julio 27, 2010

Discurso de Perón en un acto realizado por los empleados de Seguros, Capitalización y Ahorro (1944)

«Selección de discursos período 1943-1945»
“DISCURSO EN UN ACTO REALIZADO POR LOS EMPLEADOS DE SEGUROS, CAPITALIZACION Y AHORRO”
Juan Domingo Perón
[23 de Octubre de 1944]

En primer término deseo hacer llegar a ustedes un afectuoso saludo del excelentísimo señor Presidente de la Nación, quien debido a ocupaciones propias de su cargo no ha podido llegar hasta aquí hubieran sido sus deseos.
Quiero, asimismo, agradecer con toda emoción, en mi nombre y en el de mis compañeros de la Secretaría de Trabajo y Previsión, este homenaje y estos obsequios, que son para nosotros un nuevo incentivo para seguir contraídos al cumplimiento del deber que nos ha impuesto el país a esta hora.
Esta bandera es para mi de un simbolismo extraordinarios, porque representa a nuestra patria, que no a sido, no es, ni será jamás custodiada por otras asmas que no sean las armas de la patria.
Este homenaje tiene para nosotros una especial significación. He dicho en varias oportunidades que nuestro país estaba ya un poco cansado de esos señores tan importantes que no podías descender a la solución de los pequeños problemas del pueblo. Nosotros somos hombres modestos y sin pretensiones, que tenemos una sola condición: la de trabajar con verdadero amor para producir obras que sean realizaciones útiles para nuestros semejantes.
La jubilación de los empleados de las compañías de seguros, reaseguros, capitalización y ahorro, ha sido una verdadera aberración parlamentaria, puesto que los beneficiarios, las compañías y los legisladores estaban de acuerdo en que ella era la necesidad imprescindible, a pesar de lo cual no lograron llevarla adelante como era el deseo de todos.
No es éste un caso aislado. Hace cuarenta años que viene ocurriendo lo mismo, lo que ha dado lugar a la cristalización de una teoría sobre el fracaso del parlamentarismo, de los hombres. En mi concepto no hay tal fracaso. El fracaso ha sido de los parlamentarios, de los hombres, y ha consistido en que ellos salían de su misión específica de confeccionar leyes para el país, dedicándose a cosas de menor cuantía en el terreno de la política, de la economía o de otros aspectos de la vida ciudadana,
Nosotros mismos procedemos dentro de un orden parlamentario. La Secretaría de Trabajo jamás prepara un decreto ley sobre organizaciones e instituciones sin hacerlo como cuerpo colegiado, donde participan los interesados de diverso orden y el Estado, que beneficia en definitiva cuando interviene en la confección de leyes que tienden a beneficiar a unos sin perjudicar a otros.
Entendemos que nuestra misión constructiva está suficientemente pagada en el orden espiritual, con esta clase de demostraciones que representan para nosotros el mejor premio.
Es preciso comprender que estamos en plena revolución. Esta revolución no es solamente de la República Argentina, sino de todo el mundo. Hoy es necesario evolucionar hacia nuevas formas, de las cuales la política ha logrado hasta ahora substraerse engañando a los pueblos.
En lo sucesivo no será posible seguir engañando, puesto que la justicia social ha de permitir una vida digna para todos los hombres y los pueblos cuyos gobiernos no han entendido todavía esta afirmación de la hora irán por mal camino.
Si ha podido retardarse una acción será necesario defenderla y asegurarla para el futuro, a efectos de legar a soluciones permanentes por las cuales actualmente luchamos. El Estado debe garantizar que el máximo posible de ciudadanos esté por encima del nivel medio de vida, evitando reducir a aquellos que lo sobrepasan y tratando de disminuir al mínimo los que estén por debajo de aquél.
Sin pretensiones y sin vanidades que quedarían mal entre nosotros aseguramos que habremos de realizar ese propósito en la medida de lo posible. No podemos pensar en verdaderos milagros en esta materia; pero sí podemos afirmar que el curso que la Revolución ha abierto en el campo social argentino no será cerrado por fuerzo humana alguna.
Los hombres somos meros accidentes en la vida de los pueblos, pero las instituciones cuando han sido leal y sinceramente creadas y cuando se les ha inculcado el honor como consigna, tal cual ocurre con la Secretaría de Trabajo, llegan a ser permanentes como la Nación misma.
Hemos de dejar constituido en dicha Secretaría un organismo con las autodefensas necesarias para que ni aun los hombres peor intencionados puedan destruirlo. La Secretaría de Trabajo es para notros más que un organismo burocrático del Estado: es el verdadero corazón de la argentinidad que palpita para el bien de todos los argentinos.
Sabemos que hay un solo milagro que ha de realizarse para felicidad de la patria. Es la sagrada fuerza que anunciamos en nuestra proclama, la unión de todos los argentinos. Pare ello necesitamos en primer término, que todos los argentinos se sientan tales, con placer y con honor y que lleguen a persuadirnos de una manera que todos, desde el más encumbrado hasta el más humilde, representan dentro de nuestra sociedad un valor imprescindible, como es el de un piñón de la enorme corona que es el girar eterno de la nacionalidad.
Es necesario también que comencemos a hacer desaparecer toda otra bandera que no sea ésta, que ustedes han tenido la amabilidad de obsequiarme y que el adelante, me recordará, minuto a minuto, la obligación que he contraído de luchar día y noche para que esa unidad de todos los argentinos sea efectiva en el más corto plazo.
JUAN DOMINGO PERON

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