enero 08, 2011

"El peligro del comunismo en Cuba" Fulgencio Batista (1956)

"EL PELIGRO DEL COMUNISMO EN CUBA"
Fulgencio Batista
[15 de Julio de 1956]

El gobierno de Cuba cree que a esta Conferencia se le ofrece la oportunidad, por no decir la obligación, de echar los cimientos sobre los cuales las naciones de este hemisferio pueden construir un edificio de cooperación y asistencia mutua interamericana, genuinamente activas. Llámese, si se quiere, una política revitalizada del “Buen Vecino”; llámesele solidaridad continental, o desígnesele con cualquier nombre que se elija, creemos que si tenemos la debida inspiración podremos, hoy y aquí, tejer la trama de una manera de vivir que le demostrará al mundo que cuando las naciones libres se unen para un empeño común, no es posible asustarlas o atemorizarlas por quienes buscan imponernos la profana doctrina del totalitarismo.
Si somos profundamente sinceros en nuestros deseos de asirnos a los principios de la democracia, creo que podemos dejar bien sentado que las naciones, pequeñas o grandes, de variadas cepas históricas y culturales, de idiomas diferentes, con problemas sociales y económicos diversos, pueden vivir juntas y prosperar en un mundo libre.
La América consolidada que entrevemos sólo puede lograrse mediante un programa ininterrumpido de cooperación planificada, dentro de la estructura de nuestras diversas soberanías; en el constante funcionamiento de una organización permanente que represente a todas las naciones de las Américas –y lo suficientemente amplia y activa- para planificar y alentar una cooperación mas estrecha entre las naciones de América en asuntos tales como: comercio exterior, inmigración, reformas sociales, educación y progreso cultural. Debe haber, sin tregua, un intercambio de informes entre los estados americanos, para que sus diversos pueblos se conozcan mejor y comprendan sus problemas y puntos de vista.
Semejante organización debe encargarse del intercambio periódico de datos técnicos, de informes relativos a nuevos descubrimientos y avances en los campos de la ciencia, del canje de informaciones agrícolas e industriales, etc. Todavía queda mucho por hacer en cuanto a las comunicaciones entre nuestros países y debemos esforzarnos, a través de una organización internacional, por conseguir mejores facilidades de transporte. Son estas tan solo unas pocas de las muchas avenidas de cooperación que podemos recorrer, sin comprometer, en lo mas mínimo, nuestras respectivas soberanías.
Cuba cree que el bienestar y la seguridad futuros de los pueblos de las Américas pueden depender, en gran escala, del grado de cooperación que se alcance ahora entre las naciones de este hemisferio, y con el mayor respeto, estimamos que los líderes de los pueblos de las Américas pudieran dar los pasos apropiados para estructurar el vehículo que nos servirá para alcanzar cooperación tan necesaria. Cuba se encuentra lista y dispuesta a prestar su plena ayuda y leal apoyo a cualquier proyecto que facilite la cooperación activa y viril que hará de las naciones de la América una verdadera familia de pueblos en la realidad y en la teoría. Tal vehículo pudiera ser destinado para continuar la cooperación mas estrecha entre las naciones americanas.
Cuba siente que hoy, mas que en ningún otro período histórico reciente, existe la necesidad de cooperación entre los países de la América, debido a la amenaza constante del comunismo. Gústenos o no, nuestro régimen de vida peligra y más vale que nos encaremos con los hechos.
Muy cierto que este asunto del comunismo internacional es algo desagradable para casi todos nosotros; por ser desagradable, quizá nos inclinemos a posponer para mañana la batalla contra esa enorme amenaza. Pero ha llegado el momento en que tenemos que encarar el problema, y vamos a tener que aceptar el hecho, mas tarde o más temprano. Cuba cree que mientras más rápidamente aceptemos este hecho y mientras más pronto demos los pasos para abatir esa gran calamidad, mejor será la oportunidad que tengamos para sobrevivir como naciones libres y soberanas.
Nosotros, como jefes de las naciones libres de la América, no podemos evitar la lucha. No podemos evadirla. No podemos permanecer apáticos, porque la historia nos dice que la apatía ha sido arma de gran efectividad en manos del comunismo. Los hombres de Moscú siempre han alentado la apatía, en áreas que ambicionaban, porque saben muy bien que un pueblo apático es un pueblo fácil de conquistar. No se nos puede escapar a los que tenemos el privilegio y el duro deber de gobernar que hemos de hacer por hallar los medios para eliminar la pobreza y la miseria de que se nutren esos sistemas extraños a nuestro sistema de vida.
Comprendemos que en esa lucha la democracia tendrá que vencer muchos obstáculos. Los pueblos de las democracias son amantes de la paz. Se les hace difícil pensar que un enemigo extranjero quiera destruirlos y destruir su modo de vivir. No es fácil, en una nación democrática, alertar al pueblo a los peligros a menos que lleguemos a una guerra abierta, aunque los peligros de una guerra fría pueden ser igualmente reales y mortíferos. Honradamente, creemos que es el deber de nuestros jefes de gobierno darle a conocer a nuestros pueblos que esos peligros son reales y perennes. Queramos o no creerlo, el hecho es que el comunismo internacional ha penetrado ya ciertos sectores importantes de nuestras respectivas vidas nacionales. Si permitimos que continúe esta penetración, sin evitarla, estaremos faltando a nuestros deberes para con nuestros países y nuestros pueblos. El comunismo es polifacético. Utiliza muchos disfraces. Sus hombres pueden ser personas encantadoras hoy, para convertirse en verdugos mañana. Sin embargo, su objetivo siempre es el mismo.
Por tanto, nosotros, los líderes de los gobiernos americanos debemos dar un ponderado estudio a la creación de un plan bien organizado, internacionalmente coordinado, para combatir el comunismo en las Américas. Para semejante campaña, ofrecemos nuestro apoyo mas decidido, en todo momento; pero sin olvidar que una de las armas más poderosas que debemos utilizar es la de atender al bienestar de nuestros pueblos para evitar la penetración comunista aprovechándose del desempleo que generan en gran parte el crecimiento de la población y la falta de nuevas fuentes de trabajo.
El asunto de la ayuda económica de los Estados Unidos a la América Latina, es cuestión compleja –en nuestra opinión- y no nos atrevemos a decir que tengamos una solución de problema tan importante. Claro está, hemos prodigado considerable meditación al programa de ayuda que los Estados Unidos han estado manteniendo en distintas áreas del mundo y a través de un largo período de años. Y en nuestro estudio del asunto, hemos tratado de considerarlo tanto desde el punto de vista de conjunto, o internacional, como desde el punto de vista de nuestra propia nación. Cuba.
No abrigo la menor duda de que los Estados Unidos tienen pruebas satisfactorias de que sus programas de ayuda en Europa y en el Asia han resultado ser antídotos efectivos contra el empuje del comunismo internacional. Y ciertamente Cuba, como una de las naciones libres del hemisferio occidental, jamás objetará la cantidad o calidad de la ayuda que los Estados Unidos distribuyan en otras partes del mundo. Cuba, por supuesto, tiene tanto que perder como cualquiera otra nación libre, si el comunismo logra tener éxito en su campaña de conquista.
A mi manera de ver, la cuestión de si la cooperación económica directa a las naciones latino-americanas, en la forma de empréstito o de ayuda monetaria, ofrecerá una solución permanente a los múltiples problemas que afrontan algunos de nuestros países, es todavía una interrogación. De lo único que me siento seguro es que si semejante programa de ayuda se lleva a cabo, deberá ser adecuado. Y aún siendo adecuado, pudiera ser una gran carga para cualquier nación.
Yo creo que el mismo objetivo pudiera ser logrado por las naciones entre si y por ellas mismas, respectivamente, esforzándose por encontrar los medios para mejorar y obtener un alto nivel de vida para las grandes masas populares. Ese es el mejor instrumento y el arma más poderosa que puede utilizarse contra toda amenaza marxista.
Estimo que los países latino-americanos no aspiran a que los Estados Unidos o cualquier otra nación del hemisferio cargue con los problemas económicos de otros países, y es correcto pensar que lo que se busca es una cooperación de forma recíproca, mediante convenios, tratados y leyes, que faciliten la producción, las inversiones sin dobles impuestos y la fácil colocación de los productos en los mercados en cualquier parte de las Américas.
Creo que sería un grave error acometer un programa de ayuda económica sin planificarlo con el fin de que tenga éxito. Unos cuantos millones aquí y otros pocos millones allá no sanarían las enfermedades económicas de las naciones de la América Latina. Antes de acometer programa alguno de ayuda económica directa, los planificadotes del programa tienen que comprender que, aunque la mayoría de las naciones de América Latina son consideradas pequeñas, muchas de ellas resultan de mayor estatura, desde el punto de vista económico y fiscal, de lo que superficialmente pudieran parecer. En mi propio país, por ejemplo, nuestro presupuesto anual se aproxima a los 350 millones de dólares, y nos gastamos muchos millones mas en programas especiales de obras públicas. La cuestión de si, una ayuda económica exterior, de unos cuantos millones de dólares, pudiera tener efecto apreciable alguno en la economía de un país que trabaja con un presupuesto crecido proporcionalmente, es problemático por no decir otra cosa.
También pudiera darse el caso de que los métodos indirectos de ayudar las economías de las repúblicas latino-americanas resultarían, a la postre, más efectivos que una ayuda directa, de alcance limitado. Me parece a mi que hay un buen número de pasos que los Estados Unidos pudieran considerar, como medios para ayudar a las naciones latino-americanas.
El gobierno de los Estados Unidos podría, por ejemplo, hallar la manera de alentar un mayor influjo de capitales privados americanos en el campo de las inversiones en Latino-América, por medio del capital privado, que pudiera arraigarse con justicia y buenos rendimientos para las propias empresas, la población y el país donde se radique, con las garantías legales necesarias.
Los Estados Unidos también podrían hacer que las inversiones en Latino-América fueran mucho más atractivas para sus propios ciudadanos si modificasen ligeramente sus leyes impositivas. Bajo las actuales leyes de impuestos de los Estados Unidos, las industrias americanas con base de operaciones dentro de los limites continentales de los propios Estados Unidos, pagan los impuestos estadounidense sobre cualesquiera utilidades producidas por las sucursales de las empresas que operan en América Latina. Además, de dichos impuestos, estas industrias-sucursales o subsidiarias pagan los impuestos del país o países donde se encuentran ubicadas. En muchos casos la doble imposición que de ahí resulta, ha desalentado a las industrias en los Estados Unidos de establecer operaciones subsidiarias en la América Latina.
Los Estados Unidos pudieran darse a la tarea de aliviar los derechos aduanales y otras restricciones contra los productos de la América Latina. Ciertamente, los países de este hemisferio han sido, durante muchos años, algunos de los mejores clientes de los Estados Unidos para sus productos manufacturados y agrícolas; y cualquier cosa que ayude a la economía de los países de la América Latina, les permitirá tener un poder adquisitivo aún mayor. Basándonos en las estadísticas del pasado inmediato, es razonable creer que ese poder adquisitivo acrecentado, se reflejará inmediatamente en compras mayores de productos de los Estados Unidos.
Todas estas cosas, sumadas, creemos que pudieran dar por resultado un gran beneficio económico a muchos países. De tener éxito semejantes sugerencias, ciertamente resultarían mucho más atractivas a todos los interesados, que la ayuda directa por medio de préstamos o de regalos de dinero. Claro está que yo solamente hablo a nombre de Cuba. Nosotros preferiríamos valernos por nuestros propios esfuerzos y alcanzar los mismos objetivos mediante las vías normales del comercio internacional, de un turismo aumentado, de un mayor desarrollo de nuestros recursos naturales y de la creación de nuevas fuentes de empleo, a través del establecimiento de nuevas industrias. Estas no son mas que indicaciones o sugerencias al azar y, como yo he señalado, no quiero dar la impresión de que estoy ofreciendo una solución para este importantísimo problema.
Durante los últimos cuatro meses, los cabecillas del comunismo internacional han tratado de convencer al mundo libre de que en la Rusia Soviética, y en los países satélites, se ha adoptado una política completamente nueva. El fundamento de esta campaña para engañar al mundo fue una serie de ataques contra Stalin quien, hasta su muerte, fue idealizado como el salvador del mundo... ¡por los mismos individuos que hoy lo vituperan! Creemos que la finalidad de esta novel campaña es distraer la atención de los verdaderos objetivos del comunismo internacional, dando la impresión de que sus actuales líderes son hombres humanitarios, liberales y de amplias miras, empeñados en corregir los males del pasado y brindarles una utopía a todas las naciones y a todos los pueblos del orbe. Y los cabecillas comunistas creen que si ese objetivo no puede ser alcanzado, la nueva táctica servirá, por lo menos, para adormecer a los pueblos libres del mundo haciéndolos caer en un estado de apatía.
Pero existen ciertas discrepancias, entre la nueva táctica blanda de la Rusia Soviética... y algunos de los últimos acontecimientos. Por ejemplo: las actividades de penetración soviética en el Cercano Oriente y en Asia, han sido aceleradas, y esto es cierto de manera especial en el Japón. Los países de la Europa Oriental siguen bajo el guantelete de acero de la Rusia Soviética. Nikita Krushchev, en persona, ha advertido recientemente que el comunismo internacional no tiene intenciones de abandonar las predicas de Marx, Engels, y Lenin y que la Rusia Soviética jamás abandonará la lucha en pro del triunfo comunista. Y tampoco nadie, en Moscú, ha querido explicar por qué la Rusia Soviética, mientras habla de paz y buena voluntad, fabrica a ritmo acelerado la maquinaria bélica más grande que el mundo jamás ha contemplado.
Sería altamente interesante –en vista de las habladurías de esa Rusia Soviética en cuanto a sus anhelos de paz, oír una explicación moscovita de por qué Rusia se niega a aceptar un plan de unificación de Alemania. A pesar de los esfuerzos de las naciones occidentales, en Berlín y Ginebra, Alemania sigue fraccionada y dividida. La Rusia Soviética sigue oponiéndose a la celebración de elecciones en TODA Alemania mientras Rusia persiste en mantener a la Alemania Oriental desmembrada, aislándola del resto del país. Es nuestra convicción que sería pura locura que nuestros líderes del mundo libre aflojaran su constante vigilancia sobre el comunismo internacional, en estos momentos. Es mas, quizá este sea el momento más peligroso para las democracias, porque en el instante en que aflojemos la vigilancia –en cuanto dejemos de estar alertas- tan pronto caigamos en la apatía, los líderes del comunismo internacional nos tendrán a su merced. Y si nuestras memorias son cortas, si hemos olvidado lo que puede sucederle a un pueblo en el momento en que se vuelve apático, no tenemos mas que recordar a Pearl Harbor.
La única modificación significativa que hemos podido advertir en la alta estrategia del comunismo internacional, es que sus cabecillas han variado sus ataques en pos del dominio mundial en el siguiente sentido: dondequiera que, por cualquier motivo, encuentren que les es demasiado difícil implantar el comunismo internacional en una de las áreas que codician, entonces se transan, al menos por el momento, por una forma de Titoísmo. Y el Titoísmo, como todos sabemos, es una modalidad del comunismo nacional –a diferencia del comunismo internacional-. En algunas naciones los esfuerzos por implantar el comunismo internacional han sufrido reveses debido al intenso nacionalismo del país. La aceptación del Titoísmo por los líderes soviéticos vence el obstáculo nacionalista y les da a las víctimas la falsa sensación de que pueden controlar su propia marca de comunismo doméstico.
Pero... la realidad es que los líderes del comunismo internacional ven en el Titoísmo nada mas que una cuña, y una vez que esta cuña penetra por la puerta, el siguiente paso será la afiliación internacional con otros países comunistas. Por tanto, el comunismo nacional es tan peligroso como el otro... y debe ser tan repulsivo para los hombres libres como el propio comunismo internacional.
La finalidad de elevar el nivel de vida de nuestros pueblos y la movilización de las fuentes de riqueza, corresponde a cada nacionalidad, y aunque la cooperación se deriva de la misma naturaleza de los convenios, acuerdos o negociaciones, no debe esperarse que la ayuda principal nos venga de afuera. Nuestros países, incluyendo Canadá, forman un formidable conglomerado que integran mas de 357 millones de seres humanos. Son pueblos que aman su progreso y su libertad, que no tienen apetencia de expansión territorial, ni permiten que otros atenten, directa o indirectamente, contra su libre determinación. Debe aspirarse a que esos preciosos conceptos no descansen únicamente, para unirnos compenetrarnos, en combatir al marxismo, que es deber e interés de todos, sino que tengan también una sólida arquitectura económica y social. Esa recia consolidación servirá de contén a las infiltraciones de la demagogia vernácula y a la acción corrosiva del comunismo. Es indispensable la facilitación de inversiones de capital privado y público, en forma que trasciendan al bienestar de la familia y a la prosperidad de las naciones. Es preciso un razonable balance entre lo que se importa y las exportaciones, y encauzar debidamente la producción interna. Todo eso, con la eliminación de la doble imposición fiscal, y dentro de las operaciones comerciales fijando adecuadas normas arancelarias y monetarias, sin abandonar ninguna de las partes de la defensa de los respectivos patrimonios, sería la mejor cooperación, en modos recíprocos, para lograr resultados fecundos. Debe propiciarse un ambiente social en que lo demagógico y especulativo no sea mas fuerte que el imperativo económico.
Una de las maneras es propender a que se distribuyan mas equitativamente los rendimientos de la producción, con el objeto de establecer la mayor circulación monetaria, el desarrollo de los negocios y la seguridad del capital y el trabajo. Esta declaración –entendemos- el deber de lograr un sistema de seguridad social que, apoyándose en los seguros obligatorios y en un eficiente sistema de asistencia pública, proporcione atención hospitalaria, viviendas higiénicas para el campesino y el obrero, y de interés social para los individuos de modestos ingresos, liberándolos del miedo a la inestabilidad y la miseria. Para que se eleve el nivel de vida, debe evitarse, al mismo tiempo, la competencia desleal basada en bajos salarios y pobres condiciones de trabajo, sobre todo, cuando el obrero se encuentre impedido de organizarse para su defensa.
La enseñanza común, la guerra al analfabetismo, los establecimientos tecnológicos, los de educación y de cultura, con el intercambio cultural, nos ayudarán, cada vez mas, a prevenirnos contra las actividades que tienden a despojar al ser humano de los atributos espirituales indispensables a la vida y al libre albedrío.
En el Tratado de Asistencia Recíproca de Río de Janeiro se proveen los medios defensivos y se condena toda agresión a los Estados Americanos. Y en la era que vivimos, todos debemos estar listos contra la positiva amenaza del comunismo, más peligrosa cuanto más repudian la sangrienta y brutal tiranía que antes apoyaron los actuales sibilinos rectores rusos.
Nuestros pueblos, manteniendo cada uno la manera de vivir que les legó la tradición, su medio ambiente y sus características, podrán fortalecer los actuales vínculos de solidaridad, sintiéndose miembros felices de una próspera e invulnerable gran familia americana.
RUBEN FULGENCIO BATISTA Y ZALDÍVAR

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