junio 08, 2012

Discurso del Presidente, H. Yrigoyen, en el banquete ofrecido al Presidente electo de EE.UU Mr. Hoover, y saludos de despedida (1928)

POLITICA INTERNACIONAL
AMERICANISMO Y ANTI - IMPERIALISMO
«Discurso en el banquete ofrecido a Mr. Hoover, Presidente Electo de los Estados Unidos de Norteamérica»
Hipólito Yrigoyen
[1928]

Excelentísimo Señor Presidente electo:
Habéis tenido a bien comprender a la República Argentina, entre los países de Sud América que os propusisteis visitar; y ésta, valorando debidamente vuestra cortesía, os ha tributado su más caluroso homenaje, al par que el Gobierno, seguro intérprete de los sentimientos y aspiraciones nacionales, os brinda en este momento su efusivo saludo. 
Vinculados a los Estados Unidos de Norteamérica por lazos amistosos, que se remontan a los albores de nuestra vida independiente —pues en el ejemplo de los ilustres fundadores de vuestra República recogimos las primeras lecciones de democracia, y la sabiduría de vuestra ley constitucional fijó la arquitectura de nuestras instituciones federativas—, no dudamos de que vuestra espontánea visita ha de intensificar las relaciones establecidas de pueblo a pueblo y mantenidas armoniosamente por un espacio de tiempo ya secular.
La Argentina — ¿por qué no decir la América y el mundo ?—, espera que vuestra Nación, ya en el cenit de su engrandecimiento, en la cumbre misma de su pujanza y de su expansión, irradie altos valores espirituales y pacifistas, como el que llevara a vuestro insigne, Presidente, desaparecido, a convocar en Ginebra —después de la trágica hecatombe de la civilización contemporánea—, a todos los pueblos, para que, como bajo el santuario de una solemne basílica, reafirmaran para las naciones, el precepto eterno y luminoso que el Divino Maestro promulgó: «Amaos los unos a los otros».
Tales son los anhelos de los pueblos sudamericanos, los cuales aspiran a avanzar siempre por el sendero de su perfeccionamiento hacia la misión que en la Historia le han deparado los designios de la Providencia; realizándose como entidades regidas por normas éticas tan elevadas, que su poderío no pueda ser un riesgo para la justicia, ni siquiera una sombra proyectada sobre la soberanía de los demás Estados.
Con la inspiración de estos votos sagrados, levanto mi copa para desearos, Señor, un gratísimo retorno al seno de vuestra ilustre y grandiosa patria.
YRIGOYEN
_________
Saludo de despedida
Buenos Aires, diciembre 22 de 1928.
A S. E., el Señor Presidente electo de los Estados Unidos de Norteamérica, Mr. Herbert Clark Hoover.
Al alejaros de las Naciones que acabáis de visitar, de retorno a vuestro gran país, me es muy grato expresaros nuestro reconocimiento por vuestros eminentes y generosos mensajes; el contenido en vuestros telegramas y el que posteriormente me transmitiera el Embajador de los Estados Unidos.
Esas comunicaciones han acentuado intensamente en mi espíritu las impresiones experimentadas en las horas que convivimos, bajo el efusivo ambiente con que os rodeó el pueblo argentino y en las cuales dilucidamos en plena identificación del pensamiento, conceptos y propósitos relacionados con la soberanía de los pueblos.
La Nación Argentina, que os tributó los homenajes merecidos a vuestra personalidad con la civilidad propia de su cultura, tan deferentemente calificada por V. E., exteriorizando los amistosos sentimientos que siempre abrigó hacia el pueblo norteamericano, ha recibido vuestras sentidas apreciaciones con la más justificada satisfacción.
Puedo aseguraros, Señor, que vuestro inolvidable paso por la República deja tras de sí, una armoniosa cordialidad que sólo resulta de la mutua inteligencia de los pueblos y de la comprensión absoluta de que sus destinos en la historia se rigen por análogos preceptos morales y están conducidos por idénticos ideales de elevada espiritualidad.
Por ello abrigamos el convencimiento de que ha sido feliz la oportunidad de compartir con V. E., en recíproca compenetración de idénticas preocupaciones ideológicas y políticas, la consideración de cuestiones de evidente interés para el desenvolvimiento concordante de las inmensas posibilidades de perfeccionamiento que la Providencia ha discernido a los pueblos de América.
Participo así, de la halagadora certidumbre de que las relaciones y orientaciones comunes en orden a la solución de aquellos problemas que afectan por igual a los países del continente, ha de ser fecunda en bienes para la realización de todos ellos y afianzarán las condiciones de paz, cultura y prosperidad que caracterizarán en los tiempos venideros el desarrollo de las comunidades señaladas por el destino, para llevar contribuciones propias a la civilización del mundo.
Las leyes inmanentes que rigen el desenvolvimiento de las sociedades humanas, fijan las inmutables bases de justicia sobre las cuales ha de sustentarse su estabilidad definitiva.
Los principios democráticos incorporados a las constituciones de nuestros pueblos, fueron conquistas de la filosofía política traducidas en la realidad del derecho público, que renovaron los fundamentos de la ciencia del gobierno, haciendo reposar la autoridad del Estado sobre el consentimiento espontáneo de las entidades organizadas, bajo los auspicios de la igualdad. De la misma manera confiando en., el mejoramiento consecutivo de los ideales humanos y do las aptitudes para trasladarlos a los escenarios de. la vida, debe esperarse el advenimiento de una era de concordia entre las naciones, inspirada en los más nobles sentimientos de solidaridad y fundada en una íntima colaboración de los pueblos, unidos para alcanzar esa altura constantemente anhelada por la humanidad a través de las vicisitudes de su Historia.
Tengo la convicción profunda de que una nueva edad histórica que vislumbro, acaso más cercana de lo que puede deducirse del espectáculo incierto y desconcertante ofrecido por las inquietudes y zozobras reinantes en el mundo, habrá de surgir como un nuevo evangelio enseñado en la verdad viviente del ejemplo en el seno de las naciones que pueblan los continentes de América, expandiéndose en el plano de igualdad de sus libres soberanías e identificadas por la aspiración perenne de cimentar sus múltiples progresos, en la armonía imperturbable de una fraternal cooperación.
Con estos juicios y con los mejores recuerdos de nuestras entrevistas, recibid, ilustre amigo, mis más cordiales salutaciones extensivas a vuestra respetable esposa y distinguidos acompañantes.
H. YRIGOYEN

Fuente: “Ley 12839. Documentos de Hipólito Yrigoyen. Apostolado Cívico – Obra de Gobierno – Defensa ante la Corte”, Talleres Gráficos de la Dirección General de Institutos Penales, Bs. As 1949.-

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