DISCURSO EN EL ACTO
DE ANIVERSARIO DE LA
CREACIÓN DEL MERCOSUR, REALIZADO EN LA CIUDAD DE IGUAZÚ
Néstor Kirchner
[30 de Noviembre de
2005]
Queridos amigos y ex presidentes, doctor
José Sarney y doctor Raúl Alfonsín, un placer contar con ustedes en esta
reunión; señor gobernador de la provincia de Misiones, querido amigo Carlos
Rovira; señor gobernador de la provincia de Córdoba, querido amigo José Manuel
De la Sota ;
autoridades de ambas naciones; señoras, señores: hoy compartimos un encuentro
que esperamos pueda representar un hito en la historia de la relación bilateral
de nuestros países; creemos que dará inicio a un nuevo momento de la inquebrantable
definición a favor de nuestra sociedad estratégica basada en la amistad y en la
fraternidad de ambos pueblos.
Hasta 1985la Argentina y Brasil
compartieron una larga historia que fluctuó entre momentos de interesada
asociación y de injustificada rivalidad. Haber reconocido la necesidad de dotar
a la relación de una mayor calidad y cohesión apostando a la construcción de
una sociedad estratégica, fue la visión de estadistas que hoy les reconocemos
que tuvieron los presidentes Raúl Alfonsín y José Sarney.
Hasta 1985
Ellos supieron ver, aún en un contexto
mundial bipolar y maniqueo, que la democracia y la paz de la región podían ser
una construcción propia. Hoy conmemoramos 20 años de aquel paso fundamental que
interpretó la madurez y la confianza alcanzadas por nuestras sociedades.
El 30 de noviembre de 1985 Argentina y
Brasil llevaron al plano de la relación bilateral la opción categórica por la
institucionalidad democrática. A la vez, se reconocieron como pueblos hermanos
destinados a transitar juntos el devenir de la historia.
Las dos décadas transcurridas no han estado
privadas de momentos de generalizado optimismo y otros de dudas
desconcertantes, sin embargo el hermanamiento de nuestros pueblos ha mantenido
el proceso en marcha, acrecentándolo paulatinamente.
Es que una cosa es decir sobre la
integración y otra cosa es dar los muchos pasos que necesitamos para
integrarnos. Sin embargo, en 20 años las relaciones entre nuestros países han
dado un vuelco que no tiene precedentes en el continente americano.
Es preciso calibrar con justicia lo mucho
que argentinos y brasileños hemos logrado en ese período; superamos la
desconfianza, descartamos nuestras mutuas hipótesis de conflicto, abrimos y
compartimos nuestros respectivos desarrollos nucleares, permeamos nuestras
ricas culturas e iniciamos un proceso de integración que incluye a nuestros
hermanos uruguayos y paraguayos y que está destinado a convertirse en el pilar
de la integración sudamericana.
La comunidad internacional reconoce nuestra
determinación por cultivar la paz y por descartar el armamentismo, nuestra
irrenunciable vocación democrática y nuestro rechazo y combate contra el
terrorismo, los fundamentalismos y la intolerancia.
Argentina y Brasil comparten el mérito y el
orgullo de ser los artífices originarios y categóricos de una zona de paz,
libre de armas nucleares y químicas donde las diferencias son entendidas como
resultado natural de la convivencia dinámica entre las comunidades y no como la
antesala para la definición de un enemigo.
Mientras en gran parte del mundo las agendas
aún tienen entre sus prioridades la resolución de conflictos armados o con la
potencialidad de serlo, en nuestra región estos temas han desaparecido de las
consideraciones de sus dirigentes y poblaciones.
El común sufrimiento durante las épocas
oscuras de la doctrina de la seguridad nacional nos ha fortalecido en nuestro
accionar en favor de los derechos humanos y también somos claros y concluyentes
en la lucha contra la inequidad y la injusticia, anhelando la superación de la
pobreza en nuestros pueblos.
Sin embargo, no podemos ignorar que tal
definición fue relegada por algún tiempo y la integración regional fue
entendida sólo parcialmente desde una visión económica y comercial. Integrar
nuestras economías y enriquecer nuestro comercio es imprescindible. De ello no
caben dudas pero la dirección y el sentido que se le dé depende de los objetivos
políticos que como región definamos.
Los altibajos y los largos períodos de
incertidumbre y estancamiento vividos durante la década pasada, nos han
recordado el sentido primario del proyecto integrador. Nuestros gobiernos
recuperaron el valor de los principios políticos a través del Consenso de
Buenos Aires y el Acta de Copacabana, definiendo un rumbo, otorgándole una
perspectiva regional a nuestras políticas públicas y expandiendo la integración
a todos los sectores de la sociedad.
Hemos sido testigos y protagonistas de la
fuerza que toman nuestros principios y reclamamos cuando los enarbolamos en
conjunto. La reforma de la actual arquitectura financiera internacional, el fin
de los subsidios y las barreras comerciales de los países más desarrollados que
perjudican nuestro comercio, el canje de la deuda por educación y la convicción
de que la creación de trabajo es la mejor herramienta para terminar con la
pobreza, son algunos de ellos y han sido plasmados en la reciente Declaración
de Mar del Plata, gracias al tesón, a la unidad y solidaridad de las naciones y
pueblos del MERCOSUR.
Estos 20 años han dado origen también a un
intercambio comercial sin precedentes entre ambos países, sirviendo a nuestros
exportadores como plataforma hacia una producción a mayor escala y como base de
un aprendizaje integracionista.
La relación económico comercial es un
ejercicio permanente en el que seguimos trabajando día a día con el fin de
superar los obstáculos que aún subsisten y dificultan el acceso recíproco a los
mercados. Es una práctica no exenta de dificultades, de inconvenientes
derivados de la existencia de estructuras productivas diferentes, con
necesidades y complejidades propias, con problemas de carácter coyuntural y
también estructural.
Una integración productiva eficiente que
permita dotar de mayor valor agregado a nuestras exportaciones requiere un
trabajo mancomunado, coordinado y signado por el objetivo de entender que
podemos salir juntos al mundo a colocar nuestros productos; en definitiva, es
preciso el compromiso de ambos países, la capacidad de entender la situación de
cada uno de ellos en su búsqueda de un crecimiento sostenido y equitativo.
Este renovado impulso y compromiso de unión
entre nuestros países nos reúne a quienes apostamos a la integración regional y
a un MERCOSUR enérgico, dinámico, desde donde construir un espacio único en
nuestra América del Sur en el que las fronteras no sean más que una referencia
cartográfica.
Nuestro gran desafío del día es asumir
plenamente la responsabilidad de respuestas al reclamo por una integración
regional beneficiosa para todos, que sea palpable en todos los ámbitos y que se
traduzca en mayores posibilidades y mejores condiciones de vida para argentinos
y brasileños.
Pero la integración no puede constituirse en
una eterna teoría, sólo apta para ser declamada en encuentros protocolares,
beneficios simétricos, mecanismos flexibles, graduales y progresivos deben ser
cosas prácticas y palpables, creadoras de empleo y generadoras de equidad y
bienestar para nuestros pueblos.
Nuestra integración no puede significar una
especialización donde un país crezca en materia industrial y el otro en el
papel proveedor de bienes agrícola ganaderos. Economías modernas y competitivas
rechazan la idea de una integración sólo intersectorial, debemos proponernos y
alcanzar una integración y especialización hacia el interior de los sectores en
los que exista mejor posibilidad de complementarse para que cada uno de
nuestros países desarrollen plenamente las diferentes ramas de la industria y
del sector agropecuario, especializándose en algunos productos dentro de cada
una de ellas. En esta línea debemos dar un contenido actual a nuestra sociedad
estratégica y convertirla en una realidad visible para ambos pueblos.
Así como los primeros 20 años fueron un paso
trascendente para la aproximación de las grandes políticas, esta nueva etapa
debe estar orientada a poner a disposición de los ciudadanos los beneficios del
proceso integrador. Nuestra meta prioritaria es la consolidación de una integración
amplia y efectiva, que ofrezca un mejor porvenir para los habitantes de
nuestros países.
Hace 6 meses encomendamos a los cancilleres
Bielsa y Amorim a promover un proceso de reflexión y evaluación, que diera
lugar a un plan que le devuelva la energía fundamental para el funcionamiento
del MERCOSUR y que consolide política, institucional, económica y
estructuralmente la relación del MERCOSUR.
Así fue como surgió el acuerdo de Brasilia,
estableciendo un programa de profundización, actualización y aceleración de la
relación bilateral, con vistas a celebrar protocolos sobre temas específicos.
En tal sentido, los cancilleres, sus equipos y las administraciones de ambos
países están llevando adelante un encomiable trabajo, abarcando una amplia
variedad de temas de significativa importancia.
Así como los 24 protocolos derivados de la Declaración de Iguazú
de 1985 motivaron la relación bilateral, durante los siguientes 20 años los
acuerdos que surjan de este trabajo conjunto deberán fijar los lineamientos que
guiarán y enriquecerán el vínculo entre la Argentina durante las próximas décadas. A partir
de ellos, se establecerán ejes estructurales que cimentarán nuestra sociedad
estratégica en particular impulsando acciones concretas cuyos resultados sean
aprovechados por ambas poblaciones.
Se abarcarán temas tales como la provisión
de energía, la facilitación y expansión del comercio; el establecimiento de una
infraestructura que mejore las comunicaciones; la ampliación del nivel de
conocimiento recíproco de nuestras sociedades a través de la cultura y la
educación; la integración productiva; la facilitación de las condiciones de
residencia y de circulación de las personas, una más eficiente vinculación de
las comunidades de frontera, y el desarrollo científico y tecnológico entre
otros.
Nuestros pueblos nos marcan un rumbo y la
historia nos exige un compromiso de acción permanente. En esta nueva
declaración de Iguazú asumimos ese compromiso de cooperación mutua.
De este modo nos responsabilizamos por los
desafíos y trabajos que tal compromiso conlleva, el cual representa una
obligación con nuestro futuro, pero también con el legado de los últimos 20
años. Lo hacemos con alegría, con convencimiento y con confianza en un porvenir
de unidad, paz, desarrollo y solidaridad.
El pueblo argentino y el pueblo brasileño
nos honran con la posibilidad de ser protagonistas destacados de un momento
fundamental de la vida de nuestros países, en el que la democracia, el
desarrollo y la integración conforman un círculo virtuoso.
Esperamos, querido amigo presidente Lula, de
todo corazón, poniendo todo nuestro intelecto, toda la vocación integradora que
tienen Argentina y Brasil, poder lograrla entre nuestros países y demostrarles
a aquellos que son pesimistas y a veces no alientan la integración y creen que
el futuro de Argentina y Brasil está en competir mutuamente entre nosotros.
Estoy totalmente convencido que tanto usted, como en el caso nuestro, estamos
absolutamente decididos a poder demostrarle a la historia que Argentina y Brasil
van a crecer juntos, se van a integrar, vamos a superar las asimetrías, vamos a
tener la madurez y la responsabilidad de encontrar un salto cualitativo en la
compensación clara y concreta de los intereses que tenemos, y esa unidad de
Argentina y Brasil en lo político, en lo social y en lo económico, y en la
madurez de entender el mundo que viene, va a ayudar a que nuestra región pueda
dar un salto cualitativo. Porque los argentinos y los brasileros tenemos una
gran responsabilidad con nuestros pueblos, pero también debemos tener un gran
grado de solidaridad con aquellas naciones que nos acompañan y que creen que en
el desarrollo de Argentina y Brasil está su propio desarrollo.
Por eso no tengo ninguna duda que a lo que
iniciaron allá en 1985 el doctor Alfonsín y el doctor Sarney en nombre de
nuestros propios pueblos, nosotros le vamos a poder dar un paso cualitativo y
una síntesis muy importante para lograr los acuerdos que muchos creen
imposibles.
Frente a los sueños de aquellos que piensan
en un mundo distinto, donde pensaron que por allí pasa por integrarnos con
otros sectores y competir entre nosotros, yo creo que América se tiene que
integrar a América, que Argentina y Brasil se tienen que integrar, tenemos que
superar las dificultades en el trabajo cotidiano, con toda nuestra fuerza
intelectual, nuestra capacidad de racionalidad, para demostrar que somos
capaces de integramos en América primero, integrarnos en el MERCOSUR, para
discutir nuestra integración con los distintos bloques del mundo.
Querido amigo, presidente Lula, yo confío
profundamente en usted, sé que lo vamos a lograr y sé que su vocación es la
misma.
También si usted me permite quiero
agradecerle profundamente el acompañamiento de Brasil, de Uruguay y de
Paraguay, en una decisión absolutamente consensuada, absolutamente valorada por
las condiciones que tiene quien va a pasar a ser el nuevo presidente la Comisión de
Representantes Permanentes, que es el ex vicepresidente de Argentina, el señor
Carlos Alvarez.
Agradecemos totalmente el acompañamiento y
la confianza que nos han brindado, tanto su Gobierno como el querido Nicanor
Duarte y Tabaré Vázquez. A todos muchas gracias, estamos muy felices de estar
en este querido pueblo de Iguazú, al que queremos mucho y da muchísima suerte, cada
vez que vine a Iguazú siempre nos fueron mejor las cosas y a mí también, voy a
venir muy seguido.
Muchísimas gracias.
NESTOR KIRCHNER
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