DISCURSO EN LA 59°
ASAMBLEA GENERAL DE LAS NACIONES UNIDAS
Néstor Kirchner
[21 de Septiembre
de 2004]
Señor Presidente:
Deseo para comenzar, expresar mis
felicitaciones por su elección para presidir estas deliberaciones y saludar al
Presidente saliente, Sr. Julián R. Hunte, por su labor al frente de esta
Asamblea.
Quiero también reiterar el reconocimiento a
la labor en favor de la paz y el multilateralismo que desarrolla el señor
Secretario General Koffi Annan.
Venimos desde el Sur a renovar nuestra determinación de participar activamente en la acción de las Naciones Unidas en favor de la paz, la promoción del desarrollo económico y social sustentable y la erradicación del hambre y la pobreza.
Venimos desde el Sur a renovar nuestra determinación de participar activamente en la acción de las Naciones Unidas en favor de la paz, la promoción del desarrollo económico y social sustentable y la erradicación del hambre y la pobreza.
Mi país agradece aquí el endoso del Grupo
Latinoamericano y del Caribe para ocupar un asiento del Grupo Regional en el
Consejo de Seguridad como miembro no permanente para el período 2005/2006.
Esos son valores que asociamos a la
democracia representativa, al respeto de los derechos humanos, a un sistema de
comercio mundial equilibrado, a una mejor distribución de los beneficios de la
globalización y a una democratización del sistema de decisiones en los
organismos internacionales.
Naciones Unidas debe fortalecerse y avanzar
en torno a la generación de procedimientos válidos para garantizar la paz y la
seguridad a nivel mundial.
El informe del Grupo de Alto Nivel sobre las
amenazas, los desafíos y el cambio, puede ser clave en tal sentido. Sus
propuestas tendrán que ser debidamente debatidas y consensuadas para
fructificar en decisiones concretas que reflejen y respondan a las diversas
perspectivas e intereses de todos los Estados Miembros.
Estamos convencidos de que no existe
alternativa aceptable a la acción multilateral. Sólo el debate colectivo y el
consenso de una mayoría de países pueden asegurar una acción genuina. La única
legitimidad para el uso de la fuerza debe provenir de las decisiones del
Consejo de Seguridad.
En virtud de ello, apoyamos los esfuerzos
por dotarlo de una mayor transparencia y participación de la comunidad
internacional en sus decisiones, sin que ello signifique aumentar los
privilegios existentes ni el establecimiento de nuevas categorías.
La acción del Consejo debe ser innovativa y
expresar la voluntad política de la comunidad internacional, sin perjuicio de
reconocer que siempre la responsabilidad primaria en evitar los conflictos
descansará en las propias partes involucradas.
Condenamos con firmeza los actos de
terrorismo internacional y sus delitos conexos, que tan profundas huellas han
dejado en la memoria del pueblo argentino y de otras naciones del mundo,
asignándole la máxima prioridad.
En este combate al terrorismo resulta
imprescindible una activa participación y colaboración de toda la comunidad
internacional, basada en el respeto del derecho internacional. Existe una
necesaria vinculación entre el respeto a los derechos humanos y la lucha contra
el terrorismo y debe preservarse el equilibrio entre la defensa que el Estado
debe realizar y el respeto de los derechos humanos.
Es central, para enfrentar con éxito al
terrorismo, contar con legitimidad en la respuesta y respaldo de la opinión
pública internacional. Es necesario entender que esta lógica importa ubicar
esta lucha en una dimensión que excede la reacción puramente militar y
preponderantemente unilateral.
Desde nuestra perspectiva, las amenazas
contemporáneas a la paz provienen tanto de la acción criminal del terrorismo
como de la proliferación de armas de destrucción masiva, de las violaciones
masivas a los derechos humanos como de la ausencia de participación política
democrática.
Pero la estabilidad y la seguridad se ven
también afectadas por el hambre y la pobreza extrema, por la exclusión social,
la ignorancia y el analfabetismo, por la propagación de enfermedades y
epidemias y por el daño irreversible al medio ambiente.
Por lo tanto, entendiendo que la paz y el
desarrollo se refuerzan mutuamente, debemos trabajar en un marco multilateral
que promueva sistemas económicos nacionales e internacionales basados en los
principios de justicia, equidad, democracia, participación, transparencia,
responsabilidad e inclusión social.
Nuestro compromiso con la paz y la
consolidación de la democracia en el mundo demanda acciones decididas que nos
permitan combatir el hambre, el analfabetismo y la enfermedad, que implican una
pérdida efectiva de autonomía y dignidad de las personas, y obstaculizan el
ejercicio pleno de la ciudadanía.
En junio de 2005 la Tercera Reunión
Americana de Ministros de Salud y Ambiente que estamos preparando, trabajará en
la evaluación del cumplimiento de los objetivos de desarrollo del milenio en la Región y presentará sus
conclusiones en la Cumbre
de Jefes de Estado de las Américas que se llevará a cabo en Argentina en
noviembre de 2005.
Sabemos que los problemas vinculados con la
desigualdad y la pobreza no podrán resolverse con políticas sociales sólo de
carácter asistencial. Aún cuando los planes y programas de asistencia
constituyen un recurso necesario, debe evitarse la consolidación de sociedades
divididas entre quienes tienen trabajo y quienes son asistidos.
En ese marco, es preciso otorgar al trabajo
un lugar central en la agenda internacional, vinculándolo con los atributos de
libertad, justicia, seguridad y protección, habida cuenta de su carácter de
principal vehículo de integración social
El crecimiento económico es una condición
indispensable y necesaria pero no suficiente para enfrentar las elevadas tasas
de desocupación, informalidad y precariedad laboral que aquejan a nuestras
sociedades.
Durante el pasado reciente en muchos de
nuestros países vivimos períodos de alto crecimiento, con bajas tasas de
generación de empleo, alta concentración del ingreso y un significativo aumento
en los índices de pobreza e indigencia. Es una clara evidencia del error que
encierra el mito de que al crecimiento le sigue un derrame inevitable.
Por lo tanto, es preciso articular políticas
activas que, al tiempo que propicien el desarrollo de los negocios y la
inversión productiva, tengan como objetivo prioritario la generación de trabajo
decente, en el marco de un nuevo paradigma que dote a las transformaciones
económicas de un fuerte contenido ético.
El trabajo decente constituye el instrumento
más efectivo para asegurar un marco de progreso material y humano, y debe
constituirse en una meta de la próxima década en la comunidad internacional.
Las condiciones institucionales propicias
para la generación de empleo, son sin duda múltiples y varían de acuerdo a los
contextos específicos de cada país.
Sin embargo, en los países en desarrollo, la
capacidad de los gobiernos democráticos para dar respuesta a los legítimos
reclamos de generación de empleo por parte de la sociedad, se ven condicionados
por las medidas proteccionistas que limitan el intercambio comercial,
especialmente en el sector agrícola.
El mundo desarrollado gasta en subsidios a
su producción más de 300.000 millones de dólares anuales. Esa cifra supera en
seis veces la ayuda directa que destinan a los países pobres.
Los países más pobres pierden casi 40.000
millones por año por menos exportaciones debido al proteccionismo agrícola de
los países industrializados.
El mundo, y esa actitud de los países desarrollados,
deben cambiar, para de ese modo de impedir que los acontecimientos sigan el
actual rumbo perverso.
No existe sistema político ni plan económico
que pueda tener sustentabilidad mientras subsistan los actuales niveles
acuciantes de pobreza y de desigualdad.
Esto no es algo que vaya a favorecer a un
grupo de países, va a favor de la paz y la seguridad en el mundo.
Se suman a lo apuntado, el problema del
excesivo peso del endeudamiento externo, el actual diseño de la arquitectura
financiera internacional y el papel de los organismos multilaterales de
crédito.
La década del 90, con excesos financieros a
escala global dio lugar a la expansión de deudas sobredimensionadas en un alto
número de países.
Para el desarrollo de esos países y para el
propio sistema financiero internacional será importante incorporar de manera
expresa el concepto de que el crecimiento económico es la variable central y
decisiva en lo que hace a la capacidad de pago y la sustentabilidad de sus
deudas.
Durante las últimas crisis financieras
internacionales los organismos multilaterales de crédito exhibieron una serie
de fallas en la resolución de las mismas. Las soluciones propuestas generaron
un efecto contagio en otros países, lo que magnificó internacionalmente el crecimiento
del hambre y la pobreza.
El caso de la Argentina resulta
paradigmático. Después de aplicar durante la década de los 90 las recetas
aconsejadas por los organismos financieros multilaterales, el país sufrió una
crisis financiera todavía no totalmente resuelta.
En el año 2002 el FMI incurrió en una severa
equivocación en el diagnóstico de la misma, lo que lo llevó a cometer
importantes errores de pronóstico y recomendaciones de política inadecuadas.
A partir de nuestra experiencia más reciente
y la de otras crisis de endeudamiento, podemos concluir que urge dar mayor
margen de acción a las autoridades nacionales. Se requiere establecer una
relación diferente con el FMI, priorizando una solución consistente con la
capacidad de pago del país y sostenible en el mediano y largo plazo, que
preserve los principios de equidad, justicia social y lucha contra la pobreza,
el hambre y la desocupación.
Debemos promover la reformulación de los
métodos de contabilidad fiscal entre la mayoría de los países y, sobre todo, en
los organismos financieros internacionales, con la finalidad de que las
inversiones en infraestructura no sean consideradas como gastos corrientes para
fines de cálculo de los superávit primarios.
Sabemos que los superávit fiscales
sostenibles son requisito para estabilizar las economías y respetar las
obligaciones con la comunidad financiera internacional, pero debe entenderse
que no cualquier superávit es defendible.
Cuando los superávit se logran merced a la
eliminación de inversiones en infraestructura física o social, se afecta de tal
modo la posibilidad de sustento político y el crecimiento, que termina por
hacerse de algo virtuoso un instrumento de desequilibrio negativo para el país
y negativo para el funcionamiento global de la economía.
Del drama de los países sobre endeudados
puede concluirse que las recetas únicas, con pretensión de ser universales y
aplicables bajo cualquier circunstancia, tiempo y lugar, resultan ser sólo
aproximaciones ideológicas a cuestiones concretas que sólo pueden ser resueltas
con realismo, flexibilidad y actitudes proactivas.
Nos hacemos cargo de la adopción de
políticas ajenas que nos llevaron al peor de los mundos. Pero no basta con la
simple aceptación por parte de los organismos multilaterales de crédito respecto
de su error al aconsejarlas, exigirlas y apoyarlas.
Se hace necesario un urgente, fuerte y
estructural rediseño del Fondo Monetario Internacional para que pueda prevenir
crisis y ayudar a su solución, cambiando el rumbo que lo llevó de prestamista
de fomento a acreedor con demanda de privilegios.
De otro modo, sólo contará con capacidad
para reclamar teóricas reformas estructurales sobre cuyos resultados nadie
garantiza nada, para seguir luego su sucesión de constantes autocríticas.
Mientras tanto, en nuestros países se
incrementará la desigualdad a causa de la aplicación de esas reformas y se
derramarán lágrimas y pobreza para los millones de excluidos que esas reformas
crean.
Ellos harán su "mea culpa" y
nosotros veremos crecer la cantidad de pobres si les volvemos a hacer caso. Por
eso decimos que los que más reformas estructurales necesitan son esos
organismos de crédito internacional.
En otro orden, apoyamos con decisión las
operaciones de mantenimiento de la paz que establece Naciones Unidas por medio
de los órganos pertinentes.
Durante este año hemos duplicado el personal
militar y policial acreditado en misiones de mantenimiento de la paz, contando
en la actualidad con efectivos argentinos en ocho de las dieciséis operaciones
existentes.
La recientemente creada Misión de Naciones
Unidas en Haití reviste una particular trascendencia. Se trata de la única
misión establecida por el Consejo de Seguridad que hoy tiene lugar en suelo
americano.
La región asumió el compromiso de ayudar al
país más pobre de América a retornar al camino del crecimiento y de la
libertad, y garantizar la vía democrática como mecánica idónea para asegurar la
dignidad, el desarrollo económico y social y el pleno respeto de los derechos
humanos.
En este marco, la Argentina reafirma su
posición de principio basada en el respeto universal de los derechos humanos y
al derecho internacional humanitario. La historia de la Argentina explica la
firme posición de mi gobierno en una cuestión que constituye, a estas alturas,
parte de su identidad como nación democrática.
Las disputas internacionales deben ser
resueltas por medios pacíficos.
Las Naciones Unidas han establecido,
mediante distintas resoluciones de esta Asamblea General y de su Comité de
Descolonización, que la cuestión de las Islas Malvinas constituye una situación
colonial especial que debe ser resuelta mediante negociaciones bilaterales
entre mi país y el Reino Unido.
El Comité de Descolonización se ha
pronunciado reiteradamente en ese sentido y mucho valoramos su acción a favor
de la búsqueda de una solución de esta cuestión.
Deseamos reafirmar una vez más la permanente
disposición de nuestro país a alcanzar una solución justa, pacífica y duradera
de esta disputa de soberanía que constituye una cuestión de la mayor
trascendencia para el pueblo argentino.
Exhortamos al Reino Unido a dar pronto
cumplimiento al llamado de la comunidad internacional a reanudar esas
negociaciones.
En el marco austral nos comprometemos a
proteger los intereses de la comunidad internacional en la Antártida asegurando que
todas las actividades que allí se desarrollan sean compatibles con el Tratado
Antártico y con el Protocolo de Madrid sobre preservación del medio ambiente.
El establecimiento de la Secretaría del Tratado
Antártico en la ciudad de Buenos Aires es ya una realidad. Agradecemos el apoyo
de quienes siempre apoyaron a la
Argentina para esta designación, que sin duda, contribuirá a
la consecución de los principales objetivos del Sistema del Tratado Antártico.
Como Estado amante de la paz y comprometido
con el multilateralismo, la
Argentina tradicionalmente ha apoyado la solución de
controversias mediante la negociación y el diálogo, conforme a criterios de
equidad y justicia.
En este sentido, nuestro país respalda
plenamente el logro de una paz estable y duradera en el Medio Oriente, fundada
en el inalienable derecho a la libre determinación del pueblo palestino y a un
Estado independiente y viable, al mismo tiempo que apoyamos el derecho de
Israel a vivir en paz con sus vecinos dentro de fronteras seguras e
internacionalmente reconocidas.
Esperamos que las partes reinicien las
negociaciones con vistas a solucionar sus diferencias y den cumplimiento a lo
que respectivamente les estipula la "Hoja de Ruta", plan que la Argentina , junto a la
comunidad internacional, considera como proceso más idóneo para llegar a la paz
definitiva y justa en la región.
La protección de la atmósfera es materia de
nuestra especial preocupación, no solamente en lo que se refiere a la de la
capa de ozono, sino también en todas las acciones necesarias para mitigar el
cambio climático y contribuir a facilitar la adaptación a los cambios que ya se
están produciendo y se encuentran en la raíz de los eventos meteorológicos
extremos que afligen en especial a los países en desarrollo.
En el contexto de esta preocupación y
convencidos de la conveniencia de la pronta entrada en vigor del Protocolo de
Kyoto, hemos invitado a realizar en Buenos Aires la décima Conferencia de las
Partes del Convenio Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, con
la intención de ayudar a dar un fuerte impulso a los esfuerzos concertados de
adaptación. Espero recibir y agasajar a las delegaciones de sus gobiernos en el
segmento de alto nivel que tendré el honor de inaugurar en Buenos Aires.
Transitamos una instancia de inmensos
desafíos para la
Organización y sus Estados Miembros, que reclama la
responsabilidad de todos. Es nuestra esperanza que, con un renovado y unánime
esfuerzo sepamos dar respuestas concertadas que acerquen el mundo a los ideales
de paz, libertad y prosperidad.
Muchas gracias.
NESTOR KIRCHNER
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