DISCURSO EN EL ACTO
DE PRESENTACIÓN DE LOS RESULTADOS DE ADHESIÓN AL CANJE DE LA DEUDA ARGENTINA
Néstor Kirchner
[4 de Marzo de
2005]
Señor Vicepresidente de la Nación ; señores presidentes
de las Cámaras Legislativas; señores Gobernadores y Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires;
señores Ministros del Poder Ejecutivo Nacional; miembros del cuerpo
diplomático; autoridades nacionales; provinciales y de la Ciudad de Buenos Aires;
señores legisladores; señores empresarios; señores representantes gremiales;
señores representantes de organizaciones sociales; señoras y señores: hemos
dicho que trabajamos para crear las condiciones políticas que posibiliten que
el pueblo argentino pueda elegir en función de las mejores cualidades mostradas
por cada uno y no por la capacidad que se muestre de criticar acciones de los
demás.
Creemos firmemente en el pensar y en el actuar en positivo como modo de ir corrigiendo errores, perfeccionando sistemas e incrementando la calidad de las instituciones.
Creemos firmemente en el pensar y en el actuar en positivo como modo de ir corrigiendo errores, perfeccionando sistemas e incrementando la calidad de las instituciones.
Con humildad construimos sobre la base de
nuestros argumentos y convicciones, actuamos como somos, nos equivocamos a
veces y otras veces acertamos. No perdemos la capacidad para rectificar los
errores, sabedores, como somos, que llegar a este nivel de la conducción del
Estado no trae aparejada ni la perfección ni la infalibilidad.
Los números con toda contundencia muestran
hoy que nuestra deuda en cesación de pagos ha quedado reestructurada como
resultado del proceso de canje que, oportunamente, anunciáramos. Por sus
particulares características en un proceso único y excepcional la
reestructuración integral logró la máxima aceptación de los mercados y lo que
es más importante se apoya en una racional sustentabilidad interna. Se trata de
la remoción de uno de los más importantes obstáculos estructurales que
enfrentaba nuestra recuperación.
Ahora que hemos superado este difícil
trance, no aconsejable para país alguno, justo es que tratemos de extraer
enseñanzas de la experiencia. Es necesario reflexionar sobre las circunstancias
que nos llevaron al extremo de defaultear la deuda. Es necesario que analicemos
como país cómo hemos actuado cada uno para arribar a este resultado. Es
necesario mirar, con espíritu crítico, si los diversos actores en esta
situación, una vez dado el default, fueron parte del problema o si ayudaron a
la solución. Es necesario extraer de nuestro proceso de reestructuración
lecciones también que hacen al exterior y su implicancia en relación con los
mercados financieros.
No se trata de exitismo o de reactivar
espíritu revanchista alguno, en todo caso se trata de que incrementemos la
responsabilidad todos, desde el lugar que a cada uno le cabe. Se trata de que
cada uno asuma con seriedad su papel y asuma su propia responsabilidad. Los
argentinos somos gente de buena memoria, pero a veces algunos pecan de cierta
irresponsabilidad a la hora de referirse a temas que exigen seriedad y
responsabilidad.
Imaginemos por un instante, solamente un
instante, qué sería hoy de nuestro país y de nuestro Gobierno si la gigantesca
operación mundial del canje hubiera fracasado. Un instante no más. No quiera
nadie saber las barbaridades que los profetas del fracaso estarían diciendo.
Gracias a Dios y al esfuerzo diario y cotidiano de mucha gente, que trabajó
buscando tener éxito, mucha gente que creyó y otros tantos que acompañaron
alentando, hemos arribado a este punto que nos permite sacar enseñanzas muy
ricas. No tenemos rencores, no buscamos revanchas, no somos fiscales de
actitudes de los otros, pero es necesario que digamos con claridad por qué la Argentina llegó a la
situación en que se encontraba y pugna por superar.
La deuda se hizo intolerable, tras 30 años
de destrucción de lo argentino, con largos períodos de recetas impuestas, sobre
todo en una última década de mantenimiento de políticas macroeconómicas no
sustentables en nuestra realidad, que en algún momento contaron con la
aprobación pública y privada internacional, en la que con el apoyo de la
ortodoxia económica declamaban la importancia del superávit fiscal pero
incrementaban geométricamente nuestra deuda para cubrir los crecientes déficit.
Si lo sabrán los gobernadores de provincias y las provincias. Cada pacto fiscal
que les tocó sufrir y soportar en pos de las necesidades globales del país.
La deuda se hizo intolerable, agravó la más
larga y profunda recesión económica en por lo menos un siglo y medio, comenzada
en 1998, ahondada por la impericia de quienes tuvieron la responsabilidad de
conducir la economía y el gobierno, hasta llegar al colapso y sus consecuencias
del 2001 y 2002. Endeudamiento sin límite, desocupación récord,
desestructuración productiva, perdida de una parte del tejido social, pobreza,
indigencia, riesgo de hiperinflación y desarticulación política precedieron e
hicieron más dramática la cesación de pagos.
En este punto Argentina sacó enseñanzas de
sus propios errores en tanto la remoción de este obstáculo estructural se hace
sobre la base de principios de sustentabilidad, que nos alejan de la
posibilidad de reproducir la experiencia negativa. Desechamos expresamente la
posibilidad de encarar una efímera, cómoda y falsa reestructuración – como bien
dijo el señor Ministro de Economía – con suba de deuda, pérdida de crecimiento
y aniquilamiento del bienestar de nuestro pueblo. La aceptabilidad de los
mercados acompaña la realista sustentabilidad de la propuesta. Encaramos un muy
importante esfuerzo fiscal, contamos con el mayor superávit primario fiscal de la Nación y las provincias en
los últimos 50 años y pretendemos bajar los niveles de la deuda de modo que
resulten compatibles con nuestra economía.
Quienes han aceptado el canje se han
asociado a nuestro crecimiento y obtendrán frutos del crecimiento y de nuestra
economía. Pensamos, con humildad lo decimos y sin rencor alguno, que algunos de
nuestros oponentes políticos también tienen que sacar enseñanzas de este
proceso. Es fácil refugiarse en la crítica, augurar el fracaso y hablar mal del
Gobierno y su propuesta. Bien lo sabrá el Doctor Alfonsín también. Era una vez
más la oportunidad de sentarse a esperar el fracaso del otro para poder contar
con posibilidades políticas. No advertir que se trataba del fracaso de un país,
no el de un Gobierno, fue quizás el peor error de los que eligieron ese cómodo
y perdedor camino.
Los calificativos, señores y ustedes lo
saben muy bien, brotaban: “mediocres”, “inaceptables”, “sin buenas
perspectivas”, “patoteadas”, “van al fracaso”, “profunda equivocación”,
“abominable”, “un fracaso”, “muy mal”, “falta de seriedad”, “falta de
profesionalismo”, “técnicamente incorrecto”, “nos aislamos del mundo”, “nos
caemos del planeta”.
Los sets de televisión, las hojas de las
revistas y los diarios, los programas de radio eran el lugar elegido para la
emisión de las más gigantescas diatribas y campo propicio para las peores
profecías y augurios. Por derecha, por izquierda, por arriba, por abajo, desde
adentro y desde afuera se trataba de augurar lo peor, criticar sin sustancia y
esperar el anunciado fracaso del canje. Los sets de televisión, las hojas de
las revistas y los diarios, los programas de radio y algún otro pequeño
auditorio como escenario eran un indicativo y preanuncio respecto de la postura
del pueblo argentino. Elegían esos lugares porque los argentinos no queríamos
fracasar una vez más, teníamos esperanzas de que por fin las cosas saldrían
mejor. Es como escucharles decir: “Yo no hubiera hecho nada de lo que hizo
Kirchner y su equipo hasta ahora en materia de deuda externa; discrepo con el
manejo de la deuda; son insuficientes las concesiones; la estrategia global es
equivocada; parece una pesadilla; la situación no viene bien; para febrero y
marzo se viene el gran huracán; crisis de deuda”.
Quienes entienden de aquel viejo modo la
política tienen que sacar como enseñanza que Argentina está cambiando, que no
pueden seguir improvisando, que tienen que prepararse para argumentar y
defender sus puntos de vista y, sobre todo, hacerse cargo de su historia y de
sus responsabilidades. Las apuestas al fracaso de quienes gobiernan es una
apuesta al fracaso de todos.
También tienen que sacar enseñanza aquellos
gurúes del mercado, que engolados por la preeminencia del “pensamiento único”
bregan por hacernos creer que el crecimiento depende más de una tarea de
seducción, que supuestamente representan los mercados, y no del esfuerzo y la
responsabilidad que pongamos todos los días para producir más y mejor. Gurúes
que fueron parte del problema, que responden – algunos – a lineamientos
políticos e ideológicos, que muchas veces no dejan ver, pero que trascienden en
sus recomendaciones y que nos llevaron o contribuyeron a llevarnos hacia el
infierno de donde venimos. Algunos de ellos tienen su correlato en la vieja
política y fueron funcionarios de gobiernos que nos endeudaron, otros
simplemente son la voz de los acreedores, cuando no de los fondos que quisieron
hacer un negocio especulativo con nuestro default.
Quedan en el aire y en los archivos los ecos
de las frases más altisonantes. Que nadie se ofenda pero con todo respeto nos
permitimos ayudarles a tener memoria de lo que dijeron. Podríamos nombrar: “una
política mediocre” (Jorge Streb, del CEMA, en septiembre de 2003); “es
mediocre, por eso el crecimiento de 2004 será del 4 por ciento y sólo del 2 por
ciento en el 2005” .
“Una propuesta técnica tan despojada, la estrategia oficial para salir del default
es profundamente equivocada” (Julio Piercard, ex gerente de BCRA, Banco
Central, en septiembre de 2003); “el acreedor puede no acordar y esperar a
negociar con otro Gobierno. Mi sensación es que se está siendo demasiado
inflexible. Diferencia entre el optimismo que hay localmente y la información
que se obtiene cuando se habla con gente que está en el exterior”, (Pablo
Guidotti, ex Secretario de Hacienda, CEMA, octubre de 2003); “la renegociación
de la deuda no se hace con patoteadas, es muy difícil alcanzar el canje y si se
mantienen todos los puntos y comas de la propuesta que ya se hizo se subestimó
los aspectos operativos del canje de la deuda. Una de las debilidades es que la
actual oferta no tiene apoyo explícito ni del FMI ni del Grupo de los 7” , (Miguel Kiegel, ex
Subsecretario de Financiamiento, noviembre de 2003); “el plan para salir del default está
equivocado” (Carlos Melconian, febrero de 2004) “La negociación la veo muy mal,
la Argentina
está replicando el pasado como ocurrió en el caso de la guerra de las Malvinas
(Jorge Avila, febrero de 2004) “Pautas equivocadas, como la de haber encarado
las negociaciones en una óptica criolla” (Ricardo Estévez, marzo de 2004);
“debiéramos ceder la cobranza de parte de los impuestos al comercio exterior”
(Daniel Artana, febrero de 2004) ; “el Presidente tiene que negociar seriamente
y hasta ahora no lo ha hecho, de mantener esta postura no avanzamos nada. El
gobierno tiene que mejorar la oferta porque el tema está mal planteado, con
mala fe. La última propuesta no parece tener posibilidades de alcanzar los
mínimos niveles de aceptación requeridos. (don Manuel Solanet, febrero de
2004). “Se encuentra lejos de los valores que estarían dispuestos a aceptar los
acreedores y era esperable que la propuesta argentina no encontrara una gran
respuesta en el exterior.” (José Luis Espert, julio de 2004, noviembre de
2004). La enumeración y las citas serían interminables, con ejemplos locales y
en el exterior. Esto puede comprobarlo cualquier argentino recurriendo a las
páginas de nuestros diarios.
Me han aconsejado todo el día que no lo
diga, (risas y aplausos) pero creo que es un aporte para que mejoren, para que
cambien, para que tomen las enseñanzas del caso y para que sobre todo tengan
más piedad cuando de descalificar las acciones de otro se trata.
También nuestro caso encierra lecciones
respecto de las condiciones para una justa reestructuración de la deuda de los
mercados emergentes. Las crisis recurrentes en materia de deuda soberana se han
venido produciendo en el mundo antes o después de la cesación de pagos. Ponen
en claro que es necesario introducir nuevos conceptos e instrumentos de lo que
dependerá la seguridad y el desarrollo de los mercados emergentes, como
sostuvimos en el G 20.
Se necesitan códigos de transparencia,
porque no basta con contar con códigos de conducta. Muchos de los informes que
servirían para mejorar los análisis se mantienen reservados y se publican con
retraso de casi un año. En todas las reuniones del FMI ha sido esta nuestra posición.
Deben crearse condiciones preferenciales para los acreedores hasta ciertos
montos mínimos de inversión, no es equitativo igualar inversores minoristas no
sofisticados con grandes inversores institucionales. Este ha sido uno de los
temas que Argentina intentó tener en cuenta. Sería útil reconocer la
posibilidad de un tratamiento diferente y preferencial, sería igualmente útil
para el desarrollo de los mercados y la solución de situaciones de
reestructuración, reconocer un tratamiento diferente y preferencial a los
tenedores originales de los créditos, los que adquirieron los títulos a su
valor fiscal. Ello debería complementarse con el criterio de dar un trato
diferencial y menos preferencial a quienes hayan adquirido los créditos después
de situaciones de default abierto. Estos tres últimos criterios tienen que ver
claramente con la naturaleza de los acreedores y lógicamente tienen diferentes
comportamientos durante los procesos de reestructuración.
Está probado que quienes más obstaculizan
los procesos son precisamente quienes más buscan ganancias extraordinarias y
rápidas. Cuentan con información asimétrica y privilegiada, capacidad de
análisis y capacidad de influir hasta presionar a los deudores soberanos. La
defensa de los intereses de esos grupos suele ir en contra de los inversores
más estables y de menor tamaño, y dificultan un desarrollo más estable del
mercado.
Por último, es necesario poner fin a la
ambigüedad aún existente en caso de crisis, sobre si puede o no contar con
asistencia del salvataje en los organismos o los países desarrollados. Deben
establecerse criterios y parámetros diferentes con lo que juzgar la
reestructuración, según exista o no aquel apoyo.
Nosotros hemos hecho pagos netos por más de
diez millones de dólares, tenemos clara experiencia de cuán diferente es
reestructurar cuando hay fondos frescos, o como en este caso, cuando no los
hay. Pretender que el mismo criterio sirva a los dos casos no tiene sentido
económico ni ayuda a normalizar los mercados.
Creemos que las finanzas globales tienen
mucho que ganar si se avanza en estos criterios que exponemos en el marco de
los dos principios generales que nuestra reestructuración ha respetado.
Primero, es parte de la demostración de buena fe en la negociación obligatoria
para el deudor no prometer aquello que sabe que no se puede cumplir; segundo,
la reestructuración no puede ser un mero mecanismo de escape de acreedores que
cuentan con información y poder asimétrico, tiene que tener sustentabilidad en
la realidad política, social y económica del país que enfrenta este duro
trance.
Para finalizar estas reflexiones en voz alta
que me he permitido hacer, sin triunfalismo, pero con exacta conciencia del
logro que hemos obtenido, quiero destacar que se trata del fruto de la unidad
nacional que se ha preservado en las horas más difíciles, porque frente a
aquellos políticos irrepresentativos a que aludíamos antes, frente a los gurúes
del mercado y las plumas de ciertos periodistas que despotricaban frente al
canje, frente a esa pequeña parte de la vieja Argentina que apuesta al fracaso,
se levantó la nueva Argentina que confía y que sabe que juntos podemos salir
adelante.
Millones de argentinos que se permitieron
soñar y trabajar todos los días, cientos y miles de empresarios que emprenden,
producen, ayudan a que se produzca más y más riqueza en nuestra patria, una
sociedad que quiere tener esperanzas y futuro, daban la batalla y remaban para
que arribáramos a buen puerto. Argentina, sobre la base de esa unidad nacional,
y buscando la unidad del continente, marcha hacia el cambio y necesita
consolidar su crecimiento sustentable, lograr calidad institucional, atraer
inversiones productivas, subir su productividad, mejorar la distribución del
ingreso, crear empleo decente para avanzar con paso firme. Pero sabemos que en
muchos casos el sólo crecimiento económico puede no ser suficiente para reducir
drásticamente la pobreza. Las experiencias que lograron un desarrollo económico
y lo tradujeron en progreso social, que de eso se trata, debieron abocarse a la
generación de empleo para los más pobres, aumentar sus niveles de ingresos y
darles un mejor acceso a la salud, la educación, nutrición, la vivienda, el
agua potable junto a otros servicios vitales.
Más allá de la combinación de las reformas
macroeconómicas con otras entradas en el mercado, buenos gobiernos e
instituciones confiables y una interacción apropiada entre estímulos y
suministro de bienes públicos, los países que lograron equilibrar el dinamismo
económico con inclusión social, pudieron hacerlo prestando muy especialmente
atención a sus propias características. Lejos de adoptar modelos universales
desarrollaron sus propios enfoques. La adopción de esos enfoques propios
adecuados a la realidad nacional posibilitó dar mayor sustentabilidad a los
cambios sobre la base de consensos políticos indispensables para la viabilidad
de las medidas que se aplicaron.
Nuestra reestructuración de la deuda respeta
esos conceptos. Sabemos que tenemos que dar la batalla internacional para
reconstruir confianza y credibilidad, sabemos que el prestigio no se gana
satisfaciendo a algunos poderes económicos, financieros o ideológicos, el
prestigio se recuperará cuando el país consolide su crecimiento, atraiga
inversiones productivas, suba su productividad, mejore el proceso de
redistribución del ingreso y cree permanentemente empleo decente de mejor
calidad.
Se ganará en tanto sigamos con una sólida
situación fiscal, no se recurra a nuevos endeudamientos sino más bien se lo
reduzca a niveles aceptables; cuando sumemos más y más competitividad e
inserción de los mercados, siendo nosotros mismos, cumpliendo nuestro rol en la
región y demostrando que podemos cumplir con lo que nos comprometemos.
Este final de la cesación de pagos demuestra
también lo que podemos hacer unidos los argentinos, respetando el rol de cada
una de nuestras instituciones. No es porque haya finalizado la reestructuración
que mágicamente desaparecerán los problemas, enfrentaremos otros, vendrán y
vienen nuevos y difíciles temas. Pero haber arribado a este hito, un verdadero
punto de inflexión, por un lado, nos demuestra que somos capaces de salir
adelante con soluciones argentinas a los problemas argentinos. Por otro lado,
despejando incertidumbres a nuestros futuro nos da cuenta que podemos tener un
mejor destino como país, si creemos en nosotros mismos y en la fuerza que
podemos activar trabajando en pos de un objetivo común.
Por último, comenzamos a poder salir -con
hechos- de una coyuntura, para poder mirar unos pasos más adelante, es
importante porque venimos del segundo a segundo y del minuto a minuto. Queremos
y nos merecemos un mejor Estado, un mejor mercado, una mejor sociedad. Estoy
seguro de que lo vamos a lograr juntos.
Creo que es muy importante que este paso que
estamos dando los argentinos, que venimos y estamos todavía en el propio
infierno, este punto de inflexión que marca que pudimos, que se pudo llevar
adelante este canje de la deuda, nos lleve a tener en claro que el desafío, la
responsabilidad, la discusión por la idea es por implementar mejores y mejores
políticas, no por destruir lo que está haciendo el otro. Es una Argentina que
necesita cualificarse, es una Argentina que necesita debates serios, es una
Argentina que necesita terminar con el debate de la descalificación, de la
acusación injusta y de la denuncia apelando a cualquier método o sistema con
tal de ensuciar al que está al lado, sin importarles absolutamente nada de lo
que pueda suceder con las cosas que se dicen. Este país, mis queridos amigos,
empresarios, trabajadores, no soporta más este tipo de irresponsabilidades.
Este país está necesitando -y los medios, todos pueden ayudar muchísimo- ver
debates de fondo de la problemática argentina, de la problemática económica,
social, del empleo, del trabajo, del salario, de la distribución del ingreso;
quiere ver a dirigentes que dejen de agredirse permanentemente y que tengan la
suficiente capacidad en sus ideas, en su verdad relativa de encontrar verdades
nuevas que sustenten al conjunto.
Por eso agradezco la presencia del ex
presidente de la Nación
doctor Alfonsín aquí, que nos ayudó con la ley en el Congreso realmente en un
gesto que lo ennoblece, un gesto que la Argentina tiene que empezar a rescatar y él con
toda su experiencia lo aportó en un momento difícil, muy difícil, donde
seguramente tenía mucho más para perder políticamente que para ganar. Pero lo
hizo.
Agradezco profundamente la presencia de los
distintos grupos empresarios, que aportaron, que nos dieron ánimo, que nos
dieron fuerza; más allá de los dichos de muchos economistas de que esto no
podía salir, estaban allí apostando a la Argentina. Sería
absolutamente ingrato de nuestra parte desconocer el rol que jugó el
empresariado argentino, y esto es fundamental porque es sostén del desarrollo
global de las posibilidades que este país tiene. Siguieron invirtiendo,
siguieron generando trabajo, siguieron apostando a la Argentina y esto también
ayudó a que el tanque pueda funcionar. Y ni hablar de las organizaciones
sociales y de los trabajadores argentinos, que soportando los peores momentos
de largas décadas de la historia tampoco contribuyeron a consolidar una
Argentina de ingobernabilidad sino que también apostaron, siguieron dando todo,
aún lo que no tenían. Y esto tampoco se hubiera llevado adelante sin la
comprensión de los dirigentes y del pueblo trabajador argentino, de las
distintas organizaciones sociales.
Quiero agradecer profundamente todo el
trabajo llevado adelante por el equipo de Economía, por la Secretaría Técnica ,
por el jefe de Gabinete, por los gobernadores en cada momento que tuvieron que
contribuir. Siempre un aporte positivo, siempre una actitud positiva. La ley de
Responsabilidad Fiscal fue un verdadero ejemplo de la responsabilidad de los
gobernadores provinciales que también aportaron elementos para la
gobernabilidad. Son cosas que se han podido lograr. Y estoy hablando de los
gobernadores argentinos, no estoy hablando de los gobernadores de mi partido,
que han tenido una actitud de seriedad, de responsabilidad, pensando también en
lo necesario y fundamental que era salir de esta situación.
Por eso todos, incluido el que más
responsabilidad tiene, tenemos que hacernos permanentemente profundas
autocríticas en el sentido de cómo aportamos un crecimiento valorativo, un
crecimiento cualitativo en nuestras acciones.
También los que escriben. Muchos tienen
miedo de hablar de los periodistas porque temen que después digan cualquier
cosa de uno. En democracia tenemos que hablar todos con absoluta sinceridad y
sin ningún tipo de miedos, porque nuestros amigos periodistas también quieren
que la Argentina
salga adelante, porque viven y sufren en ella permanentemente, y no tengo
ninguna duda de que la gran mayoría son grandes trabajadores argentinos,
indudablemente intelectuales, dedicados a su profesión, de muy buen nivel y de
gran preparación, más allá de la actitud desaprensiva de algunos. Pero también
es muy importante esa contribución, que no es la contribución del “seguidismo”,
es la contribución del aporte para hacer las cosas mejor. El aporte no
solamente es la crítica permanente y destructiva, el aporte es cómo generar esa
idea superadora que nos ayude a construir una nueva Argentina.
Por eso a todos, Roberto, Alberto, todos los
ministros, Carlos; por tantas horas de debate, de discusión, de trabajo, a
tanta gente anónima en todos sus equipos que ha trabajado y que muchas veces
uno los olvida en estas circunstancias, yo les agradezco profundamente. Vinimos
hoy al Salón Blanco no a tener una actitud exitista de lo que hemos logrado, nos
hemos encontrado en el Salón Blanco porque los argentinos hemos logrado dar un
paso importantísimo para la recuperación y la reconstrución de la Argentina. Los
números que el ministro de Economía mostró, cómo baja el endeudamiento en
porcentaje y en deuda, eso va a significar menos pobreza, menos indigencia,
menos situaciones límite; va a significar que a muchos argentinos olvidados de
la mano de Dios les pueda llegar la mano reparadora del Estado. Por eso también
nos da muchísima tranquilidad.
Vienen nuevos desafíos, vienen nuevas
discusiones, allá están, ya nos están mirando, nosotros nos estamos preparando
y ustedes también.
Muchísimas gracias.
NESTOR KIRCHNER
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