agosto 06, 2010

Discurso de Perón en la Secretaría de Trabajo ante Delegados del Congreso de Empleados de Comercio (1945)

«Selección de discursos período 1943-1945»
DISCURSO EN LA SECRETARIA DE TRABAJO ANTE DELEGADOS DEL CONGRESO DE EMPLEADOS DE COMERCIO.
Juan Domingo Perón
[5 de Septiembre de 1945]

Señoras y señores:
Siento un inmenso placer en poder compartir con los empleados de comercio la clausura de su VII Congreso Nacional. La Secretaría de Trabajo y Previsión, organismo del gobierno creado por la revolución del 4 de Junio puede decir con toda satisfacción, con toda lealtad y con todo orgullo que jamás ha llegado un solo trabajador a esta casa a quien se le haya preguntado a qué fracción política pertenece, cuál es su manera de pensar y mucho menos que se le haya pedido absolutamente nada en beneficio ni de la Secretaría de Trabajo y Previsión ni de ninguna de las personas que trabajan en esta casa.
Me es también satisfactorio reconocer la justeza de las palabras del señor Secretario General de la Confederación de Empleados de Comercio, porque nosotros como funcionarios de gobierno estamos aquí cumpliendo una obligación sin segundas intenciones y mucho menos con intenciones políticas. Mucha gente desconoce o no ha penetrado a través de los hechos, cuales son las verdaderas finalidades de la revolución, tanto en el orden económico como en el orden político o social. La revolución del 4 de Junio no es una revolución más, intrascendente ni carente de contenido en lo económico, en lo social y en lo político. Los hombres que todavía no han comprendido esto creen que esta revolución puede ser sobrepasada por la mentira, la falsa propaganda, las malas intenciones escondidas detrás de bellas palabras o la falta de sinceridad con que se pueden utilizar las malas artes con el propósito de ocultar tras una cortina de humo, una verdad que todos conocemos y que todos apreciamos. Esa verdad, señores, ha de abrirse paso tarde o temprano y a los que no tenemos ambiciones, sino que cumplimos aspiraciones nacidas del contenido de esa revolución, no nos interesa que esa verdad se conozca dentro de una hora, de una semana, de un año o de un siglo.
La revolución ha tenido un contenido económico que podrán discutirlo, pero que lo hemos cumplido para bien del país; ese contenido económico ha sido de liberación de los valores argentinos para que sean aprovechados en beneficio de la felicidad de los argentinos, eso en primer término. En segundo lugar se propuso tomar para los argentinos lo que muchos hombres que hoy se dicen puros, enajenaron impúdicamente del patrimonio que no solamente nos pertenece a nosotros, sino a los miles de generaciones de argentinos que han de venir. Y en tercer lugar tomar las medidas para asegurar que en el futuro el patrimonio de los argentinos sea realmente de los argentinos.
Fuera de esos postulados irrenunciables, no de la revolución sino de la argentinidad misma, hemos resuelto los problemas que se han presentado sumamente difíciles desde que estamos en el gobierno. Para apreciarlo bastaría pensar solamente que este país que no producía sino el 50% de lo que consumía, por la desaparición todas de la importación se vio abocado a resolver el problema de abastecer a la Nación de todo lo que no producía; y ese milagro ha sido realizado sin que la población argentina, en muchas partes se diese cuenta de que tal problema existía. Y no solamente se ha llenado ese objetivo sino que las condiciones del tiempo de guerra nos obligaron a abastecer a nuestros hermanos de América; especialmente de Centro y Sudamérica, y a algunos más lejanos de Sudáfrica; y nuestra industria y nuestro trabajo se elevaron en su producción a tres veces más para llegar a ser en un momento el país de mayor volumen de exportación de nuestro continente.
Todo ello fue resuelto por medidas de gobierno. Y se tendrá una idea del ciclópeo trabajo realizado, si se piensa en que para triplicar nuestra industria y producción, la escasez del combustible era uno de los problemas fundamentales, ya que el país no producía sino el 65 por ciento de lo requerido por sus necesidades. Sin embargo, ninguna industria se detuvo sino que por el contrario se triplicó su acción y el país dispuso de todo el combustible necesario para hacer frente a ese aumento de sus actividades.
Estas cosas no pueden resolverse con lindas palabras ni con lindos discursos, sino trabajando día y noche, como lo hemos hecho hasta encontrar la solución del problema que quizá no haya sido la mejor, pero hay que tener en cuenta que a menudo lo mejor llega a ser enemigo de lo bueno porque para obtenerlo se tarda tanto tiempo que cuando la solución llega, el problema ha desaparecido.
Otro argumento económico frecuentemente esgrimido por nuestros detractores es el famoso asunto de la inflación, al cual me he referido en distintas oportunidades. Solamente quiera ahora llamar la atención y traer el recuerdo de épocas pasadas, que muchos de los presentes en esta reunión han vivido como yo, comparándolas con lo que está actualmente pasando en el país y también con lo que pasa en otros países no lejanos del nuestro. En este momento hay países vecinos que llegan al 230 por ciento de inflación; el que menos llega de nuestros vecinos pasa del 185 por ciento. Nosotros, escalonados entre el 100 y el 88, tenemos solamente un término medio del 25 por ciento de inflación. Y si aún resulta poco convincente esta cifra, recordemos que durante la guerra pasada, en el año 1918, en que la situación era similar a este año 1945, la inflación argentina llegaba casi al 200 por ciento; muchos de los presentes deben recordar que comprábamos el kilo de azúcar en la comisaría a $ 1.20, mientras que durante nuestra actuación no ha pasado en ningún momento de $ 0,45 el kilo en su precio oficial. Recuerdo también que en el año 1917, estábamos obligados a comprar un pan especial porque todos los demás habían llegado a un límite tal de precio que la gente trabajadora no los podía adquirir. Tengo en mi poder la estadística completa y comparada y esto que resulta del azúcar y del pan, puede ser extendido sin temor a equivocarse a casi todos los demás artículos de consumo, especialmente los de la clase trabajadora.
No hemos hecho mucho. Hemos luchado contra las “fuerzas vivas” que siempre procuraron la inflación y que tuvimos que detener draconianamente por decretos del Consejo Nacional de Postguerra. Y piensen señores, en lo injustos que son los ataques lanzados en este sentido, si reflexionamos y advertimos que en aquel momento de inaudita inflación no se aumentaron los salarios de la clase trabajadora, mientras que hoy, con un 25 por ciento de inflación, han sido aumentados sin ninguna excepción. En ello, señores, no hay más que una regla natural que ya tardaba en cumplirse en todo lo que significa riqueza fundamental en nuestro país.
No hay mérito en ello pero hay previsión de gobierno; y podremos haber cometido algunos errores pero por lo menos podemos decir con satisfacción que, con todos nuestros errores, antes nadie lo hizo mejor.
Toda la hojarasca que se ha echado a volar en estos días, no obedece a la necesidad de la solución de los problemas argentinos. Por esa razón no le prestamos ninguna atención, porque tenemos ante nosotros la solución de graves e importantes problemas que interesan al país y no a la politiquería a la cual nos quieren llevar sin éxito.
En el orden social no hemos improvisado en manera alguna. Hemos establecido nuestros planes, nos hemos ajustado a ellos y estamos organizando de la mejor manera posible el trabajo, el descanso y la previsión social. En los regímenes de salarios hemos procedido rápidamente porque la lentitud con que se habría procedido con la formación y organización de un instituto especial para la remuneración, nos hubiera llevado a la situación, a la que nos querían llevar ciertos intereses, de detener los aumentos de los salarios hasta que la cuestión se hubiera estudiado completamente, con lo cual todavía estaríamos estudiando los salarios, que habrían sido muy ajustados a la técnica y a la esta disgrafía, muy científicos, pero que no habrían llegado a tiempo. En cambio hemos preferido dirigirnos a la reforma social urbana llevando los salarios sin temor de equivocarnos, a los aumentos que no pudieran poner en peligro ni el desenvolvimiento natural de la economía argentina, ni las necesidades de los obreros que todo lo hacen para servir a estos intereses capitalistas.
Estaría de más que pretendiese explicar la obra social de la revolución. Baste decir que en este aspecto quizá también nos habremos equivocado, pero estamos seguros igualmente de que antes nadie lo hizo mejor.
Y llegamos a la eterna política. La revolución tiene una aspiración en este campo, que es sana como han sido sanos todos los postulados que enunció y que ha cumplido, como son sanas y leales las intenciones que tiene de cumplir todo lo restante. En lo político queremos solamente que no se vuelva al 3 de junio, porque lo político será lo que consolide a lo social y a lo económico y si el fraude y la mentira de entonces volvieran en el año 1946, todo lo que hemos hecho, suavemente, científicamente sí se quiere, con una gran cautela; iría desapareciendo paulatinamente en las letras y líneas y complicaciones de las futuras leyes que estructurarán los hombres que todo lo prometieron y no fueron capaces de darnos nada.
Yo he de confesar lo que siempre he dicho: no soy “peronista” y no lo soy porque no creo que el problema argentino pertenezca a un hombre y pueda resolverlo un hombre, porque ello sería negar lo que nosotros entendemos por democracia, frecuentemente invocada por otros que cuando tuvieron oportunidad de ejercitarla muy lealmente la dieron vuelta para hacerla servir a sus intereses. Si fuera “peronista” hubiera aceptado un sinnúmero de ofrecimientos pecaminosos que se me han hecho de millones de pesos para financiar una campaña política, a los que yo he contestado que si tuviera las ambiciones que ellos me suponen, el aceptar un compromiso de esa naturaleza sería lo mismo que el pacto de Fausto que para sobrevivir a la muerte era necesario entregar el alma al diablo; que el interés de los argentinos que son verdaderamente patriotas no está en ganar una elección sino en asegurar seis años de gobierno honrado para el país, que sepa cumplir como hemos cumplido nosotros con los compromisos que contrajimos cuando hicimos la revolución.
Esas son en pocas palabras nuestras aspiraciones políticas y el “Juan Pérez” las va a cumplir, yo votaré por “Juan Pérez”. Pero si este no aparece y viene alguno de esos nuevos camaradas que eran los antiguos oligarcas, confieso también que he de poner mi vida al servicio de la Nación para que esos hombres no vuelvan al Gobierno. Yo solamente indico un peligro; no hago personalismo que no me interesa, pero al indicar con palabras honradas y claras cual es nuestro pensamiento creo interpretar a una enorme masa de hombres que tienen la misma aspiración que sentimos nosotros en esta casa y por la cual estamos trabajando incansablemente hace más de un año y medio.
Sobre los resultados de este congreso de empleados mercantiles, sólo puedo decir que los apoyo completamente y la Secretaría de Trabajo y Previsión, de acuerdo con lo que es su misión especifica, ha de apoyarlos totalmente con la misma fuerza y el mismo entusiasmo con que lo harían ustedes mismos.
Señores: éstas son nuestras ideas y nuestros sentimientos. En estos momentos parece que las fuerzas que los combaten a ustedes y que nos combaten a nosotros son las mismas. Tenemos un enemigo común, pero llevamos una enorme ventaja; nosotros estamos con la verdad y ellos están con la ambición del lucro y de la avaricia.
Por otro parte, en lo que a nosotros, funcionarios, toca, esta es una causa que hemos iniciado hace mucho tiempo y a la que hemos servido lealmente. Jamás hemos cometido un acto que pueda desmentir esta afirmación. Es una causa en la cual hemos puesto nuestro sentimiento que, como valor moral, está siempre del lado de las causas justas y que se estiman necesarias para la clase trabajadora del país. En ello no hemos de ceder, porque somos hombres de una causa y no hombres de un interés. Por eso hemos dicho que no pedimos ni indicamos, ni insinuamos nada a nadie, porque no lo necesitamos. Vamos simplemente detrás de nadie, porque no lo necesitamos. Vamos simplemente detrás de una causa que hemos de llevar adelante y los que crean en ella y los que sientan esa causa como propia, estarán con nosotros; los que no la sientan – dije hace tiempo en uno de los primeros discursos – los que no estén con esa causa o defiendan otra, no nos interesan en nuestro camino.
La clase trabajadora se encuentra hoy frente a un grave problema: el de la continuidad en las conquistas sociales obtenidas de impedir la posibilidad de que por subterfugios legales o constitucionales se le reste algunos de los beneficios que tan merecidamente han alcanzado. Esos dos objetivos importantes tanto para la clase trabajadora como para el gobierno de la revolución que encaró la solución de ese problema sin intereses pero sí con sentimiento, necesitan de los trabajadores una sola condición; que se mantengan unidos para ser fuertes y defender sus propias conquistas.
El día que nosotros desaparezcamos quedarán ustedes librados a sus propios medios. El Estado ha impedido que esos poderosos enemigos que existen hayan podido incidir sobre las soluciones que se han procurado en bien de la clase trabajadora, pero no estando nosotros no podremos en forma alguna garantizar que esa situación no se produzca. Como he dicho quedaran ustedes librados a sus propios medios y esos medios serán fuertes sí están unidos y serán tanto más débiles cuanto más divididos y desunidos se encuentren. Ese es el consejo que todos los trabajadores del país han recibido siempre en esta casa. Quien afirme que alguna vez hemos incidido sobre los gremios o dirigido actividades de los mismos en provecho de esta casa, falta a la verdad deliberadamente o se equivoca. Nosotros nos sentimos unidos a los trabajadores porque defendemos sus derechos y los trabajadores, que reconocen esta acción de la Secretaría, se sienten unidos a nosotros porque nos saben sus defensores y sus amigos.
Esto es un fenómeno explicable y natural, que se trata de desvirtuar con calumnias de todo orden tan en boga hoy en el radio de Santa Fe, Rivadavia y el Puerto. El resto del país, que yo pulso permanentemente, no está en el mismo orden de ideas.
El panorama, desde fuera de Buenos Aires, posiblemente se ve mucho más claro que aquí mismo, de la misma manera que cuando uno esta delante del sol, suele deslumbrarse con la propia luz que el sol proyecta.
Una vez más, para terminar, la Secretaría de Trabajo y Previsión se une al placer que ustedes han de haber experimentado en la realización de este Congreso, porque desde que estamos aquí hemos ayudado y propugnado todos los congresos que han realizado los distintos gremios, porque creemos que el entendimiento que de ellos surge es un factor de unidad. Nosotros no hemos hecho otra cosa más que propugnar en todos los tiempos la unidad gremial como una función fundamental de su capacidad y de sus posibilidades para el futuro.
JUAN DOMINGO PERÓN

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