DISCURSO EN EL ACTO
DE LANZAMIENTO DEL FIDEICOMISO 2003, EN LA BOLSA DE COMERCIO DE BUENOS AIRES
Nestor Kirchner
[2 de Septiembre de
2003]
Señor presidente de la Bolsa de Comercio; señores
ministros del Poder Ejecutivo Nacional; señor secretario de Comunicaciones,
autoridades nacionales; señoras, señores: Hemos manifestado en este mismo lugar
hace poco tiempo que vivíamos un instante de la historia en que debemos
valernos de otras lógicas que nos ayuden e impulsen a la construcción de un
país diferente.
La creatividad, el aprovechamiento, la diversidad y la pluralidad, la imaginación aplicada con perspectiva de Nación, la reconciliación de las instituciones con el ciudadano, deben abrir el paso que va de la aplicación de un pensamiento único y excluyente de otras perspectivas a la generación de un nuevo modelo de país que integre social y territorialmente a sus habitantes en un marco de equidad y desarrollo.
La creatividad, el aprovechamiento, la diversidad y la pluralidad, la imaginación aplicada con perspectiva de Nación, la reconciliación de las instituciones con el ciudadano, deben abrir el paso que va de la aplicación de un pensamiento único y excluyente de otras perspectivas a la generación de un nuevo modelo de país que integre social y territorialmente a sus habitantes en un marco de equidad y desarrollo.
En línea con este pensamiento trabajamos
para generar esta iniciativa que inaugura un modo distinto de gestionar asuntos
de interés general coordinando la participación pública y privada con criterios
de un capitalismo moderno de proyección nacional hacia el mundo. Es la Bolsa de Comercio el ámbito
en que queremos anunciar la puesta en marcha del fideicomiso “Complejo
Industrial Nacional de las Telecomunicaciones”, que coordinando esfuerzos
públicos y privados que constituye el centro de una acción que combina el
espíritu emprendedor, el desarrollo de nuevas tecnologías, la captación de las
inversiones y la creación de nuevas oportunidades de rentabilidad. Inversores
privados que operan en el ámbito de las comunicaciones, actores del sistema
financiero del ámbito público y del ámbito privado, bajo la administración del
Banco de Inversión y Comercio Exterior, se suman para la generación de este
fideicomiso. Con el aporte de estas empresas quedará conformado un fondo que
alcanzará una cifra cercana a los 70 millones de pesos y que tras una correcta
evaluación económica financiera prestará financiamiento a los proyectos
vinculados al sector de las comunicaciones a una tasa razonable.
La colocación de los títulos del fideicomiso
en el mercado, con procesos de oferta que garanticen transparencia y seguridad
permitirá que se canalice ahorro actual hacia la inversión ampliando el fondo
con el aporte de otros actores. Se trata de una iniciativa gubernamental con
aportes públicos y privados para financiar estos proyectos. Fondos que
administrados por una entidad perteneciente a la banca pública, se aplicará en
proyectos del sector privado de las telecomunicaciones, que serán evaluados con
criterio de eficiencia, con criterio económico y de rentabilidad.
Estamos convencidos de que debemos despertar
las energías que la
República Argentina atesora en el interior de su propia
sociedad. Sólo así obtendremos sustentabilidad interna y una credibilidad
exterior que pueda despertar interés en potenciales inversores que quieran
colaborar en esta reconstrucción, que no sólo es económica sino también
cultural y moral.
La capacidad de ahorro local será central en
el proceso de crecimiento sostenido que queremos generar, las inversiones
externas serán complementarias a este desarrollo de los mercados locales con
integración al mundo. Sólo si los políticos, los empresarios, los periodistas,
los economistas, los ciudadanos en general damos el paso de empezar a producir
los profundos cambios culturales que nos permitan creer en un proyecto de raíz
y contenido nacional, que nos permita proyectarnos al mundo, generaremos las
condiciones para dejar atrás un pasado de frustración.
Si los argentinos no creemos en nosotros
mismos, seguimos viviendo con las expectativas puestas en el exterior,
esperando de allí las soluciones, sin asumir nuestras culpas y los propios
errores que nos llevaron a la situación de la que intentamos denodadamente
salir, no tendremos futuro. El tener claros estos conceptos es el punto de
partida, pero la tarea será ardua y no está exenta de riesgos y peligros.
Debemos perseverar en el trabajo y escuchar permanentemente a la sociedad que
se expresa de diversos modos.
Pero que los argentinos debamos asumir
nuestras propias culpas por el ominoso pasado no exime de responsabilidad a
otros que contribuyeron al diseño del modelo que finalmente hizo estallar en
mil pedazos la economía argentina y que terminó aplastando gran parte de las
esperanzas de nuestro pueblo. El mundo fue testigo de la satisfacción que
algunos mostraban a tomar a la
Argentina como buena alumna, mientras aquí avanzaba un modelo
que permitía que se concentrara la riqueza, se incrementara la corrupción,
creciera la exclusión y a través de un gigantesco endeudamiento se hipotecara
el futuro de varias generaciones.
Por eso, cada uno asumiendo su cuota de
responsabilidad, es necesario que tengamos buena memoria, que no construyamos
un país amnésico. Con distintos nombres, estatización de la deuda, Plan Brady,
blindaje, megacanje, se transitó un camino que sostenían era la única vía.
Después vimos sí que era un camino de única vía, única vía a la pobreza, a la
destrucción del patrimonio nacional, a la paralización de la industria
nacional; única vía hacia el default, única vía hacia la exclusión, única vía
hacia el oprobio y la vergüenza nacional.
Es necesario que recordemos, no en un
ejercicio de autoflagelación colectiva, sino para no perdernos en polémicas
inútiles, para no perder nuestro tiempo que tenemos que dedicar a solucionar a
fondo los problemas de los argentinos. Como si emergieran de pronto a la vida
pública, sin historias y sin responsabilidades, vemos que algunos economistas y
periodistas insisten en reclamar, bajo el pretexto de que los inversores
externos esperan eso para venir, que se explicite un plan económico a la vieja
usanza. Pareciera ser que quieren jugar con las esperanzas y las expectativas
de un pueblo que aprendió a temerle a los grandes enunciados, llenos de frases
altisonantes y palabras difíciles, dichas con el propósito de disimular los
temas que enuncia. Estos minúsculos sectores de hablar difícil, cuando reclaman
un plan económico están en verdad pidiendo medidas concretas que respondan a un
plan hecho a la medida de los intereses de sus mandantes. Cualquier otra cosa
que se les conteste no les satisface. Sólo reclaman que se haga lo que
necesitan para que unos pocos cada vez puedan seguir ganando más y más fácil.
Si no se hace lo que ellos aconsejan, dicen que no hay plan. Con este
Presidente tendrán que acostumbrarse a ver en el Poder Ejecutivo a un hombre
que trabaja por el interés de todos, a un hombre que jamás será gerente de los
negocios que ellos imaginan como el camino más corto hacia las ganancias de sus
mandantes. .
Para ellos durante toda la década del 90
hubo plan económico, nadie les escuchó quejarse de que no hubiera plan. Es que
estaban aplicando el plan de ellos y de los intereses que representan. Ahora se
aplica el plan de los ciudadanos. Por eso las quejas. ¿O no han sido en nada
responsables de lo que nos pasó? ¿O es que de pronto no tienen nada que ver con
la concentración de la riqueza en cada vez menos manos? ¿Es que no se van a
hacer cargo de la corrupción que asoló a la patria? ¿Es que no tiene que ver la
existencia de aquel plan que aplaudían con la desocupación? ¿La exclusión
social no es un resultado de lo que para ellos era un buen plan? Señores, somos
pocos y nos conocemos mucho. La afirmación relativa a la ausencia de plan es
una de las tantas manifestaciones de presión que ejercen dos tipos de actores
claramente diferenciados. Por un lado están los que defienden intereses
sectoriales y particulares, que intuyen que las medidas para salir de la crisis
no favorecerán esos intereses. Por el otro lado se les suman los nostálgicos de
las medidas que devastaron a nuestro país, que tienen una posición
ideológicamente ligada a la experiencia de los noventa, que colapsó en el 2001
y nos retrotrajo hasta el subsuelo donde la Argentina está. No nos
molesta que representen y defiendan sus intereses de sector, ello es natural y
propio de la dinámica social. Tampoco nos incomoda que otros sigan creyendo en
la “teoría del derrame” y en las políticas económicas del Consenso de
Washington, pero por favor, un poco de decoro y de humildad. Y por sobre todas
las cosas, realismo.
Fueron esas formas de gestionar el Estado,
que fue cooptado por los intereses de grupo, y esas ideas de apertura
indiscriminada, endeudamiento interno y eterno, entre otras, las que hundieron
la producción nacional, destruyeron el trabajo de los argentinos, hipotecaron
el país y sumieron a millones de compatriotas en la miseria. Gracias a Dios los
argentinos tenemos memoria y recuperaremos el Estado para ponerlo al servicio
del interés común. No más funcionarios que actúan por presión o por comisión.
Nos alejamos de las posturas del ajuste por el ajuste mismo y siempre a costa
del bolsillo y del bienestar del pueblo.
¿Qué otra cosa que un plan económico es que
tengamos una clara política fiscal, monetaria y de ingresos; una política
social que busca dejar atrás el asistencialismo para promover el desarrollo
humano; la firme convicción de que el Estado debe suplir las carencias del mercado,
la férrea defensa del crecimiento impidiendo que ningún ajuste ahogue la
incipiente reactivación? En realidad todos lo sabemos, pasa que no tenemos el
plan de ellos. Ellos quieren que volvamos a las medidas y a loas políticas que
devastaron el país; quieren que volvamos al endeudamiento, al desguace de lo
que resta del patrimonio nacional, a los organismos de control al servicio de
las empresas que tienen que controlar. En síntesis, a lo que hemos vivido en
los últimos tiempos: la corrupción de la política para que les resulte más
fácil aplicar su plan con los políticos como lobbistas de sus intereses.
Ven con histeria que hablemos de inversión
pública a cargo del Estado, porque lo conciben como un gasto improductivo y no
les importa el trabajo que ella crea en su impacto en la vida cotidiana de
quien no tiene agua, pavimento, cloaca ni vivienda. No quieren políticos que
promuevan la inversión local porque no creen en la industria nacional ni en la
producción ni en el trabajo de los argentinos. El plan que reclaman es volver
al pasado y nosotros queremos y necesitamos cambiar. Es un hecho dado que
critiquen. Son fieles a su lógica, la lógica del país que tenemos que superar,
que dejar atrás, la lógica del pasado que no debemos dejar volver.
Nuestro plan es sostener una política fiscal
encaminada a mantener los más altos niveles posibles de inversión pública, sin
poner en riesgo el equilibrio de las cuentas públicas. El plan es mantener un
superávit primario que permita cumplir los compromisos internos, la deuda
social y afrontar racionalmente los pagos al exterior; la deuda externa en un
marco que no ahogue el crecimiento que necesitamos. Si nuestro país detiene el
crecimiento que ha iniciado, si se impide o traba de algún modo la reactivación
que ha comenzado, no sólo resultará negativo para quienes en él vivimos, los
acreedores deben entender que nuestro crecimiento es también para ellos la
única alternativa.
Queremos superar este año el 5 por ciento de
crecimiento del Producto Bruto Interno, en una ejecución plurianual nos
disponemos a destinar 4.500 millones a la inversión pública reactivante.
Estamos logrando sostener el crecimiento de la ocupación, que se elevó de mayo
a julio, en el 1.1 por ciento, acumulando desde octubre de 2002 a julio de este año el
mayor crecimiento del empleo de la década.
Es también parte de nuestro plan la política
de gasto público con transparencia con objetivos prioritarios en la educación,
ciencia y tecnología, la promoción social y la integración del territorio.
El plan en política monetaria tiene como
objetivo central asegurar la estabilidad de precios sin comprometer el nivel de
actividad económica ni de la ocupación. Y los números demuestran resultados.
La reestructuración, el fortalecimiento, la
búsqueda de mayor eficiencia del sistema financiero en su conjunto, de la banca
oficial en particular y de los mercados de capitales, son instrumentos de
aquella política y parte de aquel plan.
El plan se manifiesta en una política de
ingresos centrada en el funcionamiento de los mercados, con la menor
interferencia posible y la autorización de las facultades del poder público
para la corrección de las fallas del mercado en general.
Constituye parte del plan la lucha contra la
evasión y la elusión fiscal, fortaleciendo los organismos de recaudación y
logrando el crecimiento de la recaudación.
Durante el año 2004 se discutirá la relación
fiscal nación-provincias, para dictarse la norma de coparticipación
comprometida en la
Constitución de 1994 y no concretada hasta la fecha. Emergerá
de esa discusión la perspectiva del país integrado que buscamos concretar.
Y también es parte del plan el haber
entablado una negociación diferente con el Fondo Monetario Internacional, sin
pedir fondos frescos, buscando la fijación de objetivos cumplibles y sin
aceptar la imposición de recetas que puedan limitar las posibilidades de
crecimiento incipiente de nuestra economía. Reclamamos de ese organismo
multilateral que asuma la cuota de responsabilidad que le cabe por haber
alentado las políticas que hicieron explosión en el 2001. Negociamos con la
clara percepción de que representamos al pueblo argentino y no perderemos de
vista sus intereses.
Como vemos, no es que no haya plan, lo que
pasa es que el plan que hay no les gusta a esos raros capitalistas que se
declaran como tales pero no quieren ni creen en la competencia ni en el riesgo
empresario ni en las reglas claras y transparentes ni en el consumo masivo. Y
como no creen en la competencia ni en el riesgo empresario muchas veces se
aseguran prácticas monopólicas o rentabilidades exorbitantes en las
resoluciones y regulaciones del propio Estado. Y como no quieren reglas claras
y transparentes que permitan rentabilidades pero cuiden el derecho de los
usuarios y consumidores, quieren funcionarios, organismos y marcos regulatorios
a la medida de sus intereses. Raros capitalistas que no creen en el consumo
como motor de la economía y demandan achicamiento de salarios para mejorar
supuestamente la situación del país. ¿O será que propugnan un capitalismo donde
sólo consuman ellos?
No es que no haya plan económico, lo que no
hay son paquetazos, exabruptos ni lecciones diarias de economía. El plan es
construir en nuestra patria un capitalismo en serio, con reglas claras en las
que el Estado juegue su rol inteligentemente para regular, para controlar, para
hacerse presente donde haga falta mitigar los males que el mercado no repara,
poniendo un equilibrio en la sociedad que permita el normal funcionamiento del
país. Un capitalismo en serio, donde importen las reglas y la calidad
institucional; un capitalismo en serio que asuma riesgos y nutra nuestro
consumo a la vez que agresivamente coloque sus productos donde los necesite el
mundo; un capitalismo en serio, donde se combata el monopolio y la concentración,
para no ahogar las iniciativas de los pequeños y medianos emprendedores; un
capitalismo en serio donde se proteja al consumidor y al inversor con marcos
regulatorios explícitos y transparentes, y organismos de control impolutos.
Vivimos el final de un ciclo, estamos
poniendo fin a un ciclo que iniciado en 1976 hizo explosión arrastrándonos al
subsuelo en el 2001. Queremos iniciar un nuevo ciclo virtuoso construyendo un
capitalismo en serio, que no puede sino respetar las instituciones de la
democracia, los derechos humanos y la dignidad del hombre; un capitalismo en
serio, en donde valga la pena esforzarse, arriesgar, emprender y ganar.
Debemos desde aquí integrarnos al mundo,
para prestigiar de tal modo nuestros productos que en el mundo se pueda decir
“está bien hecho, está hecho en la
Argentina ”.
A estos sueños y realidades he venido a
convocarlos. Estoy seguro que esta iniciativa que aquí anunciamos se
multiplicará por cientos, por miles. Tenemos que trabajar con alegría los
argentinos, porque tenemos que construir el camino correcto, porque tenemos un
plan nacional, porque vamos obteniendo resultados y estamos dando crédito a las
nuevas ideas, como la de este fideicomiso. Eso sí, crédito a tasas de un solo
dígito.
Realmente, queridos amigos, quería expresar
estas ideas y hacerlo en esta querida casa que me vuelve a albergar por tercera
vez, con afecto y con respeto. Lo quería decir porque sé que por ella
diariamente circulan hombres de negocios, de empresas, comprometidos
permanentemente con la realidad nacional, y porque además sé que ustedes, como
nosotros, piensan que la constitución y elaboración del perfil de país que
tenemos que construir, del plan económico que tenemos que consolidar, de la Argentina que
internamente debemos hacerla sustentable e integrarla externamente, debe ser
hecho con el pensamiento plural y claro de todos aquellos actores que a pesar
de todas las cosas que pasaron siguen confiando en este país, en la economía de
este país e invirtiendo en este país.
Por eso les agradezco profundamente la
posibilidad de poder participar hoy con ustedes, de poder expresar estas ideas,
y estamos absolutamente dispuestos a escuchar permanentemente, a debatir en la
síntesis de encontrar verdades superadoras que nos contengan; a tener la valentía
de la pluralidad y a darnos cuenta de que por creer en un tiempo de la historia
que había un plan único, una vía uniforme, que la verdad salía de un solo lado,
hemos visto la angustia de los argentinos muchas veces. De argentinos como
ustedes que invertían con seriedad y responsabilidad sus propias inversiones,
su propia credibilidad de país, y cuando aparecía en una pantalla de televisión
un nuevo plan, con una nueva idea cambiando todos los días, se ponía en riesgo
el trabajo de años. Queremos volver a una Argentina previsible, con reglas de
juego claras, donde nadie se levante con una sorpresa al otro día que le tire
el trabajo de los abuelos, de los padres, que durante años creyeron en la Argentina. Esta es
la Argentina
que queremos ayudar a construir en este tiempo de la historia.
Muchísimas gracias.
NESTOR KIRCHNER
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