DISCURSO EN LA 52°
CONVENCIÓN ANUAL DE LA
CÁMARA ARGENTINA DE LA CONSTRUCCIÓN ,
CELEBRADA EN EL TEATRO SAN MARTIN, BUENOS AIRES
Néstor Kirchner
[9 de Noviembre de
2004]
Señores gobernadores, señor presidente de la Cámara Argentina
de la Construcción ;
señor ministro de Planificación Federal, Inversión Pública y Servicios;
autoridades nacionales y provinciales; señor secretario general de la UOCRA ; señores empresarios;
señores representantes de entidades de la construcción; señoras y señores: en primer
lugar quiero agradecer la oportunidad que nos brindan de compartir con ustedes
otra convención anual de esta cámara.
Es para nosotros importante poder referirnos en este marco a la situación anual de nuestra patria, sin olvidar el punto de partida, intentando además desentrañar los caminos que nos falta recorrer. Es interesante que analicemos, para ir introduciendo mejoras, qué obstáculos encontramos en la tarea y cuál es el mejor camino para vencerlos.
Es para nosotros importante poder referirnos en este marco a la situación anual de nuestra patria, sin olvidar el punto de partida, intentando además desentrañar los caminos que nos falta recorrer. Es interesante que analicemos, para ir introduciendo mejoras, qué obstáculos encontramos en la tarea y cuál es el mejor camino para vencerlos.
Creo que tenemos motivos para ser
racionalmente optimistas. No lo digo sólo por lo que indican las estadísticas y
los números de la economía o del sector de la construcción, creo que existen
razones más profundas. Es como si los argentinos estuviéramos recuperando la
memoria de las mejores épocas, es como si estuviéramos dejando atrás una larga
noche.
Cada vez más avanzamos contra la idea del
“no se puede”, recuperamos la autoestima y empezamos a creer en nuestra
potencialidad, nuestra capacidad creativa, nuestro trabajo. No es que se hayan
borrado las dificultades ni que se hayan superado los obstáculos, pero
empezamos a tener la convicción de que con dedicación y esfuerzo los podemos
superar o vencer. Cada vez más argentinos aceptan la evidencia verdadera del
fracaso de la teoría del “derrame de la riqueza” que nos hizo dilapidar
oportunidades. Muy pocos quedan dispuestos a sostener que el mercado por sí
solo reduce los niveles de pobreza. Se advierte cada vez más claro que un país
con fuerte inequidad reduce la pobreza en menor magnitud que otro con una
distribución más igualitaria.
Cuando expresamos que estábamos ante la
oportunidad histórica de diseñar un proyecto nacional, un modelo de nación
integrada en sus diversas regiones que desde un capitalismo serio se plantee
otorgar oportunidades de trabajo y bienestar, al tiempo de integrarse con
inteligencia al mundo, no nos equivocábamos. En consecuencia los logros que hoy
podemos lucir ratifican el camino adoptado. Estamos ganando la batalla contra
la idea de que lo argentino no vale, estamos empezando a creer en nosotros y
estamos transitando el camino de la construcción de aquel país que soñamos.
No en vano reclamamos a los organismos
multilaterales de crédito que respeten la autonomía de nuestras decisiones, no
en vano nos resistimos a creer que las recomendaciones de los funcionarios y
técnicos de esas entidades son la acertadas y razonables en todas las
circunstancias. Estamos comprometidos, sin ambigüedades, a mantener la
responsabilidad fiscal y a modificar las políticas que ocasionaron más problemas
y más pobreza en nuestro país.
Sabemos que los argentinos vamos a superar
nuestras dificultades en un marco de unidad en la diversidad. No será tarea de
un solo gobierno ni tarea solitaria del gobierno, debemos concatenar los
esfuerzos del gobierno y la sociedad, de los empresarios con sentido nacional,
de los intelectuales, de nuestra clase media, de los trabajadores, con un
profundo sentido de patria y con un criterio moderno y audaz de defender lo
nuestro.
El desafío es lograr sustentabilidad interna
para construir desde ella una base sólida de integración al mundo. Tenemos que
disminuir drásticamente los niveles de exclusión y desigualdad para que los
argentinos más sumergidos puedan ver en este nuevo modelo la posibilidad de su
trabajo y su bienestar. Mejorar la calidad de las instituciones, mejorar la
calidad de vida de nuestra población erradicando el hambre más urgente y la
pobreza extrema, disminuir los índices de desempleo y terminar con las
situaciones de extrema desigualdad, ayudará a dar firmeza política a este
proyecto nacional.
El mundo enseña que no puede haber
democracia sostenible con exclusión social. La economía argentina real otorga
señales positivas y auspiciosas, resultado de políticas que aplicamos, ya que
hemos disminuido 10 puntos el porcentaje de población que se ubica bajo la
línea de pobreza. No se registran antecedentes de una baja tan pronunciada en
tan corto plazo. Debemos recordar que asumimos hace un año y medio; sólo en el
último año 3 millones 200 mil personas dejaron la pobreza y 3 millones 600 mil
personas dejaron la indigencia.
El manejo fiscal responsable, la correcta
política monetaria, el resultado de la lucha contra la evasión, el incremento
de la recaudación, el mayor nivel de reservas, la baja inflación, las tasas de
interés en baja, el cambio realista y flexible acompañan un crecimiento
sostenido de la economía. Es en ese marco de responsabilidad fiscal que hemos
logrado mantener un importante superávit fiscal, pero no a costas de desatender
las necesidades de nuestro desarrollo. Sabemos que no cualquier superávit es
defendible, cuando los superávit se logran merced a la disminución del gasto
social o a la eliminación de inversiones en infraestructura física el superávit
pierde virtuosidad. Desatendiendo a los que necesitan o relegando la creación
de infraestructura se termina por hacer de algo bueno un instrumento de
desequilibrio político, social y económico negativo para el país y negativo
para el funcionamiento de la economía.
Pero a pesar de las buenas señales y la
realidad de la mejora económica nos quedan obstáculos por superar. Se trata de
obstáculos que no serán imposible de superar, pero que dificultan la velocidad
del avance que pretendemos. Tienen sus raíces en la negra noche que venimos
superando, en nuestra historia reciente, en el verdadero desguace sufrido por
el Estado que ha dejado secuelas que hoy dificultan. El modelo de exclusión
tenía como beneficiarios concretos a intereses que no quieren de ningún modo
ceder su lugar de privilegio. Quedan enquistados en sectores que no comprenden
aún la nueva situación procederes típicos de la vieja Argentina, obstáculos que
superaremos con nuestro esfuerzo y que evidencian la necesidad del cambio
cultural que entre todos concretaremos.
El Estado debe vencer su propia inercia y
desactivar los instrumentos burocráticos que retrasan y lentifican las
inversiones públicas. Es que años de desinversión estatal no sólo crearon
atraso y pobreza, se anquilosaron las estructuras estatales y se perdió la
capacidad para acelerar los procesos. Durante años se prepararon las
estructuras para el desguace y la venta de los activos estatales y hoy que
necesitamos que el Estado invierta se hace muy lento el proceso que lleva a
concretar la inversión pública.
Los intereses favorecidos por el viejo
modelo que debemos superar no han sido vencidos íntegramente y pugnan por
obstruir, por impedir y por desalentar; utilizan toda su capacidad para activar
la defensa de una vieja Argentina de prebendas y privilegios que durante décadas
les ha favorecido solamente a ellos. Sin embargo es una cuestión de
supervivencia impedir que eviten esta nueva construcción. Debemos sumar a esos
obstáculos el hecho de que algunos, creyendo ya superadas todas las
dificultades del país, se dejan engañar por el espejismo de la ganancia fácil.
Recurrir al simple incremento de precios en base a la importante demanda que
existe en vuestro rubro, en vez de apostar al crecimiento con inversiones para
producir más, es dejarse engañar por un espejismo. Los que así actúen quizás en
el muy corto plazo obtengan en alguna circunstancia mayor ganancia, pero si no
incrementan su productividad perderán la posibilidad de conservar su lugar en
la industria por caída de su competitividad.
La suba del consumo de los insumos para la
construcción puede generar esa posibilidad de incrementos. Ha crecido el
consumo del asfalto en un 33,2 por ciento; el del cemento en un 18,6 por
ciento; la fabricación de productos siderúrgicos no planos – entre los que se
destacan el de hierro redondo para hormigón – creció un 16 por ciento y el
consumo de pinturas para la construcción un 17,5 por ciento. El mercado interno
del vidrio para la construcción creció en setiembre un 20 por ciento. Algunos
se dejan tentar, dudan y se dejan llevar por el facilismo de incrementar
precios aprovechando la mayor demanda, entre ganar mucho en un corto plazo y
ganar mercado y solidez por inversión no deberían dudar. Pensar en el conjunto
sería la mejor manera de defender el interés propio, es ese el punto que
nuestro empresariado debe fortificar.
Como vemos no son obstáculos insuperables,
pero que existen, existen. Que nadie crea que será fácil, lo malo sería actuar
con la impunidad de creer que esos problemas no existen.
No sólo estamos los argentinos superando una
de las tantas crisis, estamos echando las sólidas bases de un nuevo país. Un
nuevo país más inclusivo con más equidad y justicia social. Estamos haciendo de
la Argentina
un país serio, un país normal. Las inversiones productivas ayudarán a esa construcción
colectiva. Por lo pronto hemos vuelto a planificar obra pública, que es mano de
obra de trabajadores argentinos; obra pública es mejor calidad de vida para
todos, obra pública es integración verdaderamente federal. Con obra pública
tendremos una mejor base para el desarrollo de las actividades privadas, para
el comercio, para el turismo. Estamos rescatando los pueblos de su abandono y
creceremos sobre la base de darle valor a nuestro trabajo genuino.
Hablamos de algo que todos podemos palpar, no
es necesario saber de economía para darse cuenta de las mejoras de las
variables. Basta ver la reapertura de fábricas, el incremento del número
argentinos que venden al exterior, los caminos y edificios en construcción, el
incremento de los medianos y pequeños productores integrados al sistema, la
generación de nuevas cooperativas y tantas otras iniciativas que se desarrollan
por doquier.
Los sectores productores de bienes crecieron
en un 14 por ciento y de ellos la actividad de la construcción creció ya un 27
por ciento durante nuestro gobierno. Debemos actuar para reforzar la inversión
productiva, que está en un nivel cercano al 18 por ciento del PBI,
recuperándose tras la crisis pero que resulta todavía insuficiente para un
crecimiento duradero y sostenible en el tiempo. El Estado es el primero en dar
la señal, la inversión de obra pública compuesta por inversión directa en
construcciones y transferencia de capital para esa finalidad incrementan el
presupuesto para el 2005 en un 54,1 por ciento, ya que los 4.664 millones del
año actual pasaron a sumar 7.153 millones. La inversión real directa en
construcciones supera un 50,6% la vigente. Las transferencias para gastos de
capital a las provincias se incrementan en un 55,4% respecto del año actual.
Las obras financiadas con los fondos fiduciarios vial e hídrico crecerán un
72,2% y un 45,8% respectivamente. El crédito asignado a la Dirección Nacional
de Vialidad se verá incrementado en 62% y el Programa de Desarrollo Urbano y
Vivienda aumentará un 119,8%.
Seguirá la tendencia ascendente de la
inversión pública. En el 2002 se invirtieron 1.271 millones, en el 2003, 1707
millones y en el 2004 hay 3265 previstos, se ejecutaron ya 2.169 millones. Lo
que implica al 31 de octubre una ejecución del 65% del crédito vigente. Tenemos
presupuestado para el 2005 ejecutar 4.553 millones.
A las casi 37 mil viviendas y 9 mil
soluciones habitacionales que tienen en ejecución las provincias argentinas,
nuestro Plan Federal pretende sumarle 120 mil más, de las que esperamos terminar
casi 60 mil en el 2005. Pusimos en marcha el plan de mejoramiento de 140 mil
viviendas de las que estamos licitando ya 40 mil.
En el programa Más Escuelas, Mejor Educación
se encuentran en un proceso de licitación 192 a un costo de 201 millones, y se prevé
sumarles otros 198 millones para concretar en el 2005 otras 250 escuelas más.
94 obras hídricas y de control de
inundaciones, con una inversión de 857 millones; obras de saneamiento básico
por 107 millones; obras de mantenimiento asegurado de 25 mil kilómetros de
nuestras rutas, un 83 por ciento del total. 215 obras licitadas, lo que
totalizará una inversión de 4.510 millones de pesos, lo que habla por sí de la
importancia que ha cobrado la obra pública en el proceso de reactivación.
Propongo entonces que en nuestro análisis no
perdamos la perspectiva para advertir de dónde venimos y hacia dónde vamos.
Cuando asumimos el gobierno enfrentamos el dilema de una Argentina postrada y
empobrecida, con asombrosos niveles de indigencia y desigualdad, estábamos en
el fondo de una recesión que duraba desde 1998, la más larga desde la gran
depresión del año 30. Casi aislados del mundo, colosalmente endeudados, al
punto de poner en riesgo la mínima credibilidad internacional. Continuamente
acosados por acreedores de toda latitud y fuertemente preocupados por la
situación de disgregación interna que existía entonces, bajo la constante
presión de organismos que por lo menos compartían la responsabilidad de la
debacle con los personeros del fracaso erigidos en fiscales, y sin embargo nos
pretenden y pretendían exigir cada día más. La contundencia de las cifras, la
cotidiana realidad de nuestras vidas, los hechos que los argentinos vamos
concretando, venciendo los obstáculos que se nos presentan, nos dan motivo para
un optimismo realmente racional.
No se trata de caer en exitismos, no debemos
pasar del más pernicioso derrotismo a la exuberancia de un optimismo
irracional, se trata de ser cautos pero firmes, se trata de aprender a
revalorizar en su justa perspectiva el hecho de que los argentinos seremos
capaces de resurgir. Estamos logrando progresos y deberemos aprovechar para
consolidar nuevas oportunidades de negocios en todos los campos integrarnos al
mundo de un modo que nos convenga, para que los argentinos vivamos mejor, en
paz y logrando prosperidad e inclusión para todos.
En los comienzos de nuestro gobierno, cuando
todo caía en derredor, la República Argentina estaba criticada y ausente de
los mapas de inversores de todo el mundo. En los próximos 30 días tendremos el
gusto de recibir en nuestra patria a los señores presidentes de Corea del Sur,
de la República
Popular China -más allá de la novela- de Vietnam, de Israel,
de Pakistán, a los Reyes de España y al Rey de Marruecos. Asia y el norte de
Africa, el Medio Oriente y Europa miran a la Argentina como una
oportunidad de inversión, asociación y progreso compartido, más de la mitad de
la población del mundo representada en nuestro suelo por sus más altas
jerarquías, es toda una inmensa oportunidad. Estará en nosotros, el Estado y el
pueblo argentino, en sus empresarios, lograr que ese interés que muestran hoy
por nuestra patria fructifique en trabajo y oportunidad de bienestar para los
que aquí estamos. Estamos recuperando paulatinamente nuestra proyección internacional;
somos, y lo volvemos a repetir como el año pasado, racionalmente optimistas,
como lo dijimos durante la exposición reciente.
Creemos realmente que la Argentina y los
argentinos debemos recuperar rápidamente nuestra autoestima, es hora de darnos
cuenta de que lo argentino no es lo que nos quisieron hacer creer durante la
última década fundamentalmente, donde todo lo nuestro, el trabajo argentino, la
inversión argentina, los empresarios argentinos, la clase media argentina, la
clase trabajadora argentina somos de lo peor, como nos decían en el mundo; por
el contrario, somos respetados en todos lados, nuestros técnicos, nuestros
profesionales, nuestros intelectuales. Tenemos que reconstruir fuertemente
nuestro empresariado nacional que fue devastado en la década pasada y también
entender que para que un país se pueda consolidar y pueda crecer tiene que ser
administrado con absoluta responsabilidad y racionalidad.
El déficit cero, el superávit de cualquier
manera, a costa de disminuir la inversión y el gasto social o disminuir la
inversión pública, que para algunos es un costo que debe ser eliminado en los
presupuestos nacionales porque ese costo nos produce retroceso, son teorías que
definitivamente tienen que ser alejadas en nuestras ideas, que realmente no
resisten el menor debate porque haberse alejado, haber practicado esos
conceptos nos llenó de pobres, de indigentes, de gente sin trabajo.
Ustedes verán que en el próximo anuncio del
desempleo hay una nueva baja interesante e importante del mismo, una importante
baja del desempleo, y esto es fruto de las importantes inversiones privadas, de
la importante inversión pública y de que los argentinos estamos recuperando el
sentido de que nosotros también podemos desarrollar nuestro país. Queremos integrarnos
al mundo pero queremos desarrollar la Argentina , queremos integrarnos al mundo pero
queremos empresarios nacionales, queremos integrarnos al mundo pero queremos
trabajadores argentinos que tengan trabajo; queremos integrarnos al mundo pero
con competitividad y posibilidades de acceder a todos los mercados.
Esto va más allá de cualquier visión
ideológica, va más allá de cualquier diferencia natural que podamos tener los
argentinos, tenemos que entender que la construcción de la patria y de un país
para todos no puede agudizarse en las contradicciones de la diversidad de
matices, la diversidad de matices está cuando se discute quién tiene la
iniciativa de gobierno y qué perfil debe tener un determinado gobierno. Cuando
se gobierna y se ejecutan políticas tenemos que pensar en la construcción de un
país que nos contenga a todos. Una Argentina fuerte es la única forma en que
vamos a poder seguir resolviendo todos nuestros problemas.
Les agradezco profundamente a los
empresarios de la construcción, muchos de ellos apostaron en momentos muy
difíciles de la
Argentina. Empresas distribuidas por todo el país, empresas
chicas y grandes, que tuvieron que soportar momentos en los que el Estado no
pagaba nada, donde el Estado llamaba a rescindir y achicar los planes de obras
para poder resolver de alguna manera los contratos que los unían. Creo que esa
página de la historia entre ustedes que apostaron y siguieron creyendo en la Argentina , en la que no
vendieron las máquinas que les quedaban, en la que no vendieron la esperanza de
seguir creyendo en un empresariado nacional, en la que no vendieron los sueños
de que la construcción ayuda a cambiar, a dar trabajo y dignidad social,
realmente les agradezco fuertemente porque es un gesto que todos los argentinos
debemos valorar. Igual que a los trabajadores de la construcción que fueron
grandes víctimas, quedaron en un determinado momento casi 80 mil trabajadores
nada más en el rubro con su libreta de la construcción y hoy están rondando los
250, 280 mil trabajadores, porque fueron castigados fuertemente por las
políticas que nos tocaron soportar.
Señoras y señores, es un alto honor estar
aquí, quería estar aquí, estuve como gobernador en un momento muy difícil,
compartimos juntos las esperanzas de una Argentina distinta y hoy me toca estar
como presidente, por eso les agradezco profundamente la posibilidad de
compartir con ustedes, que ese sueño de construir la Argentina juntos hoy lo
estemos concretando. Muchísimas gracias.
NESTOR KIRCHNER
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