julio 12, 2010

"Serie de notas periodísticas de Betancourt sobre nazismo y defensa continental" (1941) 7/7

Serie de siete notas periodísticas sobre nazismo y defensa continental, publicadas en 1941
EL NAZISMO EN CHILE [1]
Rómulo A. Betancourt
[13 de Agosto de 1941]

[7/7]
Los cables enviados desde Santiago por las agencias noticiosas, relatando los detalles de las recién descubiertas actividades nazistas en Chile, no pueden causar sorpresa alguna a quien haya vivido en ese país. Chile es uno de los pueblos de América donde más agudamente está planteado el problema de la infiltración totalitaria.
El sur chileno –maravillosa tierra inolvidable– es asiento de una extensa colonia alemana. Periódicos, estaciones de radio, empresas industriales, pertenecen, en proporción impresionante, a miembros de esa colonia.
Los inmigrantes alemanes que allí llegaron inicialmente no constituyeron problema para el país. Era gente liberal, que venía a América huyendo de la intolerancia kaiseriana y bismarckiana. Emprendedores, hombres de empresa, contribuyeron, junto con el nativo esforzado, a hacer del sur de Chile una de las regiones más industriosas del país y zona digna de ser presentada como ejemplo de la posibilidad americana para la organización eficaz. Valdivia, Osorno, Llanquihue, Puerto Montt, son nombres que en la memoria de quien viajara por allí, con ojos ávidamente empeñados en ver y en aprender, están asociados a (…) [2] por colinas que culminan en los conos nevados de los volcanes –encuadra a pueblos y ciudades manufactureros, fabriles, creadores de riqueza y dotados de confort–. Pueblos y ciudades que niegan el barato pesimismo de los sociólogos a la violencia del novecientos americano –los García Calderón, los Vallenilla Lanz y los Arcaya– cuando analizaban las perspectivas históricas de nuestras nacionalidades.
En la creación de la economía próspera del sur chileno, apreciable fue el aporte de la industriosa colonia alemana. En lo político, actuaban respetuosos de las instituciones del país, hasta que Hitler ascendió al poder. La ambición hitleriana en hacer del credo político nazista norma de conducta de los alemanes todos, sea cual fuere el lugar donde radicaran, despuntó en esa hora. Goebbels calificó a los nativos del Reich dispersos en los cinco continentes como “levadura de la revolución nacional-socialista” y la tesis de las “minorías arias”, con presuntos derechos de extraterritorialidad en los países extranjeros, se puso a la orden del día.
Chile fue, lógicamente, una de las naciones americanas sobre las cuales se demoró con más atención el interés de Berlín. El número e importancia dentro de la vida económica chilena, de los alemanes allí residentes, fue tomado en cuenta por los órganos de propaganda exterior del partido nazi, Y enviaron hasta la remota república de la América austral a organizadores seleccionados. Carl Hubner, quien es actualmente uno de los más importantes funcionarios del gobierno nazi de Checoslovaquia, estuvo en Chile en 1937, organizando nacionalmente a la rama nativa del nacional-socialismo.
El virus totalitario no fue distribuido solamente a través de una red clandestina de seccionales del partido nazi. Crearon también los agentes de Berlín un organismo político legal, dirigido por alemanes nacionalizados, por hijos de alemanes y por criollos de mentalidad totalitaria. Al frente de ese partido, vergonzantemente totalitario, actuó y actúa Jorge González Von Marée, un personaje complejo y pintoresco, mezcla de aventurero y de místico. Su llamada Vanguardia Popular Socialista es una pequeña milicia, militarmente organizada, que arremete, sincronizadamente, contra los yanquis, contra las izquierdas y contra el judaísmo, La pistola y el “laque” son sus instrumentos favoritos de propaganda. El terror su método de convicción. La audacia aventurera su táctica política.
Frente a esta doble actividad del totalitarismo –la subterránea, a través de la red nazista; la pública, realizada por intermedio de los cuadros de pistoleros de la Vanguardia Popular Socialista– el gobierno de Aguirre Cerda venía adoptando una actitud peligrosamente tolerante. Recuerdo cómo me impresionó el último desfile (…) estandartes y a los sones metálicos de los himnos militares. Hombres jóvenes en su mayoría, con ese gesto duro de los fanatizados, que desfilaban entre una doble fila de masa popular provocadora, sin que la repulsa colectiva por su “paso de ganso”, su saludo a la romana y su atuendo típicamente fascista les conmoviera ni un músculo las caras.
La excesiva condescendencia del gobierno democrático de Chile con los peores enemigos de la libertad y de la dignidad de los pueblos terminó ya, felizmente. La gente que habita La Moneda tomó la plausible resolución de liquidar las actividades nazistas del país.
Y entonces se puso de manifiesto cómo era de justo el reclamo que venían haciendo el diario Crítica, de Santiago, y la revista Ercilla, de la misma ciudad, de que se investigara a fondo las actividades antichilenas de los agentes totalitarios.
En las pesquisas realizadas se comprobó cómo una supuesta asociación deportiva –el llamado “Landesgruppe”– era en realidad una tropa de choque, perfectamente organizada militarmente. Retratos ocupados a los comprometidos como organizadores de ese ejército quintacolumnista, revelan que realizaban uniformados sus ejercicios militares. Insignias con la svástica, sobre un fondo formado por la silueta de un volcán y por el trazado del Lago Llanquihue, fueron también recogidas por la policía. (Con anterioridad el servicio de investigación santiaguino había requisado 2.000 de esas insignias, destinadas a las SSA –tropas escogidas de asalto nazi que habían sido fabricadas por un joyero de la calle Compañía, una de las más céntricas de la capital chilena).
Según declaraciones del Jefe de Investigaciones, don Osvaldo Sagues, incautó también la policía de armas, municiones y una “lista negra” de los chilenos antinazistas que debían ser apresados, o liquidados físicamente, entre los cuales estaban los tres ministros socialistas: Schnacke, de Fomento; Allende, de Salubridad y Marino, de Tierras y Colonización.
Primero Uruguay, después Argentina, luego Bolivia y Colombia. Ahora Chile.
América entera vigila, y no espera que el enemigo taimado cuartee y pudra los cimientos de la casa, para entonces adoptar las medidas que impidan su derrumbe.
Nos imaginamos –ahora que la actitud enérgica del gobierno chileno sitúa de nuevo sobre el tapete de la actualidad el problema de las quintas columnas totalitarias– que en Venezuela ya han debido ser adoptadas serias medidas de precaución, después de ser conocida la alarmante, documentada y precisa denuncia de Otto Strasser.
Porque aquí, como en Chile y en todo el resto de nuestra codiciada América, el nazismo trabaja tercamente, arteramente.
ROMULO A. BETANCOURT
[1] Publicado en Ahora, Caracas, 13 de agosto de 1941.
[2] Fragmento ilegible en el original.

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