DISCURSO EN EL III
FORO EUROPA – AMERICA LATINA ORGANIZADO POR EL BID Y EL MINISTERIO DE ASUNTOS
EXTRANJEROS DE FRANCIA
Néstor Kirchner
[20 de Enero de
2005]
Señor director de la revista Problemas de
América Latina; señor secretario de Relaciones Exteriores de la República Francesa ;
señor presidente del Banco Interamericano de Desarrollo; señor representante
especial en Europa del Banco Interamericano de Desarrollo; señoras y señores:
agradezco profundamente a las autoridades de la revista Problemas de América
Latina la invitación a participar de este Tercer Foro Europa-América Latina que
se realiza hoy con el auspicio del Ministerio de Asuntos Extranjeros de Francia
y el Banco Interamericano de Desarrollo.
Es desde nuestro punto de vista de particular importancia que se destine tiempo y esfuerzo a la tarea de reflexionar respecto de la relación entre Europa y América Latina, que especialmente se analicen sus perspectivas y se estudie de qué manera las diversas regiones europeas y las regiones de América Latina pueden cooperar para lograr un desarrollo local y regional sustentable.
Es desde nuestro punto de vista de particular importancia que se destine tiempo y esfuerzo a la tarea de reflexionar respecto de la relación entre Europa y América Latina, que especialmente se analicen sus perspectivas y se estudie de qué manera las diversas regiones europeas y las regiones de América Latina pueden cooperar para lograr un desarrollo local y regional sustentable.
Concurrimos con el corazón y la mente
abierta a exponer nuestros puntos de vista para tratar de referir lo que a
nuestro entender debe constituir la agenda de colaboración y de asociación
entre los que vivimos en el sur de las Américas y quienes viven en Europa.
Determinar con precisión el punto en que nuestras relaciones se encuentran,
delimitar el campo de las necesidades más urgentes y descubrir los asuntos en
los que la complementación, la asociación y la colaboración pueden ser más
eficaces, pareciera ser la mejor manera de encontrar los temas para la
definición de una agenda realista entre las regiones.
Hace ya más de 500 años que Europa y América
protagonizaron el encuentro de dos universos culturales, uno de los momentos
más singulares de la historia de la humanidad. Las civilizaciones originarias
de América recibieron el impacto monumental de la cultura europea, este aporte
cultural fue absorbido y transformado por el mestizaje de los siglos, dando
lugar a un mundo nuevo. Aquel mestizaje físico, cultural y social, los combates
por la independencia de nuestras repúblicas y la adopción de los ideales de
libertad y dignidad de los seres humanos, contribuyeron juntos para forjar la
actual personalidad de América.
Hace 100 años, a fines del siglo IXX y
comienzos del siglo XX, nuestros países recibieron con amplitud la llegada de
otros europeos, que por cuestiones económicas, raciales, religiosas o
políticas, emprendieron el cruce del Atlántico. Ello también aparejó cambios en
nuestras culturas y en nuestras sociedades, enriqueciendo aún más la diversidad
y la pluralidad que nos caracteriza.
Luego Europa fue refugio para los
perseguidos de nuestro continente y más recientemente quimera de nuestros
emigrantes que buscan en la tierra de sus abuelos un destino mejor. Así Europa
y América del Sur sustentan su relación en una historia de tradiciones, valores
y lazos políticos, económicos y culturales.
Argentina define su forma de ser en gran
parte por el aporte realizado por la gran cantidad de europeos que han llegado,
se asentaron y constituyeron familia en nuestro territorio, cuyos descendientes
llegaron a ocupar importantes posiciones. De ello habla mi propio caso particular.
Esa comunidad de intereses y valores
posibilita fluidez para la elección de objetivos comunes y facilita la
implementación de acciones conjuntas.
Hoy el mundo transita tiempos de cambio, en
el marco de una globalización que crea oportunidades y riesgos sin precedentes.
El desafío es lograr quebrar la tendencia que tensiona al mundo al compás del
crecimiento de la brecha existente entre ricos y pobres.
En ese marco países centrales y países
periféricos no son escala de un ejercicio intelectual ni términos de ninguna
cuestión ideológica, reflejan una realidad lacerante de pobreza y exclusión
social al interior de nuestros países sin precedentes. Debemos lograr que la
globalizacilón opere para todos y no para unos pocos. Por eso sostenemos que en
la integración económica regional y en la multilateralidad política se
encuentran las claves de un porvenir donde el mundo sea un lugar más seguro.
América del Sur es tierra de futuro, pero
enfrenta sus propios desafíos. Estamos echando las bases de una Comunidad
Sudamericana de naciones y trabajamos para fortalecer el MERCOSUR. América
marcha hacia el cambio, necesita consolidar su crecimiento sustentable, lograr
calidad institucional, atraer inversiones productivas, subir su productividad,
mejorar la distribución del ingreso y crear empleo decente para avanzar con
paso firme. Pero sabemos que en muchos casos el solo crecimiento económico
puede no ser suficiente para reducir drásticamente la pobreza. Las experiencias
que lograron desarrollo económico y lo tradujeron en progreso social –que de
eso se trata- debieron abocarse a la generación de empleo para los más pobres,
aumentar sus niveles de ingreso y darles un mejor acceso a la salud, la
educación, la nutrición, la vivienda y el agua potable, junto a otros servicios
vitales.
Más allá de la combinación de las reformas
macroeconómicas con otras entradas en el mercado, buenos gobiernos,
instituciones confiables y una interacción apropiada entre estímulos y
suministros de bienes públicos, los países que lograron equilibrar el dinamismo
económico con inclusión social pudieron hacerlo prestando muy especialmente
atención a sus propias características y lejos de adoptar modelos universales
desarrollaron sus propios enfoques. La adopción de esos enfoques posibilitó dar
mayor sustentabilidad a los cambios, sobre la base de consensos políticos
indispensables para la viabilidad de las medidas que aplicaron.
América Latina, aunque figura entre las
primeras en sostener los principios y normas que rigen el orden político del actual
sistema internacional, transita su realidad sufriente de haber sido campo
propicio para dictaduras, conflictos internos y pobreza, lo que le ha otorgado
el nada halagador podio de territorio de las mayores desigualdades.
Ha sido también América Latina la región del
mundo que en promedio aplicó con más detalles los consejos emanados de los
organismos financieros multilaterales y de los países centrales, y como prueba
trágica del error de la aplicación mecánica de esos modelos impuestos, pensados
desde otras realidades y para otros países, ostenta ese récord de desigualdad
en el mundo.
Pero lo paradojal no se agota en nuestros
territorios. Muchas veces las instituciones internacionales, los gobiernos de
los más importantes países del orden mundial y el funcionamiento real del
sistema mundial, actúan a contramano de lo que se declama respecto de la ayuda
a la consecución de ciertos objetivos básicos de los países menos exitosos o
desfavorecidos. Aunque justo es decirlo, ello excede el campo de lo paradojal
para constituir a veces una doble moral o, para decirlo de manera más educada,
un doble estándar.
Para corregir el rumbo urge entender primero
que en el mundo actual la ayuda que se destine a mejorar el desarrollo de los
países periféricos no es una cuestión de sensibilidad social por parte de los
países centrales sino una acción que atañe a su propia situación, a su propio
crecimiento y a su propia seguridad. Como es necesario también comprender que
no existen fórmulas ni recetas mágicas que den resultado en todo tiempo y en
todo lugar, que lo aconsejable es dejar que en un marco de racionalidad cada
país pueda elegir su mejor camino para el desarrollo con inclusión social.
Sobre estas bases conceptuales, la marcha
hacia la unidad continental sudamericana y el desarrollo sustentable con
inclusión social que disminuya la desigualdad en los países de América Latina,
más que necesitar de Europa asistencialismo, se requiere el apoyo a una nueva
estrategia de desarrollo. Esa nueva estrategia de desarrollo tiene que apuntar
a obtener fuentes de recursos genuinos para nuestros ciudadanos que deriven de
su esfuerzo y trabajo diario.
Necesitamos crear, producir, aprovechar y
exportar productos nacionales, bienes o servicios, innovaciones
científico-técnicas o desarrollos culturales. Por eso los avances no pueden
reducirse a un acuerdo económico comercial, sin duda necesario para mejorar la
situación arancelaria de nuestros productos en un comercio libre y sin
distorsiones producto de falaces políticas proteccionistas, se trata de
desarrollar proyectos conjuntos que apunten a la formación de joint ventures
que promuevan cadenas de valor, sistemas de padrinazgo de pequeñas y medianas
empresas, mecanismos de trabajo común, proyectos de inversiones productivas que
incorporen tecnología y diseño a nuestra producción de bienes y servicios.
Debemos también forjar una fuerte agenda
política, de férreo respeto a los principios de la democracia y a la defensa
irrestricta de los derechos humanos, para actuar desde allí en defensa de la
paz y la seguridad en el mundo, para enfrentar los males que lo aquejan.
En particular la Argentina se relaciona
con el resto del mundo desde una situación que presenta tangibles muestras se
saneamiento y recuperación. La recuperación de la actividad económica, el nivel
de diversificación de la producción nacional y regional, la disminución del
desempleo, los superávit fiscal y comercial, sobre nuevos paradigmas con base
firme en la solvencia fiscal intertemporal, prudencia monetaria, cambio flexible
e integración productiva regional y con el resto del mundo, son datos hoy
absolutamente palpables.
Iniciamos la etapa que pretende poner fin al
default y encaramos una estrategia seria y consistente de desendeudamiento de
nuestro país, acorde a nuestras posibilidades de pago y privilegiando no
afectar nuestra posibilidad de crecimiento como salida estructural. En ese
marco consideramos central la relación entre nuestro país y Europa, en el
cuadro más amplio de relaciones de América Latina, la Comunidad Sudamericana ,
el MERCOSUR y la Unión
Europea , para ingresar a un capítulo fuerte en materia de
inversiones, comercio y tecnología.
En lo que se refiere a las inversiones la Argentina ingresó en una
etapa de expansión económica sostenida que demanda entre dos y tres puntos
adicionales de incorporación de bienes de capital respecto del producto bruto
interno. Nos ubicamos en niveles de inversión cercanos a los mejores años de la
década pasada, pero para asegurar un sendero sostenible de crecimiento como el
que nos proponemos, que duplique el producto bruto interno argentino cada 15
años, debemos agregar esa cuota adicional de inversión. Particularmente se
aprecia ello respecto del sector productor de bienes y servicios
comercializables internacionalmente, en la generación de energía y otros
desarrollos de infraestructura.
El espacio para el desarrollo de intereses
comunes Europa – América Latina respecto de Argentina es claro. En materia de
industria y servicio, la globalización exige de localizar o complementar
producciones para mantener competitividad. Los costos argentinos son ahora
altamente competitivos, nuestro país tiene amplios recursos naturales en
materia de alimentos, minería, energía y turismo. Contamos con recursos humanos
ubicados ampliamente por encima del promedio del mundo en desarrollo, lo que
sumado a lo anterior hace evidente la posibilidad de complementación con
empresas europeas que enfrentan problemas de costos.
En materia de infraestructura, cuando se
está identificando diversas obras relacionadas al proceso de integración
sudamericana, con el apoyo del BID y la Corporación Andina
de Fomento, nada impide que continúe la larga tradición europea de hacerse
presente en esos rubros.
La legislación argentina en materia de
inversiones es favorable, y sobre todo no es sólo letra muerta. Durante la
crisis derivada del colapso de la convertibilidad no hubo discriminación entre
capitales nacionales y extranjeros, y todos sufrimos el mismo impacto negativo.
En el proceso que ya lleva 10 trimestres con tasa de crecimiento anual entre el
8 y el 9 por ciento, todos resultan favorecidos.
En materia de comercio, el potencial actual
es tan claro como lo es también la necesidad de superar con nuevos métodos el
tradicional obstáculo agrícola. Mientras se reanuda la negociación regional se
detectan nichos para la expansión del comercio, que están ligados a la
ampliación de cuotas, su forma de administración y al levantamiento de barreras
sanitarias y fitosanitarias.
En cuestiones tecnológicas, los recursos
humanos existentes y la presencia de una red virtual de científicos y técnicos
argentinos trabajando en el exterior, en Europa en particular, crea márgenes
para el trabajo en conjunto.
La biotecnología, la nanotecnología, la
sustitución en combustibles, el desarrollo de satélites, el software, área que
cuenta en la Argentina
con programas en curso y legislación promocional, pueden ser campos de
cooperación prometedores.
En materia de turismo, desde la mística
Patagonia de la que provengo, hasta nuestro noreste que constituyera el límite
sur del imperio Inca, desde del noroeste con las impresionantes cataratas y los
centros de la colonización española, hasta las bellezas de nuestra pampa húmeda
y nuestra serranías, con el desarrollo cultural de sus principales ciudades, se
experimenta una verdadera explosión de inversiones. Existe aún un importante
campo para inversiones rentables, tanto en infraestructura hotelera como en
servicios al turismo, que ha sido visualizado y aprovechado ya por inversores de
la Unión Europea.
En esta agenda de colaboración para el
desarrollo deben asentarse concretamente las esperanzas de vencer a la
desigualdad que marca como una herida profunda la situación mundial. Por
cierto, esta agenda de colaboración para una estrategia de desarrollo
sustentable con producción, empleo e inclusión social de que hablamos no agota
los temas. Los vínculos entre Europa y América Latina tienen que posibilitar el
sostén firme del sistema multilateral, sustentado en procedimientos de legalidad
internacional en materia de seguridad colectiva, en base a los principios de no
ingerencia respecto a la integridad territorial y la soberanía de los Estados
grandes o pequeños, industrializados o en vía de desarrollo.
En el multilateralismo existe un campo
propicio para la defensa de los principios de democracia y respeto por los
derechos humanos, incluyendo la lucha contra toda forma de discriminación con
motivo racial, religioso, de género o de nacionalidad.
En el multilateralismo se encuentra el mejor
camino para la preservación de la paz y la seguridad internacional, previniendo
conflictos, promoviendo mecanismos de generación de confianza, el esfuerzo de
la capacidad de los organismos internacionales como garantes de la estabilidad,
el desarme y la no proliferación de armas de destrucción masiva.
En el multilateralismo está la mejor
herramienta para la lucha contra el terrorismo, el tráfico ilegal de armas, el
narcotráfico, el lavado de dinero y otras formas del crimen organizado.
En el multilateralismo está también la mejor
posibilidad de cumplimiento de los objetivos del milenio y el desarrollo social
a partir de la búsqueda de mecanismos eficaces para lograr la inclusión social
y la eliminación de la pobreza. Destacamos aquí las tareas realizadas por el
grupo de trabajo sobre las nuevas contribuciones financieras internacionales,
en lo que se conoce como el informe Landeau, acerca de las posibilidades de
financiamiento para la obtención de los objetivos del milenio, pues sin
financiamiento asegurado no tendrán futuro las acciones que se planifiquen por
más buena voluntad que se ponga.
Es claro entonces que Europa y América
Latina deben coordinar la defensa de sus posturas comunes, sostenidas en los
organismos internacionales, para concretar avances en estos diversos campos de
acción.
Quiero referir además 3 temas de central
interés para nuestra situación relativa: el fomento de la educación y la
importancia de desarrollar una agenda cultural que promueva nuestro
intercambio; y por fin, la necesidad de colaboración en materia migratoria.
El fomento de la educación en todos sus
niveles, incluyendo la mejora de sus aspectos cualitativos que garanticen
parámetros de enseñanza acordes con las exigencias del mundo actual y en la
competencia profesional de los docentes, aprovechando las nuevas tecnologías,
es central para los logros de los objetivos reseñados. Resultará muy útil
favorecer proyectos de investigación y desarrollo, en una estrategia conjunta
entre universidades y empresas para permitir la generación de emprendimientos
que ayuden a diversificar producciones, mejorar la competitividad y concretar
la integración biregional.
En material cultural se pueden incluir,
entre otras iniciativas tendientes a la conservación del patrimonio histórico,
el desarrollo de eventos orientados a la promoción de las culturas locales, el
fomento de la diversidad cultural, la realización de coproducciones u otros
trabajos conjuntos en cine, televisión y teatro, incluyendo la distribución y
difusión, el otorgamiento de becas u otras facilidades para artistas,
productores, directores, escritores, y la traducción de las obras, por citar
sólo unos pocos casos. En estos aspectos la colaboración de Europa y América
Latina puede ser particularmente fecunda.
En el tema migratorio se sigue un
tratamiento coordinado, sabemos de la importancia que Europa adjudica el
ingreso de nacionales de otros países en su territorio y de las limitaciones
que esa política suele traer aparejada a nuestros nacionales que ven en Europa
su oportunidad. Es imperioso diseñar reglas de admisión y permanencia
satisfactorias para ambas partes, que atiendan a la reunificación familiar y al
desarrollo educativo y laboral de inmigrantes, utilizando los mecanismos de
diálogo bilaterales existentes.
Para finalizar quiero referirme a un tema
que necesita la atención de Europa y América Latina, pues encierra un caso
testigo que reclama urgente ayuda, se trata del caso de Haití. Por mandato de
las Naciones Unidas el año pasado los países de la región, fundamentalmente
Brasil, Chile y Argentina, nos hemos hecho cargo de la situación con nuestras
fuerzas de paz, trabajo reconocido mundialmente. La solución de Haití no puede
ser militar, tiene que ser económica, la solución de Haití no puede ser sólo
latinoamericana, es necesario incluirlo en la agenda de nuestras regiones. Se
requiere además que ambas regiones, trabajando juntas, logremos el apoyo
mundial.
Este año se cumplen 200 años de que se
proclamó su independencia. Fue país proveedor de recursos, levantó los ideales
de la Revolución
Francesa y contribuyó a la abolición de la esclavitud, y hoy
está marginado de las más elementales ventajas de la pertenencia a la
humanidad. Es necesario colaborar y comprometerse muy fuertemente a su rescate
y desarrollo, y la colaboración internacional no debe estar ausente.
Hemos querido así tratar de abarcar los
temas que consideramos prioritarios de la relación entre Europa y América
Latina. En estos últimos 500 años, Europa y América Latina tuvieron relaciones
coloniales primero, luego se enfrentaron en las luchas de la independencia
americana, posteriormente en forma alternativa resultaron refugio de seguridad
o prosperidad para excluidos o perseguidos de uno u otro lado del Atlántico. Lo
permanente siempre fue su continua interrelación económica, cultural y social.
Se trata hoy de poner el acento en una relación colaborativa de beneficio
mutuo. No queremos que la relación se agote en promesas de un mejor futuro que
nos lleve otros 500 años para realizarse, el mundo y nuestras regiones reclaman
que pongamos manos a la obra para la concreción de una agenda de colaboración
interregional y comencemos a producir resultados que aporten al bienestar y a
la mejora de la situación de nuestros pueblos.
Muchísimas gracias señores.
NESTOR KIRCHNER
No hay comentarios:
Publicar un comentario