DISCURSO EN EL 79°
ANIVERSARIO DE LA
CÁMARA ARGENTINA DE COMERCIO
Nestor Kirchner
[11 de Diciembre de
2003]
Señor vicepresidente de la Nación ; señores ministros
del Poder Ejecutivo Nacional; señor presidente y miembros de la Cámara Argentina
de Comercio; señores empresarios; señoras, señores: resulta propicia la
conmemoración del 79° aniversario de la Cámara Argentina
de Comercio para exponer algunos de nuestros puntos de vista en temas que
cobran importancia en función de los tiempos que nos toca vivir.
En un país normal, como el que queremos construir con la participación de todos, este sería nuestro primer día de gobierno, pero debemos asumir quela República Argentina
viene intentando superar la más grave y profunda crisis moral, cultural,
política, social y económica de que tengamos memoria.
En un país normal, como el que queremos construir con la participación de todos, este sería nuestro primer día de gobierno, pero debemos asumir que
Debemos tener muy en claro que esa crisis es
un condicionamiento muy fuerte de cada uno de los pasos que los diversos
sectores de la vida nacional debemos dar para superarla. Las acciones, los
continuos esfuerzos que se necesitan, así como los resultados que se obtengan,
deben analizarse desde la óptica de reconocer de cuánta postergación venimos,
de cuán mal estamos, de cuánto necesitamos mejorar para construir un país en
serio. Por nuestra parte tenemos muy en claro nuestra responsabilidad histórica
y queremos estar a la altura de esta hora. con la mayor de las aperturas
mentales, con el mayor respeto por la diversidad y los distintos puntos de
vista es central encontrar los caminos que los argentinos deberemos transitar
para lograr salir del profundo abismo donde hemos caído.
No se trata de seguir conviviendo con las
causas que nos arrastraron a la situación que estamos, se trata de encarar las
más profundas reformas para enfrentar de raíz los problemas argentinos. No
puede ser el norte de ninguna sociedad la convivencia con la miseria, la
marginalidad, la exclusión y la inequidad a que ha dado lugar la aplicación del
pensamiento único y el señoreo del pensamiento neoliberal que caracterizó la
economía mundial y la propia en el último decenio.
La aplicación de recetas que la realidad social
y política de la región y del mundo se han encargado de han encargado de
mostrar equivocadas no pueden constituirse en el núcleo de ningún programa de
gobierno que se dirija a superar nuestros males.
Las cosas no cambiarán de un día para el
otro, no cambiarán por jugadas mágicas o salvadoras, nadie se salvará en
soledad ni como producto de genialidades aisladas. No cambiarán porque se
declame o se reclame con voces destempladas. El cambio requiere un compromiso
personal social profundo, necesita de la sumatoria de hechos cotidianos que
derroten el inmovilismo, necesita de hechos cotidianos que no se reduzcan a la
acción del gobierno. Es importantísimo que los argentinos nos reencontremos en
la acción de cada día.
Hemos transitado muchos años dividiéndonos
por divisas partidarias, es hora de que adoptemos nuevos paradigmas. Sin
abandonar las distintas particularidades que siempre resultarán enriquecedoras
del accionar colectivo debemos encontrar el modo para que, unidos en la
diversidad, se pueda hacer rendir el pluralismo en beneficio común.
La valorización del otro, el respeto por las
diversas cualidades deben canalizarse positivamente para que podamos
inventarnos un nuevo país, donde el trabajo honesto y constante, el
establecimiento de justos premios y dignos castigos pasen a ser la regla para
sustituir la argucia, la avivada y la ganancia fácil de lo alto de la escala de
nuestros valores.
Si queremos construir un capitalismo
moderno, que genere las alternativas que permitan instalar la movilidad social
ascendente, tenemos que enfrentar el desafío de crear los nuevos paradigmas,
mirar con ojos nuevos los viejos problemas y dotarnos de esperanzas nuevas, aún
cuando debamos usar el material de hierros viejos que tengamos a nuestras
manos.
Toda la energía puesta antes en enfrentarnos
debemos conducirla ahora a poner el hombro para salir del pozo. Debemos
internalizar muy profundamente el concepto de que no existirá capitalismo
moderno y pujante si no contamos con un mercado interno con capacidad de consumo.
Debemos tener presente en esa construcción que sólo sobre la base de una plena
sustentabilidad interna, de un mercado sólidamente asentado sobre nuestro
propio consumo, podremos integrarnos al mundo globalizado con nuestras
exportaciones.
Debemos asumir que cuando hablamos de
sustentabilidad interna no reducimos el concepto a lo meramente económico, como
tampoco lo hacemos cuando referimos la idea de la necesaria integración
externa. El desafío que la democracia y la política en nuestro país enfrentan
es el de demostrar que saben cómo ayudar a que individual y colectivamente
estemos mejor.
En los nuevos paradigmas en éxito deberá
medirse en la capacidad de decisión y de empuje para encarar los cambios que
deban concretarse para que gracias a la creación de mayores posibilidades de
progreso social los hijos puedan aspirar a vivir mejor que sus padres, sobre la
base de su esfuerzo, su propia capacidad y trabajo.
Para reconciliar las instituciones con la
sociedad deben producirse hechos concretos, verificables, mensurables. Nos
llevará tiempo. Como sabemos que el mercado organiza económicamente pero no
articula socialmente el Estado debe mostrar que está en condiciones de poner
igualdad allí donde el mercado abandona y excluye; debe poder verse con claridad
que el Estado tiene actuación concreta como reparador de las desigualdades
sociales, que obtiene resultados incrementando la inclusión social y la
creación de oportunidades.
En nuestra Patria reparar e incluir pasa por
fortalecer las posibilidades de acceso a la educación pública gratuita, a la
salud, a la vivienda, a la oportunidad de trabajar. Es central que
incrementemos drásticamente la calidad de nuestras instituciones, de modo que
el ciudadano vea concretamente fortalecidos sus derechos. No se trata de
construir sobre el fracaso de quien gobierna, el desafío es gobernar mejor que
el precedente, para que sumados varios gobiernos los argentinos podamos vivir
mejor. A eso debe apuntar el incremento de la calidad institucional: cada vez
mejores instituciones, cada vez más derechos ciudadanos.
El pleno respeto de los derechos humanos y
la correlativa lucha contra la impunidad y la corrupción no pueden constituirse
en banderas de derechas ni de izquierdas, ni ser divisa portada sólo por el
gobierno. Debemos comprometernos desde toda actividad y especialmente desde el
nivel estatal que monopoliza la fuerza pública, que la vigencia de los Derechos
del Hombre es la base de toda calidad institucional que se precie.
Nada bueno puede constituirse mancillando los
derechos y libertades de los hombres y mujeres de carne y hueso que todos los
días escriben la historia del país. El respeto por los derechos humanos debe
ubicarse en el centro de la acción de toda la sociedad, también en
instituciones como la de ustedes.
Estamos entre una Argentina que nace y una
Argentina que agoniza. Debemos sepultar definitivamente un modelo político y
económico que degradó la calidad institucional, que facilitó el abuso, la
corrupción, la concentración excesiva de la riqueza; que tornó ausente u hostil
al Estado respecto de la sociedad; que multiplicó exponencialmente la exclusión
social; que nos sumió en la pobreza, destruyó la producción y el trabajo, y
cerró los caminos hacia la dignidad del hombre.
Al mismo tiempo deberemos ser artífices de
un cambio profundo en las estructuras financieras y productivas básicas del
país. En el conocimiento de que ningún cambio puede hacerse sin el suficiente
apoyo, y que ningún proyecto político, económico o social tiene sentido si no
sirve para mejorar las condiciones de cada uno de los componentes de la
comunidad a la que está destinado, nos toca diseñar un modelo de nación en que
las economías regionales se desarrollen, se integren entre sí en un capitalismo
pujante e inteligente.
En ese marco, mientras se generan las
condiciones para diseñar un nuevo modelo impositivo no regresivo, en el que los
que más tienen más aporten, no podemos arriesgarnos a disminuir la recaudación.
El cumplimiento de quienes deben pagar sus impuestos tendrá la contrapartida de
un Estado con capacidad para hacerse presente en la cobertura de quienes más
expuestos están en la crisis, y con capacidad para invertir y mejorar la
infraestructura creando puestos de trabajo y mejorando las posibilidades de las
empresas en base a ello.
El austero cuidado del equilibrio fiscal, la
redistribución de los ingresos, principalmente en base a una fuerte inversión
pública en educación, salud, seguridad, vivienda e infraestructura, ocuparán el
centro de la acción estatal. En la tarea de lograr un crecimiento estable,
sustentable, equitativo, que permita que cada 15 años dupliquemos nuestro
producto bruto interno, tendrá un papel central el fortalecimiento del consumo
interno; sobre todo en condiciones como la nuestra, que muestra una brecha
entre el producto real y el producto potencial del 15%. El aumento del consumo
interno permitirá usar recursos disponibles pero ociosos, acelerará el
crecimiento y ayudará a mejorar la atención de las cuestiones sociales.
Para incrementar el consumo deben sumarse
más salarios, más personas ocupadas, más horas de trabajo. Los indicadores
muestran interesantes mejoras en el índice de obreros ocupados, en el índice de
horas trabajadas y en el índice de salario por obrero. El consumo privado
creció en el primer semestre a una tasa promedio del 1% mensual, real,
desestacionalizado, y mejora para el segundo semestre de modo que su aumento
acumulado superó entonces el incremento del pico en el mismo período, 6.1 y 4.1
respectivamente. Ese crecimiento se debe en parte importante a mayor salario y
mayor ocupación en el sector de empleo formal privado: 40% de los empleados;
con un incremento del ingreso del 18.7 % en términos corrientes y 23%
deflacionado por canasta básica de alimentos para los primeros 8 meses del año.
Además existen indicios de la reactivación
del crédito al consumo, que lo ubican en tendencia ascendente, que seguramente
se mantendrá por cuanto todo indica la existencia de bajo endeudamiento
individual y consumos rezagados en función de la crisis. El proceso de
incrementará en función de que las entidades crediticias mejoren su actitud
hacia la oferta con mayores plazos, niveles flexibles de relación cuota-salario
y baja de tasa de interés, lo que ya en alguna medida se advierte.
En ese marco el incremento del turismo
receptivo, las exportaciones tradicionales y otras para las que logremos
apertura de mercado resultarán motores adicionales al consumo interno.
El crecimiento orientado a nuestro mercado y
a la exportación debe consolidarse sobre dos pivotes estructurales: el uso
extensivo de nuestros copiosos recursos naturales, agregándoles valor en
nuestro país, y el uso intensivo de nuestros ricos recursos humanos,
aprovechando su capacidad de adaptación.
No debemos volver a esquemas de endeudamiento
público como el que nos agobia. La búsqueda de captación de inversiones
extranjeras debe dirigirse a lo productivo, no a lo especulativo.
La competencia, el riesgo, la creación de
puestos de trabajo, el respeto a reglas claras y estables deben caracterizar a
este nuevo tiempo. Estamos ante una Argentina que lucha por nacer y una
Argentina que agoniza y lucha por volver. La Argentina de la
violación de los derechos humanos; la de la justicia a medida del poderoso; la
de la destrucción de fuentes productivas y cierre de fábricas y comercios; la
de la corrupción estructural y el empobrecimiento de nuestra clase media; la de
la exclusión social; la de la concentración económica y el endeudamiento eterno
e impagable, se resiste a morir. Así como tuvo y tiene beneficiarios directos
palpables y concretos, con nombre y apellido, tiene sus defensores. Los que
aplicaron esas políticas nefastas se expresan cultural, política y
periodísticamente, sin decoro y sin autocrítica, sin pudor, con total descaro,
y defienden ese pasado al que no debemos volver.
Es necesario que la nueva Argentina se
exprese, se difunda, que las grandes mayorías y beneficiarios adviertan la
corrección del camino emprendido y defiendan los pequeños o grandes logros que
se obtengan. Se trata de que cada paso de avance se aprecie en su justa
dimensión. De dónde venimos es difícil cualquier mejora, por eso es importante
hasta el más pequeño logro. Paso a paso pero sin descanso, sin medidas
shockeantes o traumáticas, pero con diaria tosudez, siempre avanzando,
enfrentando los problemas y buscándoles la mejor solución posible. Con
pluralidad, con capacidad de corregir los errores que seguramente estaremos
expuestos a cometer en nuestra humilde dimensión humana, con ánimo de escuchar
la verdad de los demás, sin sentirnos dueños de la verdad, dispuestos a dar a
conocer y compartir nuestras verdades relativas para lograr el bien común.
Por eso saludamos los signos que vemos,
indicadores de la posibilidad de recrear en el empresariado nacional la capacidad
de arriesgar y emprender, la capacidad de asumir compromisos con la propia
realidad social y política, la decisión de aceptar los desafíos que la
competencia representa.
Somos hombres de ideas y convicciones,
trabajamos fuerte para ponerlas en práctica, no queremos agotarnos en
diagnósticos, sabemos que no se trata de la tarea de un partido, de un sector o
de una persona.
Por eso insistimos en convocar al conjunto
más allá o más acá de cualquier alineamiento partidario o interés particular.
Estrategias como las que describimos tienen en un sector como el del comercio y
los servicios, que representa más de un 60 por ciento del PBI y que ocupa más
del 70 por ciento de los puestos de trabajo formales, un aliado natural.
El crecimiento del consumo y la corrección
de las distorsiones que seguramente existen en las participaciones relativas,
significan más riqueza para su sector y deben ustedes estar dispuestos a
comprometerse en la modernización de su actividad incrementando la
competitividad de sus servicios. Basta de políticas de ajustes que siempre
perjudican más a los que menos tienen.
El aumento de la exclusión y la pobreza
eleva de modo insostenible los niveles de conflictividad social y al rendir
cada vez menos frutos se acortan cada vez más los períodos entre uno y otro
ajuste.
Debemos abocarnos a construir un modelo de
producción, trabajo y crecimiento sustentable, con reglas claras y calidad
institucional. Ello generará suficientes recursos fiscales, solvencia
macroeconómica y generará las condiciones para dar más y mejor agregado de
valor en base a nuevos puestos de trabajo que devuelvan equidad a nuestras
relaciones sociales.
Tenemos problemas y debemos resolverlos,
pero no en la altisonancia y vaguedad hueca de los slogans, no discutiendo las
formas, los resolveremos si somos capaces de ir al fondo, a la sustancia de
cada uno de los temas que componen nuestra agenda colectiva.
No hicimos promesas incumplibles para llegar
adonde estamos, no nos atamos a pactos de supervivencia ni a acuerdos de
nocturnidad. Dios sabe que no pretendemos sobrevivir o durar conviviendo con
las situaciones que nos llevaron adonde estamos.
Estamos dispuestos siempre a ofrecer la otra
mejilla al que nos ataque, aunque se trate muchas veces de hacerlo con golpes
bajos. Pero no aceptaremos presiones ni nos doblegaremos ante los poderosos.
Depositamos nuestra confianza en el conjunto del pueblo que en su mayoría
comprende, acompaña y trabaja para salir adelante. El corto tiempo de nuestra
gestión nos permite exhibir cambios en las principales tendencias que se
condicen con el cambio de los paradigmas que sabemos necesario.
Los argentinos trabajamos con otra lógica,
con otras expectativas. Estamos recuperando la esperanza, volvemos de a poco a
creer en nosotros mismos. Necesitamos recuperar la autoestima, no para
considerarnos superiores, sino para reencontrarnos con el resto de los
latinoamericanos en este camino por emerger con equidad, para integrarnos digna
y plenamente al mundo.
Sabemos que la mayor parte de los problemas
que debemos resolver son de carácter estructural y son la resultante de años de
aplicar recetas desaconsejables para países como el nuestro. Entendemos las
urgencias y los reclamos, porque cada sector los vive como si ya no hubiera
tiempo, hartos como estamos de que las soluciones se posterguen. Sin embargo,
se requiere paciencia, racionalidad, equilibrio y trabajo constante.
Es necesario entender que esos problemas
requieren también soluciones estructurales que insumirán tiempo y esfuerzo.
Ningún cambio duradero se podrá concretar instantáneamente. Se ha variado el
rumbo y eso solo ya representa mucho.
Hemos puesto proa a la solución estructural
de los problemas allí donde los problemas están, justicia y verdad con memoria
donde no la hubo, presencia allí donde el Estado se había ausentado,
inversiones allí donde siempre se pretextaba imposibilidades, transparencia
allí donde se practicaba el oscurantismo interesado, contención y asistencia
allí donde el mercado excluía y el Estado ajustaba, dignidad y defensa de lo
nuestro allí donde se cedía desvergonzadamente.
Decíamos al comienzo que era necesario
recordar de donde venimos para valorar donde estamos, de eso se trata. Íbamos
cayendo al abismo, estamos trepando la cuesta y avanzamos con todas nuestras
fuerzas en la máxima medida de nuestras posibilidades.
No venimos al aniversario de esta
institución a enumerar las acciones que desarrollamos en el Gobierno ni a
agobiarlos con cifras, hemos sí traído nuestros puntos de vista, hemos venido
dispuestos a escuchar con atención y a convocar a esta apasionante tarea de
sacar adelante a nuestra patria; la apertura mental, el pluralismo, la
valorización de la diversidades son tan importantes como la decisión y el
coraje para encarar los cambios en esta hora. No nos podemos los argentinos dar
el lujo de desperdiciar nuevas oportunidades, errar el rumbo o caer en la
inacción.
Si a todo eso sumamos la mejor
predisposición para corregir los errores que se cometan, contaremos con los
mejores ingredientes para salir a flote. Debemos ponernos los más altos
objetivos como sociedad, aprender lo que hicieron para hacer grandes los países
que hoy lo son y aplicarlo en función de nuestra situación relativa. Debemos
pensar en grande, aspirar a lo mejor y estaremos en el buen camino.
Tenemos la tarea de hacer una grande y
gloriosa nación y nosotros, en esa tarea de hacer una grande y gloriosa nación,
somos absolutamente conscientes de que los argentinos todavía estamos en el
infierno, estamos tratando de salir, pero hemos caído muy abajo: un país que
debe el 150 por ciento de su Producto Bruto Interno, 174 mil millones de
dólares, caso inédito en el mundo; un país que llegó a los niveles de exclusión
y desocupación que tenemos; un país que quebró y desnacionalizó su economía,
que destruyó al empresariado nacional, que destruyó a las PyMES, que fundió por
cientos de miles de millones a los pequeños y en muchos casos medianos
comercios de la Argentina ;
que generó un gran marco de concentración económica. Nuestro país creció en
algunos momentos al 6, 7 y 8 por ciento en 1996 y 1997 y nos decían que
teníamos que esperar que el vaso de agua derrame para poder encontrar la justa
distribución del ingreso que necesitábamos para crecer equilibradamente.
Ninguna de estas cosas se cumplió y, evidentemente, los daños fueron muy
fuertes: se quebró la producción, perdimos competitividad, no salimos
oportunamente de la convertibilidad, que fue un buen elemento para combatir la
cultura antiinflacionaria pero habría que haber salido en 1994, antes de
generar los primeros déficit, cuando la convertibilidad había cumplido ya su
etapa. Como elemento para combatir la inflación fue muy bueno, pero como
instrumento monetario fue absolutamente incorrecto para esos tiempos porque le
quitó una absoluta competitividad a la economía argentina. Empezamos a cubrir
los déficit para mantener la convertibilidad, primero con la venta del
patrimonio nacional y, después, con ese terrible endeudamiento que hemos
tenido.
Por eso cuando hablamos en estos términos estamos
tratando de explicar racionalmente lo que ustedes sufrieron, lo que pasó en la Argentina y el problema
del pensamiento único o uniforme, permanentemente nos decían “esto o el caos”.
Ustedes en su función de empresarios, a mí en la función de gobernador me tocó
durante la década del 90 y siempre estábamos todos angustiados ante la
posibilidad del derrumbe.
Nosotros decimos que en la pluralidad de la
verdad relativa, en una economía competitiva, en un cambio total y libre que
marque realmente el valor de nuestros productos, en la recuperación de nuestra
competitividad, en la recuperación de nuestras reservas, en poder renegociar
dignamente, fijándonos primero la sustentabilidad interna y después la
integración externa, podemos darle a la situación de nuestra Argentina una
salida viable, racional y que cada uno de los argentinos no esté sujeto al
discurso mesiánico de ningún funcionario, que hoy dice “vamos para allá” y de
golpe aparece en la televisión cambiando todas las reglas de juego.
Debemos recuperar la racionalidad, las
normalidad, el saber que hay un rumbo permanente con amplio marco de libertad
económica que nos permita volver a creer en la inversión, que ustedes como
empresarios vuelvan a recuperar el espíritu pionero y apasionante que tuvieron
muchas de sus familias, que constituyeron sus empresas y comercios, para
recuperar toda esa creatividad que no se va a ver frustrada por aquellos que
hablando de liberalismo económico aplicaron las medidas más dirigistas que la Argentina recuerde desde
hace mucho tiempo.
Por eso, señor presidente, hoy estamos
absolutamente complacidos de estar acá. Venimos genuinamente a traer este
pensamiento que tenemos. Estamos trabajando fuertemente. Sabemos que hay que
combatir la impunidad y la corrupción, nos encontramos con las cosas más
sorprendentes. Seguramente, paso a paso ustedes se van a ir dando cuenta de que
nos seguimos encontrando con muchísimas cosas que han pasado en esta Argentina,
que realmente duelen a todos los argentinos. Somos absolutamente conscientes de
que compartimos la necesidad y ya empezamos a trabajar con la claridad, con el
sistema de intereses y de lobbies en el marco del mejoramiento de la calidad
institucional, pero hay que ir a la reforma política en la Argentina , porque
nuestro país no puede ser presa de corporaciones cerradas o distintos grupos de
poder que por ahí se perpetúan en el tiempo de espaldas a los intereses que
tiene el conjunto de los argentinos. Debemos tener la posibilidad de una
situación política e institucional absolutamente cristalina y hay que recuperar
la confianza en las instituciones. Estas tienen que recuperar la confianza de
su pueblo y la única forma de hacerlo, aunque se pueden cometer equivocaciones,
que también se pueden corregir, es fundamentalmente sabiendo que todos los
ciudadanos argentinos tienen representantes temporales en la conducción del
Estado, que tiene las manos limpias y que ponen todo el esfuerzo para hacerlo.
Debo reconocer el respeto para con todos los
funcionarios que me acompañan, pero si me preguntan si yo pongo las manos en el
fuego por todo lo que está pasando funcionalmente en el Estado, es muy difícil,
porque han sido desvirtuados todos los controles. Dios quiera que en algunos
años podamos decir que ponemos las manos en el fuego por el funcionamiento del
Estado argentino. Voy a hacer todo para castigar como corresponde las
corrupciones y la impunidad pasadas, como si alguna apareciera hoy. Porque no
me vengo a casar con ningún club de amigos ni vine a formar un equipo para que
nos avalemos cualquier tipo de cosas.
Honestamente les digo que trato de que con
todos mis aciertos, virtudes y errores, como tenemos todos los seres humanos,
poder hacer un punto de inflexión para construir una Argentina absolutamente
diferente, más allá de cualquier condicionamiento partidario. Estaríamos
mirando con la nuca a la sociedad si seguimos priorizando las estructuras y los
conceptos partidarios, que han resultado perimidos para resolver la crisis en
la individualidad.
Espero que en la tarea colectiva y en la
creación de los nuevos instrumentos, puedan nacer las calidades superadoras
para que desde la democracia podamos dar las respuestas que la sociedad está
necesitando. Pero con absoluta sinceridad, hoy estamos bregando para salir del
Infierno; después viene el Purgatorio y esperemos que los futuros gobiernos nos
den a los argentinos el amanecer que nos merecemos.
Muchísimas gracias por compartir este acto.
NESTOR KIRCHNER
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