“SALUDOS A LOS TRABAJADORES DEL PAIS EN VISPERAS DE AÑO NUEVO”
Juan Domingo Perón
[31 de Diciembre de 1943]
Al finalizar el año 1943, por tantos motivos, memorable y trascendental, he querido hacer llegar mi saludo a los trabajadores de todo el país, a fin de que el año nuevo nos encuentra espiritualmente unidos en una inquebrantable voluntad de grandeza patria y de justicia social.
Quiero, al comenzar el año, todos los que con su esfuerzo cotidiano labran la potencialidad económica de la Nación, puedan saludar la etapa que se inicia con el convencimiento íntimo de que estamos transformando, para bien de todos, las normas que relacionan el trabajo argentino con el Estado.
Quiero, al comenzar el año, todos los que con su esfuerzo cotidiano labran la potencialidad económica de la Nación, puedan saludar la etapa que se inicia con el convencimiento íntimo de que estamos transformando, para bien de todos, las normas que relacionan el trabajo argentino con el Estado.
El día de hoy nos encuentra en plena organización de una de las creaciones más representativas de una revolución triunfante y trascendente. La Secretaría de Trabajo y Previsión no desea agregar un estanco burocrático más a la administración pública, sino que, por el contrario, anhela servir de conexión activa y armonizadora entre el Estado y el trabajo argentino. De ahí que en este comienzo de año sea mi palabra el presente más adecuado que podemos brindar los hombres de la revolución a los trabajadores de la patria.
Hago, por tanto, un paréntesis en la ardua tarea a que vengo, hora a hora, entregando mis mejores empeños de argentino y de soldado, para decir a mis compatriotas trabajadores: en este año que se inicia hemos de asentar las bases de una obra fundamental para la prosperidad de la patria y el bienestar de los ciudadanos. Con ello lograremos armonizar todos los dispersos esfuerzos del trabajo argentino, en un ideal superior de bienestar y de justicia.
El país vive un momento decisivo en su historia. El mundo convulsionado señala, con terrible gravedad, la virulencia de los fermentos disgregadores en que puede cuajar el egoísmo y la indiferencia para con las necesidades de nuestros semejantes. Ante lección tan elocuente, sería suicida la pasividad y la persistencia en actitudes inoperantes, de simple expectación.
Se ha hecho urgente, por tanto, la inteligente intervención del Estado en las relaciones del trabajo, a fin de lograr la colaboración, sin razonamientos, injusticias ni prevalencias inadmisibles, de todos los que contribuyen con un músculo, su inteligencia o su capital, a la vida económica de la Nación.
Es indispensable lograr la armonía en todos los resortes vitales del país; más para ello, es primordial garantizar el bienestar y la justa retribución de los que siendo una enorme mayoría en la masa humana de la República, pueden encontrarse inermes ante el poderío ciego o del dinero o sentirse tentados a asumir actitudes violentas, análogas y negativas en su reacción iracunda, como la ciega avaricia que las suscita.
La creciente complejidad de la economía industrial, la estéril dispersión política e ideológica, el juego de ambiciones desmesuradas o de intenciones hostiles a la soberanía y a la afirmación nacionales, son todos factores que no pueden quedar librados a su propia gravitación. El supremo interés de la Patria, que es el interés de sus hijos – y al cual no puede resultar extraño el bienestar de los mismos-, exige al Estado moderno una función rectora y reguladora que nuestra revolución ja localizado, en lo relativo al trabajo, en la Secretaría que estamos organizando.
Es por ello que quiero aprovechar esta pausa, a la que una tradición milenaria reviste de júbilo, de amor, de caridad y de ánimo conciliatorio y fraternal para hacer llegar a todos los trabajadores, junto con mi saludo, la seguridad de que llegan días en que parecerán absurdas y lejanas pesadillas el recuerdo del desamparo, de la injusticia, de la retribución inadecuada, de la imposibilidad, para el obrero argentino, de mantener con decoro a su familia.
La unión de todos los argentinos en un solo, noble y levantado ideal de grandeza, es un hecho en marcha.
Junto al interés material de la prosperidad de la patria, de redención económica, del incremento de sus posibilidades productivas, está, sobre todo el interés de templar, ennoblecer y fortificar el metal humano del pueblo.
La revolución quiere llevar al ánimo de los trabajadores argentinos, el orgullo de pertenecer a una patria fuerte y generosa, desde la justicia y la ecuanimidad recién soberanas, y donde el temor a las influencias espúricas no pueden desnaturalizar la alegría de vivir y de crear.
Vaya, pues, a los trabajadores de mi patria, la seguridad de que el gobierno vela por ellos. El saludo que les envío en mi calidad de Secretario de Trabajo y Previsión, es el mensaje de una cordialidad donde vibra y actúa la preocupación por el bienestar y la justicia que merecen.
JUAN DOMINGO PERÓN
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