MENSAJE
DEL
GOBERNADOR DE LA PROVINCIA DE TIERRA DEL FUEGO
Carlos Manfredotti
EN LA APERTURA DEL XIX PERIODO DE SESIONES ORDINARIAS
EL 1° DE MARZO DE 2002
Señores legisladores, venimos al seno de esta Legislatura, a cumplir con el deber cívico de poner en funcionamiento pleno el Cuerpo Parlamentario, en circunstancias que advierten la necesidad de un profundo compromiso de todos los poderes del Estado, en hacer el mayor de los esfuerzos para sobrellevar esta crisis nacional que hoy conmueve las bases de nuestra organización como República.
El nudo de la crisis Argentina se ha ido atando durante años y seguramente, llevará su tiempo crear las condiciones de normalidad por la que transitan los países que no viven en situación de emergencia.
Es, en estas condiciones que tenemos que advertir que gran parte de los problemas que se han ido acumulando responden a un reparto inequitativo del producto bruto interno, no sólo en términos económicos, sino, además sociales.
En este marco de complejas dificultades debemos actuar con el máximo de responsabilidad, porque lo que está en juego no sólo compromete los tiempos presentes, sino también el futuro.
Dos años atrás, en este mismo recinto, realizábamos un pormenorizado balance de la situación en que se encontraba la provincia, que exhibía, como ustedes lo saben, una deuda y un déficit imposibles de mantener.
Dijimos que haríamos todo el esfuerzo que fuera necesario para revertir el rumbo errático de la Tierra del Fuego abrumada por el peso de su crisis, doce meses más tarde, informamos que cumplimos con este primer paso que significó devolver a la provincia una administración sana, con sueldos a término, recompuesta la cadena de pagos, normalizados los servicios esenciales, con un nivel de inversión creciente en obras públicas y equipamiento.
Nadie hubiera podido imaginar, en ese entonces, que Tierra del Fuego, ponderada entre las cinco primeras provincias que muestran los mejores indicadores económicos y sociales, se vería sometida a un nuevo frente de tormenta, esta vez motivado por los acontecimientos nacionales.
Cuando asumimos el gobierno, los recursos sobre los que se calculaba la distribución de la coparticipación se encontraba establecido en una suma fija de mil trescientos sesenta y cuatro millones de pesos.
A partir del año 2001, el país fue ingresando rápidamente en un espiral descendente cuyo termómetro se reflejaba en la disparada del índice de riesgo país, y en una serie de medidas destinadas a controlar el abultado déficit público, que pusieron a las provincias en el centro de la escena.
Los sucesivos ministros de Economía nacionales, imaginaban disminuir los recursos financieros de las provincias, no sólo en términos dinerarios, sino además, y lo más grave, en sus porcentajes de distribución.
Ante la ofensiva que, desde la perspectiva de muchos, desnaturalizaba el federalismo, debimos actuar con gran sentido de solidaridad frente a la crisis que día a día se fue agravando a ritmos insostenibles.
La firma del Compromiso Federal, a fines del año 2001, significó la reducción del trece por ciento de la masa coparticipable, con un importante y significativo impacto negativo en el presupuesto de Tierra del Fuego.
En casi dos años firmamos tres convenios fiscales y otros tantos acuerdos de financiamiento, destinados a resolver la coyuntura financiera de la Nación y de las Provincias, que muestran el esfuerzo realizado por los gobiernos del interior del país para ayudar a un Poder Central en virtual estado de quiebra.
Paralelamente, desde la provincia, creamos de manera inmediata la herramienta normativa, sancionada por esta Legislatura, que nos permitió, entre otras cosas, encauzar los desequilibrios externos.
La ley de transparencia fiscal fijó de metas de estabilidad financiera e incluso estableció alternativas ante un potencial cambio en relación Nación Provincias o en la salida del Plan de Convertibilidad, constituyéndose en una herramienta fundamental en la lucha por el equilibrio fiscal.
Durante la segunda mitad del año 2001, comenzamos a recibir transferencias muy por debajo de la garantía establecida en el Compromiso Federal, lo que nos exigió a atender nuestras obligaciones con reservas previsionadas durante el año 2000.
Nuestra oportuna previsión, nos permitió sobrellevar sin mayores dificultades, durante el segundo semestre del año pasado, las exigencias de la tesorería provincial; sin embargo, la suspensión del programa de refinanciación de la deuda, que suscribimos con la Nación en enero de 2001 por cuarenta y cuatro millones de pesos, nos obligó a redoblar los esfuerzos para cumplir con los compromisos adquiridos.
Estos desembolsos del Fondo Fiduciario para el desarrollo Provincial, alcanzaron apenas catorce millones de pesos, mientras que los vencimientos de la deuda cancelada por descuento automático de la Coparticipación Federal y Regalías, superaron largamente los cuarenta millones de dólares.
Esta brecha, sumada a la brutal caída de la recaudación nacional, nos produjo serias restricciones cuya mayor incidencia se reflejó en el último trimestre del año pasado.
A pesar de estas dificultades, no dudamos en privilegiar el pago de los salarios, sin descuidar la remesa de fondos a los municipios y la cancelación de las ordenes de pago a proveedores y contratistas; lo que resulta casi una excepción en la Argentina de los tiempos que corren.
El resultado financiero del año 2001 muestra un razonable equilibrio al que hemos podido arribar con un gran esfuerzo, sin resentir nuestras obligaciones esenciales de gobierno.
El problema de la deuda pública fue también tratado con seriedad. En un mercado global de crónico y creciente endeudamiento para cubrir defectos de caja, nuestra administración no solo no tomó nuevos créditos destinados a financiar su gasto corriente, sino que logró cumplir, hasta el día de hoy, con todos los compromisos heredados tanto en el ámbito interno como en el mercado internacional de capitales.
Esta conducta en el tratamiento de la deuda, sólo puede ser posible en el marco de una administración plenamente consciente de los gigantescos e irreparables perjuicios que se generan endeudando el futuro de nuestros hijos y de nuestros nietos.
Es el mismo comportamiento que nos permitió iniciar un exitoso plan de reestructuración global de los servicios financieros que dio como resultado un programa sustentable y creíble para nuestros acreedores.
Nos sentamos con ellos con la convicción moral que significa honrar las deudas contraídas, y acordamos entonces un programa sostenible en el tiempo, que no ahogue financieramente a la Provincia y que nos permita continuar insertos en el mundo como sujetos creíbles.
Sólo así, siendo serios, tendremos posibilidad de superar esta crisis.
Hoy podemos decir con orgullo que la provincia de Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur sigue siendo objeto de crédito e inversión para el mercado internacional de capitales y que, a pesar del inevitable efecto negativo que la crisis nacional representa para ella, continuamos trabajando en un esquema que nos permita encarar el futuro con optimismo y esperanza para que cuando Argentina vuelva a ser una opción, Tierra del Fuego se encuentre en la vanguardia con las ideas claras y el deber cumplido.
Es con responsabilidad, compromiso y, por sobre todas las cosas, sentido de justicia social que este gobierno tomó la determinación de mantener su inversión social.
Es desde esta perspectiva, que en el transcurso del año 2001 hemos invertido más de catorce millones de pesos en el área social y dimos continuidad al proceso encarado desde comienzos de la gestión, sustentado en tres ejes prioritarios: redistribución de los recursos públicos debidamente asignados al desarrollo social con el objeto de aumentar la cobertura de beneficiarios y disminuir el costo burocrático de los programas que hoy se encuentran entre los más bajos del país; mejoramiento de las prestaciones sociales sobre la base del esfuerzo conjunto de diversas áreas del gobierno que concurren a brindar mejores servicios en todas las instituciones; fuerte inversión en la contención de los problemas que genera el desempleo para lo cual creamos un conjunto de programas que asisten a personas en situación de riesgo social, acompañando la curva crítica de la demanda.
Pusimos todo nuestro empeño en brindar servicios adecuados en este trípode básico de acción de gobierno, que es la preservación y el mejoramiento de los recursos destinados a la salud, la educación y la seguridad.
El presupuesto del año 2002, enviado al Cuerpo Parlamentario en agosto del año pasado, fue acompañado con nuestra reflexión sobre las dificultades que tendría el Gobierno nacional de cumplir con los recursos ya disminuidos en un trece por ciento.
En este repaso de los problemas que debimos enfrentar, podemos sintetizar, en un rápido inventario del impacto de la crisis sobre nuestras finanzas, la caída del treinta por ciento de los recursos coparticipables, del congelamiento parcial o total de fondos específicos provenientes del Poder central, la acumulación de acreencias, saldadas parcialmente y con Letras de tesorería y una proyección negativa de nuestra recaudación tributaria, como consecuencia de la inevitable recesión provincial.
Sin embargo, a pesar de las adversidades que enfrentamos, somos una de las pocas provincias que al día de la fecha ha pagado sus sueldos en término y en su totalidad, que ha garantizado la atención social, no ha generado nuevas deudas, ni abierto nuevos compromisos financieros.
Las complejas y graves dificultades que enfrentamos nos exigieron, al conjunto de las provincias, un nuevo esfuerzo de comprensión y realismo en el marco de una crisis sin precedente en la historia nacional.
Es así que convocados en nuestra responsabilidad de gobierno y miembros fundantes de la nación, establecimos un nuevo parámetro de liquidación de los recursos coparticipables, esta vez fijado en términos de porcentaje de recaudación, quedando nuestros recursos atados a la evolución de la recaudación nacional.
Cuando nos hicimos cargo del gobierno dijimos que lo peor que le podía pasar a una provincia era tener su sistema financiero descontrolado, porque estamos convencidos que éste es uno de los males de mayor perjuicio social.
Es imprescindible que tengamos en cuenta que el esfuerzo realizado nos ha permitido enfrentar los problemas en mejores condiciones que muchas de nuestras hermanas provincias, que hoy, no pueden cubrir sus necesidades básicas.
Vivimos en una isla geográfica, pero esto no significa que vivamos en una isla conceptual. Somos parte de un país que está enfermo, que ha agotado sus recursos financieros, que se vislumbra como acorralado por los grupos concentrados de la economía, que se encuentran frente a múltiples problemas que sin excepción, explotan en el poder central y su onda expansiva se siente en todos los rincones de nuestra Patria.
Debemos lograr el máximo de eficiencia del Estado. Concebirlo como lo que en realidad es, una máquina de brindar servicios y no un aparato desmesurado, que lejos de resolver los problemas los agrava a límites incalculables.
No me cabe la menor duda que estamos en un momento de transición. Gran parte de los problemas que atraviesa el país son la consecuencia de la desorganización social y del Estado en todos los niveles. Es allí donde debemos poner nuestra energía para resolverlo.
Venimos a esta Legislatura con la convicción de que es necesario estrechar vínculos políticos, porque la adversidad sólo puede ser resuelta con la unidad de todos sus actores.
Un conjunto de normas permitieron sentar los principios del razonable equilibrio para sobrellevar la crisis con un sentido protectivo de nuestra población, es por eso que al realizar una evaluación de nuestra gestión, podemos exhibir las bases de un entendimiento que se traduce en una mejor utilización de nuestros recursos financieros, materiales y humanos.
Es por ello que, al referirnos al equilibrio fiscal y a las posibilidades de sobrellevar esta crisis, estamos refiriéndonos a una mejor salud, educación, y seguridad, porque concebimos a la economía no como una teoría vacía de contenidos, sino como un instrumento del gobierno al servicio de los intereses comunes de nuestro pueblo.
Sin lugar a dudas, nuestra ponderación sobre la crisis, tiene este significado, porque al igual que ustedes señores legisladores, desde su concepción política, desde su forma de ver y analizar la realidad, no queremos ni deseamos que las expectativas crecientes de una mejor calidad de vida para los fueguinos, se sientan defraudadas por el deterioro de la economía nacional, y es nuestra obligación coincidir en la necesidad de preservarlos.
Todos sabemos que los desafíos que se presentan son muchos, venimos arrastrando las consecuencias de una dolorosa situación, pero debemos seguir luchando porque no nos conformamos con ser meros administradores de los problemas que hoy nos conmueven.
Debemos redoblar nuestros esfuerzos en la defensa de los trabajadores de Tierra del Fuego, que ven peligrar sus fuentes de trabajo; o aquellos que han quedado a la vera del camino como saldo lamentable de una recesión que devora actividades productivas.
A ellos, a los trabajadores, quiero decirles que pondremos todo el esfuerzo para acompañarlos. No nos resignamos a pensar que por causa de esta crisis, que se gesta desde otras latitudes, tengamos que quedarnos de brazos cruzados. La única posibilidad de futuro para la familia fueguina se encuentra en el desarrollo y conservación de las fuentes de trabajo, y tras ese objetivo, seguiremos luchando.
Nosotros podemos equivocarnos, porque no se equivoca, el que no hace. Si es necesario sabremos cambiar el rumbo, pues sólo el necio no reconoce sus errores. Lo que nunca vamos a permitir es que se privilegien intereses circunstanciales por encima de las necesidades de la población.
En este mismo sentido, estamos transformando el sistema de salud, para darle el nivel de eficacia que reclaman nuestros ciudadanos, lo que necesariamente exige un alto compromiso con la gestión. Para conseguirlo destinamos un adecuado nivel de financiamiento, optimizando la utilización de los recursos y manteniendo los servicios entre los mejores que ofrece la salud pública del país, a pesar de la incesante demanda que deben soportar nuestros hospitales públicos por el continuo flujo inmigratorio que impacta gravemente en nuestras finanzas.
En el plano educativo, logramos mantener índices que sobresalen de la media nacional con una matrícula equivalente al cuarenta por ciento de los habitantes de Tierra del Fuego; lo que nos impone una constante disposición a la inversión de recursos.
En el plano de la seguridad, debemos destacar con orgullo, el contar con los índices delictivos más bajos del país, lo que demuestra no sólo el nivel de comportamiento de nuestra sociedad, sino también denota el esfuerzo de una administración que equipa sus fuerzas de seguridad, las dota de infraestructura adecuada y, sobre todo, capacita a sus integrantes.
Es en esta oportunidad que acompañamos este mensaje con un anexo que detalla nuestra obra, porque queremos poner toda la atención en la situación de crisis a la que nos enfrentamos y la necesidad de que actuemos conforme a los tiempos que se avecinan.
La crisis no nos encuentra desarticulados ni social, ni políticamente.
Los reflejos del conjunto de los poderes se encuentran intactos para enfrentarla. Debemos tener toda la fortaleza, el espíritu de solidaridad y sacrificio porque es la hora de las grandes acciones.
Debemos ser optimistas sin caer en la inconsciencia, porque sólo desde el optimismo puede construirse la superación.
Inexorablemente los argentinos debemos construir un puente que nos conduzca al futuro. Un puente de esperanza que se eleve por encima de esta crisis, pues el gobernante que en momentos de gravedad extrema sólo mire al pasado, deteniéndose en el presente, fracasará al construir el mañana.
Ojala que todos los fueguinos, desde nuestra tierra isleña, podamos levantar piedra por piedra los puentes que nos unan y derrumbar los muros que nos separan, para señalar, a través de este ejemplo, el norte de un país que nos duele en lo más profundo de nuestra argentinidad.
Señores legisladores, los invito a que trabajemos no sólo para atender esta crisis que nos imponen las circunstancias, sino también en diseñar el futuro de Tierra del Fuego porque, seguramente, cuando todo vuelva a la normalidad, deberemos estar preparados para ello.
Trabajemos con decisión para preservar la paz social y defender con ahínco los intereses de Tierra del Fuego.
Que Dios bendiga nuestra Patria y nuestro suelo.
Doy por inauguradas, en mi carácter de gobernador de Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur, las sesiones ordinarias correspondientes al año 2002.
Muchas gracias.
CARLOS MANFREDOTTI
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