abril 18, 2010

"´Por qué no firmé la petición [por un nuevo juicio] al Gobernador Fuller" Carta abierta de Nicola Sacco

SACCO & VANZETTI
Carta abierta de F. Nicola Sacco
“Por qué no firmé la petición al Gobernador Fuller”
[13 de Mayo de 1927]

Queridos compañeros y amigos:
La mayor parte de las veces, según los casos, el silencio y la tolerancia valen un tesoro, pero a veces las cosas son de tal modo repugnantes que revuelven hasta el estómago del más prudente. Por eso no se puede menos de tomar la pluma para aclarar la realidad de los hechos, que son muy diversos a como la prensa azuzadora dijo respecto de mi actitud al rehusarme a firmar la petición enviada al gobernador Fuller.
He aquí como están las cosas: Dos días después de mi negativa a firmar la petición para un nuevo recurso legal, invocando una comisión imparcial para una investigación sobre todas las fases del proceso, vino a verme Mr. Ehrmann, el nuevo asistente abogado de Mr. Thompson, junto con el doctor Mayerson, psiquiatra de Boston, es decir el médico de que el Comité de defensa se ha servido siempre en estos años de peripecias de nuestra vida, y a quien por el buen trabajo prestado a la defensa, el Estado de Massachussetts lo recompensó con una bagatela.
Pocos mlnutos antes llegó mi compañera y Feliciani precedidos del abogado Mr. Ehrmann y el doctor Meyerson.
Apenas vi al doctor comprendí el asunto y sin quererlo, rozó un poco mi susceptibilidad. Después de cambiado el saludo y estrechado las manos, nos sentamos a una mesita. El interrogatorio giró sobre lo habitual: por qué me rehusé a firmar la petición, de que hablé extensamente en una carta anterior enviada a la prensa, con el deseo de verla publicada dentro de unos días.
Mr. Ehrmann fue el primero en interrogarme si nuestra causa había sido juzgada antes o después del juez Thayer, a lo que respondí que sí, y confieso que hice mal en no haberle respondido diferentemente, es decir, que tanto en la primera como en la segunda negativa de la Corte Suprema, los jueces no hicieron más que aprobar la injusticia de Thayer y no han estudiado nunca los hechos y las nuevas evidencias del proceso, desde el punto de vista jurídico.
Pero Mr. Ehrmann fue muy prudente al no explicarme eso, porque quería llegar al objetivo que se habia propuesto, es decir, que yo no podía tener conocimiento de las cosas, puesto que no disfrutaba de mis plenas facultades mentales; pero hasta aquí no llegó, pues si se hubiese atrevido le habría respondido esto: Que si hace dos años, en nuestra primera apelación a la Corte Suprema, hubiesen colgado al juez Thayer en el primer poste del alumbrado, ningún otro juez nos habría rehusado un nuevo proceso; a estas horas Sacco y Vanzetti estarían libres.
Volvamos al doctor Mayerson, que después de haber preguntado otras varias cosas, me dijo: Dígame, Mr. Sacco, ¿cree usted que no firmando esta petición el pueblo podría salvarle?
- No sé lo que el pueblo puede hacer mañana -respondí- pero tengo fe en los buenos amigos y compañeros que en la lucha de estos años pasados nos dieron vida; y las experiencias de estos siete años me enseñan a no firmar ningún otro papel legal.
- Ahora dígame, Mr. Sacco, continuó el doctor Mayerson; usted reconoce todas estas instituciones universitarias, políticas, religiosas; ¿considera usted a profesores, banqueros y políticos que ocupan hoy altos cargos en la nación, como enemigos o amigos suyos?
- ¿Cómo he de juzgarlos enemigos míos cuando hoy inician comicios de protesta y nos ayudan financieramente? Después de todo también ellos tienen un corazón. En mi vida he odiado a nadie; pero he defendido siempre al más débil, aun cuando de parte del más fuerte hubiese encontrado a mi padre; tanto es así -continué diciendo-, que con el patrón de la fábrica donde trabajé varios años éramos buenos amigos y a menudo le llevaba a su casa platos humeantes de tallarines. En cambio de eso él no me hacía nunca pagar los zapatos que compraba para mí y para mi familia; y... comprenda... para tantos otros pobres niños y madres descalzos y harapientos que sufrían en la miseria y en el dolor en el invierno rígido, sentía la necesidad de llevar a menudo los buenos tallarines de mi Rosina. Pero, dejándole a él a un lado, conozco por experiencia y por la historia de todos los siglos, la codicia y la tiranía de todos los amos, pues si en Los Malos Pastores O. Mirbeau dijo que también la burguesía tiene un corazón, demostró que ese corazón se conmueve sólo cuando los soldados cosacos han disparado sobre la muchedumbre inerme de los trabajadores que reclaman un pan menos duro; donde, entre los cadáveres de las madres y esposas de los trabajadores cae también el hijo del industrial; mientras que dos horas antes el patrón habría podido conservar la vida de su hijo y evitar toda aquella masacre de inocentes, concediéndoles un pan más para poder dar vida a los niños mal alimentados. Pero no, ha querido antes la masacre, para gritar después a la multitud de los huelguistas, enloquecido por el dolor: ¿dónde está mi hijo? ¡devolvedme a mi hijo y tomad todas mis riquezas! Pero, ¡ay! era demasiado tarde, su hijo había caído bajo el plomo de los cosacos a quienes el padre había ordenado hacer fuego sobre la muchedumbre inerme e inocente.
Volviendo sobre el argumento, el doctor y Mr. Fhrmann me preguntaron otras cosas insignificantes que yo no creo útil reproducir; después trataron por todos los medios de herir mi sensibilidad. Pero me mantuve firme para no darles la oportunidad de decir que estaba ... Sin embargo, he aquí qué relato od usum delphini hizo el doctor Mayerson al gobernador Fuller, publicado en toda la prensa del 5 de mayo. He aquí en parte lo que dice en los puntos más inverosímiles que tomo del Boston Herald:
Sacco no está loco. Sin embargo demuestra una evidencia de mentalidad anormal, que caracteriza una posición extremadamente fanática en su presente situación. Su estado de ánimo es hóstil a la firma de todo otro papel legal en su defensa.
Más abajo dice:
Sí, no hay duda que siete años de prisión sin ninguna ocupación y preocupación por su situación, han contribuido a reducirlo a un estado anormal, por lo cual el fanatismo ha intensificado en él la obsesión. A pesar de que no esté loco, su inaccesibilidad a todos los motivos, sus reacciones emocionales son patológicas. Su mente ha perdido la flexibilidad de que tiene necesidad el hombre para normalizar su situación.
Sin duda, después de esta falsa declaración hecha al gobernador Fuller, la prensa ha hecho su comentario, ocultando el pensamiento y la realidad de los hechos con el más bajo modo de ver y según sus intereses miserables.
El gran filósofo A. Schopenhauer dice que el Estado es una obra maestra, es verdad, porque el uno ayuda al otro a sostenerse en pie para regir la pirámide nefasta que oprime y consume hasta los huesos al pobre trabajador. Es la historia de todos los siglos pasados y del presente, del humilde hasta el más alto educador intelectual. Cuando la escuela del uno y la acción del otro han perjudicado u obstaculizado las cosas o la función del Estado, éste, después de haberlos fusilado o crucificado o sepultado vivos por largos años en una tumba, trata de herirlos cun el arte de la ignominia, de la infamia, llamándoles fanáticos, locos, criminales.
Os saludo hoy, como mañana, desde el cadalso, os enviaré el último beso.
Hoy son dos humildes trabajadores los que han empeñado la lucha; mañana serán otros los que ocuparán nuestro puesto; los habrá siempre, y frente a la tumba de los nobles caídos gritarán: ¡Abajo los que reniegan de todas las libertades y del bienestar de la humanidad oprimida!
Parece que el imperio del oro del mundo estrellado tenga miedo de ahorcarnos. Pero no es así. La sombra de estas dos ruinas no lo perturba en ningún modo, porque sabe por la historia que el pueblo ama con extrema pasión al puro, al más límpido, al hermano sincero de la miseria y del dolor que estuvo a su lado en la lucha de ayer y de hoy. Sabe también que la rebelión t!emenda de ese pueblo laborioso haría caer en el abismo -fácilmente- la obra maestra de la pirámide de la tiranía y de la miseria.
Y es claro que hoy esos señores se arrepienten de no haberse desembarazado ayer de nosotros con un tiro de revólver, como armaron la mano del sicario asesino que mató al compañero Kurt G. Wilckens en la prisión de la Argentina.
Pero sospecho de todo, a despecho del feroz Thayer y del fiscal Wilbur, unidos a sus colegas -dignos compadres de Katzmann- que desde el año pasado claman nuestra inmediata ejecución, la agitación se intensifica en todas partes en los Estados de la Unión. De las minas a las fábricas, de los astilleros y de donde quiera que haya un rebelde -de aquí y del otro lado del Atlántico-. De las ciudades de la Argentina, de Francia, de México, de Suiza, etc., llegan peticiones de apelación, cartas de protesta de millares de trabajadores, de ciudadanos respetables, de abogados de fama mundial, de ilustres personajes de la ciencia, de la literatura, de profesores, instituciones, universitarias, políticas y religiosas de aquí y del resto del mundo llegan a montones todos los días al gobernador Fuller en favor de nuestra liberación inmediata.
Todo eso es de buen augurio, ciertamente; y yo que he tenido fe siempre en los buenos y en los trabajadores del brazo y del pensamiento, pienso en una insurrección general que nos arrancará de las garras feroces de los barones de Massachusetts.
Al contrario, respecto de esto no hay que hacerse ilusiones, pues si hoy nos encontramos al borde de la tumba es porque hemos sido demasiado ilusos en estos últimos años; y yo que he subido uno a uno todos los peldaños de este doloroso calvario, tengo la firme convicción que el gobernador nos negará todo. Tanto es así que hasta hoy el gobernador Fuller, después de todas las cartas de protesta, de las Peticiones y de los llamados enviados -incluso el del Comité de defensa y la última enviada y firmada por Vanzzetti- solicitando una comisión de investigación sobre el caso, no ha iniciado ningún trabajo; y no sólo eso, sino que se ha rehusado a hacer ningún comentario o declaración relativa a nuestro proceso.
Muchas Peticiones piden una postergación de nuestra ejecución, y muchas otras una conmutación de la Pena. Sobre esto último, si el gobernador es forzado por las circunstancias y por el miedo, nos conmutará la sentencia por prisión perpetua para desembarazarse así de nosotros. Pero no por eso cesará la lucha.
¡Valor, hermanos! Otros, mañana, ocuparán nuestro puesto, y la esperanza y la confianza en nuestra fe que habéis demostrado en la brecha en estos siete años de lucha, está hoy en nosotros y nos sonreirá en el abrazo de nuestros queridos compañeros y en la lucha de mañana.
En los acontecimientos de la lucha emprendida, tened fe en vosotros, pues en el sendero luminoso se unirán a vosotros otros hermanos para la lucha santa, hasta la meta de la victoria.
Por todos los caídos, por todas las víctimas de los sin patria perseguidos, que se conmueva la protesta humana y en la revUelta audaz, en el combate por la liberación, suene a las puertas de los lupanares sedientos de sangre.
Os saludo hoy como estoy seguro de enviaros mañana desde el cadalso el último beso de despedida.
Con fe en vosotros, por la anarquía.
Cárcel de Dedham, 13 de mayo de 1927.
FERDINANDO NICOLA SACCO

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