julio 17, 2010

Discurso de Betancourt en el cierre de la campaña electoral de 1958

DISCURSO DE CIERRE DE LA CAMPAÑA ELECTORAL PRESIDENCIAL DE 1958
Rómulo A. Betancourt
[5 de Diciembre de 1958]

Conciudadanos:
Me domina una honda emoción, en este momento en que clausuro la campaña electoral. Emoción de quien se siente profundamente consubstanciado con su tierra y con su gente, y de quien en ningún momento perdió la fe en la capacidad de este pueblo para vivir la democracia cívica y pacíficamente. Emoción de ver cómo de un extremo a otro del país están congregándose las parcialidades políticas que apoyan a los tres candidatos, sin que se realicen actos de violencia, sin que haya ninguna nota reveladora de esa supuesta incapacidad de nuestro pueblo para vivir pacíficamente, para expresar sus sentimientos pacíficamente. Y emoción muy personal al ver cómo en este recorrido por todos los caminos de la República me ha rodeado la cálida cordialidad de los míos y el respeto del adversario transitorio (aplausos). Los que he calificado de "profetas del desastre" preveían que con la pluralidad de candidaturas se desataría en Venezuela un vendaval de violencias. Eso no ha sucedido. Están actuando en el panorama político de la Nación tres candidatos de partidos. El candidato del Partido Social Cristiano COPEI, doctor Rafael Caldera (aplausos). El Contralmirante Wolfgang Larrazábal (gritos). ¡Pido silencio! ¡Pido silencio! Colaboren conmigo, colaboren conmigo en el empeño sostenido y realizado a través de todo el país, de que no se lance ni siquiera un ruido desapacible contra cualquiera de los candidatos, todos distinguidos ciudadanos que están contendiendo en esta cívica lid (aplausos). El candidato Contralmirante Larrazábal... (aplausos). ¡Gracias, compatriotas y compañeros! (aplausos)... de los Partidos Unión Republicana Democrática y Comunista. Y actúo yo como candidato de Acción Democrática (aplausos y aclamaciones).
El tono sereno con que se ha realizado este debate electoral, que acaso merezca ser calificado de caballeresco torneo electoral, ha permitido que no se abran zanjas de odio entre las distintas parcialidades y entre los distintos candidatos. Y esto posibilitará la realización de lo que es algo más que un anhelo, una necesidad nacional: Que el próximo gobierno no tenga un excluyente carácter monopartidista, sino que sea un gobierno de ancha y sólida base de unidad venezolana (aplausos), donde estén representados no sólo los partidos políticos nacionales, sino factores importantes de la economía nacional y personeros de los grupos técnicos, que, como he dicho en otras ocasiones y aquí ratifico, tienen una palabra que decir en el momento de trazarle rumbos, de señalarle caminos, a la Administración Pública.
Explícitamente quiero decir que para la formación de este gobierno, si el pueblo de Venezuela me lleva con sus votos a la Presidencia de la República (aclamaciones), no solicitaría la colaboración del Partido Comunista. El Partido Comunista, como cualquier otro grupo de venezolanos que sustenten una ideología política, tiene perfecto derecho a sostener su prensa y su propaganda; pero el Partido Comunista no puede formar parte del tren ejecutivo de un gobierno democrático venezolano (aplausos) porque su filosofía política no concuerda con la estructura democrática del Estado, y porque su posición en política internacional no sólo es extraña, sino opuesta a los intereses de Venezuela (ovación). Este gobierno de unidad nacional actuaría de acuerdo con normas de derecho. Sería un gobierno respetuoso de las libertades públicas, respetuoso de la dignidad del hombre y del ciudadano. Ningún esfuerzo me costaría, si presidiese yo ese gobierno, comportarme de tal manera (aplausos), porque no fue otra la forma como nos comportamos en Miraflores Rómulo Gallegos y yo, cuando gobernamos el país en el trienio de 1945 a 1948 (ovación).
En estos días en que las multitudes venezolanas se han posesionado de las plazas y de los circos, he pensado que si es posible hoy en Venezuela la realización de un proceso de elección con sufragio directo, universal y secreto, se debe a que en 1946, una comisión presidida por nuestro inolvidable Andrés Eloy Blanco (aplausos y aclamaciones) elaboró el primer Estatuto de Elecciones que permitió al pueblo de Venezuela ejercitar su función soberana de elegir. Y por uno de esos azares afortunados del destino, me correspondió firmar el decreto por el cual millón y medio de venezolanos, por primera vez en la historia de este país, escogieron su Presidente de la República, su Congreso, sus Asambleas Legislativas y sus Concejos Municipales (aplausos). La mujer venezolana, que a través de toda la historia republicana del país ha demostrado su sensibilidad democrática, estaba excluida, segregada del debate electoral, y pudo votar por primera vez en 1946 (aplausos). Hubo cabal libertad para la organización política y sindical y se creó un clima propicio a la libre expresión organizada de todas las ideologías, y por eso pudieron nacer en aquella época, los Partidos COPEI y Unión Republicana Democrática. Y la libertad de prensa y de radiodifusión no fueron coartadas. Y junto con las libertades políticas, las libertades sociales. Tal como ha recordado González Navarro, encontramos en funcionamiento en 1945, si apenas cien sindicatos; y en 1948 había un mil catorce. Y la Federación de Cámaras de Comercio y Producción vivió durante esos tres años su mejor hora, porque nosotros defendíamos a los trabajadores, pero también escuchamos la palabra y la voz de los sectores de la producción nacional (aplausos).
Sería un gobierno el que yo presidiera de implacable celo en lo que a probidad administrativa se refiere. Si algo debe hacerse en Venezuela con mano firme, sin vacilación en el pulso, es cauterizar de una vez por todas esa llaga purulenta del peculado (ovación). Poco esfuerzo nos costará comportarnos de manera que ni los funcionarios altos ni los funcionarios inferiores del escalafón administrativo puedan utilizar la sombra benévola del poder para enriquecerse ilícitamente, porque escriturado en forma definitiva está en la memoria de los venezolanos que los gobiernos presididos por Rómulo Gallegos y por mí son de los más honorables que ha habido en la República (aplausos).
Gobernar con libertades públicas, gobernar con honradez administrativa, es ya bastante, pero no es suficiente. He venido diciendo reiteradamente (y de tanto decirlo he venido a esta extraordinaria concentración apenas con un hilo de voz) que en Venezuela está planteado un dilema: o se realiza en serio a fondo, con métodos normales y pacíficos, una profunda reforma económica y social, o el país estará abocado, dentro de un tiempo más o menos largo, a brotes de subversión anárquica similares a aquellos que precedieron al gran cataclismo de la Guerra Federal (aplausos). Esa reforma es perfectamente realizable, porque Venezuela confronta los mismos serios y agudos problemas de la mayoría de los pueblos hermanos de Hispanoamérica y de pueblos de Asia y África; pero tenemos la ventaja de que cantamos, cuando menos por un número de años, con esta lotería del petróleo. Tenemos problemas, pero el Estado venezolano, dispone de una potencialidad fiscal que hace posible afrontar la solución de esos problemas. Para ello será necesario empobrecer al Gobierno para enriquecer al país (aplausos). Terminar con la paradoja de un gobierno nadando en la abundancia, manejando seis mil millones de bolívares, en un país donde la inmensa mayoría de su población está depauperada y millares de gentes viven en la condición intolerable de la pobreza extrema (aplausos).
Para eso, será necesaria la austeridad en el gobierno. Cese de todo gasto dispendioso e inútil; liquidación, sin vacilaciones, de la política de nuevo rriquismo arquitectónico que practicó tanto la dictadura de los diez años (aplausos); e invertir los cuantiosos recursos gubernamentales en dos sentidos: en el de crear una economía venezolana, nacional, sobre bases estables, sólidas, perdurables; y en el de atender las necesidades perentorias de la gente de carne y hueso; del hombre, de la mujer, del niño venezolanos. En otras palabras, una defensa resuelta del capital humano del país. Estamos viviendo de prestado de una riqueza, de la riqueza del petróleo, que nos va a durar apenas unas pocas décadas. Contra reloj, en ese lapso tenemos que crear una economía nuestra, una agricultura poderosa, una ganadería próspera, una industria potente, para que cuando desaparezca el petróleo y no quede de él sino el testimonio de unas cabrias enmohecidas y unos socavones en Oriente y Occidente, no veamos ese fenómeno con desoladora tristeza, sino como algo que se esperaba y para lo cual estábamos preparados (aplausos).
El desarrollo de la industria nacional es necesario, no sólo para que dejemos de consumir del exterior lo que podemos producir con nuestro esfuerzo, con nuestro capital, con nuestra técnica, con nuestra mano de obra; sino también para crear fuentes permanentes de trabajo. Uno de los más graves problemas actuales del país es ese desconocido, pero extraordinariamente alto número de desocupados que hay en Venezuela, de gentes que no trabajan del todo o que trabajan medio tiempo. Y ese problema, como los hechos lo han demostrado, no puede ser resuelto con epilépticos y transitorios planes de emergencia (aplausos); y ni siquiera con un necesario plan de obras públicas nacional. Es indispensable que junto con una política de obras públicas en toda la república -una política de carreteras, de irrigación, de construcción de escuelas y de hospitales se fortalezca la industria, y en esa forma crear fuentes estables y permanentes de trabajo. La industria venezolana necesitará de la protección del Estado, a través de créditos, a través de regulaciones arancelarias. Lo que podemos producir aquí, en forma competitiva con el producto extranjero, debemos producirlo en Venezuela y proteger la industria nacional (aplausos). Pero esa producción debe realizarse en forma tal, que las utilidades obtenidas por los hombres de empresa puedan ser compartidas con los trabajadores y con el consumidor venezolano. No podemos tender en torno del país una especie de muralla china para que no puedan venir productos importados, si ello va a significar exclusivamente la formación de una multimillonaria oligarquía de los negocios (aplausos).
Así como es necesario impulsar y proteger la industria nacional, así como es necesario predicar constantemente y por todos los medios que se prefiera lo criollo a lo importado, es necesario darle un gran impulso a la agricultura y a la ganadería, mediante inyecciones de crédito a través de la Corporación Venezolana de Fomento o el Banco Industrial, y por el Banco Agrícola y Pecuario. Pero este desarrollo agrícola y ganadero está directamente vinculado a la realización de una reforma agraria; de una reforma agraria que no sería sino el cumplimiento, a más de un siglo de su muerte, de uno de los codicilos del testamento político del Libertador. Porque fue Simón Bolívar quien primero avizoró en Venezuela la necesidad de que el campesino regara con el sudor de su frente, no tierra ajena, sino tierra suya (aplausos). En 1826 reclamaba Bolívar insistentemente que se promulgara la llamada "Ley de Repartos". En Chuquisaca, en Bolivia, dictó un decreto por el cual se establecía el otorgamiento de tierra a los campesinos. Bolívar pedía (con palabras textuales) que "las tierras mismas" confiscadas a los españoles realistas fueran distribuidas entre los soldados que habían hecho las Queseras del Medio, Boyacá y Ayacucho. No sucedió eso. Rábulas al servicio del latifundismo echaron por tierra en el Congreso de 1830 este reclamo bolivariano. Y hoy estamos en Venezuela en una encrucijada: O Venezuela realiza una reforma agraria, o este país continuará estancado económicamente y quebrantada una de las bases sobre las cuales se asienta el régimen democrático (aplausos).
Esa reforma agraria habrá de realizarse mediante la aplicación de leyes emitidas por el Congreso, no con métodos violentos, no lanzando al campesinado sin tierras en tropel desorbitado sobre las haciendas particulares. Esas leyes podrán elaborarse tomando como base la que promulgó el Congreso de 1948 ya la cual le puso el ejecútese el Presidente Gallegos el 18 de octubre de ese año (aplausos). La promulgación y aplicación de una Ley Agraria permitirá que dos millones de campesinos que están conuqueando en tierra ajena puedan ser asentados en tierra suya (aplausos prolongados). Las haciendas y hatos que están siendo trabajados con métodos modernos, serán respetados y más bien estimulados sus dueños mediante ayuda crediticia y técnica, para que continúen laborando no sólo en propio beneficio, sino en beneficio de la economía del país. Las tierras ociosas, las tierras no cultivadas, esas serán el objeto de compra por el Instituto Agrario Nacional, a su justo precio; y hay inclusive tierras nacionales espléndidas que no están siendo utilizadas, porque de otras cosas que de darle tierra al campesino se ocupaba la dictadura de los diez años. Viajando por Yaracuy me topé con el hallazgo, que me llenó de extraordinaria alegría, de cien mil hectáreas de tierras planas, de tierras de vega, a la orilla de un río caudaloso, entre Aroa y San Felipe; tierra boscosa y no selvática, fácilmente deforestable; y allí pensé, viendo esa extensión desde un helicóptero, cómo será de grato ver en esas tierras centenares de agricultores venezolanos, pero ya no usando la chícura, el machete rozador y el arado romano de madera, que pertenecen a la prehistoria de la agricultura, sino los grandes tractores, las sembradoras mecánicas, tal como lo hacen los granjeros de los Estados Unidos y de los países de Europa. No se trata de un sueño irrealizable: en toda Venezuela podrá hacerse; y se hard, si el pueblo de Venezuela me lleva a la Presidencia de la República, (grandes aplausos y aclamaciones) se hará una Reforma Agraria que, sin lesionar intereses legítimos, incorpore a la producción y al consumo la enorme población marginal que vive en los campos (aplausos).
Recorriendo Venezuela he comprobado, dolorosamente, lo que ya me habían dicho las estadísticas: que un millón y cuarto de campesinos tienen como ingreso mensual apenas once bolívares. El venezolano hace poco turismo interno; debería hacerlo, debiera recorrer los caminos de Venezuela, no en avión, sino en automóvil, para que se indignara viendo y palpando ese espectáculo tremendo de la gente que vive una vida vecina a la animalidad; para que viera a las familias parameñas andinas estirando las manos pidiendo limosna; para que viera en Oriente la inmensa mayoría de los niños ni siquiera mal vestidos, sino desnudos del todo. Este abismo abierto entre las dos Venezuelas, entre una Venezuela urbana y metropolitana, y la inmensa Venezuela de la periferia provinciana, este abismo abierto, no es producto de la fatalidad. Es producto de un desajuste económico y social, y puede ser resuelto si todo un pueblo, con ese mismo fervor que puso este pueblo en 1810 para derrocar la hegemonía española, emprende ahora, guiado por su gobierno, una cruzada contra el atraso cultural, contra la pobreza, contra la ineficacia económica del país; si emprende una cruzada para que Venezuela, que ya conquistó su independencia política, recabe cabalmente su independencia económica, social y cultural (ovación).
Y el problema de los servicios públicos y de las vías de penetración. En la Venezuela provinciana, escasos son los pueblos con acueducto; muy pocos tienen cloacas; la luz eléctrica, cuando la hay, es muy cara; y en todas partes, el clamor unánime es por más escuelas. Conmueve ver cómo este pueblo, que arrastra un saldo de ignorancia de más de dos millones de analfabetos adultos, tiene esa pasión soterrada por la cultura. Las madres venezolanas alzan a sus hijos ante los ojos de los candidatos presidenciales, en las concentraciones de plaza pública, pidiendo escuelas para ellos. Habrá que multiplicar las escuelas en el país, realizar aquella consigna de Domingo Sarmiento, el Maestro argentino: "Si el pueblo es soberano, hay que educar al soberano" (aplausos). Pero junto con las escuelas primarias y secundarias, habrá que multiplicar en el país las escuelas vocacionales, las escuelas politécnicas, las escuelas artesanales. Hay una inmensa cantidad de muchachos y de muchachas en este país. Viéndolos a ellos siempre en la vanguardia de las concentraciones, se comprueba eso que dicen las estadísticas: que la mitad de los venezolanos tiene 19 años, y menos. Y pienso con angustia cuál hubiera sido el porvenir de esta juventud venezolana de no haber sido derrocado el 23 de enero, por la acción conjunta del pueblo y las Fuerzas Armadas, el despotismo ominoso. Y esa juventud necesita cauce cultural; está ávida de estudiar, está ávida de culturizarse; pero no tiene los centros de aprendizaje, ni la mayoría de ellos los medios económicos para continuar sus estudios (aplausos).
Tarea irrenunciable del próximo gobierno, tarea que yo emprendería sin vacilación y resueltamente, si llego a ser electo Presidente, (aclamaciones) sería la de multiplicar las escuelas en todos sus escalones, dándoles también mucha preferencia a esas escuelas vocacionales, a esas escuelas técnicas de las cuales hay muy poca experiencia en nuestro país; y estableciendo un sistema liberal de becas para que no haya un solo joven, muchacho o muchacha venezolanos deseoso de continuar sus estudios, que se vea impelido a truncarlos por dificultades económicas familiares. Y junto con esta acción estatal, el respeto a la escuela privada, no sólo porque constitucional y tradicionalmente existe en nuestro país libertad de enseñanza, sino porque la escuela privada ha venido realizando una tarea útil, ya que el Estado no cumplía con su deber de dar una educación general, obligatoria y gratuita (aplausos).
Y otros tópicos. Una política de la vivienda. Son inenarrables las condiciones en que vive la gente en la mayor parte del territorio nacional. En Caracas, los bloques multifamiliares apenas acogen en sus semiceldas carcelarias, algunos miles de personas; y son trescientas millas que viven en el anillo de pobreza que rodea a la ciudad pretenciosa, a la ciudad vitrina. La gente de clase media y obrera, en Caracas, la que no vive en los cerros, tiene en el alto costo de la vivienda, en los altos alquileres, uno de sus más graves dolores de cabeza. Se necesitará en el país construir o reconstruir 70.000 casas nuevas cada año, y además, tomar en cuenta los nuevos hogares que se constituyen, que son alrededor de cuarenta mil anualmente. Y será necesario comenzar una cruzada implacable contra el rancho campesino, contra esos setecientos mil ranchos en que viven nuestros compatriotas del agro (aplausos).
Todo esto reclama esfuerzo, decisión; pero también reclama recursos económicos suplementarios, y habrá que buscarlos. Un gobierno con sentido de responsabilidad con su país, no puede poner un tope, un límite, a su gestión con el argumento de que no dispone de dinero para ir más adelante. En Venezuela hay dos fuentes utilizables para aumentar los ingresos fiscales: una de ellas es la modificación de las relaciones fiscales de impuestos entre el Estado y la Compañías Petroleras (aplausos). Las Compañías Petroleras, en 1948, cuando estábamos todavía en funciones de gobierno, admitieron que el 22 por ciento de utilidades que percibía en esa fecha, era una cifra exagerada, porque la industria del petróleo es asimilable a un servicio público. En 1958 están obteniendo el 32 por ciento de utilidades yeso es inaceptable por el Estado venezolano. Las Compañías Petroleras deberán pagar mayores impuestos. Aquí repito lo que he dicho: para eso no será necesario que a ustedes se les llame a concentraciones populares: ese será un problema de gobierno que se resolverá serenamente (aplausos); pero como problema de gobierno, será resuelto con métodos de gobierno (aplausos).
No es más antiimperialista el que despotrica a diario contra Wall Street que quien con actos de gobierno demuestra que Venezuela ya es una nación adulta, que no tiene una deprimida mentalidad semicolonial: que tiene conciencia de cuáles son sus riquezas y que está dispuesta a que esas riquezas le rindan al país la mayor parte de beneficio que sea posible (aplausos). Y no nos limitaremos a obtener que las Compañías petroleras aporten al estado mayores ingresos, sino que también será creada la Flota Petrolera nacional, sino que también serán atribuidas a una Empresa Nacional de Petróleos las reservas nacionales, y ni un solo centímetro de territorio nacional será otorgado en concesión (aplausos). Y una refinería del Estado, bien sea la de la Petra química ensanchada, o una nueva que se construya, refinará, para ser distribuidos por la Empresa Nacional de Petróleos todos los derivados, todos los carburantes líquidos; porque Venezuela, después de treinta años de industria del petróleo del país, no puede continuar siendo una espectadora pasiva, con los brazos cruzados, de la forma cómo se explota, de la forma cómo se refina, de la forma como se comercializa el petróleo nacional (aplausos).
Esa flota petrolera bien podría ser anexada a la Compañía Venezolana de Navegación, sobreviviente de aquella Flota Mercante Grancolombiana que forjamos en 1947, como uno de los hitos en el camino de la liberación económica del país (aplausos prolongados).
Y junto con esto, en cuanto a política petrolera se refiere, defenderemos la Petroquímica como empresa del Estado, desburocratizándola, no constituyéndola en un reducto de politiquería, poniendo su comando en manos serias y responsables; y esa Petroquímica, junto con la Siderúrgica, ni hoy, ni mañana, ni nunca, deben salir de las manos del Estado venezolano (aplausos).
La Siderúrgica venezolana es otro de los centros focales de nuestra atención.
La Siderúrgica, manipuladora del hierro, teniendo a su lado la gran planta hidroeléctrica del Caroní, y petróleo y gas, hará de Guayana el epicentro de un gran desarrollo industrial en nuestro país. Allí tendremos, guardando las proporciones, lo que es Detroit para los Estados Unidos, o la cuenca del Ruhr para la Alemania Occidental. Habrá que crear una comisión dinámica que de una vez comience a trabajar en una forma planificada, para que la Siderúrgica también produzca máquinas, para que la maquinaria agrícola y ganadera, que tan cara nos cuesta, pueda ser producida en Venezuela; y cocinas, y máquinas de cocer, y muchos otros implementas que no tenemos por qué seguir importando, sino que inclusive podemos exportar a los pueblos de América Latina. Un gran plan integral, algo semejante, guardando las proporciones, a lo que hicieron los Estados Unidos en el Valle del Tennessee. Recorriendo esa zona, soñaba en el futuro; y soñaba, no con sueño de iluso, sino con sueño realista de quien tiene los pies bien asentados sobre la tierra venezolana (aplausos).
Pero es necesario, junto con todo esto, realizar una política de irrigación.
Satisfecho me sentiría de haberle prestado un gran servicio a Venezuela, si siendo electo, en el próximo quinquenio (aclamaciones) se pueden construir las quinientas mil hectáreas de represas y de vías de irrigación que están siendo estudiadas por el Ministerio de Obras Públicas. Venezuela no podrá tener una producción natural agrícola y pecuaria estable, mientas seamos un país que no ha dominado técnicamente su naturaleza, mientras seamos un país que se parece al Egipto de la antigüedad, sometido a los caprichos del Nilo. Venezuela es un país en que llueve torrencialmente, se inundan los campos y se pierden las cosechas; y se pierden también cuando una de esas largas sequías, uno de esos largos veranos, tuestan los sembrados. Venezuela no tendrá agricultura y ganadería poderosas, Venezuela no podrá suministrar a la industria nacional materia prima en cantidades suficientes, mientras no transformemos (esta vez sí de verdad) el medio físico, mientras no realicemos una política de irrigación. Si llego al gobierno, esta política será uno de los nortes de mi gestión administrativa (grandes aplausos).
He hablado bastante acerca de cuestiones relacionadas con las cosas; pero no he olvidado lo que al comienzo dije, lo que es concepto firmemente estampado en el programa de Acción Democrática: que nos interesamos fundamentalmente por la culturización, por la valorización, por la defensa del capital humano del país. En este sentido habrá que realizar en Venezuela una política audaz, resuelta y bien coordinada de seguridad social. Los Seguros Sociales están desacreditados en nuestro país, porque esa fue una de las sentinas más podridas del peculado durante el régimen anterior; porque ha sido ineficaz; porque a estas alturas, apenas cuenta con un solo hospital propio, el "José María Vargas" de La Guaira, construido bajo gestión administrativa de Acción Democrática (aplausos).
El Seguro Social habrá de ser objeto de revisión y de reorganización en todos sus aspectos. Habrá que reajustar las cuotas de cotización obrero-patronales, y el Estado tendrá que dar un aporte substancial. Es increíble que, aun después del aumento realizado posteriormente al 23 de enero, el Estado venezolano esté aportándole menos a los Seguros Sociales, en cuanto a porcentaje, que lo que les aportan dos estados empobrecidos: el de Perú y el de Chile. Habrá que extender el Seguro Social a capas más altas de los trabajadores, porque apenas están beneficiados ahora los que ganan mil doscientos bolívares o menos al mes. Habrá que establecer el seguro de invalidez; habrá que establecer el seguro de desempleo, porque no se creen industrias muy poderosas, siempre habrá en Venezuela una población flotante con posibilidades de no encontrar ocupación, porque cada año sesenta y cinco mil nuevos venezolanos se incorporan en el mercado de trabajo. Habrá que establecer un sistema de prima familiar para que el trabajador y el empleado tengan un ingreso suplementario cada vez que nazca un hijo; porque en Venezuela, lejos de ser bendición de Dios, es calamidad un hijo nuevo en la familia pobre, porque no se cumple en los hechos la expresión del refranero de que "cada recién nacido trae su bollo de pan debajo del brazo" (risas y aplausos). Y establecer también un sistema de jubilación. El trabajador en Venezuela a los setenta años, si la fuerza todavía le alcanza, está trabajando cotidianamente, porque si no trabaja no hay ingreso en su familia. Es necesario establecer en nuestro país, como ya existe en todos los países con Estado humanizado con sentido de justicia social, un seguro de jubilación, para que a una edad determinada, alrededor de los sesenta años, pueda retirarse el padre de familia a ese deporte -que yo conceptúo tan grato- de malcriar a los nietos (risas y grandes aplausos).
Una política de esta naturaleza contribuirá a que haya ocupación en Venezuela y así terminaremos no sólo con la angustia cotidiana de millares de hogares, sino con los problemas de fricción entre el venezolano el inmigrante. Es conveniente poner una pausa en la política inmigratoria, mientras apreciamos sus resultados. Pero los inmigrantes que ya están en Venezuela deben ser rodeados de las garantías del Gobierno y del respeto de los venezolanos (aplausos). No olvidemos, no olviden los trabajadores, que esos trabajadores son sus hermanos de clase y que los hijos de esos inmigrantes serán mañana venezolanos tan integrales como lo somos nosotros mismos (aplausos).
Toda esa política requerirá recursos. Aliado de ese reajuste de las relaciones fiscales del Estado con las Compañías Petroleras, de un posible reajuste en la escala del Impuesto sobre la Renta, queda planteada también una posibilidad: la de que se contraten a largo plazo, no empréstitos en dinero, sino en ejecución de obras. Qué gran revolución habrá en Venezuela el día que tengamos un sistema de comunicaciones telegráficas similar al que existe en otros países. En Venezuela es una tarea hercúlea la de hablar por teléfono de Barquisimeto con Caracas, o de Caracas con Cumaná. Cuando tengamos en el país una red de telecomunicaciones tendrán mayores facilidades los hombres de empresa para realizar sus operaciones y el venezolano medio para comunicarse con el resto del país. Una red de esa naturaleza puede ser contratada con una o varias empresas competentes para que la realicen y se les pague a largo plazo. Lo mismo habría que decir con respecto a otros aspectos de la acción administrativa. Está planteada en el país la necesidad, también inaplazable, de realizar una electrificación nacional. Bastante se ha avanzado. Y digo sin jactancia, pero lo digo con la seguridad de que los venezolanos saben que es cierto, que ese impulso a la electrificación nacional se dio a partir de 1946 cuando se creó la Corporación Venezolana de Fomento por el gobierno que yo presidía (aplausos). Esa electrificación tiene que cumplirse en escala nacional, y si podemos acelerarla contratando con empresas privadas esos trabajos, para ser pagados en un plazo de veinte años, bien podemos y debemos hacerlo (prolongados aplausos).
Tengo la plena seguridad de que el pueblo de Venezuela impartirá su apoyo a una política que signifique realizar aceleradamente reformas económicas y sociales y que el costo de esta labor sea pagado por próximas generaciones, escalonando esos pagos en un curso de veinte años. Y todo esto planificado. No anárquicamente. Conjugando los esfuerzos de todos los Ministerios y de los Institutos Autónomos, que andan un poco como Sputniks, como astros errantes. Coordinar la Administración Pública y tecnificar la Administración Pública. Está planteada en este país la necesidad de una reforma de esa maquinaria oxidada y chirriante que es el Estado venezolano. Habrá que establecer la tecnificación de la Administración Pública. Habrá que establecer el Estatuto Civil. Habrá que establecer un sistema que le permita al empleado público no estar sometido a las alternativas de los cambios políticos, sino que se sienta un funcionario estable. A este respecto debo declarar aquí: Si Acción Democrática, y la masa de simpatizantes que siguen sus consignas, votan mayoritariamente y vamos al poder (aplausos), no tema la burocracia que vamos a entrar a saco, como si fuera un botín de guerra, en la Administración Pública. Este no es un partido de burócratas cesantes. Este es un partido que tiene personas militantes trabajando en la Administración Pública (muy pocos, por cierto), pero la mayoría de nuestros militantes son obreros, empleados, industriales, comerciantes, ganaderos, estudiantes, que no van a abandonar sus actividades normales para acercarse a las puertas de Miraflores reclamando una tajada de poder (aplausos).
El gobierno que presidiera, se ajustaría a las mejores tradiciones bolivarianas en materia religiosa. Se garantizaría la libertad de cultos, tradicional en un país que nunca ha tenido religión de Estado; pero en nuestros actos y en nuestra conducta reconoceríamos lo que es una verdad que nadie tiene interés en negar: que la inmensa mayoría del pueblo venezolano profesa y practica la religión católica (prolongados aplausos).
Y, antes de concluir, en política internacional, procuraremos, unidos a otros pueblos, trabajar por la paz mundial. Nuestra voz, diferenciada, propia, voz de pueblo sin arrogancia, pero con conciencia de su papel en América, se haría oír en todas las conferencias internacionales buscando fórmulas de avenimiento y de entendimiento entre los grandes bloques en pugna, porque estamos convencidos de que de una tercera guerra mundial no saldrán vencedores, sino una humanidad aniquilada. Mantendremos nuestro respeto y lealtad a los compromisos multilaterales adquiridos por el Estado venezolano, y nuestra adhesión a las Naciones Unidas y a la Organización de Estados Americanos, para ser leales a nuestra tradición de pueblo que nunca ha sido indiferente frente al dolor de los pueblos hermanos, para ser consecuentes con el propio articulado de la Carta de Bogotá, pugnaremos por una acción colectiva en defensa de los derechos humanos, conculcados en los escasos pueblos donde aún el despotismo es una mancha en el mapa político continental (aplausos). Dentro de la comunidad interamericana mantendremos con el país más poderoso del Continente, con los Estados Unidos, unas relaciones ajustadas a la manera de comportarse siempre el Libertador ante las grandes potencias: ni con desplantes provocadores, ni con sumisión colonialista (aplausos prolongados).
Ante las Fuerzas Armadas, nuestra posición es neta, clara, definida. Venezuela, como todo país moderno, y por añadidura rico y codiciado, necesita de unas Fuerzas Armadas bien dotadas, bien organizadas, respaldadas por la Nación; unas Fuerzas Armadas marginadas de la discordia política, unas Fuerzas Armadas obedientes y no deliberantes, unas Fuerzas Armadas que cumplan con sus funciones constitucionales, que son garantizar el orden público democrático y mantenerse en vela para la defensa de las fronteras de la patria (aplausos). Somos partidarios decididos, y así lo realizaré si llego a la Presidencia de la República, (vítores y aplausos) de que las Fuerzas Armadas de Venezuela sean bien dotadas, de que el servicio militar en Venezuela no sea simplemente deber que cumple un campesino joven, sino que todo venezolano cumpla con su servicio militar (aplausos): que dentro de las Fuerzas Armadas no haya discriminaciones, sino que los ascensos se realicen estrictamente de acuerdo con los méritos o la antigüedad, de acuerdo con los códigos militares, y que la seguridad social, esa seguridad social que estableceremos para los trabajadores, para los maestros, para los empleados, para los médicos, tenga también vigencia dentro de la Institución Castrense, y que así como el trabajador anciano puede retirarse con un seguro de jubilación cuando llegue a la edad provecta, así el oficial que culmine su carrera pueda retirarse, después de haber servido a la Patria, y contar con una asignación suficiente para llevar una vida decorosa. Y que así como se establece un sistema generoso de becas para el hijo del trabajador, que no se excluya (porque sería injusticia) de los beneficios de ese sistema a los hijos de los hombres que están prestándole a la República servicios dentro de la Institución Militar (aplausos prolongados).
Antes de concluir debo decir lo siguiente: soy candidato de Partido. Soy candidato de un Partido que contribuí a fundar y al cual he entregado muchos desvelos y esfuerzos, cuyos mecanismos internos conozco tal vez mejor que nadie. Por eso estoy convencido de que de ser la candidatura mía la triunfadora (aplausos prolongados), no pretenderá el Partido hacerme su prisionero; no pretenderá el Partido que haya dos gobiernos, uno que esté en Miraflores y otro que esté en la casa donde sesiona el Comité Ejecutivo Nacional (aplausos). De ser electo Presidente, actuaré de acuerdo con el programa de mi Partido; pero en pleno, en cabal, en total ejercicio de las atribuciones que la Constitución de Venezuela le confiere al Jefe del Estado (ovación).
Y termino ya, compatriotas, compañeros y amigos. Termino diciéndoles que esta gran alegría de hoy, que estas grandes alegría que he experimentado, han sido ensombrecidas por la ausencia de los que no están físicamente con nosotros, de los que se nos quedaron muertos en el exilio, de los que nos asesinó la Seguridad Nacional. No están con nosotros ni Andrés Eloy, ni Valmore, ni Leonardo, ni Alberto Carnevali (aplausos), ni Luis Hurtado Higuera, ni Alvarado, ni Luis Troconis Guerrero (aplausos), ni los otros, los que no eran militantes de nuestras filas, pero que también fueron víctimas (aplausos): Mario Pérez Pisanty (aplausos), un industrial cuyo único delito fue el haber mantenido amistad personal con algunos de los dirigentes de este Partido (aplausos). Y los militares que también murieron, en una u otra forma, por vocación de libertad: El teniente coronel Mario Ricardo Vargas (aplausos), muerto en el exilio; y los asesinados capitanes Wilfredo Omaña y Juan Bautista Rojas (aplausos), y el teniente León Droz Blanco (aplausos). Todos ellos, y los muertos anónimos de Turén, de Tunapuy, de Puerto la Cruz (aplausos), y los que cayeron el 23 de enero y el 7 de septiembre (aplausos). Todos los que han demostrado cómo es de tremenda la pasión de libertad de este pueblo (aplausos). La ausencia suya ensombrece este júbilo, júbilo dominguero, júbilo de gran día de fiesta cívica, en que el pueblo se reencuentra consigo mismo, porque se está reencontrando con la libertad (aplausos). Pueblo que tiene confianza en que va a votar por el candidato de sus simpatías, cualquiera que él sea, sin que pierda su voto (grandes aclamaciones); porque el pueblo de Venezuela, a través de sus partidos políticos, según el solemne pacto del 31 de octubre, respaldará al candidato electo, cualquiera que él sea. Y lo respaldarán los trabajadores organizados, y los hombres de empresa, que ya saben que despotismo significa, no sólo inseguridad, sino también traba al desarrollo de la vida económica normal del país. Y la briosa y valerosa juventud estudiantil, y los gremios profesionales, y las Fuerzas Armadas de la República (aplausos). Si a alguien le quedara duda de la decidida posición institucionalista de las Fuerzas Armadas, esas dudas debieron disiparse cuando escucharon la transmisión hecha en la cual el general Ministro de la Defensa y los Jefes de las cuatro Armas, garantizaron explícitamente a la Nación que en este debate electoral las Fuerzas Armadas no tienen candidato suyo (aplausos), que están marginados de esta discusión civilizada y esclarecedora que se está realizando en Venezuela, y que respaldarán y apoyarán, con las armas que les entregó la República, al Presidente que los venezolanos se elijan en los próximos comicios (ovación).
Ya los centenares de miles de venezolanos que están oyendo esta transmisión en toda la República, quiero decirles ya, para finalizar, que he vivido la mejor hora de mi vida. Ahora, terminado este mitin, iré a descansar el cuerpo quebrantado por el mucho trajinar por los caminos de la patria; pero con una euforia interior extraordinaria, con una serenidad de espíritu, con una tranquilidad de conciencia, porque a ustedes, a los que están aquí, a los que anoche estaban congregados en la Plaza de Maracaibo, a los que me han recibido en todos los pueblos de Venezuela, tengo que agradecerles la donación generosa de su fe. Compatriotas venezolanos: sea yo el triunfador o el derrotado en las elecciones del 7 (voces: "no, no"), ya estaré suficientemente agradecido de este pueblo nuestro, de este pueblo mío, que me ha devuelto, multiplicado con creces, lo poco o mucho que haya podido hacer yo por ayudarlo a enrumbarse hacia la conquista de su destino logrado (larga ovación y aclamaciones).
ROMULO A. BETANCOURT

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