agosto 20, 2010

"San Juan, sus hombres y sus actos en la regeneración Argentina" Domingo F. Sarmiento (1852)

SAN JUAN, SUS HOMBRES Y SUS ACTOS EN LA REGENERACION ARGENTINA [1]
Domingo Faustino Sarmiento
[1852]

Narración de los acontecimientos que han tenido lugar en aquella provincia ante y después de la caída de Rosas – Restablecimiento de Benavidez, y conducta de sus habitantes en masa con el caudillo restaurado – Tomada de fuentes autenticas y documentos públicos

INTRODUCCION
En pos de la desmoralización obrada, por la tiranía que veinte años pesó sobre la República Argentina; durante el periodo de transición que con tan poco acierto presidió el vencedor de Monte Caseros, y cuando los pueblos y aun los hombres escogidos aceptaban el mal que desaprobaban y creían no poder evitar, consideramos útil ofrecer a las miradas de los argentinos la narración sencilla de acontecimientos hasta hoy oscurecidos, en la que campean las virtudes varoniles de un pueblo entero, las resistencias civiles opuestas a la fuerza estúpida, la defensa de los derechos, por los medios constitucionales, y después de agotados todos ellos, la resignación a consideraciones de fuerza mayor pero sin abdicar la dignidad personal cada individuo, sin renunciar a la resistencia legítima toda la población en masa.
San Juan es la única provincia Argentina en que ha sido restablecido en el Gobierno un agente de Rosas por las armas, y en menosprecio de la moral, del derecho, de la opinión y de las instituciones; y sin embargo permanece conservando una actitud silenciosa pero imponente, bajo el dominio de la fuerza. Para la rehabilitación de la atropellada dignidad de los pueblos, Benavidez, el tirano de diez y seis años atrás, el sostén de Rosas, depuesto del mando por la Junta de Representantes, y restablecido por un abuso incalificable de influencia, rodeado de esbirros armados, no ha encontrado un sanjuanino que acepte el desdoroso cargo de ser su ministro; forzándolo esta repulsión general a falsificar la firma de son Saturnino Laspiur, para fingir autorizado el acto gubernativo, por el cual intentara declarar írritos, las leyes y los actos emanados de la Junta de Representantes, elegida bajo su antigua administración y que no podía tachar de ilegal. Pero el ciudadano agredido en aquel crimen, sin abandonar su casa, bajo la férula del inmoral y cínico tiranuelo a quien va a poner en la merecida picota de vilipendio, desmiente por la prensa a su calumniador, atrayendo sobre él la execración de toda la República. Benavidez, sin inmutarse por esta marca de infamia, convoca al pueblo a nuevas elecciones de Representantes y el pueblo no asiste. Repite el mandato, y para no quedar burlado de nuevo, manda a sus soldados en número de cuarenta a votar, y así se elije una nueva Junta. Pero convocados los representantes electos por el mismo Benavidez, esos Representantes no asisten al acta de recepción. Convócaseles de nuevo con apercibimiento de multas y prisiones, y se niegan a obedecer. Sucede otro tanto para la elección de diputados al Congreso que la provincia tenia elegidos ya, por una votación, no diremos solo la mas libre que había tenido lugar en la provincia, sino la mas numerosa, pues que había sido un día de regocijo, una fiesta popular la elección solemne de diputados. Los adherentes y soldados de Benavidez elijen a Irigoyen, porteño, cuya única hazaña ha sido asaltar el correo en un campo desierto, el hombre mas execrado en San Juan, y un Eugenio Sánchez, médico del ejército de Oribe, que salió niño de la Provincia y cuya existencia ignoraba la generación presente.
Benavidez, pues, permanece sin ministros, sin Sala de Representantes, sin jefe de policía, y sin ninguna de las autoridades que componen la administración, rodeado de noche y de día de un cardan de centinelas, en el recinto de su casa. El pueblo, en tanto, está desarmado, son riojanos y puntanos los soldados que lo guarneces como plaza conquistada.
En fin el 4 de setiembre el déspota acorralado en este círculo de resistencias, ha apelado a un extranjero (porque allí este título honroso no establece incompatibilidades políticas), a un chileno, el señor Contreras, para que desempeñase las funciones de ministro; y este extranjero, este chileno le impuso por condición de su aceptación el restablecimiento de la legítima junta de Representantes, el de la guardia nacional compuesta de todos los ciudadanos como la había organizado el gobierno del señor Yanzi, el licenciamiento de tropas a sueldo, la vuelta del Dr. Rawson desterrado; es decir, la libertad del pueblo que oprimía, y el reconocimiento de su impotencia.
En toda esta sublime revolución ningún emigrado se ha mezclado, pues ninguno de los ausentes ha regresado aun. En los movimientos que tuvieron lugar para recuperar la libertad, el pueblo no apeló a las armas, sino que reunido en los templos hombres y mujeres para firmar peticiones, solo se separaban, aguijoneados por las bayonetas de seiscientos soldados. Sarmiento, a quien miraban sus compatriotas como el representante de sus derechos, se había impuesto, al separarse del General Urquiza, el penoso deber de abstenerse de toda participación en los negocios públicos, y por tanto una sola carta suya, una sola insinuación de su parte, no vino en apoyo de sus compatriotas, que ignoraban su paradero. El espíritu pues mostrado en estas ocurrencias era el espíritu de todos, espontáneo, y libre de toda influencia extraña. Era el sentimiento íntimo de la población, era esa rehabilitación, sorprendente solo para las almas vulgares, que experimentan los pueblos después de largos padecimientos, de amargas decepciones, y de crueles y prolongadas pruebas. San Juan ha mostrado por otra parte que la reunión de unitarios y federales antiguos en un sentimiento común no es entre nosotros un vano deseo. No son unitarios los que se oponen a la continuación de la tiranía. La Junta de Representantes que lo destituyó era la misma que Benavidez había creado. El señor Yanzi electo gobernador interino, por una votación popular, y legítimo gobernador actual de San Juan, es el antiguo Presidente de la Sala, cuyo cargo ha desempeñado durante seis años de la administración de Benavidez. Sus ministros Laspiur, sus sostenedores Echegaray, Cano, Quiroga, Carril todos los que pudieron llamarse federales, están reunidos al pueblo. Y Benavidez no tiene ni el pretexto siquiera de llamar motín militar a su deposición, en que no intervinieron las armas, sino leyes de la Sala. Yanzi es un antiguo comerciante, arriero célebre, viajero, hombre honrado que antes no se había mezclado en política, y sí ayudado a Benavidez en todo cuanto lo creía útil. En vano, pues, la fuerza pesará sobre San Juan, en vano se dictarán medidas, y se firmarán decretos. Todo es nulo, todo es atentatorio. Benavidez renunciará, se arreglará con el pueblo. Eso ha de terminar de un modo o de otro.
¿Es esta la República Argentina, son estos los pueblos que por veinte años han sido el escándalo de la América por su degradación y sus crímenes?
Si. Esta es la obra latente de la tiranía. Esta la reivindicación de la dignidad tan hollada, tan insultada. San Juan en masa ha sido educado mientras sus tiranos lo veían quieto, en la escuela de la virtud y de la elevación moral. El General Urquiza, el último de los representantes de la violencia, del fraude político, de la corrupción moral, se ha estrellado en todas las provincias, ante esta potencia secreta, desarmada pero terrible, incontrastable, de los pueblos desengañados, resueltos a defender sus derechos, sin armas, sin guerra, por sola la fuerza de la unión, de la dignidad. Los que no con ocian como nosotros esta nueva situación de los ánimos, los que como nosotros no tenían fe, fe profunda en los destinos de nuestra patria, los que creyeron que la habilidad podía suplir al corazón, que las contemporizaciones con el mal traerían el bien, que el despotismo es camino i vehículo para la libertad, esos tales se extraviaron, esos tales dieron pasos falsos, y necesitan hoy volver sobre sí, y entrar por la única vía posible de regeneración, la moral en los actos, la severidad en la práctica de los principios, la fe en los destinos de nuestro país.
Aliéntense, pues, los que, al ver el desquicio general que ha dejado en pos el último representante de los amaños del despotismo, duden del porvenir de la República. Hay una base inmensa para fundar el edificio de nuestra felicidad próxima y futura-la conciencia, la dignidad, la esperanza. ¡Cuántos errores se habrían ahorrado los amigos que no han querido escucharnos! No: la fuerza es impotente ahora; la violencia inútil, la coacción y las legalidades infructuosas. Hay peligros, es verdad, en el aislamiento de las provincias, en las pasiones que pueden amotinarse. Hay peligro en Buenos Aires por la acumulación de tropas, animadas de distinto espíritu. Pero si los gobiernos del Interior se unen entre sí: si Córdoba, Santiago, Salta, Tucumán, Jujuy, Corrientes se entienden, y se proponen mantenerse tranquilos, el porvenir está asegurado. Benavidez, si se obstina en permanecer en la difícil posición actual, y se obstinará, no tiene otro medio de conservarse que el crimen, la sangre y la expoliación. Retrocederá estamos seguros, ante esta perspectiva. Es padre, es esposo, es propietario, es ya hombre entrado en años. Si se aventura en esta vía no obstante se perderá. Las resistencias civiles son las únicas que han fundado la libertad de las naciones. Desde luego, fuera trapo colorado! He ahí el terreno de la lucha. Recuperad la dignidad de hombres ante todo. Cada gota de sangre fresca que corra, cada humillación nueva que imponga, tendrá su satisfacción ante la República, ante la opinión de los buenos, que es la vida eterna aquí en la tierra. Pero esta conducta pide en cambio, la justificación de nuestros actos. La vida y la propiedad de Benavidez son inviolables para el individuo. No lo olvidéis sanjuaninos.
Dejen los pueblos que se disuelva ese Congreso imposible, fundado en un acto espurio cual es el acto legal, pero ilegítimo de la Convención de San¬ Nicolás. No se violan las leyes naturales, sin castigo. Buenos-Aires no es un reo que hemos de traer maniatado al Congreso. Buenos-Aires es la mitad de la República, es su centro, su cabeza, su poder. Se le hizo sentir así al General Urquiza en Gualeguaychu, cuando antes de destruir la tiranía de Rosas, ya se preparaba a llevarse el Congreso al Paraná, para tenerlo bajo la presión del aislamiento y la falta de medios de hacerse respetar; para que el Congreso no fuese SOBERANO, si no instrumento de su voluntad, como lo había sido la Junta de Representantes de Buenos-Aires en tiempo de Rosas, cuya política estéril quería repetir y perpetuar.
Buenos-Aires debe ser representado en el Congreso por los hombres más eminentes con que cuenta. En el Congreso van a discutirse intereses complicados, en que esa provincia está interesada; van a echarse las bases de la prosperidad duradera de todos y es preciso que todos los hombres de saber, de ciencia política concurran a tan altos trabajos; y no son los hombres de ciencia patrimonio de Buenos Aires. Las provincias los tienen, dignos de hacer honor a un Congreso Europeo. La Constitución debe ser una obra de veneración, que imponga silencio a las objeciones vulgares, a las resistencias locales, a las pasiones brutales; y para conseguirlo han de suscribirla nombres que el público esté acostumbrado a acatar, y que por el patriotismo, el saber y la energía del carácter, sepan hacer frente a dificultades momentáneas, pasajeras, para dar lugar al bien duradero, que los pueblos recibirán con gratitud.
Abandónese, pues, ese camino de legalidades, de trampas indignas, porque nacen de influencias personales; estériles, porque solo conducen a perpetuar los males. Lo ha probado a su costa Rosas, lo ha experimentado Urquiza, perdiéndose y anulándose, cuando la sinceridad, la rectitud le habría valido la posición de un Washington sud-americano. Entren, pues, los gobiernos en la vía franca y leal, única que nos salvará. Dejen elegir diputados al Congreso, a los hombres que sus antecedentes señalan como capaces de consumar la obra de nuestra regeneración. ¿Puede haber cosa más ridícula, telaraña más trasparente que suponer que San Juan nombra diputado al Congreso a un Irigoyen porteño y a un Sánchez que no sabe quién es? Puede llevarse la burla mas adelante que hacer que San-Luis y la Rioja, que repusieron a Benavidez el tiranuelo de Rosas, elijan espontáneamente diputados a Huergo y Elías, dos escribientes de Urquiza?
No hay, pues, convenio de San Nicolás, que ha caducado con el hombre que lo impuso. Buenos Aires no lo aceptó, porque legal y legítimamente, tenía derecho para no aceptarlo. No lo acepta hoy porque es un ultraje hecho a su dignidad, un ataque a sus derechos; y estando en posesión de sí misma se hará respetar de todos, por la justicia de su causa y por la fuerza que pasee. No presten pues oídos a esas inspiraciones del espíritu de aldea. Buenos Aires es nuestra hermana, nuestro representante ante la Europa y la América, por su historia y su riqueza. Un Congreso sin es idea que solo puede entrarles en la cabeza a hombres que no comprenden los intereses de la República Argentina, o que dependiendo su porvenir personal del favor ajeno, posponen la patria a un hombre, lo que es permanente, a lo que es accidental.
La situación es pues difícil, pero nada tiene de alarmante. Las ciudades argentinas han triunfado definitivamente de la descomposición social que trajeron la barbarie y la inmoralidad colonial. Con ellas ha triunfado el derecho, las prácticas civilizadas. No abandonen, pues, las ciudades las armas a manos que no estén animados de su espíritu. La guardia nacional compuesta de todos los vecinos, sea la garantía del orden de esos mismos vecinos.
Estas precauciones son tanto mas necesarias, cuanto que la obra que tenemos entre manos es inmensa; y si la ocasión se malogra, sí intereses mezquinos turban la tranquilidad necesaria, solo males del momento y locales han de ser la consecuencia, pues tirano, caudillo, es imposible hoy. Esas plantas parasitas que habían germinado pegadas a nuestra existencia, necesitan años y años para desenvolverse, y hoy no hay ninguna en germen. No es necesario remover a Benavidez para que San Juan goce de libertad; hoy puede gozarla plena, entera. Todo lo que aquel jefe inmoral impuesto por la violencia hace, es írrito y de ningún valor: 1° porque el Director Provisorio que lo sostuvo, ha cesado de hecho de serio: 2° porque ha cometido falso, en el decreto en que quiso condenar la sanción de la Sala que lo destituyó: 3° porque dos meses de acefalía en la administración, prueban hasta la evidencia la nulidad de todos sus actos: 4° porque el pueblo no ha querido concurrir a sus espurias convocaciones: 5° porque ha nombrado diputados al Congreso hombres extraños a la provincia que los tiene tales y tan buenos como la primera: 6° porque ese Congreso ha caducado, por su imposibilidad moral: yo porque si un Congreso se reúne, ese Congreso al hacer el escrutinio de los poderes de cada Diputado, desechará a los de San Juan, por no ser representantes de la voluntad del pueblo, legítimamente expresada.
No son las armas las que han libertado a la República Argentina de las redes que le tendía el vencedor; no es la habilidad de las intrigas de los que cediendo a sus deseos, intentaban minarlo. No: es el sentimiento moral ultrajado el que se levantó a cerrarle el paso. Cábele a San Juan la honra de haber desmoralizado aquel poder material incontrastable al parecer, por solo esa fuerza de cuyo valor el poder material no se forma idea. Inició esa brillante cadena de resistencias civiles que lo han vencido, la protesta, la fuga del campamento del vencedor de Caseros, de uno de sus hijos, en medio de la estupefacción general, dejando atrás la vanidad de los honores, de los empleos, y de las ovaciones populares: dando la señal a sus compatriotas, y el aviso a todos los hombres honrados de que iban a sustituirse unas cadenas a otras. San Juan lo comprendió, y sus actos posteriores revelan hasta qué punto era aceptada, sentida y aprobada aquella humilde pero enérgica protestación contra el capricho. "Aceleran le decía "esta resolución (la de separarse) el lenguaje y propósitos de la proclama que ha "circulado ayer, siendo mi intención decidida no suscribir a la insinuación "amenazante de llevar un cintillo colorado, por repugnar a mis convicciones, y "desdecir de mis honorables antecedentes.¡Qué Dios ilumine a S. E. en la "escabrosa senda en que se ha lanzado, pues es mi convicción profunda que se "extravía en ella, dejando disiparse en un período mas o menos largo, pero no "menos fatal por eso, la gloria que por un momento se había reunido en torno de "su nombre."
Ah! cuan breve fue este momento! Era el 23 de febrero cuando estas palabras llegaron a aquellos oídos cerrados por la infatuación del triunfo, y el 22 de setiembre aquel a quien iban dirigidas, volvía solo al Diamante, punto de partida del ejército que la libertad había puesto en sus manos; solo, abandonado de todos, y echando miradas de odio y de rabia sobre los obstáculos contra los cuales se había estrellado, desoyendo los consejos de los hombres de bien, que volaron de lejanas tierras en su auxilio.
San Juan todavía vino a darle el golpe de gracia y descorrer el velo de las falsías de su política. Las violencias hechas a la opinión en Buenos Aires las explicaban a los gobernadores provincianos, como necesidad de reprimir el espíritu porteño, a favor de los intereses de las provincias; pero, cómo explicar ahora la inaudita violencia hecha al pueblo de San Juan, que quería segundarlo? Cómo justificar el restablecimiento de Benavidez, sino mostrando a las claras que necesitaba de los instrumentos conocidos de la tiranía pasada, para apoyar la suya?
Lo que hace obstinarse a Benavidez en su cárcel que llama gobierno, es el miedo de la reacción, y la vergüenza del chasco que se ha pegado. Lo que lo hace obstinarse es no saber a dónde irse. O ¿creen que Benavidez se irá también a Inglaterra? Así pues a los sanjuaninos les toca allanar estos tropiezos. Pero todo esto desaparecerá por la fuerza de las cosas. Persevere magnánimamente San Juan en su noble conducta. Déjelo con sus guardias y sin ministros, sin Sala, sin policía. Si suscitare el desorden en las calles como Urquiza en las noches de Mayo en Buenos Aires, contengan a los perturbadores, con lo que los contuvieron en Buenos Aires. Únanse para defenderse, defiendan sus propiedades y sus personas. Benavidez está imposibilitado, impedido, para ser tirano. Ha quedado el hombre, pero no el caudillo. San Juan, por otra parte no es tierra fecunda para caudillos. Benavidez ha vivido, alimentándose de la indiferencia pública. En San Juan es preciso pagar salario a las tropas, y para asalariarlas es preciso consumir todos los recursos de la provincia que debieran emplearse en obras públicas que necesita como canalizaciones sistemadas, puentes en el río, etc., etc. Persevere San Juan, pues, en su noble conducta. Los ojos de toda la República están fijos sobre él: todos contemplan con aprobación sus actos; y no hay virtud individual, no hay acto de abnegación y de dignidad de sus hijos, que haya de quedar oscurecido, y sin el debido honor.
La vindicación de don Saturnino Laspiur ha corrido por toda la República, y sido reproducida en la prensa extranjera. Laspiur ha conquistado en la República Argentina con un solo acto de honradez, de dignidad, y energía, fama más imperecedera, estimación más sólida que la que le han dado todos los actos de su vida pública anterior. Había sido ministro de diversos gobiernos federales, y por muchos años de Benavidez. Su nombre había pasado inapercibido. Ahora todos se preguntan ¿quién es este hombre tan digno, tan enérgico, tan resuelto a arrostrar el peligro por confundir a un falsario? Apenas pueden creer en Chile que es un anciano, tímido de carácter, padre de una numerosa familia adulta, y propietario y comerciante que tiene que perder.
El escrito que sigue ha sido redactado siguiendo casi textualmente el original remitido de San Juan, acompañado de un diario minucioso de las ocurrencias, a medida que fueron teniendo lugar, de numerosas cartas, y una colección completa de documentos administrativos, de los cuales se publican solo los que son necesarios a la explicación y comprobación de los hechos referidos. El espíritu de aquellas notas y apuntaciones es tranquilo, sin acrimonia, y sin resentimiento.
Se ha consultado para su confección a un abogado en las cuestiones de derecho administrativo, y en lo demás reduciendo el testo a lo mas necesario.

SAN JUAN SUS HOMBRES, Y SUS ACTOS EN LA REGENERACIÓN ARGENTINA
La ciudad de San Juan, situada como Mendoza al pié de los Andes, es ella misma la provincia casi entera, si bien Jachal por su comercio con las provincias mineras de Chile, va tomando cada día un gran desenvolvimiento. La naturaleza ha sido avara de dones espontáneos en esta parte del territorio argentino. Sus terrenos carecen de pastos como en Buenos Aires, de bosques como en Tucumán, de rutas navegables como a la orilla de los grandes ríos. La población se hubiera degradado ya hasta el embrutecimiento, si de aquella misma escasez de recursos naturales no naciese la necesidad de poner en actividad las fuerzas físicas y morales del hombre. Los sanjuaninos, pues, para labrar la tierra han de irrigarla por canales artificiales de muchas leguas, y espartar ellos mismos sus productos a mercados lejanos. Ellos con su industria crían la madera que requieren las construcciones civiles; los prados artificiales suplen con ventaja y abundancia a los pastos naturales, y el comercio buscando mercados lleva a sus arrieros a puntos de América distintos, a Copiapó y Buenos Aires, a Valparaíso, Salta y Potosí. Esta especialidad de agricultores viajeros da a mendocinos y sanjuaninos una superioridad marcada sobre las poblaciones del interior. El gaucho, este jinete de las campañas de Buenos Aires, o Entre Ríos, no existe, propiamente hablando, en estas provincias. Moran sus habitantes en casas a lo largo de calles, que atraviesan valles y comarcas enteras, y las relaciones sociales se mantienen frescas siendo susceptibles de mejora por las dependencias sociales, y la escuela de la inspección de usos diversos en los viajes. El carácter de estas poblaciones se reconoce, blando y bondadoso, aun en el tono general de las fisonomías poco acentuadas. En San Juan en las revueltas y derrotas de otros tiempos, los soldados venían al cuartel a deponer sus armas y se retiraban a sus casas.
Donde no hay gente de a caballo haragana, donde es preciso trabajar diariamente para subsistir, el caudillo a la manera de Quiroga, de López, no puede subsistir. Cómo se ha formado Benavidez? Cómo ha subsistido? Esta es una importación hecha de otras provincias, el fruto de la administración de Rosas.
Ambos empezaron juntos, sosteniéndose mutuamente, basta que caído el primero, este miró para todas partes en busca de nuevo apoyo, que encontró. El terror de Quiroga fue la escuela de Benavidez, su apogeo la época de Rosas, y la de Urquiza su decadencia: tres caudillos han desaparecido de la escena y él ha quedado de pié; especie de mayordomo de la tiranía que ha servido al abuelo, al padre y al hijo en una casa señorial. Benavidez tuvo en la época mas cruda de la tiranía un mérito casi único, no mató a nadie o a muy pocos. Por lo demás fue siempre un gobernador indiferente o insignificante, mérito aun mayor, cuando es inútil pensar en la libertad. Así la existencia de San Juan durante los diez y ocho años transcurridos de su reinado ha sido una especie de vegetación social que a veces no dejaba de tener sus encantos. Dejaba hablar, dejaba sobre todo bailar, viajar, trabajar, etc., sin que él fuese grande obstáculo para el progreso de país tan artificial, si ese pudiera venir de si mismo. Lo que se destruía, se destruía, sin que en tan largo lapso de tiempo, puedan contarse en los dedos las obras que ha ejecutado. Poco celoso de la popularidad, se ha contentado siempre con el hecho de gobernar. Así, por ejemplo, consta de las actas de las mesas electorales que en 1846 fue electa la Sala de Representantes que elije gobernador por veinte y cinco votantes: en 49 por catorce: en 50 por veinte y tres, en 51 por cuarenta y uno.
No puede decirse con justicia que sea enemigo de la ilustración y de los hombres ilustrados: una y otra cosa le son solamente indiferentes. Ejemplo: se arruinó por inundaciones la escuela de la patria que poseía un local propio en la vecindad de la plaza, legado hecho por un testador para el objeto. A otro le habría ocurrido reedificar la escuela: él vendió el terreno, y dejó a poco de haber escuela pública, después que tan célebre había sido en los tiempos en que él se educó. Sucédele otro tanto con los hombres, o mas bien dicho, a ellos les sucede con él. Sea impertinencia y mala propensión de los hombres de letras a no estarse quietos, Benavidez ha espulgado su provincia de esta mala cría. Es don Domingo de Oro uno de los personajes mas notables de nuestra historia contemporánea, y notabilísimo por las raras prendas que lo adornan. Oro tuvo que abandonar la provincia por ser afecto a Yanzi y despreciar a Benavidez. Los Drs. Cortínez, Aberastain, Quiroga Rosas eran el ornato y la esperanza de San Juan en 1840. Tuvieron la mala elección de no serie adictos y abandonaron el país para siempre. Don Domingo Sarmiento se les sucedió bien pronto, y la provincia quedó por espacio de seis años escueta de todo lo que oliere a luces, grados universitarios, etc. En 1851 regresó el joven Vico, Ex-Visitador General de Escuelas en la República de Chile, y llamado a su patria a dirigir la Institución Torres, con la asignación de mil doscientos pesos anuales. Estaba allí el distinguido Dr. Rawson, y ambos han sido el blanco de su malquerencia, persecuciones y destierro, no porque Benavidez no los quiera, sino porque ellos son mal inclinados. Así pues tres generaciones de jovenes doctores, diplomáticos, publicistas han alcanzado a entrar y salir en la administración de Benavidez. Decididamente, no le conviene a aquel país tener hombres ilustrados.
Recordamos estos antecedentes por requerirlo así nuestro asunto. San Juan vivía tranquilo bajo la administración de este hombre. Estaba contento? las elecciones hacen fe. No había esperanza de quitarlo de encima y lo toleraban. Pero la época de la caída de Rosas se acercaba y el movimiento regenerador era mas sensible en San Juan que en parte alguna. La proximidad de Chile de donde salían los escritos mas notables de aquella época, la calidad de compatriota de uno de los principales escritores, todo interesaba profundamente las simpatías de aquella provincia. Benavidez dejaba circular libremente los escritos, porque en ellos no se hablaba ni de su abasto de velas, jabón, leña para los cuarteles, ni del remate del trabajo del río, ni de los diezmos de la provincia, para cuyo exacto pago creó un Juez fiscal de diezmos, cuando era él el rematante.
El primer signo del espíritu pregenerador que dio la Junta de Representantes, fue despojar al gobierno de toda injerencia en la educación pública, para cuya gestión se creó una comisión extraña a la administración. Benavidez nada halló mas natural que separar estas dos cosas tan antipáticas, el gobierno y la educación. Hubo para esto una ocasión determinante.
Don Antonio Torres, uno de los ancianos mas respetables de San Juan, rico propietario de tierras y de fincas, vivía en una de estas en 1840, retirado de la sociedad. Benavidez se acordó de él, y le impuso una contribución de mil quinientos pesos. El anciano, fuese terquedad, fuese demasiado apego a lo suyo, o fuese lo que alegaba, dijo que no tenía. Benavidez no se inmuta por nada. Lo mandó de recluta a un cuerpo; lo hacían levantarse al alba, hacer el ejercicio entre la chusma, auxiliándolo con varillazos en las canillas, si sacaba el pié derecho en lugar del pié izquierdo. Este buen señor, cansado de sufrir vejámenes, dio los mil pesos, abandonó el país, y murió en Chile. Pero no teniendo hijos, dejó toda su fortuna, y una hermana a ejemplo suyo hizo lo mismo, para la fundación de una escuela pública, en beneficio de ese pueblo cuyas autoridades habían ajado sus canas en sus últimos años.
El Dr. Rawson es un joven a quien sus talentos precoces, y las recomendaciones de sus profesores han dado una reputación superior a sus años, en Buenos Aires más que en San Juan. A estas dotes reúne un acendrado patriotismo, y una energía y nobleza de carácter que atemperan la moderación de su conducta y la unción de sus palabras. Rawson sintió en 1850 que el edificio de la tiranía se desplomaba, y en un viaje a Chile, se puso en contacto con su compatriota Sarmiento, quien le comunicara si posible fuera, su fe ciega en la proximidad de un cambio en los destinos de la República Argentina. Hubieron de conferenciar sobre los medios de acelerarlo, y Rawson desechaba todos aquellos que pudiesen comprometer la tranquilidad pública, contando con el candor de un joven bien intencionado, hacer comprender sus verdaderos intereses a Benavidez. Ah! Benavidez los comprendía demasiado! Rawson escribía carta tras carta, asegurando a sus amigos que Benavidez entraba de lleno en el plan. Si hubiera dicho que así se lo aseguraba Benavidez, habría estado mas cerca de la verdad. Pero al mejor se la diéramos. Benavidez se quejaba frecuentemente de Rosas: asegurando que no se cobrarían los nuevos derechos de cordillera que Rosas se proponía imponer: leía Sud-América, y decía amen, y eso con calor a cuanto en esta publicación se exponía sobre los males de la República. Añadía que ya era demasiado abusar de la paciencia de los pueblos, aquella tiranía de Rosas, etc., etc. Un día en el villar donde pasa de ordinario sus ratos de ocio, jugando mesas o partidos, dijo una vez: "Aquí no hay hombre de consejo para las circunstancias graves que se acercan. Si yo necesito aconsejarme de alguno he de llamar a Sarmiento, hombre honrado, de saber, y de energía." Dejó a su antiguo ministro Laspiur, y tomó a Precilla, joven enlazado en las familias mas considerables del país. Con estos actos creyeron fuera de duda que Benavidez se preparaba para la crisis. Pobres de nosotros! Lo primero lo decía para propiciarse la opinión, y que no le pusiesen embarazo a hacerse reelegir gobernador en mayo; y lo segundo, simplemente porque había rematado los diezmos con Precilla y don Aniceto Sánchez, jefe de policía. El cambio de ministerio pues era, para sacar todo el partido posible de aquel negocito.
Los patriotas sanjuaninos que desde Chile trabajaban en este sentido, daban la mayor importancia a la cooperación de Benavidez. Rosas había absorbido todo el poder tanto en Buenos Aires como en las provincias. Era de temer que el que lo derrocase, sin la cooperación de las provincias, sin que ellas tomasen una parte influyente en la gran cruzada, absorbiese, después de la victoria, todo el poder por el prestigio, por el ejército, por la indiferencia misma de las provincias. Si Benavidez se declaraba en favor de la libertad, todas las provincias lo seguían y cuando el momento de constituirse llegase el vencedor de Rosas no podía pedir la parte del león en la presa; pues no eran corderos los otros pueblos. Todas las complicaciones actuales se habrían ahorrado. El Dr. Rawson lleno de confianza escribía pues a Chile en junio. "Las cosas marchan aquí a "medida de nuestro deseo. Luego, luego podré comunicarle resultados positivos "los mas seguros. Por ahora conviene continuar predicando, inspirando confianza "en el éxito, y no cesar en la demostración del derecho. La grande obra se trabaja, y "a juicio mío que estoy instruido mejor que otro alguno en lo que concierne al "elemento que mas de cerca nos rodea (Benavidez), el éxito es seguro, infalible. "La paciencia perseverante era la virtud de Washington... " Benavidez decía entre sí.
Vénganme a mí con Washington! Siéntense al solcito a aguardar. Pero prometía, hablaba, se indignaba de las picardías de Rosas. Mas para la vindicación de los sanjuaninos quede demostrado que su acción la limitaban a hacer entrar en las nuevas vistas al Gobierno, sin revolución, sin desquicio. En Chile creían naturalmente estas promesas, y por carta del General Urquiza a don Domingo F. Sarmiento, vese que le daban las mayores seguridades de la cooperación de Benavidez. "Si el anuncio que V. me hace de la sublevación de todas las "provincias, tan luego como yo me pronunciase son bien exactos, ha llegado el "tiempo de realizarlos. Creo que el señor Benavidez sea nuestro amigo, etc."
Manos a la obra. Declárase Urquiza, sabe Benavidez lo de la circular, y en el acto apresta las músicas, reúne a sus oficiales que salen por las calles vociferando, y dando gritos de "Muera el salvaje, traidor, loco Urquiza! Viva el Ilustre Restaurador Rosas! ¡Mueran los salvajes unitarios!"
Tal fue el susto en San Juan, que el Ministro Precilla que había recibido un propio de Chile en aquellos momentos, escondió propio y correspondencia en un cuarto contiguo al dormitorio de su mujer y allí lo tuvo guardado tres días. Desde entonces el manso cordero mostró las uñas y los dientes, y ya no se hablaba sino de fusilar, de degollar unitarios.
Llega la nota de López de Córdoba, en que propone hacer Jefe supremo a Rosas, y Benavidez llama a algunos ciudadanos para aconsejarse. El Dr. Rawson, uno de ellos, toma la palabra, y con una elocuencia, una templanza y un acierto singular expone la verdadera situación de la Republica, los intereses de las provincias, y cuanto puede interesar. Pero Benavidez tiene una regla segura, y un antídoto contra las seducciones de la elocuencia, que es hacer lo contrario de lo que le amonestan que haga.
Disuelta la reunión, sometió a la Sala el proyecto de López, pidiendo que resolviera sobre tablas. La Sala lo pasó a comisión, no obstante. Aquí era el caso de poner en ejercicio las influencias legales del Ejecutivo. A la oración del día siguiente suenan las cajas: una turba de gentes, oficiales y soldados, gritan los mueras de costumbre aquella aspiración de la cofradía, y prorrumpen en las más sangrientas amenazas. Los vecinos cerraron sus puertas, la Sala no se reunió; pero la comisión hizo su informe, adoptando el proyecto de ley Reunida la sala, la barra hace resonar a sus oídos latones y charrascas. Toma la palabra el Dr. Rawson y se opone al proyecto. Jamás había presenciado San Juan escena mas solemne. Los RR. escuchaban y dejaban correr sus lágrimas; la barra misma guardaba un silencio religioso, sin poder sobreponerse a aquella emoción que causa la nobleza del sacrificio, acaso la lástima de considerarlo inútil. El presidente don Zacarías Yanzi, hizo en seguida las preguntas de estilo. ¿Hay algún señor Representante que tome la palabra? Se da por suficientemente discutida la moción? La ley queda sancionada.
La Junta ha salvado su dignidad por lo menos, ya que no podía tener voluntad. ¡Para qué excitar el amor propio del caudillo, sin resultado útil al triunfo de la libertad?
Los sucesos marchaban entre tanto, y los diarios de Valparaíso publicaban las noticias del Estado de las cosas. ¡Ab oriente lux! exclamaba en su fe viva en el éxito el Dr. Rawson. Llega la noticia de la rendición de las fuerzas de Oribe. Desde entonces ya no hay pretexto de miedo de mal éxito; la cuestión está resuelta. Nuevas tentativas para mover a Benavidez, nuevas decepciones. El Dr. Rawson reúne a sus amigos en su casa para elevar una petición al gobierno, pidiéndole que escuche el voto de la provincia; que adhiera al pronunciamiento de Urquiza ya triunfante. Una partida cerca la casa y se les manda dispersarse; Rawson hace avisar a Benavidez la tropelía de que es víctima; pero Benavidez no está, porque él nunca tiene parte en las tropelías que se cometen. En 1840 el Jefe de sus fuerzas, Espinosa, vino a la plaza con un batallan de infantería, cuatro piezas de artillería, y cuatro escuadrones, pasó por su casa, sacó unos presos de la cárcel, los estropeó, los vejó, los afeitó; y Benavidez no supo nada de todo esto, ni había dado orden para aquel movimiento de tropas, movimiento de campo sin orden superior, que es delito de sedición. Pero Benavidez es de un candor ejemplar. Hasta pidió perdón de la tropelía a uno de los agraviados. Mas en el caso de Rawson, su señora, corrió en su auxilio, y logró contener el acaloramiento del Jefe de la partida, oficial de Rosas retirado, y que no tenía empleo, hasta aquel momento.
Entre tanto llegaban chasques de Rosas a Benavidez todos los días.
Abriose la cordillera y mandó comprar algunos paños para equipar tropas. Créese que con don Norbeto Cano, mandó depositar dinero en Chile. Al fin llegó la noticia de la batalla de Monte-Caseros, y luego de la deposición de Mallea en Mendoza, acto que celebró Benavidez con repiques y en notas oficiales. "Tendremos al fin la suspirada Constitución, decía Benavidez". En Mendoza que nada sabían de San Juan, se recibió un propio del Gobernador de San Juan, preguntando después de Caseros: Qué saben de Segundo Reí, o el hijo de Benavidez que estaba en Buenos Aires en la Escuela o qué sé yo dónde.
La Junta se reunió mas tarde en la Catedral; allí por lo menos, estaría libre de una tropelía. El pueblo acudió a la reunión: las firmas llovían y hubiera firmado toda la población, si Benavidez no hubiese hecho cercar el templo de tropas, y mandar salir a los ciudadanos, con orden de apalear al que no llevase cinta colorada. Doña Juana Llaveras corrió a su casa que está inmediata, trajo dos piezas de cinta, y las distribuyó como el pan bendito, a fin de librar a las señoras de aquel vejamen.
Creeráse que entonces los ciudadanos de San Juan acudieron a las armas, o insultaron siquiera al hombre abatido, avergonzado? Nada de eso. El Dr. Rawson fue a verlo, le propuso convocar a los ciudadanos, para reconciliarse con ellos. Nadie quería venganzas. El había sido el mejor entre los malos. Benavidez aceptó con reconocimiento estos buenos oficios. La reunión tuvo lugar, Rawson habló de conciliación, de patriotismo, y abrazó a Benavidez, como un símbolo de la unión y de la buena inteligencia entre el pueblo y el gobernante. Desde entonces la población volvió a sus quehaceres ordinarios, contenta de haber obtenido la libertad, que no dependería ya de los hombres, sino de las instituciones.
Irigoyen llega luego, e instruye del secreto a Benavidez, que tenia un miedo, cerval a Urquiza por los ultrajes que le había prodigado, en una proclama hecha con el exclusivo objeto de vilipendiarlo. Benavidez no sabía lo que le pasaba, al saber el chasco que se llevaban los salvajes unitarios.
Benavidez con aquellas lecciones vio un nuevo horizonte abrirse ante sus ojos. La Sala de Representantes a su vez comprendió la situación de los negocios, y decidida a ayudar al General Urquiza, se propuso sin embargo asegurar la libertad de su provincia para lo sucesivo. La Junta de Representantes ordenó que se abandonase el uso forzado de la cinta colorada. Desgraciadamente esto coincidía con los sucesos de Buenos Aires, y con la protesta de Sarmiento. Pero aun en este acto, como en los otros, aquellos actos de San Juan muestran que un espíritu nuevo animaba a la provincia; a saber, el sentimiento de la dignidad ajada, y el deseo de rehabilitarse, y de impedir la continuación de las tropelías, reputando la primera de todas forzar a un vecino de llevar en su vestido una señal que revele o acuse las ideas que le mandan sostener. Benavidez, apoyándose en lo ocurrido en Buenos Aires, pidió a la Sala explicaciones sobre la ley que abolía aquel uso indigno, y sin ejemplo en pueblos libres. La Sala, sin exageración pero con sencillez, expuso en una nota la mente de su disposición, observando lo que era cierto, que esta marca no llevada ya por todos establecía distinciones odiosas, que introducían la división, haciendo ilusorio el deseo del General Urquiza, de obrar: la fusión de los antiguos partidos. Esta fusión estaba afortunadamente realizada en San ¬Juan de tiempo atrás. Desde 1849 se había emprendido el trabajo inapercibido de acercarse a todos los hombres honrados, que por temor de las dificultades y conflictos que una revolución podría ocasionar, adherían al sistema de Rosas. En 1850 no perseveraban ya en esta disposición de espíritu sino don Elías Lozada, don Juan Agustín Cano, don Pedro Q. Carril y don Saturnino Laspiur, que se asociaron al resto de sus compatriotas mas tarde.
Por entonces llegó la circular del nuevo Encargado de las Relaciones Exteriores, provocando la reunión de Gobernadores para convenir en las bases de la reunión de un Congreso. Entonces se suscitó un conflicto de autoridad entre la Sala y el Gobernador.
Las tropas permanecían acuarteladas desde julio del año anterior. Para qué era este ejército? Fue reunido para combatir a Urquiza; pero después de Caseros, su existencia era solo una amenaza al pueblo, con cuyo sudor se mantiene. El jefe de estas tropas es un joven huérfano, casado en una de las familias mas visibles, oficial rentado particularmente por don Juan Manuel Rosas en San Juan, el director, e instigador de las violencias hechas a la Sala y al pueblo antes del triunfo de Caseros. Este joven ha tenido siempre la idea de suceder a Benavidez en el Gobierno, y le hubiera sucedido en efecto, si el sistema de caudillos y tiranuelos provinciales hubiese podido conservarse por mas tiempo. Benavidez, pues, quería delegar el mando en su compañero antiguo en sostener a Rosas, contando con la prevención que sus pasadas violencias podía excitar en el público. La Sala se apoyó en antecedentes que comprobaban que era atribución de la legislatura, y Benavidez rindiéndose a la evidencia, cedió de su pretensión, y la Sala nombró a su presidente don Zacarías Yanzi, comerciante antiguo, muy conocido en Chile y en todos los mercados de la Republica, padre de una numerosa familia, y que no ha llevado las armas desde su primera juventud en que fue subteniente a las ordenes del inmortal Belgrano. Este era el espíritu de la regeneración de la Republica, espíritu eminentemente industrial, pacífico, que solo halla méritos para el Gobierno en los hombres honrados y laboriosos, sin crear una casta de gobernantes, cuyo merito consiste en tener antecedentes de violencia, de inmoralidades que los hacen ya objeto de desconfianza. Ni su falta de antecedentes militares le desfavorecía para imponer respeto a los que quisieran faltar a sus deberes. Yanzi era el hombre popular entre arrieros y peonada, por su continúo viajar, por las numerosas tropas de arrea que despachaba, lo que lo ponía en contacto con la gente trabajadora. Yanzi, por otra parte, tiene no obstante su afabilidad, su voz afeminada, sus modales finísimos y adamados, una reputación de valiente que raya en lo fabuloso. Atacado por tres bandidos famosos, el cabo Leal entre ellos, dio un balazo a uno , le prendió el puñal a otro, y al tercero le hirió con la pistola misma, mientras lo arremetían los tres a un tiempo, sin poder parar un sablazo que uno de ellos; le dio en la cabeza. En 1837 el General Santa-Cruz prohibió en Bolivia la extracción de dinero para la República Argentina. Yanzi se hallaba a la sazón en Potosí, y forzado a infringir la orden hostil, se dirigió a la frontera, acompañado del gaucho Bustos, su compañero de viajes, baqueano célebre y hombre de hígados. Cuando llegaron a la frontera arreglaron sus cosas de manera de batirse con el destacamento de siete hombres cuya estación habían averiguado. Estaba en este combate en peligro, si eran vencidos, la carga de plata que Traian, y que era el objeto de la contravención. Atropellado el centinela, la guardia no acudió a tiempo, y los dos audaces viajeros continuaron su camino tranquilamente. En San Juan en los días de violencia y de terror, un oficial superior se entra a su tienda, y hecha tajos y reveces contra los salvajes unitarios a quienes va a apalear y a degollar. Yanzi, cansado de tolerar provocaciones que aunque no se dirigían a él le ofendían, salta el mostrador, se le acerca y le dice tranquilamente: Yo soy salvaje; vamos, salga V. para la calle inmediatamente o le quito la espada y le pateo las charreteras. El insolente cambió de tono y se fue con su música a fastidiar a otra parte.
Un hecho que debe hacer conocer la manera de comprender las cosas de Benavidez es el que tuvo lugar con motivo del nombramiento que hizo de secretario en la persona del Doctor Rawson para asistir a la convención de San Nicolás. Quería a la vez presentarse apoyado por el prestigio que ante el General Urquiza mismo gozaba este joven, y al mismo tiempo separarlo de San¬ Juan como medida de policía. Todo esto era excelente. Benavidez solo descuidó saber si Rawson quería aceptar tanto honor, ni aun hablarle de ello. Rawson se excusó lo mejor que pudo; pero entonces el nombramiento se convirtió en orden, y resistiendo Rawson, se cambió en prisión, amenazándole con hacerlo meter en su galera por la fuerza. Rawson invocó entonces su carácter inviolable de miembro de la Junta de Representantes, y la falta de autoridad, ya que la de buena crianza no era obstáculo, para aquel honor impuesto por la fuerza. La idea de un secretario preso para asistir a un Congreso, es sin duda peregrina en la historia de la política.
Benavidez salió y San Juan respiró por fin, después de diez y seis años de haber tolerado sin murmurar a aquel estafermo. La primera medida del Gobernador delegado, porque era la mas urgente y necesaria, fue ordenar el licenciamiento de aquellas tropas, devolviendo a la industria y al trabajo centenares de brazos, mantenidos inútilmente a expensas del Estado un año había. San Juan no tiene fronteras: no tiene campaña. En todos tiempos ha habido una guarnición de cuarenta hombres para guardar la cárcel, único servicio que requiera la provincia; pero mil hombres puestos sobre las armas, sin contar lo que cuesta su mantenimiento, hacen una pérdida diaria de mil pesos, por el trabajo que no producen, por el salario que no ganan, y por la industria que no adelantan; pues el que los emplea lo hace en vista de mayor provecho que el salario que da. Las resistencias de Díaz no fueron parte a embarazar la ejecución de la medida, y soldados y vecinos todos quedaron satisfechos y contentos.
El cambio ocurrido en los destinos del país traía exaltados los ánimos hasta el delirio, con la perspectiva de mejores días. Acercábase por entonces el 25 de Mayo, día que para los argentinos tiene un carácter religioso, y se preparaba el gobierno a celebrarlo dignamente. No había en el país bandera nacional sin letreros de exterminio y sin colores espurios, y las más distinguidas señoritas improvisaron una, con las armas bordadas y pintadas por sus manos; pues el pincel y el lápiz les son tan familiares en San Juan como la aguja y el dedal. El 25 de Mayo amaneció radioso y brillante. Una guardia de ochenta jóvenes había improvisado uniforme con los colores nacionales, para custodiar la bandera: una reunión de señoras había estudiado la música de una misa solemne de gracias, bajo la dirección de profesores hábiles, y de dilettanti, entre ellos los señores Berutti, el Dr. Tanimi, y el célebre violinista mendocino Guzmán. Acompañábalos una orquesta compuesta de instrumentistas de las primeras familias, en la flauta, violoncelo y violines. Un concurso inmenso asistía a la ceremonia. Las vibraciones del órgano, las voces argentinas de las niñas, que por la primera vez se oían en el templo, la excitación del día, la felicidad de sentirse libres, todo en fin arrancó sollozos de la muchedumbre, y los ecos de la música y del canto fueron casi sufocados por momentos por el llanto universal. Una circunstancia singular y peculiar al país daba a aquella fiesta un carácter notable. Hay en San Juan muchos vecinos que han abandonado la sociedad y sepultádose en sus viñas, de donde no salen nunca. Este día habían reaparecido como exhumados, como sombras de los tiempos pasados evocadas por la alegría universal. Caras extrañas, cada uno se preguntaba ¿quién es éste, quién es aquel? y sus nombres circulando de boca en boca, traían a la memoria recuerdos confusos.
Algunos desordenes insignificantes vinieron a turbar momentáneamente la alegría universal. Un maestro de escuela Benavidez había encintado a sus niños de colorado y enarbolado un pendón colorado. Díaz había puesto a su puerta una bandera negra y colorada, la señora de Benavidez había seguido su ejemplo. Estos actos de provocación irritaban naturalmente a la población, que extrañaba esta moral singular de los partidarios de Rosas. Cuando ellos gobernaban el país, la amenaza, las prisiones, la confiscación, el asesinato sin juicio eran el castigo de cualquiera disentimiento a sus deseos y a sus ordenes; mas cuando a ellos les toca obedecer, entonces no solo reclaman todas las garantías que ellos niegan a los otros, sino que se creen autorizados a provocar a la autoridad, a la opinión, con sus desmanes. Dícese que en la noche fue arrancada la bandera de la casa de la señora de Benavidez: decíase que Díaz estaba a la puerta de la suya con un par de pistolas, para matar a quien quisiese arrancar aquel extraño signo, que nada significa. Cada ciudadano tiene sin duda el derecho de defender su propiedad en su casa; pero dudamos mucho que haya derecho de enarbolar en la calle signos que no son nacionales ni autorizados, y decimos signos, porque esos colores negros o colorados, esos letreros de exterminio no son públicos ni nacionales. Díaz en la época de su dominio no habría tolerado lo que él exigió que en él se tolerase.
El gobierno no se ocupó de estas pequeñeces, y el público olvidó a su placer en banquetes suntuosos, en bailes espléndidos, como jamás se habían visto en el país, aquellos desagradables accidentes.
La Junta de representantes en tanto, no olvidando las humillaciones, las violencias que le habían sido inferidas por ese mismo Benavidez, recordó que se había visto forzada a nombrar Jefe Supremo de la República a don Juan Manuel de Rosas, cuando sus simpatías, los intereses de la libertad y de la provincia, y aun las promesas de Benavidez la ligaban al General Urquiza, que había lanzado el grito de regeneración. La Sala procedió, pues, a revindicar su dignidad dejando constancia en las actas de la Legislatura de la violencia que la habían hecho, a fin de que el cronista, registrándolas, no encontrase los mismos nombres, ayer sosteniendo la tiranía de Rosas, y hoy aclamando al que lo derrocó. En sesión ordinaria del 29 de mayo, la Sala declaró nulos todos los actos anteriores a la batalla de Monte-Caseros, en los términos que se expresa en el acta que insertamos, y que seguros de su derecho, todos los presentes la firmaron, para que de ello quedase la debida constancia.

¡VIVA LA CONFEDERACIÓN ARGENTINA!
En la ciudad de San Juan a 29 días del mes de América (Mayo) del año de 1852, reunidos en su Sala de sesiones los SS. R.R., a saber:
Señor Presidente don Santiago Lloveras
Vice don Jerónimo Rufino.
D. Guillermo Rawson
B. Franklin Rawson
Amado Laprida.
Antonio L. Beruti
D. Juan Domingo Vico
Pedro Zavalla
Estanislao Rodríguez
Valentín Videla Lima
Presbítero don Eleuterio Cano
Juan de Dios Castro
Sin concurrir
Señor Presbítero don Timoteo Maradona
Miguel Antonio de la Presilla
Ausentes
D. Juan Cruz Vidart
Bonifacio Correa
D. Agustín Herrera
Francisco Sarmiento
En comisión
Don Tadeo Rojo
Y considerando:
1.° Que aprobadas las actas de elecciones de los ciudadanos que por el voto del pueblo deben formar la próxima Legislatura, será esta por consiguiente la última sesión que a la presente toca celebrar;
2.° Que al dejar el augusto recinto de las leyes deben los actuales RR. por su honor de ciudadanos, por el de su carácter de elegidos del pueblo y por el del pueblo mismo a quien representan, vindicarse ante sus contemporáneos y la posteridad de los cargos que algunas de sus anteriores resoluciones pudieran acarrearles;
3.° Que es legítimo y justo que la responsabilidad de actos trascendentales, como los que comprometen la honra, el bienestar y el porvenir de un pueblo, gravite exclusivamente sobre sus verdaderos autores;
4.° Y finalmente que la provincia de San Juan ha sufrido en parte las consecuencias ignominiosas de la situación política en que fue colocada por resoluciones arrancadas violentamente a la actual Legislatura, y solo escapó de su total ruina, merced al triunfo de las armas libertadoras al mando del Ilustre Argentino General don Justo José de Urquiza :
Declaran solemnemente en plena sesión que, todas las sanciones, actos y acuerdos emitidos desde la instalacion de la presente Legislatura hasta el 28 de febrero del corriente año, exclusive, y que son relativas a la marcha política del país, han sido contrarios a las convicciones de los RR., a la conocida opinión de la inmensa mayoría de sus comitentes, y a los intereses mas vitales de la Patria; y que solo han tenido lugar bajo la influencia de una coacción directa, inmediata y violenta, ejercida sobre la H. Representación provincial y sobre cada uno de sus miembros.
Esta declaración será firmada por todos los SS. RR., será archivado un ejemplar de ella en la Secretaria de la H. Sala, trasmitiendo otro al Supremo Poder Ejecutivo para su publicación.- Santiago Llaveras, Presidente. A. Luis de Beruti, A. Laprida, Eleuterio Cano, Valentín Videla, Marcos Rojo, Pedro Zavalla, J. Domingo Vico, Guillermo Rawson, B. Franklin Rawson, Jerónimo E. Rufino, Juan de Dios de Castro, Bonifacio, Correa, Estanislao Rodríguez, Antonio Maria Fernández, Secretario
San Juan, junio 10 de 1852.-Por recibida la H. resolución que antecede, imprímase, publíquese y dese al Registro oficial.- Yanzi, José Eugenio Doncel.
Otra ley de esos días retiró a Benavidez las facultades extraordinarias que pidió a la Junta en 1840, y de que no se había desprendido en doce años, no obstante la calma interior profunda que reinó en la provincia desde la destrucción de Lavalle y Madrid.
Lanzados en esta vía, no podían ni debían quedarse a medio camino.
Habían sido depuestos Echagüe, Rosas; por qué se conservaría Benavidez su mas acérrimo, su mas empecinado sostenedor? ¿Por qué mantener gratuitamente la inmoralidad de tener a la cabeza del Gobierno en la nueva época al mismo que opuso todo su poder para estorbar su advenimiento?
Hablariase de legalidad? Pero la Sala tenia en su archivo las actas originales de las reelecciones por las cuales Benavidez se había perpetuado en el poder, y los representantes eran mas en número que los votantes que lo habían elevado. Pero si se admitía la legalidad de la autoridad de Benavidez, era preciso admitir la de Rosas mismo, cuyas reelecciones se apoyaban en millares de firmas, en peticiones populares; y entonces el triunfo de Caseros era un acto de bandalaje, y el General vencedor el primero que había atentado contra la legalidad de los gobiernos.
El momento era además propicio. La ausencia de Benavidez evitaba conflictos: la instalación de un Gobierno apoyado en la opinión, permitía curar aquella llaga que amenazaba el porvenir, y alejaba toda confianza. La fortuna, la vida, la libertad de Benavidez estaban garantidas por la calidad, la moralidad, la responsabilidad de los hombres que estaban al frente del país. Don Zacarías Yanzi, el padre de familia, el comerciante, el propietario, no había de ir a tocar nada de lo que es del dominio privado de otro. La ausencia de algunos meses habría bastado para que Benavidez volviese a su casa, como un buen vecino, como uno de tantos a ocuparse de sus negocios. Hay tantas faltas en los hombres, que las de Benavidez, a nadie habrían hecho eco; pues ni aun resentimiento hay contra él por crímenes; pues la verdad sea dicha, poquísimos son los actos de su administración que clamen la venganza particular de nadie.
Todavía otra circunstancia del momento requería la remoción definitiva de aquel funcionario. Por acuerdo posterior a la convocación de los gobernadores, el Encargado de las Relaciones Exteriores pidió a las Juntas de Representantes de las Provincias que autorizasen a sus gobernadores para acordar definitivamente lo que juzgaren conveniente sin que las Juntas, como es de ley y práctica en el país, hubieran de examinar dichos arreglos. Llegaba esta circular tardía, cuando ya la Sala había espedido su decreto, reservándose el aprobar o desaprobar esas estipulaciones. ¿Pero cómo delegar en Benavidez, su opresor antes, la mas preciosa de sus atribuciones? Era esto exigir sacrificios superiores a los que pueden hacer los hombres. La Sala halló, sin embargo, medio de conciliar el interés nacional con el de la libertad y dignidad de la provincia. La delegación exigida se hizo en la persona del General Urquiza, expresándole que Benavidez no le merecía su confianza, y enviando a un miembro de la Sala misma don Tadeo Rojo, para que informase al General de los antecedentes y prudencia de aquella reserva. Así los trabajos de la Convención no se paralizaban, y la Provincia quedaba a cubierto de ser mal representada. De esta exigencia y de este modo de llenarla resultaba, sin embargo, otro inconveniente. Benavidez, objeto de esta natural desconfianza, vuelto al Gobierno, olvidaría lo que debía reputar una ofensa personal? ¿No quedaba ya declarada una guerra abierta entre las dos autoridades de la Provincia, expuesta la tranquilidad por las violencias de que había sido víctima siempre la Sala cuando había querido resistir a sus deseos u oponerse a sus miras?
La Sala, segura de su derecho, apoyada por el pueblo en masa, con la aprobación de los que antiguamente habían sido ministros de Benavidez, lo declaró depuesto del mando, y procedió a convocar al pueblo a nuevas elecciones. En este acto no tenia que consultar a autoridad ninguna exterior, pues el Encargo de las Relaciones Exteriores, ni aun en tiempo de Rosas, se había extendido al régimen interno de las poblaciones. En Mendoza había sido depuesto el señor Segura por una revolución encabezada por Irigoyen, para poner en su lugar a Mallea, como hombre más de su amaño, y el Encargado de las Relaciones Exteriores no se creyó autorizado para oponerse a los efectos de un verdadero motín. Las facultades concedidas al Director Provisorio no podían hacerse valer dado caso que entre ellas se comprendiese esta, para un acto anterior a su notificación a las provincias, y a las Juntas de Representantes que habían delegado sus facultades en sus gobernadores. La sanción de la Sala expresa suficiente y claramente sus motivos y su objeto.

¡VIVA LA CONFEDERACIÓN ARGENTINA!
San Juan, Junio 6 de 1852.
La Honorable Sala de la Provincia,
Considerando:
1.° Que la exaltación de don Nazario Benavidez al Supremo Gobierno de la Provincia, lejos de ser la expresión legal y espontánea de los gobernados, tan solo ha sido desde su origen obra exclusiva de sus procedimientos contra la libertad y soberanía del pueblo:
2.° Que la autoridad con que ha estado investido el citado Benavidez jamás la recibió de quien podía conferirla, sino que la impuso por la fuerza, despreciando la opinión pública que lo rechazaba, y los derechos inalienables del ciudadano, que solo han servido de incentivo para dar pábulo a su injustificable ambición:
3.° Que en la época de su mando han permanecido en el mas completo abandono todos los ramos de la administración sosteniendo, tan solo la fuerza militar siempre amenazante para oprimir al pueblo y perpetuarse diez y seis años en el mando Supremo, a despecho de todo principio legal:
4.° Que la administración de don Nazario Benavidez introdujo la desmoralización y confusión entre los poderes públicos, no solo por sus tendencias absolutistas y retrógradas, sino también por su notoria falta de conocimientos, y carencia de rectitud, que es la base indispensable de todo buen Gobierno:
5.° Que, aliado y estrechamente unido por tendencias y deseos con el tirano Juan Manuel Rosas, llevo sus procedimientos hasta violentar a los representantes para arrancarles el anatema de proscripción y muerte que contienen las leyes de 28 de julio y 10 de octubre de 1851 contra el Libertador don Justo José de Urquiza, precisamente cuando este Ilustre Argentino brindaba a todos los pueblos su magnanimidad, y daba pruebas de un generoso desprendimiento para salvar la patria de la mas vergonzosa esclavitud:
6.° Que no satisfecho con la usurpación del Poder Supremo de la Provincia, puso en juego su audacia contra la Legislatura al proponerle entre el ruido de las bayonetas y la algazara de la soldadesca insolente, las vergonzosas citadas leyes de 1851, que robustecieron el poder sanguinario con el ensanche del poder omnímodo, erigiendo al tirano Rosas en Jefe Supremo de la República:
7.° Que para colmo del despotismo de don Nazario Benavidez, no menos que del acendrado propósito de manifestar sus afectos por la causa del tirano, hizo penetrar hasta el recinto sagrado del templo de Dios las armas fratricidas de su guardia para intimidar a los RR. en la reunión solemne del 28 de febrero último, y cruzar las deliberaciones que dieran vida a todo un pueblo muerto civilmente con el imperio de la arbitrariedad, sostenida y llevada al exceso con la fuerza del poder extraordinario:
8.° Que la permanencia del precitado Benavidez en el mando Supremo, importará la mas espantosa ruina de la Provincia, no debiendo echarse en olvido la seguridad de los pueblos vecinos confederados que en su nueva carrera de libertad y orden serian siempre amenazados por el gobernante enemigo acérrimo de las libertades públicas, y celoso partidario del sistema terrorista personificado en Rosas, a quien Benavidez había jurado entronizar sobre los escombros de toda la República:
9.° Que como prueba flagrante de la ninguna aceptación de don Nazario Benavidez, la Provincia de San Juan le negó la confianza de representarla en la Gran Convención de San Nicolás de los Arroyos, confiriendo todos sus poderes al Libertador don Justo José de Urquiza:
Y teniendo presente; por último; que don Nazario Benavidez se ha perpetuado en el poder solo por la fuerza, y oprimiendo al ciudadano y conculcando a su antojo todas las garantías y derechos de la soberanía popular:
10. Que la fuerza no da derecho, y que no es posible tolerar por más tiempo el reinado de la inepcia, de la arbitrariedad y del desorden que amenaza constantemente la libertad, la seguridad y el progreso de los pueblos:
La Honorable Sala de RR. en uso de las facultades ordinarias y extraordinarias que inviste, acuerda con fuerza de ley lo siguiente:
Art. 1 ° Desde esta fecha queda removido del Gobierno Supremo de la Provincia don Nazario Benavidez, lo mismo que del título de Capitán General, sin que en ningun tiempo pueda desempeñar uno ni otro de dichos cargos, cualquiera que sea la circunstancia en que se halle la Provincia.
Art. 2.° Don Nazario Benavidez no puede habitar ningún punto del territorio de San ¬Juan por el término de un año contado desde esta fecha, y vencido este, tiene que recabar el consentimiento supremo para poder hacerlo. La infracción de esta disposición se reputará precisamente sediciosa y sujeta a las leyes que castigan este delito.
Art. 3.° La persona, o personas que después de la promulgación de la presente ley le prestasen obediencia, o se le reuniesen para invadir el Estado, incurren en el crimen de alta traiciono
Art. 4° Sin perjuicio de las anteriores disposiciones, el Ex-Gobernador don Nazario Benavidez queda sujeto al juicio de residencia en la forma que dispone la ley, y Cuando la Honorable Sala lo estime conveniente.
Art. 5° Comuníquese al S. P. E. para su publicación y puntual cumplimiento.
Sala de Sesiones, San Juan, junio 6 de 1852.-
Jerónimo E. Rufino, Presidente.
Antonio María Fernández, Secretario.
Todo lo cual fue comunicado al Encargado de la Relaciones Exteriores en la nota siguiente:

¡VIVA LA CONFEDERACIÓN ARGENTINA!
San Juan, Junio 8 de 1852.
El Gobierno Interino de la Provincia-Al señor Gobernador y Capitán General de la Provincia de-
Muy grato le es al infrascripto adjuntar a VE. las leyes impresas que han complementado la libertad de esta Provincia, al mismo tiempo que revindican a los RR. del pueblo que oprimidos por el poder militar tuvieron a su pesar que sancionar lo que el Gobernador Brigadier don Nazario Benavidez, representante de Rosas, les mandara.
Ellas son el triunfo de la razón sobre la fuerza material, siendo aquellas la única arma que el pueblo ha opuesto con abnegación y constancia a las bayonetas que constituían los derechos del Gobierno del General Benavidez, ejercido por 17 años sobre esta Provincia.
El triunfo de Caseros inutilizó los preparativos militares con que se disponía el Teniente de Rosas a cooperar al sostenimiento del tirano que le aseguraba este Gobierno como un patrimonio suyo. El pronunciamiento del pueblo hecho el 28 de febrero fue aprobado por el gobernador General don Nazario Benavidez para ocultar sus principios políticos tras de una simulada aprobación de los actos del pueblo; desde entonces se hablaba de libertad y organización nacional, tan solo para conservar un gobierno apoyado solamente en los soldados veteranos de que estaba rodeado.
La ausencia del Excmo. Gobernador General Benavidez, a consecuencia de la invitación hecha por el encargado de las Relaciones Exteriores de la República, ofreció a la Provincia la oportunidad de conquistar su libertad, disolviendo las fuerzas veteranas con que estaba dominada, y libre entonces dictó la ley de 6 de junio presente, destituyendo al General Benavidez del Gobierno que contra el voto público ejercía, así que, el General Benavidez ha dejado de ser el Gobernador de esta provincia, no por el efecto de una fuerza armada, sino por el imperio sagrado de la ley.
Al transmitir a V. E. los documentos que libertan a la Provincia de su antigua dominación, y la abreviada noticia de la situación política, en que se hallaba desde el 28 de febrero, se honra el infrascripto en saludarle con su mas alta consideración.-
Dios guarde a V. E. muchos años.
Zacarías Antonio Yanzi
José E. Doncel.
Llegó pues, el momento de las nuevas elecciones, y el pueblo se agolpó a las mesas, con el ardor, con el interés de espectáculo tan nuevo. Hacia diez y seis años que no hacia uso de su derecho, como consta de las actas de las mesas electorales. Algunos grupos de amigos personales de Benavidez daban gritos lejanos de amenaza y de salvajes unitarios. Los ciudadanos se acercaban a ellos y les decían: vengan a votar por Benavidez; pero estas prácticas no son de sus amaños. Nombrose una comisión que fuese a casa de Díaz para llamarlo a que presenciase las elecciones, que tachase los votos, que denunciase el cohecho o la intimidación; pero todo con el mismo efecto. Don Zacarías Yanzi, el antiguo Presidente de la Junta de Representantes, fue electo Gobernador, y mientras tomaba posesión de su empleo, Díaz se marchó a San Luis y lo siguieron mas tarde algunos de los oficiales que habían quedado sin colocación, a causa del licenciamiento de aquellas tropas inútiles en medio de la paz mas profunda. El gobierno procedió inmediatamente a organizar la guardia nacional compuesta de vecinos, a fin de que el orden reposase en aquellos mismos interesados en su conservación. Dos batallones se formaron: uno de los jóvenes de familias acomodadas y otro de los artesanos de la ciudad que siempre han simpatizado con el pueblo en General.
Apareció por entonces el Hijo de Mayo redactado por jóvenes inteligentes, dirigido con moderación y cordura, sin animosidad contra los secuaces de Benavidez mismos, y apoyando con decisión el pensamiento unánime de la organización nacional. Este periódico se imprimía en una imprenta que los vecinos habían hecho venir a sus expensas de Chile, pues la del Estado, comprada en 1824 por don Salvador M. del Carril, no había sido renovada ni en sus tipos, de manera que costaba mas leer lo impreso, que una carta de una mujer de campo. Benavidez había tenido esta imprenta a su servicio diez y seis años sin querer jamás invertir doscientos pesos en letra nueva, no obstante que cuando se le han ofrecido guerras y campañas no ha sido parco en prodigar los escasos recursos del Estado y las fortunas particulares, arrancadas por contribuciones forzosas; haciendo muchas veces sacrificar dobles sumas que las erogadas, forzando a otros a faltar a sus compromisos de comercio, y poniendo en conflicto los negocios y hasta la subsistencia.
En este estado de cosas, la provincia se entregaba a la completa seguridad que le inspiraba el gobierno de su elección, toda irritación desaparecía, y el gobierno iniciaba trabajos de reforma, estudios de necesidades que llenar, de obras públicas que emprender, cuando supo que se había celebrado el pacto de San Nicolás, cuyo resultado no se le comunicaba oficialmente, como parte contratante. El gobierno creyó que algún accidente extraño mediaba en este asunto, sin que tardase mucho tiempo en tener !a evidencia de ello. La nota adjunta da todos los detalles de lo acaecido.

¡VIVA LA CONFEDERACIÓN ARGENTINA!
San Juan, junio 26 de 1852.
El Gobierno Interino de la Provincia.-
Al Exmo. señor Gobernador Capitán General de la Provincia de Entre-Ríos, Director Provisorio de la Confederación Argentina.
El Infrascrito se apresura a poner en conocimiento de V. E. un acontecimiento desagradable y que tiene inmediata relación con la tranquilidad de esta Provincia, no menos que con la marcha que ella se propone seguir en conformidad a los principios de paz y organización que V. E. tan dignamente ha proclamado.
Ayer a las dos de la tarde ¡legó aquí el soldado José María Vasquez con el pasaporte cuya copia autorizada el infrascripto tiene el honor de acompañar. Por éste se ve que el alférez don Gregorio Álvarez era conductor de comunicación de V. E. para este Gobierno, y de otros del Exmo. Gobernador Propietario General don Nazario Benavidez, mientras que solo han sido entregadas estas últimas, ¡aun ellas evidentemente violadas, pues que la cubierta viene rotulada por un Jefe residente por ahora en la Ciudad de San-Luis con un papel del todo diferente al que sirve a los oficios contenidos, y sin sello alguno.
Por las declaraciones tomadas al soldado José María Vasquez, que también se acompañan con copia, resulta que el alférez Álvarez y uno de los soldados de su comitiva quedaron en San Luis so pretexto de haber sucedido al primero un golpe en el camino, que le impedía continuar su marcha; que desde allí se despachó al declarante con la correspondencia que se le hizo regresar de nuevo a la ciudad de San Luis, donde le fueron pedidas las comunicaciones por Álvarez, y que en fin después de la expedición referida se ordenó continuar su viaje a ésta con los restos del paquete que traía, y que se recibió ayer en el estado de desorden antes dicho.
Debe el Infrascrito prevenir a V. E. que después de la ley sancionada por la Honorable Legislatura de esta Provincia y que fue oportunamente comunicada a V. E. y a los Gobiernos todos de la Confederación, pidieron pasaporte para diversas localidades siete oficiales de los que pertenecían a la fuerza del General Benavidez, siendo uno de ellos el Coronel don Francisco D. Díaz. El Gobierno pudo desde luego juzgar por informaciones judicialmente dirigidas que el intento de esos hombres, conocidos desde muy atrás por su adhesión a la causa del Tirano Rosas y por sus tendencias al desorden y a la anarquía, era preparar una cruzada alevosa contra su Patria, en la esperanza de restaurar el Poder aborrecible del Ex-Gobernador Benavidez, y continuar su interrumpida carrera de crímenes y de satisfacciones; sin embargo, consultando siempre el respeto a las opiniones particulares, observando religiosamente y con saludable exageración la inviolabilidad del individuo, el Infrascrito fuerte con el apoyo de las leyes y con la decisión del Pueblo sanjuanino en pro de sus sagrados derechos, se abstuvo de tomar medidas coercitivas contra los emigrantes, aun sabiendo que reunidos en grupos se dirigían a la vecina Provincia de San Luis.
Este Gobierno participó el hecho a los Exmos. de Mendoza, San Luis y Córdoba, a fin de que ellos contribuyeran a desvanecer los planes criminosos de los anarquistas, disolviendo y desarmando toda aglomeración de gentes cuyo objeto se presumiera atentatorio a la paz de esta Provincia.
Posteriormente se sabe que el citado Coronel Díaz y sus dignos compañeros están en la Ciudad de San Luis, y son ellos los que han cooperado al crimen cometido por el oficial Álvarez. La escritura de la carátula del oficio es del mismo Díaz, según ha sido judicialmente reconocido.
La comunicación recibida por este Gobierno del General Benavidez, manifiesta el próximo regreso de este a San Juan: regreso incompatible con las disposiciones de la ley de 6 de junio del presente año. Estas circunstancias coincidiendo con la actitud y los propósitos de los oficiales reunidos en San-Luis, ponen al Infrascrito y a la Provincia que tiene la honra de presidir, en el duro trance de prepararse a costa de penosos sacrificios para repeler con la fuerza de las armas la invasión traidora de que está amagada. Porque el pueblo de San Juan ha jurado no llevar un día mas el yugo de los Tiranos que por tantos años lo han oprimido, deshonrándolo, y reduciéndolo a la miseria; porque los ciudadanos todos en masa están resueltos a perecer, Exmo. Señor, antes que rendir el cuello a esos verdugos funestos de la Patria.
El Gobierno espera que V. E. habiendo aceptado la custodia de las libertades de esta desventurada Provincia, cooperará con su poderoso influjo, a la paz de este pueblo que deposita en V. E. su confianza absoluta sin que por esto el Infrascrito omita sus mas perseverantes esfuerzos, ni la Provincia el último sacrificio, para mantener incólume la libertad que ella ha reconquistado bajo los preciosos auspicios y a la sombra de los laureles de V. E.
En cuanto al atentado de los oficiales mencionados, el Infrascrito ha tomado ya las medidas conducentes para su reprensión y castigo, pidiendo al Exmo. de San-Luis el esclarecimiento del hecho y la captura de los que resulten sus actores.
Con dicho motivo el Infrascrito tiene el placer de saludar a V. E. con las mejores consideraciones de su distinguido aprecio y respeto.
Dios guarde a V. E. muchos años.-
Zacarías A. Yanzi
José E. Doncel.
Como se ve, los ondules habían pedido pasaporte, Díaz había violado la correspondencia pública, y el Gobierno procedido a la averiguación y comprobación de los hechos, según los trámites ordenados por las leyes; pues estando en vísperas de constituirse la República, y el gobierno apoyado en el voto unánime de los gobernados, se quería que desapareciese para siempre esa arbitrariedad que había caracterizado a los gobiernos pasados, atropellándolo todo. Los oficiales pidieron su pasaporte y el gobierno se los concedió, sin preocuparse del objeto de estos viajes. Entonces a causa de la nota de Benavidez y de los sucesos anteriores, se mandaron las circulares y notas que siguen en abono de la conducta de la Junta de Representantes, y de los actos gubernativos de la nueva administración.

¡VIVA LA CONFEDERACIÓN ARGENTINA!
San Juan, julio 27 de 1852.
El Gobierno Interino de la Provincia de….
Al Excmo. señor Director Provisorio de la Confederación Argentina Brigadier General don Justo José de Urquiza.
Habiendo tomado el General Benavidez residente en San Luis las comunicaciones oficiales de V. E. ha dirigido al infrascripto la que en copia autorizada acompaña.
En ella acusa el General Benavidez a este gobierno de haber coartado la libertad al pueblo y por medio de una proclama acrimina a la H. Sala de haber procedido por el influjo dominante de un Club de demagogos y concluye amenazando con la guerra si el infrascripto no anula la sanción de 6 de junio y llama a los oficiales Rosistas al servicio.
La proclama a que se refiere es la que se acompaña y es quien mejor puede responder a la acriminación: su efecto fue la mas completa libertad, y la consecuencia de la libertad ha sido la destitución del General Benavidez; y siempre que esta Provincia conserve su libertad, no obtendrá votos para gobernarla dicho General, cualquiera que sea el personal de la Legislatura; pues es la población en masa quien a un tiempo se opone a que siga dicho General en el dominio del patrimonio que el tirano Rosas le asignara.
Las exigencias de que el infrascripto anule las leyes de la H. Legislatura y el desconocimiento de la soberanía del pueblo demuestran hasta la evidencia el respeto que él ha tenido para ellas siempre, por la costumbre inveterada que tiene de no conocer otra ley que su voluntad, ni a estas les conoce otro origen que el suyo.
La pretensión de que se llame al servicio a los oficiales Rosistas, es para apoyar en ellos su aborrecida dominación, que hasta los momentos de su marcha lo ha ejercido a nombre del Tirano de los Argentinos.
El infrascripto, fuerte en la opinión y decisión de todos los ciudadanos, no teme la amenaza del General Benavidez: esa opinión, esa decisión General, es la única arma que bastó para imponer a los veteranos, y el afecto del pueblo que sin ninguna arma estaba en masa resuelto a lanzarse sobre ellos, fue la única que los obligó a resignarse a obedecer el decreto de reforma.
El infrascripto cree que era deber suyo hacer las rectificaciones que anteceden de los conceptos de la nota del General Benavidez. Las virtudes cívicas, sana y paternal política que resaltan en el programa que V. E. ha presentado a la nación a que el infrascripto y el pueblo entero están adheridos de corazón, le imprimen una fe ciega de que la paz y la libertad de esta Providencia no serán burladas, desde que ella se halla bajo la protección del héroe de Caseros.
El infrascripto se honra en saludar a V. E. con todo su respeto y alta consideración.
Dios guarde a V. E. muchos años.-
Zacarías Antonio Yanzi
José Eugenio Doncel.
¡VIVA LA CONFEDERACIÓN ARGENTINA!
CIRCULAR.-San Juan, julio 27 de 1852.
El Gobierno Interino de la Provincia.-
Al Exmo. Sr. Gobernador y Capitán General de la Provincia.
El Infrascrito tiene el honor de adjuntar a V. E. copias legalizadas de las dos leyes del 25 del corriente y del decreto del 27 del mismo, por las que se adhiere la Provincia al acuerdo celebrado en San Nicolás de los Arroyos por los Exmos. Gobernadores de la Confederación, y en su consecuencia se dispone el nombramiento de los Diputados que deben formar el Congreso que ha de dictar la Constitución de la Nación, reconociendo al Libertador de la República Brigadier General don Justo José de Urquiza por Director Provisorio de la Confederación, poniendo bajo sus ordenes el Ejército de la Provincia.
Al trasmitir al conocimiento de V. E. las medidas importantes dictadas por esta Honorable Legislatura de acuerdo con los sentimientos del pueblo, tiene el honor el infrascripto de asegurar a V. E. que este Gobierno observará fielmente aquel pacto, por considerarlo la base fundamental sobre que se ha de confeccionar la Constitución de la Nación, cooperará con todas sus fuerzas a la realización del Programa del Ilustre Vencedor de Caseros.
Grato le es al infrascrito ofrecer a V. E. su obsecuencia y altos respetos.-Dios guarde a V. E. muchos años.-
Zacarías, Antonio Yanzi
José E. Doncel.
El 24 de junio día de San Juan, santo patrón de la ciudad, el día 9 de julio, el aniversario de la Independencia que es un día glorioso para San Juan, pues era hijo suyo el doctor don Narciso Laprida, Presidente del Congreso de Tucumán de 1816, fueron celebrados con el mismo entusiasmo, con la misma solemnidad que el 25 de mayo. Las señoritas dilettanti volvieron a ejecutar la misa solemne de gracias que con tan brillante éxito habían ensayado en el primer día. La guardia nacional, compuesta de dos batallones, cuatro piezas de artillería y dos regimientos de caballería, hizo ostentación, en la parada del 9 de julio, de su disciplina reciente, de su equipo modesto pero uniforme, costeado por los individuos mismos, o por oblaciones voluntarias. Aumentaba el regocijo público, la seguridad y confianza en la situación, confirmada por la contestación del Director Provisorio al nuevo gobierno de Córdoba, que había derrocado a su tirano, no por una acta emanada de los Representantes del pueblo, sino por una revolución a mano armada, en que había corrido la sangre. En esta nota el Director provisorio reconocía terminantemente el derecho de los pueblos, aplaudía el movimiento, y consagraba de antemano todos los actos iguales que debían tener necesariamente lugar en todas las provincias; porque es regla administrativa en todos los países cultos, dar ulterioridad y trascendencia General a todos los casos análogos, a un acto gubernativo. La nota es como sigue.

Buenos Aires, mayo 19 de 1842.
Al Excmo. señor Gobernador provisorio de la Provincia de Córdoba.
El infrascripto, de orden de S. E. el señor Encargado de las Relaciones Exteriores, tiene el honor de avisar a V. E. el recibo de su nota fecha 4 del corriente, adjuntándole algunos impresos, que instruyen del movimiento popular que tuvo lugar en esa capital heroica.
S. E. el encargado de las R. E. se ha instruido con íntimo placer de estos documentos memorables, en los cuales resalta el valor del ciudadano, al lado del mas acendrado, patriotismo; la generosidad mas laudable al lado de la mas firme resolución de echar por tierra el dominio de los tiranos, para levantar sobre sus ruinas el edificio indestructible de la ley, sostenida por la voluntad, General de un pueblo, cansado de tiranía y sediento de libertad.
El infrascripto, por orden de S. E. felicita a V. E., y al pueblo Cordobés por un acontecimiento que honra altamente a los que lo produjeron, y abre una era de completa libertad para los hijos del suelo Cordobés.-
Dios guarde a U. S.
Vicente J. López, Ministro de Instrucción pública.
Los destinos de San Juan estaban asegurados, pues, "sobre la base "indestructible de la ley, y sostenidos por la voluntad General de un pueblo "cansado de tiranía". Si aun se requiere una prueba material de este sentimiento, en la noche del 10 de julio el pueblo la dio luminosa, incuestionable. Corriose una voz de que Benavidez se acercaba a la población con fuerzas, y mientras el gobierno averiguaba el hecho, los dos batallones se habían reunido sin toque de Generala en sus cuarteles, aprestándose al combate, formándose algunas compañías, sin orden, sin sus jefes.
El sermón patriótico del 9 de julio expresaba estos sentimientos. El Presbítero don Eleuterio Cano, Cura de la parroquia de los Desamparados, Capellán de Ejército en tiempo de Benavidez y su sobrino político, fue el entusiasta y elocuente órgano de los sentimientos que animaban al pueblo. Había escogido por testo de su discurso aquellas palabras del libro de la Sabiduría: "Dios de mis Padres, franqueadme la sabiduría que asiste a tu trono, "a fin de que sean enderezados los hombres, y aprendan lo que es conforme a "tu voluntad". "Ya me figuro ciudadanos" decía el joven predicador, "que veo "reunido ese Congreso Soberano, y que lleno de patriotismo le oigo decirnos: "abrid con mano firme los cimientos al templo de la concordia, y señalad nos las "ventajas de poder y gloria que a su sombra alcanzaron Grecia y Roma. Arrojad "al mar las llaves de sus augustas puertas, para que no penetren en su recinto "esos genios díscolos que siembran celos en los pueblos sin otro fin que su "interés personal;" y en la peroración concluye con estas solemnes súplicas al "Todo-poderoso." Y por último, Dios Santo, os pido que deis a mis compatriotas "aquella constancia que se necesita para consumar esa obra grandiosa, en la "que hemos vinculado nuestras mas caras esperanzas."
Ah! Esta sola plegaria del pueblo de San Juan fue escuchada! Tiene constancia para sufrir, sin desesperar de su suerte, sin blasfemar de la Providencia, que vela por la felicidad de los pueblos!
En el intertanto la provincia procedió al nombramiento de diputados al Congreso, pues que aunque no había recibido invitación oficial, por haber sido interceptada la correspondencia, siendo derecho inherente a esta parte del pueblo argentino estar representada en el Congreso, y debiendo reunirse en agosto, no debía perderse momento en nombrar los diputados. La opinión pública señalaba de tiempo atrás uno de los diputados que debían representarla dignamente.
Don Domingo F. Sarmiento, cuyos trabajos constantes por la libertad de la República, sus estudios sobre el sistema federal, su adhesión dada a él, y su conocimiento de las necesidades del país, eran de una notoriedad que sale de los límites de una provincia y aun de la nación entera. Después de la batalla de Monte-Caseros, en que había tenido su parte de peligros y ofrecido su contribución de sangre, como el último soldado, súpose en San Juan confusamente su separación del lado del General Urquiza, ignorándose las causas que la motivaban. D. Domingo F. Sarmiento, que hasta su salida de Chile había mantenido relaciones frecuentes con su familia y amigos, no instruyó a nadie esta vez ni de su separación siquiera. Su familia, sus deudos, sus amigos vivían en la mayor perplejidad, hasta que recibieron cartas de Mendoza en que se les anunciaba que don J. Joaquín Gómez, antiguo amigo del General Urquiza y recientemente llegado de Buenos Aires, aseguraba haber oído al General, que disidencias del momento lo habían alejado; pero que regresaba próximamente de Río Janeiro, donde se hallaba. Sus deudos y los que se interesaban en su suerte, y a quienes aquella misteriosa separación alarmaba, enviaron a Buenos Aires a don Francisco Sarmiento, con encargo de pasar a Río Janeiro, si necesario fuere, a saber de él mismo la causa y el objeto de aquella separación. D. Francisco Sarmiento y el Dr. Cuenca de Buenos ¬Aires, trajeron a su llegada a San Juan la confirmación de la noticia dada por don José Joaquín Gómez, como voz pública en Buenos Aires, por nadie puesta en duda.
Así pues la mente de la Provincia al elegirlo diputado era en conformidad de las simpatías del Director, y de su propia y espontánea elección. El había sido el primero en insinuar, en predicar la concordia de los partidos; en adherir a la forma federal, en explicar sus ventajas, y los medios de realizarla. El había hecho bendecir en las provincias el nombre del General Urquiza, presentándoselos en perspectiva desde 1850 como el apoyo armado de la regeneración Argentina; él en fin había volado a reunírsele, abandonando familia y cuidados de fortuna, al primer llamado de la patria. No elegir a don Domingo F. Sarmiento habría sido poner de manifiesto una coacción ejercida sobre la opinión pública, y gobierno ninguno habría podido estorbarlo, sino es que los ciudadanos renunciasen a su derecho de elegir. Las listas electorales impresas dan testimonio de lo dicho antes en una nota concebida así. "Creemos que con "estos ciudadanos (Sarmiento, Carril y Rawson) la provincia será mejor "representada en el Congreso que ninguna otra. El primero acaba de ser "llamado por el General Urquiza, y el segundo es su primer Consejero de Estado. "Con estos antecedentes hemos creído deber invitar a votar a nuestros "compatriotas.-Un gran número de sanjuaninos."
La opinión era unánime, como consta en los diarios de las diversas listas de Diputados que se presentaron al público, sostenidas cada una por un círculo de ciudadanos, a saber la primera. Permanentes don Domingo F. Sarmiento y don Tadeo Rojo; suplente, Dr. don Fidel Torres- segunda. Permanentes. Don Domingo F. Sarmiento, Dr. don Guillermo Rawson-Suplente don Ruperto Godoy-Tercera-Permanentes don Domingo F. Sarmiento- Dr. don Salvador María del Carril-Suplente Dr. don Guillermo Rawson.
Dos días antes de la elección, tuvo lugar una reunión en casa del Dr. Rawson para poner de acuerdo las tres listas, sin arribar a resultado fijo. En la mesa electoral prevaleció la tercera por quinientos cuarenta y nueve votos. En los momentos da la elección se suscitó una dificultad. ¿Pueden votar los que forman los cuerpos de la guardia nacional? Un cabo del segundo batallón, artesano, tomó la palabra y dijo: señores, nosotros también nos sacrificamos, cerrando nuestros talleres ¿por qué no hemos de votar? Yo voto por esta lista: don Domingo trabaja hace doce años por nosotros. Don Salvador Carril, cuando fue Gobernador, trajo aquel celó de campana, y a don Guillermo lo quiero. Voto por ellos. La concurrencia prorrumpió en aplausos y palmoteos, y la mesa declaró la legitimidad del voto.
El resultado de las elecciones correspondió a esta invitación. Fue unánime, canónica, mayor aun en número que la del nuevo Gobernador, y sin antecedentes en los fastos electorales del país de veinte años atrás.
Consumado este acto de la soberanía popular, el público apenas se ocupaba de otra cosa que de fiestas y regocijos. La paz de la República asegurada por el General Urquiza, la tranquilidad de la provincia apoyada en la libertad de que todos gozaban, sin tropas, sin coacción; la tarea de constituir la nación y asegurarla el porvenir, confiada a los publicistas mas eminentes de entre sus hijos, nada le quedaba a San Juan que desear, ni la mas ligera nubecilla turbaba el sereno y claro horizonte que veía abrirse a sus esperanzas.
En este estado de quietud y de confianza prevalentes en todos los espíritus empieza a esparcirse el rumor de que Benavidez invade la provincia, y el gobierno adquiere la certeza por comunicaciones del Gobierno de Mendoza de que ha sido el acto legislativo de la Junta de Representantes declarado motín por el Director Provisorio, y dádose orden a los Gobiernos circunvecinos de prestar a Benavidez todo género de auxilios para que someta a la provincia rebelde a la autoridad legal, sin otro antecedente que los informes de Benavidez mismo, necesariamente inexactos, porque él no es testigo de lo que afirma, porque es interesado, y porque tiene antecedentes que quitan a su palabra toda autoridad.
En el deber de justificar los actos de la provincia, debemos decir que se procedía en este caso con menos circunspección que la que requería su gravedad. Si el Director Provisorio, se creia autorizado para desconocer el cambio obrado; ¿por qué apelar a las armas, sin tocar antes todos los medios de influencia que estaban a sus alcances? Por qué confiar a Benavidez mismo, la parte agraviada, la ejecución de sus ordenes? ¿Por qué en fin encender la guerra civil en los momentos solemnes de constituirse el país? San- Juan tenía armas, tenia jefes, y contaba con su derecho, con el temor de todos de volver a caer bajo la dominación, no diremos odiosa, sino despreciable de Benavidez, y podía haber resistido, como en igual caso resistió Tucumán con éxito, y fue aprobado por el Director.
¿Acaso le sorprendía al General Urquiza este animadversión de un pueblo entero al agente de la tiranía de Rosas? ¿Acaso esperaba de la longanimidad de los pueblos que confiasen la ejecución y práctica de la Constitución y de la aplicación de las leyes a los mismos que estaban cebados por una práctica de diez y seis años, esto es por el hábito de toda su vida en violarlas? ¿La libertad de la provincia iba a confiarse al mismo que la había privado de ella durante veinte años? ¿Se puso nunca la carne a que la guarden los gatos?
Si tal fue el error del General Urquiza, los sucesos posteriores debieron aleccionarlo bien a su pesar. ¿Qué provincias no han depuesto a sus antiguos mandones? La Rioja y San-Luis? ¿Pero son realmente provincias esos esqueletos de pueblos, sin ciudades, sin habitantes? Fue el Director tan severo con Corrientes que depuso al General Virasoro su compañero de empresa, su Jefe de Estado Mayor en Monte Caseros? Fue lo con Córdoba, que lo deponía a su vista, en los momentos de la reunión de San Nicolás, y sin mandar el nuevo gobernador a sostituir al tiranuelo caído? Por qué pues esta saña con San Juan, el pueblo que mas esfuerzos hizo por ayudarlo, donde mas auténticas muestras se le dieran de simpatía? Dejemos hablar al Director.

Ministerio de Relaciones Exteriores de la Confederación Argentina
Buenos Aires, julio 19 de 1852.-
Al Excmo. señor Gobernador y Capitán General de la Provincia de San Juan Brigadier don Nazario Benavidez.-
El infrascrito Ministro de Relaciones Exteriores de la Confederación Argentina, ha recibido orden del Excmo. señor Director Provisorio para dirigirse a V. E. y acusarle recibo de su importante comunicación oficial fecha 1° del presente en la ciudad de San-Luis, en la que V. E. da cuenta de la continuación de los sucesos relativos al movimiento revolucionario de la Provincia de San Juan: del crimen a reunión de todos los principales jefes y oficiales que componían el ejército veterano de la misma Provincia al rededor de V. E. y de las disposiciones que había tomado para hacer cesar la rebelión, restableciendo la autoridad legal por ella derrocada.-S. E. el Señor Director Provisorio se ha instruido con alta satisfacción que la mayoría de la Provincia de San Juan no participa de las ideas anárquicas de un círculo que pretende entronizarse contra los verdaderos intereses de esa Provincia y en General contra los de la Confederación-S. E., comprendiendo bien el espíritu de las disposiciones dictadas por el acuerdo de 31 de mayo en la Ciudad de San Nicolás, ha adoptado las medidas convenientes para hacerlas respetar, y para que lo sea igualmente la autoridad de V. E. reconocida en aquella importante reunión de todos los Excmos. Señores Gobernadores¬ aprueba, pues, completamente todas las determinaciones tomadas por V. E.; y tanto mas, cuanto ellas están en perfecta conformidad con las que S. E. el Señor Director había dictado de antemano a los Gobernadores de San-Luis y Mendoza; y de que se instruirá V. E. por la copia autorizada adjunta. Así es que V. E. puede hacer uso de las fuerzas de otras Provincias, si así lo considera oportuno, tanto para el mas pronto éxito de sus operaciones contra los revolucionarios, cuanto para evitar inútil efusión de sangre. Porque es de esperar que los rebeldes al ver a V. E. rodeado de tan poderosos elementos, descenderán de la posición que han usurpado sin resistencia. El Director Provisorio que prevé el pronto triunfo de V. E. sobre esos ciudadanos extraviados, ha impartido las ordenes convenientes a todos los Gobernadores de las Provincias Confederadas para que hagan seguir a esta Ciudad, a los que en consecuencia del restablecimiento del orden legal, busquen asilo en ellas.- Tienen por objeto en esta orden de que igualmente se adjunta copia a V. E. legalizada, que los refugiados no abusen del asilo que se les dispensa para tener en alarma o conspirar de nuevo contra el sosiego de la benemérita provincia al mando de V. E.
-S. E. el Director Provisorio, dispuesto como se halla a sostener la justa posición en que se ha colocado V. E., oirá y atenderá con todo interés cualesquiera otras observaciones que V. E. juzgue conveniente hacerle para el logro de su digna y plausible empresa.-
Cumplidas las ordenes del Exmo. Señor Director, réstale al infrascrito ofrecer a V. E. las seguridades de su alta consideración y aprecio-Luis José de la Peña.
P. S. S. E. el Señor Director me ordena que prevenga a V. E. que pueda disponer de las fuerzas y auxilio del Gobierno de la Rioja, a quien en esta ocasión se dirige igual orden que a los de Mendoza y San Luis
Peña
Es copia, está conforme.
El Secretario-Nicasio Marín.
¡VIVA LA CONFEDERACIÓN ARGENTINA!
Buenos Aires, julio 16 de 1852.
Ministerio de R. E. de la Confederación Argentina.-
Al Excmo. señor Gobernador y capitán General de la Provincia de Mendoza
El Excmo. señor Director Provisorio de la Confederación ha visto con sumo desagrado, que despertándose en la provincia de San Juan las ambiciones personales aprovechando la ausencia de su gobernador Brigadier don Nazario Benavidez, que en virtud de la invitación de S. E. el director a todos los Gobernadores de las provincias Confederadas vino a la ciudad de San Nicolás de los Arroyos, lo depusieron, lo condenaron a destierro y preparaban una guerra improvocada en el caso que dicho Excmo. señor procurara a su regreso recobrar el puesto de que había sido arrojado por un motín.
S. E. el director Provisorio no puede tolerar hechos de esa naturaleza en la Confederación. Ellos minarían por su base el orden establecido y pondrían en peligro su existencia misma. Los Gobiernos todos de la República quedarían a merced de cualquiera ambicioso que osase levantarse contra la autoridad legal seduciendo o halagando las pasiones de una parte de los ciudadanos para hacerlos cómplices en su criminal intento, y ahogar la voluntad de la parte sensata del pueblo.
El Gobierno existente en la actualidad en San Juan se ha dirigido a S. E. el director provisorio, dándole cuenta del motín allí ocurrido contra el Excmo. señor Gobernador legal Brigadier don Nazario Benavidez, transmitiendo a su conocimiento los hechos enteramente desfigurados; y haciéndolos aparecer como emanados de la voluntad General de dicha provincia, cuando es bien sabido que solo son obra de un bien conocido círculo de revolucionarios, enemigos de la paz y felicidad de la Confederación.
Al mismo tiempo ha manifestado su entera conformidad con los principios políticos del Excmo. señor General Urquiza, y su disposición a cooperar franca y lealmente a la obra de la organización nacional.
Pero S. E. el Director provisorio no pudiendo aceptar la marcha del Gobierno actual de San Juan, cualesquiera que sean sus principios en bien de la República, solo mira el hecho funesto y de fatal trascendencia, que se ha cometido en esa provincia derrocando al Gobernador legítimo de ella por medio de un motín escandaloso y criminal durante la ausencia de aquel.
Decidido S. E. a llevar adelante la obra que ha emprendido de constituir la República, mal podría continuarla, si consintiese o tolerase la destrucción del orden legal, elemento indispensable y único para llevar adelante la organización nacional; por eso S. E. reprueba altamente el motín ocurrido en la Provincia de San Juan. Lo reprueba porque así lo exige el bien General, y porque así cumple uno de sus mas sagrados deberes; como lo cumple también al prestar, en uso de sus facultades, toda cooperación y apoyo al Excmo. señor Brigadier don Nazario Benavidez, para que restablezca el Gobierno que ha sido violenta e ilegalmente depuesto.
En tal virtud el Excmo. señor Director Provisorio de la Confederación, haciendo uso de las facultades que le confiere el art. 14 del acuerdo de San Nicolás, dispone que V. E. ponga a las órdenes del Excmo. señor General Benavidez las fuerzas de esa provincia y todos los recursos de que pueda V. E. disponer, hasta que dicho Excmo. Señor haya logrado recobrar el mando de la Provincia de San Juan.
S. E. recomienda a V. E. toda eficacia en el cumplimiento de esta disposición por exigirla así el bien y felicidad de la Confederación Argentina, y el infrascripto al dejar cumplidas las órdenes de S. E. el Director, se complace en presentar a V. E. las seguridades de su alta y distinguida consideración.-
Luis José de la Peña.
Es copia y está conforme.-
El oficial 1.° del Ministerio de Gobierno.-
José Ignacio García
Como se ve, la nota del Encargado de Relaciones Exteriores del 18 de mayo es una declaración de principios, un reconocimiento del derecho de cada provincia "cansada de tiranos''', a recuperar su libertad, a deponer los mandones que les había dejado la tiranía de Rosas. Ahora no hay principios que reconocidos en Córdoba no sean aplicables en San Juan; un gobierno, una autoridad nacional y constitucional no usa de dos medidas, y a esta provincia le reconoce por actos el derecho de deponer sus autoridades legales y a la otra la declara revoltosa porque hace otro tanto. Esto seria sancionar la arbitrariedad mas absurda y no fue esta la mente, con que esa misma Junta de Representantes que depuso a Benavidez delegó en el General Urquiza el Encargo de las Relaciones Exteriores. La declaración oficial hecha, pues, en mayo con relación a Córdoba, establecía un antecedente que daba la pauta para aplicar a todos los casos análogos posteriores. El General Urquiza había aprobado de antemano lo que la Junta de San Juan hizo en junio: si hay, pues, un acto ilegal, inmotivado, sin precedente, sin consecuente (porque la declaración de principio hecha con relación a Córdoba se aplicó a Corrientes, Tucumán, etc.) es la nota oficial del General Urquiza, desconociendo los actos de la Junta de Representantes de San Juan, y restableciendo a Benavidez. En caso necesario, apelaríamos al Congreso contra el acto arbitrario que nos despojó de nuestras libertades: apelaríamos del decreto de 16 de julio apoyándonos en el decreto de 18 de Mayo que nos autorizó para obrar, que nos incitó, podemos decirlo. Nosotros no hemos entendido sostituir una arbitrariedad a otra al unirnos al General Urquiza contra Rosas: nosotros no hemos entendido crear en el Encargado de Relaciones Exteriores, un Juez Supremo, de cuyo tribunal no hay apelación, contra cuyos decretos no hay reclamo ni revocación por contrario imperio, sobre todo cuando son inconsistentes entre sí, contradictorios y se anulan los unos a los otros ; tanto mas cuanto que siendo peregrina la resolución tomada con respecto a San ¬Juan, y habiendo prevalecido en todas las Provincias que obraron del mismo modo los principios reconocidos para Córdoba, queda insubsistente esta incalificable excepciono ¿Por qué no declaró el Director nulo el nombramiento del señor Pujol en Corrientes hecho por la Junta, que deponía al General Virasoro, gobernador mas digno de consideración, pues mandó la línea en la batalla de Monte-Caseros en lugar de que Benavidez, desoyendo la petición del General Urquiza en la declaración de 1° de mayo de 1851, se declaró a favor del tirano, levantó tropas para sostenerlo, y mantuvo bajo el terror de sus tropelías, inerme a la Provincia?
Quien compare el lenguaje e ideas emitidas en esta nota, con la de igual carácter pasada en iguales circunstancias al Gobierno de Córdoba, deplorará el extravío y la fluctuación de principios en la dirección de la política. Pero mayor será la confusión si se añade que a renglón seguido, intentando don Celedonio Gutiérrez, como Benavidez seide Rosas, como Benavidez depuesto por la Junta de Representantes de Tucumán, mientras asistía a la convención de San Nicolás, y como Benavidez intentando recuperar el Gobierno legal, recibiera orden del Director de entregar las armas al Gobernador Espinosa como el Gobernador Yanzi, elegido por el pueblo. Mayor seria la confusión si se añade que a renglón seguido, aprobó el nombramiento del señor Pujol en Corrientes, con deposición del General Virasoro, su compañero en Caseros!
Esta falta de principios, esta inconsistencia en los actos, aquel obrar hoy en un sentido, mañana en otro, a merced del capricho, dejando burladas esperanzas aquí, hiriendo susceptibilidades allá, tan pronto aplaudiendo el sentimiento de libertad, tan pronto proclamando legal la tiranía de los seides de Rosas, han traído como debía suceder, el desquicio universal, el desencanto y por resultado final la expulsión del poder de este hombre incompetente para dirigir lo que no comprende, pequeño para la tarea que se le había confiado, e incapaz de sostituir la regla, el orden, el derecho, a sus propias pasiones, a la inspiración del momento. San Juan queda aplastado, es verdad, bajo el peso de estas inconsistencias pueriles; pero queda vengado del autor de ellas. El ha pagado caro sus faltas; y para él su castigo es sin término, mientras que San Juan, lo hallará en la marcha natural de las cosas.
Pero el gobierno de San Juan siendo ahora libre, nada menos quería que la guerra. La guerra cuesta plata, cuesta estragos, cuesta interrupción del trabajo, de las comunicaciones y del comercio, y vencedor o vencido es el pobre pueblo quien la paga. Benavidez estaba seguro de que su fortuna no seria en lo mas mínimo menoscabada. Hombres escrupulosos en su conducta, propietarios, comerciantes eran sus adversarios. ¿Quién estaba seguro de contribuciones, ultrajes, venganzas si Benavidez triunfaba? Pero en todo caso a qué objeto la guerra?
El gobierno de San Juan, envió a su ministro el señor Doncel acerca del gobierno de Mendoza, a pedirle que depusiese todo aparato bélico, pues que eran ciudadanos y no caudillos; y que con dos palabras podían entenderse. D. Eugenio Doncel es un joven de mérito que ha pasado sus primeros años en Mendoza, consagrado mucho tiempo a los trabajos de minas, sobre lo que tiene conocimientos profesionales. Envióse otra comisión cerca del General Benavidez, rogándole que no arrastrase tras sí esos soldados inútiles y que vendrían a causar males inevitables en su propio país. El gobierno interino lo proclamó propietario, y una tercera comisión de siete ciudadanos entre ellos don Tristán Echegaray, Teniente Coronel del ejército del Perú, salió a recibirlo. El Coronel don Anselmo Rojo y los demás jefes, habían desde que se tuvo noticia de la disposición del General Urquiza, hecho declaración pública de su obediencia a sus ordenes. La nota del ministro de Relaciones Exteriores del Directorio, dirigida al gobierno de Mendoza, dará una idea de las aserciones erróneas, de la ligereza y futilidad de las causas que se alegan, y de los epítetos injustos que se prodigan. Si el objeto del sacrificio de San Juan fue estorbar la repetición de estos actos, necesarios, inevitables, legítimos, la repetición simultánea de los mismos en Corrientes, Córdoba, Tucumán, Salta, Jujuy, puesto que Mendoza, Santa Fe, Buenos Aires y Santiago del Estero ya habían consumado sus cambios, probará la esterilidad y la injusticia de la medida.
En la nota que el 9 de agosto escribiendo a Benavidez el gobierno de Mendoza le decía:
"Se ha instruido el infrascripto por el señor Doncel verbalmente, que es talla disposición pacífica y sumisa de la provincia de San Juan, que bastará allí la presencia del señor General con sus ordenanzas para ser obedecido y respetado, a pesar que las ordenes del directorio, a quien prestarán entera sumisión, no han sido comunicadas de una manera oficial, V. E. podrá apreciar esta disposición, como fuese de su agrado, no obstante, el infrascripto continúa los preparativos del contingente con la mayor actividad."
Tal era en efecto la verdad de la situación, y es lamentable que el gobierno de Mendoza ni antes, ni entonces, ni después, tuviese ni opinión ni simpatías, ni juicio sobre el derecho, sobre los intereses de la provincia hermana. El gobierno de Mendoza se había constituido de mucho tiempo antes, según consta de cartas, ciego ejecutor de lo que hubieren de mandarle, como lo haría la ordenanza de gobierno con sus propias ordenes. Las disposiciones mas severas de una autoridad superior admiten reparo, representación, informes, rectificación de hechos, explicación de motivos. Tanta abnegación, tan ciega disposición a ejecutar sin hacer valer su personería, si bien era el fruto del deseo de apresurar la organización nacional, no deja de acusar algo de aquella postración y sometimiento de que tan tristes muestras dieron las provincias durante la dictadura de Rosas.
El 14 de agosto la Sala de Representantes de San Juan ofició al gobierno aprobando todo lo que había hecho para preparar el restablecimiento del caudillo, sin efusión de sangre, sin trastorno, en los términos siguientes:

MINUTA DE CONTESTACION
Al Supremo S. E
El infrascrito tiene el honor de dirigirse a S. E. para manifestarle que la Honorable Sala en sesión de este día ha tomado en consideración las dos notas de S. E. fechas 7 y 9 del presente mes, como también los documentos importantes que en copias autorizadas vienen acompañadas
La Honorable Sala ve con dolor que la ley sancionada en 6 de junio de este año por el voto unánime de los RR. del pueblo, de estos RR. elegidos con una popularidad! desconocida en los fastos electorales de la Provincia, ha sido mirada, sin embargo, como resultado de un motín criminal por el Exmo. Director Provisorio de la Confederación Argentina.
Esta circunstancia crea para el país una situación irregular, en la cual S. E. ha procedido con acierto esforzándose con sus resoluciones a evitar una catástrofe en la Provincia la H. R. aprueba pues, la conducta del Gobierno en la crisis actual. Pero tiene al mismo tiempo la intima convicción de que la situación presente y los antecedentes que la han producido hacen incompatible la continuación de las actas de este cuerpo soberano, con las vitales exigencias de la actualidad
Con este motivo el infrascripto, etc.,-Sala de sesiones, agosto 14 de 1852 - Presidente - Jerónimo Rujero - Secretario
El Gobernador proclamó así a los ciudadanos de la guardia cívica.

¡VIVA LA CONFEDERACIÓN ARGENTINA!
El Gobernador interino de la Provincia a las fuerzas de la Guarnición.
Compañeros: El Supremo Director Provisorio de la Nación ha dispuesto el restablecimiento del Sr. General Brigadier D. Nazario Benavidez en el Gobierno de esta Provincia, y el que-suscribe, consecuente con sus deseos de arribar cuanto antes a la organización da la República, no ha trepidado en dar cumplimiento a las ordenes superiores, evitando conflictos de fatales consecuencias.
Os recomiendo el amor al orden, obediencia a las autoridades, de que habéis dado tantas pruebas, y no dudéis de vuestra seguridad, puesto que habéis dado ejemplos de civismo desde vuestra creación, y comprendisteis perfectamente que la espada de los libres no debe emplearse sino en impedir los amagos de la guerra civil. Esta es la primera misión.
Paz, orden y abnegación, exigen las circunstancias: y los sanjuaninos no desmentirán jamás sus honrosas cualidades.
Zacarías A. Yanzi
El aspecto de aquel pueblo tan animado , tan alegre en la época de felicidad que había saboreado, presentaba en estos momentos algo de solemne, de reconcentrado,. de religioso. Los mismos hombres se desconocían. No había pavor, no obstante que se anunciaban ya las avanzadas de paisanos de San-Luis. Había tranquilidad, triste, enérgica, paciente en todos los semblantes, en todos los discursos. Había una víctima, un chasqueado, un avergonzado, un confundido. Este era Benavidez. Los sanjuaninos, ¿de qué iban a avergonzarse? Huir? No; nadie. Cada uno en su puesto, en su casa, en su provincia.
Benavidez entró precedido de una comisión de siete individuos que el gobierno envió a su encuentro y seguido de ese paisanaje de las campañas pastoras, armado de picas, sucio, cubierto de malos harapos. Hemos dicho que en San Juan no hay gauchos. La Generalidad se trae decentemente. Benavidez apoyado por puntanos y riojanos, era la idea visible, significativa: La barbarie entraba de nuevo a San Juan, con toda su desnudez, con toda su fealdad.
Las puertas permanecían cerradas, las calles desiertas, los vecinos ocultos. Una partida al mando de Juan Monteros, Jefe de policía del fraile Aldao, de fatídica memoria, se presenta en casa da o. Zacarías Yanzi a tomarlo preso. El gobernador desconocido, después de haber preparado todo para la pacífica entrada y recepción de Benavidez, después de haber velado tres noches, recorriendo la población, apareciéndose de improviso en todas partes, dormía profundamente, satisfecho de no haber descuidado un solo deber, una sola precaución, cuando su mujer despavorida lo despierta anunciándole que viene a prenderlo Juan Monteros. Hay ciertos temores a que el valor mas probado no puede resistir. Si le hubieran dicho que era un oficial de Benavidez, lo habría hecho pasar adelante mientras se aprestaba; pero
Montero! el agente de Aldao, el fraile horrible ! Yanzi el imperturbable Yanzi
huyó por los fondos de la casa, saltó murallas, cayó, y se dislocó un pié. Sus perseguidores se proporcionaron una cama para trasportarlo a la cárcel. Allí de paso vio al Dr. Rawson, a quien remachaban dos barras de grillos, acaso las mismas que D. Domingo F. Sarmiento había llevado doce años antes, porque entre nosotros las generaciones de patriotismo e instrucción tienen un lugar por donde pasan, la cárcel, las prisiones. Rawson había sido ajado, insultado, como su predecesor en esfuerzos por la libertad de su patria. Don Baltazar Sánchez, Sanjuanino, establecido en Mendoza y uno de los propietarios animosos que han recogido, hilado, teñido la seda, había sido enviado por el gobierno de Mendoza a interponer su influencia para que las violencias inútiles no deshonrasen un acto ya harto injustificable. Para qué cargar de cadenas a hombres que no huyen, que no niegan, que no atenúan sus actos?
Benavidez justificó los suyos, con ordenes terminantes del Director Provisorio. Consta de las notas del enviado de Mendoza dando cuenta de su comisión. De esta manera la odiosidad de los actos pesaba sobre el Director y no sobre Benavidez. Acaso no previó que Sánchez había de publicar estos asertos. Al día siguiente, empero, Benavidez, en despecho de las ordenes del Director, permite que los reos de Estado tengan sus propias casas por prisión. Quién intercedió por ellos? El silencio sepulcral de la ciudad. Habrían podido contarse los latidos del corazón, no de los vencidos, sino del triste vencedor, que apenas creía a lo que presenciaban sus ojos. Dispúsose, pues, llevar a Yanzi en su cama a su casa; pero cuando los soldados lo iban a cargar, se presentaron los ciudadanos y cargaron ellos punto menos que en hombros, el cuerpo estropeado, pero no manchado del elegido del pueblo; y los riojanos y demás soldadesca de campaña dejó hacer, no comprendiendo aquellos honores, prodigados a quien hubieran degollado como a una res, si así les hubieran ordenado. Un solo sanjuanino emigró. Era el cura Cano, el sobrino de Benavidez, que creyó no poder protestar de otro modo mas claro, que huyendo de su deudo político.
Don Saturnino Laspiur, último ministro de Yanzi y antiguo de Benavidez, fue invitado por éste a continuar en el ministerio, y por conducto del ayudante don Javier Quiroga, se escuso en términos muy comedidos, pero mas explícitos. El 17 reiteró Benavidez su empeño con el mismo resultado; pero como con Benavidez no basta dos y tres veces mostrarle que no hay deseo de hacer lo que él necesita, don Saturnino Laspiur hizo su formal renuncia por escrito el 19 y se retiró a su casa, no obstante el 18 haberle indicado Benavidez que redactase el decreto de convocación a elecciones para nueva Junta de Representantes. Benavidez, que sirve a Rosas o a Urquiza, no importa, no es hombre de concebir porque el ministro que había autorizado los decretos salvadores de Yanzi, no querría ipso facto firmar el decreto de Benavidez que insultaba al hombre a quien tenia aherrojado. ¡Vanos escrúpulos!
A decir verdad, Benavidez no sabia si Laspiur era o no su Ministro. El 22 don Saturnino Laspiur venia de su casa hacia la plaza y vio gente que leía un decreto fijo en las esquinas. Era tan natural la curiosidad de saber como iniciaba su administración el caudillo restaurado, que es disculpable se acercase a leer. El General Urquiza emprendía una obra de titanes confiando el gobierno constitucional conforme a las leyes, a quien lo había ejercido arbitrario, irresponsable durante diez y seis años. Iba a hacen comer con tenedor y cuchillo, a quien estaba habituado a hacerlo con sus propios dedos. Las chambonadas, las chorreras habían de ser para vergüenza del que tanto se prometía. Saturnino Laspiur lee, y antes de leer el decreto, su nombre en todas letras llama su atención, como el ministro que ha autorizado aquel decreto. Laspiur tiene sesenta años y la vista le flaquea. Saca sus gafas para corregir la ilusión y lee claro: Saturnino M. de Laspiur, Ministro General de Gobierno. Al mejor se las damos! Sorprenderse infraganti delito de ser ministro de Benavidez, de haber firmado un decreto, cuyo contenido aun no ha leído y empezaba solo entonces a leer.

¡VIVA LA CONFEDERACIÓN ARGENTINA!
San Juan, agosto 21 de 1852.
El Poder Ejecutivo de la Provincia
Considerando: que a virtud del motín escandaloso ocurrido en junio, algunos de los Diputados que integran la Representación Provincial infringiendo el sagrado encargo de sus comitentes, y desoyendo la voluntad soberana, y la voz imperiosa del pueblo, han desatendido y traicionado sus sagrados deberes, Que estos: encabezando un club anárquico y sedicioso, han despojado al pueblo violentamente de sus autoridades legítimas. Que no contentos con dejarlo acéfalo, han llevado sus aspiraciones hasta ocupar la primera magistratura abrogándose facultades de que carecían para derogarla-Que han alarmado y hecho necesaria la actitud bélica e imponente en el que el Excmo. señor Director Provisorio de la República colocó al Ejecutivo y autoridades que lo rodeaban para la aquiescencia da su restitución. Que a consecuencia de sus actos subversivos y criminales se han hecho indignos de la confianza que el pueblo depositó en ellos;
Ha acordado y decreta.
Art. 1.° Convocase al pueblo para que el domingo 29 del corriente, concurran los habitantes a la Sala de Sesiones a prestar su sufragio por veinte y dos Ciudadanos que reúnan las cualidades necesarias que la ley exige para miembros de la Legislatura Provincial.
2.° El expresado día estará reunida la mesa electoral a las diez de la mañana en el lugar indicado.
3.° Pásese el correspondiente aviso a la Suprema Cámara de Justicia, a efecto de que haga saber a los señores Jueces y empleados que deben componer la mesa electoral.
4.° Imprimase, publíquese y dese al registro Oficial.-
BENAVIDEZ
Saturnino M. de Laspiur
Laspiur aturdido, espantado, prorrumpe en gritos de indignación, y el ex¬ministro de Yanzi sale como loco por las calles, creyendo que todos los que lo encuentran van a escupirle la cara, y deteniendo a cuantos ve a su paso les dice ¡pero Ud. no cree, que yo he firmado ese decreto! No: dígame que no cree. Yo tengo hijos; yo tengo faltas como hombre; pero no he cometido traiciones jamás; no he insultado a los que sufren, a los que se sacrifican por su país, a mis compañeros!
Don Saturnino Laspiur mas serenado al recibir de cada uno muestras de la completa confianza que su intachable carácter inspiraba, vuelve sobre sí, y habituado al trabajo de las oficinas, se explica el hecho, atribuyendo a rutina, precipitación, descuido el encontrar su firma puesta al pié de aquel decreto. Dirígese, pues, a Benavidez y le expone el caso, y éste le dice con su sencillez habitual, que por cuanto su renuncia aun no había sido aceptada, era ministro, y como tal, él había hecho poner su firma. En vano el agraviado intenta hacerle sentir que aun cuando sea ministro, su firma no puede ser usada sin su voluntad, sin que él sepa bajo qué palabras se pone. Benavidez lo mira tranquilamente alargando el cuello, como él sordo que se esfuerza por comprender las palabras de que no llegan a su espíritu sino sonidos confusos. Laspiur tomó entonces consejo de su desesperación. Despachó un chasque a Mendoza suplicando al Constitucional publicase su vindicación, de manera que el correo pudiese llevarla a Buenos Aires, a fin de que el Director Provisorio saborease las primicias de su obra. Decía así:

"El día 21 del corriente se publicó por bando en esta ciudad el decreto que incluyo impreso, convocando, al pueblo para elegir representantes, y en él aparece mi nombre como Ministro General de Gobierno.
Sin antecedente alguno del citado decreto, y deseando saber lo que en él se preceptuaba, me acerqué con varios ciudadanos a una de las esquinas de la plaza, cuando tenia lugar la publicación, y pude oír lleno de asombro que, sin mi consentimiento, ni razón legal u ostensible siquiera, se tomaba mi nombre para autorizar un decreto que me hace aparecer en posesión del empleo que interinamente acepté en el gobierno del señor Yanzi, y que para evitar toda duda, tomé la precaución de dimitir y comunicarlo al señor gobernador propietario, tres días antes del decreto que ahora me ocupa.
Sorprendido con este suceso en aquel acto, y no debiendo permitir que mi silencio se interpretara violentamente, comprometiéndome ante mis conciudadanos levanté la voz para declarar "que no era ministro, que tres días antes estaba separado de la secretaría y por último que ese decreto ni siquiera se había puesto en mi noticia.
El carácter serio de este acontecimiento, y mi hábito de juzgar las acciones con reposo indulgente, me indujeron a creer, que acaso los oficiales de secretaría dieron mi nombre a la prensa sin tener datos de mi separación del ministerio; pero aun así siempre seria indisculpable, por transgresivo el acto de tomar la firma del ministro, o estampar su nombre, sin que éste hubiese redactado o al menos tenido noticia previa del documento que con él se quería legalizar.
Sin embargo, hoy he sido llamado a la Casa de Gobierno, y S. E., queriendo justificar el procedimiento, ha tenido la bondad de opinar que, aunque recibida por su señoría mi dimisión, no estando aun proveída, había juzgado que me hallaba en aptitud de autorizar aquél decreto.
Con profundo respeto acato las opiniones del señor Gobernador Benavidez en materias legales, mas yo traicionaría mi conciencia, si aparentase creer, que declarado atentatorio y nulo, y habiendo por lo mismo desaparecido de la escena pública el Gobierno a quien serví interinamente, puedo conservar, sin embargo, el carácter que aquel me confirió a virtud del cual fui parte de ese gobierno como Ministro General. Mayor injuria haría a la dignidad de un Magistrado, si creyese posible la existencia de un Gobierno culto, formando parte de él un Ministro autorizante sin nociones de su sagrado deber.
Mis conciudadanos, que han tenido motivos para conocer la sinceridad de mis intenciones, al encargarme del Ministerio en los últimos días de la pasada administración; ellos que me han visto hacer uso de los medios que estaban a mi alcance para alejar todo conflicto humillante entre el descenso de un gobierno y la exaltación de otro; el pueblo todo, que ha sido espectador de los actos del Gobierno interino a quien serví convencido de su patriotismo y abnegación por la causa del orden y de los verdaderos intereses de la República, creo que me harán la justicia de admitir mis asertos en cuanto a la ninguna parte que he tenido en el decreto publicado con fecha 21 del corriente.
Prescindo de la justicia o necesidad de ese decreto, tanto como de los términos en que está redactado: pero no habiendo tenido en él, repito, la mas leve participación, claro está que haría grave ofensa a mi nombre y al de mis hijos, si no me apresurase a declarar ante todos mis compatriotas, que el citado Decreto no es obra mía, y que de ningún modo lo habría subscrito sin violentar mis convicciones, cada día mas profundas, mientras mas palpable aparece la necesidad de imitar al Libertador, si queremos ver pronto realizada su grande obra.
Saturnino M. de Laspiur.
Don Saturnino Laspiur permaneció en su casa tranquilo; la publicación llego, y Benavidez se dio por muy bien servido. ¿No es gobernador legal?
Creeráse que hubo error momentáneo en aquel abuso de la firma de un hombre. No: Benavidez está persuadido, de que es de su derecho autorizar sus decretos con la firma de un ministro; que la voluntad y la conciencia del ministro no entran por nada en el acto puramente material, de forma, de suscribir los decretos. En prueba de ello lo ha hecho sostener así por un periódico oficial que hace redactar en la imprenta que costearon los que lo depusieron, y don Saturnino Laspiur ha necesitado todavía el 7 de octubre volver a defenderse, no ya de haber firmado el decreto, sino de despojo, usurpación y abuso de su firma.
Dirásenos que puesto que hay un redactor de periódico en San Juan que sostenga a Benavidez, no es tan absoluto su aislamiento. Esto merece entrar en algunos pormenores. Don Pedro Duran, hijo de un médico de provincia, pasó sus primeros años en Buenos Aires, repartidor de la Gaceta Mercantil. Mas tarde federal exaltado, partidario de Rosas, en San Juan logró introducirse hasta la presencia del tirano en Buenos Aires y merecer la distinción de un recado con chapeado de plata. Después tuvo un hijo suyo educándose por cuenta de Rosas en un colegio. Benavidez lo creyó algún tiempo un espía puesto a su lado, hasta que regresa lo Duran a Buenos Aires se halló allí en los días de la caída de Rosas. Distinguiose por sus vociferaciones en Palermo y en las farsas de entierros que se hacían al Loco, traidor Urquiza, por cuya entusiástica conducta Rosas le hizo dar doce mil pesos en papel. El día de la derrota de Caseros, se embarcó temiendo con razón la venganza de aquel a quien tanto había ultrajado. En Montevideo se embarcó para Chile en un vapor francés, y al leer en el Mercurio la proclama del señor Urquiza en que abogaba por el uso de la cinta colorada, emprendió su viaje para San Juan, seguro ya de que nada o poco se cambiaria en la situación del país. No es extraño, pues, que Benavidez encuentre un escritor contra los anarquistas y demagogos.
Estos son los hechos que resultan de documentos públicos, que no admiten ni tergiversación ni comentarios. Esta es la suerte que ha cabido a la Provincia de San Juan. Pero estos también sus únicos, sus legítimos medios de defensa. Trascurrió Agosto, pasaba setiembre, y en vano el tiranuelo restaurado llamaba de puerta en puerta, invocando a todos los partidos, a todas las debilidades, a todas las prisas de aparecer en busca de un ministerio. No había para él ministro en San Juan, y si alguno se dignaba contestarle, era para imponerle por condiciones de su aceptación el reconocimiento de su ilegitimizad, y el sometimiento a la Sala de Representantes ilegítimamente electa.
Necesitaba Juez de policía, y lo había sido en los últimos tiempos de su pasada dominación (porque administración es mal dicho cuando se habla de Benavidez) su compadre, amigo, y socio de negocios don Aniceto Sánchez, a quien acudió esta vez por ayuda. Pero el compadre está enfermo, está ocupado, el compadre no quiere echarse sobre sí responsabilidades odiosas. Es comerciante, y eso de suponer, falsificar firmas, es ya un poco serio y toca al dominio de la honra individual.
Con aquel decreto, célebre en los fastos del caudillaje en que se introducía una firma falsa para constituir la legalidad, tal como la enseñó y practicó Rosas, se procedió a la renovación íntegra de la Sala, contra el testo de la ley; pero nadie concurrió a votar. Segunda convocación, y algunos soldados, oficiales y sirvientes de Benavidez dieron una elección legal, dí cuarenta votos, y una Sala compuesta de quienes Benavidez creyó que lo ayudarían. La Sala así electa no quiere reunirse. Segunda convocación con multas y prisiones, con el mismo efecto.
Era preciso que San Juan estuviese representado en el Congreso; al principio quiso que el Dr. Rawson, a quien había hecho injuriar y llevar a golpes y empujones a la cárcel, dónde lo cargaron de prisiones fuese al Congreso, lo mismo que había querido llevarlo preso a la Convención de San-Nicolás. El otro Diputado por San Juan, Carril, había aceptado la diputación de Buenos Aires; ………………….el otro era pecado nombrarlo. Entonces se procede a nueva elección, y sale electo en San Juan en la patria de Carril, Sarmiento, Oro, Aberastain, Cortínez, Rawson, Doncel, sale electo Irigoyen el enviado de Marzo que vino a traer el restablecimiento de la cinta colorada, impuesta ahora a palos en las calles, el apoyo al enemigo declarado, la persecución a los amigos que habían padecido por la causa que triunfaba, y la perpetración del dominio eterno, del Capataz de Rosas, reconocido ahora por Urquiza, el mejor de los capataces posibles, para todos los amos presentes y futuros.
No: Irigoyen no tendrá el cinismo de presentarse en las puertas de un Congreso diciendo: yo soy el representante de San Juan; porque cada miembro de ese Congreso sentirá subirle la sangre a la cara, porque cada uno tratará de alejarse del contacto de aquel réprobo, a no ser que cada uno reconozca; que es él tan representante de la voluntad de su provincia comitente como se siente y cree Irigoyen serio de San Juan. Tenia razón este mozo en escribir de San ¬Luis a Mendoza: "Soy el hombre mas feliz. Acompañé a don Juan Manuel hasta que lo dejé embarcado, y no bien vuelto a mi casa soy llamado por el ilustre General Urquiza para confiarme una misión diplomática cerca, de los Gobiernos de estas provincias." Ahora sin saber por qué, si no es por sus altos merecimientos, San Juan lo elije Diputado! Será que hay hombres que traen escrito en la frente lo que valen, y que en ciertos casos, y para ciertos fines, Rosas, Urquiza, Benavidez, y los que en pos de ellos, vengan con el plan les venga al pensamiento, el hombre apto para realizarlo.
Hemos terminado esta sucinta narración de los hechos que han precedido y seguido a la lucha gloriosa por establecer la Constitución Argentina. Nada hemos dicho, nada referido que no sea necesario complemento de nuestro asunto especial. Somos avaros de revelaciones. No en todas partes el público está habituado a oír contar lo que es absurdo, inverosímil, imposible, ante la razón y la conciencia, como hechos vulgarísimos. Al hablar de nuestras cosas necesitamos de la discreción del irlandés que escribiendo de Buenos ¬Aires a sus hermanas en Irlanda, les decía ponderando el país; es esta tierra tan abundante que yo como pan casi todos los días, y carne dos veces a la semana. Alguien estrenaba aquella manera de ponderar, diciendo lo que era inexacto. ¡Qué quiere U. amigo. Si les digo a mis hermanos que aquí se come carne todos los días, van a creer que es una hipérbole, una manera de ponderar lo bien que me hallo."
Pero la cadena de nuestros largos sufrimientos toca a su fin. Las provincias libres de sus tiranuelos, nos son garantes de nuestra libertad próxima. No les pedimos que nos auxilien. Las invasiones piden armamentos para resistirlas, y nuestras fortunas, nuestro crédito, nuestra seguridad es quien da los medios de evitar que nos emancipemos. Conserven sus libertades las otras provincias, esto nos basta. Benavidez está como bola sin manija, echando los ojos para todas partes, buscando donde se levanta un tirano grande si en Buenos Aires o en Entre Ríos, si porteño o provinciano, pues él no rechaza pelo, para asociársele. Ahora las grandes sabandijas han desaparecido, no quedan solo los satélites. Nuestro camino está trazado. Ningún acto gubernativo tiene autoridad sin la forma de decreto firmado por ministro responsable, y publicado con todas las formalidades de estilo.
La cesación de las facultades extraordinarias con que se hizo el sonso diez años, le fueron retiradas por la junta de Representantes, en ley que tiene su cúmplase y publíquese."
No pueden imponerse contribuciones forzosas o arbitrarias sin una ley especial emanada de la Sala de Representantes, que las autorice.
No puede perseguirse, encarcelarse a los individuos, sin orden escrita de juez ordinario, ni imponerle pena sin previo proceso, juicio contradictorio y sentencia. Todo acto que no esté revestido de estos signos y formalidades, es atentado: si contra la propiedad, expoliación: si contra la persona, tropelía; si contra la vida, asesinato.
De su perpetración pediremos constancia y declaración por ante los tribunales ordinarios: si nos fuese negada la levantaremos nosotros mismos, por declaración de testigos presenciales.
Esta es nuestra arma, nuestra única defensa. Así se han educado a todos los tiranos en todas partes; así se ha contenido siempre el desenfreno del poder. No hay pueblo débil con esta armadura. Las colonias norte-americanas, compuestas al principio de menos habitantes que los de San Juan, lucharon durante tres siglos, sucesivamente, con el Parlamento, con el Rey, con los gobernadores de Inglaterra. Cuando después de diez años de protestas, reclamos, comisiones, alegatos, el rey mandaba un buque de guerra con tropas y un gobernador, los colonos se reunían en la Iglesia, oraban, pedían a Dios fortaleza para resistir a la prueba; y con los brazos cruzados, se presentaban ante la fuerza preguntándoles quién sois? qué buscáis?-Soy el gobernador mandado por la corona-Perdón, señor, la corona no tiene derecho de mandarlo, por tanto no sois gobernador.-Tengo orden de prender a los rebeldes, juzgarlos y colgarlos-Prended nos; pero como no sois juez ni gobernador, no podréis juzgarnos ni colgarnos. Lo único que podréis hacer es robar y asesinar. Si es esa vuestra misión, nuestras propiedades están ahí, nuestras vidas aquí, nosotros no tenemos armas. El gobernador volvía a Inglaterra con sus soldados inútiles. La Jamaica con igual población a la de San Juan resistió setenta y dos años, un acto ilegal del rey que quiso suprimir la Junta de Representantes de Jamaica, asimilando su gobierno al de Irlanda; y a los setenta y dos años, el rey que sucedió al que empezó la lucha, y a los que la sostuvieron, tuvo que cantar la palinodia y declarar legítimas las pretensiones de la Jamaica, y abrogar toda disposición en contrario.
Cada ciudadano individualmente hará lo mismo.
Sin ir lejos, tenemos ejemplos mas próximos. Un vecino de Buenos¬ Aires, don N. Molino Torres, hacendado rico, hombre pacífico, ha resistido al terror, a las peticiones, a las amenazas de la mazorca, con humildad, muñéndose de miedo, temblando, pero diciendo a todo: No puedo señor: mi conciencia se opone a lo que me piden- Ud. cree que se burla, le decían mostrándole el puñal-V. ve como tiemblo-Firme entonces-no puedo-Lo mato-No me mate señor, por Dios-Firme entonces-Pero si no puedo firmar, es contra mi conciencia. Y nunca firmó.
Benavidez no se obcecará por largo tiempo. Tiene una familia numerosa. Tiene fortuna. Aun espera que las cosas vuelvan a lo que eran antes; cuando se desengañe, se retirará a su casa, a vivir como ciudadano, a trabajar a la sombra de las leyes. Los que lo aborrecen pueden desearle que siga en el camino que lleva. Los que lamentan y disculpan los extravíos humanos, lo traerán a la razón. La época es propicia: la generosidad, el olvido, la fusión es un sentimiento dominante. Acaso dentro de un año, dentro de dos, dentro de tres sea otro, y la necesidad de escarmentar la impudencia aconseje la aplicación de la ley.
De la relación documentada que precede resulta pues que:
El Gobernador de San Juan legítimamente electo por la provincia en comicios públicos por convocación de la Sala de representantes reconocida y obedecida por Benavidez hasta después de su marcha, enviándole la circular de abril del Encargado de las Relaciones Exteriores para que las Juntas autorizaran a sus gobernadores a arreglar definitivamente las bases del Congreso constituyente, es
Don Zacarías Yanzi.
Que: El personal legítimo de la Junta de Representantes de San Juan es aquel que delegó el Gobierno de la provincia al ausentarse Benavidez en la persona de su Presidente, y depuso al gobernante de Rosas y convocó a nuevas elecciones, como lo hicieron Córdoba, Corrientes, Salta, Jujuy, Tucumán, Mendoza con los seides de Rosas. Los diputados al Congreso constituyente, electos por la elección mas popular que ha tenido lugar en la provincia son:
D. Domingo F. Sarmiento.
Dr. don Salvador M. del Carril.
Dr. don Guillermo Rawson (suplente).
La elección de Irigoyen es espuria, impuesta, y no emanada de la voluntad de ningún sanjuanino. Pedimos que se publique la lista nominal de los votantes; y protestamos desde ahora para en adelante ante el actual o el futuro Congreso, contra la admisión de los diputados intrusos, y damos por írrito y de ningún valor lo que de origen tan ilegítimo salga. El decreto de Benavidez en que hubo de declarar nulos los procedimientos de la Junta de Representantes que lo envió a San Nicolás, contiene la falsificación de la firma de un ciudadano, para hacerlo figurar como el ministro, sin cuya autorización no hay acto gubernativo obligatorio. Este abuso de confianza, esta suposición dolosa de una firma, está acreditada por dos protestas la una de 22 de agosto, y la otra de 7 de octubre; hechas en la prensa, por el agraviado don Saturnino M. Laspiur. El lapso de tiempo trascurrido entre la una y la otra, que muestran un convencimiento perseverante: la notoriedad del hecho, la confesión de Benavidez mismo que no lo ha negado, sosteniendo tan solo su derecho de usar de la firma de los que él llame sus ministros sin consultarlos, establecen la autenticidad mas completa de que todos los actos emanados del decreto de 21 de agosto, en que Benavidez pretendió desconocer la legitimidad de los procedimientos de la Junta de Representantes, son nulos, como no sucedidos, por no tener autoridad alguna aquel decreto apócrifo.
POR TANTO: Los ciudadanos de San Juan, en uso de su derecho esperan la convocación de los notables de la ciudad a CABILDO ABIERTO, en la Aceralia de las autoridades provinciales, como se hizo el 20 de mayo de 1810 en Buenos Aires, para que el pueblo decidiese si debían obedecerse las ordenes del Virrey, estando en duda, la legitimidad del poder que lo delegaba.
El Cabildo abierto ha sido nuestra institución nacional, hasta que se creó por leyes patrias la Junta de Representantes y se instituyeron las elecciones populares. Estando disuelta por un decreto apócrifo en su forma, abusivo en su esencia la Junta de Representantes creada por la ley Patria, el CABILDO ABIERTO, la convocación de los notables de la ciudad para que expresen su sentir, es el recurso que nos dejan las leyes españolas vigentes, y que los reyes absolutos no negaron nunca a sus vasallos de España y de América, como consta de nuestra historia, y se registra en las actas capitulares de San Juan hasta mucho después de declarada nuestra Independencia nacional. En esta virtud:
Se cita y emplaza a dicho Benavidez para ante el Cabildo abierto de los notables de la ciudad de San Juan, convocado a campana.
DOMINGO F. SARMIENTO

[1] Editamos aquí la primera edición. Este escrito, no firmado por Sarmiento, está incluido, sin aclaraciones y con agregados, en el tomo XVI (titulado Provinciano en Buenos Aires, porteño en las provincias) de la Edición Nacional de las Obras Completas.

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