octubre 27, 2010

"Discurso las Naciones Unidas y el Desarrollo: Prioridades del Milenio" Kofi Annan (2006)

DISCURSO LAS NACIONES UNIDAS Y EL DESARROLLO: PRIORIDADES DEL MILENIO
Intervención ante la Fundación Global Democracia y Desarrollo (FUNGLODE)
Kofi Annan
[4 de Agosto de 2006]

Gracias a todos por su asistencia.
A mi esposa y a mí nos complace enormemente estar en su maravilloso país y admirar los hermosos paisajes que vienen a ver gentes de todo el mundo. Aunque apenas llegamos ayer, nos ha gustado todo hasta ahora.
De hecho, ya nos sentimos como en casa. Los neoyorquinos tienen una vinculación especial con la República Dominicana, ya que más de la mitad de todos los inmigrantes dominicanos en los Estados Unidos residen en el Estado de Nueva York. Algunas zonas de la ciudad de Nueva York se me antojan más dominicanas que Santo Domingo, lo que me parece muy bien porque prefiero más una buena longaniza que los perritos calientes.
Evidentemente, estamos entusiasmados de visitar la tierra de Pedro Martínez, David Ortiz y Manny Ramírez, no sólo por la magia que despliegan en el campo de béisbol sino también por su colaboración con las Naciones Unidas para prestar asistencia de socorro y recuperación tras las terribles inundaciones sufridas por este país hace dos años. Gracias a la generosidad de Pedro, David y Manny, así como a la manera en que motivaron a los Red Sox de Boston y sus seguidores para que aportaran su contribución, los habitantes de la devastada ciudad de Jimani han podido mudarse a sus nuevos hogares con la esperanza de iniciar una vida mejor.
Es asimismo emocionante ser testigo directo del empeño de su país por procurar que todos sus recursos, así como el progreso y la inversión que traen aparejados, redunden en beneficio de todos los hijos e hijas de la República Dominicana.
En particular, me ha impresionado la labor realizada por su país para alcanzar los objetivos de desarrollo del Milenio, que es el proyecto común convenido por todos los gobiernos del mundo para construir un mundo mejor en el siglo XXI.
La República Dominicana se ha movilizado de verdad en pos de esos ocho compromisos, que abarcan desde la reducción a la mitad de la pobreza extrema hasta la contención de la propagación del VIH/SIDA, pasando por la universalización de la enseñanza primaria, todos ellos con el año 2015 como fecha límite.
Hoy mismo he tenido un encuentro con la Comisión Presidencial que creó el Presidente Fernández hace dos años como órgano encargado de lograr los objetivos de desarrollo del Milenio.
Su Presidente ha demostrado tener justamente el tipo de perspectiva que necesitamos, estableciendo la Comisión para supervisar los progresos y prestar asesoramiento a los ministerios gubernamentales y las autoridades locales sobre las medidas necesarias para alcanzar los objetivos.
Al mismo tiempo, he pedido a la Comisión que haga algo de igual importancia: mantener un diálogo y un intercambio de información en ambos sentidos con todos los sectores, públicos y privados, sobre la labor que se está llevando a cabo. Sólo se pueden hacer progresos reales y duraderos en la consecución de los objetivos si se mantiene la concientización y la colaboración entre todos los poderes del Gobierno, la sociedad civil y el sector privado.
Ese esfuerzo por crear conciencia y preservarla se está revelando fructífero. Lo podemos ver en el vigoroso apoyo que ha expresado el pueblo dominicano a los objetivos a través de los numerosos grupos voluntarios que se han sumado a la iniciativa en colaboración con la Comisión Presidencial y la Campaña del Milenio de las Naciones Unidas.
¿Qué diferencia entonces a los objetivos de desarrollo del Milenio de otras audaces promesas incumplidas a lo largo de los 50 últimos años? A mi juicio, se diferencian en cinco aspectos.
En primer lugar, los países ricos han asumido por primera vez su parte de responsabilidad para apoyar las iniciativas de los países pobres en forma de un incremento de la ayuda en términos cuantitativos y cualitativos, la condonación de la deuda y un comercio más equitativo.
A su vez, los países en desarrollo han asumido la parte de responsabilidad que les corresponde mejorando la gobernabilidad y el uso de sus recursos. En segundo lugar, los objetivos se centran en las personas, tienen unos plazos concretos y son cuantificables.
Una queja habitual acerca de la ayuda para el desarrollo es que los recursos se suelen despilfarrar a causa de la corrupción y la mala administración, además de la imposibilidad de supervisar los avances y garantizar la rendición de cuentas. Ahora ya disponemos de un conjunto de indicadores precisos y cuantificables que se centran en las necesidades humanas básicas. Como ha dicho el Presidente Fernández, los objetivos nos permiten entender mejor lo que tenemos que hacer, a la vez que nos retan a determinar cuáles son los próximos pasos, qué recursos resultan necesarios y cómo encontrarlos.
En tercer lugar, los objetivos tienen un respaldo político sin precedentes.
Los ocho objetivos se extrajeron de la Declaración del Milenio, que todos los Estados Miembros de las Naciones Unidas hicieron suya hace seis años. Hasta entonces, nunca unos objetivos tan concretos habían sido oficialmente refrendados por todos los países, tanto pobres como ricos. Nunca antes habían unido sus fuerzas las Naciones Unidas, el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y todas las demás autoridades del sistema internacional en pos del mismo conjunto de objetivos para el desarrollo ni se habían prestado a rendir cuentas por su consecución.
En cuarto lugar, los objetivos gozan de un apoyo popular sin precedentes. Son una serie de objetivos simples, aunque ambiciosos, que todos los hombres y mujeres de la calle, de Santo Domingo a Sydney, pueden entender y secundar con facilidad.
En quinto lugar, lo que reviste la máxima importancia, los objetivos de desarrollo del Milenio se pueden alcanzar.
No cabe duda de su dificultad, pero también es cierto que son factibles desde un punto de vista técnico y no meras ilusiones.
Si nos fijamos en el primero de los objetivos: reducir a la mitad la pobreza extrema, observamos que en los quince últimos años se ha producido una ingente reducción sin precedentes de la pobreza, con Asia a la cabeza.
Las previsiones correspondientes a América Latina y el Caribe apuntan este año a un crecimiento próximo al 5%, siendo la segunda vez en 25 años que la región registrará cuatro años consecutivos de crecimiento, con un incremento acumulativo de casi el 18% en el PIB regional. La República Dominicana es uno de los tres países que presentan las tasas de crecimiento más elevadas de toda la región.
A escala mundial, los diferentes objetivos arrojan unos resultados desiguales. Ha habido grandes avances en la reducción del hambre, el suministro de agua potable y la escolarización primaria.
Sin embargo, las madres siguen pereciendo innecesariamente en el mundo en desarrollo durante el parto. El VIH/SIDA, la tuberculosis y la malaria siguen propagándose y provocando la muerte. La igualdad entre los sexos sigue siendo una quimera para las mujeres de numerosos países. El deterioro del medio ambiente entraña una creciente amenaza para el suministro de agua y alimentos a la población, para sus medios de subsistencia y sus hogares.
Amigos:
No existe ningún piloto automático, ninguna magia del mercado ni marea alta alguna en la economía mundial que pueda llevar todos los barcos a buen puerto. Si las tendencias actuales persisten, algunos de los países más pobres no estarán en condiciones de cumplir muchos, o quizás ninguno, de los objetivos en el horizonte de 2015. Teniendo en cuenta lo lejos que hemos llegado, un fracaso semejante constituiría una trágica oportunidad desperdiciada.
Esa es la razón por la que debe hacerse realidad el concepto de una alianza mundial entre los países pobres y los ricos (el octavo objetivo). Permítanme recordarles las disposiciones de ese pacto histórico.
Los países desarrollados deben dar todo su apoyo, lo que significa aumentar la asistencia para el desarrollo en términos cuantitativos y cualitativos, ampliar y profundizar el alivio de la deuda y hacer del sistema comercial un sostén genuino del desarrollo. Los lamentables reveses sufridos recientemente en las negociaciones de Doha han llevado a algunos participantes a contemplar la posibilidad de aceptar una ronda que no se centre verdaderamente en el desarrollo e incluso a descartar totalmente dicha ronda, lo que no debe ocurrir. Debemos mantener la determinación y la voluntad política necesarias para zanjar las conversaciones antes de que termine el año en curso.
Permítanme recordarles que dos terceras partes de la población mundial sumida en la pobreza vive en zonas rurales y depende de la agricultura, lo que significa que hemos de poner fin a los subsidios agrícolas de los países ricos para garantizar a los agricultores del mundo en desarrollo un trato más justo. También hemos de poner fin a las trabas comerciales y no comerciales que impiden avanzar en la consecución de los objetivos de desarrollo del Milenio.
Si los países desarrollados hacen lo que les corresponde, también deben hacer lo propio los países en desarrollo. Cada uno de ellos tiene para con su pueblo el deber de tomar las riendas de su propio desarrollo, lo que significa mejorar la gobernanbilidad y combatir la corrupción. Significa asimismo formular y promover políticas e inversiones que fortalezcan la economía, así como aportar recursos efectivos que mejoren las condiciones de vida.
Significa que se ha de asumir la responsabilidad primordial de alcanzar todos y cada uno los siete primeros objetivos, que abarcan la pobreza, el hambre, la educación, el medio ambiente, los derechos de la mujer y la salud, incluida la lucha contra el VIH/SIDA. Significa que se han de integrar los objetivos mundiales en las políticas, los planes y los presupuestos nacionales. Los objetivos sólo se plasmarán en servicios y beneficios para los pobres si cobran un protagonismo nacional, así como en los planos municipal y provincial, y se invierten recursos en ellos.
También supone una gobernabilidad transparente y responsable. La corrupción sólo será extirpada cuando los ciudadanos, los parlamentos y los medios de comunicación concierten sus esfuerzos y cuando los gobiernos estén obligados a rendir cuentas.
En todas estas tentativas, los primeros pasos dados por la República Dominicana han sido excepcionalmente prometedores. Su país es fuente de inspiración para la comunidad internacional y un ejemplo para el mundo en desarrollo. Seguiré con interés los progresos de su país en el próximo decenio. Para entonces no seré ya Secretario General, pero no les quepa ninguna duda de que seguiré alentándoles. Por último, será para mí un placer tratar de responder a sus preguntas. Muchas gracias.
Santo Domingo, 4 de agosto de 2006.
KOFI ANNAN

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