctor Elizalde que la ha terminado. Es para mí un deber señalar sus nombres al reconocimiento público. El Doctor Irigoyen fue igualmente el hábil negociador de nuestros tratados con el Paraguay.
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Hemos celebrado con el Gobierno Oriental un tratado de extradición y un protocolo sobre transito por los ríos. Fueron canjeados los tratados concluidos con el Paraguay; y acaba de Ser autorizado el Ministro Argentino en Francia para firmar el tratado de extradición que se ha negociado también con el Gobierno de esa nación.
Nuestra cuestión de límites con el Paraguay se encuentra ya sometida al árbitro que debe resolverla. El Ministro Argentino en Washington acaba de presentar la memoria que le incumbe según el tratado, y en la que se hayan expuestos y justificados nuestros claros derechos sobre los territorios disputados. Podemos aguardar con confianza la resolución arbitral.
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Puesto que en este capítulo salimos de nuestros limites geográficos y espaciamos la mirada por el mundo, debo hablaros de la muerte de Su Santidad Pío IX. Dios le había acordado ese don de los años numerosos que algunos reputan la expiación o de prueba, y que las antiguos llamaban de bendición y de gracia, y he podido ser actor en las revoluciones más profundas, en los combates más intensos del pensamiento, llevando en su vida el testimonio de las suertes más trágicas, hasta buscar un refugio en Gaeta, y hasta perder el trono en Roma. Pero nunca perdió la santidad de su carácter, el respeto de los hombres y esa serenidad casi plácida de su espíritu, y que la comprenden bien los que en los días mas turbulentos, se han reposado con un procedimiento firme, sobre una conciencia honrada.
El Gobierno y la Iglesia Argentina han entrado inmediatamente en relaciones con Su Santidad, León XIII, apenas hubo éste comunicado su advenimiento al Pontificado
SEÑORES SENADORES;
SEÑORES DIPUTADOS:
Voy a concluir.
La conciliación de los partidos, que los ha colocado dentro de la Constitución y de la ley en sus relaciones con el Gobierno de la Nación, pacificando al mismo tiempo moralmente la más importante de las provincias argentinas; la celebración del Centenario de San Martín, es decir, la gran fiesta del patriotismo, que ha mostrado por vez primera al pueblo argentino convocado con un solo espíritu delante de las glorias nacionales, dando testimonio de su vida como Nación en el presente y en el pasado, y una prenda inviolable de su duración para lo futuro; la convención celebrada con el Gobierno de Chile, que si obtiene su perfección constitucional, dejará despejada de complicaciones nuestra política exterior; la incorporación de la República a la Liga de Berna; los trabajos en las fronteras y las expediciones sobre los indios —y la cuenta por fin de menores gastos en la administración pública, después de muchos años, son los acontecimientos principales enumerados al este mensaje.
Pero estos hechos no comprenden la vida entera del país, y el cuadro sería incompleto sino notáramos el restablecimiento de los negocios cada vez más visible, el acrecentamiento de la renta y el de la inmigración que recobra su movimiento ascendente [3]. Después de la política de conciliación hay además, con la presencia de todos los partidos, plenitud entera en la vida pública, y por toda la Nación se desarrollan fuerzas de opinión que serán poderosas para vencer abusos, asegurar derechos, promover reformas útiles y encaminar a los gobiernos mismos, siempre que los partidos respeten la paz de los pueblos y encierren su acción dentro de los límites de la ley. De lo contrario, estos signos de prosperidad renaciente, habrán pronto desaparecido.
Por mi parte, tengo grandes deberes que cumplir. Debo dejar a las provincias en la independencia de su vida interna, y a los partidos en la libertad de sus movimientos legítimos y recogiéndome con imparciali actitud en mis funciones constitucionales, ser el único argentino que no tenga "voz ni voto" en las contiendas futuras, que empiezan ya a ser presentidas por el ardor impaciente de los sectarios. Desciendo dentro de mi mismo y no encuentro ningún motivo que pueda desviarme de la ejecución de este programa. Os lo afirmo, será cumplido.
SEÑORES SENADORES, SEÑORES DIPUTADOS:
Invoco para vuestras deliberaciones el auxilio de la Providencia, y declaro abierta vuestras sesiones.
Buenos Aires, Mayo de 1878.
NICOLÁS AVELLANEDA

[1] La diferencia es de un quince por ciento. Los valores importados que en 1876 figuraron por treinta y cuatro millones novecientos diez mil doscientos noventa pesos, han subido en 1877 a treinta y nueve millones trescientos nueve mil ciento cuarenta y un pesos. En 1876 la exportación alcanzó a la suma de cuarenta y seis millones quinientos treinta y cinco mil setecientos cinco pesos, y ha estado representada en 1877 por cuarenta y tres millones trescientas noventa y tres mil seiscientos nueve pesos.
[2] Esta convocación se haya confirmada estadísticamente en la memoria del Departamento de inmigración que será en breve presentada al II Congreso.
[3] En el primer trimestre de este año han venido de nueve a diez mil inmigrantes.

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