marzo 21, 2012

Cuestión Malvinas: Crónica periodística mexicana de 1834 (Diario "El Fenix de la Libertad")

EL FENIX DE LA LIBERTAD
Crónica periodística mexicana sobre la cuestión Malvinas
[6 de Febrero de 1834]

T° IV – Núm. 37
México, jueves, 6 de febrero de 1834.
La cuestión de las islas Malvinas es muy reciente y está al alcance de todos. Los hechos son estos. Las islas Malvinas pertenecían a los españoles; se hallaban desiertas cuando la independencia de la república Argentina o de Buenos Aires. Tan luego como el nuevo gobierno independiente se consolidó, determinó colonizar esas islas, puso allí un gobernador, y formó algunos establecimientos.
La ley de colonización hacia algunas prevenciones con respecto a los extranjeros, y entre ellas había una en que se les impedía la pesca de ballenas y caza del lobo marino sobre las costas de las Malvinas. Sin embargo de estas prevenciones, los angloamericanos continuaron pescando y cazando sobre las costas: se les reclamó repetidas veces por el gobernador de la colonia; no hicieron caso: por último, fue necesario en cumplimiento de las leyes hacerles variar presas.
No representó en esa ocasión el encargado de negocios de los Estados Unidos de América residente en Buenos Aires; pero luego que murió, el cónsul que quedó comenzó á reclamar del gobierno argentino los daños y perjuicios que experimentaba el comercio de los ciudadanos de los Estados Unidos en las costas de las islas.
El gobierno de Buenos Aires contestó con energía que los ciudadanos angloamericanos habían infringido las leyes de la república argentina, y que por eso se les había confiscado sus buques.
No fue menester mas para que a los pocos días se presentase una fragata de guerra angloamericana en las Malvinas, y con una refinada perfidia destruyese los establecimientos argentinos y apresase al gobernador y demás gentes que habitaban allí, llevándose igualmente las propiedades de aquellos infelices colonos y matando todo el ganado de su pertenencia. Esto se verificó en plena paz.
Habría sido pasado a cuchillo todo angloamericano residente en Buenos Aires en justa venganza de aquel atentado, si el capitán general de dicha república no hubiese querido dar una prueba de su civilización a los salvajes del Norteamérica, calmando al belicoso pueblo argentino.
Se siguieron a este horroroso atentado algunas comunicaciones entre los gobiernos del Norte y Buenos Aires; pero mientras iban y venían notas de Washington, el filantrópico gobierno de S. M. B., sin duda para evitar motivos de disgusto entre dos amigos, tomó el partido medio de apoderarse de las Malvinas.
La cosa, pues, ha venido a parar en que los Estados Unidos de América han tomádose los aceites y pieles de la colonia de las dichas islas, destruyendo además las pequeñas fortalezas y casas, y los ingleses se han tomado las tierras.
¿Podrá jamás el gobierno de Buenos-Aires por sí solo obtener una satisfacción de esos atentados escandalosos?

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