DISCURSO EN EL ACTO
DE CLAUSURA DEL II CONGRESO INTERNACIONAL EXTRAORDINARIO DE FILOSOFÍA, REALIZADO
EN LA PROVINCIA DE
SAN JUAN, REPÚBLICA ARGENTINA
Cristina Fernández
de Kirchner
[13 de Julio de
2007]
Muy buenos días a todos y desde ya mi
reconocimiento al esfuerzo de poner en marcha un foro donde se debate idea,
pensamiento, sociedad y Estado.
No es ningún secreto, todos ustedes lo
saben, que yo no soy filósofa, tampoco lo quiero ser, me faltarían muchos años
de estudio y dedicación, algo que realmente exige mucho trabajo, mucho esfuerzo
intelectual, mucha dedicación, pero no por ello vamos a negar la profunda
articulación, la profunda vinculación estructural existente entre política y
filosofía.
En épocas donde algunos nos dicen que las ideologías no cuentan, que han desaparecido, que en definitiva lo que es importante es debatir tal o cual propuesta concreta pero que en realidad la ideología no es necesaria en dirigentes políticos. Yo digo que todos los dirigentes políticos tenemos ideologías, todos los dirigentes políticos tenemos ideas. Lo que pasa es que algunos no pueden contar las ideas que tienen, y entonces las disfrazan de no necesidad de tener ideología, de no necesidad de articular precisamente a las ideas con la realidad, porque esta es la otra cuestión.
En épocas donde algunos nos dicen que las ideologías no cuentan, que han desaparecido, que en definitiva lo que es importante es debatir tal o cual propuesta concreta pero que en realidad la ideología no es necesaria en dirigentes políticos. Yo digo que todos los dirigentes políticos tenemos ideologías, todos los dirigentes políticos tenemos ideas. Lo que pasa es que algunos no pueden contar las ideas que tienen, y entonces las disfrazan de no necesidad de tener ideología, de no necesidad de articular precisamente a las ideas con la realidad, porque esta es la otra cuestión.
También desde algunos cenáculos de
intelectualidad se niega muchas veces a la política una dimensión de idea y
articulación con la sociedad. ¿Por qué? Porque se concibe tal vez a la
filosofía como un ámbito estrictamente académico, solamente propiedad de las
elites pensantes y por lo tanto imposible de acceder, no ya del vulgo por
supuesto, al que siempre tienen sumamente lejos, sino a cualquier otra persona
que no sea iniciada académicamente en la cuestión filosófica. Y esta también es
mi otra gran diferencia. Si tengo diferencia con los que sostienen que ya no
importan las ideologías, también tengo diferencias con los que sostienen que la
filosofía es sólo una cuestión académica. Muy por el contrario, creo que en la
filosofía, los sistemas de ideas tienen sentido y alcanzan dimensiones humanas
y por lo existencial cuando intervienen e interactúan con la realidad, con la
sociedad para modificarla o consolidarla, que después vamos a hablar de los
intereses que pueden representar esos sistemas de ideas, pero que en realidad,
la ideología, las ideas, el pensamiento adquiere volumen, adquiere existencia,
adquiere posibilidad existencial cuando interviene en la realidad y entonces
ahí se convierte en política. Eso es en definitiva la política, las ideas
aplicadas a nuestro contexto histórico,
interactuando permanentemente ante un mundo que se modifica y muta también
permanentemente.
En esto soy -quiero decirlo- absolutamente
hegeliana; la filosofía es hija de su época, la filosofía es esencialmente la
época articulada en pensamiento. Y se me ocurre que sería bueno en este
Congreso, donde la interpelación es el futuro del proyecto humano, que nos interroguemos
acerca de cuál era la realidad del Primer Congreso de Filosofía, que lleva
acabo allá por el ´49 en la hermana provincia de Mendoza. ¿Cuál era el mundo
que circundaba ese evento, también encuentros de pensadores?
Eran, creo, ahora lo podemos ver al cabo del
tiempo, la terminación de la modernidad. La posguerra, el surgimiento de un
mundo bipolar, eran los finales de la modernidad que se caracterizó,
esencialmente, por la formulación de categorías de pensamientos absolutas,
totales, abstractas, profundamente racionalistas.
El mundo, de aquel primer congreso, fue en
ese momento un mundo bipolar entre lo que podríamos denominar la utopía
socialista, el socialismo, el marxismo por un lado, y el liberalismo, por el
otro. Frente a eso, ustedes saben, es parte de la historia, el entonces
presidente Perón formuló su ponencia filosófica en ese congreso acerca de la Tercera Posición
o Comunidad Organizada que también era, pese a que fue titulada como modelo
argentino, una categoría de interpretación y de decodificación de carácter
absoluto y universal.
¿Cómo era el mundo además? Era un mundo de
seguridades y certezas; las relaciones humanas, las relaciones laborales tenían
noción de toda la vida. Alguien era un obrero ferroviario y posiblemente
pensara que iba a morir como obrero ferroviario y se jubilaba como obrero
ferroviario; había certezas. Y las dos ideologías dominantes de ese sistema
bipolar cada una presuponía la construcción de un mundo perfecto y un final
feliz, era la utopía socialista y también la utopía del liberalismo, de la
democracia perfecta, donde finalmente todo cerraría en una verdad y en un modo
de asociación política de carácter universal, “urbi et orbi” y sin ninguna
connotación religiosa por favor.
¿Qué ha pasado, cómo nos encuentra este
mundo en este Segundo Congreso hoy aquí? ¿Qué fue de aquel mundo seguro y
perfecto que desde las ideologías básicas en ese mundo bipolar, nos planteaban
la posibilidad de llegar a ese mundo feliz, perfecto y seguro?
La primera, que la perfección no es una
condición humana y la segunda que “a seguro lo llevaron preso porque no tenía
documentos”. Y hoy este mundo es sustancialmente diferente a aquel. Primero fue
la caída de la utopía socialista. Siempre digo que el final de la modernidad va
a ser discutido.
Ustedes saben que en la historia hay hechos
fundamentales que van marcando los hitos de las etapas, así como los
historiadores discuten si fue la caída de Constantinopla o el Descubrimiento de
América el inicio de la modernidad, el fin de la Edad Media , yo creo que
se va a discutir si fue la caída del Muro de Berlín o la caída de las Torres
Gemelas el fin exacto de la modernidad. Lo cierto es que a unos y a otros, a
quienes pensaban que el socialismo era la utopía, el marxismo era la utopía que
llevaba al mundo perfecto, el Muro de Berlín derribó la ilusión y la utopía.
Anoche le comentaba al Gobernador, y
permítanme la digresión, muy tarde vi una película, que les recomiendo: “La
vida de los otros”, una excelente producción alemana, donde plantea finalmente
que todos los totalitarismos, cualquiera sea el signo con el cual pretendan
vestirse anulan eso de lo que tan maravillosamente nos hablaba Marilina recién,
que es la libertad, la autonomía, y también el derecho a nuestra condición
humana, contradictoria, compleja, con lados oscuros y lados claros. Esta es la
otra cuestión, que también debemos involucrar en el análisis de nuevas
categorías de pensamiento, no ya con validez universal, sino comenzar a
advertir que luego también de las Torres Gemelas, cuando cae la utopía que se
levantó después de la caída del Muro de Berlín, cuando Francis Fukuyama nos
anunciaba “el fin de la historia”, en la democracia liberal, también esa
segunda caída pone en crisis el concepto de una democracia liberal que se
quería imponer bajo forma de globalización, que no es aceptada en todas partes
del mundo.
¿Qué significa esto? ¿Qué significa esta
negación de las categorías de pensamientos universales y abstractas a ser
impuesta como una regla todas las sociedades? Significa esencialmente
comprender la complejidad de un mundo y asumir también la complejidad de la
condición humana, que nos exige hoy, frente a este mundo admitir la existencia
de distintos polos en el mundo, de bloques, que yo creo que va a ser
esencialmente en mundo que sobreviene, a ese mundo bipolar, unipolar que se
produce luego de la caída del Muro de Berlín y que finalmente culmina con esta
sensación que sentimos todos de que las cosas no andan bien para el factor
humano en el mundo que hoy tenemos. No significa en absoluto la resignación al
cambio y a las transformaciones, no significa el relativismo cínico con que
algunos quisieron llenarnos, luego de la caída del Muro de Berlín, significa la
aceptación de que también las identidades colectivas, que se creían sepultadas
con el fenómeno de la globalización y que bajo las formas de partidos políticos
y sindicatos habían sido el signo distintivo de la última etapa de la
modernidad iban a desaparecer.
Y no pueden desaparecer porque está en
nosotros mismos, y esto es absolutamente científico. No lo descubrí yo lo
descubrió un señor que se llamaba Sigmund Freud y que establece en la emoción
humana, en el afecto el componente básico que acompaña a la racionalidad y a la
inteligencia y que ambos son los que constituyen precisamente a la condición
humana.
¿Qué significa entonces un mundo multipolar,
complejo, con diversidades culturales? ¿Será el choque de civilizaciones, que
nos preanunciaba Samuel Huntington, allá por la década de los 90. No, yo no
creo tampoco en eso, creo en la posibilidad de articular entre los distintos
bloques que casi naturalmente en base a identidades comunes, a espacios
geográficos, historias comunes van consolidándose en el mundo. Y en ese sentido
creo que el espacio latinoamericano es un espacio concreto, que exige
categorías propias de pensamiento. No porque no podamos identificar cuestiones
que tengan validez universal.
Yo creo que derechos humanos, no solamente
con el concepto de la
Declaración Universal de los Derechos del Hombre, en París,
allá por 1948, sino con un sentido más amplio y más profundizado aún de los
derechos humanos, admitiendo la diversidad cultural, étnica que muchas veces
implica esta noción de derechos humanos la que nos va a exigir una apertura
mental, que nos permita admitir, aceptar que pueda haber gente que piense que
otro tipo de asociación política a la que nuestro pensamiento occidental
considera como el más importante, y que yo lo considero porque soy hija de esa
tradición occidental, pero puede haber alguien, pueden haber sujetos
históricos, sociales, populares, que conciban otras formas de asociación
política. Y esto debe ser interpretado, decodificado, aceptado y procesado en
esto que decimos nosotros: el factor humano y el proyecto del sujeto humano.
Podríamos decir entonces, que si alguna vez,
como parte de una generación soñamos con cambiar el mundo, hoy estamos más
humildes, apenas queremos cambiar a nuestro país y ayudar a que cambie la
región. Pero me parece que en este comenzar
a aceptar la imposibilidad de dar cuenta del todo en una ideología, la
imposibilidad de aceptar ser el todo, el orgullo o la vanidad intelectual, que
por ejemplo tuvo la
Ilustración , que pretendió querer explicar el mundo para
siempre, debemos entender que muchas cosas y casi nada es para todos y que
mucho menos es para todo el tiempo. Porque además saben una cosa, me encanta
vivir y ser parte de un género en el que la sorpresa, el pensamiento diferente,
la realidad que cambia es interpretada, decodificada y afrontada.
Hemos sido esencialmente sujetos no para
vivir siempre, históricamente, a través de los siglos de la misma forma y con
las mismas etapas civilizatorias, sino para transformar y modificarnos
permanentemente. Esto es lo que nos diferencia a los humanos, del resto de la
escala animal: la posibilidad de transformar, la posibilidad de modificar, de
repensar, de revisar categorías, de revisar pensamientos con absoluta libertad,
autonomía y apertura mental.
Y se me ocurre entonces, con mayor humildad
que en el pasado, que en este bloque concreto de Latinoamérica, en este espacio
concreto de la
República Argentina , categorías de pensamientos con claves
como derechos humanos, con un concepto inclusive más amplio. Durante el siglo
pasado los derechos humanos tuvieron para nosotros en la región la
significación de la violación masiva, por parte de las dictaduras, masivas y
planificadas estos derechos.
Hoy, afortunadamente, ya no tenemos esa
violación masiva y planificada de los derechos humanos, pero tenemos otras
violaciones: la de la inequidad, la pobreza y la desigualdad, que es la otra
gran clave que debe abordar la región.
Una región que también es, hacia adentro de sí misma compleja y diversa.
Siempre cuando doy conferencias o tengo
encuentros en otras latitudes, en Europa, fundamentalmente, siempre preguntan
entre curiosidad y extrañeza por los fenómenos latinoamericanos. El tema del
peronismo es un tema que ha desvelado a numerosos intelectuales europeos,
siempre nos miran como algo raro, pero en general la región con esos surgimientos
de los últimos tiempos es mirado de manera particular.
Un senador socialista francés me preguntaba,
en París, en febrero, qué pasa en la región, hay un giro hacia la izquierda. Y
yo le decía que es mucho más simple: ahora los gobernantes en América latina se
parecen a los gobernados. Yo no sé si será a la derecha, al centro, a la
izquierda o al fondo, pero me parece sí que hay una nueva realidad
latinoamericana y que tenemos que dar cuenta de esa diversidad, que también
tenemos en nuestros propios espacios y proyectos, porque diferentes también son
nuestras historias, nuestras identidades y nuestras tradiciones.
El otro día recibía, junto al Presidente
Kirchner, al vicepresidente de Bolivia, Alvaro García Linera, un intelectual de
fuste boliviano y él hablaba precisamente de esto: de la diversidad. Él hablaba
de un “capitalismo andino amazónico”. Nosotros hablamos de otras realidades,
porque otras son las realidades de la República Argentina ,
frente a Bolivia, a Brasil o frente a Venezuela o frente a Chile. Todos tenemos
particularidades, pero creo que las claves de derechos humanos, desigualdad y
pobreza y clave, la otra, la tercera, la que no puede estar ausente: la
cuestión democrática que tan bien desarrolló, quien me precedió en el uso de la
palabra, son los tres elementos que podíamos unirlos en una categoría de
pensamiento latinoamericano, que sea la que nos permita interpretar,
decodificar esta realidad nueva, nuestra para ser aprovechada en toda su
increíble potencialidad.
Somos un continente sin problemas étnicos ni
religiosos, muchas veces nos miraron con extrañeza desde los grandes “centros
civilizados” con categorías de pensamientos diferentes a las nuestras, muchas
veces no se entendieron movimientos de masas, fenómenos sociales que tienen que
ver con la otra cuestión del pensamiento que no es solamente la cuestión
abstracta y racionalista, como les decía antes, sino también lo emocional e
identitario que tiene el afecto en una sociedad para agrupar identidades y
entonces construir nuevos colectivos, que es de lo que esto se trata.
Finalmente creo que es muy importante que
hombres y mujeres con responsabilidades en la articulación de pensamiento, en
su formulación académica, en conjunto con hombres y mujeres que tenemos las
responsabilidades concretas de todos los días, de resolver los concretos
problemas, interactuemos. Eso es lo que necesitamos: interactuación,
pensamiento, idea y práctica; idea y praxis. Eso no es muy nuevo, eso es casi
también de la modernidad.
Creo entonces que estamos en un momento
crucial, que exige de parte de todos nosotros mucha apertura mental, mucho el
estar dispuestos a la sorpresa, a lo nuevo, a lo diferente. Y a no asustarse
ante lo nuevo y lo diferente que eso es lo que hace que la filosofía, la
política, y en síntesis la vida tengan sentido. Muchísimas gracias y dejamos
clausurado formalmente el II Congreso Mundial de Filosofía, muchísimas gracias,
pero muchísimas gracias.
CRISTINA FERNANDEZ
DE KIRCHNER
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