enero 18, 2014

Discurso de Fidel Castro en el acto de graduación de 250 médicos (1964)

DISCURSO EN EL ACTO DE GRADUACION DE 250 MEDICOS, CELEBRADO EN EL TEATRO DE LA CTC REVOLUCIONARIA
Fidel Castro
[10 de Septiembre de 1964]

― Departamento de versiones taquigráficas del Gobierno revolucionario ―

Compañeros graduados; Compañeros estudiantes:
Con este sencillo y emocionante acto celebramos la graduación de 250 nuevos médicos, y el significado de esta nueva promoción de médicos es grande para la Revolución, porque señalan un camino, señalan una marcha —aunque no exenta de dificultades— victoriosa, hacia adelante. Doscientos cincuenta médicos nuevos significan mucho para el pueblo, porque son 250 médicos para el pueblo.
Antes una graduación significaba mucho para el estudiante, para el graduado, para sus familiares, y podía significar mucho o podía significar nada para el pueblo. En las condiciones en que se formaba la juventud en otros tiempos, no por culpa de ellos pero sí en virtud de las condiciones que rodeaban su vida, otros eran tal vez los sentimientos, las aspiraciones, los pensamientos, en un día como hoy; se vinculaba todo su esfuerzo hacia un futuro estrictamente personal. Y hoy todo ese esfuerzo se vincula hacia un futuro de la nación, del pueblo.
Y pienso que — sin género de dudas de ninguna clase— el entusiasmo, el sentido humano que anima a estos compañeros, tiene que ser indiscutiblemente muy distinto.
Para todo el país es una buena noticia, pero sobre todo para aquella parte del país para quienes el médico constituía muchas veces algo inalcanzable y en algunas ocasiones un personaje nunca visto, esta graduación es todavía una más importante noticia. Y por eso nos pareció muy justa y muy natural esa carta que, a nombre de los campesinos, le dirigieron a los graduados de hoy, porque precisamente los primeros que van a recibir los beneficios de los conocimientos que ustedes han adquirido son los campesinos.
Es una buena noticia para el Ministerio de Salud Pública, porque las necesidades siempre crecientes, las necesidades aun no satisfechas, podrán ser cubiertas con la presencia de ustedes. Y el hecho de que la medicina rural se haya extendido a dos años alivia extraordinariamente esas necesidades, puesto que el número de graduados — que ha sido relativamente reducido en estos primeros años de acuerdo con el número de estudiantes universitarios que había y de acuerdo con el número de ingresos en la universidad— hace que sea necesario distribuirlos de una manera no muy racional, y al mismo tiempo poder cumplir ciertos propósitos en relación con la formación de determinadas especialidades.
Muchas veces el médico nuevo que sustituye a otro médico en un hospital en el campo, permite que ese médico pueda venir a realizar determinados estudios. Y a mayor número de médicos, podremos ir teniendo cada vez un servicio más completo en todos los órdenes de la medicina. Como bien expresaron los compañeros en representación de los estudiantes graduados y de la Asociación de Estudiantes de Medicina, una serie de características especiales rodean esta promoción. Fueron los estudiantes que ingresaron en el año 1956, cuyos estudios se vieron interrumpidos por las actividades revolucionarias, en las cuales tuvieron tan extraordinaria participación los estudiantes, y el primer curso que respondiendo ya a una nueva conciencia, respondiendo a nuevos cambios, respondiendo a nuevas realidades y en consonancia con esas realidades surgen ya como médicos para ejercer la medicina social, la medicina pública. Y esto tiene un alto significado moral, puesto que sabido es que en las nuevas condiciones económicas del país, con los recursos mayores con que hoy cuentan las familias, cualquier médico en el ejercicio de la medicina privada puede llegar a alcanzar una remuneración mayor de la que ha de recibir en los servicios que preste en la medicina pública, puesto que la remuneración de ellos responde a las posibilidades económicas actuales de nuestro país.
La Revolución ha creado condiciones en realidad muy favorables para el ejercicio de esta humanitaria profesión. En realidad hay notables cambios en las circunstancias que esperan al graduado de medicina en los tiempos actuales, al igual que a todos los graduados universitarios y al igual que a todos los graduados de los institutos y escuelas tecnológicas, no ya con relación a la medicina, al graduado de medicina — que es un graduado de alto nivel técnico—, sino con relación a los graduados de las escuelas tecnológicas medias, de los institutos tecnológicos y aun de las escuelas tecnológicas; la demanda de técnicos es muy superior al número de los que se gradúan.
Eso ocurre prácticamente con todas las esferas del conocimiento en estos tiempos revolucionarios, al revés de las circunstancias anteriores en que el problema más serio para cualquier graduado universitario o de un instituto o escuela tecnológica, comenzaba — por lo general—precisamente después que terminaba sus estudios. La Revolución ha creado condiciones en virtud de las cuales todo conocimiento es solicitado inmediatamente, toda capacidad es utilizada inmediatamente. Esas son las condiciones que la Revolución crea en su propósito de trabajar para las masas, son las condiciones que la Revolución crea desde el momento en que se esfuerza por el bienestar, no de una minoría, sino por el bienestar de todo el país y de todos los ciudadanos del país. De ahí que en las condiciones de la Revolución no puedan presentarse esos problemas de hombres con capacidad subutilizada o no utilizada en absoluto.
Tal ocurría en todas las profesiones, y conocido es el caso de los maestros, que al triunfo de la Revolución existían unos 10 000 graduados sin empleo, es decir 10 000 maestros sin empleo. También las condiciones del pasado creaban una concentración de los médicos en determinadas zonas, sobre todo en las zonas urbanas, donde el número de profesionales universitarios y de médicos era extraordinariamente alto.
Porque esas cifras que se dan de tantos médicos por habitante, tienen un valor relativo: la división entre el número total de habitantes y el número total de médicos, pero en la realidad ocurre que en muchas regiones del país eran extraordinariamente inferiores. Y así ocurre en muchos países de América Latina.
Y actualmente se distribuye el personal médico de acuerdo con las necesidades y se hace cada vez una distribución más equitativa, y se tiende hacia esa política de brindar todos los servicios, aun los más especializados, en todas las regiones del país.
Hay algunos datos que tienen más elocuencia que ninguna argumentación, relativos a los grandes avances que nuestro país ha ido alcanzando en el campo de la asistencia médica. Los compañeros del ministerio han confeccionado algunos de esos datos que vale la pena en una ocasión como esta, señalar.
En primer lugar, todos ustedes conocen los esfuerzos que los enemigos de nuestra Revolución hicieron por privarnos de médicos, por promover la salida de médicos del país; en muchas circunstancias no era necesario ninguna promoción, puesto que, habiendo emigrado de manera absolutamente voluntaria del país determinados sectores ricos, con ellos se marcharon también — en algunas ocasiones, porque siempre hubo honrosas excepciones—, los médicos que atendían a esas clases. Pero en otros casos, era una política deliberada tendiente a privarnos hasta de los médicos. Porque nuestros enemigos no solo han tratado de privar al pueblo de los más elementales medios de progreso y de vida, sino hasta incluso, de algo tan humano y que debiera ser tan sagrado, como es el trabajo de un médico.
Pero en la medida en que se esforzaban por privar de médicos al país, la Revolución se esforzaba por formar nuevos médicos. Así, en 1958, el número de médicos graduados —esto no quiere decir el número de médicos trabajando para el pueblo—, era 6 257 médicos. En 1963 esta cifra se había reducido a 6 239 médicos; pero ya en 1964 la cifra es de 6 500 médicos, es decir, que ya estamos por encima en más de 200 médicos, del número total de médicos que había al triunfo de la Revolución. Pero sobre todo, lo más importante de todo, es el hecho de que de estos 6 500 médicos tenemos 4 363 trabajando en el Ministerio de Salud Pública y 1 450 en las sociedades mutualistas.
Y sobre todo, más importante que el número total de médicos, es la distribución, puesto que un número considerable de estos médicos presta servicios hoy día en regiones donde no existían ni médicos ni hospitales. Tal es el caso del servicio médico rural, que es uno de los más valiosos, una de las más valiosas creaciones de nuestra medicina revolucionaria, con 45 hospitales nuevos y más de 100 dispensarios.
Nosotros hemos tenido en alguna ocasión oportunidad de visitar algunos de estos centros y solamente viéndolos, solamente visitándolos, se puede tener una idea cabal de lo que eso significa para las regiones donde están ubicados, para la población de esas regiones y los extraordinarios servicios que prestan y lo que agradecen los campesinos ese servicio.
La formación de los médicos ha cambiado radicalmente. De una formación que era casi exclusivamente teórica a una formación que incluye una práctica intensa unida a los conocimientos teóricos.
Por ejemplo: antes de la Revolución, solo 28 médicos por curso tenían derecho al internado; de ellos, unos 10 o 12 podían realizar la residencia para una especialización, los demás, una parte considerable, emigraba del país, entonces por otras razones: sencillamente por no tener empleo en nuestro país.
Había en el pasado dos hospitales docentes, actualmente hay 20 hospitales docentes en todo el país. El internado es obligatorio durante un año para todos los graduados; igualmente las oportunidades para realizar estudios especializados se han creado en grado considerable. Acudiendo a las cifras, tenemos en estos instantes más de 350 médicos residentes estudiando especializaciones; se han graduado ya en el año 1963, 70 médicos, y este año se graduarán unos 80. Se han graduado desde el triunfo de la Revolución 2 111 médicos; han pasado por la medicina rural 1594 médicos.
Como ejemplo del trabajo de estos médicos, en el año pasado de 1963 fueron asistidos por ellos un total de 1946 049 pacientes, de los cuales adultos fueron 960 548 y niños 985 461. Entre los adultos había 95 663 casos de mujeres en estado de gestación y fueron realizados 23 643 partos.
En el pasado prácticamente ni una sola de estas personas recibía asistencia médica, ni una sola de estas madres, ni uno solo de estos niños nacidos o por nacer.
El servicio médico rural sirvió además para crear la vinculación entre el médico y el pueblo, el médico recién graduado, al prestar sus servicios en aquellas circunstancias donde ellos podían adquirir una conciencia más clara del valor y la importancia de su trabajo.
Los datos sobre los hospitales rurales ya fueron mencionados, 45 hospitales rurales, con un total de 1200 camas y unos 100 dispensarios.
El número de camas asistenciales era, en 1958, 21780; en 1963, 39 701; y, como ustedes saben, hay ampliaciones en estos instantes e incluso algunos grandes hospitales, como el hospital “Lenin “, que en el primer trimestre del próximo año comenzará ya a funcionar.
Y sería bueno hacer algunas comparaciones entre la actual situación de los servicios médicos en Cuba y la situación en el resto de la América Latina, porque ya en estos instantes se puede afirmar que Cuba marcha a la cabeza de la América Latina en cuanto a los servicios médicos; no solamente en la educación, donde ya hemos alcanzado el primer lugar por un larguísimo trecho, en la medicina ya lo hemos alcanzado por un trecho que se hace cada vez más largo.
Y es lógico que estas cosas las señalemos con satisfacción, puesto que ya la Revolución no habla de que vamos a hacer, sino la Revolución habla de qué ha hecho.
Pese a la feroz hostilidad del imperialismo yanqui, pese a la conjura de todas las fuerzas reaccionarias de este continente, que en vano esfuerzo por impedir la marcha inevitable de la historia intentan engañar, o al menos alejar la hora de la liberación para los pueblos sufridos y explotados, al paso que intentaban por todos los medios obstaculizar nuestro camino, formulaban planes y promesas que no se cumplirán jamás, porque nosotros sabemos — y tenemos derecho a saber— cuál es el único camino de hacer, cuál es el único camino de marchar hacia delante; difícil y duro camino ante el cúmulo de fuerzas retrógradas que intentan detenerlo, pero el único camino.
Hablábamos aquí de los aumentos asistenciales en nuestros hospitales, que virtualmente se han duplicado en cantidad, y posiblemente se hayan decuplado en calidad, porque estos números hablan de cantidades, pero no pueden hablar de calidades. Y la diferencia en calidad de los servicios médicos de ayer a hoy prácticamente no se puede recoger en cifras, porque la diferencia que va entre aquellos servicios miserables, humillantes, muchas veces concedidos como un favor, como una limosna, a los servicios que hoy recibe cualquier ciudadano en cualquier hospital del país es grande.
Pero ya nosotros hemos elevado el número de camas a 5,5 por millar de habitantes. Veamos algunos datos comparativos de algunos países. En Venezuela, 2,6 por millar de habitantes; en Perú, 1,8; en Colombia, 2,4; en Panamá, 2,3. Es decir que tenemos ya más del doble que cualquiera de esos países.
Las cifras relativas al número de médicos por cada 10 000 habitantes en muchos países de América Latina son impresionantes. En Bolivia hay 1,9 médicos por 10 000 habitantes; en Brasil 4; tenemos a Canadá con 11, lógicamente; Colombia 4,3; Costa Rica 3,9; Chile 6,2; Ecuador 3,4; El Salvador 1,8; Estados Unidos 13,4; Guatemala 2,1; Honduras 2,1; Nicaragua 3,5; Panamá 3,8; Paraguay 5,3; Perú 4,7; República Dominicana 1,5; Venezuela 7. En nuestro país ya en este momento el número de médicos es de cerca de 10 por 10 000 habitantes, nueve y fracción.
Naturalmente que cuando aquí, en Bolivia, se dice 1,9 nadie vaya a pensar que las masas indígenas que constituyen la masa mayoritaria, la masa campesina, tiene ese promedio de 1,9; es posible que en algunas de estas regiones sea uno por cada 50 000. Y así por el estilo, porque esto es resultado de la división del número total de la población por el número total de médicos. Y esto puede dar idea de cómo marchan los servicios médicos en el continente.
Número de médicos graduados por año. En Bolivia se gradúan 24 por año; en Chile se gradúan 218; en El Salvador se gradúan 26; en Guatemala 59; en Haití 34; en Nicaragua 23; en Panamá 13; en Paraguay 51; en Perú 67; en la República Dominicana 152; en Venezuela 255. Hay algunas, como Argentina, que gradúan 281; y Brasil, con una población de 80 millones de habitantes, gradúa 1578.
Pero estos datos, tomados de un boletín informativo de la Organización Panamericana de la Salud, explica el hecho de que en total se gradúan —porque hay algunos países más grandes, algunos como Brasil que es el único que pasa de 1 000 médicos—, un total de unos 7 000 médicos; y aproximadamente un número igual de 7 000 médicos se gradúa en Estados Unidos.
Y según dice este boletín informativo que en 1957 se graduaron en 88 escuelas de medicina de Latinoamérica 6 722 médicos. Para que el número de médicos llegara en esta parte del hemisferio a la proporción de 10 por 10 000, esta cifra anual debería aumentarse dos veces y media. Pero, ¿qué ocurre? De los 7 000 que se gradúan, unos 2 000 emigran a Estados Unidos; de donde Estados Unidos gradúa unos 7 000 médicos, más 2 000 que recibe, unos 9 000. Y Estados Unidos, que tiene 13,4 por cada 10 000, lógicamente podrá mantener ese nivel; mientras que la América Latina, que gradúa 7 000 y necesitaría unos 18 000, realmente recibe los servicios de 5 000.
Algunos otros datos sobre la formación de médicos en la América Latina. Dice este boletín: “Aproximadamente una séptima parte de las escuelas aceptan más de 300 estudiantes por año, y una tercera parte admite menos de 50, en muchas escuelas la matrícula es baja y por esta misma razón relativamente altos los gastos por estudiante. En otras están matriculados demasiados estudiantes en proporción a las instalaciones disponibles de laboratorios, aulas, bibliotecas, y otros medios necesarios para la experiencia clínica.
“Hay escuelas que no cuentan con ningún  profesor a tiempo completo, y en muchas otras el número de estos profesores no llega a cinco. Una encuesta sobre la enseñanza de pediatría reveló que solo 2 de 69 escuelas contaban con profesores de pediatría a tiempo completo; en 68 escuelas latinoamericanas solo el 20% de 2 100 profesores de ciencias médicas fundamentales trabajaban a base de tiempo completo. El 65% de las escuelas estaban por debajo del nivel óptimo de 300 horas establecidas por un grupo de estudio de la OMS “ —debe ser Organización Mundial de la Salud. Actualmente en nuestro país tenemos 330 horas, y el internado que dura un año.
También explica este boletín que la escasez más grave en materia de personal de salud pública en la América Latina es el de enfermeras y auxiliares de enfermería. Y dice que: “La calidad de la enseñanza es con frecuencia un reflejo de la cantidad de tiempo dedicada a ella por el profesorado.”
Nuestra actual situación es, nuestra Universidad de La Habana de 420 alumnos en el quinto año, 450 en el cuarto año, 500 en el tercer año; 550 en el segundo año, y 1 000 en el primer año ; estudiando premédica, en dos niveles hay 700.
Como se sabe, aun estas cifras, que marcan un considerable aumento en el número de estudiantes de medicina, están lejos de constituir nuestras aspiraciones óptimas. Y aspiramos a poder ingresar anualmente unos 2 000 estudiantes en la escuela de medicina. Esas cifras, aun cuando ya en el presente curso rebasó la cantidad de 1000, y esperábamos en el próximo año aumentarla, aun no será posible según han demostrado las realidades debido a las lagunas que existían en nuestra enseñanza secundaria y preuniversitaria.
La masa de estudiantes que ingresa en las escuelas secundarias o que ingresa en las escuelas preuniversitarias crece, y crece en un grado mucho mayor la que ingresa en la enseñanza secundaria. Es comprensible que debamos tener un poco de paciencia, porque los años no se pueden violar. Y son necesarios, naturalmente, años para que a los niveles universitarios llegue la gigantesca marea de estudiantes, resultado del esfuerzo de la Revolución.
Si se tiene en cuenta el número de los que ya se gradúan de sexto grado y, sobre todo, si se tiene en cuenta el número de los matriculados en la enseñanza primaria, y que en el presente curso se aspira elevar a la cifra de 1300 000, si se tiene en cuenta las condiciones cada vez superiores, los recursos cada vez mayores de instalaciones y de profesores, llegará un momento en que podamos tener para todas las facultades universitarias el número de ingresos que deseemos tener, por elevado y ambicioso que este número fuese, llegará el día en que nuestros estudiantes superiores se cuenten por muchas decenas de miles. Y entonces, cuando ese instante llegue, y ese instante no está lejano, porque no en vano han transcurrido cinco años y medio de Revolución, aunque de esos cinco años y medio se podría descontar el tiempo que hemos necesitado todos en aprender cosas de la Revolución y en adquirir experiencia —pero como no han pasado en vano y como cada año que pasa la experiencia y los recursos se van
acumulando—, no está lejano el día en que la comparación de nuestras realidades educacionales, de nuestras realidades en materia de asistencia médica y de nuestras realidades en materia de técnicos, no se puedan prácticamente poner al lado de ninguna otra cifra en ningún otro país de este continente. Puede llegar el día en que nuestros niveles en materia de médico por habitante superen el número de médicos por habitante de los propios Estados Unidos; y llegará el día en que lleguemos a tener un médico por cada 500 habitantes, muy por encima de la cifra de Estados Unidos; aunque Estados Unidos piratee casi el 30% de los médicos que se gradúan en América Latina. Esa es la Alianza para el Progreso.
En todos estos aspectos en que ha dependido del esfuerzo humano, de la voluntad humana, la Revolución ha alcanzado extraordinarios progresos. Hay realidades materiales que están por encima de la voluntad humana, y estos países nuestros esquilmados y colonizados, que cada vez quedaban más y más a la zaga de los países industrializados, era una realidad terriblemente dura, y una realidad que impone condiciones difíciles. Esa era nuestra situación, y por cambiar esa situación existe la Revolución, para cambiar esa situación trabaja la Revolución. No se pueden alcanzar los mismos progresos allí donde los resultados no dependan exclusivamente de la voluntad humana, sino de los recursos reales y concretos con que un país cuenta, y con lo que este país contaba era con infinitas necesidades y ridículos recursos. La fe de los revolucionarios, la voluntad y el tesón de los revolucionarios se impone a esas difíciles realidades y prevalece sobre ellas; se impone a las dificultades que los enemigos de la liberación de los pueblos ponen en su camino, y prevalece sobre ellas.
Y así se escribe la historia de nuestra Revolución, tanto más hermosa y tanto más gloriosa y tanto más honrosa cuanto mayor cúmulo de resentimiento y de odio y de temor ha despertado en los círculos explotadores de este continente. Esta historia de las realidades de nuestro país es la que tratan por todos los medios de silenciar nuestros enemigos, es la razón del por qué se prohíben las visitas a Cuba, es la razón —entre otras cosas— de la “cortina de chiclets“ (RISAS) que el imperialismo ha establecido en torno a nuestra patria, llegando a la ridiculez de prohibir que visiten a Cuba. ¡Caballeros, qué poca fe tienen en esos visitantes, o qué desconfianza tienen! Hay realidades que no aparecen en los cables de la UPI ni de la AP, hay realidades que no aparecen en la chismografía continental, hay realidades que no aparecen en la prensa amarilla y en las plumas mercenarias al servicio de los grandes intereses explotadores. Y esos que son los dueños de la inmensa mayoría de los periódicos, de las estaciones de radio y de las estaciones de televisión no publican esas realidades, en el denodado empeño de mantener a los pueblos en el engaño, de impedir que los pueblos abran los ojos, todas esas fuerzas que se concitan para mantener la venda alrededor de los ojos de los pueblos como la mantenían alrededor de nuestros ojos, esa venda que la Revolución quitó de los ojos del pueblo, y esa venda que solo las revoluciones en muchas ocasiones y en muchas circunstancias pueden quitar de los ojos de los pueblos, porque mientras los enemigos son los dueños de las escuelas, los enemigos de los trabajadores y de los campesinos, mientras los explotadores son los dueños de las escuelas, de las universidades, de los periódicos, de los cines, de las estaciones de radio, de la televisión y de todos los medios de divulgación, no es fácil arrebatar esa venda de los ojos de los pueblos.
Y, por eso, el camino inevitable de las revoluciones, y por eso en muchas circunstancias el camino inevitable de la lucha armada revolucionaria, porque a los enemigos de los pueblos no solo hay que arrebatarles las armas con que mantienen por la fuerza la explotación de los pueblos, hay que arrebatarles las riquezas que constituyen la base de esa explotación, y hay que arrebatarles los medios con los cuales mantienen a los pueblos en la ignorancia. Y por eso la necesidad de las revoluciones, como lo hemos hecho en nuestro país, en que les hemos privado, en primer lugar, del Estado que manejaban a su antojo, de las armas con que mantenían su imperio, de las riquezas en que sustentaban su medio inicuo de producción, y de todos los demás instrumentos, para ponerlos al servicio del pueblo (APLAUSÓS).
Ya esos medios no están al servicio de los intereses económicos, ya no están al servicio de la propaganda mercantilista y deformadora, están al servicio de la educación y de la formación del pueblo. Y no lo negamos: los explotadores no tienen acceso a esos medios, porque esos medios ya no son propiedad privada de ninguna corporación, de ningún magnate, ni de ninguna pandilla de magnates. Esa es la famosa libertad de prensa burguesa; la propiedad privada de los periódicos donde se escribe lo que les conviene y lo que les da la gana a los ricos propietarios de esos órganos de divulgación que pertenecen a la clase de los explotadores.
Vamos a ver, por ejemplo, algunos datos de esos que no se publican, aparecen en algún boletín científico, los datos comparativos entre las defunciones, por ejemplo, por un tipo de enfermedad, la gastroenteritis, cómo han ido disminuyendo paulatinamente. Con respecto a los años anteriores a la Revolución, ni hablar, no había cifras, no se registraban no ya los casos de enfermedades, ni los muertos se registraban, ni los nacimientos tampoco. No se sabía en muchos casos quién nacía ni quién moría, y mucho menos de qué moría, pero desde que pudo en virtud del servicio médico rural obtenerse algunos datos estadísticos tenemos que de enero a agosto de 1962 fallecieron de gastroenteritis 2 943 niños en Cuba; de enero a agosto de 1963, 2 296; de enero a agosto de 1964, 1489, es decir, año por año, aquí ya en solo dos años la reducción prácticamente de un 50%. Es decir, entre 1964 y 1962, 1 454 vidas salvadas que, irremisiblemente, habrían muerto sin los progresos de la asistencia médica en nuestro país. Y esto, comparándolo con años de Revolución, no con años anteriores.
Por lo tanto, la tasa de fallecimientos por cada 100 000 habitantes en 1962 era de 59,2; en 1963, 42,4 por 100 000 habitantes, y en 1964, 30 por cada 100 000 habitantes, de esta enfermedad. Comparándola con los propios años de la Revolución, la reducción de la tasa prácticamente es del 50% en dos años. Si existiesen datos de épocas anteriores a la Revolución las diferencias, el contraste sería mucho más notorio.
Así que estamos en un 30 de cada 100 000, veamos cuántos fallecen en Brasil, cifras tomadas de la Publicación Científica No.64, resumen de los informes cuadrienales sobre las condiciones de salud de las Américas de 1957 a 1960, y datos tomados no en las montañas donde viven las poblaciones campesinas, no en los campos, porque allí no hay estadística de ninguna clase, de los datos estadísticos tomados en las zonas donde tienen todavía mejores condiciones. Es decir que nosotros tenemos 30 por cada 100 000 tomando en conjunto el país, y tomando no ya todo el conjunto del país, sino las zonas donde existen estadísticas y que no son precisamente las de peores condiciones, tenemos los siguientes datos, y estos datos se refieren, fundamentalmente, a las capitales de esos países, a las capitales: En Brasil, en 1959, era de 192,2 por 100 000; en Chile 88,5; en Guatemala 233,2; en Venezuela 66,2; en Nicaragua 102,4; en Colombia 132,9; en Costa Rica 120,2; El Salvador 65,6; Panamá 65,2; República Dominicana 206,6; Perú 103,5, tomando en cuenta las capitales.
Veamos: Canadá 5,5; Estados Unidos 4,4. ¡He ahí el imperio, he aquí las colonias, las “Aliadas para el Progreso “, las colonias aliadas!
Otras enfermedades. Difteria: número de casos por cada 100 000 habitantes, en 1962, 20; en 1963, 10,5. América del Sur, algunos países: Chile, 1960, 38,9; Brasil 19,3; Venezuela 16,5; República Dominicana 15,5; Estados Unidos 0,5; Canadá 0,3.
Tétanos, número de casos. En Cuba, 1962, 8,5 por cada 100 000 habitantes; 1963, 4,7. El Salvador 14,1; Haití 12,8; Paraguay 20,3; Venezuela 12,9; Estados Unidos 0,2; Canadá 0,1.
En algunos casos las medicinas y los promedios son superiores en Canadá a los de Estados Unidos.
Fiebre tifoidea. Cuba, 1962, por cada 100 000 habitantes, 14,9 casos — no defunciones, casos—; 1963, 6,4; Brasil 51,6; Colombia 80,3; Chile 59; El Salvador 61,7; Perú 97,3; Estados Unidos 0,4; Canadá 1,5.
Paludismo. Cuba, 1962, 50,1; 1963, 11,6. Colombia 167,9; Costa Rica 136,6; Ecuador 188,6; El Salvador 502,3; Haití 1033,8; Paraguay 139,2; Estados Unidos, 1961, 0,0; Canadá 0,0. Rabia humana: 1959, número total de casos en Cuba, 5; 1960, 3; 1961, un caso; 1962, cero casos; 1963, un caso; hasta este mes del presente año ningún caso reportado. Perros vacunados en el primer semestre de 1964,125 099.
Y ahora viene algo, una enfermedad en que estamos por encima de Estados Unidos: poliomielitis: solo dos casos en los últimos tres años , y estos dos casos fueron de niños no vacunados, dos casos de niños no vacunados por responsabilidad de sus padres. En Estados Unidos fueron cientos de casos. Ya por fin en una nos pasamos a Estados Unidos, y en el futuro veremos.
Me faltaba un papel aquí. Es un sector de la medicina en el que también hemos hecho notables progresos, en el sector de las enfermeras y auxiliares de enfermería , que al parecer tienen su representación aquí. Graduadas antes de la Revolución, 2 991; graduadas a partir del año 1960, 1367. En total 4 358. Alumnas de enfermería cursando estudios, 1408; se graduarán en octubre 323 . Auxiliares de enfermería, auxiliares generales 3 888; pediátricas graduadas 214. Total 4 102. Cursando estudios, estudios generales, 942; cursando estudios pediátricos 305. Por lo tanto, el número de auxiliares, de entre enfermeras y auxiliares de enfermería con relación a las 2 991 a la cantidad actual, prácticamente se ha triplicado el número, y continuará aumentando y con ello la calidad de nuestros servicios médicos.
No quiere decir esto que sea un camino sin dificultades. Todo esto ha requerido mucho esfuerzo, y aun requiere mucho esfuerzo; ha requerido vencer muchas dificultades y aun lo requiere. El mérito de este esfuerzo radica en las circunstancias en que se ha realizado y en las condiciones previas que existían en nuestro país, con relación sobre todo al desarrollo de nuestra enseñanza media y con relación a las grandes fallas que existían en nuestros programas educacionales. El ajuste de aquellas condiciones con estos esfuerzos y estas necesidades naturalmente que no es una cosa fácil.
En toda esta etapa de tránsito, se han podido apreciar esas dificultades. Para desarrollar programas mucho más eficientes y mucho más completos dentro de los niveles de preparación que existían en la enseñanza media, con el número reducido de cuadros profesorales, ello ha requerido estudios de programas, ajustes y esfuerzos de todo tipo. Todo estudiante de medicina sabe a lo que nosotros nos referimos; porque sabemos las dificultades que aun requieren ser vencidas para lograr una conciliación entre los programas de estudio necesariamente rigurosos, con las realidades de nuestros recursos de cuadros profesorales, con las realidades de nuestros niveles, de los niveles de nuestra antigua enseñanza preuniversitaria y secundaria.
Y en esos ajustes y en la superación de esas dificultades actuales se trabaja. Y los organismos, tanto el Ministerio de Educación, como la Universidad, como la Facultad de Medicina, como las representaciones estudiantiles, yo tengo la seguridad de que encontrarán soluciones justas y correctas a las dificultades que necesariamente, todavía existen en esta etapa. Y pienso que esas dificultades se resuelvan sin sacrificio de calidad —porque eso debe estar en primer lugar—, sin sacrificio de calidad, y sin sacrificio de la salud de los estudiantes. Y pienso que del análisis correcto de toda la experiencia, hasta ahora, se logren esos objetivos, aunque tengamos que sacrificar en tiempo (APLAUSOS Y EXCLAMACIONES DE: “¡Fidel, Fidel!”)
Estamos impacientes por disponer de un mayor número de médicos en servicio, como estamos impacientes por muchas cosas. Pero no importa contener esa impaciencia, lo importante es llegar a la meta sin sacrificio de otras cosas más esenciales que el tiempo. Y en muchas cosas tendremos, muchas veces, que hacer la misma consideración, el mismo análisis. Ser impacientes es propio de revolucionarios, desde luego — los que no son revolucionarios no se impacientan nunca, porque piensan que el tiempo lo arregla todo y que los siglos pueden arreglar algunos males presentes—, y a mí me parece que la impaciencia es una de las características del revolucionario. Pero el revolucionario debe saber domar su impaciencia y no permitir que la impaciencia lo domine a él. En muchos aspectos del trabajo creador de la Revolución, nunca sacrifiquemos la impaciencia, pero nunca sacrifiquemos la meta, y si es preciso, sacrifiquemos primero la impaciencia que la meta (APLAUSOS Y EXCLAMACIONES DE: “¡Bravo...!”)
Los revolucionarios debemos tener una conciencia muy clara de nuestros caminos, y una confianza muy sólida en la victoria.
Hemos vivido cinco años y medio de Revolución, cinco años aprendiendo, cinco años haciendo o tratando de hacer, cinco años tratando de crear y creando. Hemos atravesado distintas etapas, distintos momentos, algunos más fáciles, otros más difíciles. No sabemos aun lo que el futuro nos depara en cuanto a pruebas.
Pienso que en estos instantes la batalla ideológica entre la Revolución Cubana y el imperialismo está llegando a su punto más álgido. Ellos han librado contra nosotros una lucha en todos los órdenes: económica, política, de política variada. Han empleado medios de todos tipos, incluso la acción armada, han empleado todas las armas de la publicidad y todas las armas de la mentira, han empleado las armas ideológicas. Todos los medios imaginables. Pero esta batalla entre las ideas revolucionarias y las ideas reaccionarias, se encuentra en estos instantes en su punto más álgido y se libra a lo largo y ancho de todo un continente. Ellos, con todos los medios a su alcance; con la alianza de todos los intereses reaccionarios. Incluso tratan de presentar las cosas de manera “color de rosas “ para ellos. Y nosotros lo que sabemos es que lo único que tiene “color de rosa “ cada vez mayor son las ideas de los pueblos.
Trabajan con bastante habilidad, a veces nos superan en habilidad a nosotros en su trabajo, a veces manejan mejor determinados medios, a veces manejan las ilusiones y a veces incluso fabrican falsas ilusiones.
Es muy interesante ver todo lo que ha ocurrido alrededor del episodio de las elecciones chilenas. El avance de las fuerzas populares, el crecimiento del movimiento revolucionario en Chile ha sido tan grande en los últimos años, que tuvo la virtualidad de provocar un verdadero estado de pánico en los círculos reaccionarios de ese país y en los círculos imperialistas; de manera que si en las pasadas elecciones las distintas fuerzas políticas marcharon divididas en numerosas candidaturas, en esta ocasión el tremendo auge de las fuerzas revolucionarias en Chile llevó a todos los sectores reaccionarios — que son poderosos todavía en ese país— a unirse no ya tras un programa de extrema derecha, como hicieron al principio cuando había tres candidatos: un candidato de las fuerzas revolucionarias de izquierda, un candidato de las fuerzas reformistas y un candidato de los derechistas; división que inevitablemente habría conducido a la victoria de los revolucionarios.
Y ocurrió entonces que los elementos de la extrema derecha se agruparon alrededor de los reformistas en ese país, y todos los medios de publicidad y todos los recursos del imperialismo se agruparon alrededor de los reformistas para impedir el triunfo de los revolucionarios. Objetivamente los reaccionarios perdieron terreno, los reaccionarios se vieron en la necesidad de abandonar sus posiciones de extrema derecha para apoyar a un candidato reformista e impedir el triunfo de los revolucionarios. Impedir el triunfo de los revolucionarios se convirtió en el objetivo fundamental del imperialismo y de la reacción y promovieron el triunfo de los reformistas.
El Presidente electo en ese país en el lenguaje revolucionario es un reformista, es partidario de determinadas reformas de orden económico y de orden social; mientras los revolucionarios son partidarios de cambios radicales. Así, por ejemplo, los reformistas proclaman que la industria de cobre no debe ser nacionalizada, y los revolucionarios proclamaban la necesidad de nacionalizar las empresas norteamericanas que explotan secularmente los recursos naturales de ese país.
Y así, mientras unos promueven reformas los otros promovían cambios radicales.
Pero es el hecho cierto que a partir del triunfo de la Revolución Cubana toda la política continental demuestra y expresa la influencia que nuestra Revolución ha tenido en el continente en las posiciones de todos los políticos. Y así, ya la lucha en Chile no se libró entre extrema derecha y extrema izquierda, entre revolucionarios y reaccionarios — en el más cabal sentido de la palabra—, sino entre reformistas y revolucionarios.
El candidato de la extrema derecha obtiene mínimo de votos, todas las fuerzas de la derecha se volcaron a favor del candidato reformista. Los imperialistas conocían indudablemente el resultado de las elecciones. Hoy día no es difícil conocer previamente cuál puede ser el resultado de unas elecciones. Y los cubanos sabemos eso, y los cubanos sabemos muy bien, incluso, cuántos votos se mueven al conjunto del aparato administrativo del Estado; y los cubanos sabemos bien que aquí el aparato estatal movilizaba cuando menos un millón de votos en cualquier elección, por distintos medios de presión, por distintos medios de control.
Sin embargo, trataban de crear una expectación falsa, una incertidumbre falsa, para lanzarse después a bombos y platillos proclamando como una gran victoria suya lo que en realidad, en el fondo, no ha sido más que un retroceso de las ideas reaccionarias, un retroceso de las posiciones de los ultraderechistas, y la necesidad de acudir a las banderas de un programa reformista para impedir el triunfo de los revolucionarios.
Y lo que tratan de disimular es el hecho de que aun en esas circunstancias, con todos los recursos en sus manos, los recursos del Estado, los recursos del imperialismo, los recursos de la reacción en su contra, las fuerzas revolucionarias obtuvieron casi tres veces más votos que en las elecciones pasadas. Y así, de unos 350 000 votos han pasado a la cifra de casi un millón de votos; un millón de votos que votaron, que se emitieron a favor del programa revolucionario; un millón de votos conscientes emitidos en su favor, y que marca un indiscutible ascenso en la conciencia revolucionaria del continente; ascenso que se manifiesta en los actos de calle y en las manifestaciones de los estudiantes y de los trabajadores uruguayos contra la ruptura de relaciones con Cuba.
Y la dura prueba, la verdadera prueba que se les viene encima ahora a los reformistas en Chile, es la prueba de la realidad y la prueba de los hechos. Porque las reformas pueden ser más o menos radicales, pero cualquier reforma verdaderamente seria, cualquier reforma verdaderamente profunda, solo se puede hacer en beneficio de las clases explotadas y en detrimento de las clases explotadoras.
Y veremos qué ocurre cuando en ese país se plantee alguna reforma seria — si es que se plantea—, y que afecte los intereses de la oligarquía, que afecte los intereses de los terratenientes, que afecte los intereses de los monopolios yanquis, que afecte los intereses de los explotadores, y que afecte los medios por los cuales los explotadores mantienen su estado de clases: de clases explotadoras contra clases explotadas.
Porque o intentan hacer algunas reformas serias que justifiquen las esperanzas puestas en aquellas capas moderadas o reformistas de la población, y chocan entonces con los intereses de los oligarcas y de los monopolios, o defraudan al pueblo miserablemente. Y esa será la prueba decisiva. Si en ese país se intentan hacer reformas verdaderamente serias, veremos qué pasa; veremos si los oligarcas se cruzan de brazos, veremos si los gorilas no salen a la palestra, veremos si el golpe de Estado militar no se pone a la orden del día, como ha ocurrido en otros países, por medidas que no tenían ni siquiera el carácter de reformas serias. Y los revolucionarios nos sentaremos a observar qué pasa.
Los imperialistas entonan cantos de victoria, y dicen que se va a hacer una revolución con libertad. ¿Qué se entiende por revolución con libertad? Revolución con libertad para los monopolios, revolución con libertad para los explotadores, revolución con libertad para los embaucadores y engañadores de los pueblos.
Porque bien que sabemos nosotros que mucho antes de que aquí se mencionara la palabra socialismo, y mucho antes de que se empleara la palabra marxismo, una reforma agraria, que dejó 30 caballerías, es decir, casi 400 hectáreas, promovió inmediatamente la contrarrevolución, incitó inmediatamente a la organización de la invasión de Playa Girón, y puso en acción a todas las fuerzas reaccionarias. Queremos saber si es cierto que en Chile se puede hacer una reforma agraria que limite a 30 hectáreas, como han prometido, la extensión de tierra y si los oligarcas, los terratenientes, se van a cruzar de brazos; si se hacen leyes, como las leyes que promovió el gobierno de Goulart contra los monopolios yanquis, contra las remesas de lucro, contra la explotación inicua de Brasil; medidas promovidas para contener la inflación, para sacar de la espiral inflacionista a la nación brasileña, y que dio lugar al cuartelazo de los gorilas, veremos si en el Senado los terratenientes votan a favor de esa ley; veremos si en el Parlamento los explotadores votan a favor de leyes que seriamente lesionen sus intereses. Porque si no lesionan seriamente sus intereses, pueden votar 20 leyes optando por un mal menor antes que un mal peor. Pero queremos ver ese harakiri de la oligarquía (RISAS); queremos ver esa autoinmolación oligárquica en nombre del cristianismo, de las doctrinas sacratísimas de la Iglesia Apostólica y Romana. Queremos ver qué hacen los oligarcas, y qué hacen los gorilas, y qué hacen los monopolios.
Porque, claro está, nunca falta algún buen consejero que escriba un editorial en Estados Unidos, diciendo: Bueno, va a hacer reformas, pero es prooccidental, van a hacer tales y tales y más cosas; cómo surgen algunas voces.
Pero, qué ocurre cuando verdaderamente se lesionan intereses... Y vamos a ver cómo se hace esa revolución, vamos a ver cómo liquidan el analfabetismo, vamos a ver cómo hacen un programa de asistencia médica —como el programa de la Revolución—, vamos a ver cómo se pueden conciliar los intereses de los explotadores y de los explotados; vamos a verlo porque es muy interesante.
Y vamos a ver si la estructura oligárquica y feudal de un país se puede cambiar con buenos deseos, con buenas intenciones, y vamos a ver lo que ocurre en ese país. Porque nosotros estamos muy interesados y muy curiosos de saber lo que ocurre en ese país, y debemos tratar de recibir información de ese país, a ver si con la ayuda de la Alianza para el Progreso, y sin bloqueos económicos, y sin hostigamiento, y sin maniobras en la OEA, y sin amenazas militares, sin nada de eso, pueden hacer la “chancleta “ de lo que la Revolución Cubana ha hecho.
Y si lo pueden hacer, nos alegraremos mucho, pero muchísimo, porque estaremos presenciando el primer caso de autoinmolación de los explotadores y de los reaccionarios. Si lo hacen nos alegraremos por los chilenos; si lo hacen con toda la ayuda del imperialismo, nos asombraríamos de ver al imperialismo ayudando a revoluciones de verdad, nos asombraríamos y diríamos: ¡Qué virtud tan grande ha tenido esta Revolución Cubana, que ha puesto a los imperialistas a hacer en otros lados la misma cosa que hemos hecho en Cuba y por lo cual nos hemos ganado su enemistad! Si lo hacen, estaríamos viendo una especie de milagro que no se ha visto nunca, porque hay algo tan elemental y tan esencial, tan cierto y tan real, como el hecho de que existen las clases sociales, y que los intereses de las clases explotadoras y los intereses de los explotados son intereses antagónicos e irreconciliables, y han de prevalecer los intereses de los explotadores, o los intereses de los explotados. Y ahí se pondrá a prueba: si prevalecen los intereses de los explotados, ¡ah!, entonces se convertiría en una revolución de verdad; ¡ah!, pero entonces los imperialistas no lo apoyarían; ¡ah!, pero entonces los oligarcas y los gorilas le clavarían la espada por la espalda. Y eso el tiempo lo dirá. Aparentemente los imperialistas quieren presentar el ejemplo de Chile como un ejemplo frente a nuestro ejemplo; aparentemente quieren poner la experiencia chilena a emular con la experiencia cubana. Pues bien: ¡Estamos encantados de esa emulación! Y aun cuando tengamos en contra a los imperialistas con todos sus medios, y todos sus recursos y todo su bloqueo, y aun cuando los imperialistas apoyaran esa experiencia con todos sus recursos, y aun cuando ningún bloqueo y ningún obstáculo se interpusiera en la gestión de ese gobierno, aceptamos esa emulación, aceptamos encantados esa emulación, para ver qué país avanza más, qué experiencia llega más lejos, cuál de ellas resuelve los problemas esenciales y verdaderos de los pueblos, y en cuánto tiempo los resuelve.
Mejor, los revolucionarios cubanos nos sentiremos estimulados a luchar más, a trabajar más, y a demostrar la justeza de nuestra causa y las virtudes de nuestro camino revolucionario. Frente a la hostilidad de todos los reaccionarios, frente a la hostilidad de los imperialistas, los gorilas, las plumas vendidas, frente a la hostilidad de los explotadores de este continente, ¿qué pueblo ha tenido nunca tarea más honrosa, qué pueblo ha tenido nunca causa más grande que defender, qué pueblo ha tenido jamás historia más hermosa que escribir en este continente, que la historia que nos ha correspondido hacer, que la historia que nos ha correspondido escribir a nosotros?
Y no hay duda de que este pueblo estará a la altura de esa historia, de esa tarea que le ha correspondido hacer, que le ha tocado realizar.
Y por eso les decía que la batalla ideológica ha entrado en su punto más álgido; pero esa batalla no hay que ganarla solamente en teorías, no hay que ganarla solamente con convicción filosófica; hay que ganarla con realidades, hay que ganarla con hechos, hay que ganarla en la práctica, hay que ganarla día a día, hora a hora, minuto a minuto, en cada frente de nuestro trabajo, en cada tarea de cada día, superando nuestras deficiencias, superando nuestros métodos, haciendo cada vez más eficaz y más creador el esfuerzo revolucionario. Y hacerla sin desaliento, y hacerla sin medir las dificultades y los obstáculos, que si ser impacientes es una virtud de los revolucionarios, tener confianza en el éxito es otra virtud de los revolucionarios, y saber decir que nada es imposible es otra virtud de los revolucionarios; porque para el revolucionario el “no puedo “ no existe, para el revolucionario no hay obstáculo imposible de vencer, para el revolucionario no hay tarea social imposible; y múltiples ejemplos nos enseñan este hecho, esta verdad, en múltiples aspectos.
Y así podemos recordar cuando nos decidimos a emprender la lucha contra el analfabetismo y liquidar el analfabetismo en un año, cuando se emprendió la lucha por llevar a los alfabetizados a niveles superiores, cuando se emprendió la lucha por el seguimiento, cuando se han emprendido todas y cada una de las tareas de la Revolución. Y aquellos que no tienen fe, aquellos que a flor de labios tienen la palabra o la frase “no puedo “ o “no se puede “, estos serán buena gente, pueden ser muy decentes, pero no serán jamás revolucionarios.
Y ese debe ser nuestro espíritu. El revolucionario no concibe cosas imposibles, el revolucionario concibe cosas posibles. Pero la voluntad del revolucionario no se detiene jamás ante lo que concibe posible, y es un problema de voluntad, es un problema de firmeza, es un problema de convicción, es un problema de confianza. Y los hombres que conciben posibles con la inteligencia las cosas, y no las conciben con la voluntad, no pueden ser revolucionarios, no son revolucionarios. Revolucionarios son aquellos que las conciben con la inteligencia y las realizan con la voluntad. Y esa fuerza, el tesón, la voluntad del revolucionario es lo que lo caracteriza, porque no es revolucionario el que se proclama a sí mismo como revolucionario, o quien comprende teóricamente un problema y solamente de una manera teórica, sino quien es capaz de llevarlo a cabo de una manera práctica, de una manera real.
Y, por eso, en dos sentidos se desarrolla el revolucionario: se desarrolla su inteligencia, su conciencia; se desarrolla su experiencia y se desarrolla su capacidad de ejecución. Y a cada etapa, a cada etapa nueva, nuevas tareas, a cada etapa nuevas consignas. De ahí la importancia que tiene la formación de los hombres, la formación del pueblo toda, la formación de los jóvenes, la preparación técnica, la capacitación técnica, sin la cual un pueblo está imposibilitado de hacer nada, porque hay un problema de medios de producción, pero un problema todavía más esencial: la capacidad de emplear esos medios, la capacidad de aplicar la ciencia, la capacidad de aplicar la técnica, la capacidad de aplicar los métodos correctos.
De ahí la importancia que tiene para nosotros la formación de los jóvenes, la educación de los jóvenes, la preparación de los jóvenes; de ahí la importancia que tienen las universidades, la importancia que tienen los institutos tecnológicos, los centros de enseñanza; de ahí la identidad que existe entre estudiante y Revolución; de ahí esa unión estrecha y cada vez más sólida entre pueblo y Revolución, entre obreros, campesinos, estudiantes y técnicos; porque, además, cada día más y más los estudiantes universitarios y los estudiantes de todos los centros, cada vez más y más, serán provenientes de las capas más humildes del pueblo.
Pero la Revolución, nuestra Revolución, se forjó en esa unión estrecha, nació de esa unión estrecha. Y así participaron los estudiantes, como participaron los campesinos, como participaron los trabajadores, y pagaron su tremenda cuota de sacrificio y de sangre. Y ha sido característica de la Revolución esa identificación, esa unión que hace posible las grandes tareas realizadas. ¿Cómo se habría podido hacer la alfabetización sin los estudiantes? 
Esa unión que hace posible el futuro del país, el futuro prometedor en todos los campos, que hace posible la emoción de estas graduaciones, que hace posible la concurrencia en esta sala de los trabajadores, de los estudiantes universitarios, de los profesores, de los graduados, de los estudiantes de los diversos cursos, de los estudiantes de las escuelas de enfermeras, es lo que hace posible esta invencible fuerza, lo que hace posible el formidable porvenir que espera a nuestro país, y que hemos de lograr esforzándonos, trabajando, estudiando, investigando, porque en el campo de las investigaciones tenemos que trabajar y en el campo de las investigaciones pronto contaremos con recursos, con medios, con elementos para las investigaciones científicas y para las investigaciones médicas. Y así pronto, a principios del próximo año, contaremos con uno de los centros de investigaciones mejor equipados de toda la América Latina para realizar investigaciones científicas, investigaciones médicas.
La ignorancia secular, la falta de conocimientos técnicos, la falta de conocimientos sobre los recursos de nuestro propio país y las posibilidades de nuestro propio país, hay que superarlas estudiando, investigando. Y verán ustedes, a medida que marchan en la vida, los compañeros que se gradúan y los que se vayan graduando, cómo los distintos campos se van uniendo.
Cómo el campo de la medicina se une con el campo de la economía, con el campo de la agricultura y con el campo de la industria; cómo la medicina preventiva se vincula con la técnica agrícola de producción, cómo la medicina preventiva se vincula con el nivel de vida del pueblo, cómo el índice de las enfermedades se reduce parejamente no solo al número de médicos, sino a la cantidad de proteínas, de minerales y de vitaminas que cada ciudadano ingiera diariamente y de las condiciones en que se produzcan; y cómo la reducción de las enfermedades va paralela a la elevación de las condiciones de higiene de las ciudades, del número de acueductos, del número de viviendas decorosas, del número de medios con que se cuente para rodear a cada ser humano de las mejores condiciones materiales de vida; cómo marcha paralela la medicina preventiva con la educación general, con la cultura general, con la enseñanza en todos los niveles; cómo, incluso, esa medicina preventiva es tarea no solo de los médicos, no solo del Ministerio de Salud Pública, cómo es tarea también del Ministerio de Educación, cómo es tarea de las organizaciones de masas, cómo hay que preparar a los niños, cómo hay que enseñarlos, cómo hay que educarlos, qué hábitos hay que crearles, qué desarrollo hay que promover, qué conocimientos de higiene hay que inculcarles, cómo hay que enseñarlos, incluso, a alimentarse, porque allí en la educación hay que enseñar a cada niño desde que aprende a leer toda una serie de cosas elementales; cómo el campo de la educación se vincula al de la economía en muchos aspectos, no solo en la preparación de los técnicos, sino en la educación, en los hábitos de consumo, porque nos quedan muchas cosas por aprender, muchos hábitos de consumo de nuestro pueblo son inadecuados por completo, muchos hábitos debemos cambiarlos para ir hacia dietas alimenticias más saludables, de más calidad, en la medida que vayamos dejando de ser un país subdesarrollado y en la medida que nuestra capacidad de producción crezca, sobre todo nuestra capacidad de producción de alimentos.
Nosotros en ocasiones les hemos obsequiado a algunos médicos un libro que nos ha llamado mucho la atención, sobre agricultura. Y algunos se preguntarán qué relación tiene la agricultura con la medicina. Pues bien, ese libro se llama: “Suelo, hierba, cáncer.” Un título sugestivo que tiende, sobre todo, a establecer la relación entre alimentación y salud, entre deficiencias de determinados nutrientes esenciales y determinadas enfermedades, por lo cual nosotros, conversando con algunos compañeros les hemos dicho que la medicina y la agricultura se unirán algún día en la bioquímica y en el suelo, aunque yo sé que la palabra bioquímica produce determinados reflejos condicionados en nuestros estudiantes. Y cuando yo los veo traumatizados por la bioquímica, horrorizados por la bioquímica, les decimos: “¿Cómo es posible, siendo tan interesante, y tan maravillosa y tan útil, la bioquímica?” Y nos cuesta trabajo comprender eso, tal vez porque no hayamos tenido que pasar uno de esos exámenes de bioquímica (RISAS). Pero bueno: no les voy a dar por eso la razón, y creo que en el futuro aunque no se examinen y sobre todo cuando no la tengan que examinar, deben interesarse por la bioquímica.
Y verán cómo todo se acerca, cómo todo se hace interdependiente, y cómo la realización de un destino revolucionario de un país exige el avance en todos los órdenes, en todos los frentes, y cómo las tareas de formación de técnicos han de acompañarlas las grandes tareas del desarrollo económico, cómo la educación influye en la producción y cómo la producción influye en la educación; esa interdependencia que cada vez verán ustedes mejor.
No quería terminar sin decir algo que el compañero Ministro de Salud Pública me pidió y que si me olvido posiblemente me lo va a criticar, y él quería que les habláramos a los graduados de ciertos aspectos sobre los cuales hay que hacer campañas, y esto es un buen ejemplo de lo que decía, de cómo por ejemplo algunos médicos son renuentes al trabajo en los policlínicos, a las consultas externas; unos se interesan por los casos especiales, por el trabajo en los hospitales. Y como —decía él con mucha razón— muchos de los casos que traen los pacientes no son problemas graves, y las pequeñas cosas constituyen la mayor parte de las enfermedades. Y me pedía que les hiciera una exhortación a los compañeros que se gradúan y a los estudiantes de medicina en favor de la preocupación y de la formación de una conciencia de la necesidad y de la importancia para el pueblo de ese trabajo; y de la consulta externa.
Eso demuestra como los problemas de la vida son multifacéticos, como no basta solo con tener muchos estudiantes de medicina y muchos graduados de medicina y muchos médicos revolucionarios, sino que incluso después viene el problema de cómo se distribuyen, qué trabajo hace cada cual, y que constantemente hay que estarse esforzando para ir superando todas las deficiencias, para ir satisfaciendo todas las necesidades.
Yo cumplo con esa solicitud del compañero, pero pienso que el Ministerio de Salud Pública es el que tiene que hacer la tarea más importante y discutir más con los médicos y convencer más a los médicos que lo que los pueda convencer yo aquí en esta noche.
Pues bien, a los compañeros que se gradúan, en realidad comprendemos la emoción de este momento, la importancia que tiene para ellos esta noche, esta etapa de su vida. Hemos visto compañeros de la lucha revolucionaria estudiando, compañeros que conocimos en la Sierra, en las actividades revolucionarias, que después de muchos años sin verlos nos los encontramos que se gradúan ahora; otros compañeros que están estudiando; compañeros que tuvieron tareas muy importantes en la Revolución y después optaron gustosamente por terminar sus estudios, comprendiendo las necesidades de médicos que tenía la Revolución, y que son cosas realmente muy emocionantes. Y la importancia que estas cosas tienen en la vida, y cómo ese trabajo muchas veces callado y abnegado ocasiona más satisfacciones que ninguna otra cosa y tiene más mérito que cualquier otra cosa. Y a mí siempre me hacen una gran impresión esos compañeros que volvieron por los caminos del estudio, porque me parece que están dando una prueba de la importancia que tiene el estudio, lo están demostrando con su conducta, cómo comprenden eso y cómo esos compañeros después de los años de estudiantes comienzan una nueva etapa, comienzan una nueva tarea. Y me los imagino allá por los campos, allá por las montañas: la satisfacción que han de proporcionarle, el alivio que llevarán el dolor, la alegría que llevarán a muchos hogares y a muchas personas angustiadas, la satisfacción que les producirá el valor de su trabajo, la generosidad de su trabajo, el carácter humanitario de su trabajo; allá donde irán a servir y donde irán a comprender todavía más al pueblo, allá donde irán a enseñar y a aprender, allá donde van a llevar y a recibir.
Comprendo lo que significa para cualquier joven este cambio, esta nueva etapa, ese integrarse a una tarea, ese comenzar una nueva fase de la vida, de trabajo generoso y fecundo, donde continuarán aprendiendo, donde irán acrecentando sus conocimientos y donde un día comprenderán que el trabajo combinado con el estudio constante les enseñará más que todo lo que aprendieron en la universidad, porque dentro de 10 años habrán duplicado o habrán triplicado los conocimientos de hoy; dentro de 20, dentro de 30 años sabrán incalculablemente más que hoy, porque hay mucho por saber, hay mucho por investigar, hay mucho que descubrir. Y aun cuando se ha avanzado extraordinariamente en la medicina, cualquiera comprende que inmensos campos se desconocen todavía, ¡cuántas cosas de la vida, cuántas cosas de la naturaleza, cuántas cosas por desentrañar, cuántas cosas por comprender mejor! Y nunca en ninguna época anterior la ciencia ha avanzado a pasos tan agigantados como avanza en estos tiempos modernos.
Y todo un mundo tienen por delante que conocer, todo un mundo de experiencias, todo un mundo de enseñanza. Y cada átomo de enseñanza que adquieran habrá de ser útil para los demás.
Miles y miles de personas durante las vidas de ustedes, esperarán de ustedes que les lleven el alivio, esperarán de ustedes que les lleven la salud, esperarán en muchas ocasiones milagros de ustedes. Y más de una vez sufrirán otro trauma peor que la bioquímica, más aterrador que la bioquímica, más doloroso; serán aquellas veces en que se sientan impotentes ante un mal, impotentes ante una enfermedad, impotentes ante la posibilidad de darle a alguien lo que espera de ustedes; y que bien comprendido, no los desalentará sino que los llevará a superarse cada vez más, a estudiar cada vez más.
Es esta una nobilísima profesión, un humanitarísimo trabajo que la Revolución rodea de las condiciones más nobles, de las condiciones más sanas; que la Revolución redime de todo egoísmo, de todo mercantilismo; que la Revolución rodea de respeto, que la Revolución rodea de estímulo, que la Revolución rodea de estimación. Y en estas condiciones, ustedes, la primera generación de médicos, formados enteramente bajo la Revolución, la primera generación de médicos que surge a trabajar llevando con ella el sello de una nueva época. No va en detrimento esto de las otras generaciones. No va en detrimento de ningún médico. Todos somos necesarios, todos somos útiles, todos tenemos que ayudarnos. Con la ayuda de sus profesores adquirieron ustedes los conocimientos que hoy poseen y ellos se sentirán orgullosos del trabajo de ustedes, del éxito de ustedes.
Y cada vez será mayor el contingente de médicos, cada vez será más numeroso, y cada vez tendremos más recursos humanos y materiales para formarlos.
Por eso, compañeros médicos graduados, les damos la bienvenida. La Revolución, el pueblo, el deber, los reciben con los brazos abiertos.
¡Patria o Muerte!
¡Venceremos!
FIDEL CASTRO RUZ

Fuente: http://www.cuba.cu/gobierno/discursos

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