julio 16, 2010

Conferencia de Betancourt en la Cámara de Comercio de Maracaibo (1958)

CONFERENCIA EN LA CÁMARA DE COMERCIO DE MARACAIBO
El petróleo en la economía venezolana
Rómulo A. Betancourt
[15 de Septiembre de 1958]

Señores:
En ésta la sexta conferencia que dicto ante grupos de hombres de empresa venezolanos. Las otras fueron en Barquisimeto, Valencia, Puerto La Cruz y Valera. En todas esas oportunidades he insistido en que es un signo nuevo y auspicioso en la vida venezolana el que hombres de empresa escuchen a hombres públicos exponer sus puntos de vista acerca de la problemática nacional. Y que los hombres de empresa se interesen en conocer el pensamiento de quienes en una forma y otra van a influir en la orientación de los rumbos de la gestión gubernamental, porque dentro del régimen democrático no se ha conocido ni inventado fórmula distinta a la de que sean los Partidos políticos los órganos del Poder público, después de obtener a través de los comicios, el aval y el respaldo del electorado. Además, este interés que están demostrando los hombres de empresa en dialogar con los hombres públicos está revelando cómo hace crisis en nuestro país periclitado concepto, escuchado antes con mucha frecuencia en boca de empresarios, de que ellos eran "hombres de trabajo" y "no se interesaban por la política.
En realidad, no es concebible que ningún ciudadano, cualquiera que sea la posición que ocupe dentro de la sociedad, sea hombre de empresa, sea empleado, obrero o campesino, se desentienda de la forma en que se administra la cosa pública.
Ya en Venezuela, por la evolución económica de nuestro país, se está formando un sector de hombres de empresa con mentalidad nueva y moderna, convencido de que de una forma o de otra los afecta la manera como se orienta la administración de los negocios del Estado, y por eso están manifestando una activa preocupación hacia esa forma elevada y alta de la política que consiste en interesarse por los rumbos de la Administración Pública.
EXAMEN DE CONCIENCIA ACERCA DE VENEZUELA
Un tema que he venido tratando con insistencia machacona desde que re¬gresé al país, es el de la necesidad de que hagamos un severo y sereno examen de conciencia acerca de lo que es Venezuela. Estamos todos un poco emborrachados de palabras y repetimos con una fidelidad de loros esa expresión de que Venezuela es uno de los países más ricos del mundo y el mas rico de Sudamérica o, para decirlo con una expresión que muchas veces leí durante mi exilio en prensa norteamericana, de que somos el pequeño país multimillonario de las Américas. Cuando analizamos con angustia patriótica y preocupación estudiosa la realidad de Venezuela, encontramos que hay mucho de mentira para la exportación en eso de que Venezuela es un país rico. Tenemos una transitoria riqueza extraordinaria, el petróleo, de la cual no estamos obteniendo una adecuada participación nacional, y lo que obtenemos en su mayor parte se gastó durante la reciente última década en una forma irresponsable.
LA BALANZA INTERNACIONAL DE PAGOS CON SALDO NEGATIVO PARA EL PAÍS
Cuando se analiza la balanza internacional de pagos de Venezuela, se aprecia un doble fenómeno: que cada día crece más la producción y exportación del casi único producto que tenemos para concurrir a los mercados internacionales: el petróleo. Y que cada año es mayor el déficit en contra del país en esa balanza internacional de pagos. Es decir, que estamos agotando rápidamente las reservas de una riqueza que no se reproduce; de una riqueza típicamente perecedera y no renovable, como es el petróleo, y al propio tiempo nos vamos empobreciendo de año en año.
Aquí aportaré, en respaldo de ese aserto, cifras extraídas de las Memorias del Banco Central, que son tan expresivas como alarmantes. En 1951 produjimos seiscientos veintidós millones de barriles de petróleo crudo, con un valor de exportación de cuatro mil ciento ochenta y dos millones de bolívares; pero en importaciones de servicios se invirtieron cuatro mil ciento noventa y cinco millones de bolívares, es decir, un saldo negativo para el país de trece millones de bolívares. En 1957 la producción de petróleo fue de mil quince millones de barriles con un valor de exportación de siete mil novecientos veintiocho millones de bolívares; pero en importaciones gastamos nueve mil ciento ochenta y seis millones de bolívares, dando un salgo negativo de mil doscientos cincuenta ocho millones de bolívares.
LAS EXAGERADAS GANANCIAS DE LOS CONSORCIOS DEL PETRÓLEO
Dije que de nuestra prodigiosa riqueza petrolera no estábamos obteniendo la participación adecuada. Yeso se aprecia simplemente analizando las cifras aportadas por los Ministerios de Hacienda, de Minas e Hidrocarburos y del Banco Central de Venezuela. Las ganancias de las Compañías Petroleras en nuestro país fueron en 1951 de mil doscientos un millón de bolívares; en 1957, seis años después, el renglón de ganancias alcanzó a dos mil setecientos sesenta y cinco millones, o sea un aumento neto de casi el 125 por ciento. Las ganancias de las Compañías en Venezuela fueron en 1951 del 23,36 por ciento sobre el capital invertido, ganancia muy alta porque se trata de un tipo de industria universalmente asimilada a las del servicio público. Pero para 1957 esas ganancias subieron a 32,43 por ciento, tasa de remuneración que es excesiva para cualquier tipo de inversión y más cuando se trata de una industria que ha recuperado varias veces, a lo largo de treinta años, su capital invertido.
Estos cálculos son hechos con base a los datos aportados por las propias Empresas y sin que se hayan analizado -y no era posible que lo hiciera un régimen sin sentido de responsabilidad nacional como el que existió hasta el pasado enero- estos dos hechos: primero, las variantes extrañas y sin aparente justificación que tiene el precio del petróleo venezolano en los mercados internacionales, por debajo de las cotizaciones normales; y segundo, el análisis de las ganancias obtenidas por las Compañías subsidiarias e intermediarias que dependen de las que operan en nuestro país, especialmente en el caso de las Compañías refinadoras de petróleo. Pero hay datos que revelan los sorprendentes resultados a que llegaría una investigación seria de esa fuente suplementaria de ingresos para las Compañías que operan en Venezuela mediante manipulación del petróleo producido en nuestro país. Es el caso de las refinerías. En 1954 el Departamento de Comercio de los Estados Unidos hizo una investigación y la publicó, acerca de las utilidades obtenidas por el capital norteamericano invertido en América Latina.
Llegó a la conclusión de que las inversiones norteamericanas en las islas holandesas del Caribe rendían dividendos extraordinarios. Esas inversiones para llamarlas en cristiano- son las de la Creole en su refinería de Aruba. Y en ese año, con una inversión total de doscientos noventa y seis millones de dólares, las utilidades fueron de ciento cuatro millones de dólares. Una inversión de doscientos noventa y seis millones de dólares en ese año produjo ciento cuatro millones de dólares de ganancias, es decir, casi la mitad del capital invertido.
En 1957, el Banco Central de Venezuela, con cautela explicable por las condiciones que entonces prevalecían en el país, al comentar que en ese año las inversiones extranjeras en Venezuela habían obtenido una utilidad de dos mil trescientos ochenta y ocho millones de bolívares, recordó lo que había dicho en su Memoria de 1956 la CEPAL, la Comisión Económica para América Latina de las Naciones Unidas. Dijo la CEPAL que de la totalidad de los beneficios obtenidos por las inversiones extranjeras en América Latina, Venezuela aportaba la mitad.
HACIA UNA POLÍTICA NACIONAL DE PETRÓLEOS
Esta situación plantea la necesidad de una revisión en las relaciones Estado- Industria con respecto a los ingresos que deriva la nación de su casi única fuente de riqueza. Y junto con esta revisión la afirmación de una política de petróleos previsiva y responsable. Una política de petróleos que podría precisarse en los siguientes puntos:
Primero. El Estado venezolano, como personero de la Nación y como dueño irrenunciable de los yacimientos que se explotan, debe tener una activa par¬ticipación en todos los programas de la industria. Esos programas se elaboran de común acuerdo entre las siete grandes Compañías que forman el Cartel internacional del petróleo, los (sic) big seven, de que habla la prensa norteamericana.
Y son programas elaborados con previsión de años. Venezuela no puede estar sometida al riesgo de que se repitan situaciones como aquella de 1949 en que bruscamente fue disminuido el ritmo de producción en nuestro país mientras se aumentaba e intensificaba la producción en el Medio Oriente. Todos recuerdan que hubo entonces en el país algo que, para usar la expresión edulcorada de hoy, diríamos que fue una recesión cuando en realidad era barrunto de una crisis, una disminución de los gastos gubernamentales y una contracción en los negocios. Venezuela, primer país exportador de petróleo del mundo, segundo o tercero en el rango de los productores, no puede ser un convidado de piedra cuando se estén planteando los programas de producción de la industria del petróleo. El Estado debe estar representado en esos organismos intercompañías que deciden los planes de producción.
Segundo: Ha llegado el momento, llegó desde hace tiempo, de que en Venezuela se constituya una Empresa Nacional de Petróleo, del Estado o con capital mixto, pero con prevalencia de la influencia estatal. En América Latina, teniendo como tenemos rango tan relevante como productores de petróleo, nos cantamos entre los dos o tres países que no han organizado una empresa suya nacional de petróleo. La tienen Brasil, Argentina, Uruguay, Chile, México; y hasta la pequeña Costa Rica, que desde hace muchos años ha monopolizado para un organismo del Estado la distribución de la gasolina y otras esencias derivadas del petróleo. A esta empresa nacional debieran atribuírsele las reservas nacionales de nuestro país.
Tercero: Venezuela debe crear una empresa de transporte marítimo petrolero. Pero una empresa que actúe, bien como anexa de la Compañía Venezolana de Navegación, o como empresa aparte, pero no como una empresa privada sino una empresa con influencia determinante del Estado aun cuando pueda ser mixta, con aporte de capital privado. Y esto no por deseo excesivo de intervención oficialista, sino porque una experiencia internacional prueba que empresas de esta índole, cuando caen en manos de particulares, corren el riesgo de ser absorbidas precisamente por poderosas compañías internacionales. Dentro del sistema de libertad de comercio constitucional no puede objetarse que particulares organicen, por su propia cuenta y riesgo, empresas privadas navieras para el transporte de petróleo. Pero sería de toda inconveniencia que el Estado las favoreciera con ventajas y privilegios que sólo son atribuibles a entidades fiscales, o semifiscales.
Cuarto: Venezuela debe empeñarse en desarrollar la refinación del petróleo.
Ya la Petra química tiene una pequeña planta refinadora y sería cuestión de estudiar si esa planta se ensancha o se establece otra. Y orientarse la política nacional en el sentido de que la distribución de gasolina y otros carburantes en el mercado interno sea realizado por la Empresa Nacional del Petróleo. Esto, por razones de rendimiento económico y también por razón de conservación en nuestra fisonomía inconfundible de nación. Termina por adquirir una mentalidad colonialista, una mentalidad deformada y amenazada de desintegración, un país que indefinidamente sea espectador de la forma como se manipulan sus materias primas, que se limite a exportarlas y que no realice ningún esfuerzo para transformar dentro del país siquiera parte de ellas.
Por último, es necesario que la nación ratifique la inconveniencia del otorgamiento de nuevas concesiones a Compañías extranjeras. En 1947 fue establecida la política de no más concesiones que tuvo el respaldo del Congreso Nacional, entonces un Congreso legítimo, producto de elecciones, y el consenso y el respaldo del país. Se utilizaron argumentos contundentes y claros en torno a la política de no más concesiones. Se dijo y se demostró que las Compañías tenían concesiones por una extensión de más de seis millones de hectáreas y en explotación apenas trescientas mil hectáreas, y que quedaba un margen de cinco millones setecientas mil hectáreas para explorar y explotar. Contra el argumento de que la política de no más concesiones impedía la localización de nuevas reservas de petróleo, se argumentó ya en 1947 Y 1948 que a pesar de no haberse otorgado nuevas concesiones, habían aumentado apreciablemente las reservas nacionales contabilizadas.
Esta política de no más concesiones fue mantenida hasta 1956 en que cuatrocientas mil hectáreas fueron entregadas a las Compañías internacionales; entregadas con argumentaciones deleznables. Se dijo que eran necesarias estas nuevas concesiones para aumentar las reservas nacionales. Y la verdad es que en la Memoria de Minas e Hidrocarburos de 1952, ya bajo el régimen anterior, se dijo que entre los años 4? Al 52 habían aumentado en una cuarta parte las reservas nacionales sin necesidad de otorgamiento de nuevas concesiones. Las reservas contabilizadas eran de diez mil millones de barriles, lo que establece una relación de producción a reservas bastante aceptable. En los Estados Unidos, donde la producción es de unos seis millones de barriles diarios, hay reservas contabilizadas de veintiocho mil millones de barriles y nadie dice en ese país que esa relación no es una relación razonable. Se dijo también oficialmente que era necesaria esta política de nuevas concesiones para impedir que el capital inversionista fuera hacia otras zonas. Y que era necesario diversificar el capital invertido en la industria petrolera.
El primer argumento era sofístico y mentiroso. La única zona libre, o con partes libres, en la explotación petrolera es la del Medio Oriente, y al Medio Oriente no pueden irse los capitales de Occidente porque es una de las zonas con conflictos más vivos en el mundo, nudo de contradicciones entre Oriente y Occidente, inflamado por xenofobias irreductibles y donde el movimiento panarábigo está imponiendo una política de intransigente nacionalismo, inclusive condimentada con ingredientes religiosos. Y el otro argumento de que se trataba de diversificar los capitales resultó falso. Las cuatrocientas mil hectáreas fueron entregadas a las mismas Compañías que estaban operando en Venezuela, y algunas otras muy misteriosas, como una famosa Leaseholds, cuyo principal personero era un señor de apellido eslavo, Nikita Harvick, quien no era propiamente pariente de Nikita Kruschev, sino cuñado del señor Vallenilla Lanz. Esta Compañía obtuvo unas mil hectáreas de reservas nacionales. Money in the Bank, dijeron en los Estados Unidos, y ni siquiera explotó, o comenzó a explotar esa Compañía la tajada que le correspondió en el amigable reparto, sino que se sacó del sombrero de copa a una compañía llamada la San Jacinto, de Texas, que es la que está operando en la zona del Lago. Estas cuatrocientas mil hectáreas fueron otorgadas en condiciones que inducen a pensar que deben ser objeto de revisión y análisis. Fueron otorgadas por un Gobierno espurio, que tenia control de opinión pública, sin debates posibles y rubricadas por un Congreso que no había sido electo por el pueblo venezolano, sino escogido en cenáculo de incon¬dicionales por gente que entonces gobernaba despóticamente en el país.
Por último, debe precisarse y señalarse que resultaría una aventura irresponsable la idea de nacionalización de la industria del petróleo. Esta tesis no la está planteando en Venezuela ninguna persona que analice seriamente los problemas del país. La situación nuestra es absolutamente diferente a la situación de México. México nacionalizó el petróleo por razones de soberanía nacional y luego porque el petróleo era apenas un factor más dentro de un complejo económico. En Venezuela la vida económica fiscal del país está girando en torno del petróleo.
El 98 por ciento de las divisas que ingresan son divisas del petróleo. Más de las dos terceras partes de los ingresos fiscales son ingresos del petróleo. No exportamos sino un poco de café y un poco de cacao y esa exportación es estacionaria, si no regresiva. Con respecto al café en los últimos siete años ha disminuido en diez mil toneladas la exportación de ese grano, a pesar de que en esos años se ha cotizado a precios altos en los mercados de consumo. En la Venezuela actual sería una aventura irresponsable, un salto en el vacío, pretender nacionalizar la industria del petróleo.
INVERTIR EL PRESUPUESTO EN FORMA REPRODUCTIVA
¿Qué hacer, entonces, frente a este problema de la industria del petróleo? Hay dos actitudes posibles: la demagógica y palabrera de decir que "las sanguijuelas de Wall Street", y "los cuervos del capital financiero internacional están acogotando a la patria", o la otra, la actitud seria, nacionalista, responsable, de que un Gobierno, asistido de respaldo colectivo porque haya surgido de elecciones limpias, asesorado por una Comisión Nacional del Petróleo donde deben estar representados todos los partidos políticos, los sectores económicos y los organismos técnicos, plantee a las empresas una revisión, discutida entre las partes, del status actual.
He dicho más de una vez, porque no oficio en los altares de la demagogia, que este planteamiento ten dría resultados positivos. En 1945, cuando me correspondió el honor y la responsabilidad de presidir los destinos de la República, nuestro gobierno inició un nuevo trato con las Compañías Petroleras. Decretamos el pago de un impuesto extraordinario sobre utilidades de los años 1944 y 45 por conceptuar que esas utilidades habían sido excesivas, y en esa forma obtuvo el Fisco un ingreso suplementario de cien millones de bolívares. Se estableció la participación 50-50 entre las Compañías y la Nación. Por primera vez el Estado venezolano utilizó parte del petróleo que le correspondía, por el royalty o regalía, para operaciones de trueque, rectificándose el absurdo concepto aceptado sin beneficio de inventario por anteriores Administraciones de que el Gobierno de nuestro país no podía comerciar con petróleo porque el petróleo no era suyo sino de las Compañías.
Y, por último, las Compañías contrataron por primera vez con los Sindicatos, y esto permitió un aumento de casi 200 por ciento en tres años de los ingresos del sector laboral, tanto en alzas de salarios como en prestaciones sociales, con una evidente repercusión favorable en toda la economía nacional, especialmente en los sectores del Zulia y de los Estados orientales productores de petróleo, porque se acreció así la capacidad de consumo de zonas que aumentaron sensiblemente su poder adquisitivo.
Y he dicho que estas negociaciones pudieron tramitarse en un ambiente sereno, en un ambiente de discusión comercial, porque no se trataba de hacer del petróleo un explosivo político, sino de comportarnos como los dueños de una riqueza que comercialmente discuten con quienes están manipulando y explotando esa riqueza. No me cabe la menor duda de que al estabilizarse en el país un Gobierno elegido por el pueblo, representativo y responsable, formado por equipos aptos y con información acerca de los problemas administrativos, podría realizarse un reajuste favorable a Venezuela en cuanto a su principal y casi única industria. Es decir, que puede pensarse que en el año próximo, y sin crisis alguna en las relaciones Estado-Empresas, pueda ser aumentada en forma apreciable la participación que obtiene Venezuela de su petróleo. Preocupación que debe estar muy presente en esas negociaciones, es la de conservarle a nuestro petróleo un precio de venta competitivo con los de los petróleos del Oriente Medio.
Y la cuestión se plantea ahora en estos términos: ¿Ese mayor ingreso en la renta petrolera vamos a seguir invirtiéndolo en bisuterías costosas, vamos a seguir invirtiéndolo en esos hoteles como el que se está construyendo en Macuto, el cual lleva ya consumidos más de cien millones de bolívares; vamos a multiplicar los hipódromos, las ruletas hípicas, como esa de Caracas, donde ya se han gastado ciento treinta millones y no está concluida? ¿Vamos a seguir construyendo teleféricos y vamos a seguir haciendo avenidas, o vamos a invertir ese dinero racionalmente en dos sentidos: en el sentido de crear una economía sólida, estable y permanente y, sobre todo, venezolana, paralela a esa economía adventicia y transitoria que deriva del petróleo? Y es transitoria porque el petróleo inevitablemente, inexorablemente, se nos va a acabar.
He dado una cifra que no me ha sido contestada, que no me ha sido negada, porque es una cifra aportada por los geólogos. La de que las reservar contabilizadas de Venezuela son diez mil millones de barriles de petróleo; he dicho reiteradamente que esas reservas pueden ser mayores, que seguramente mayores, pero las reservas contabilizadas son apenas de diez millones de barriles de petróleo. Esto significa, al ritmo de producción que vamos, que dentro de quince o veinte años en Venezuela no habrá petróleo. Que del petróleo apenas quedará el recuerdo de las cabrias enmohecidas y en el subsuelo unas enormes cavernas, testimonio melancólico del mineral que allí estuvo depositado. Estamos empeñados entonces en una dramática batalla contra reloj, en una batalla contra el tiempo que apremia, y si esa batalla que es la batalla de la creación de una producción permanente nacional, no la resalíamos en los próximos veinte años, lo que nos espera es el destino de Manaos, aquella ciudad pomposa que se creó en la cuenca amazónica brasileña, al amparo del auge cauchero. Decía yo en Puerto La Cruz que allí se construyó hasta un fastuoso palacio municipal de mármol donde cantaban las divas más famosas de Europa. Era una ciudad opulenta, una especie de versión contemporánea de aquel El Dorado con el cual soñaron los conquistadores. De pronto se abarató verticalmente el precio de venta del caucho y de Manaos no quedaron sino unos edificios desplomándose, unos cuantos mármoles truncos y una población completamente pauperizada. Esto puede pasarnos a nosotros como nación, y no solamente en las zonas petroleras, si en los próximos veinte o veinticinco años no somos capaces de invertir lo que nos produzca esa riqueza transitoria, que es el petróleo, en crear una riqueza permanente y, al propio tiempo, en proteger, en defender y en aumentar lo que en definitiva es la principal, la básica riqueza de este país: la riqueza-hombre, la gente de carne y hueso que puebla la vasta geografía venezolana.
ZONIFICACIÓN ECONÓMICA
Dentro de esta idea de crear una riqueza nacional permanente, habría que pensar en cómo están superadas dentro de las modernas concepciones económicas y administrativas las ideas del desarrollo parcelado de una economía. Prevalece la tesis del desarrollo integral, del desarrollo regional y aun del desarrollo económico inter-estatal, internacional. Es lo que vemos en Europa, donde se han constituido en la Europa occidental sindicatos franco-alemanes para la explotación conjunta del hierro del Rhur, o ahora un convenio entre Francia e Inglaterra para la explotación conjunta de un gran programa eléctrico. Trasladar esos conceptos a Venezuela, es una idea que tendrían que discutir los técnicos, pero ella preocupa e interesa desde ya a los hombres que oteamos en los problemas del país buscándoles racionales: la idea de pensar para ese desarrollo de una economía permanente no en términos de geografía política sino en términos de veinte Estados separados unos de otros, aislados unos de otros, sino en términos de regiones económicas. Y entre las regiones económicas donde parece que sería de extraordinarios resultados un programa integral de desarrollo está la de la Cuenca del Lago. Es una vasta zona neo económica que comprende no sólo el Estado Zulia, sino los Estados Andinos, parte de Falcón y parte de Lara, y aun una franja de tierra colombiana, la de los Santanderes, más vinculadas al Lago de Maracaibo, porque por allí sale su café, que al puerto de Barranquilla en el litoral atlántico, el cual está a una considerable distancia de los dos Santanderes. Esta zona de la Cuenca del Lago tiene una serie de características suyas extraordinariamente promisorias. Hay una variedad de suelos que van desde las tierras altas, de más de tres mil metros de altura, de la Sierra de Perijá hasta las tierras llanas de las márgenes del Lago, tierras con una humedad natural permanente y donde a través de las décadas se ha ido acumulando el humus vegetal arrastrado por los ríos que bajan de Perijá y de la Cordillera Andina. Tiene una red de vías de comunicación bastante adecuada con excep¬ción de una zona muy importante del Zulia a la cual vaya referirme después.
Tiene, para complemento, el milagro del Lago, con sus 14.000 kms.2, el cual tuvo difícil salida al mar antes de que se realizara el dragado y apertura de la Barra, obra que debió iniciarse en 1949 porque estaban hechos para esa época todos los estudios e inclusive previstos los comienzos del financiamiento, porque las Compañías Petroleras iban a aportar para esa obra sumas que les habían sido reclamadas por el Gobierno por exceso de utilidades en el año de 1947. Esa obra se vino a emprender años después, pero en todo caso ya está en gran parte realizada yeso permite que al Lago puedan entrar los buques de gran calado.
Tiene, además, esta región, un porcentaje apreciable de ganado bovino, especialmente en los Distritos Urdaneta y Perijá y una vasta zona tierras donde podría asentarse una numerosa población agrícola. De ahí que resulte justificado el reclamo tan insistentemente formulado por esta colectividad de que se construya totalmente la carretera Machiques-Colón, La Fría, que vinculándola a la carretera Panamericana permitiría a las ricas zonas zulianas tener acceso y salida fáciles hacia los mercados de consumo de los Andes.
En esta región del Zulia deberían asentarse núcleos importantes de gente cordillerana. Entre los problemas que más preocupan, angustian y desvelan a los venezolanos que nos interesamos por el país como un todo, están los de las pésimas condiciones económicas de los tres Estados andinos. Particularmente aguda es esa situación en el Táchira. Y esto se debe a factores inmodificables. Táchira, Mérida y Trujillo viven de la producción agrícola y pecuaria en una inapta especialmente para la agricultura, donde no hay tierras planas, donde no hay mesetas sino desfiladeros y montañas.
Más del 60 por ciento de esas tierras ya erosionadas, devastadas, están bajo cultivo, con precarios resultados; y por cada kilómetro cuadrado hay treinta y dos personas en la región de los Andes. Esos factores adversos están determinando el éxodo de los andinos.
En Caracas se hizo en 1954 una encuesta por una Comisión Técnica de la Organización de Estados Americanos, y se encontró que entre las trescientas mil personas que forman el cinturón de pobreza que rodea la ciudad-vitrina, la ciudad ostentosa, de gentes que viven en los cerros, sin agua, sin escuelas, sin trabajo regular, de cada cinco familiar, tres procedían de los Andes. Aquí mismo, en La Fría, se está formando una colonia andina integrada por tachirenses. Y muchos vienen a la zona petrolera. No se trata, como dice por ahí la prédica superficial e ignoran tona, de que resulte tentador abandonar el campo para irse a las ciudades. La gente de raíz agrícola abandona el campo por las pésimas condiciones de vida allí existentes. La tendencia del campesino es conservadora; es la de permanecer arraigado en el lugar donde nació, frente a su paisaje familiar; pero son las intolerables condiciones de vida en las regiones agrícolas las que determinan el éxodo hacia las ciudades para convertir a los productores malos, pero en todo caso productores, en consumidores, determinándose así una presión sobre los artículos de consumo y un incremento de las importaciones del extranjero.
Esa misma misión que visitó Caracas, al ver ese número tan grande de familias campesinas procedentes de los Andes, viviendo en el entorno pauperizado de la ciudad capital, se fue luego a los Estados Andinos y allí constató que el promedio de ingreso de una familia campesina en los Andes es de setecientos bolívares por año. Cuando para esa época decía el Banco Central que el promedio de ingresos per cápita era de bolívares dos mil, en Venezuela.
Estimulándose el desarrollo económico de esta zona de la Cuenca del Lago puede orientarse una emigración de gente de los tres Estados cordilleranos hacia esas tierras planas. Esto es perfectamente posible. En los Distritos Urdaneta y Perijá hay una densidad de población que permite el aumento aun en dos veces de la población actual sin alcanzarse la densidad de población de los Andes.
Con la carretera de Coro a Maracaibo, con la carretera de Ciudad Ojeda a Carora, con la carretera Machiques-Colón, con el desarrollo que ha adquirido la ganadería en las zonas sur y suroeste del Estado Zulia, se logrará un magnífico avance económico en la Cuenca del Lago si aquí se realiza un plan integral en que se trabaje coordinadamente a través de todos los Ministerios. El de Obras Públicas, trazando y haciendo las carreteras que le faltan a este Estado, especialmente en las zonas sur y suroeste; creándose las industrias que faltan, mediante préstamos de la Corporación de Fomento; a través del Instituto Agrario y del Banco Agrícola realizándose un ensayo de colonización racional y tecnificada y un proceso de migración dirigida de los campesinos andinos hacia las tierras planas; desarrollándose los servicios públicos en las zonas petroleras. (Es una vergüenza para Venezuela que la luz eléctrica esté vendiéndose en los campos del Distrito Bolívar a precios tan altos, y mucho más inaceptable que lo esté haciendo la Corporación de Fomento, y más aún que en la zona petrolera faltan acueductos, falten escuelas, falten hospitales. Es increíble que sea ahora cuando se vaya a instalar en Maracaibo una primera Escuela Técnica Industrial, yeso porque la Shell ha donado unos terrenos). Si se realiza un esfuerzo planificado de desarrollo económico en esta región; si se estudian y realizan planes semejantes en Oriente y en otras regiones; si a esos planes se les señalan y precisa plazos de ejecución y si las obras a emprender se ponen a cubierto del capricho de funcionarios, y si se orientan los trabajos de acuerdo con un planteamiento serio, al cabo de diez o quince años en esta región como en las otras que se zonifiquen, apreciaremos un avance económico y social extraordinarios, avance tan vigoroso que nos permitirá ver sin alarma, y acaso con alegría íntima, la desaparición de los reservorios de petróleo almacenados en el subsuelo del país. Todo ese desarrollo económico, todo este estímulo en la producción, no alcanzarán éxito cabal mientras continuemos siendo un país de seis millones de habitantes y de sólo dos millones de consumidores. Suscribo rotundamente la consigna de consumir lo venezolano y creo que uno de los esfuerzos colectivos de los últimos tiempos más merecedores del respaldo y la simpatía nacionales es el movimiento Pro Venezuela. Pero habría que preguntarse cómo es posible que pueda tener éxito cabal esta campaña cuando en Venezuela no tenemos sino dos millones de consumidores y el resto es una población marginal, formada en su mayoría por esos casi dos tercios de la población que viven en los campos, no produciendo ni consumiendo, malcultivando la mayoría un pañuelo de tierra ajena, el conuco.
Esto nos lleva a la necesidad, ya aceptada por todos los sectores responsables del país, de incorporar a la vida civilizada, a la producción y al consumo, a esa vasta población marginal de Venezuela. Hay que hacerlo mediante un complejo de medidas, una de las cuales es la Reforma Agraria.
Esta palabra de Reforma Agraria tiene todavía para alguna gente en Venezuela un sabor luciferino y heterodoxo, y un olor irritante: les huele a azufre. En realidad se trata de una medida económico-administrativa puesta en marcha en todos los países civilizados. Las Naciones Unidas preguntan anualmente a todas las naciones incorporadas a ese organismo qué avances se han realizado en materia de Reforma Agraria. El General Mac Arthur, quien no es de ninguna manera un hombre izquierdista, presenta como uno de los mayores logros suyos cuando estuvo de administrador o de Jefe Supremo del Japón, después de la derrota del Ejército, el de haber conducido allí una Reforma Agraria.
La Reforma Agraria no debe realizarse ni con métodos violentos ni con injusticias. En este país no debe ser ni puede ser expropiado nadie que esté explotando su tierra. Más bien estímulo merece quien abandona las comodidades urbanas y deja de invertir en casas para rentar y se va al campo para trabajar la agricultura o trabajar la cría de ganados.
En la ley de 1948 se establecía que eran inexpropiables todas las tierras que estuvieran cultivadas; inclusive tierras no cultivadas, pero en las cuales empresas con técnicas y métodos modernos fueran a emprender labores, podrían obtener una garantía de inexpropiabilidad de parte del Instituto Agrario. Las tierras por expropiarse serían tierras ociosas, incultivados; y serían expropiadas después de que sus propietarios se negaran al trámite norma de la venta al Instituto Agrario. El Instituto Agrario pagaría esas tierras, una parte en dinero y otra parte en bonos de la Deuda Agraria, bonos de un Estado solvente, de un Estado que tiene cómo pagar.
Se ha anunciado que va a funcionar pronto una Comisión designada por el Ministerio de Agricultura para estudiar las modalidades de la Reforma Agraria. Y no puede caber duda de que al fin se logrará el objetivo, ya de imposible aplazamiento, de dotar de tierras al que carece de ellas para que termine esa trágica paradoja de nuestro país de hombres sin tierra y de tierra sin hombres. Y junto con la tierra, el implemento agrícola; y junto con el implemento, el crédito barato y oportuno y a largo plazo; y junto con el crédito y el implemento agrícola, la enseñanza. Porque indudablemente nosotros tenemos en nuestro país muchos millares de campesinos, pero muy pocos agricultores. La culpa no es de ellos, sino de las condiciones en que se ha realizado la evolución de nuestro país. Junto con esta Reforma Agraria hay que buscar la forma razonable, sensata, de elevar el nivel de ingresos de la población consumidora, porque no podría hablarse en Venezuela de industria vigorosamente mientras no haya una capacidad de consumo vigorosa.
En los Distritos Colón y Urdaneta se están produciendo creo que alrededor de quinientos mil litros de leche al día, y esa producción está frenada, o como dicen los productores "aguantada", por el hecho de que no se vende la leche. Y no se vende la leche porque la gente no tiene dinero con qué comprarla. Nuestro país disfruta, entre otros privilegios lamentables y vergonzosos, del de ser uno de los subconsumidores de leche en América Latina. Apenas se está consumiendo en nuestro país un millón de litros de leche al día, incluyendo la leche desecada, la leche en polvo, de la cual de paso, se importa el 90 por ciento. Es decir, que a cada venezolano le corresponden veinte centilitros de leche diariamente; o como dije alguna vez: un dedal. Eso pasa también con respecto a la carne. Estamos colocados en uno de los escalones más bajos como consumidores de carne. En el "pequeño país millonario de las Américas" se consume menos carne por persona que en Costa Rica, un país pobre, que no tiene ni hierro, ni petróleo, y que apenas llega a un millón de habitantes. Estamos en el séptimo lugar, por debajo de Chile, de la Argentina, del Brasil, del Uruguay, como consumidores de proteína animal, tan necesaria en la dieta alimenticia humana. Y en cuanto a producción ganadera, mientras que el nivel más alto lo ocupan Chile, Uruguay y Argentina, nosotros estamos colocados en el nivel más bajo haciéndole compañía a Honduras y Nicaragua.
BALANCE Y ANTEVISIÓN: PROBLEMAS, SÍ; PERO MEDIOS Y VOLUNTAD PARA SOLUCIONARLOS
Podría sintetizar mi exposición diciendo lo siguiente: confrontamos en Venezuela muy serios problemas económicos y sociales. Problema económico de singular gravedad el que nuestra economía y nuestra vida fiscal estén girando en torno a una riqueza perecedera, agotable, no renovable, que es la riqueza petrolera. Problema social de magnitud inocultable, el de que en nuestro país exista una vasta porción de la población no incorporada a la producción y al consumo, y por eso se dificulta la realización de la consigna tan justa de crear una economía nacional próspera y estable a base de un desarrollo industrial vigoroso, de una cría y una agricultura potentes, porque no disponemos de un mercado de consumo suficiente. Por lo tanto, deben realizarse dos acciones paralelas y coincidentes: una acción concertada de iniciativa privada y apoyo re¬suelto del Estado, para que Venezuela se industrialice y para que Venezuela tenga una agricultura y una industria pecuaria vigorosas; pero, al propio tiempo, debe arbitrarse un complejo de medidas, entre ellas la Reforma Agraria, para aumentar la capacidad de consumo de la población.
Estos problemas nuestros no son distintos de los que confrontan otros países de la América Latina y de lo que confrontan países de Asia y de África. En la India, extraordinariamente populosa, de Nehru, con sus más de cuatrocientos millones de habitantes, se aprecian problemas sociales y económicos agudos; pero existe entre la India y Venezuela la diferencia de que mientras Nehru necesita realizar un viaje a Washington en solicitud casi encarecida de un préstamo de cien millones de dólares para iniciar un segundo plan quinquenal, nosotros disponemos de dinero; trescientos millones de bolívares no es una suma exagerada. Nosotros disponemos de dinero fiscal derivado del producido del petróleo; dinero que podemos y debemos aumentar mediante una revisión negociada del status en cuanto a los impuestos petroleros.
En síntesis, tenemos problemas, graves y serios, y no podemos seguir adormeciéndonos con esa especie de morfina aletargadora de que somos un país extraordinariamente rico y permanentemente rico. Tenemos muchos problemas y cantamos para afrontarlos con una riqueza extraordinaria, pero transitoria. Pero si con resuelta voluntad de hacer, con espíritu venezolanista, con decisión de acertar, nos empeñamos todos en tramontar las dificultades, las venceremos.
ROMULO A. BETANCOURT

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