enero 09, 2011

Discurso de Luiz I. Lula da Silva en el acto de toma de posesión como Presidente de Brasil (2003)

DISCURSO EN EL ACTO DE TOMA DE POSESION COMO PRESIDENTE DE BRASIL*
Luiz Inácio Lula da Silva
[1 de Enero de 2003]

Excelentísimos señores Jefes de Estado y de Gobierno; señoras y señores; visitantes y jefes de las misiones extranjeras especiales; Excelentísimo señor Presidente del Congreso Nacional, Senador Armes Tebet;
Excelentísimo señor Vice-Presidente de la República José Alencar; Excelentísimo señor Presidente de la Cámara de Diputados, Diputado Efraim Morais, Excelentísimo señor Presidente del Supremo Tribunal Federal, Ministro Marco Aurelio Mendes de Faria Mello; señores y señoras Ministros y Ministras de Estado; señoras y señores Parlamentarios, señoras y señores presentes en este acto de toma de posesión. "Mudanza"; esta es la palabra clave, este fue el gran mensaje de la sociedad brasileña en las elecciones de octubre. La esperanza finalmente venció al miedo y la sociedad brasileña decidió que era la hora de andar nuevos caminos.
Más allá del agotamiento de un modelo que, en vez de generar crecimiento, produjo estancamiento, desempleo y hambre; más allá del fracaso de la cultura del individualismo, del egoísmo, de la indiferencia ante lo próximo, de la desintegración de las familias y de las comunidades.
Más allá de las amenazas a la soberanía nacional, de la precariedad avasalladora de la seguridad pública, de la falta de respeto a los más viejos y del desaliento de los más jóvenes; más allá del impasse económico, social y moral del país, la sociedad brasileña eligió cambiar y comenzar, ella misma, a promover la mudanza necesaria.
Fue para esto que el pueblo brasileño me eligió Presidente de la República: para mudar. Este fue el sentido de cada uno de los votos que nos fueron otorgados a mí y a mi valiente compañero José Alencar. Y estoy aquí, en este día soñado por tantas generaciones de luchadores que nos precedieron, para reafirmar mis compromisos más profundos y esenciales, para reiterarles a todos los ciudadanos de mi país el significado de cada palabra dicha en campaña, para imprimirle a la mudanza el carácter ce intensidad practica, para decir que llegó la hora de transformar a Brasil en aquella nación con la que la gente siempre soñó: una nación soberana, digna, conciente de la importancia propia en el escenario internacional y al mismo tiempo, capaz de abrigar, acoger y tratar con justicia a todos sus hijos.
Vamos a mudar, sí. Mudar con coraje y con cuidado, con humildad y con osadía, mudar con la conciencia de que una mudanza es un proceso gradual y continuo, no un simple acto de voluntad, no un simple arrojo voluntarista. Mudanza por medio del dialogo y de la negociación, sin atropellos ni precipitaciones para que el resultado sea consistente y duradero.
Brasil es un país inmenso, un continente de alta complejidad humana, ecológica y social con casi 175 millones de habitantes. No podemos dejarlo seguir a la deriva, al gusto de los vientos, carente de un verdadero proyecto de desarrollo nacional y de planeación estratégica. Si querernos transformarlo, con el fin de vivir en una nación en que todos podamos andar con la cabeza erguida, tenernos que ejercer cotidianamente dos virtudes: la paciencia y la perseverancia.
Tenernos que mantener el control sobre nuestras muchas y legítimas ansiedades sociales, para que puedan ser atendidas al ritmo adecuado y en el momento justo; tenernos que pisar el camino con los ojos abiertos y caminar con los pasos pensados, precisos y sólidos, por la simple razón de que nadie puede recoger los frutos antes de plantar los árboles.
Pero comenzaremos a mudar ya, pues como dice la sabiduría popular, una larga caminata comienza por los primeros pasos.
Este es un país extraordinario. Desde la Amazonía a Río Grande do Sul, en las poblaciones costeras, ribereñas y serranas, lo que veo es un pueblo maduro, encallecido y optimista. Un pueblo que nunca deja de ser nuevo y joven, un pueblo que sabe lo que es sufrir, pero que también sabe lo que es la alegría, que confía en sí mismo y en sus fortalezas. Creo en un futuro grandioso para Brasil, porque nuestra alegría es mayor que nuestro dolor, nuestra fuerza es mayor que nuestra miseria y nuestra esperanza es mayor que nuestro miedo.
El pueblo brasileño, tanto en su historia más antigua como en la más reciente, ha dado pruebas incontables de su grandeza y generosidad, pruebas de su capacidad para movilizar la energía nacional en grandes momentos cívicos; y yo deseo, antes que cualquier otra cosa, convocar a mi pueblo, precisamente para una movilización cívica, para una cruzada nacional contra el hambre.
En un país que cuenta con tantas tierras fértiles y con tanta gente que quiere trabajar, no debería de haber razón alguna para que se hablara de hambre. Sin embargo, millones de brasileños, en el campo y en la ciudad, en las zonas rurales más desamparadas y en las periferias urbanas, se encuentran en este momento sin tener que comer. Sobreviven por debajo de la línea de la pobreza, cuando no mueren de miseria, mendingando un pedazo de pan.
Esta es una historia antigua. El Brasil conoció la riqueza de los ingenios y de las plantaciones de caña de azúcar en los primeros tiempos coloniales, pero no venció al hambre; proclamamos la independencia nacional y abolimos la esclavitud, pero no vencimos al hambre; conocimos la riqueza de los yacimientos de oro en Minas Gerais y de la producción del café en el Valle do Paraíba, pero no vencimos el hambre. Esto no puede continuar así.
Mientras haya un hermano brasileño o una hermana brasileña pasando hambre, tenernos motivo de sobra para cubrirnos de vergüenza.
Por eso, he definido entre las prioridades de mi gobierno un programa de seguridad alimentaria que lleva el nombre de "Hambre Cero". Como dije en mi primer pronunciamiento tras la elección, sí, al final de mi mandato, todos los brasileños tienen la posibilidad de tomar café por la mañana, almorzar y comer, habré cumplido con la misión de mi vida.
Es por esto que hoy proclamo: Vamos a acabar con el hambre en nuestro país. Transformemos el fin del hambre en una gran causa nacional, como lo fueran en el pasado la creación de PETROBRAS y la memorable lucha por la redemocratización del país. Esta es una causa que puede y debe de ser todos, sin distinción de clase, partido o ideología. Al atender el clamor de los que padecen el flagelo del hambre, debe prevalecer el imperativo ético de sumar fuerzas, capacidades e instrumentos para defender lo que es más sagrado: la dignidad humana.
Para esto, será también imprescindible realizar una reforma agraria pacífica, organizada y planeada.
Vamos a garantizar el acceso a la tierra para quien quiera trabajar, no solamente por una cuestión de justicia social, sino para que los campos de Brasil produzcan más y traigan más alimentos a las mesas de todos, traigan trigo, traigan saya, traigan harina, traigan frutos, traigan nuestros frijoles con arroz.
Para que los hombres del campo recuperen su dignidad sabiendo que, al levantarse con el nacimiento del sol, cada movimiento de su azadón o de su tractor contribuirá para el bienestar de los brasileños del campo y de la ciudad, vamos a incrementar también la agricultura familiar, el cooperativismo, las formas de economía solidaria. Estas son perfectamente compatibles con nuestro vigoroso apoyo a la agricultura y la pecuaria empresariales, la agroindustria y el agronegocio, son, en verdad, complementarios tanto en su dimensión económica como social. Tenernos que estar orgullosos de todos los bienes que producirnos y comercializamos.
La reforma agraria será realizada en tierras ociosas, en las millones de hectáreas hoy disponibles para la llegada de familias y de semillas que brotarán vigorosas con líneas de crédito y asistencia técnica y científica. Haremos esto sin afectar de modo alguno las tierras que producen, porque las tierras productivas se justifican por si mismas y serán estimuladas para que produzcan siempre más, por ejemplo la gigantesca montaña de granos que recogemos cada año.
Hoy, muchísimas áreas del país están debidamente ocupadas, las plantaciones se extienden hasta perderse de la vista, existen localidades en las que alcanzamos una productividad mayor que la de Australia y los Estados Unidos. Tenernos que cuidar bien -muy bien- este inmenso patrimonio productivo brasileño. Por otro lado es absolutamente necesario que el país vuelva a crecer, generando empleos y distribuyendo ingresos.
Quiero aquí reafirmar mi compromiso con la producción, con los brasileños y las brasileñas, que quieren trabajar y vivir dignamente del fruto de su trabajo. Lo dije y lo repito: la creación de empleos será mi obsesión. Vamos a dar especial énfasis al Proyecto Primer Empleo, para generar oportunidades para los jóvenes que hoy encuentran tremendas dificultades para insertarse en el mercado laboral. En este sentido, trabajaremos para superar nuestras vulnerabilidades actuales y crear las condiciones macroeconómicas favorables para el crecimiento sustentable para lo cual la estabilidad y la gestión responsable de las finanzas públicas son valores esenciales.
Para avanzar en esa dirección, habremos de librar un combate implacable contra la inflación, necesitamos exportar más, agregando valor a nuestros productos y actuando, con energía y creatividad en los suelos internacionales del comercio globalizado.
De igual forma, es necesario incrementar - y mucho- el mercado interno, fortaleciendo a las pequeñas y micro empresas. Es necesario también invertir en capacitación tecnológica e infraestructura enfocadas en la producción.
Para reposicionar a Brasil en el camino del crecimiento, que genere los puestos de trabajo tan necesarios, requerimos de un autentico pacto social para la mudanza y de una alianza que entrelace objetivamente al trabajo y al capital productivo, generadores de la riqueza fundamental de la nación, de modo que Brasil supere el estancamiento actual y para que el país vuelva a navegar en el mar abierto del desarrollo económico y social
El pacto social será, igualmente, decisivo para viabilizar las reformas que la sociedad brasileña reclama y que yo me comprometí a realizar: la reforma de la previsión, la reforma tributaria, la reforma política y la de la legislación laboral, así como la propia reforma agraria. Este conjunto de reformas va a impulsar un nuevo ciclo de desarrollo nacional.
Instrumento fundamental del pacto para la mudanza será el Consejo Nacional para el Desarrollo Económico y Social que pretendo instalar ya a partir de enero, reuniendo a los empresarios, trabajadores y a los líderes de los diferentes sectores de la sociedad civil.
Nos encontramos en un momento particularmente propicio para esto. Un momento raro en la historia de un pueblo. Un momento en que el Presidente de la República tiene consigo, a su lado, la voluntad nacional. El empresariado, los partidos políticos, las fuerzas armadas y los trabajadores están unidos. Los hombres, las mujeres, los más viejos, los más jóvenes, están hermanados en un mismo propósito de contribuir para que el país cumpla su destino histórico de prosperidad y justicia.
Además del apoyo de la inmensa mayoría de las organizaciones y de los movimientos sociales, cantamos también con la adhesión entusiasta de millones de brasileños y brasileñas que quieren participar en esta cruzada para retomar el crecimiento, contra el hambre, el desempleo y la desigualdad social. Se trata de una poderosa energía solidaria que nuestra campaña despertó y que no podemos y no vamos a desperdiciar. Una energía ético- política extraordinaria que nos empeñaremos para que encuentre canales de expresión en nuestro gobierno.
Por todo esto, creo en el pacto social. Con este mismo espíritu constituí mi gabinete con algunos de los mejores líderes de cada segmento económico y social brasileño.
Trabajaremos en equipo, sin personalismo, por el bien de Brasil y vamos a adoptar un nuevo estilo de gobierno con absoluta transparencia y un permanente estimulo a la participación popular.
El combate a la corrupción y la defensa de la ética en el trato de la materia pública serán objetivos centrales y permanentes de mi gobierno. Es preciso enfrentar con determinación y derrotar la verdadera cultura de la impunidad que prevalece en ciertos sectores de la vida pública.
No permitiremos que la corrupción, malversación y el desperdicio continúen privando a la población de recursos que le pertenecen y que tanto podrían ayudarles en su dura lucha por la supervivencia.
Ser honesto es mucho más que simplemente no robar y no dejar robar. Es también aplicar con eficiencia y transparencia, sin desperdicio, los recursos públicos y enfocarlos en resultados sociales concretos. Estoy convencido de que de esta forma, tenernos una oportunidad única de superar los principales obstáculos para el desarrollo sustentable del país. Y créanlo, créanlo con exactitud, no pienso desperdiciar esta oportunidad conquistada con la lucha de millones y millones de brasileños y brasileñas.
Bajo mi liderazgo, el Poder Ejecutivo mantendrá una relación constructiva y fraternal con los otros poderes de la República, respetando ejemplarmente su independencia y el ejercicio de sus altas funciones constitucionales.
Y o, que tuve la honra de ser parlamentario de esta casa, espero contar con la contribución del Congreso Nacional en el debate juicioso y en la viabilización de las reformas estructurales que el país demanda de todos nosotros.
En mi gobierno, Brasil va a estar en el centro de todas las atenciones. Brasil necesitar realizar en todos las áreas una introspección para crear las fuerzas que le permitan ampliar su horizonte. Realizar esta introspección no significa cerrar las puertas y ventanas al mundo. Brasil puede y debe tener un proyecto de desarrollo que sea al mismo tiempo nacionalista e universalista, significa, simplemente, adquirir confianza en nosotros mismos, en la capacidad de fijar objetivos a corto, mediano y largo plazo y de buscar su realización. El punto principal del modelo por el cual querernos transitar es la ampliación de la pujanza interna y de nuestra capacidad propia de inversión, así mismo, Brasil necesita valorizar su capital humano invirtiendo en el conocimiento y la tecnología.
Sobre todo vamos a producir. La riqueza que cuenta es aquella generada por nuestras propias manos, producida por nuestras máquinas, por nuestra inteligencia y por nuestro sudor.
Brasil es grande. A pesar de todas las crueldades y discriminaciones, especialmente contra las comunidades indígenas y negras, y de todas las desigualdades y dolores que no debemos olvidar jamás, el pueblo brasileño realizó una obra de resistencia y construcción nacional admirable. Construyó, a lo largo del siglo, una nación plural, diversificada, incluso contradictoria, pero que se extiende de punta a punta del territorio. De los magos del Amazonas a los orixás de Bahía; del frevo pernambucano a las escuelas de samba de Río de Janeiro; de los tambores de Maranháo al barroco mineiro; de la arquitectura de Brasilia a la música serrana. Extendiendo el arco de su multiplicidad en las culturas de San Paulo, de Paraná, de Santa Catarina, de Río Grande do Sul y de la Región Centro-Oeste. Esta es una nación que habla la misma lengua, que comparte los mismos valores fundamentales, que siente que es brasileña. Donde el mestizaje y el sincretismo se impusieron aportando una contribución original al mundo. Donde los judíos y árabes conversan sin miedo, donde toda la migración es bienvenida, porque sabemos que en poco tiempo, por nuestra propia capacidad de asimilación y de bien querer, cada emigrante se transforma en un brasileño más.
Esta nación que fue creada bajo el cielo tropical tiene que decir a donde ha llegado; internamente, haciendo justicia en la lucha por la supervivencia en la que sus hijos se hayan enganchados; externamente, afirmando su presencia soberana y creativa en el mundo. Nuestra política exterior reflejará también los anhelos de mudanza que se expresaron en las calles. En mi gobierno, la acción diplomática de Brasil estará orientada por una perspectiva humanista y será, antes que todo, un instrumento para el desarrollo nacional. Por medio del comercio exterior, de la capacitación en las tecnologías avanzadas, y de la búsqueda de inversión productiva, las relaciones exteriores de Brasil deberán contribuir para la mejoría de las condicione s de vida de la mujer y del hombre brasileños, elevando los niveles de ingreso y generando empleos dignos.
Las negociaciones comerciales son hoy de importancia vital. En relación con el ALCA, los acuerdos entre MERCOSUR y la Unión Europea y en la OMC, Brasil combatirá el proteccionismo, luchará por la eliminación e intentará obtener reglas más justas y adecuadas con nuestra condición de país en desarrollo, Buscaremos eliminar los escandalosos subsidios agrícolas de los países desarrollados que perjudican a nuestros productores privándolos de sus ventajas comparativas. Con igual empeño, nos esforzaremos para remover los injustificables obstáculos a las exportaciones de productos industriales. Esencial en todos estos foros es preservar los espacios de flexibilidad para nuestras políticas de desarrollo en los campos sociales y regionales, de medio ambiente, agrícola, industrial y tecnológico. No perderemos de vista que el ser humano es el destinatario último del resultado de las negociaciones. De poco valdrá participar de esfuerzos tan amplios y en tantos frentes si no obtenemos beneficios directos para nuestro pueblo. Estaremos atentos también para que estas negociaciones, que hoy en día van mucho más allá de meras reducciones tarifarías y engloban un amplio espectro normativo, no creen restricciones inaceptables al derecho soberano del pueblo brasileño de decidir sobre su modelo de desarrollo.
La gran prioridad de la política exterior durante mi gobierno será la construcción de una América del Sur políticamente estable, prospera y unida, con base en ideales democráticos y de justicia social. Para esto es esencial una acción decidida de revitalización del MERCOSUR, enflaquecido por las crisis de cada uno de sus miembros y por visiones muchas veces estrechas y egoístas del significado de la integración.
El MERCOSUR, así como la integración de América del Sur en su conjunto, es sobre todo un proyecto político. Más este proyecto reposa sobre cimientos económico-comerciales que necesitan ser urgentemente reparados y reforzados.
Cuidaremos también de las dimensiones social, cultural y científico-tecnológica del proceso de integración. Estimularemos empresas conjuntas y fomentaremos un vivo intercambio intelectual y artístico entre los países sudamericanos. Apoyaremos los arreglos institucionales necesarios, para que pueda florecer una verdadera identidad del MERCOSUR y de América del Sur. Varios de nuestros vecinos viven hoy situaciones difíciles. Contribuiremos, cuando seamos convocados y en la medida de nuestras posibilidades, para encontrar soluciones pacíficas para tales crisis, con base en el dialogo, en los preceptos democráticos y en las normas constitucionales de cada país.
El mismo empeño de cooperación concreta y de diálogos substantivos lo tendremos con todos los países de América Latina.
Procuraremos tener con los Estados Unidos de América una asociación madura, con base en los intereses recíprocos y en el respeto mutuo. Trataremos de fortalecer el entendimiento y la cooperación con la Unión Europea y sus estados miembros, así como con otros países desarrollados, por ejemplo Japón. Profundizaremos las relaciones con grandes naciones en desarrollo: China, India, Rusia, Sudáfrica, entre otros.
Reafirmaremos los lazos profundos que nos unen con todo el continente africano y nuestra disposición para contribuir activamente para que este desenvuelva sus enormes potenciales.
Vamos no solo a explorar los beneficios potenciales de un mayor intercambio económico y de una presencia mayor de Brasil en el mercado internacional, sino también a estimular los incipientes elementos de multipolaridad de la vida internacional contemporánea.
La democratización de las relaciones internacionales sin hegemonías de cualquier especie es tan importante para el futuro de la humanidad como la consolidación y el desarrollo de la democracia al interior de cada estado.
Vamos a valorizar a las organizaciones multilaterales, en especial a las Naciones Unidas, a quien le corresponde la primacía en la preservación de la paz y la seguridad internacionales.
Las resoluciones del Consejo de Seguridad deben de ser fielmente cumplidas. Las crisis internacionales como la de Oriente Medio deben de ser resueltas por medios pacíficos y por la negociación. Defenderemos un Consejo de Seguridad reformado, representativo de la realidad contemporánea con países desarrollados y en desarrollo de diversas regiones del mundo entre sus miembros permanentes.
Enfrentaremos los desafíos actuales como el terrorismo y el crimen organizado, valiéndonos de la cooperación internacional y con base en los principios del multilateralismo y del derecho internacional.
Apoyaremos los esfuerzos para convertir a la GNU y sus agencias en instrumentos ágiles y eficaces de promoción al desarrollo social y económico, de combate a la pobreza, a las desigualdades y a todas las formas de discriminación, de defensa de los derechos humanos y de preservación del medio ambiente.
Sí, tenernos un mensaje que dar al mundo: tenernos que colocar nuestro proyecto nacional democráticamente en diálogo abierto, como las demás naciones del planeta, porque nosotros somos lo nuevo, somos la novedad de una civilización que se diseñó sin temor, porque se diseñó en el cuerpo, en el alma y en el corazón del pueblo, muchas veces, en rebeldía contra las elites, las instituciones e incluso el mismo estado.
Es verdad que el deterioro de los lazos sociales en el Brasil de las últimas dos décadas como resultado de políticas económicas que no favorecieron el crecimiento trajeron una nube amenazadora al patrón tolerante de la cultura nacional. Crímenes horrorosos, masacres y linchamientos crisparon el país e hicieron de lo cotidiano, sobre todo en las grandes ciudades, una experiencia próxima a una guerra de todos contra todos.
Por esto, inicio este mandato con h firme decisión de colocar al gobierno federal, en asociación con los estados, al servicio de una política de seguridad pública mucho más vigorosa y eficiente. Una política que, combinada con acciones de salud, educación, entre otras, sea capaz de prevenir la violencia, reprimir la criminalidad y restablecer la seguridad de los ciudadanos y ciudadanas.
Si conseguirnos volver a andar en paz por nuestras calles y plazas, daremos un extraordinario impulso al proyecto nacional de construir, en este rincón de América, un bastión mundial de tolerancia, de pluralismo democrático y de convivencia respetuosa con la diferencia.
Brasil puede dar mucho de si mismo al mundo. Por esto debemos exigir mucho de nosotros mismos. Debemos exigir aun más de lo que pensarnos, porque todavía no nos expresamos por entero en nuestra historia, porque todavía no cumplimos la gran misión planetaria que nos espera. Brasil, en esta nueva tarea histórica, social, cultural y económica, habrá de contar, sobretodo, consigo mismo; habrá de pensar con su cabeza; andar con sus propias piernas; escuchar lo que dice su corazón. Y todos vamos a tener que aprender a amar con intensidad aun mayor a nuestro país, amar a nuestra bandera, amar a nuestra lucha y amar a nuestro pueblo.
Cada uno de nosotros, brasileños, sabe que lo que hemos hecho hasta hoy no ha sido poco, pero sabe también que podemos hacer mucho más. Cuando miro mi propia vida de inmigrante del nordeste, de niño que vendía cacahuates y naranjas en los muelles de Santos, que se hizo tornero mecánico y líder sindical, que un día fundó el Partido de los Trabajadores y creyó en lo que estaba haciendo, que ahora asume el puesto de Supremo Mandatario de la Nación, veo y se, con toda claridad y con toda convicción, que nosotros podemos mucho más.
Y, para esto, basta creer en nosotros mismos, en nuestra fuerza, en nuestra capacidad de crear y en nuestra disposición para hacer.
Estamos comenzando hoy un nuevo capítulo en la historia de Brasil, no como nación sumisa, abriendo la mano de su soberanía, no como nación injusta, asistiendo pasivamente al sufrimiento de los más pobres, sino como nación altiva, noble, afirmándose valientemente en el mundo como nación de todos, sin distinción de clase, etnia, sexo o creencias.
Este es un país que puede dar, y va a dar, un verdadero salto cualitativo. Este es un país del nuevo milenio, por su potencia agrícola, por su estructura urbana e industrial, por su fantástica biodiversidad, por su riqueza cultural, por su amor a la naturaleza, por su creatividad, por su competencia intelectual y científica, por su calor humano, por su amor a lo nuevo y a la invención, pero sobre todo, por los dones y poderes de su pueblo.
Lo que estamos viviendo hoy en este momento, compañeros y compañeras, hermanos y hermanas de todo Brasil, puede ser resumido en pocas palabras: hoy es el día del reencuentro de Brasil consigo mismo.
Agradezco a dios por haber llegado hasta donde llegué. Soy ahora el servidor numero uno de mi país.
Pido a dios sabiduría para gobernar, discernimiento para juzgar, serenidad para administrar, coraje para decidir y un corazón del tamaño de Brasil para sentirme unido a cada ciudadano y ciudadana de este país en el día a día los próximos cuatro años.
¡Viva el pueblo brasileño!
LUIZ INÁCIO LULA DA SILVA

* Traducción: Arturo Martínez Núñez

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