agosto 06, 2010

Discurso en la reunión de dirigentes obreros realizada con motivo de la iniciación de los Tribunales del Trabajo (1945)

«Selección de discursos período 1943-1945»
DISCURSO EN LA REUNION DE DIRIGENTES OBREROS REALIZADA CON MOTIVO DE LA INICIACION DE LOS TRIBUNALES DEL TRABAJO
Juan Domingo Perón
[25 de Julio de 1945]

Señores: No ha querido dejar pasar esta oportunidad sin reunirnos en este recinto, por lo menos una vez más, para congratularnos con una nueva conquista de nuestra Secretaría del Trabajo y Previsión, descubrimos como indispensable la creación de un fuero de justicia propia para dilucidar los pleitos originados en las relaciones entre los trabajadores y los empleadores.
Esta necesidad que he puesto en evidencia en numerosas oportunidades, se ha ido refirmando a medida que la Secretaría fue desarrollando su labor durante el año 1944. En varias oportunidades como Secretario de Trabajo y Previsión, prometí a los dirigentes y a los obreros en general, ocuparme de defender ante el Gobierno de la Nación, la necesidad de crear este fuero. Desde hace cuatro meses, esa promesa es ya una realidad teórica, pero desde hoy, la Justicia del Trabajo es una realidad práctica para los trabajadores de la patria.
Se bien lo que esto representa para los trabajadores que, en cumplimiento de sus obligaciones debieron recurrir a la justicia ordinaria para dilucidar las diferencia que normalmente surgían en sus relaciones con los empleadores. Esta justicia, por estar ocupada habitualmente en otras funciones que la sociedad le imponía, no podía dedicar al fuero real de la justicia del trabajo sino limitadísimo tiempo. No diremos que esa justicia no fue buena ni respetable, pero sí que no pudo cumplir con lo que hubiera sido necesario a las masas trabajadoras en la solución de sus propios pleitos. Tantas veces lo he oído decir a los obreros y contar numerosos casos ocurridos, que yo los he sintetizado en uno solo: un obrero despedido de una casa a quien el patrón no le abono ni el despido, ni el salario. Recurrió a la justicia, pleiteo durante dos años; al cabo de ese tiempo había perdido la mitad de su haber y el resto se le liquidaba en momentos en que ya estaba en otra ocupación, cuando ya no le era tan necesario como durante el tiempo de su inactividad. Si la Justicia del Trabajo, no puede hacer que el empleador líquido al obrero el despido en el concepto en que la ley lo ha establecido para cuando el esta cesante, ¿de que le vale el despido? De que vale que se lo paguen dos años después, para que un domingo vaya al hipódromo y en una tarde liquide todo su haber.
Otro de los conceptos que deseo exponer, es la interpretación que hemos pretendido dar a este fuero, distinto de los demás fueros de la justicia ordinaria, en el aspecto de la celeridad que debe tener y la necesidad de que el obrero que no posee medios, esté en las mismas condiciones de defender sus derechos que aquellos que los poseen. Ya lo ha dicho “Martín Fierro”, que la ley es como la telaraña: los bichos chicos se quedan y los grandes, la rompen y pasan.
Nosotros queremos que en la tela de la ley, defendida por el fuero del Trabajo, no haya ni bichos grandes ni bichos chicos que puedan romperla.
Este fuero, cuyos señores camaristas, jueces y secretario nos hacen el honor de tomar este primer contacto con nosotros, debe ser una absoluta garantía para los patrones y para los obreros. El personal que lo compone, comenzando por su presidente, el Dr. Pérez Colman, conocido de todos por su larga vida pública de honradez y de virtudes de ciudadano y de patriota, debe ser el máximo de garantía para todo el que recurra al fuero del Trabajo, en busca de una cabal justicia que todos anhelamos. Los señores camaritas poseen las mismas cualidades, como así los señores jueces. Y es una verdad absoluta que la justicia es como son sus jueces. Con buenos jueces habremos asegurado buena justicia y yo tengo la absoluta persuasión de que todo el personal del fuero del Trabajo, es inmejorable desde el punto de vista intelectual y moral.
Esta conquista de la Secretaría de Trabajo y Previsión, nos impone obligaciones para esa justicia, que es nuestra justicia y la defenderemos por todos los medios para asegurar que el futuro de los conflictos del trabajo esté siempre en manos incontaminadas que den, como siempre deseamos en esta casa, al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios.
Lo más triste que le puede pasar a un país, es que haya muchos hombres que clamen justicia y no la obtengan; cuando esa justicia es clamada por los humildes, el panorama es más triste todavía porque ellos son los que necesitan más de esa justicia. Por eso otra de las afirmaciones nacidas de esta casa, es que consideramos que la justicia social es la justicia más imprescindible sobre la tierra. Y gran margen de esa justicia social esta desde hoy en manos de estos caballeros, camaristas y jueces, y tenemos la absoluta seguridad de que de la ecuanimidad de sus resoluciones dependerá en gran parte la afirmación de esa justicia social y del orden futuro en la masa de los trabajadores.
Este proyecto, transformado afortunadamente hoy en realidad ha sido realizado por personal de la Secretaría de Trabajo y Previsión. Por ello, agradezco a los señores que han trabajado durante largos meses en la confección del decreto correspondiente y en la reglamentación.
Doctor Stafforini, doctor Martínez Vivot, doctor Brusca y señor Ruffas en nombre de la Secretaría, os agradezco el empeño y la rectitud puesta en la elaboración de este trabajo.
Deseo, antes de terminar, hacer por intermedio de ustedes los obreros, un llamado a la clase trabajadora del país, para que tenga confianza en esta nuestra justicia del trabajo, para que tenga fe en las resoluciones que ella establezca, que serán siempre justicieras y leales, para que cada uno de los trabajadores argentinos sienta en su corazón, como lo siento yo, el deseo de apoyar a nuestros jueces con todas las fuerzas y con toda la colaboración que podamos prestarles para que ellos puedan cumplir de la mejor manera con su difícil misión, convencido que hechos dado un paso trascendental y decisivo para las futuras relaciones del trabajo, convencido de que hemos hecho una obra del bien que va a beneficiar a un sinnúmero de trabajadores argentinos y de patrones argentinos; y convencido también de que las leyes del trabajo desde hoy en adelante no podrán ser violadas ni violentadas por nadie, ya que tenemos por delante la majestad de una justicia que obedecer y la majestad de esa misma justicia que defender con nuestros propios actos.
Y para terminar este sencillo pero tan elocuente acto, quiero pedir a los trabajadores argentinos que recuerden que cuando nuestra justicia del trabajo deba actuar, ellos han de ser los principales colaboradores, no tratando de violar o de engañar a sus propios jueces, formando en la masa de trabajadores argentinos la verdadera conciencia de la ley del trabajo. Las leyes tienen valor cuando se cumplen. Que cada uno se ponga dentro de la ley y cuando crea que ella ha sido violada en su perjuicio, recurra a sus jueces y encontrará el apoyo de la Nación, por intermedio de los representantes de la propia ley. Desgraciadamente en nuestro país, no se cumplen las leyes porque no existe una conciencia legal formada en la población. Yo como Secretario de Trabajo y Previsión, anhelo que en la masa de trabajadores exista una conciencia legal de las leyes del trabajo para que así comencemos nosotros a dar el ejemplo al resto de los argentinos, de cómo se debe cumplir y como debemos cumplir.
Finalmente, agradezcamos a los señores camaristas, a los señores jueces y a los señores secretarios aquí presentes, que hayan querido hacernos el honor de compartir estos breves minutos con nosotros, y prometámosles que en el futuro todos acataremos la ley y seremos firmes defensores de los fallos que a base de esa ley ellos dicten.
JUAN DOMINGO PERÓN

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