febrero 24, 2012

Mensaje del Gobernador de Buenos Aires, Carlos Ruckauf, en el acto de toma de posesión del cargo (1999)

MENSAJE
DEL
GOBERNADOR DE LA PROVINCIA DE BUENOS AIRES
Carlos Federico Ruckauf
EN EL ACTO DE TOMA DE POSESION DEL CARGO
EL 10 DE DICIEMBRE DE 1999

Señores legisladores, señores representantes diplomáticos aquí presentes de los gobiernos de América latina y de los Estados Unidos, señor representante papal, señores ex gobernadores de la provincia, que la han honrado como usted, señor gobernador Alejandro Armendáriz o como usted, señor gobernador y querido amigo Antonio Cafiero, y como usted, querido amigo Framini, que para nosotros siempre fue el gobernador de esta provincia, aunque no lo dejaran asumir (Aplausos prolongados): permítanme que las primeras palabras sean para dedicarlas a mi familia, al haber podido llegar a esta etapa de mi vida cumpliendo con los principios que juntos juramos al comienzo de nuestra vida con mi compañera; señoras y señores:
Estamos viviendo un hecho institucional inédito, un verdadero hito en la consolidación de nuestra democracia. Por primera vez desde la sanción de la Ley Sáenz Peña, el gobierno provincial de los bonaerenses se renueva cinco veces consecutivas por el sufragio popular. Al sucederse a sí misma, la democracia se perfecciona y los mandatarios se acercan más a sus mandantes.
Hoy me toca recibir, en pocos minutos más, las insignias del mando de manos de mi compañero y amigo Eduardo Duhalde. (Aplausos prolongados). Y lo hago orgullosamente, porque el período que se completa ha sido reconocido como un notable ciclo de realizaciones por parte de toda la población de la provincia, piense como piense, sienta como sienta. Por eso, como lo haré dentro de un rato ante él, aquí, donde están los representantes más genuinos del pueblo, quiero dar las gracias públicamente a Eduardo Duhalde por estos años de realizaciones, de gobierno y de solidaridad. (Aplausos sostenidos).
Hoy comienza un nuevo ciclo porque la historia no se detiene y porque la evolución permanente de las condiciones sociales nos exige estar actualizados y trabajar creativamente para encontrar los caminos hacia la felicidad del pueblo y la grandeza de la Provincia y la Nación.
Y este nuevo ciclo nos impone de manera clara tres desafíos prioritarios, desafíos que no han sido fijados por un gabinete de estudio, sino establecido por la gente, por esa gente que los votó a ustedes y a mi: los desafíos del trabajo, la educación y la seguridad En primer lugar, el tema del empleo, en un mundo en que el crecimiento económico no es correlativo de un incremento equivalente de la demanda de mano de obra.
Los grandes procesos de transformación tecnológica y económica -como la revolución industrial de los siglos XVIII y XIX se han caracterizado por la destrucción y renovación de puestos de trabajo. Lo mismo ocurre con la presente mutación informática y comunicacional, que ofrece enormes oportunidades, al mismo tiempo que afecta a los empleos preexistentes y arriesga aumentar la exclusión social.
Por eso venimos a decirles: hagamos de la crisis una oportunidad, incorporando a la tecnología como factor endógeno de crecimiento. Multipliquemos el conocimiento aplicado a la producción para estimular el desarrollo armónico de nuestras ciudades, nuestros pueblos y nuestros campos.
Hay que entender, todos los dirigentes debemos entender, que cuando nos proponemos multiplicar el empleo no estamos hablando de un problema exclusivo y ni siquiera principalmente económico; estamos hablando de la dignidad de cada hombre, que resulta ultrajada cuando ese hombre no trabaja o trabaja por debajo de sus aptitudes y capacidades. Por eso, voy a implementar políticas de empleo en dos frentes: por un lado, potenciando las posibilidades de los que quieren ingresar o reingresar al circuito laboral; y, por otro lado, dinamizando a aquel tipo de empresas más idóneas para absorberlos.
Vamos a destinar en el presupuesto de este año 140 millones de pesos a dos programas: uno, el Bonus, encaminado a facilitar el acceso al primer empleo a jóvenes menores de veinticinco años; y el otro, Segunda Oportunidad, dedicado a atender la situación de los jefes de familia desocupados mayores de cuarenta años.
Paralelamente, estimularemos el desarrollo de las PyMES, estas pequeñas y medianas empresas que son las verdaderas creadoras de mano de obra, y lo haremos mediante el tipo de políticas activas que reclaman estos tiempos.
Por una parte, en el plano financiero, mantendremos e intensificaremos el papel del Banco Provincia, instrumento estatal -que seguirá siendo estatal- estratégico del desarrollo provincial. (Aplausos prolongados).
Al propio tiempo, saldremos al encuentro de las PyMES resueltas a aceptar el reto, mediante consultorías de todo tipo, fondos de garantía y asistencia a las exportaciones.
Mi experiencia en otros países culturalmente afines al nuestro, me demuestra que cada vez más se hace necesario el aporte mancomunado de los productores para mejorar la competitividad y conquistar mercados que den sustancialidad y sustentabilidad a sus empresas. No lo dudemos: necesitamos semilleros de emprendedores dispuestos a trabajar en forma solidaria, a los que apoyaremos para que alcancen un nivel de productividad que les permita competir con empresas mayores o asociarse ventajosamente al desarrollo de éstas.
Hay muchos nichos de mercado, tanto aquí como en el exterior, que aún no han sido explotados. En este punto es fundamental superar la actitud de esperarlo todo del Estado o caer en el inmovilismo por desconocimiento de las perspectivas existentes. Necesitamos provocar un cambio cultural, una modificación en la visión y en la conducta de aquellos empresarios que sobreestiman las dificultades sin advertir las oportunidades.
Para los protagonistas del cambio habrá asesoramiento para la modernización, habrá crédito a tasas accesibles y habrá inteligencia comercial para abrir mercados. El Estado de la Provincia de Buenos Aires ayudará a quienes sepan ayudarse.
Como ya he venido anticipando, la educación será otro de los ejes fundamentales de mi gobierno. Ello es así no porque la educación no haya sido prioritaria en los últimos años de gestión provincial, sino, precisamente, porque la enorme tarea cumplida nos coloca hoy ante un nuevo umbral de desafíos. El gobierno justicialista ha recuperado a más de cien mil alumnos que se hallaban en riesgo educativo y ha incrementado en más del 13 por ciento el salario real docente. Paralelamente, ha avanzado más que ninguna otra provincia argentina en la reforma educativa que estos tiempos imponen.
Hoy debemos afrontar el reto de la calidad, para lo cual descontamos no sólo el concurso de ustedes, sino el de las organizaciones representativas del sector docente. Pero lo haremos sin dejar en momento alguno de luchar contra la exclusión.
Esta voluntad nuestra se encarna en la ampliación prevista de las becas para el Poli-modal, incorporando a quienes ingresen a primer año y continuando con tal beneficio para los que ahora pasan al segundo.
Todo ello será posible porque la educación insumirá el año próximo, siguiendo el ejemplo de la administración de Duhalde, el 34,4 por ciento del presupuesto de la provincia de los bonaerenses.
Pero no es sólo cuestión de dedicar recursos fiscales al tema. Necesitamos movilizar a todos los actores de la educación, tanto estatales como privados, pues todos sirven al objetivo de la educación pública.
Necesitamos, también, de las universidades instaladas en nuestro territorio, cuyo aporte científico y técnico debe sumarse a esta empresa y cuya integración con el aparato productivo de su zona de influencia debe estimular el desarrollo de la misma.
La búsqueda de una educación a la altura de los tiempos es, en realidad, una decisión, una responsabilidad que desborda al gobierno y al Estado Provincial: se trata de una tarea que interesa a toda la sociedad bonaerense.
Si perdemos la batalla educativa perderemos el tren de la historia y quedamos expuestos a ser meros consumidores del valor agregado extranjero.
Ahora bien, ninguno de los objetivos previamente enunciados puede cumplirse en un marco de inseguridad.
No puede ser que nuestros vecinos no puedan transitar libremente por las calles. No puede ser que los jubilados teman que al salir del banco les arrebaten sus modestos haberes. No puede ser que los jóvenes no puedan salir a divertirse porque los padres sienten que no saben si volverán.
El Estado puede, en determinadas circunstancias históricas, delegar unas u otras de sus funciones: jamás la de proveer la seguridad de los habitantes que le toca gobernar. (Aplausos sostenidos).
Yo reafirmo hoy lo que dije durante la campaña electoral: vamos a incrementar los niveles de seguridad de nuestros comprovincianos sobre la base de la reforma a las leyes procesales, con más dureza sobre aquellos que asaltan a mano armada o descargan sus armas sobre inocentes, con una Policía menos burocrática y más jerarquizada y profesional, y con una interacción efectiva entre esa Policía y las organizaciones de la comunidad.
Este debe ser un compromiso de los tres poderes del Estado. La población ha hecho oir claramente su voz y si algo no nos perdonará es ser frívolos a la hora de ocuparnos de su protección más elemental. El debate entre “duros” y “garantistas” es un bizantinismo cuando la violencia de los ilegales supera la capacidad de respuesta de las fuerzas del orden. Sepan todos que el Estado ejercerá el monopolio de la fuerza porque es el único que legítimamente puede hacerlo. Y este principio no está sujeto a discusión y lo vamos a hacer efectivo.
Dentro de las nuevas modalidades del delito, me ocuparé especialmente de las conectadas con el narcotráfico, porque su accionar está globalizado y su capacidad de corrupción política e institucional es muy alta. Mi gobierno va a intercambiar experiencias y capacitar a nuestras fuerzas policiales en las instituciones especializadas más avanzadas del mundo en la lucha contra este flagelo. Del mismo modo que no puedo aceptar que haya un policía más asesinado en nuestras calles, tampoco acepto que la droga capture a uno más de nuestros jóvenes.
En este punto, no puedo callar el enorme papel que tiene la familia en la formación y socialización de los más jóvenes. Si la célula primaria fracasa, es mucho más difícil evitar luego que los jóvenes manifiesten conductas desviadas. Sí, en cambio, los niños y los jóvenes se sienten amados y cuidados, si reciben de los suyos una orientación firme sobre el sentido de sus vidas, es mucho menos probable que penetren luego los virus de las adicciones o la delincuencia. Familia, escuela, organizaciones de la comunidad y el Estado deben articularse como red social protectora de los más débiles.
La experiencia iniciada en la provincia va a continuar e intensificarse, para fortalecer esa malla de contención de los que están más cerca del riesgo.
La posibilidad de llevar adelante nuestras metas depende directamente de una seria disciplina fiscal. No estamos ante una provincia carente de recursos económicos: Buenos Aires representa casi el 40 por ciento del PBI nacional y, dentro de él, el 48 por ciento de la industria manufacturera y el 53 por ciento de la agricultura y la pesca. Pero a esta riqueza debe acompañar la pertinente conducta retributiva. Así como vamos a ser austeros en los procedimientos gubernativos, vamos a cobrar todos los impuestos establecidos por la ley y castigar con todo su peso a los evasores.
Un impuesto que no se paga pone en peligro nuestros jardines maternales, desarma la lucha contra la delincuencia, frustra la posibilidad de tecnificar las escuelas, impide una mejor atención en los hospitales. No permitiremos las conductas irresponsables respecto de las necesidades comunes. Y no lo permitiremos porque tendremos la autoridad moral que surge de un manejo riguroso de los fondos públicos. Por ejemplo, y sólo para comenzar, la nueva Ley de Ministerios permitirá suprimir una gran cantidad de cargos políticos. Las reformas estructurales que esta ley plantea, incluyendo menor gasto en personal, menor cantidad de asesores y menores gastos asociados a la eliminación de superposiciones orgánicas, implicará un ahorro de alrededor de 40 millones de pesos anuales. De cualquier manera, no puedo dejar de recordarles a los funcionarios de mi gobierno, aquí, frente a los representantes del pueblo, algunas reglas básicas que inspirarán nuestra tarea. Estamos donde estamos, cumpliendo un mandato. Somos empleados de la gente, por lo que no debe haber liviandad ni frivolidad en nuestras acciones. Estamos acá para servir y no para servirnos. Para mejorar la calidad de vida de la gente y no nuestra propia calidad de vida. Estamos ante una misión a la que debemos entregarnos con sacrificio. Quien así no lo entienda y no lo viva, no está a la altura del gobierno que va a presidir este gobernador de Buenos Aires. (Aplausos prolongados).
Para que la política ayude a solucionar problemas de la gente, debe empezar por no crearle antes problemas nuevos. No puede haber promesas incumplidas, y lo que no se puede lograr no se debe prometer.
Quiero ahora hablarles de manera particular a los señores intendentes. El proceso de descentralización, que tiene alcances universales, lleva a las municipalidades a adquirir una gran trascendencia estratégica.
Más allá de los servicios públicos tradicionales, los municipios tienden a convertirse en ejes institucionales de la comunidad local, alrededor de los cuales se ordenan nuevas formas de participación popular y de concertación para el desarrollo.
Estoy convencido que el municipio es, a la vez, a la libertad política lo que la escuela al conocimiento. Y estoy convencido también de que existe un ancho campo en que la libre cooperación de los municipios puede encarar objetivos de dimensión regional. La tendencia ya existente en ese sentido en la provincia, será decididamente estimulada por mi gobierno.
Es en virtud de esta filosofía que, a pesar de la reducción global del gasto público prevista en el presupuesto 2000, las transferencias a los municipios se incrementarán en un 5 por ciento.
Y éste es el momento, seguramente, de compartir con ustedes una breve reflexión sobre las enseñanzas que van dejando los más recientes procesos electorales cumplidos en el país.
Estoy seguro que la gente, con su voto, ha iniciado una revolución política y pacífica. Sería irresponsable que nosotros, los políticos, la desatendiéramos. Al atribuir a distintos partidos las responsabilidades de gobierno en las instancias nacional, provincial y comunal, nuestra gente nos ha impulsado a convivir, ha reclamado de nosotros prácticas acordes con un nuevo nivel de civilización política.
Yo voy a escuchar este reclamo. Por eso, mi gobierno se ha comprometido, desde antes de asumir, con el gobierno del presidente Fernando De la Rúa. No es el compromiso de un amigo; es el compromiso del gobernador de la Provincia de Buenos Aires con el presidente de los argentinos. No debe haber un presidente de la Alianza ni un gobernador de los peronistas; debe haber un presidente de los argentinos y un gobernador de todos los bonaerenses, y así vamos a trabajar con el presidente de los argentinos. (Aplausos sostenidos.) Y así como en este recinto le he rendido homenaje a la historia de mi movimiento, cuando hoy tuve el honor de presidir la última Asamblea Legislativa de este milenio, le pedí expresamente que izara la bandera del mástil del recinto al doctor Raúl Ricardo Alfonsín, porque es hora que los argentinos comprendamos que los presidentes son siempre presidentes, no importa de qué signo político sean, y aprendamos a respetarnos profundamente, más allá de las pequeñas diferencias políticas. (Aplausos prolongados.)
Voy a trabajar codo con codo con todos los intendentes de mi provincia, cualquiera sea la corriente política a la que representan. En cada instancia, los responsables ejecutivos cumpliremos con aquello para lo que hemos sido elegidos, sin soslayar la búsqueda de consensos, ni tampoco eludir el momento de las necesarias decisiones y diferencias.
Sé perfectamente lo que se espera de mi gobierno. Sé perfectamente lo que falta por hacer. Conozco las demandas de los bonaerenses; sus expectativas y sus esperanzas son iguales a las mías. Si yo no las hubiere interpretado, no estaría hoy sentado aquí. Entiendo al pueblo de la provincia porque he crecido escuchando su voz. Las urnas han hablado con claridad. Los argentinos quieren avanzar sin traumatismos, sin sobresaltos, valorando lo ya logrado: la estabilidad y la convertibilidad, la reinserción internacional, reglas claras para la producción.
Los argentinos no quieren aventuras: quieren realidades, exigen de sus gobernantes seriedad, eficacia, sensatez. Como decían nuestros padres y abuelos: tenemos un país extraordinario y lleno de riquezas, sin conflictos raciales. Hoy podríamos agregar: sin las amenazas de fragmentación que afectan a tantos estados en el mundo actual.
Tenemos una tierra extensa y generosa, y el ejemplo de los que nos precedieron: hombres y mujeres, nativos y gringos. Y ahora tenemos, además, una democracia que nos permite realizarnos como ciudadanos, elegir y ser elegidos y, sobre todo, convivir civilizadamente en la pluralidad.
Como gobernador de Buenos Aires, el Primer Estado Argentino, los convoco a caminar juntos. Los convoco al esfuerzo para vivir mejor. Los convoco a construir unidos el país que soñamos, a partir del país de Moreno y de Saavedra, de Belgrano y de San Martín, de Rosas, Alberdi y Sarmiento, de Roca y Pellegrini, pero también de Yrigoyen y de Perón, de Alfonsín y de Menem. Esta Argentina múltiple, dispar, a veces febril, a veces pasional, pero siempre promisoria, es nuestro hogar, es la Patria.
Yo sé que todos aquellos nombres inscriptos en la historia se sustentan en los de los hombres y las mujeres anónimos y cotidianos que concurren laboriosamente a sus cultivos, a sus oficinas, a sus fábricas; en los de las mujeres que cuidan sus casas y sus chicos, en los de los jefes de familia que buscan trabajo.
Esa es la Patria. Esa es la Patria de carne y hueso, de sangre; es la Patria que cree y que crea, y en esa Patria están los jóvenes. Se dice que son indiferentes, que no se comprometen; pero yo sé que no es así. Yo sé que quieren ser tenidos en cuenta pero no solo como mercado o como masa de maniobra política. Desde aquí les digo que no pueden sentarse a esperar el futuro más promisorio. Deben acudir a él, salirle al paso, construirlo con sus propias manos. No se puede esperar que el Estado lo haga por ustedes. Ustedes, gracias a Dios, no han conocido la época en que ser joven era ser sospechoso. Hoy, la democracia los invita abiertamente a que participen, a que critiquen, a que construyan, a que se integren en las organizaciones comunitarias.
En estos dieciséis años la Argentina no se ha extraviado ni ha retrocedido, como algunos quieren hacerles creer. Ha puesto en marcha sus instituciones y ha recuperado su moneda, lo que no es poco. Ahora tenemos que atacar la inequidad y la exclusión social. No podremos hacerlo sin el vigor ni las ganas de la juventud.
Al iniciar esta experiencia cargada de responsabilidades y de esperanzas, le pido a Dios, Nuestro Señor, al que invocamos en el preámbulo de nuestras constituciones, que nos ilustre a Felipe Solá y a mí y nos dé la fuerza necesaria para llevar adelante la tarea empeñada.
Muchas gracias. (Aplausos prolongados).
CARLOS F. RUCKAUF

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