julio 19, 2010

Carta política de Betancourt a la dirigencia partidaria sobre la crisis interna de Acción Democrática que llevara a su 3° división y al nacimiento del MEP (1967)

CARTA POLÍTICA DESDE ITALIA SOBRE LA CRISIS INTERNA DE AC QUE LLEVO A SU TERCERA DIVISION Y AL NACIMIENTO DEL MOVIMIENTO ELECTORAL DEL PUEBLO (MEP)
Rómulo A. Betancourt
[1967] [1]

Carta a compañeros dirigentes del Partido.

Para Augusto Malavé Villalba, Eligio Anzola, Carlos Andrés Pérez, Luis Tovar, Luis Augusto Dubuc, José Vargas, Humberto Celli hijo, juan Herrera, Martín Correa, Armando González, Francisco Olivo, Manuel Peñalver, Luis Piñerúa Ordaz, Octavio Lepage, Carlos Canache, Humberto Hernández, Antonio Leidenz y muchos otros más, centenares de otro más.

Queridos compañeros:

He estado meditando mucho acerca de la situación política del país, de nuestra responsabilidad ante ella y de la grave crisis interna de Acción Democrática.
La seriedad y magnitud de las divergencias internas de nuestro partido son inocultables. Pero más que esas enconadas pugnas nos está corroyendo, y amenaza con desintegrarnos, la quiebra de los valores éticos que han dado fisonomía inconfundible, y suya a nuestra organización. La falta de ética, sucia marca que pudrió al autenticismo cubano, al M.N.R. boliviano, está penetrando, o ha penetrado ya, en diversos niveles organizativos de AD.
Sin descartar que hayan casos más o menos aislados de prácticas individuales cuestionables, o definitivamente sucias, lo fundamental es que donde florece ese feo proceder es en el grupo fraccional permanente que con tenacidad y habilidad digna de mejor causa dirige el doctor Jesús paz Galarraga. Sus lugartenientes más destacados, y él mismo, no tienen escrúpulos de ninguna naturaleza en utilizar la maquinaria fraccionalista organizada por ellos para desmoralizar con dádivas y sinecuras, a gentes del partido, incorporándolas a su sargentería. Son los apañadores de cuantos cometen delitos contra la cosa pública. Forman dentro de AD no una corriente ideológica, animada de pensamientos con afinidades principistas, sino una coalición de apetitos orientada hacia el control del poder al precio que sea.
Considero deber de conciencia, como venezolano y como acción-democratista, hablarles como lo estoy haciendo. Es más, creo que las instituciones democráticas de Venezuela estarán en peligro cierto de naufragio si ese grupo de aventureros llega a controlar el gobierno y el Partido.
Porque además de desaprensivos en materia administrativa “para decir lo menos”, son demagogos. Repiten una actitud bien conocida en el movimiento revolucionario internacional. Quienes tienen ética dudosa, o francamente en quiebra, acentúan la nota del radicalismo verbal. Enarbolan extremistas banderas para cubrir la averiada mercancía de su nada limpia conducta práctica. De aquí que ese grupo vocee y proclame su socialismo; anuncie profunda revolución de las estructuras; afirme, por boca de su agente en Caracas en el campo juvenil, la profesión de un “marxismo” casi puro, y procuren algunos de entre ellos subterráneos contactos con la gente del PCY. Todo esto es bien conocido de nosotros, pero también de los otros factores del Poder que operan en el país, inevitable consecuencia de la característica de nuestra sociedad de ser democrática y pluralista. Esa pirotécnica verbal rojizante tiene alarmado, preocupado y listo para contraatacar a grupos de sectores poderosos del país.
Los estimula a ellos la realidad de que los mejores y más calificados conductores del movimiento obrero acción-democratista, uno de los firmes ba¬luartes del sistema democrático venezolano, no sólo están al margen de la maquinaria organizada con experiencia y celo muy arsista por el doctor Paz Galarraga, sino que se manifiestan en abierta pugna contra ella. La culpa no es de los sindicalistas, sino de quienes han formado un equipo fraccionalista en escala nacional, orientado hacia el férreo dominio del partido y del usufructo del Poder.
Esta situación intolerable es no sólo para señalarla, sino para combatirla. No somos espectadores del proceso político nacional y de los gravísimos problemas internos de AD; somos actores en la vida pública del país y obligados, por deber inevadible a que un partido cuya experiencia ha costado tanta lágrima, sudor y sangre de tantos no naufrague y destruya la fe de centenas de millares de venezolanos.
Es animado de esta convicción que vengo a plantearles la necesidad de integrar un comando nacional con un objetivo único, preciso, definido: “Derrotar en las elecciones internas del Partido, y por lo tanto en la próxima Convención Nacional, al grupo fraccionalista que dirige Paz Galarraga, y que tiene calificados lugartenientes en Salazar Aguilera, Luis Lander, Bajares Lanza, Pedro Torres, Luis Salas, Charlita Muñoz y otros más.
Es imperativo hacer a un lado recelos personales o políticos entre compañeros, porque se trata de organizar un movimiento defensivo de la moral, la democracia y la vida misma del Partido, y no del apoyo a esta o aquella candidatura presidencial. De lo que se trata es de estructurar un comando unificado que programe y realice de un extremo a otro del país una acción encaminada a derrotar la maquinaria fraccionalista, cuya existencia y peligrosidad nadie niega dentro de AD y lo que es peor para el Partido, fuera de AD. Constituido ese comando, les enviaré un conjunto de sugerencias, resultado de la experiencia política y partidista que tengo, para ser unas utilizadas y otras discutidas por correspondencia conmigo si no las creen apropiadas. En todo caso son ustedes dirigentes políticos veteranos con jerarquía adquirida de propios merecimientos y de un batallar de muchos años. Ustedes mismos son perfectamente aptos para elaborar y poner en marcha un plan de acción y de trabajos internos, capaz de preparar y lograr la derrota de ese bloque fraccional híbrido, mezcla de neo marxismo y de neomirismo.
Mi nombre no tiene por qué ocultarse. Debe saberse, internamente, que soy definida y definitivamente hostil al movimiento fraccionalista de Paz Galarraga y sus sargentos.
Debemos prever varias posibilidades de reacción de Paz y su gente. Una de ellas es la que nos acusen -a mí y a unos cuantos compañeros más- ante el Tribunal Disciplinario. Tienen allí una mayoría a su servicio incondicional, y en 48 horas nos expulsarían. Mi actitud sería la de regresar de inmediato al país, y con ustedes, y con centenares de dirigentes de menor categoría pero respetados e influyente, me dedicaría a rescatar el Partido. No es lo mismo enfrentarse a unas disidencias moralmente viciadas y sin dirigentes aglutinantes -como fueron Ramos Giménez y Rangel- que vérselas con un movimiento de salvación acción-democratista, dirigido por ustedes y por mí.
No tengo, irrevocablemente, ambiciones políticas, del País y del Partido he recibido oportunidades de actuación que han rebasado, más que colmado, mis propios anhelos de hombre público. Esto le daría mayor fuerza a mi decisión de reincorporarme a la actividad diaria del Partido, si es que de él me expulsa una maquinaria formada contra Acción Democrática e integrada por gente en su mayoría sin solvencia ética y política.
Quiero ser diáfano al exponerles mi criterio. Considero que no debemos provocar una ruptura violenta con el Dr. Paz y sus sargentos, debemos usar con terquedad en el trabajo coordinado y cotidiano el derecho que como militantes tenemos que hacer triunfar nuestros candidatos en las elecciones, primero fundamentalmente en las elecciones primarias. Primero: Será en ellas, y no en las elecciones de Delegados que hagan las Convenciones Estatales, donde se ganará o perderá la mayoría de votos para la Convención Nacional. Pero debemos actuar sin dejarnos atemorizar por la amenaza de la División. En caso de que la provoquen, los aislados y derrotados serán ellos, y siempre ganará A.D. las elecciones. Tengo plena y absoluta seguridad de que si recorro el país jun¬to con Uds., hablando de caserío en caserío, de municipio en municipio, de pueblo en pueblo y de ciudad en ciudad, utilizando al maximum la radio y la TV en 8 semanas, a más tardar, tendremos en las manos el control del Partido ... disfrutarlo sensualmente. El nuestro tiene un aglutinador mucho más efectivo, el de la fe común en un Programa de Partido, en una probidad personal y política indemne de todas las pruebas. Reúnanse. Lean colectivamente esta Carta. Sopesen y analicen las razonadas argumentaciones que contiene, y envíenme una Comisión de Compañeros con la decisión a que hayan llegado. Fraternalmente.
ROMULO A. BETANCOURT
[1] El Nacional, Caracas 25 de octubre de 1967. El Nacional, Caracas 26 de octubre de 1967.

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