DISCURSO INAUGURAL DEL COLEGIO DE SANTA ROSA EN SAN JUAN [1]
“Educación de la mujer”
Domingo Faustino Sarmiento
[9 de Julio de 1839]
Señoras:
Un día clásico para la patria, un día caro al corazón de todos los buenos (9 de Julio) viene a llenar las expectativas de los ciudadanos amantes de la civilización.
La idea de formar un Establecimiento de Educación para Señoritas, no es enteramente mía. Un hombre ilustre, cuya imagen presencia esta escena [2] y cuyo nombre pertenece de un modo doblemente celebre a los anales de la República, había echado de antemano los cimientos de esta importante mejora. Es su ardiente amor por su país, concibió este pensamiento, grande como los que ha realizado y los que una muerte prematura ha dejado solo bosquejados.
Por otra parte, yo he sido solo el intérprete de los deseos de la parte pensadora de nuestro país. Una casa de educación para señoritas, era una necesidad que urgía satisfacer, y yo indique los medios, juzgue que era llegado el momento, y mas ofrecía a realizarla. En fin, señores, el pensamiento y el interés general, los convertí en un pensamiento y en un interés mío, y esta es la única honra que me cabe.
Los resultados justifican lo que llevo dicho. He invitado a los padres de familia, y han respondido con entusiasmo a este llamamiento, mas bien llevados del ardiente deseo de dar a sus hijas una instrucción cuya necesidad sienten, que satisfechos de mis aptitudes para proporcionarla.
Nuestras señoritas, las respetables matronas, y en fin, todos los miembros del bello sexo, han manifestado a porfía un interés demasiado vivo para no creerlo hijo del convencimiento mas intimo. Dificultades personales, y la afectación personal, que obra de un modo instintivo en el corazón de la mujer, y la apega al objeto de su ternura, no han bastado a entibiar el ardor que las impulsa, sobreponiéndose a todo, a desprenderse temporalmente de sus hijas predilectas, para que participen de las ventajas que se les preparan. He sido censurado por mi morosidad en dar principio a mis tareas. No era, pues, la instrucción de la mujer una planta cuyo cultivo iba a ensayarse en vano en nuestro suelo. El estado de antemano preparado, y esta tierna planta echará, no lo dudo, raíces profundas en el país, y dará frutos óptimos.
En el momento solemne de echar sobre mis hombros la inmensa responsabilidad de dirigir las ideas y formar las costumbres de parte tan interesante de nuestra sociedad, de tantos objetos de ansiedad y ternura para sus padres, me siento sobrecogido del temor de no corresponder suficientemente con mis esfuerzos.
Pero la confianza abrumadora con que me han honrado mis compatriotas, me alienta para ofrecerles, en cambio, lo que un hombre honrado puede ofrecer: —la consagración de todos mis desvelos y afanes para merecerla.
La cooperación del gobierno, la de los amigos de la instrucción y las luces, el esmero de la respetable señora que ha querido encargarse de cuidar de cerca la pureza de costumbres de estos tiernos vástagos que representan tantas esperanzas y excitan tan caras afecciones, y los conatos de los patriotas que forman la Sociedad Protectora de la Educación, y muy especialmente los esfuerzos y cuidados paternales del señor Obispo, digno Presidente de ella, llenaran el vacio que no alcancen a llenar mis deseos.
Sobre todo, señores, no olvidéis que todas las nuevas creaciones traen aparejado en su origen un cúmulo de dificultades y obstáculos.
Espero de los que me van a ver luchar por ellos, prudencia y tolerancia hasta que logre vencerlos, y así casi respondo desde ahora del buen éxito.
A cuanto indique en mi prospecto, nada tengo que añadir que no sea una consecuencia de los principios y objetos en él manifestados.
A vosotras, señoritas, poco tengo ahora que deciros. El entusiasmo y el vivo interés con que habéis correspondido a los deseos de vuestros padres, me aseguran de antemano que secundareis mis esfuerzos.
Como os lo he ofrecido, yo seré Director de vuestros estudios. Yo os enseñare el camino, y os enseñare a vencer las dificultades que los embarazan. Hare cuanto este a mi alcance para sembrar de flores la árida carrera que vais a emprender y que debe prepararos para volver al seno de vuestras familias, a desempeñar con acierto los delicados deberes que la naturaleza y la sociedad han impuesto a vuestro sexo.
Pequeñas contrariedades os aguardan, y ratos desagradables quizá. Nada se adquiere sin trabajo, y los principios en la instrucción son siempre desabridos y molestos. Pero un día las bendiciones de cuantos sepan apreciar el merito real, y las caricias y el amor de vuestros padres os pagaran con exceso los pequeños y transitorios disgustos que os haya costado merecerlas.
DOMINGO F. SARMIENTO
[1] En San Juan no había entonces ningún establecimiento de instrucción secundaria, y se creyó preferible educar a las señoritas de las familias mas altamente colocadas.
La idea originalmente había sido del Obispo Santa María de Oro; fue Rectora su hermana Dña. Transito, Subdirectora Dña. Bienvenida Sarmiento, Director general el mismo Sarmiento, y Presidente de una Comisión Protectora de la Educación, el Obispo Sarmiento con los doctores Aberastain, Cortínez y Quiroga Rosas por vocales. Durante dos años se les dio instrucción en todas las materias, con el francés, la música y el dibujo floreal obligatorios para todas. Con las vicisitudes de la guerra civil el establecimiento se quedó sin Director; no obstante, los padres resolvieron que continuase el Colegio, enseñando en cada clase una de las alumnas mas adelantadas. El establecimiento funcionó un año mas, pero con la noticia de la derrota del general Lavalle en Faimalla y de su muerte en Jujuy, se resolvió la clausura del Colegio por no esperarse ya el regreso del Director. En cualquier caso la trascendencia que sentó este establecimiento en San Juan fue notable, dando lugar a que de allí salieran numerosas profesoras de enseñanza y retratistas que a su vez continuaron la tradición instruyendo a otras a punto tal que llamaba la atención el grado de instrucción de las niñas en la provincia en la época comparado con otra ciudades.
El Dr. Quiroga Rosas, amigo de Alberdi, expuso el pensamiento en el discurso inaugural sobre la educación de la mujer: “La mejora de la suerte social de la mujer, dijo, es una de las ocupaciones primordiales del siglo XIX; esta noble ocupación, que hace notable a nuestro siglo entre las épocas anteriores, desgraciadamente solo entre nosotros había sido descuidada (…) Nuestro país , respirando la misma filantropía de esos sistemas, pero mas al cabo de la necesidad de una marcha gradual hacia el porvenir, se ha puesto a reconocer: En que consiste el mal estado de la condición de la mujer: “Cuáles son las causas del mal estado; Cuáles las mejoras de que actualmente es capaz esta condición. Y el Colegio de Pensionistas, sin declararse exclusivo en cuanto a las ventajas de tal o cual método de educación, se ha propuesto hacer que la mujer en San Juan, corra la línea de su elevación y felicidad. ¡Hecho primoroso! El único de que en materias semejantes pueda gloriarse nuestra República y que merece el aplauso de los pueblos, la atención de las miras benéficas de nuestro gobierno, la protección de la Iglesia, la cooperación de nuestros conciudadanos, los esfuerzos y el esmero de nuestra juventud”.
[2] El retrato del Obispo Justo Santa María de Oro estaba colocado en el Salón.
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