abril 03, 2010

Renuncia de Vicente Rocafuerte como Diputado (1833)

RENUNCIA COMO DIPUTADO POR LA PROVINCIA DE PICHINCHA
"Incapaz de ser traidor a mis juramentos, y viendo la imposibilidad de llenar las esperanzas de mis comitentes, mi conciencia y mi patriotismo me imponen el deber de separarme de un Congreso que ha perdido toda su fuerza moral, con la intempestiva concesión de facultades extraordinarias, y que ha cooperado al triunfo de la tiranía militar, sobre la ruina de la Constitución y Leyes"
Vicente Rocafuerte [1]
[16 de Septiembre de 1833]

Señor:
Una fuerte calentura me impidió asistir a la sesión del Congreso del día 14 del corriente: ahora que estoy convaleciente, y que el estado de mi salud me lo permite, creo que es mi primer deber presentarme al Congreso como Diputado por la provincia de Pichincha, y protestar solemnemente contra los atentados últimamente cometidos por un malvado ministerio Sí, malvado repito, y paso a la prueba. ¿De quienes se compone el actual gabinete? De un vil García del Río, de uno de esos fenómenos de iniquidad que brotan las revoluciones, y que la opinión pública de los habitantes de Lima, designa como el ladrón del empréstito del Perú; del mayor enemigo de la independencia del Ecuador; pues fue el sanguinario ministro del usurpador Urdaneta, en fin, que por sus crímenes y bajezas salió expulsado de su país natal en el año de 1830.- De un godo hipócrita, de un esclavo de Fernando VII, que se ha convertido en verdugo de la libertad ecuatoriana. De un letrado públicamente tachado de venal, siempre vendido al Poder triunfante, y que aún está salpicado con la sangre que hizo derramar de los ínclitos patriotas. ¿Qué confianza puede inspirar, qué bienes puede proporcionar al Ecuador este exótico triunvirato de perversidad, de hipocresía y de vileza? ¿Quién puede ser tan estúpido, que crea las palabras y protestaciones de probidad política, de estos héroes del criminal imperio de la tiranía revolucionaria? Apoyados en la fuerza brutal de las armas, reforzados con la llegada del batallón "Vargas" que estaba en Otavalo, y en la inmoralidad de un Congreso corrompido, compuesto en su mayoría de clérigos aspirantes, de empleados serviles, y de monopolistas interesados en la continuación del agiotaje y los estancos, han desplegado las banderas del más insolente despotismo militar, y con insultantes amenazas, han derrocado la Constitución, y destruido todas las garantías sociales.
Ellos han fraguado una de esas insignificantes conspiraciones, que fácilmente inventa el maquiavelismo, sin darse el trabajo de revestirla siquiera de apariencias de verosimilitud; y sin acordar que, tres días antes, el Presidente, en su Mensaje al Congreso, anunció que reinaba en la República la paz y la tranquilidad. ¿Porqué turbarla con la inicua petición de facultades extraordinarias, que suponen un estado de guerra civil, que no existe, o más calamidades imprevistas, que no han llegado a noticias de nadie? ¿Por qué dar el escándalo de conceder facultades extraordinarias, cuando menos se necesitan, y cuando principian las sesiones del Congreso? La razón es muy sencilla: porque los grandes malvados no se paran en medios, por inicuos que sean, para satisfacer su rencor, su ambición su avaricia; porque los Ministros se han propuesto extinguir la libertad de imprenta; porque sólo respiran venganza contra los valientes escritores, que escudados con el artículo 64, tít. 8o. de la Constitución, han hecho circular verdades, que siéndoles imposible contestar victoriosamente, les es más fácil rebatirlas con cárceles, destierros y crueles persecuciones: porque ellos pretenden obstruir los medios de averiguar la verdad; quieren rodear de obscuridad todos los actos de su tortuosa administración; intentan apagar todo espíritu de republicanismo; y trabajan en fin en remover todos los obstáculos que se opongan a la ejecución de sus planes de ambición y futuras empresas, de lucrativo agiotaje. Tal es mi opinión la que debo presentar en el congreso como Diputado por la Provincia de Pichincha, y la que expongo con toda la franqueza que conviene a un verdadero representante del glorioso pueblo reconocido por el primogénito de la Independencia.
Incapaz de ser traidor a mis juramentos, y viendo la imposibilidad de llenar las esperanzas de mis comitentes, mi conciencia y mi patriotismo me imponen el deber de separarme de un Congreso que ha perdido toda su fuerza moral, con la intempestiva concesión de facultades extraordinarias, y que ha cooperado al triunfo de la tiranía militar, sobre la ruina de la Constitución y Leyes.
VICENTE ROCAFUERTE
[1] Joseph Vicente Rocafuerte y Rodríguez de Bejarano (1783-1847), Nació en Guayaquil, en el seno de una familia acomodada, constituida por el capitán Juan Antonio de Rocafuerte y doña Josefa de Bejarano y Lavayen. Fue político, diplomático, escritor y presidente constitucional ecuatoriano desde 1835 hasta 1839. Su carrera pública es en cualquier caso muy extensa: Alcalde Ordinario de Guayaquil, Procurador general del Cabildo, Capitán de la Milicia Criolla, Diputado a las Cortes de Cádiz, Diputado por Pichincha, Jefe Supremo del Departamento de Guayaquil, Jefe Supremo de Guayaquil, Puná, Jefe Superior del Guayas, Jefe Supremo del Estado del Ecuador, Presidente Provisorio del Ecuador, Gobernador de Guayaquil, Diputado por Cuenca a la Convención de Quito, Diputado por Pichincha en la Convención de Cuenca. Presidente de la Asamblea Nacional de Cuenca, Senador al Congreso de Quito, Presidente de la Cámara del Senado y ocupó e intervino en numerosos representaciones diplomáticas.
Rocafuerte fue uno de los más notables pensadores de la América revolucionaria y uno de sus más eficaces gobernantes. Hombre de sólida cultura, talentoso y patriota; poseedor de grandes dotes de estadista, en México desarrolló una importante actividad intelectual adecuada a la nueva situación; en defensa de la República publicó Ideas necesarias a todo pueblo independiente que quiera ser libre; contra Itúrbide, el Bosquejo ligerísimo de la revolución de México, desde el grito de Iguala hasta la proclamación imperial; sobre problemas de las nuevas formas de gobierno, El sistema colombiano popular electivo y representativo es el que más conviene a la América independiente. Otras obras suyas fueron Ensayo sobre las cárceles, Ensayo sobre la tolerancia religiosa, Curso de filosofía moral, la serie de manifiestos A la nación y Ensayo político. Favoreció además la publicación de numerosas obras de instrucción en el Nuevo Mundo. Más que liberal y librepensador, Rocafuerte fue sobre todo un hombre de gran sentido práctico que trató de prevenir las graves consecuencias del despotismo político y de la tolerancia religiosa.

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