septiembre 06, 2010

Mensaje del Presidente de la República Argentina, Eduardo Duhalde, en el acto de toma de posesión ante la Asamblea Legislativa (2002)

MENSAJE
DEL
PRESIDENTE DE LA REPUBLICA ARGENTINA
Eduardo Duhalde
ANTE LA ASAMBLEA LEGISLATIVA
EN EL ACTO DE TOMA DE POSESION
EN 1 DE ENERO DE 2002
En la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, capital nacional

Honorable Asamblea Legislativa; querido pueblo de mi patria: he sido designado por esta Asamblea Legislativa para ocupar la Presidencia de la Nación hasta el 10 de diciembre del año 2003.
Asumo con el firme propósito de cumplir con la palabra empeñada en estas circunstancias que llaman a la entrega y al sacrificio de todos los argentinos.
Como ustedes saben, a partir de la renuncia del doctor De la Rúa, consideraba que la responsabilidad en el ejercicio de un gobierno de transición es incompatible con la pretensión de competir por una candidatura presidencial en el año 2003. Por lo tanto, me comprometo a realizar un gran esfuerzo personal para resolver la crisis y poder transferir la banda presidencial a otro ciudadano electo por la voluntad del pueblo argentino dentro de dos años. (Aplausos).
Hace pocos días respondimos al urgente llamado a la responsabilidad formulado a la dirigencia política por la Conferencia Episcopal Argentina. La Iglesia prestó el ámbito de CARITAS, donde con el concurso y asistencia del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, comenzamos a transitar un proceso de diálogo nacional capaz de cambiar la dirección que llevó al país a este angustioso presente.
Desde mañana, sin delegar la responsabilidad en la recuperación de la paz social que me compete y la tarea que debo realizar, estaremos trabajando juntos con las fuerzas políticas, empresariales, laborales y organizaciones no gubernamentales en la elaboración inmediata de un programa de salvación nacional. Participar de ese abierto proceso de diálogo, es afirmar que queremos mirar de frente a cada argentina y cada argentino y decirles que conocemos sus angustias y desesperanzas y que estamos dispuestos a salvar solidariamente la Nación recuperando la dignidad de cada miembro de la comunidad.
No son horas de festejos las que corren. Sin embargo, son horas de esperanza, porque estamos asistiendo a una experiencia inédita en nuestra vida política que es la formación de un gobierno de unidad nacional construido por sobre las banderías políticas y los intereses partidarios que constituye un preciado reclamo de nuestro pueblo.
Mi designación es el fruto de la voluntad de los representantes del pueblo. De allí emana mi legalidad, pero aspiro que este gobierno se constituya progresivamente en el fiel intérprete de los anhelos de las grandes mayorías nacionales.
Hemos tenido una profunda incapacidad moral y política para cambiar un modelo de exclusión social progresivamente instaurado en las últimas décadas.
Mi compromiso a partir de hoy, es terminar con un modelo agotado que ha sumido en la desesperación a la enorme mayoría de nuestro pueblo para sentar las bases de un nuevo modelo capaz de recuperar la producción, el trabajo de los argentinos, su mercado interno y promover una más justa distribución de la riqueza. (Aplausos)
Necesitamos la comprensión y la cooperación internacional. Hemos tenido que suspender el pago de los intereses de nuestra deuda pública porque no estamos en condiciones de hacerlo en estas circunstancias críticas que han generado una fuerte eclosión social. Y la única manera de hacer frente a nuestros compromisos internos y externos, es mediante el crecimiento de nuestra economía que derive en un auténtico desarrollo humano.
Conozco la profundidad de nuestro país federal; ese país profundo que suele escapar a la mirada de los ojos cotidianos. Mi compromiso es respetar a nuestras provincias garantizando los pactos suscriptos por los anteriores gobiernos y diseñar en conjunto un proyecto nacional que incluya a los argentinos sin excepción. (Aplausos)
Nosotros todos, sabemos del dolor y de la miseria que agobia a millones de argentinos del país federal. Es una Argentina de trabajo, una Argentina que se quiebra la espalda de los cañeros en Tucumán, de los algodoneros chaqueños, de los viñateros cuyanos, que se astilla las manos de los hacheros, que se oculta en los socavones de las minas, que se quema en el sol de las sequías, de la misma manera que se ahoga en las inundaciones. Ese es el país del que me hago cargo, el país real. Asumo teniendo plena conciencia de estas condiciones y con la decisión de encontrar las soluciones que todo el pueblo espera.
Por eso, hoy no hay nada de qué congratularse. No hay nada de qué celebrar o aplaudir. No es momento de cánticos ni de marchas partidarias. Es la hora del Himno Nacional. (Aplausos)
Quiero decirles que estamos en una situación límite. Lo sabemos. No tenemos crédito externo ni crédito interno. Están metidos en el famoso "corralito" 65.000 millones entre pesos y dólares que los bancos han prestado a empresas, familias o al sector público. Existe, sin embargo, una denuncia que se ha hecho eco en este Congreso acerca de la probable ilegalidad de la remisión de parte de esos fondos con maniobras al exterior. Hay que investigar seriamente esas sospechas. (Aplausos). Porque se debe garantizar que quienes hayan robado el dinero de la gente y quienes no hayan controlado a los que robaban, vayan presos. (Aplausos).
A los afectados por el "corralito", les digo que el Estado no permitirá que sean víctimas del sistema financiero. Quiero decirles que van a ser respetadas las monedas en que hicieron sus depósitos. (Aplausos). Es decir, que el que depositó dólares recibirá dólares, el que depositó pesos recibirá pesos.
Además, quiero decirles que la crisis financiera del sector público, como saben, no tiene precedentes. No tenemos hoy un peso para afrontar las obligaciones de salarios, jubilaciones y medio aguinaldo del Estado Nacional.
La excepcional caída de la actividad económica se traduce en una fuerte caída de la recaudación. Genera esto, un círculo vicioso perverso que pone a nuestro país al borde de la desintegración, al borde del caos.
Solamente en el mes de diciembre, la caída de la recaudación respecto del ejercicio 2000, alcanzó el 33 por ciento, cifras que se estiman similares en muchas de nuestras provincias.
El déficit fiscal del ejercicio 2001 alcanza a 9.000 millones de pesos. La deuda flotante del sector público alcanza a 5.000 millones de pesos sin computar las deudas que tiene la Dirección General Impositiva en concepto de reembolso de impuestos.
Como consecuencia de la depresión económica, la caída de nuestro ingreso por habitante alcanzó un 12 por ciento. También aumentó la desocupación superando todos los registros históricos del país y el índice de pobreza llegó al 40 por ciento de la población. Eso significa, ni más ni menos, que 15 millones de hermanos nuestros viven debajo de la línea de pobreza.
Durante el ejercicio 2001, las reservas del Banco Central de la República Argentina cayeron 18.000 millones de pesos o dólares y el 24 por ciento de los depósitos del sistema financiero fugaron como consecuencia, entre otros, de la crisis de confianza.
No es momento, creo, de echar culpas. Es momento de decir la verdad. La Argentina está quebrada. La Argentina está fundida. Este modelo en su agonía arrasó con todo. La propia esencia de este modelo perverso terminó con la convertibilidad, arrojó a la indigencia a 2 millones de compatriotas, destruyó a la clase media argentina, quebró a nuestras industrias, pulverizó el trabajo de los argentinos. Hoy, la producción y el comercio están, como ustedes saben, parados; la cadena de pagos está rota y no hay circulante que sea capaz de poner en marcha la economía.
Hay, por tanto, que sincerar esta situación, hay que explicar seriamente a nuestro pueblo dónde hemos caído y qué debemos hacer para levantarnos.
Honorable Asamblea: venimos con toda la fe, con toda la confianza, con todo el amor de que somos capaces a poner de pie y en paz a la Argentina.
Los pueblos toleran cualquier circunstancia adversa. ¡Y vaya si lo toleran!. Lo que ningún pueblo tolera es el caos, la anarquía. Y quiero decirles que el caos y la anarquía que vivimos, no se resuelve con balas ni con bayonetas (Aplausos), se resuelve ocupándonos seria y responsablemente de los problemas que afligen a millones y millones de excluidos en la República Argentina. Excluidos de todas las relaciones: políticas, económicas, sociales, culturales, laborales. Millones son los que están afuera. Y decir que venimos con todo el amor, como antes manifestaba, a poner de pie a nuestro país.
La doctrina social de la Iglesia es nuestra guía y, además, nuestro norte. Sus principios humanistas y cristianos, serán los pilares sobre los que se apoyen todas nuestras acciones de gobierno.
Esta gestión que hoy mismo comienza su tarea, se propone lograr pocos objetivos básicos: primero, reconstruir la autoridad política e institucional de la Argentina; segundo, garantizar la paz en Argentina; tercero, sentar las bases para el cambio del modelo económico y social.
Reconstruir la autoridad política e institucional, significa predicar con el ejemplo, en primer lugar; significa recuperar la patria sus instituciones y la fe del pueblo en ellas; significa que debemos empezar por cambiar nosotros mismos ejecutando, sólo para empezar y de inmediato, las medidas de austeridad y sacrificio que el pueblo nos reclama. Debemos tomar acciones esenciales que permitan promover una nueva organización institucional en la Argentina para recuperar esta república arrasada por la corrupción y el desgobierno.
Garantizar la paz social, significa no resignarnos a transitar el camino contradictorio de ser un país rico poblado de pobres. No es posible que el 40 por ciento de nuestra población viva bajo la línea de pobreza. Eso significa, ni más ni menos, que 15 millones de compatriotas no logran acceder a la canasta básica y que, según cifras oficiales, el último año, sólo el último, 730 mil ciudadanos argentinos dejaron la clase media para convertirse en pobres por declinación de ingresos o por pérdida de su empleo.
Garantizar la paz social, significa recuperar el crecimiento de la economía, promover la transformación productiva con equidad y propiciar un modelo sustentable fundado en la producción y en el trabajo.
Garantizar la paz social en forma inmediata, significa mantener el programa de creación de un millón de puestos de trabajo aquí anunciados hace una semana por el ex presidente Rodríguez Saá. Es indispensable ponerlo en marcha pero debemos reconvertirlo. No es posible en poco tiempo organizar para que trabajen un millón de personas en la Argentina. Debemos reconvertirlo en otro programa que sea un seguro de empleo y formación profesional destinado a jefas y jefes de hogares desocupados. (Aplausos).
Sentar las bases de un modelo nuevo económico, social, cultural, significa romper definitivamente con el pensamiento único que ha sostenido y sostiene que no hay alternativa posible al modelo vigente. Esa es una falacia teórica que sólo ha podido sostenerse en la Argentina en el marco de la falta de un debate nacional serio y profundo.
El mundo, como todos sabemos, reconoce la existencia de una pluralidad de modelos instrumentados por los distintos países para integrarse en un proceso mundial de globalización. Pero en todos ellos, en los exitosos, tienen rasgos comunes que nuestro modelo no tuvo en cuenta.
¿Cuál es uno de los rasgos comunes que tienen todos los modelos exitosos? Es la defensa irrestricta de los intereses permanentes nacionales. Ningún país del mundo se desintegra en estos procesos que son de integración; sólo quienes elegimos los más perversos modelos, nos desintegramos en él. Y el segundo rasgo de aquellos países que progresan, es la conjunción del esfuerzo entre el sector público y el sector privado.
Ustedes que han recorrido el mundo, habrán visto y se han encontrado con legisladores, con intendentes, con alcaldes, con presidentes de otros países que progresan y habrán advertido que todos ellos hablan de la producción, hablan del trabajo, hablan de su gente. Eso es lo que no hemos hecho los argentinos. Pareciera que la clase política está desvinculada del sistema productivo; pareciera ser que somos cosas distintas.
Ustedes -reitero- que conocen, habrán visto que esto es una realidad. Cada funcionario argentino, cada diplomático, cada legislador debe convertirse en un representante de nuestros intereses y en un lobbista de las empresas nacionales. (Aplausos).
La tarea que tenemos por delante es difícil. Pero tenemos que recrear las condiciones para que la Argentina vuelva a traer inversiones productivas. Debemos reconstruir el cuerpo de nuestras empresas e industrias que son las grandes generadoras de empleo. Creemos firmemente en la necesidad de integrarnos al mundo mediante la articulación de bloques comerciales partiendo de la base de un Mercosur fuerte y capaz de propiciar acuerdos estratégicos con otros bloques tanto el ALCA, Unión Europea y otros mercados en el mundo.
Honorable Asamblea; queridos compatriotas: pertenezco a un movimiento político que a través del presidente Juan Domingo Perón y de Eva Perón (Aplausos) fundaron la justicia social en la Argentina y levantaron las banderas de independencia económica y soberanía política. Banderas que con el tiempo, fueron asumidas por todas las fuerzas políticas de origen popular. Esas banderas han sido arriadas y tenemos hoy que preguntarnos y preguntarle a los argentinos, si verdaderamente queremos vivir en un país soberano e independiente.
Si la respuesta es positiva, como imagino, tenemos que cambiar, tenemos que cambiar. El camino es luchar juntos para desatar uno a uno los nudos de la dependencia.
A mis compatriotas, les pido que cada uno desde su lugar, participe y se entregue con pasión y fe en la recuperación de esta Argentina que todos amamos.
Por mi parte, le pido ayuda a Dios para asumir ante mi pueblo un solemne compromiso que desearía fuera tomado como una auténtica palabra de honor.
Quiero hacer de mi gobierno un espejo en el cual mirarse y no un vidrio empañado por la sospecha, la insensibilidad o la cobardía. Quiero energía para acometer esta tarea; coraje para no temer a lo nuevo, para no tener que enfrentar gravísimas contingencias; severidad para juzgarme a mí mismo; perseverancia para no abandonar la lucha y firmeza para jamás traicionar los principios. (Aplausos).
Venimos a poner de pie y en paz a la Argentina. La Argentina, lo sabemos, lo sentimos, tiene futuro. Por eso, hoy tenemos que ser más argentinos que nunca.
No lo duden, no lo duden un solo instante: Argentina tiene futuro. (Aplausos)
EDUARDO DUHALDE

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