APRISMO Y COMUNISMO [1]
Víctor Raúl Haya de la Torre
[1932]
EL APRISMO NO ES COMUNISMO
Mil veces ya hemos ratificado esta declaración terminante: el aprismo no es comunismo. Y no es comunismo, no porque los apristas lo declaremos. Nuestra afirmación esta fundada en el propio Marx. El comunismo científico, no el primitivo de los pueblos primarios ni el utópico y verbal de los fantaseadores revolucionarios, es una etapa social y económica posterior al industrialismo capitalista. La gran industria crea al gran proletariado, y cuando éste ha evolucionado suficientemente hasta alcanzar un alto grado de conciencia y de cultura, es que el comunismo es posible. Del examen realista de nuestras clases sociales... hemos llegado a la conclusión de que nuestro proletariado es incipiente como incipiente es nuestra industria. Hemos visto también que nuestro proletariado no es el proletariado manufacturero de los países verdaderamente industriales. Nuestra industria es mayormente extractiva, de materia prima o medio elaborada. Consecuentemente, el grado de progreso cultural de nuestro proletariado es menor, es más lento que el de los proletariados de la gran industria, que “forjan la máquina” y producen la manufactura. Un pueblo es verdaderamente industrial “cuando produce los instrumentos de producción”, cuando hace la máquina, cuando extrae y utiliza el hierro. Nuestros pueblos importan la máquina, nuestro proletariado aprende a manejarla, pero no puede forjarla. Por eso, nuestro industrialismo es económicamente colonial e incipiente y nuestro proletariado como clase no puede gobernar aún.
De otro lado, la industrialización del país de que hablaba en sus discursos el señor Leguía y que hoy repiten muchos de nuestros viejos políticos, resulta una vana palabra. Industrializar el Perú, cómo Estados Unidos, Inglaterra, Alemania o el Japón, ha de ser por varias edades imposible. Imposible aún cuando imperara el socialismo en el mundo. Porque la competencia y la superproducción industrial de hoy no lo permiten; porque el costo de producción de una industria manufacturera en el país no toleraría concurrir con la de los países que han alcanzado un alto grado de evolución económica, social y técnica. Y aún cuando el socialismo fuera el sistema económico mundial, superindustrializar a nuestros pueblos sería retornar a la “anarquía de la producción” que es el término científico de Marx para señalar como origen de las crisis del capitalismo el afán de producir excesivamente, bajo el empuje de la competencia, más de lo que el consumo del mundo necesita o puede absorber.
Los apristas hemos sostenido y sostenemos también que la realidad de Rusia no es la realidad del Perú. La posición, extensión y aislamiento geográfico de Rusia, su estupenda riqueza en productos naturales, su grado anterior de evolución industrial manufacturera y la característica psicológica de su pueblo, han permitido el gigantesco y transcendental experimento que hoy realiza cuyo resultado es aventurado prever, pero cuya importancia es absurdo desconocer. Sin embargo, expresivo de la complejidad de los fenómenos económicos y sociales, aún en los pueblos que han alcanzado un alto grado de industrialización, el hecho histórico de que naciones más avanzadas que Rusia por su industrialismo, con proletariados que confinan numéricamente con la mayoría de su población total, con problemas gravísimos de desocupación y crisis financiera, que están vecinos a Rusia, con Alemania o cercanos a ella, como Inglaterra, no hayan seguido el camino de la revolución. Si hemos de aceptar con Marx el determinismo histórico, no es posible dejar de reconocer la trascendencia de experiencias tan palmarias ni olvidar que implican lecciones importantísimas para la apreciación de realidades como la nuestra.
Los mismos comunistas están seguros de la imposibi1idad de implantar inmediatamente el sovietismo nuestros países. En un libro interesante del escritor colombiano Cuadros Caldas, soldado de la revolución mexicana y observador realista de los fenómenos de nuestra América, se analizan las profundas diferencias entre el aprismo y el comunismo y se cita, de un editorial del diario del Partido Comunista Francés “L'Humanité”, la opinión de los comunistas europeos sobre nuestra América. En esa cita se reconoce de acuerdo con el marxismo, que los pueblos latinoamericanos no están listos para el comunismo y deben cumplir previamente su “etapa democrática de evolución política”. (Véase el libro El comunismo criollo por J. Cuadros Caldas, México, 1930)
De otro lado, son bien conocidas las campañas del comunismo contra el APRA. Mientras el aprismo quiere “cumplir la etapa democrática”, organizar constructivamente el Estado, educar, mejorar, defender y capacitar a las clases productoras del país, el comunismo propugna la “agitación permanente” entre los obreros de las industrias extractivas, para entorpecer la producción y favorecer el progreso de las industrias similares en Rusia. El azúcar, el algodón, el petróleo, etc., latinoamericanos compiten en los mercados mundiales con los de Rusia. Contribuir a su no producción en países como el nuestro es favorecer la producción rusa. Por más que sepamos que todas esas industrias en el país pertenecen casi totalmente a manos extranjeras y dejen muy poco al Perú, debemos tener en cuenta que el resultado inmediato del plan comunista sería la miseria de nuestra población laborante sin expectativas inmediatas de mejoramiento por no estar preparada para controlar la producción y gobernar el Estado por si misma, como hemos demostrado.
Esta profunda diferencia entre el comunismo criollo -cuya propaganda ha ayudado El Comercio- y el aprismo, es bastante para demostrar nuestra definida posición frente al comunismo, y a la labor negativa y odiosa de sus malos agentes en países como el nuestro, atentatoria contra la vida y progreso de las mismas clases que pretende defender. Por eso hemos visto que mientras El Comercio y los representantes del civilismo en la Constituyente, invocan a los comunistas criollos para atacar al aprismo, nuestro Partido -Consciente de su misión defensora del pueblo- es blanco de los odiosos ataques de esa alianza inexplicable.
“PERUANICEMOS EL PERU”
El Partido Aprista Peruano ha recogido desde la iniciación de su labor política en el país, la sincera invocación de José Carlos Mariátegui, que en una época militó bajo las banderas del aprismo: “Peruanicemos el Perú”. Peruanizarlo es nacionalizarlo en el sentido integral y elevado del concepto. Es luchar por que sea nación libre y justa. Y no podremos peruanizar el Perú mientras las grandes mayorías de los peruanos vivan en la ignorancia y en la miseria. No podremos peruanizarlo sin acometer humana y científicamente la redención, del indio. No podremos peruanizarlo mientras vivamos en pleno coloniaje económico, hipotecando día a día nuestras fuentes de riqueza a cambio de empréstitos ruinosos. No podemos peruanizarlo mientras el Estado sea instrumento de opresión y abuso y botín de riqueza de unos cuantos.
Por la peruanización auténtica e integral del Perú, lucha el Partido Aprista Peruano. Sin apartarse de la visión del mundo, sin desestimar ninguno de sus grandes fenómenos económicos, sociales y políticos, el aprismo aspira a una obra do verdadero nacionalismo. Nacionalismo esencial y moderno que no excluya su sentido social y humano. Nacionalismo basado en el hijo de la Nación que trabaja, que la sirve, que la integra. Por eso somos el Partido de las mayorías nacionales de las grandes masas de peruanos que anhelan hacer valer su derecho a la vida civilizada, que debe ser para un pueblo garantía de progreso material y cultural.
El llamado del aprismo en nombre de la peruanización del Perú, no es una vana palabra. Es un esfuerzo concreto y realista cristalizado en un programa afirmado en principios científicos. No importa que la tarea que ese programa imponga sea vasta y compleja. Lo que importa es, que sea realista y posible si hay fe y decisión para emprenderla. No importa que en la aplicación de nuestro plan haya que rectificarse por que las rectificaciones a que obliga la realidad son nuevas experiencias aprovechables y hasta necesarias a toda obra política y social que no caiga en el utopismo. Lo que importa es que la obra de reconstrucción que el Perú necesita, tenga una línea directiva, una orientación, un sentido. Nuestro Partido ha sabido darlos sin negar, ni antes ni hoy, la colaboración de todo aquel que pueda coadyuvar a nuestra obra con capacidad y con honradez.
Nosotros aspiramos a la máxima justicia y al máximo bien, pero no confundimos la gran aspiración ideal con el paso difícil que impone el largo camino para alcanzarla. No pretendemos que la tarea del aprismo sea definitiva y eterna. Podrá superarse y debe superarse. Creemos sí, que en nuestra generación y en nuestra época, el aprismo ha señalado ya una misión y un camino. Para esta obra esforzada y salvadora, hemos fundado un Partido en el que sólo no tienen cabida quienes sean incapaces de sacrificarlo todo por la causa del nuevo Perú. Nuestra disciplina, nuestra organización, nuestra unidad, nuestro absoluto desinterés personal, son medios morales de educación individual, social y política, absolutamente necesarios en un pueblo como el nuestro al que faltó siempre el ejemplo saludable de directores preclaros. Porque es necesario repetirlo: tan importante como la obra de reorganización material del país, consideramos la de su moralización. Una y otra están relacionadas. Los mejores programas económicos y políticos fracasarían sin una enérgica tentativa para la educación moral del Perú. Ambos son para nosotros primordiales. Por eso, al mismo tiempo que hemos formulado un programa completo de reorganización económica y política, ofrecemos en las filas de nuestro Partido la escuela de austeridad y de sacrificio que lo harán posible. Así marchamos hacia la “Peruanización del Perú”.
SOLO EL APRISMO SALVARA AL PERU
Ante la Nación y ante el Partido, he de ratificar fervorosamente nuestra gran palabra de orden: “Sólo el Aprismo salvará al Perú”. Que ella sea testimonio de nuestra convicción indeclinable de militantes políticos y aliento a nuestra decisión de continuar luchando por la causa sagrada de la salvación nacional. Que en medio del ambiente sombrío que domina a la república por la instauración de una nueva tiranía, resuene como una gran clarinada de optimismo. Desde el destierro y desde las prisiones, han de repetirlo nuestros hermanos de lucha. De todos los ámbitos del Perú ha de resonar virilmente en su grito multánime de segura esperanza.
Causa de justicia, la persecución y la calumnia sólo hacen más firme y más gloriosa la causa del aprismo. El pueblo, que según las profundas expresiones do Bolívar, “siempre es más sabio que todos los sabios” y es “fuente de toda legitimidad que mejor conoce, con una luz verdadera, lo que es conveniente y lo que es justo”, el pueblo que “es único soberano”, está con nosotros. Porque su causa es nuestra causa. Porque su dolor es nuestra bandera. Porque su anhelo profundo de renovación es el perenne acicate de nuestra lucha.
Y una vez más he de decirlo, como soldado de esta gran cruzada nacional que avanza hacia la conquista de un Perú renovado por la obra empeñosa de sus hijos que trabajan: nuestro Partido no excluye de sus rangos a nadie que esté listo al servicio sacrificado y altruista del país. Sólo no caben en él los egoísmos y los traficantes, 1os fariseos de la democracia V los sórdidos servidores del despotismo y la injusticia.
¡Sólo el Aprismo salvará al Perú!
VÍCTOR RAÚL HAYA DE LA TORRE
[1] Redactado entre enero o febrero de 1932, como parte de un manifiesto emitido desde la clandestinidad bajo persecución por la dictadura del Gral. Sánchez Cerro. Publicación primera: Como parte del “Manifiesto de 1932” que circuló en forma de panfleto en el Perú en 1932. Éste luego apareció en Repertorio Americano, XXIV, no. 14 (23 de abril de 1932), 217-219; no. 15 (30 de abril 1932), 234-236; y no. 16 (7 de mayo de 1932), 244-246; y en V. R. Haya de la Torre, Construyendo el Aprismo (1933).
No hay comentarios:
Publicar un comentario