noviembre 07, 2010

Discurso de Manuel Ugarte en la velada en honor de Bélgica en Buenos Aires: "El derecho de los pueblos débiles" (1915)

DISCURSO EN LA VELADA EN HONOR DE BELGICA EN BUENOS AIRES, REPUBLICA ARGENTINA [1]
El derecho de los pueblos débiles
Manuel Baldomero Ugarte
[19 de Junio de 1915]

Después de los compases marciales de estos himnos que sintetizan con tan extraordinario vigor lo que todos sentimos en el fondo de nuestras almas, tengo el honor de abrir este acto en favor de Bélgica y confieso que nunca me he sentido emocionado como ahora, que nunca ha temblado mi voz como en estos instantes, porque lo que evoca esta emocionante y enorme asamblea es el dolor de muchos millones de hombres que antes triunfaban en el trabajo y la felicidad, la desolación de vastos territorios que fueron hasta hace pocos meses un verdadero paraíso de la tierra, el holocausto de innumerables vidas que determinaron el progreso de las ciudades, el sacrificio doloroso y admirable, en fin, de un pueblo que no ha querido doblarse en ninguna forma y que en medio de todos los huracanes levanta, ensangrentado y maltrecho, pero indomable siempre, su penacho de independencia y de libertad.
Sean cuales sean las preferencias o los apasionamientos que llevemos dentro del corazón, o los entusiasmos que ardan en el fondo de nuestros pechos en estas horas trágicas en que se juegan los destinos de la humanidad y en que nadie puede permanecer ajeno a las pasiones que arremolinan el ambiente, tenemos el imperioso deber de considerar con idéntico respeto a todos los pueblos y yo he sido Hijos de una nación que a pesar de su riqueza y. su extensión geográfica es también débil y pequeña, habitantes de un Continente que puede estar librado mañana a los apetitos imperialistas, tenemos la consciencia de que al levantar el grito en favor de Bélgica, levantamos el grito en favor de nosotros mismos y defendemos la causa, siempre sagrada, de los pueblos oprimidos contra los pueblos opresores.
A la noticia llegada en estos últimos días de que Bélgica va a ser anexionada al Imperio Alemán, responden todas nuestras indignaciones. En estas épocas de libertad individual en que cada hombre goza, de la libre disposición de sí mismo, en este siglo de libertad política en que mediante el voto cada pueblo es el amo indiscutido de sus destinos, en este aflojamiento de todas las tiranías, sean ellas religiosas, políticas o sociales, ¿será acaso posible que se restablezca la esclavitud de las naciones y que veamos a tantos millones de hombres que han sabido elevarse por el comercio, las ciencias y las artes hasta crear una de las más altas culturas del mundo, doblados bajo el número, sin más razón que la fuerza de las armas y la ruda arremetida de los soldados?
No creo que protestar contra estos hechos, sea romper en ninguna forma la neutralidad. ¿En nom¬bre de que principio se nos pediría la indiferencia, cuando vemos en la calle a un atleta que arrastra ensangrentado el indefenso cuerpo de un niño? ¿En nombre de que neutralidad se nos exigiría que nos cruzáramos de brazos ante la tesitura de un pueblo maniatado por fuerzas superiores? El alma del niño es la sonrisa, el alma de los pueblos es la libertad, el alma de las naciones es la bandera. Nosotros no queremos que desaparezcan la sonrisa, ni la libertad, ni la bandera de Bélgica. Para impedir el atentado contra el niño, hay una fuerza que es la policía; para impedir el atentado contra la libertad, hay una policía, que es la rebelión; para impedir el atentado contra la bandera, hay una rebelión y es el estallido conminatorio y magnífico de la consciencia universal.
Lo que queremos es que hoy aquí, mañana allá, pasado más lejos, se oiga perennemente en el mundo la protesta airada de toda la humanidad que reclama sin tregua la libertad de Bélgica, la independencia de Bélgica, la integridad de Bélgica, hasta que la presión sea tan formidable, hasta que la imposición de las voluntades sea tan definitiva, que el mismo vencedor de los campos de batalla, vencido en el campo de la razón, tenga que abrir la férrea mano y devolver la libertad a ese pueblo que ruge encadenado como el Prometeo inmortal.
Sobre Bélgica parecen haberse abierto las esclusas del infierno, parecen rodar sobre ella todas las abominaciones del mal ; y si por la imaginación nos transportamos a esas tierras y aguzamos el oído, creemos escuchar el sollozo de las madres que arrastran entre las ruinas el cadáver de sus hijos; mientras truenan a lo lejos los clamores y las dianas de la carga a la bayoneta; si forzamos un poco los ojos vemos pasar a los caballos espantados que huyen pisoteando a los heridos por las llanuras enrojecidas bajo el incendio ; y si abrimos de par en par los corazones sentimos la desolación infinita de las ciudades dominadas, donde los vivos, menos felices que los muertos, sobreviven a la catástrofe de la propia nacionalidad. Ante este cuadro de desolación y de muerte el pueblo argentino, siempre justiciero y generoso en sus actos, tenía el deber de congregarse para expresar su solidaridad al grito de: ¡no queremos anexión! y dirigir un saludo entusiasta a la enorme Bélgica gloriosa del sacrificio y de la inmortalidad.
Hace poco más de un año, en el seno de una de nuestras grandes agrupaciones políticas estallaba un conflicto que ocupó durante varios días la atención pública. La agrupación evitaba hacer de una manera clara y resuelta una afirmación de patriotismo y yo me levanté dentro de e1la para defender el culto país en que he nacido.
Ante las nuevas perspectivas que impone la guerra actual, ante la necesidad de mayor nacionalismo que surge de los acontecimientos que se desarrollan, ante el sacrificio de las nacionalidades pequeñas que se ven dobladas por las grandes sin que las preserve el derecho o la opinión universal, yo creo poder dirigirme con la conciencia tranquila a la juventud que me rodea para pedirle su veredicto. ¿Quién tenía razón en el conflicto? ¿Los que defendían la tendencia internacionalista que los hechos condenan hoy y relegan al rango de las utopías peligrosas, o el que se levantaba para dar la voz de alerta y provocar la reacción contra lo que era un peligro para la patria? Ahí están en el horizonte, visibles a nuestros ojos y casi tangibles por la impresión que producen, Bélgica estrangulada, Serbia sangrando, la bancarrota del internacionalismo, el choque de los pueblos sin más ley que la dominación y el exterminio, barriendo en una oleada de sangre todas las ilusiones de los soñadores. ¿ Y es en medio de este espectáculo horrendo, es en medio de una época en que pueden producirse semejantes retrocesos, que podríamos seguir hablando de desarme necesario y de prejuicios patrióticos? Yo digo que este es el momento en que los pueblos deben hacerse más impenetrables, más erizados de desconfianzas, más seguros de si mismos, más fieles a sus recuerdos, y el instante en que lejos de predicar renunciamientos debemos armarnos virilmente y estar dispuestos a defender en todo momento, con el sacrificio de nuestras vidas, la integridad moral y material de la patria.
MANUEL UGARTE

[1] Fuente: publicado en el libro Mi campaña hispanoamericana, Edit. Cervantes, Barcelona, 1922. Justificaría el autor la inclusión en obra el autor “porque el caso de Bélgica puede ser mañana el de toda la América Latina y porque mi actitud durante la guerra dio lugar a una absurda fábula, de la cual se han servido ciertos elementos para atacarme, ignorando que por haber pensado siempre más en el ideal que en las ambiciones, mi vida ofrece una continuidad de acción que nada ha interrumpido, ni el éxito ni el fracaso, ni la popularidad ni las persecuciones, ni el prestigio ni la hostilidad, ni los momentos de triunfo ni las horas que estoy viviendo ahora uno de los primeros en aconsejar esa actitud, pero si podemos callar ante el choque de dos grandes conjuntos que se equilibran y se tienen en jaque en una lucha gigantesca pero sin desnivel visible, no podemos ni debemos ahogar la voz en la garganta ante el sacrificio de una nación pequeña y débil que está a punto de desaparecer anexionada por un decreto brutal, entre el horror de la batalla que no ha terminado todavía”.

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