julio 27, 2010

Discurso de Perón en la inauguración del V Congreso Nacional de la Federación de Periodistas (1944)

«Selección de discursos período 1943-1945»
“DISCURSO EN LA INAUGURACION DEL V CONGRESO NACIONAL DE LA FEDERACION DE PERIODISTAS”
Juan Domingo Perón
[20 de Octubre de 1944]

La presencia de los periodistas de todo el país en la Secretaría de Trabajo y Previsión, no puede ser saludada por nosotros sino con un gesto de bienvenida y una expresión de reconocimiento hacia los hombres que, día a día, anónimamente, han forjado en forma integral la grandeza de una prensa cuyo sano prestigio sobrepasa las fronteras continentales.
Hemos expresado clara y categóricamente en otras ocasiones, el alto concepto que nos merecía la letra impresa, y cuál era, a nuestro entender, la función social de la prensa, porque la enorme experiencia recogida dentro y fuera de nuestra patria, nos permitía hacer un balance objetivo y desapasionado.
Fuimos primero espectadores del engrandecimiento extraordinario de nuestros órganos de prensa, y luego asistimos a la decadencia y al fracaso de otra prensa que había perdido ese derecho de crítica que es la carne y la sangre del papel impreso, y el orientador más valioso con que cuentan los hombres de Estado.
El elogio uniformado y dirigido ha sido un contrasentido que ha resultado fatal para los hombres que hicieron de él un arma política; y ni sus sistemas, ni siquiera su memoria ha podido sobrevivir al oleaje de silencio, de indiferencia, de rumores y de ridículo, con que el pueblo suplantó la libre expresión de las ideas.
La libertad, por lo tanto, es el clima natural de la prensa y fuera de ella vive amordazada. Pero la libertad sin libertinaje. Los hombres que integramos este gobierno, no tememos a la crítica. Por el contrario, la hemos solicitado públicamente y reiteramos ese pedido ahora, ante vosotros, los que representáis a la prensa de todo el país; porque no nos consideramos ni salvadores de la patria, ni profesionales, ni infalibles en nuestras determinaciones, que estamos dispuestos a rectificar honestamente, tan pronto se nos demuestre que seguimos una ruta equivocada.
Esto que entendemos como función esencial de la prensa, es precisamente lo que necesitamos. La verdad no nos asusta, de la misma manera que no nos ha intimidado la magnitud de los problemas sociales que encaramos, porque no podían seguir indefinidamente siendo un obstáculo el progreso de la República y el bienestar del pueblo.
Nos interesa sólo la exactitud y la honestidad de la crítica despojada de todo interés político y de todo interés económico; como expresión auténtica del sentir y del pensar colectivo, por encima de las conveniencias de las empresas, de los sectores o de los círculos. Tiene ella el deber inexcusable de recoger el clamos de la calle, del taller y del campo, si desea que su juicio sea algo más que la expresión personal de un comentarista, cuya opinión no subestimamos, pero que no podemos aceptar como un reflejo del sentimiento popular.
A lo que nos oponemos y nos seguiremos oponiendo con toda la fuerza de la autoridad, es a esa arbitraria invocación de la libertad de expresión, con que se encubren campañas destinadas a confundir y desorientar a la opinión pública. Las linotipias y las rotativas, no pueden ser impunemente convertidas en armas de perturbación económica, de disociación social, ni en vehículos de idearios extraños, ni de ambiciones políticas, ni de desahogos personales.
Hemos sido fieles a estos conceptos destinados única y exclusivamente a impedir la subalternación de la prensa argentina, cuyo nivel intelectual solo puede enorgullecernos. Toda la acción de la Secretaría de Trabajo y Previsión, ratifica esta afirmación. El Estatuto Profesional del Periodista, por el cual venía luchando estérilmente el gremio desde hace una cuarto de siglo y la reglamentación de la ley de jubilaciones, que amenazaba desaparecer tras largos años de espera, son dos noticias de gobierno destinadas a enaltecer esta actividad de la que tanto se había hablado, pero en cuyo bien, nada, absolutamente nada se había hecho.
No voy a hacer el panegírico de estas dos conquistas gremiales precisamente ante quienes han sido sus beneficiarios.
No voy a hacer el panegírico de estas dos conquistas gremiales precisamente ante quienes han sido sus beneficiarios. No creemos por otra parte haber hecho otra cosa que un acto de justicia.
El panorama social que ofrecía la prensa, mostraba el contraste tremendo entre unas empresas demasiado ricas con periodistas demasiado pobres. El standard de sueldos que percibían los hombres que habían forjado la grandeza de nuestros diarios; dejando día tras día jirones de su espíritu inquieto, de juventud y de su propia vida en el torrente de papel impreso que crecía ruborosamente como una manera. No llegaba siquiera al que el Estado fija para sus servidores más modestos. Y el Estado no pedo permanecer indiferente ante el drama de estos miles de trabajadores intelectuales olvidados. Teníamos no solo el deber, sino también el derecho de exigir para ellos una retribución decorosa, ya que año tras año salen del erario público con destino a las cajas de las empresas periodísticas millones de pesos en concepto de publicidad oficial y se otorgan franquicias o se cancelan derechos aduaneros en un verdadero subsidio estatal, que no podía ser un exclusivo beneficio patronal, sino que todos los que contribuyen con su esfuerzo fecundo al agradecimiento de nuestra prensa.
El Estado no hizo otra cosa que exigir una retribución racional de lo que daba generosamente, ajustándolo a la realidad de unos balances que demostraran el grado ya exacto de prosperidad de cada una de las empresas periodísticas.
Hemos alejado el fantasma de la inestabilidad que flotaba sombríamente sobre los hogares de los periodistas, poniendo freno a los despidos arbitrarios. Hemos concedido derechos e impuesto deberes, cuyo cumplimiento exigiremos con inflexibilidad tanto a los patrones como empleados. Hay que acostumbrarse definitivamente a esta idea. El Estatuto Profesional del Periodista debe cumplirse integralmente, porque ni la astucia, ni las amenazas, ni las influencias impedirán la vigencia de esta conquista, ni la sanción contra quienes intenten violarla.
La reglamentación de lay de jubilaciones y pensiones para periodistas, completa el programa de realizaciones cumplidas desde esta Secretaria en beneficio de un gremio a cuyo esfuerzo obstinado tanto debe a la República.
Hoy día, los periodistas argentinos pueden mirar sin angustia el porvenir porque una caja rejuvenecida y fuerte les asegura una vejez apacible.
Ambas cosas os pertenecen íntegramente. A vosotros corresponde ahora la defensa de los derechos y las conquistas, para que la futura Casa del Periodista, que se levantará con la contribución estatal, se eleve en el centro de la gran Capital, como un símbolo de la unidad y de la fortaleza del gremio.
JUAN DOMINGO PERON

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