DISCURSO EN LA CEREMONIA DE
INAUGURACIÓN DE LA IV CUMBRE
DE LAS AMÉRICAS, EN EL AUDITORIO DEL HOTEL PROVINCIAL, EN LA CIUDAD DE MAR DEL PLATA
Néstor Kirchner
[4 de Noviembre de
2005]
Excelentísimos señores presidentes y
señoras; señores vicepresidentes; señores enviados especiales; señores
representantes de organismos internacionales; autoridades nacionales,
provinciales y municipales; señoras y señores: queremos darle la más calurosa
bienvenida a esta hermosa ciudad de Mar del Plata, deseando que estas jornadas
de trabajo fructifiquen en la construcción de un escalón más que jalone el
camino de este proceso de Cumbre de las Américas.
Si esta construcción colectiva, que quiere abarcar la geografía americana que atraviesa la última década de su historia, tiene que integrar un tema central a su agenda para producir resultados que ayuden al bienestar de nuestros pueblos, ese tema tiene que ser el lema de esta IV Cumbre, donde los señores presidentes y los representantes de los distintos países debemos dejar de hablar en voz baja para hablar en voz alta y buscar los puntos de acuerdo y resolución que nuestro hemisferio necesita.
Si esta construcción colectiva, que quiere abarcar la geografía americana que atraviesa la última década de su historia, tiene que integrar un tema central a su agenda para producir resultados que ayuden al bienestar de nuestros pueblos, ese tema tiene que ser el lema de esta IV Cumbre, donde los señores presidentes y los representantes de los distintos países debemos dejar de hablar en voz baja para hablar en voz alta y buscar los puntos de acuerdo y resolución que nuestro hemisferio necesita.
Crear trabajo para enfrentar la pobreza y
fortalecer la gobernabilidad democrática, nos remite de lleno al problema
central que enfrentamos los países que pretendemos desarrollarnos. Debemos
construir los consensos en cuanto a la importancia de preservar y fortalecer la
comunidad de democracias en cuanto a la convicción de defender a ultranza la
plena vigencia de los derechos humanos, el sostenimiento de la paz y la lucha
contra la delincuencia internacional, el narcotráfico y el lavado de dinero.
Un capítulo especial merece la obtención de
consenso respecto de la lucha contra el terrorismo. La Argentina considera
todos los actos de terrorismo, criminales e injustificables. No hay ninguna
razón racial, religiosa, ideológica o de cualquier otra naturaleza que pueda
justificar el asesinato de civiles inocentes. Los argentinos tenemos un
profundo sentimiento de solidaridad con las víctimas del terrorismo en el mundo
y con sus familiares. Fuimos víctimas en los casos de la Embajada de Israel y la AMIA , y comprometemos apoyo
permanente a la obtención de la verdad y al combate contra el terrorismo.
Debemos construir consensos para terminar
con la pobreza atávica, vencer a la indigencia y a la exclusión, evitar la
profundización de la brecha social, la degradación del medio ambiente, las
recurrentes crisis, la necesidad de sostener a la educación como factor
decisivo para el progreso individual y social, fomentar el acceso al
conocimiento y promover el crecimiento económico con equidad, crear trabajo
para enfrentar la pobreza y fortalecer la gobernabilidad democrática.
El lema que nos convoca nos hace percibir la
necesidad y la presencia de nuevos paradigmas. Crear trabajo decente, cómo
hacerlo de la mejor y más eficaz manera, está en la clave del debate sobre
cuáles son los mejores caminos para lograr un desarrollo sustentable que
garantice el bienestar de nuestros pueblos, vinculado con los atributos de la
libertad, la justicia, la seguridad y la protección, la creación de trabajo no
sólo es un fundamental vehículo de integración social, sino que puede
constituirse en la verdadera clave de la construcción de la gobernabilidad.
En la obtención de esos consensos para
avanzar en el diseño que las nuevas políticas que la situación exige, no puede estar
ausente la discusión respecto de si aquéllas habrán de responder a recetar
únicas con pretensión de universales, válidas para todo tiempo, para todo país,
todo lugar. Esa uniformidad que pretendía lo que dio en llamarse el “Consenso
de Washington” hoy existe evidencia empírica respecto del fracaso de esas
teorías. Nuestro continente, en general, y nuestro país, en particular, es
prueba trágica del fracaso de la “teoría del derrame”.
Por supuesto, la crítica de ese modelo no
implica ni desconocer ni negar la responsabilidad local, la responsabilidad de
las dirigencias argentinas. Nos hacemos cargo como país de haber adoptado esas
políticas, pero reclamamos que aquellos organismos internacionales, que al
imponerlas, contribuyeron, alentaron y favorecieron el crecimiento de esa
deuda, también asuman su cuota de responsabilidad.
Las consecuencias nefastas que las políticas
de ajuste estructural y del endeudamiento externo tuvieron para el pleno
ejercicio de los derechos humanos, en especial los derechos económicos,
sociales y culturales, se viven y recorren trágicamente el mapa de la
inestabilidad latinoamericana. No se trata de ideología, ni siquiera de
política, se trata de hechos y de resultados.
Son los hechos los que indican que el
mercado por sí solo no reduce los niveles de pobreza y son los hechos también
los que prueban que un punto de crecimiento en un país, con fuerte inequidad,
reduce la pobreza en menor magnitud que en otro con una distribución del
ingreso más igualitaria.
Los resultados de las recetas que criticamos
son los que se vieron reflejados en la crisis argentina del 2001 y en la caída
de varios gobiernos democráticos de la región, algunos de ellos transitando aún
una preocupante inestabilidad institucional.
Es entonces la experiencia regional y no la
teoría de las burocracias de los organismos multilaterales, la que demuestra
que lo aconsejable es dejar que, en un marco de racionalidad, cada país pueda
elegir su mejor camino para el desarrollo con inclusión social. Esa
racionalidad de la que hablamos, debe permitir su verificación en resultados
cuantificables económica y socialmente.
Una nueva estrategia de desarrollo tiene que
apuntar a obtener fuentes de recursos que deriven del esfuerzo y trabajo diario
de nuestros ciudadanos. Necesitamos crear, producir, exportar bienes y
servicios, innovaciones científico técnicas y creaciones culturales.
De la fe ciega y excluyente en el mercado,
el objetivo aconsejado o impuesto de reducir o minimizar el rol de los
gobiernos, hacer desaparecer al Estado y avanzar en la degradación de la
política, debemos pasar a la generación de una nueva estrategia de desarrollo
de crecimiento sustentable, con equidad, calidad institucional, ejercicio de la
representación, el control y la participación ciudadana.
La equidad es central, promueve el
crecimiento y la eficacia, a través de la sustentabilidad política y social,
posibilitando un mejor uso de los recursos humanos y ello revierte en
viabilidad económica. Para lograr equidad es fundamental la creación de empleo
digno.
En nuestro país, con mucho esfuerzo
compartido, pero sin ayuda alguna del Fondo Monetario Internacional, tras
reducir en términos netos más de 14.900 millones de dólares nuestra deuda con
organismos multilaterales de crédito, y obtener una exitosa reestructuración de
la deuda, superando el default, hemos logrado importantísimos avances en esta
lucha por la equidad.
Durante nuestro Gobierno la pobreza bajó del
57.5 por ciento al 37.7 por ciento y salieron de la pobreza 5.600.000 personas
y abandonaron la indigencia 5.300.000 personas. Entre el primer semestre de
2003 y el primer semestre de 2005, un 33.5 por ciento de los hogares que eran
pobres dejaron de serlo, es decir uno cada tres. En el mismo período un 53.4
por ciento de los hogares que eran indigentes dejaron de serlo, es decir más de
uno de cada dos.
La baja del índice de la población en
condiciones de indigencia fue del 27.5 al 12.6; entre junio de 2003 y agosto de
2005, el índice general de salarios creció un 28.74 ubicándose un 16.49 por
encima del crecimiento de la canasta básica de alimento y un 13.85 por encima
de la canasta básica local.
La tasa de desocupación descendió de tal
modo que un 32 por ciento de los desocupados y el 28 por ciento de los
subocupados dejaron de serlo. Los índices siguen mejorando hasta ubicarse, para
esta última medición mensual, en un 10.3, luego de estar en el 24 por ciento.
Aumentó el empleo genuino, mientras declinaban los planes de empleo, los
empleos con cobertura de la
Seguridad Social crecieron más velozmente que el nivel de
empleo, alcanzando el nivel más alto de la serie 5.536.000 a razón de un
25 por ciento y un 10.7 por ciento en este último año.
Por primera vez en años disminuye la
desigualdad en tanto el quintín de los ingresos más altos, pierde a favor de
los quintines más bajo un 2.1 por ciento. La Argentina está logrando
con grandes esfuerzos, repito, retomar la senda del desarrollo y ha alcanzado
un importante y sostenido crecimiento de su economía, a la vez, ha logrado
reducir, como vimos, de manera significativa los índices de desocupación, de
pobreza e indigencia.
Los indicadores muestran, después de la
salida de la crisis, un crecimiento sostenido de la economía, una situación
superavitaría de las cuentas fiscales por tercer año consecutivo y externas,
junto con una recomposición de las reservas. Argentina creció el 8.8, en 2003;
el 9 en 2004 y en el primer semestre de 2005 superó el 9 por ciento.
El superávit primario consolidado se ubica
en un 5 por ciento del PBI y las reservas crecieron de menos de 10 mil millones
de dólares a más de 26 mil millones de dólares. Las exportaciones tienen
grandes posibilidades de llegar este año a 40 mil millones de dólares,
estimándose su crecimiento en un 15 por ciento haciendo crecer el superávit comercial.
Desde la salida del default, Argentina se consolida como una oportunidad para
las inversiones productivas.
La matrícula de la enseñanza primaria y el
número de alumnos que empiezan primer grado, se ubican por encima del 91.5 por
ciento y el 86.9 por ciento respectivamente, y la población analfabeta no
supera el 3 por ciento, llegando la alfabetización de la mujer al 97.4 por
ciento.
El retorno de la educación técnica y la
mayor inversión en educación, que del 2 por ciento del PBI ya creció al 4, y la
haremos crecer hasta el 6 por ciento, antes de 2010, juntamente con la
discusión de un nuevo modelo educativo potenciarán nuestras posibilidades de
construir un mejor futuro.
La tasa de mortalidad infantil ha descendido
significativamente pasando del 16.8 por mil hasta ubicarse en el actual cercano
de 12 por mil. La fuerte inversión en salud pública, vivienda e infraestructura
nos posibilitará mejorar aún más.
En estos números no hay magia ni milagro, se
condensa mucho esfuerzo y trabajo. Concebimos que esta mejora contribuye a la
estabilidad y al equilibrio de Sudamérica, es el resultado de haber construido
sobre los pilares del trabajo, la producción, el consumo y la exportación, en
un marco de sano equilibrio macroeconómico.
Lamentablemente, en ese proceso de
recuperación, expansión y transformación no contamos con la ayuda del Fondo
Monetario Internacional, que si apoyó y financió, en el orden de los 9 mil
millones de dólares hasta semanas antes del colapso, el régimen de
convertibilidad, déficit fiscal y endeudamiento. Aquella cifra, curiosamente,
es casi equivalente a la deuda total que tiene mi país con ese organismo.
En síntesis, en un ejercicio que podemos
calificar de perverso, sin temor a equivocarnos, se le dieron fondos frescos,
dinero constante y sonante, no sólo a los que no pagaban, sino a los que
seguían gastando y mantenían un déficit fiscal crónico. Hoy, lo que se le niega
a la Argentina ,
no son ya fondos o nuevos préstamos que no hemos solicitado y que, obviamente,
ni pensamos hacerlo, es algo mucho peor,
se nos niega la refinanciación si no aceptamos determinadas condicionalidades
que no son otras que las mismas políticas que nos condujeron al default.
Para la Argentina , que corría hacia el abismo, había
ayuda y fondos frescos; para la
Argentina que con esfuerzo y soledad se recupera, no hay
refinanciación. Merecería esta situación que García Márquez le dedicara unos
párrafos de su “realismo mágico”.
Por si todo esto fuera poco, como en tantos
países en desarrollo, continuamos siendo afectados tanto por esa visión arcaica
del tema de la deuda, como por un sistema de comercio internacional injusto
para los productos agrícolas, donde los subsidios y medidas paraarancelarias de
los países desarrollados, continúan impidiendo que nuestros países puedan
crecer plenamente con sus recursos genuinos.
Es como si se pretendiera que cayesen sobre nosotros las diez plagas de
Egipto.
En este punto es necesario advertir que a la
ahora de analizar el sistema de comercio internacional, subsidios agrícolas o
barreras arancelarias, hay que tener en cuenta las asimetrías y los diferentes
grados de desarrollo. Porque la igualdad es un concepto valioso y necesario,
pero sólo aplicable a los que son iguales. Igual tratamiento para los
diferentes; igual tratamiento entre países poderosos y débiles; igual
tratamiento entre economías altamente desarrolladas y economías emergentes, no
sólo es una mentira sino que, además, resulta una trampa mortal. Trampa que
primero atrapa y afecta a los débiles, pero que luego de un modo u otro,
también termina llegando a los poderosos.
Existe hoy un claro consenso internacional
en torno a la necesidad de reformar y actualizar los organismos surgidos de
Breton Wood, así como respecto a la necesidad de introducir mejoras en el
funcionamiento del sistema financiero para una economía globalizada. No es
capricho, es simplemente aceptar una nueva realidad mundial.
Lamentablemente en lo específico de las
reformas, la discusión parece haberse centrado más en el tema de las representaciones
y los poderes de voto, que en los temas sustanciales.
La visión de los funcionarios en relación a
los países emergentes, parece agotarse en la preocupación central de sólo
mejorar los sistemas de alerta temprana respecto de las crisis, evaluar el modo
de resolverlas y encontrar el financiamiento de su prevención.
Pretendemos que el Fondo Monetario
Internacional y el Banco Mundial cumplan el rol contracíclico para el cual
fueron creados, eviten el sistema de condicionalidades cruzadas, aumenten el
grado de transparencia de sus operaciones, reduzcan los costos de su
funcionamiento y mejoren su capacidad de préstamo.
No parece mal que trabajen activamente en
cooperación con el sector financiero privado u otros sectores de la economía,
pero deben cuidadosamente evitar quedar prisioneros o ser los gestores de los
intereses particulares.
Si estos temas se abordan correctamente, la
discusión sobre la representatividad adquiere sentido; de lo contrario, el
esfuerzo en la supuesta reinvención será mayor que los beneficios que genere.
En cuanto al sistema financiero en su
conjunto, en materia de deuda externa debe adoptárselo de mayor justicia,
dejando de pretender trato igualitario a quienes están en situaciones
distintas. Privilegiar el ahorro sobre la especulación y la participación de
los ahorristas sobre la de los grandes operadores concentrados, usualmente,
tenedores de información privilegiada.
Exige privilegiar a los inversores
minoristas, a los acreedores originales de las emisiones de deuda, a los
acreedores en una etapa de precrisis. En todo caso, no puede privilegiarse a
quienes resulten acreedores de la etapa poscrisis.
Hemos dicho que no aconsejamos a nadie de
“defaultear” su deuda, si se puede evitarlo. Decimos ahora que cumpliremos
nuestros compromisos con quienes han participado de nuestro proceso de
reestructuración, a quienes consideramos hoy nuestra prioridad en nuestros
pagos.
El Fondo Monetario Internacional no puede
pretender condicionamientos que resulten contradictorios entre sí y opuestos a
nuestras posibilidades de crecimiento ni exigir la devolución de fondos que en
plena crisis destinó a financiar un programa condenado al fracaso de manera
inmediata.
Nuestra capacidad de pago debe medirse en
función de los compromisos contraídos en la reestructuración de la deuda y en
nuestra capacidad de crecimiento. Si afectásemos nuestro crecimiento,
afectaríamos nuestra capacidad de pago y en eso respetaremos nuestras
prioridades acudiendo a los remedios que el sistema pone a nuestro alcance.
Esperamos que el Fondo Monetario
Internacional sepa escuchar y, sobre todo, comprender y entender. Se trata de
negociar con sinceridad y buena fe.
Para el desarrollo que buscamos, nuestra
pertenencia al MERCOSUR, como el mercado regional de lo propio y de la naciente
Comunidad Sudamericana, es primordial. Hemos asumido trascendentes desafíos que
sólo estaremos en condiciones de encarar con razonables posibilidades de éxito,
mediante la coordinación de posiciones y acciones.
Por eso, seguimos pensando que no nos
servirá cualquier integración; simplemente, firmar un convenio no será un
camino fácil ni directo a la prosperidad.
La integración posible será aquélla que
reconozca las diversidades y permita los beneficios mutuos. Un acuerdo no puede
ser un camino de una sola vía de prosperidad en una sola dirección. Un acuerdo
no puede resultar de una imposición en base a las relativas posiciones de
fuerza. Por el contrario, como en otras latitudes -está allí el testimonio de la Unión Europea-,
los acuerdos de integración comercial deben contemplar salvaguardas y
compensaciones para que los que sufren atrasos relativos, de modo que el
acuerdo no potencie sus debilidades. Ese es un modo no sólo aceptable, sino
fundamentalmente viable.
La integración será posible en la medida que
se atiendan las asimetrías existentes y si las negociaciones satisfacen los
intereses fundamentales de cada país, especialmente, en materia de acceso a los
mercados sin restricciones.
Es que el problema del desarrollo de las
economías emergentes, en un marco de equidad, no debe abordarse desde el punto
de vista de los países desarrollados, como si fuera un asunto de beneficencia
respecto de los que menos tienen.
En este sentido, respecto a nuestro
continente, como hoy se lo decía al señor presidente de los Estados Unidos,
sigo creyendo que por las cuestiones de liderazgo en la región, su Nación, su
país, la Nación
de los Estados Unidos, tiene una responsabilidad ineludible e inexcusable para
ayudar a ir dándole el lugar y la posición definitiva y final a este marco de
asimetrías que tanta inestabilidad han traído a la región.
Creo que su rol de primera potencial mundial
es insoslayable. No se trata de un juicio de valor, sino de un dato de la
realidad. Creemos que el ejercicio responsable de ese liderazgo en relación a
la región, debe considerar necesariamente que las políticas que se aplicaron no
sólo provocaron miseria y pobreza, en síntesis la gran tragedia social, sino
que agregaron inestabilidad institucional regional que provocaron la caída de
gobiernos democráticamente elegidos en medio de violentas reacciones populares,
inestabilidad que aún transitan países hermanos.
Peor aún, no podemos ignorar datos
estadísticos que dan cuenta de un creciente y preocupante desapego por el sistema
democrático de los habitantes de distintos lugares de nuestra región como
consecuencia de la falta de una digna calidad de vida. Llegamos así y por esa
vía a un rejuntado paradojal: en nombre de la democracia tenemos menos
democracia.
Los países con mayor desarrollo deben
asociarse a las estrategias de crecimiento sustentable de los países menos
desarrollados en la inteligencia de que allí está su conveniencia, ayudando a
que el mundo sea más estable, seguro y pacífico.
Nuestro país considera a la democracia un
valor universal que no constituye patrimonio de ningún país o región, y nuestro
Gobierno orienta sus esfuerzos a mejorar su calidad, reforzando el Estado de
derecho y asegurando la imparcialidad e independencia de la Justicia , así como
implementando los tratados internacionales en materia de derechos humanos que
forman parte de nuestra Constitución.
Sabemos que el mercado organiza
económicamente, pero no articula socialmente. Debemos hacer que el Estado ponga
allí, donde el mercado fluye y abandona. Es el Estado el que debe actuar como
el gran reparador de las desigualdades sociales en un trabajo permanente de
inclusión y creando oportunidades a partir del fortalecimiento de la
posibilidad del acceso a la educación, la salud y la vivienda, promoviendo el
progreso social basado en el esfuerzo y el trabajo de cada uno.
En el centro de la realidad política
regional está el cambio y un lugar nodal en ese cambio, lo ocupa la creación de
trabajo decente. Y en este punto, es donde adquiere especial relevancia el otro
término inseparable de la ecuación, el rol de la inversión y las empresas, rol
que debe ser ejercido con responsabilidad social.
Es lógico que la rentabilidad sea el valor
central de cualquier emprendedor, pero también debe buscarse el equilibrio que
contribuya a alimentar el círculo virtuoso de la economía.
Sin enfrentar eficazmente la pobreza y la
exclusión y dando trabajo, no habrá bienestar. La falta de bienestar en
nuestros pueblos, es la raíz de las mayores inestabilidades. La gobernabilidad
estará en riesgo si no creamos trabajo.
No lo proclamamos desde ninguna teoría,
invitamos a ver los sufrimientos y los logros que tuvo la Argentina , invitamos a
ver la durísima experiencia que hemos tenido, invitamos a tener en cuenta la
paulatina recuperación de nuestra autoestima, el fortalecimiento de nuestras
instituciones y la tarea fundamental de crear trabajo decente tras el norte de
la equidad y la inclusión social.
Debemos lograr que la globalización opere
para todos y no para unos pocos. Por eso sostenemos que la integración
económica regional y en la multilateralidad política se encuentran las llaves
de un porvenir donde el mundo sea un lugar más seguro.
Esperamos que estas jornadas de trabajo nos
sirvan para representar mejor a nuestros pueblos, que los presidentes tengamos
todo el coraje que la hora y el tiempo indican, que tengamos la fuerza y la
fortaleza de plantear nuestra verdad relativa, que tengamos también la
capacidad de escuchar al otro y de buscar en la verdad relativa de uno y del
otro esa verdad que nos pueda sintetizar en la construcción de los nuevos
tiempos que deseamos. Pero hay que hablar claro, tenemos que decir lo que
pensamos.
Nuestros pobres, nuestros excluidos,
nuestros países, nuestras democracias, ya no soportan más que sigamos hablando
en voz baja; es fundamental hablar con mucho respeto y en voz alta, para
construir un sistema que nos vuelva a contener a todos en un marco de igualdad
y nos vuelva a devolver la esperanza y la posibilidad de construir obviamente un
mundo distinto y una región que esté a la altura de las circunstancias que sé
que los presidentes desean y quieren.
Así que, les agradezco profundamente
vuestras presencias en esta Cumbre, les agradezco profundamente la
participación activa que tienen y, desde la Argentina , con absoluta
responsabilidad y humildad, hemos querido dejar en claro cuál es la visión
relativa que tenemos de la etapa y del tiempo que nos toca vivir.
Muchísimas gracias.
NESTOR KIRCHNER
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