noviembre 01, 2009

Discurso de Alfonsín en la VIII Reunión del Movimiento de Países No Alineados, en Zimbabwe

DISCURSO EN LA OCTAVA REUNIÓN DEL MOVIMIENTO DE PAÍSES NO ALINEADOS, EN ZIMBABWE
"El Movimiento de No Alineados es un desafío al cinismo de aquellos que sólo pueden imaginar un futuro catastrófico"

Raúl Alfonsín
[2 de Septiembre de 1986]

Señor Presidente:
Traigo un cálido saludo de mi pueblo para el gobierno y el valeroso pueblo de Zimbabwe, justamente admirado por sus luchas de la independencia, al que agradezco las demostraciones de afecto que hemos recibido.
Quiero expresar también nuestra confianza en la nueva responsabilidad que asume el gobierno de Zimbabwe al presidir el Movimiento de Países No Alineados. Mi país acompañará su gestión y procurará trabajar activamente en favor de los principios de paz y de independencia que inspiraron la creación del Movimiento.
La alegría que siento al participar de la Octava Conferencia Cumbre del Movimiento de Países No Alineados en este hermoso país del África, baluarte de la lucha por la igualdad del hombre y contra el apartheid, se mezcla con la pena provocada por la ausencia de una de las personalidades más importantes de este siglo y de este Movimiento, Indira Gandhi.
El sacrificio de su vida debe aumentar nuestro compromiso por la causa de la paz, que la tuvo como abanderada. Agradezco los esfuerzos realizados por el gobierno de la India para conducir el Movimiento en momentos tan difíciles para la independencia de nuestros países.
Deseo también manifestar mi más sentido agradecimiento por las muestras de solidaridad y de ayuda que la delegación argentina ha recibido como consecuencia de la trágica muerte de uno de sus integrantes.
No es este un organismo más. Su vigencia no es producto de rutinarias estructuras burocráticas. Si el Movimiento vive es porque vive en el corazón y en la voluntad política de cada Estado miembro y su fuerza se alimenta de la esperanza de independencia y libertad de nuestros pueblos.
El Movimiento de No Alineados es un desafío al cinismo de aquellos que sólo pueden imaginar un futuro catastrófico, signado por el holocausto, o un mundo vencido, gobernado por quienes porque pueden más, creen que lo podrán todo.
Ninguno de esos futuros es el nuestro. Nosotros queremos un futuro propio, libre, orgulloso, donde cada nación y cada hombre pueda decidir su destino. Así, frente al pesimismo de los cínicos, queremos ser un movimiento de esperanza.
Somos la esperanza porque no aceptamos que el precio de la paz sea la subordinación de los más débiles. Porque no aceptamos una versión de la historia reducida a creer que siempre habrá pobreza o siempre habrá guerra. y mucho menos aceptamos a la dependencia como irremediable, cualesquiera sean sus gestores, los halagos que desplieguen o las amenazas que esgriman.
No es esta nuestra visión de la política. Porque si la política sólo fuera el arte de lo posible, se convertiría en el arte de la resignación.
La política es más bien el arte de lo posible y de lo necesario. Lo que en este caso quiere decir el arte para encontrar los mejores caminos para nuestra libertad nacional.
No nos conformamos con administrar la pobreza ni con controlar la violencia. Luchamos por participar de la aventura de la transformación de la humanidad y no es desde la marginación internacional que lo haremos.
Luchamos por obtener con lucidez, con dignidad, con esmerada honestidad, el espacio independiente que nos permita cumplir con los fines que los pueblos que representamos nos han encomendado.
Y en esta lucha, el triunfo es posible y necesario. Quienes en el pasado lucharon contra la esclavitud o contra el colonialismo desde sus débiles tribunas, lo hicieron contra toda posibilidad aparente. Y sin embargo la conciencia del mundo hoy rechaza como pecados de lesa humanidad la esclavitud y la sujeción de un pueblo a la voluntad de otro.
Pero la esperanza no es ensoñación. No se concretan objetivos imaginándolos simplemente, ni se alcanzan con el grito del reclamo. Se requiere un trabajo permanente, sistemático y serio. Sobre todo serio, lo que lleva implícito una indispensable honradez intelectual.
Queremos, en virtud de estos conceptos, definir nuestro propio perfil dentro del Movimiento.
Nosotros estamos profundamente comprometidos con una filosofía política que privilegia al hombre por sobre todo. Esta filosofía tiene su apoyo en una configuración de valores y realidades surgida de nuestra experiencia histórica y presente en nuestra aspiración para el futuro. Responde a la afirmación de nuestra identidad cultural y al respeto que guardamos por la de los otros pueblos.
Los argentinos pertenecemos con identidad propia al universo social, político y cultural de Occidente.
Un Occidente que no es una mera zona geográfica sino una configuración histórica cuyos valores centrales para nosotros deben ser el respeto por el hombre, la tolerancia frente a la diversidad, la libertad de opiniones y credos, la igualdad en el goce de los derechos civiles y sociales. Este es el marco de los derechos humanos en su sentido más amplio, dentro del cual hemos planteado nuestra propuesta de una sociedad moderna, participativa y solidaria.
Occidente no es históricamente un dato congelado, es un proceso abierto que se ha ido elaborando a través de una larga y conflictiva práctica colectiva. Ha habido dentro de Occidente formas inhumanas de explotación y expansión colonial. También existieron el nazismo y el fascismo y la crueldad llegó a veces a extremos horrorosos.
Lo que nosotros asumimos es el contenido popular de la tradición de libertad que a través de luchas seculares fue capaz de reivindicar la simple y maravillosa idea de que los seres humanos son iguales y que el despotismo y la miseria son males sociales y no naturales, es decir, que pueden y deben ser erradicados.
A partir del enfrentamiento de los bloques de un mundo con tendencia bipolar se han generado dos consecuencias de graves proyecciones para la humanidad.
La primera es la profundización de lo que podríamos llamar la amoralidad de las políticas internacionales, producto de la hipertrofia del valor seguridad. Esta deformación impregna al mundo de una cultura política bifronte, que funda en conceptos distintos y hasta opuestos los criterios aplicados para las relaciones internas y las relaciones internacionales. Así, la inviolabilidad de los derechos civiles en el orden doméstico no se proyecta al orden internacional en el respeto de los derechos de los pueblos a la autodeterminación. Del otro lado, la prédica igualitaria en el mensaje interno no se prolonga en la versión externa de la igualdad de los Estados y del consecuente respeto a sus soberanías.
Particularmente en lo que hace a nuestra propia ubicación, esta bifurcación en las bases éticas que sustentan las pautas de la vida política interna y las de la vida política internacional nos impiden identificar lo que en el orden cultural denominamos Occidente con lo que en el orden político-militar llamamos el Oeste. En última instancia, ello nos impide asumir nuestra inclusión cultural en Occidente como una adhesión a la estrategia del Oeste.
Una segunda consecuencia, es que sufrimos los problemas originados por las borrosas y arbitrarias fronteras de seguridad que separan a ambos bloques, dando lugar a una suerte de guerra solapada. Ella se entabla en los más variados niveles, desconociendo normas y principios básicos del derecho internacional y dejando el espacio abierto al enfrentamiento de poderes subterráneos y fanatismos arrasadores.
Puesto que esta hipertrofia de la seguridad proyectada al campo internacional asocia a los dos bloques en vez de diferenciarlos, una sociedad que -como la proyectada por nosotros- rechaza esa deformación tanto en lo interno como en lo externo, no puede limitar su política internacional a una opción entre uno y otro bloque.
Todos sabemos que no hay una independencia real mientras no exista una independencia efectiva del espacio político interno de nuestros países. Y todos también sabemos que esa capacidad de control suele debilitarse y hasta perderse como consecuencia del enfrentamiento de las grandes potencias.
La guerra de propaganda y mutuo hostigamiento desarrollada en nuestros territorios suele polarizar a nuestras sociedades y enfrentar a nuestros compatriotas por cuestiones frecuentemente ajenas a nuestros intereses.
Así, el conflicto estratégico global termina absorbiendo nuestras energías nacionales.
Frente a este inmenso peligro, el Movimiento de Países No Alineados debe constituirse en una defensa eficaz. Para ello, estoy convencido de que no debe ser un Movimiento ideológico. La diversidad de sistemas que han adoptado nuestros países así lo indica. Sí, en cambio, debe ser cada vez más un Movimiento político estructurado en torno de aquello que nos es común. E insisto, lo que nos es común en este campo es la imperiosa necesidad de preservarnos eficazmente de la tensión de los superpoderes que termina desgarrando a nuestras sociedades.
Por otra parte esta actitud es la que nos permitirá enfrentar con mejor eficacia el más grave de nuestros problemas: el subdesarrollo, el estancamiento, el atraso, en el marco de un diálogo Norte-­Sur que no siempre necesariamente debe estar impregnado de las consideraciones ideológicas vinculadas al enfrentamiento Este-Oeste.
Creo que así hallaremos la eficiencia para nuestra acción. Lo que equivale a decir la eficiencia para asegurar definitivamente nuestras independencias nacionales.
De ahí nuestra no alineación, que entre las razones que la fundamentan incluye en grado prominente a los valores básicos que presiden nuestra conducta política interna.
Pero nuestro empeño va más allá aún. No estamos exponiendo aquí una moral particular Y limitada a nuestra idiosincrasia nacional sino un patrón de conducta internacional que exige universalidad por ser, a nuestro juicio, el único capaz de asegurar un desarrollo pacífico de las relaciones entre los pueblos y entre los Estados.
Si creemos en la igualdad de los hombres, debemos también creer en la igualdad de las naciones. No podemos pensar que hay países grandes a quienes seguir y países chicos a quienes dirigir.
Si creemos en la libertad del hombre, en su autonomía para asumir la responsabilidad de sus acciones como base de la autonomía popular, no podemos aceptar que haya naciones que deban condicionar sus decisiones las de otras naciones.
Fue necesario mucho esfuerzo, larga luchas populares, graves desencuentros, una profunda decadencia del sistema de convivencia, para que los argentinos aprendiéramos que nuestro destino, como nación y como pueblo, estaba unido a la realización de América Latina.
Hoy la Argentina y los argentinos levantan con orgullo y con convicción plena su identidad latinoamericana encarrilan su esfuerzo nacional en el camino de la integración de América Latina.
Es esa misma experiencia la que justifica la presencia argentina en No Alineados porque ella expresa la realidad de los pueblos marginados, de la cual América Latina es parte principal: Para los argentinos, ser miembros del Movimiento de Países No Alineados constituye una consecuencia lógica su recuperada identidad latinoamericana.
La Argentina no es miembro fundador del Movimiento. Quizás cuando la visión de grandes líderes le dio nacimiento, aún nuestra experiencia como pueblo no estaba suficientemente madura como, para haber podido acompañarlos. La Argentina hoy se siente un miembro pleno del Movimiento porque la adhesión a sus principios no es un ejercicio intelectual sino que constituye el resultado de su formación como nación y como pueblo.
Cuando nos referimos a un duro aprendizaje no hablamos de un simple proceso de aciertos y errores. Se trata, por el contrario, de una experiencia vital como pueblo. Los argentinos sufrimos las consecuencias dolorosas de la realidad neocolonial. En un país que se enorgulleció por ser considerado "granero del mundo" los argentinos conocimos el hambre, la desnutrición y el desamparo. En el país que aparecía como una réplica de las metrópolis, conocimos las más violentas represiones y la marginación del pueblo de toda decisión sobre su futuro. En el país que quiso ser una isla de paz se llegó al borde de la guerra entre hermanos.
De tal modo comprendimos que la separación en que a veces caímos respecto de nuestros hermanos de destino no era sino la consecuencia de ese velo con que se distorsiona la realidad de un mundo injustamente dividido.
Antes de abordar el tratamiento de algunos temas especiales que por su trascendencia merecen nuestra particular atención, quiero referirme a uno cuyo carácter principal figura en la preocupación de todos nosotros: la insostenible política del gobierno de Sudáfrica, que atenta no sólo contra las normas escritas del derecho internacional sino contra aquellas más básicas y fundamentales que cada uno lleva grabadas en la intimidad de su conciencia.
La fidelidad a los principios no se declama: se demuestra en acciones concretas. Un credo político exige una militancia. Por eso, en mérito a esa militancia, hemos repudiado la política del apartheid y su inexorable consecuencia: el hostigamiento a las Repúblicas del África Meridional. Y así, ante los continuados actos de agresión del gobierno de Sudáfrica, que son como decirnos la otra cara del régimen institucionalizado de discriminación racial, el pasado 22 de mayo el gobierno argentino rompió relaciones diplomáticas con la República de Sudáfrica.
Para la Nación Argentina, constituida por contingentes de los más variados orígenes, toda discriminación es inadmisible. Pero ninguna más oprobiosa que la discriminación racial, tanto más cuando ella es ejercida contra individuos y poblaciones a quienes se les niega el elemental derecho de vivir y trabajar en su propia tierra. No hay, no puede haber, derechos adquiridos que se funden en semejante iniquidad.
La memoria de un pueblo constituye uno de sus bienes más preciados. La lucha heroica de los pueblos africanos contra la política del apartheid es ya parte de la memoria de la humanidad.
Reiteramos en este foro, una vez más, las expresiones de amistad del pueblo argentino al oprimido pueblo sudafricano y su apoyo a la justa lucha que libra por el establecimiento de una sociedad libre, igualitaria y democrática en su país.
También considero necesario ratificar en este encuentro el irrestricto apoyo de !a República Argentina al pueblo de Namibia, representado por la Organización del Pueblo del África Sudoccidental (SWAPO) que padece aún la ilegítima ocupación de su territorio por parte de Sudáfrica.
Esta situación, lo repetimos, es inaceptable. Su perduración sólo puede ser explicada por el desequilibrio de las fuerzas en juego y por la envergadura de los intereses que buscan su perpetuación.
Hay países que no pertenecen a la región pero que han tenido y tienen aún en ella una gran responsabilidad con la perduración del racismo y del colonialismo. Estos flagelos son contrarios a la dignidad de la persona humana, son violatorios del derecho de gentes y son simiente de violencia y destrucción.
No rige el derecho en Sudáfrica, como no rige en Namibia, y cuanto más se tarde en implementarlo, más espacio tendrá la violencia, la injusticia y también la inseguridad de quienes compartimos la cuenca atlántica.
Deseo especialmente mencionar un conflicto que enfrenta desde 1980 a dos países miembros de nuestro Movimiento. La guerra entre Irán e Irak debe cesar. La paz que nunca debió haber sido rota, debe reinar nuevamente. Los pueblos sufridos y terriblemente probados de ambas naciones, deben volver a convivir como hermanos.
La República Argentina que es amiga de ambos, ha apoyado Y apoyará todos los esfuerzos que, de acuerdo con la Carta de las Naciones Unidas y los principios de No Alineación, se lleven a cabo para devolver a unos y otros, el pleno ejercicio de su derecho a la vida y a la paz.
Punto focal de los intereses estratégicos en el marco de las tensiones entre el Este y el Oeste, la región del Medio Oriente sigue representando un riesgo de conflicto, escalada y guerras, como las que ya por desgracia se han verificado, o más graves aún.
Los argentinos creemos en la posibilidad y la necesidad de la paz en esa atormentada región. Paz basada en la verdad, en la justicia yen la libertad para todos, sin exclusiones. Paz basada en la negociación de los legítimos intereses por parte de todos los que son titulares de derechos inalienables que no pueden ser desconocidos por nadie. Paz basada en el respeto mutuo y la tolerancia.
Es en este contexto que la Argentina sostiene la necesidad de que el pueblo palestino vea finalmente reconocidos sus derechos a constituirse en Estado independiente y en su propio territorio, gobernándose con las autoridades que libremente elija haciendo uso de su plena autodeterminación.
Del mismo modo, sostenemos el derecho de todos los Estados de la región, incluyendo por cierto también a Israel, a Vivir dentro de fronteras seguras y reconocidas internacionalmente.
Por las mismas razones condenamos todas las medidas que atenten contra la vigencia de los derechos respectivos, como ocurre con la ocupación de territorios por la fuerza, los actos de terrorismo y violencia que siegan vidas, destruyen familias y mutilan niños y jóvenes.
Loa argentinos, que padecimos duramente la violencia, creemos en el diálogo y la negociación y es por ello que consideramos que no pueden hacer negociaciones exitosas si no participan en ellas, en plan de igualdad, quienes tienen títulos legítimos para hacerlo, como es el casos de la Organización para la Liberación Palestina, ya que es reconocida como su representante por el pueblo palestino y por una porción sustantiva de la comunidad internacional representada en este Movimiento.
Parte de este cuadro de tensiones se verifica también en el Líbano, país al que nos unen lazos de antigua y arraigada amistad. No nos es posible menos que expresar nuestra esperanza de ver otra vez un Líbano floreciente y en paz, en el pleno ejercicio de sus derechos soberanos, libre de la ocupación de parte de su territorio, contribuyendo activamente al progreso y la estabilidad de su región.
Señor presidente: Quiero ahora referirme al conflicto en Centroamérica. Luego de reiterados esfuerzos y propuestas de paz, que no lograron la adhesión de algunos de los países envueltos en el conflicto, el futuro es amenazador.
La ampliación de la guerra en América Central no sólo traerá muerte y más miseria para los países que la integran sino convulsión e inestabilidad para toda América Latina.
Alcanzar la paz en América Central no es, entonces, sólo un objetivo humanitario hacia otros pueblos, sino una necesidad para todos los latinoamericanos.
Debemos encontrar un nuevo método que reabra la esperanza luego de estos tres años de esfuerzos pacificadores.
Gracias a los enormes esfuerzos del Grupo de Contadora hoy contamos con un excepcional instrumento como es el Acta para la Paz y la Cooperación en Centroamérica. Pero para que ese instrumento sea realidad un día, hace falta que se alcance previamente un compromiso esencial acerca de la manera de resolver el conflicto.
Por cierto que está claro lo que hay que lograr. Contadora y el Grupo de Apoyo lo sintetizaron en el Mensaje de Caraballeda:
1. El pleno ejercicio de la autodeterminación;
2. La no injerencia en los asuntos internos de otro Estado;
3. El respeto de la integridad territorial;
4. La plena vigencia de democracias pluralistas;
5. La no presencia de armamentos y bases militares que hagan peligrar la paz de la región;
6. La no realización de acciones militares de los países del área o con intereses en ella que impliquen una agresión o constituyan una amenaza a la paz;
7. La no presencia de tropas o asesores militares extranjeros;
8. El no apoyo ni político ni logístico ni militar a grupos que intenten desestabilizar el orden constitucional de los Estados de América Latina por medio de la fuerza o actos de terrorismo de cualquier índole;
9. El respeto de los derechos humanos que significa la vigencia irrestricta de las libertades civiles; políticas y religiosas;
10. Lograr la paz a través de una alternativa estrictamente latinoamericana.
A este respecto deploramos la reciente decisión del Congreso de los Estados Unidos de aprobar la ayuda militar a las fuerzas subversivas que actúan contra Nicaragua.
De tal modo, del decálogo de Caraballeda que debería ser el decálogo de la esperanza, nacen más bien las razones de nuestra angustia.
En nuestro continente, en especial, apoyamos la legítima y justa reclamación de la República de Bolivia a recuperar una salida directa, útil y soberana al Océano Atlántico.
Asimismo respaldamos los esfuerzos de Panamá por asegurar el cumplimiento pleno de los tratados aplicables al Canal de Panamá y la adhesión de todos los países al protocolo del tratado de neutralidad permanente de esta vía interoceánica.
Las naciones latinoamericanas firmamos el acuerdo de Cartagena y desde entonces, por más de dos años estamos promoviendo un diálogo político en reclamo de la corresponsabilidad que deben asumir los países acreedores para restablecer la simetría de los esfuerzos que debemos hacer todos para superar la crisis que ellos principalmente han creado.
Y si queremos que los países centroamericanos puedan hacer este esfuerzo. el resto de Latinoamérica debe comprometer con su ayuda la creación de las condiciones materiales políticas que hagan posible la independencia Y la libertad de los países centroamericanos.
Mi gobierno está dispuesto a asumir es compromiso.
Pero este mutuo compromiso quedaría esterilizado si no estuviera acompañado por la decisión de los países con vínculos e intereses en la región de abstenerse de toda forma de intervención.
Señor presidente: También la crisis económica sacude e Latinoamérica.
Los países en desarrollo transijamos década del 80 con la angustia propia de una circunstancia caracterizada por e desorden financiero y períodos de estancamiento Y aun de retroceso, con altos costos sociales y políticos. No sorprenderá, entonces, que en América Latina los niveles de vida de los últimos cinco años hayan retrocedido una década, a pesar de los enormes esfuerzos realizados para ordenar nuestras economías, mejorar nuestra eficiencia y aumente nuestras exportaciones.
Esta crítica situación ha sido determinada por un extraordinario deterioro de las condiciones internacionales para los países en desarrollo. En nuestra región existe pesada carga de una abrumadora d externa que explica fundamentalmente la enorme transferencia de recursos al exterior de más de cien mil millones dólares en los últimos cuatro años.
Al elevado servicio de la deuda externa, América Latina ha visto agregarse la pérdida de recursos por la caída de los precios de los productos básicos en los mercados internacionales, agravada por la competencia desleal de productos subsidiados por algunos países desarrollados y el cierre de los mercados internacionales.
No será con iniciativas insuficientes, que por lo general tienden a ampliar aún más los desequilibrios estructurales existentes, como se logrará una solución permanente a la crisis.
Existe una iniciativa de liberalizar el comercio a través de una nueva ronda de negociaciones comerciales en el marco del GATT. Si embargo, los principales propulsores de esa iniciativa están hoy inmersos en una verdadera guerra comercial cuyas consecuencias recaen sobre nuestros productores eficientes, competidores leales de países en desarrollo que atraviesan la crisis económica más seria de este siglo.
Para la República Argentina, cuyas exportaciones provienen en un 75 % del sector agrícola, el problema que he descripto es singularmente grave. Ya hemos dicho, quiero reiterarlo, que la industrialización es sinónimo de desarrollo económico y que el comercio internacional es un factor que potencia ese desarrollo. Sin perjuicio de ello, la nueva ronda del GATT sólo será creíble para nosotros si traduce una auténtica voluntad política de revertir el proteccionismo agrícola en un plazo cierto. Ese será nosotros el patrón de medida para la próxima reunión ministerial por realizarse en setiembre.
Ante la coyuntura particularmente difícil que enfrentan nuestros países, la concreción de la cooperación económica entre los países, la concreción de la cooperación económica entre los países en desarrollo se ha vuelto aún más urgente e imperiosa. Queremos señalar muy especialmente nuestro interés en promover la búsqueda entre nuestros países de una necesaria cooperación tecnológica que permita hacer más eficaz nuestra tarea en procura de cubrir la brecha que nos separa de los países mas desarrollados.
La persistencia de los factores negativos del sistema económico internacional predominante obliga a los países del Sur a esforzarse aún más para que esta cooperación se transforme en un hecho concreto. La Argentina cree en esta forma de cooperación económica entre los países en desarrollo y ha iniciado recientemente un ambicioso acuerdo de integración con la República Federativa del Brasil, cuyo objetivo final es la concreción de un mercado común entre ambos países.
Este acuerdo, que procuramos se extienda a otros países de la región, reafirma nuestra creencia en la cooperación Sur-Sur y se inserta en el espíritu de las iniciativas que el Movimiento de Países No Alineados ha tenido sobre esta materia.
Señor presidente: Mi gobierno desea denunciar una vez más el mantenimiento de la ocupación ilegítima de parte del territorio argentino por el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte. Es esta una cuestión ampliamente conocida por todos ustedes, y considerada en las reuniones del Movimiento a partir de 1975, año en que la Conferencia de Cancilleres declaró: “Los Países No Alineados, sin perjuicio de ratificar la vigencia del principio de autodeterminación como principio general para los territorios, en el caso especial de las Islas Malvinas apoyan firmemente el justo reclamo argentino e instan al Reino Unido a proseguir las negociaciones recomendadas por la ONU con el objeto de restituir dicho territorio a la República Argentina y poner fin así a la situación ilegal que aún persiste en el extremo meridional del continente americano".
No obstante los reiterados llamados de la comunidad internacional instando a las partes a encontrar una solución justa, pacífica y definitiva a la disputa de soberanía existente sobre las Islas Malvinas, el Reino Unido continúa negándose a encarar una negociación seria y global pretendiendo consolidar una anacrónica situación colonial.
Al oponerse sistemáticamente al cumplimiento de las resoluciones específicas de las Naciones Unidas sobre la cuestión de las Islas Malvinas está oponiéndose al mismo tiempo a toda la política seguida por la organización internacional y por este Movimiento para concluir con el colonialismo en el mundo.
El gobierno argentino ha expresado en múltiples oportunidades su firme voluntad de solucionar pacíficamente esta controversia. En este sentido, ha efectuado concretos ofrecimientos para reanudar las negociaciones, sin que se haya brindado hasta el presente ninguna respuesta positiva.
Más aún, el gobierno británico ha hecho pública su negativa a incluir en cualquier negociación el tratamiento del tema de la soberanía, que se encuentra en el origen mismo de la disputa y al que se vinculan todas las demás cuestiones que afectan la relación bilateral.
A esta intransigencia se agrega, además, agravando la situación, la desmesurada presencia militar británica en el Atlántico Sur. Esta militarización, no sólo constituye un riesgo para el territorio argentino sino que afecta a toda la región, como lo ha establecido recientemente el Consejo Permanente de la Organización de Estados Americanos.
La construcción de un aeropuerto estratégico en las Islas y su extraordinario refuerzo naval, pone en peligro la estabilidad de un área que forma parte de la zona latinoamericana libre de armas nucleares. Hoy, nadie puede negar que estas acciones británicas han transformado a las Islas Malvinas en una nueva zona de interés estratégico, atrayendo hacia ella el conflicto global entre el Este y el Oeste.
Sin perjuicio de lo expresado y como muestra cabal de la voluntad pacífica y negociadora de mi gobierno, quiero reiterar ante este foro la invitación al gobierno del Reino Unido a reanudarías negociaciones tendientes a solucionar la disputa de soberanía que separa a ambas naciones e impide la normalización de sus relaciones. Reitero, asimismo, la decisión del gobierno argentino de alcanzar una solución en la que se contemplen debidamente los intereses, tradiciones, costumbres y estilo de vida de los habitantes de las Islas, mediante las garantías y salvaguardas internacionales que resulten adecuadas a tales fines.
Esta es la posición del gobierno argentino respecto de una cuestión que reclama una pronta y definitiva solución, y para lo cual hace falta un gesto sustancial por parte del Reino Unido que revele un real deseo de poner fin al litigio.
Agradezco una vez más el respaldo que este Movimiento otorga a la reivindicación argentina.
Señor presidente: Deseo destacar asimismo un tema que ha de ser sin duda de gran interés para los países que integran el Movimiento ya que coincide plenamente con sus objetivos, es decir, la paz internacional.
Me refiero al proyecto de declarar al Atlántico Sur como zona de paz y de cooperación de los pueblos de América del Sur y de África, que fuera presentado por la República Federativa del Brasil en la Asamblea General de las Naciones Unidas y que cuenta con el apoyo decidido de mi país.
La declaración de paz para el Atlántico Sur y su desmilitarización evitando la nuclearización y la carrera armamentista en dicha zona, corresponde plenamente a la política de paz y a favor del desarme perseguida firmemente por mi gobierno.
Entiendo que esta Conferencia podrá prestar una contribución de alto valor para la materialización del ideal de paz y cooperación en el Atlántico Sur, promoviendo la aprobación de una declaración en ese sentido por las Naciones Unidas.
Esta Conferencia ha de considerar también dentro de la declaración política que emitirá, el tema de la Antártida y el sistema del Tratado Antártico. La Argentina ha asignado y asigna una gran importancia a la defensa de sus derechos en la Antártida, cuyas costas están muy próximas al extremo sur de su territorio continental y en cuyas tierras ha desarrollado una actividad ininterrumpida durante más de ocho décadas. Su decidido interés permanente en el área y su posición jurídica al respecto como país soberano hacen innecesario un análisis mayor en estas circunstancias.
Pero quiero decir que ese interés de mi país, no es óbice para su permanente aporte al mantenimiento permanente aporte al mantenimiento de la paz, a la no militarización y al desarrollo pacífico de la cooperación internacional en la Antártida. El Tratado Antártico y las convenciones celebradas con posterioridad de acuerdo con él, constituyen un sistema normativo multilateral que ha funcionado eficientemente y sin mayores problemas durante dos décadas y media, cumpliendo a satisfacción los altos objetivos de las Naciones Unidas.
Entendemos que dicho Tratado debería ser reforzado con la adhesión de otros Estados miembros del Movimiento de Países No Alineados que enriquecerían el sistema con su participación.
Debemos unir fuerzas entre los países en desarrollo para que el sistema del Tratado Antártico no sea destruido sino firmemente mantenido y aún perfeccionado.
Señor presidente: En mi mensaje al Congreso de la Nación, al asumir la Presidencia, el 10 de diciembre de 1983, manifesté que:
-la política exterior del gobierno democrático argentino iba a ser la natural extensión de su política interior;
-que nos ajustaríamos a la tradición nacional en favor de la solución pacífica amenaza de empleo de la fuerza;
-que apoyaríamos los esfuerzos encaminados a detener la carrera armamentista, compartiendo la precupación mundial por los riesgos de enfrentamientos con armas nucleares que podrían significar el fin de la civilización humana e incluso la destrucción de las condiciones ambientales que hacen posible la vida en el planeta;
-que nuestra propia capacidad tecnológica en materia nuclear no se aplicará jamás a otros objetivos que los del desarrollo pacífico.
En cumplimiento del compromiso así asumido ante los representantes del pueblo argentino comenzamos a desarrollar una política exterior orientada por dichos objetivos.
Buscamos la paz y bregamos por ella y somos conscientes que ese valor supremo para la convivencia entre los hombres es vulnerado no sólo por la guerra entre naciones sino también por el terrorismo en cualquiera de sus formas o invocaciones, todas las cuales resultan para nosotros igualmente repudiables.
Y porque siguiendo aquellos objetivos luchamos por la paz, en febrero de 1984 envié una carta a la entonces Presidente del Movimiento de Países No Alineados, señora Indira Gandhi, transmitiéndole mi preocupación por las consecuencias que para el futuro de la humanidad deparaba la escalada sin precedentes en los arsenales nucleares.
Expresaba entonces mi opinión de que esta cuestión excedía la atención de quienes detentan el monopolio del arma nuclear, pasando a ser motivo de preocupación real y concreta para todos los miembros de la comunidad internacional, con independencia de su nivel militar, su desarrollo económico y su ideología política.
Sostuve entonces que todos estábamos llamados a sufrir sus consecuencias y todos teníamos el deber moral de buscar soluciones y de exigir que a través de la negociación se pusiera fin a la amenaza del arma nuclear ya las consecuencias políticas que su posible utilización genera.
El 22 de mayo del mismo año emprendimos junto con la primer ministro de la India, Nehru, el primer ministro de Suecia, Olof Palme, el presidente de México, Miguel de la Madrid, el presidente de Tanzania, Julius Nyerere y el primer ministro de Grecia, Andreas Papandreu, una iniciativa tendiente al cese de la carrera de armamentos nucleares y el desarme nuclear. Demandamos a los Estados Unidos y a la Unión Soviética, así como al Reino Unido, Francia y China, la suspensión de los ensayos, la producción y el emplazamiento de armas nucleares y de sus sistemas de lanzamiento, a los que debería seguir una reducción sustancial de las fuerzas nucleares.
Ese llamamiento fue reiterado en la Declaración de Nueva Delhi, de enero de 1985.
Dos temas específicos requieren hoy especial atención: la prevención de una carrera de armamentos en el espacio exterior y un tratado de prohibición completa de ensayos de armas nucleares.
Declaramos que el espacio exterior debe ser utilizado para el beneficio de toda la humanidad y no como campo de batalla del futuro. Por ello, efectuamos un llamado a la prohibición del desarrollo, los ensayos, la producción y el emplazamiento de todas las armas espaciales. Asimismo, instamos a los Estados poseedores de armas nucleares para que detengan inmediatamente los ensayos de todo tipo de armas nucleares y concluyan, a breve plazo, un tratado de prohibición de ensayos de armas nucleares.
Considerando que dicho tratado sería un paso significativo para terminar con la constante modernización de los arsenales nucleares y que debería estar acompañado de medidas de verificación adecuadas y no discriminatorias, centramos nuestra acción en esta cuestión. En mensajes posteriores dirigidos personalmente al presidente Reagan y al secretario general Gorbachov, propusimos suspender todos los ensayos nucleares y ofrecimos nuestra asistencia para facilitar el establecimiento de medidas efectivas de verificación.
En respuesta a nuestros mensajes se suscitó un intercambio de cartas con los máximos dirigentes de los Estados Unidos y la Unión Soviética. Nos congratulamos por la afirmación del presidente Reagan de que una guerra nuclear no puede ser ganada y nunca debe librarse y le urgimos a actuar en concordancia con esa afirmación para asegurar que una guerra nuclear no tenga lugar. Notamos con satisfacción su afirmación de que los Estados Unidos y la Unión Soviética deben encontrar áreas de coincidencia en la cuestión de los ensayos nucleares y dijimos que, sin embargo, nos desilusiona saber que el presidente Reagan considera que un cierto nivel de ensayos nucleares seguirá siendo necesario en el futuro.
Asimismo, nos congratulamos de la declaración del secretario general Gorbachov de que las armas nucleares deben ser abolidas por completo e irrevocablemente. Notamos con satisfacción que comparte nuestro punto de vista de que una suspensión de los ensayos nucleares es un paso importante en 10$ esfuerzos para detener la carrera de armas nucleares, celebramos su declaración de que la Unión Soviética había prolongado su moratoria de ensayos unilateral y tomamos nota también de su disposición a hacer uso de nuestra oferta de asistencia en la verificación de una suspensión de ensayos nucleares.
En el reciente encuentro del Grupo de los Seis, celebrado en México, presentamos, con el fin de facilitar el cese inmediato de los ensayos nucleares, un ofrecimiento concreto de ayuda para establecer mecanismos de verificación adecuados.
Tales medidas podrían incluir el establecimiento de estaciones de vigilancia temporales en los campos de ensayos existentes, arreglos para utilizar las estaciones ubicadas en los Estados Unidos y la Unión Soviética con objeto de vigilar sus territorios fuera de los campos de ensayo, así como inspecciones de grandes explosiones químicas. A su vez, propusimos a los jefes de Estado de los Estados Unidos y la Unión Soviética que se reúnan expertos de nuestros seis países con expertos soviéticos y norteamericanos.
Señor presidente: Hay quienes piensan que es poco realista querer cambiar la realidad. La discordia, la política de poder y la desconfianza que nos llevaron a esta situación absurda, nos dicen, siempre existieron y siempre existirán.
En realidad la evidencia histórica indica lo contrario, porque si jamás hubiésemos luchado por cambiar la realidad aún seguiríamos viviendo en las cavernas. Y si hoy la discordia, el uso de la fuerza y la desconfianza nos han conducido a profundizar la injusticia universal, promover la concordia, el derecho y la confianza no es una ilusión; es una necesidad. Trabajar por estos objetivos no es un propósito ingenuo, es una obligación, es decir, una actitud realista.
Desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, no ha estallado una nueva guerra entre las grandes potencias, pero la guerra ha castigado sin cesar a los países menos fuertes y más necesitados. Cierto es que varias de esas guerras abrieron el camino de la independencia de muchas naciones y el fin del colonialismo. Pero también es cierto que muchas otras fueron un testimonio de intolerancia y ceguera de quienes más tenían frente a quienes menos podían.
Del mismo modo muchas naciones sufrieron destrucción y guerra al convertirse en campos de batalla de los grandes bloques y así, una vez más, la destrucción se abatió donde más se precisaba construir, el atraso se expandió allí donde más se necesitaba progresar.
Por todo esto, debemos otra vez reuní nuestros esfuerzos para protegernos I la lucha de los poderosos, para evitar guerra en nuestras regiones, para responder a la demanda de nuestros pueblos: construir y asegurar la liberta el bienestar.
Paz y concordia, independencia y desarrollo son una necesidad y son IX lo tanto nuestra obligación.
Para esto contamos con el Movimiento para esto existe el Movimiento, un Movimiento que Nehru definió en Belgrado en 1961: cito "El poder de las naciones reunidas aquí, no es un poder militar o un poder económico sin embargo es un poder. Llámenlo fuerza moral".
RAÚL RICARDO ALFONSÍN

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