agosto 06, 2010

Discurso de Perón en el homenaje a la Secretaría de Trabajo realizado por los Ferroviarios del Puerto (19459

«Selección de discursos período 1943-1945»
DISCURSO EN EL HOMENAJE A LA SECRETARIA DE TRABAJO REALIZADO POR LOS FERROVIARIOS DEL PUERTO
Juan Domingo Perón
[29 de Julio de 1945]
Es para mí una vez más una enorme satisfacción poder llegar hasta las fraternales para recibir de ellos un gesto más de su infinita amabilidad para conmigo. Agradezco en nombre del señor teniente coronel Mercante y en el mío propio este homenaje que servirá de recuerdo de estos gratos momentos pasados entre ustedes y de certificación de todo lo que hemos hecho para ayudarnos a cumplir con nuestro deber.
Como decía recién el señor Jesús Fernández, ha habido que luchar mucho en oportunidades para conseguir pequeñas cosas que a nosotros se nos presentaban como absolutamente justas. 14 mil pesos en el presupuesto para poder beneficiar a humildes trabajadores eran una insignificancia al lado de 500 millones de pesos que teníamos de déficit en la junta de granos para beneficiar a la Bolsa de Comercio. Esa y no otra ha sido la orientación que el gobierno ha tenido la obligación elemental que le incumbe para hacer una verdadera justicia social distributiva en la Argentina. No es tarea fácil; es tarea difícil, porque un cúmulo de intereses forma una trama tal que sería necesario llevar una máquina delante para poder abrir el camino que hay que recorrer. Hubiera sido para nosotros mucho más simple haber seguido el camino trillado de los años anteriores en que no se luchaba por ninguna conquista para los trabajadores ya que todo el país dependía del apoyo, de la propaganda y de la ayuda de los poderosos.
Sabemos bien que esta política nos ha puesto frente a poderosos enemigos. Las fuerzas vivas, los diarios pagados por esas fuerzas vivas y por otras fuerzas menos confesables todavía, los funcionarios que vivieron siempre de los honorarios abultados que reditúan las compañías extranjeras y capitalistas que defienden con ello sus intereses, todos ellos se han colocado frente a la Secretaría de Trabajo y por extensión, frente al gobierno y piden hoy lo que ellos no fueron nunca capaces de ofrecer a los argentinos: normalidad y libertad.
Nosotros también somos amantes de la libertad. Por ser amantes de esa libertad y de la verdad democrática que sostenemos salimos el 4 de Junio a la calle expuestos a perderlo todo, incluso la vida. Yo pregunto si alguno de esos señores que hoy son campeones de la pureza de nuestras elecciones, que son campeones de nuestra libertad, que son campeones y defensores de nuestras instituciones han hecho algo en su vida semejante a eso: exponerlo todo para salvar la verdad de nuestras instituciones y no la ficción que ellos ejercitaron para favorecer sus intereses personales.
La Revolución del 4 de Junio podrá tener muchos errores. Quién no los comete. Sin embargo en lo que no nos hemos equivocado es en nuestra honradez. Hemos procedido siempre honradamente favoreciendo a quien en justicia lo correspondía y oponiéndonos tenazmente a favorecer cosas que no fueran justas ya que la justicia inmanente es sin duda el más fundamental de todos los deberes del funcionario del Estado.
El futuro, señores, ha de ser tan difícil como lo fue el pasado y lo es el presente. Si los obreros y en general todos los trabajadores argentinos apoyan esta lucha vencerán ellos y venceremos nosotros. Pero si esa ayuda, si ese apoyo, si esa fe y confianza es esta nuestra honradez desfalleciera, lo probable es que no triunfemos nosotros ni los trabajadores. Hay muchos sistemas que sin violencia pueden ir anulando sucesivamente una a una todas las conquistas obtenidas. Es cuestión de habilidad y hay ciertos hombres, encarnación de maléficos genios de la injusticia que cuentan con todos los recursos necesarios para buscar sutilezas y anular una a una, toda la justicia que se ha hecho durante nuestra administración.
El gobierno de la Revolución del 4 de Junio aspira a retirarse después de haber cumplido, por lo menos, con lo básico de nuestro programa de reformas, que implica: una reforma en la organización de la riqueza de nuestro país; una reforma en la retribución, organización, y demás, del trabajo, del descanso y de la previsión social para las masas de trabajadores urbanos; pero también señores, una reforma para los trabajadores rurales. Aspiramos a que la tierra sea del que la trabaja, a que no sea un bien de renta sino un bien de trabajo y en consecuencia, señores, a que la tierra no pertenezca jamás a quien quiera especular con ella, sino al que procure arrancarle riquezas para hacer más próspera, más grande y más hermosa nuestra patria.
En esto, los obreros urbanos tienen también su responsabilidad; ellos deben apoyar a los compañeros que trabajan en el campo, ya que estos, distribuidos como están en nuestra enorme heredad, no pueden llegar aquí para buscar un apoyo directo a sus conquistas. El compañerismo, la camaradería de los que trabajan, imponen que los obreros urbanos apoyen, como han apoyado su causa, la de los trabajadores del campo.
Nada resolveríamos si prosiguiéramos logrando conquistas solamente para los trabajadores urbanos; y esto por una simple razón: Hace veinte años la República tenía el 70 por ciento de sus hombres en el campo y el 30 en las ciudades; hoy el setenta por ciento está en las ciudades y el treinta en el campo. Entonces su seguimos en este tren, no pasarán muchos años sin que la acumulación y el desequilibrio demográfico, nos lleven a un empobrecimiento paulatino en perjuicio precisamente de los propios trabajadores de las ciudades.
Es menester apoyar esta reforma de todas maneras para poder llevarla adelante con la misma decisión con que hemos conseguido impulsarla en las ciudades. Si así sucede, si nosotros podemos realizar con profunda decisión la reforma rural, organizaremos mejor la riqueza y la República Argentina habrá resuelto su problema fundamental por uno o dos siglos.
El mundo, señores, vive momentos de reestructuración, de profunda evolución, que solamente los miopes o los simples pueden ignorar en estos momentos. La clase trabajadora ha pasado a tener una enorme responsabilidad en el Estado que posiblemente en otros tiempos se ha tenido. Esa responsabilidad de la clase trabajadora debe llevarnos a una profunda meditación sobre la acción a desarrollar en el futuro. Si la clase trabajadora siguiese pensando que no le incumbe a ella reflexionar sobre los problemas del país, el futuro de nuestra patria volvería a los que fue antes del 4 de junio. La clase trabajadora debe pensar que cada uno de sus hombres, el más humilde, representa un piñón de ese enorme engranaje que está constituido por todo el factor humano de nuestro país, así como también que, cuando en una corona falla uno solo de sus engranajes, la máquina no puede marchar con la misma suavidad y potencia que cuando la corona está íntegramente sana. Cada trabajador debe tener conciencia de este hecho y reflexionar profundamente en que de su acción y de su propio pensamiento dependerán no sólo el futuro, sino el del país. Cuando todos los trabajadores piensen de esta manera, nuestra Nación comenzará por primera vez a ser grande. Hasta ahora la despreocupación de los argentinos es lo que ha permitido el desarrollo de todos los males de que nosotros mismos nos quejamos. No olvidemos pues que todos tenemos un poco de responsabilidad por el hecho de que esas cosas hayan sucedido y si deseamos liberarnos de esa responsabilidad del pasado, debemos pensar en accionar honrada y lealmente en el futuro para evitar que el panorama de disociación y de tristeza que todos anhelamos proscribir en el país, no vuelva a presentarse en el futuro.
Cuando se proyectó el Estatuto de los Partidos Políticos se excluyó del mismo, en un principio, a los analfabetos. Nosotros hemos dispuesto inmediatamente que se modificase esa disposición, porque el último analfabeto del país no puede dejar de pensar que el también es un ente que acciona dentro del elemento humano del país, que le corresponde ejercitar los derechos de todo argentino y que debe también cargar con las responsabilidades del ciudadano. Siendo así y ajustándonos a este pensamiento, es que hacemos un llamado a todos los trabajadores argentinos para que piensen y sientan en el futuro de modo tal que su responsabilidad efectiva se traduzca en los hechos cívicos que han de dar motivo al cambio de nuestro gobierno por el Gobierno que encaje dentro de la normalidad y de la Constitución, como todos los anhelamos, pero siempre que esa normalidad no vuelva a estar constituida por el fraude, el negociado, la coima y la injusticia social que durante tantos años ha venido sufriendo nuestro país.
Eso, señores, no está en la mano de nadie; nadie puede decir por su cuenta, que eso debe terminar para que con ello termine. Pero si todos los argentinos nos proponemos borrar esos vicios del pasado, pueden estar ustedes absolutamente persuadidos de que, desde el momento en que nos propongamos que eso desaparezca, desaparecerá.
Para terminar señores, agradezco una vez más las amabilidades de que nos han hecho objeto en este acto, concordantes con otras a las que ya nos tienen acostumbrados, recalcando que estas demostraciones, obedecen siempre más a esa amabilidad que a nuestros propios méritos, ya que nosotros no hacemos otra cosa que cumplir con un elemental deber de todo funcionario. Les ruego me acompañen en un brindis por la unión de la clase trabajadora y por la felicidad de la patria.
JUAN DOMINGO PERÓN

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