agosto 02, 2010

Discurso de Perón ante una concentración de Empleados de Comercio (1944)

«Selección de discursos período 1943-1945»
DISCURSO ANTE UNA CONCENTRACION DE EMPLEADOS DE COMERCIO
Juan Domingo Perón
[4 de Diciembre de 1944]

Señores: He aquí un hecho mas de los que algunos malos políticos argentinos han dado en llamar “nuestra demagogia”.
La previsión social en decretos como el que nos ocupa, estructura y elabora el futuro del país, en la mas noble y desinteresada concepción de la solidaridad humana y nacional. Por eso se inspira en la necesidad orgánica de protección estatal a la vejez o invalidez; se afirma en el sentimiento de justa recompensa al esfuerzo y trabajo individual y se nutre en el espíritu de cooperación y hermandad nacional que propugnamos. Por eso también, es justicia, es previsión y es cristiano amor al prójimo.
El Estado no puede ser testigo silencioso e inoperante en la angustia que conmueve primero al hombre, luego a su hogar y finalmente destroce la comunidad. Debe intervenir enérgicamente, si quiere ser decisivo. Debe compenetrarse del dolor humano y buscar remedios apropiados para los males de la sociedad cuyo destino rige. Ha de realizar una política de seguridad social y encauzarla por vías que vayan directamente a las necesidades propias de la actividad que la previsión ampara.
Negarlo obligaría a aceptar el recrudecimiento de estériles luchas sociales que agotan esfuerzos valiosos y envenenan los espíritus más serenos, perturbando con sus consecuencias, la paz social. La incomprensión reciproca al retardar soluciones, atrasa el progreso moral y material de la Nación. Por eso buscamos la unanimidad de los argentinos por medio de la mutua comprensión de Justas necesidades y legítimos intereses.
Promulgamos un nuevo Instrumento de amparo que completa la legislación jubilatoria y de retiro. Es un paso hacia la solución integral de los problemas de la seguridad social que el país y la época reclaman. Para alcanzar adecuadamente dichas soluciones se acaba de estructurar el Instituto Nacional de Previsión Social.
Los derechos fundamentales de la persona; vida, cultura espiritual y profesional, vivienda y salud, alimentación, educación física y vestido, deben ser alcanzados por todos los argentinos.
El Estado no puede permitir que la falta de recursos impida el logro pleno del destino humano. Por eso insistiremos en la necesidad de ponernos de acuerdo sobre lo esencial. Sobre lo que es inherente a nuestro destino histórico para proclamar que ha llegado la hora de establecer los puntos básicos que sean prenda de unión de todos los argentinos.
Es probable que quienes no tengan suficientemente encarnados estos sentimientos, puedan disentir con las disposiciones presentadas pero, en las soluciones de conjunto, juegan más las necesidades de la comunidad que el egoísmo efímero de unos o la improvisión circunstancial de los otros.
Algunos pensarán que la jubilación de los empleados de comercio puede incidir desfavorablemente en lo que se ha dado en llamar "nuestra inflación", que yo califico como el cumplimiento de un deber de gobierno de poner al día sueldos y salarios que estaban en permanente retardo de acuerdo con las necesidades vitales de una gran masa de trabajadores del país.
El sueldo mínimo y el salario vital, deben ser determinados por lo que los ingleses llaman la línea de la vida. Este consiste en el equilibrio del sueldo o jornal con las necesidades mínimas de la subsistencia en condiciones dignas.
Los que se encuentran debajo de esa línea de la vida, son los “sumergidos”, a quienes la fortuna ha favorecido y que, en muchos, casos, dilapidan el exceso de su haber para satisfacer otros excesos.
La tarea de gobierno en la política social, debe tender a que nadie, o por lo menos el menor número de hombres de trabajo se en encuentren en la condición de "sumergidos".
El standard está representado casualmente por esa línea de vida. Cuando se habla, en consecuencia, de standard de vida, no se trata en caso alguno de hombres que están por debajo de un "salario vital". Es elemental obligación del estado moderno el propugnar por todos los medios la existencia de un standard de vida adecuado para todos los habitantes, el que estará en razón directa con la economía nacional, el trabajo individual y la organización adecuada del país que permita llegar a la más perfecta coordinación y equilibrio económico-social.
Es incuestionablemente cierto que el mejoramiento de las masas trabajadores, necesita de una potente economía que los respalde. De ello se infiere la necesidad de un permanente coordinamiento integral de las fuerzas económicas y la conveniencia de establecer, en estrecha coordinación, los planes necesarios para evitar el debilitamiento económico o el desequilibrio social.
Es también necesario aceptar como innegable que cuando los precios suben en el mercado interno, ello obedece a dos causas determinantes; a la inflación natural, (por aumento de los costos producción, circulación o comercialización) o simplemente a la especulación.
Si el precio sube como consecuencia de la inflación natural no da otro remedio social que aumentar los sueldos y salario para compensar, impidiendo que una gran masa quede en condición “sumergidos".
Si el precio sube, como consecuencia de la especulación, es menester bajar el precio.
Cuando iniciamos la tarea de reivindicar socialmente a los trabajadores e instaurar una verdadera política social, destinada a dignificar el trabajo, humanizar el capital y asegurar una más justa y equitativa retribución al trabajo, analizamos en primer término la situación económica.
Nos encontramos entonces con una inflación ya insinuada en casi todos los artículos de producción nacional y en muchos de los de primera necesidad. Influía también grandemente en ello, la exportación que durante el tiempo de guerra había aumentado considerablemente, influenciando los precios del mercado interno.
Era necesario o amentar los sueldos y salarios o disminuir drásticamente los precios a su nivel de preguerra, ya que no podía justificarse sino en una minima parte un aumento por las consecuencias directas o indirectas del estado de guerra de Europa.
Es indudable que convenía meditar bien el asunto. Después de mucha reflexión y profundo análisis general, sólo general, porque se carecía de estadística exacta que permitiera cálculos de costo de producción, etcétera, nos decidimos por un aumento general de sueldos y jornales, aceptando el riesgo de provocar cierta apariencia momentánea de inflación, por razones morales de la población y en compensación a la larga explotación sufrida por una gran parte de la masa laboriosa. Sin embargo pensé que, una vez aumentados los sueldos y salarios, podríamos bajar los precios a su nivel.
Para detener esa inflación artificial de precios, ya en ese momento se fijaron por decreto los precios máximos a los artículos de primera necesidad de alimentación y vestuario. El corolario de esto debe ser una baja sistemática que ya hoy se ha iniciado.
La inflación de que se habla no es tal inflación, porque los sueldos y salarios eran extraordinariamente bajos en comparación con los beneficios patronales y sólo por excepción habíanse fijados de acuerdo con las condiciones mínimas de vida; porque la rebaja de precios hay de producirse ya que no tienen justificación; porque la inflación general ha sido momentánea y poco a poco volverá al estado natural.
Existe una absoluta relación entre la economía interna y la política y la realidad internacional. De ello surge la necesidad de poner en coincidencia las necesidades y posibilidades de ambos campos. Es menester aprovechar al máximo el Poder de los intereses económicos paralelos y tratar de neutralizar las corrientes de los intereses contrapuestos o negativos.
Por eso el problema es primero de Coordinación de lo interno con lo externo y luego de organización de la riqueza.
Es indudable que terminada la guerra, nuestra industria y nuestro comercio, sufrirán una aguda crisis, como consecuencia de no poder mantener la actual exportación. Tal vez la producción agropecuaria también sufra las consecuencias de lo mismo.
Hoy el país produce casi el doble de lo que consume. La producción, la industria y el comercio viven una prosperidad artificial como consecuencia de una exportación anormal. Terminada la guerra, deberán volver a su cauce natural y de ello se infiere que un mayor o menor grado de paralización, con su consecuencia la desocupación, se producirá no solo en la industria sino también en menor escala, en la producción y el comercio.
El aumento general de sueldos y jornales comenzará entonces a actuar, con el aumento del consumo interno, como regulador de ese desequilibrio.
Los productores, industriales y comerciantes que durante la guerra han logrado excepcionales beneficios deberán comenzar a pensar que deben conformarse con las ganancias mas normales y apropiadas. A ello se unirá que el aumento de consumo por las mejoras de sueldos y salarios permitirá compensar en algo la falta de exportación
Una mejor regulación, racionalización y organización económica llevara al equilibrio sin peligrosos saltos, en forma de mantener la tranquilidad y suavidad de las formas actuando sobre la exportación y consumo en relación con la producción, industria y comercialización en general.
Es menester que una acción planificada y altamente racional sea capaz de crear verdaderas medidas trascendentales, que sean capaces de actuar como “elásticos y amortiguadores” para evitar los fuertes “barquinazos” de la inflación y de la deflación.
La industria puede resistir bien cualquier peligro cuando se trata de industrias naturalmente desarrolladas y cimentadas. Las protegidas por razones justas resistirán también con el apoyo del Estado. Las ocasionales o ficticias podrán morir o desaparecer sin grave riesgo de perturbar la economía general. Será necesario prever todo ello par amortiguar los efectos.
El aumento de consumo permitirá en gran parte defenderse a muchas industrias, si los industriales se conforman con ganancias normales que aun pueden resistir pequeñas perdidas ocasionales hasta que el mercado se estabilice.
El comercio seguirá las fluctuaciones por reflejo. El externo esta gravemente amenazado en lo que se refiere a productos industriales; no así en lo que se refiere a los agropecuarios.
El comercio interno no ha de variar mayormente salvo el aumento que pueda influenciar un mayor consumo y el abaratamiento por un aumento natural en la oferta, de lo que no pueda o no deba exportarse.
En cambio, a largo plazo, si no sobrevienen cuestiones internacionales extraordinarias, es de esperarse una tonificación comercial en lo externo y en lo interno.
La producción noble, como que representa la verdadera riqueza, será sin duda la que ha de cuidarse sustancialmente.
La ganadería, de gran prosperidad actual, tiene asegurada la colocación de sus saldos exportables. Con ello su situación no cambiara en forma decisiva en el quinquenio de posguerra.
La agricultura, en cambio, ha sufrido y seguirá sufriendo especialmente, si la industria plástica no comienza a insumir gran parte de la producción agrícola.
Es menester pensar en que el Estatuto ha de empeñarse a fondo para salvar el agro y estabilizar la vida y producción o más de medio millón de productores y familias.
Ello entraña un problema de fondo, sin cuya solución no podrá seguirse sosteniendo el orgullo de ser el "granero del mundo".
El problema de la tierra debe ser encarado en serio, pues la ley 12.636 es una irrisión y un escarnio mas del pobre chacarero. El problema argentino está en la tierra. "Dad al chacarero una roca en propiedad y él os devolveré un jardín; dad al chacarero un jardín en arrendamiento y él os devolverá una roca".
La tierra no debe ser un bien de renta sino un instrumento de producción y trabajo.
La tierra debe ser del que la trabaja y no del que vive consumiendo sin producir, a expensas del que labora su tierra.
Nuestras expectativas no son tan negras como algunos quieren hacer creer.
Hoy la Argentina es el paraíso del mundo, y lo seguirá siendo si estamos unidos, nos despojamos del egoísmo y nos convencemos de una buena vez de que la felicidad no depende tanto de poseer gran riqueza, como de no ambicionar lo innecesario.
Dentro de nuestras posibilidades actuales “la Ley de jubilación de los empleados de comercio" no puede producir sino bien por ser la imposición justa y equitativa de un imperativo de justicia social.
Defienda ustedes mismos esta conquista los que trataran de impugnarla y el tiempo les dirá de la razón de estas mis palabras.
El porvenir de la Patria dependerá de la seguridad social de sus habitantes. Para ello crearemos los medios protectores de la masa trabajadora argentina. Esta acción nuestra será combatida. Pero advierto que a esa resistencia opondremos la energía capaz de extinguirla.
Vosotros, los trabajadores manuales o intelectuales del comercio, actividades afines y civiles, tenéis ya vuestro régimen de previsión social. Se trata de un derecho conquistado con esfuerzo. Espero que lo defendáis con amor y tenacidad.
JUAN DOMINGO PERÓN

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