junio 20, 2012

Discurso de Nestor Kirchner en el 79° Aniversario de la Cámara Argentina de Comercio (2003)

DISCURSO EN EL 79° ANIVERSARIO DE LA CÁMARA ARGENTINA DE COMERCIO
Nestor Kirchner
[11 de Diciembre de 2003]

Señor vicepresidente de la Nación; señores ministros del Poder Ejecutivo Nacional; señor presidente y miembros de la Cámara Argentina de Comercio; señores empresarios; señoras, señores: resulta propicia la conmemoración del 79° aniversario de la Cámara Argentina de Comercio para exponer algunos de nuestros puntos de vista en temas que cobran importancia en función de los tiempos que nos toca vivir.
En un país normal, como el que queremos construir con la participación de todos, este sería nuestro primer día de gobierno, pero debemos asumir que la República Argentina viene intentando superar la más grave y profunda crisis moral, cultural, política, social y económica de que tengamos memoria.
Debemos tener muy en claro que esa crisis es un condicionamiento muy fuerte de cada uno de los pasos que los diversos sectores de la vida nacional debemos dar para superarla. Las acciones, los continuos esfuerzos que se necesitan, así como los resultados que se obtengan, deben analizarse desde la óptica de reconocer de cuánta postergación venimos, de cuán mal estamos, de cuánto necesitamos mejorar para construir un país en serio. Por nuestra parte tenemos muy en claro nuestra responsabilidad histórica y queremos estar a la altura de esta hora. con la mayor de las aperturas mentales, con el mayor respeto por la diversidad y los distintos puntos de vista es central encontrar los caminos que los argentinos deberemos transitar para lograr salir del profundo abismo donde hemos caído.
No se trata de seguir conviviendo con las causas que nos arrastraron a la situación que estamos, se trata de encarar las más profundas reformas para enfrentar de raíz los problemas argentinos. No puede ser el norte de ninguna sociedad la convivencia con la miseria, la marginalidad, la exclusión y la inequidad a que ha dado lugar la aplicación del pensamiento único y el señoreo del pensamiento neoliberal que caracterizó la economía mundial y la propia en el último decenio.
La aplicación de recetas que la realidad social y política de la región y del mundo se han encargado de han encargado de mostrar equivocadas no pueden constituirse en el núcleo de ningún programa de gobierno que se dirija a superar nuestros males.
Las cosas no cambiarán de un día para el otro, no cambiarán por jugadas mágicas o salvadoras, nadie se salvará en soledad ni como producto de genialidades aisladas. No cambiarán porque se declame o se reclame con voces destempladas. El cambio requiere un compromiso personal social profundo, necesita de la sumatoria de hechos cotidianos que derroten el inmovilismo, necesita de hechos cotidianos que no se reduzcan a la acción del gobierno. Es importantísimo que los argentinos nos reencontremos en la acción de cada día.
Hemos transitado muchos años dividiéndonos por divisas partidarias, es hora de que adoptemos nuevos paradigmas. Sin abandonar las distintas particularidades que siempre resultarán enriquecedoras del accionar colectivo debemos encontrar el modo para que, unidos en la diversidad, se pueda hacer rendir el pluralismo en beneficio común.
La valorización del otro, el respeto por las diversas cualidades deben canalizarse positivamente para que podamos inventarnos un nuevo país, donde el trabajo honesto y constante, el establecimiento de justos premios y dignos castigos pasen a ser la regla para sustituir la argucia, la avivada y la ganancia fácil de lo alto de la escala de nuestros valores.
Si queremos construir un capitalismo moderno, que genere las alternativas que permitan instalar la movilidad social ascendente, tenemos que enfrentar el desafío de crear los nuevos paradigmas, mirar con ojos nuevos los viejos problemas y dotarnos de esperanzas nuevas, aún cuando debamos usar el material de hierros viejos que tengamos a nuestras manos.
Toda la energía puesta antes en enfrentarnos debemos conducirla ahora a poner el hombro para salir del pozo. Debemos internalizar muy profundamente el concepto de que no existirá capitalismo moderno y pujante si no contamos con un mercado interno con capacidad de consumo. Debemos tener presente en esa construcción que sólo sobre la base de una plena sustentabilidad interna, de un mercado sólidamente asentado sobre nuestro propio consumo, podremos integrarnos al mundo globalizado con nuestras exportaciones.
Debemos asumir que cuando hablamos de sustentabilidad interna no reducimos el concepto a lo meramente económico, como tampoco lo hacemos cuando referimos la idea de la necesaria integración externa. El desafío que la democracia y la política en nuestro país enfrentan es el de demostrar que saben cómo ayudar a que individual y colectivamente estemos mejor.
En los nuevos paradigmas en éxito deberá medirse en la capacidad de decisión y de empuje para encarar los cambios que deban concretarse para que gracias a la creación de mayores posibilidades de progreso social los hijos puedan aspirar a vivir mejor que sus padres, sobre la base de su esfuerzo, su propia capacidad y trabajo.
Para reconciliar las instituciones con la sociedad deben producirse hechos concretos, verificables, mensurables. Nos llevará tiempo. Como sabemos que el mercado organiza económicamente pero no articula socialmente el Estado debe mostrar que está en condiciones de poner igualdad allí donde el mercado abandona y excluye; debe poder verse con claridad que el Estado tiene actuación concreta como reparador de las desigualdades sociales, que obtiene resultados incrementando la inclusión social y la creación de oportunidades.
En nuestra Patria reparar e incluir pasa por fortalecer las posibilidades de acceso a la educación pública gratuita, a la salud, a la vivienda, a la oportunidad de trabajar. Es central que incrementemos drásticamente la calidad de nuestras instituciones, de modo que el ciudadano vea concretamente fortalecidos sus derechos. No se trata de construir sobre el fracaso de quien gobierna, el desafío es gobernar mejor que el precedente, para que sumados varios gobiernos los argentinos podamos vivir mejor. A eso debe apuntar el incremento de la calidad institucional: cada vez mejores instituciones, cada vez más derechos ciudadanos.
El pleno respeto de los derechos humanos y la correlativa lucha contra la impunidad y la corrupción no pueden constituirse en banderas de derechas ni de izquierdas, ni ser divisa portada sólo por el gobierno. Debemos comprometernos desde toda actividad y especialmente desde el nivel estatal que monopoliza la fuerza pública, que la vigencia de los Derechos del Hombre es la base de toda calidad institucional que se precie.
Nada bueno puede constituirse mancillando los derechos y libertades de los hombres y mujeres de carne y hueso que todos los días escriben la historia del país. El respeto por los derechos humanos debe ubicarse en el centro de la acción de toda la sociedad, también en instituciones como la de ustedes.
Estamos entre una Argentina que nace y una Argentina que agoniza. Debemos sepultar definitivamente un modelo político y económico que degradó la calidad institucional, que facilitó el abuso, la corrupción, la concentración excesiva de la riqueza; que tornó ausente u hostil al Estado respecto de la sociedad; que multiplicó exponencialmente la exclusión social; que nos sumió en la pobreza, destruyó la producción y el trabajo, y cerró los caminos hacia la dignidad del hombre.
Al mismo tiempo deberemos ser artífices de un cambio profundo en las estructuras financieras y productivas básicas del país. En el conocimiento de que ningún cambio puede hacerse sin el suficiente apoyo, y que ningún proyecto político, económico o social tiene sentido si no sirve para mejorar las condiciones de cada uno de los componentes de la comunidad a la que está destinado, nos toca diseñar un modelo de nación en que las economías regionales se desarrollen, se integren entre sí en un capitalismo pujante e inteligente.
En ese marco, mientras se generan las condiciones para diseñar un nuevo modelo impositivo no regresivo, en el que los que más tienen más aporten, no podemos arriesgarnos a disminuir la recaudación. El cumplimiento de quienes deben pagar sus impuestos tendrá la contrapartida de un Estado con capacidad para hacerse presente en la cobertura de quienes más expuestos están en la crisis, y con capacidad para invertir y mejorar la infraestructura creando puestos de trabajo y mejorando las posibilidades de las empresas en base a ello.
El austero cuidado del equilibrio fiscal, la redistribución de los ingresos, principalmente en base a una fuerte inversión pública en educación, salud, seguridad, vivienda e infraestructura, ocuparán el centro de la acción estatal. En la tarea de lograr un crecimiento estable, sustentable, equitativo, que permita que cada 15 años dupliquemos nuestro producto bruto interno, tendrá un papel central el fortalecimiento del consumo interno; sobre todo en condiciones como la nuestra, que muestra una brecha entre el producto real y el producto potencial del 15%. El aumento del consumo interno permitirá usar recursos disponibles pero ociosos, acelerará el crecimiento y ayudará a mejorar la atención de las cuestiones sociales.
Para incrementar el consumo deben sumarse más salarios, más personas ocupadas, más horas de trabajo. Los indicadores muestran interesantes mejoras en el índice de obreros ocupados, en el índice de horas trabajadas y en el índice de salario por obrero. El consumo privado creció en el primer semestre a una tasa promedio del 1% mensual, real, desestacionalizado, y mejora para el segundo semestre de modo que su aumento acumulado superó entonces el incremento del pico en el mismo período, 6.1 y 4.1 respectivamente. Ese crecimiento se debe en parte importante a mayor salario y mayor ocupación en el sector de empleo formal privado: 40% de los empleados; con un incremento del ingreso del 18.7 % en términos corrientes y 23% deflacionado por canasta básica de alimentos para los primeros 8 meses del año.
Además existen indicios de la reactivación del crédito al consumo, que lo ubican en tendencia ascendente, que seguramente se mantendrá por cuanto todo indica la existencia de bajo endeudamiento individual y consumos rezagados en función de la crisis. El proceso de incrementará en función de que las entidades crediticias mejoren su actitud hacia la oferta con mayores plazos, niveles flexibles de relación cuota-salario y baja de tasa de interés, lo que ya en alguna medida se advierte.
En ese marco el incremento del turismo receptivo, las exportaciones tradicionales y otras para las que logremos apertura de mercado resultarán motores adicionales al consumo interno.
El crecimiento orientado a nuestro mercado y a la exportación debe consolidarse sobre dos pivotes estructurales: el uso extensivo de nuestros copiosos recursos naturales, agregándoles valor en nuestro país, y el uso intensivo de nuestros ricos recursos humanos, aprovechando su capacidad de adaptación.
No debemos volver a esquemas de endeudamiento público como el que nos agobia. La búsqueda de captación de inversiones extranjeras debe dirigirse a lo productivo, no a lo especulativo.
La competencia, el riesgo, la creación de puestos de trabajo, el respeto a reglas claras y estables deben caracterizar a este nuevo tiempo. Estamos ante una Argentina que lucha por nacer y una Argentina que agoniza y lucha por volver. La Argentina de la violación de los derechos humanos; la de la justicia a medida del poderoso; la de la destrucción de fuentes productivas y cierre de fábricas y comercios; la de la corrupción estructural y el empobrecimiento de nuestra clase media; la de la exclusión social; la de la concentración económica y el endeudamiento eterno e impagable, se resiste a morir. Así como tuvo y tiene beneficiarios directos palpables y concretos, con nombre y apellido, tiene sus defensores. Los que aplicaron esas políticas nefastas se expresan cultural, política y periodísticamente, sin decoro y sin autocrítica, sin pudor, con total descaro, y defienden ese pasado al que no debemos volver.
Es necesario que la nueva Argentina se exprese, se difunda, que las grandes mayorías y beneficiarios adviertan la corrección del camino emprendido y defiendan los pequeños o grandes logros que se obtengan. Se trata de que cada paso de avance se aprecie en su justa dimensión. De dónde venimos es difícil cualquier mejora, por eso es importante hasta el más pequeño logro. Paso a paso pero sin descanso, sin medidas shockeantes o traumáticas, pero con diaria tosudez, siempre avanzando, enfrentando los problemas y buscándoles la mejor solución posible. Con pluralidad, con capacidad de corregir los errores que seguramente estaremos expuestos a cometer en nuestra humilde dimensión humana, con ánimo de escuchar la verdad de los demás, sin sentirnos dueños de la verdad, dispuestos a dar a conocer y compartir nuestras verdades relativas para lograr el bien común.
Por eso saludamos los signos que vemos, indicadores de la posibilidad de recrear en el empresariado nacional la capacidad de arriesgar y emprender, la capacidad de asumir compromisos con la propia realidad social y política, la decisión de aceptar los desafíos que la competencia representa.
Somos hombres de ideas y convicciones, trabajamos fuerte para ponerlas en práctica, no queremos agotarnos en diagnósticos, sabemos que no se trata de la tarea de un partido, de un sector o de una persona.
Por eso insistimos en convocar al conjunto más allá o más acá de cualquier alineamiento partidario o interés particular. Estrategias como las que describimos tienen en un sector como el del comercio y los servicios, que representa más de un 60 por ciento del PBI y que ocupa más del 70 por ciento de los puestos de trabajo formales, un aliado natural.
El crecimiento del consumo y la corrección de las distorsiones que seguramente existen en las participaciones relativas, significan más riqueza para su sector y deben ustedes estar dispuestos a comprometerse en la modernización de su actividad incrementando la competitividad de sus servicios. Basta de políticas de ajustes que siempre perjudican más a los que menos tienen.
El aumento de la exclusión y la pobreza eleva de modo insostenible los niveles de conflictividad social y al rendir cada vez menos frutos se acortan cada vez más los períodos entre uno y otro ajuste.
Debemos abocarnos a construir un modelo de producción, trabajo y crecimiento sustentable, con reglas claras y calidad institucional. Ello generará suficientes recursos fiscales, solvencia macroeconómica y generará las condiciones para dar más y mejor agregado de valor en base a nuevos puestos de trabajo que devuelvan equidad a nuestras relaciones sociales.
Tenemos problemas y debemos resolverlos, pero no en la altisonancia y vaguedad hueca de los slogans, no discutiendo las formas, los resolveremos si somos capaces de ir al fondo, a la sustancia de cada uno de los temas que componen nuestra agenda colectiva.
No hicimos promesas incumplibles para llegar adonde estamos, no nos atamos a pactos de supervivencia ni a acuerdos de nocturnidad. Dios sabe que no pretendemos sobrevivir o durar conviviendo con las situaciones que nos llevaron adonde estamos.
Estamos dispuestos siempre a ofrecer la otra mejilla al que nos ataque, aunque se trate muchas veces de hacerlo con golpes bajos. Pero no aceptaremos presiones ni nos doblegaremos ante los poderosos. Depositamos nuestra confianza en el conjunto del pueblo que en su mayoría comprende, acompaña y trabaja para salir adelante. El corto tiempo de nuestra gestión nos permite exhibir cambios en las principales tendencias que se condicen con el cambio de los paradigmas que sabemos necesario.
Los argentinos trabajamos con otra lógica, con otras expectativas. Estamos recuperando la esperanza, volvemos de a poco a creer en nosotros mismos. Necesitamos recuperar la autoestima, no para considerarnos superiores, sino para reencontrarnos con el resto de los latinoamericanos en este camino por emerger con equidad, para integrarnos digna y plenamente al mundo.
Sabemos que la mayor parte de los problemas que debemos resolver son de carácter estructural y son la resultante de años de aplicar recetas desaconsejables para países como el nuestro. Entendemos las urgencias y los reclamos, porque cada sector los vive como si ya no hubiera tiempo, hartos como estamos de que las soluciones se posterguen. Sin embargo, se requiere paciencia, racionalidad, equilibrio y trabajo constante.
Es necesario entender que esos problemas requieren también soluciones estructurales que insumirán tiempo y esfuerzo. Ningún cambio duradero se podrá concretar instantáneamente. Se ha variado el rumbo y eso solo ya representa mucho.
Hemos puesto proa a la solución estructural de los problemas allí donde los problemas están, justicia y verdad con memoria donde no la hubo, presencia allí donde el Estado se había ausentado, inversiones allí donde siempre se pretextaba imposibilidades, transparencia allí donde se practicaba el oscurantismo interesado, contención y asistencia allí donde el mercado excluía y el Estado ajustaba, dignidad y defensa de lo nuestro allí donde se cedía desvergonzadamente.
Decíamos al comienzo que era necesario recordar de donde venimos para valorar donde estamos, de eso se trata. Íbamos cayendo al abismo, estamos trepando la cuesta y avanzamos con todas nuestras fuerzas en la máxima medida de nuestras posibilidades.
No venimos al aniversario de esta institución a enumerar las acciones que desarrollamos en el Gobierno ni a agobiarlos con cifras, hemos sí traído nuestros puntos de vista, hemos venido dispuestos a escuchar con atención y a convocar a esta apasionante tarea de sacar adelante a nuestra patria; la apertura mental, el pluralismo, la valorización de la diversidades son tan importantes como la decisión y el coraje para encarar los cambios en esta hora. No nos podemos los argentinos dar el lujo de desperdiciar nuevas oportunidades, errar el rumbo o caer en la inacción.
Si a todo eso sumamos la mejor predisposición para corregir los errores que se cometan, contaremos con los mejores ingredientes para salir a flote. Debemos ponernos los más altos objetivos como sociedad, aprender lo que hicieron para hacer grandes los países que hoy lo son y aplicarlo en función de nuestra situación relativa. Debemos pensar en grande, aspirar a lo mejor y estaremos en el buen camino.
Tenemos la tarea de hacer una grande y gloriosa nación y nosotros, en esa tarea de hacer una grande y gloriosa nación, somos absolutamente conscientes de que los argentinos todavía estamos en el infierno, estamos tratando de salir, pero hemos caído muy abajo: un país que debe el 150 por ciento de su Producto Bruto Interno, 174 mil millones de dólares, caso inédito en el mundo; un país que llegó a los niveles de exclusión y desocupación que tenemos; un país que quebró y desnacionalizó su economía, que destruyó al empresariado nacional, que destruyó a las PyMES, que fundió por cientos de miles de millones a los pequeños y en muchos casos medianos comercios de la Argentina; que generó un gran marco de concentración económica. Nuestro país creció en algunos momentos al 6, 7 y 8 por ciento en 1996 y 1997 y nos decían que teníamos que esperar que el vaso de agua derrame para poder encontrar la justa distribución del ingreso que necesitábamos para crecer equilibradamente. Ninguna de estas cosas se cumplió y, evidentemente, los daños fueron muy fuertes: se quebró la producción, perdimos competitividad, no salimos oportunamente de la convertibilidad, que fue un buen elemento para combatir la cultura antiinflacionaria pero habría que haber salido en 1994, antes de generar los primeros déficit, cuando la convertibilidad había cumplido ya su etapa. Como elemento para combatir la inflación fue muy bueno, pero como instrumento monetario fue absolutamente incorrecto para esos tiempos porque le quitó una absoluta competitividad a la economía argentina. Empezamos a cubrir los déficit para mantener la convertibilidad, primero con la venta del patrimonio nacional y, después, con ese terrible endeudamiento que hemos tenido.
Por eso cuando hablamos en estos términos estamos tratando de explicar racionalmente lo que ustedes sufrieron, lo que pasó en la Argentina y el problema del pensamiento único o uniforme, permanentemente nos decían “esto o el caos”. Ustedes en su función de empresarios, a mí en la función de gobernador me tocó durante la década del 90 y siempre estábamos todos angustiados ante la posibilidad del derrumbe.
Nosotros decimos que en la pluralidad de la verdad relativa, en una economía competitiva, en un cambio total y libre que marque realmente el valor de nuestros productos, en la recuperación de nuestra competitividad, en la recuperación de nuestras reservas, en poder renegociar dignamente, fijándonos primero la sustentabilidad interna y después la integración externa, podemos darle a la situación de nuestra Argentina una salida viable, racional y que cada uno de los argentinos no esté sujeto al discurso mesiánico de ningún funcionario, que hoy dice “vamos para allá” y de golpe aparece en la televisión cambiando todas las reglas de juego.
Debemos recuperar la racionalidad, las normalidad, el saber que hay un rumbo permanente con amplio marco de libertad económica que nos permita volver a creer en la inversión, que ustedes como empresarios vuelvan a recuperar el espíritu pionero y apasionante que tuvieron muchas de sus familias, que constituyeron sus empresas y comercios, para recuperar toda esa creatividad que no se va a ver frustrada por aquellos que hablando de liberalismo económico aplicaron las medidas más dirigistas que la Argentina recuerde desde hace mucho tiempo.
Por eso, señor presidente, hoy estamos absolutamente complacidos de estar acá. Venimos genuinamente a traer este pensamiento que tenemos. Estamos trabajando fuertemente. Sabemos que hay que combatir la impunidad y la corrupción, nos encontramos con las cosas más sorprendentes. Seguramente, paso a paso ustedes se van a ir dando cuenta de que nos seguimos encontrando con muchísimas cosas que han pasado en esta Argentina, que realmente duelen a todos los argentinos. Somos absolutamente conscientes de que compartimos la necesidad y ya empezamos a trabajar con la claridad, con el sistema de intereses y de lobbies en el marco del mejoramiento de la calidad institucional, pero hay que ir a la reforma política en la Argentina, porque nuestro país no puede ser presa de corporaciones cerradas o distintos grupos de poder que por ahí se perpetúan en el tiempo de espaldas a los intereses que tiene el conjunto de los argentinos. Debemos tener la posibilidad de una situación política e institucional absolutamente cristalina y hay que recuperar la confianza en las instituciones. Estas tienen que recuperar la confianza de su pueblo y la única forma de hacerlo, aunque se pueden cometer equivocaciones, que también se pueden corregir, es fundamentalmente sabiendo que todos los ciudadanos argentinos tienen representantes temporales en la conducción del Estado, que tiene las manos limpias y que ponen todo el esfuerzo para hacerlo.
Debo reconocer el respeto para con todos los funcionarios que me acompañan, pero si me preguntan si yo pongo las manos en el fuego por todo lo que está pasando funcionalmente en el Estado, es muy difícil, porque han sido desvirtuados todos los controles. Dios quiera que en algunos años podamos decir que ponemos las manos en el fuego por el funcionamiento del Estado argentino. Voy a hacer todo para castigar como corresponde las corrupciones y la impunidad pasadas, como si alguna apareciera hoy. Porque no me vengo a casar con ningún club de amigos ni vine a formar un equipo para que nos avalemos cualquier tipo de cosas.
Honestamente les digo que trato de que con todos mis aciertos, virtudes y errores, como tenemos todos los seres humanos, poder hacer un punto de inflexión para construir una Argentina absolutamente diferente, más allá de cualquier condicionamiento partidario. Estaríamos mirando con la nuca a la sociedad si seguimos priorizando las estructuras y los conceptos partidarios, que han resultado perimidos para resolver la crisis en la individualidad.
Espero que en la tarea colectiva y en la creación de los nuevos instrumentos, puedan nacer las calidades superadoras para que desde la democracia podamos dar las respuestas que la sociedad está necesitando. Pero con absoluta sinceridad, hoy estamos bregando para salir del Infierno; después viene el Purgatorio y esperemos que los futuros gobiernos nos den a los argentinos el amanecer que nos merecemos.
Muchísimas gracias por compartir este acto.
NESTOR KIRCHNER

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