julio 14, 2012

Discurso de Fidel Castro en el acto de graduación de 800 maestros de secundaria básica (1961)

DISCURSO EN EL ACTO DE GRADUACION DE 800 MAESTROS DE SECUNDARIA BASICA, EN EL TEATRO“CHAPLIN”
Fidel Castro
[28 de Diciembre de 1961]

― Departamento de versiones taquigráficas del Gobierno revolucionario ―

Compañeros y compañeras graduados del curso de profesores de secundaria básica; Estudiantes de las distintas escuelas representadas aquí;
Señoras y señores:
Gran entusiasmo reina hoy en este teatro, entusiasmo que tiene su razón de ser, para todos ustedes y para todos nosotros, en la satisfacción y el optimismo que despierta la obra de la Revolución y la cosecha de los primeros frutos de la Revolución.
¿Cómo se organizó este curso y qué tiene de experiencia para nosotros este curso, qué nos enseña? Nos enseña que, en medio de una revolución, hay que resolver los problemas revolucionariamente.
Una de las dificultades principales para llevar adelante los planes gigantescos que una revolución necesita en el campo de la educación, uno de los problemas serios, fundamentales, era la falta de profesores. Todos sabemos perfectamente la necesidad que tiene la Revolución de formar técnicos, esas cifras las conocemos perfectamente bien. Para llevar adelante cualquier programa de educación hacen falta recursos, hacen falta edificios, hacen falta casas, hacen falta recursos materiales de diversa índole, tales como libros, muebles, muchas cosas. Pero lo más importante para llevar adelante un programa de educación son los maestros y los profesores. Nuestro país confrontó ese problema de la falta de maestros y de profesores para, a su vez, resolver el otro problema, el de la necesidad de técnicos, y, sobre todo, la necesidad de educar a nuestro pueblo.
En nuestros campos, por ejemplo, no había escuelas ni maestros. Se hacía difícil encontrar personal que estuviese en condiciones de ir a enseñar a las montañas; cientos de miles de niños, por esa razón, carecían de escuelas, lo cual iba a aumentar, de año en año, el número total de personas adultas sin saber leer ni escribir, y que en nuestro país ascendían aproximadamente a un millón de personas; faltaban profesores para las escuelas tecnológicas; faltaban profesores para las escuelas superiores, preuniversitarias y secundarias.
¿Cómo resolver ese tremendo problema? ¿Debíamos resignarnos a esperar que en el transcurso de los años se formase el número suficiente de profesores para ir progresivamente, de año en año, aumentando el número de escuelas, y conformarnos con un plan modesto sobre una cuestión que es tan esencial para nuestro país? No podíamos hacer eso. Y a esta falta de maestros y de profesores se unía la circunstancia de la acción del enemigo, de la acción de la contrarrevolución y de los imperialistas para llevarse a los profesores.
El razonamiento del imperialismo es este:“Si no te bastan un millón de analfabetos, si no te bastan cientos de miles de niños sin escuelas, y si no te bastan tu miseria y tu pobreza, vamos a llevarte los profesores, vamos a llevarte los técnicos, y vamos a sumirte aún más en la ignorancia y en la pobreza.”
Sin embargo, las revoluciones tienen precisamente esa virtud de poder enfrentarse a los problemas y resolverlos. Pero, ¿cómo?, ¿burocráticamente? No, las revoluciones pueden resolver sus problemas mediante un procedimiento simple y esencial: ir al pueblo, porque en el seno del pueblo se encuentran todos los recursos que la Revolución necesita. Y la Revolución, por eso, fue al pueblo. Necesitó maestros para ir a enseñar en las montañas, y llamó a la juventud, solicitó jóvenes dispuestos a ir a entrenarse a las montañas para poder fundar escuelas en esas montañas, y miles de jóvenes se presentaron a pasar las pruebas y a capacitarse para después ir a enseñar a las montañas; se necesitaban decenas, cientos de miles de personas, para llevar a cabo aquella tarea tan ambiciosa — y aparentemente imposible— de erradicar de nuestro país, en solo un año, el analfabetismo que se había ido concentrando en nuestra república durante 60 años; hacían falta maestros, hacían falta alfabetizadores, y la Revolución llamó de nuevo a la juventud, llamó a los estudiantes, estableció la meta de organizar un ejército de jóvenes alfabetizadores, es decir, la Revolución fue al pueblo, la Revolución fue a las masas, y de las masas surgieron uno a uno los jóvenes suficientes para alcanzar la cifra de 104 000 que se ofrecieron para ir a enseñar a los campos.
Mas, la Revolución necesitaba también profesores de secundaria básica. Ya teníamos los edificios, ya teníamos las instalaciones. Los ricos, los poseedores de la riqueza nacional, que habían invertido cientos de millones de pesos en construir verdaderos palacios, se estaban marchando de nuestro país. Claro que ellos no se marchaban por un acto de generosidad, se marchaban porque pensaban que era solamente cuestión de meses, y los más optimistas que era cuestión de semanas; se marcharon a Miami, a esperar que la Revolución fuese destruida por la invasión de mercenarios. Ellos se marcharon, los mercenarios vinieron, ¡y quedaron! Pero, no solo quedaron los mercenarios, quedaron en manos de la Revolución 1 000 residencias de las más lujosas y las más holgadas, barrios enteros quedaron en manos de la Revolución. ¡Ya teníamos casas, sin tener la Revolución que gastarse un solo centavo!
Y las casas estaban además situadas alrededor de gigantescos colegios, eran los colegios privilegiados adonde acudían los hijos de las familias que habitaban aquellas residencias. Y así, no solo quedaron barrios enteros, sino que en medio de los barrios quedaban enormes edificaciones que, bien adaptadas, podrían servir para aulas, puesto que muchas de ellas eran internados y gran parte de su espacio lo ocupaban en dormitorios y comedores, y si nosotros teníamos las casas de los alrededores, entonces no necesitábamos dormitorios en los edificios y podíamos convertir todos los dormitorios y comedores en aulas, con lo cual la capacidad de esas instalaciones se aumentaba extraordinariamente.
Pero si aún no bastaban las edificaciones escolares adonde asistían los hijos de la alta burguesía de nuestro país, en cualquiera de aquellas casas podían también hacerse las modificaciones necesarias para convertirlas en aulas.
Y así fue creciendo nuestra capacidad material de enseñanza, así fueron uniéndose recursos, que podían ser y debían ser utilizados. ¿En qué otra cosa sino en la educación? Barrios igualmente fastuosos, donde aquellas familias iban a veranear, quedaron en nuestro poder, sin que le quitáramos una sola casa a nadie. Claro está que algunos de esos señores trataban de burlar las medidas revolucionarias y a veces llamaban a un primo quinto y le daban la casa, pero, naturalmente, siempre se encontraba una solución para albergar en un lugar mucho más modesto al primo quinto y dedicar aquella gran casa a residencia de estudiantes.
En algunos sitios, como en Tarará, fue necesario construir los edificios, ¿por qué? Porque como era para verano, allí no había edificaciones escolares, pero tampoco importaba, la Revolución rápidamente se puso a trabajar, y ya están construidas, prácticamente, allí, todas las instalaciones suplementarias que hacían falta. Pero ni siquiera han permanecido vacías esas residencias; cerca de 15 000 jóvenes campesinas además de otros miles de estudiantes de distintas materias, han estado recibiendo cursos en nuestra capital para aprovechar estos meses anteriores a la inauguración de los grandes centros de enseñanza superior que allí se van a establecer. Teníamos todo, repito, pero no teníamos profesores, y una vez más la Revolución se dirige al pueblo, se dirige a las masas, y en las masas encuentra la solución.
Habíamos observado que miles de jóvenes estaban estudiando en la universidad distintas carreras, otros eran estudiantes y trabajaban en oficinas administrativas. Reflexionamos que entre esa masa estudiantil era posible encontrar los profesores para los centros de secundaria básica; se organizó el curso, se hizo un llamamiento a los estudiantes universitarios o a los empleados de la administración pública de nivel universitario, y miles de jóvenes se presentaron también, ofreciéndose para pasar el curso. De entre los miles, fueron seleccionados los alumnos para el curso, y gracias a esa acción, gracias a ese esfuerzo, hoy tenemos resuelto lo único que nos faltaba para poder llevar adelante los planes; hoy tenemos los 800 profesores de secundaria básica que necesitábamos.
Esto nos enseña que la Revolución siempre encontrará en el pueblo, siempre encontrará en las masas las energías, las inteligencias y los recursos humanos que necesite. Y así la Revolución va ganando su batalla; así la Revolución va derrotando a sus enemigos; así la Revolución, no solo encontró maestros para enviar a todos los niños del país — aún a los lugares más apartados e incomunicados—; así la Revolución encontró recursos para llevar adelante su gigantesca campaña de alfabetización; y así la Revolución encontró recursos para llevar adelante sus gigantescos planes de enseñanza en el pueblo, porque en el pueblo están todos los recursos que la Revolución necesita.
¡Y esa es la más importante lección que debemos sacar de esta graduación y de todos los éxitos que en el campo de la educación la Revolución ha obtenido! Y, ¿por qué es tan extraordinario el porvenir de nuestro país? ¿Por qué es tan prometedora la Revolución para nuestra patria? Y, ¿por qué esa grande y legítima esperanza se palpa en el ánimo y en el entusiasmo de nuestro pueblo, sobre todo de ustedes, los jóvenes de nuestra patria? ¿Por qué esa indescriptible alegría? ¿Por qué ese optimismo, y por qué esa fe? Y, ¿por qué, frente a los presagios de nuestros enemigos, y frente a sus amenazas, y por qué, frente a fuerzas tan poderosas como las que se nos oponen, y por qué, frente al éxodo de los poseedores de nuestras riquezas, y de los que hasta cierto grado, monopolizaban la educación en nuestro país, la experiencia en la administración, la experiencia en la construcción y la experiencia en la técnica...?
¿Por qué, frente a todos los recursos económicos, y a todas las fuerzas del imperialismo, frente al concierto de los traidores del continente, frente a la conjura de los tránsfugas y de los mercenarios de toda América, frente a la complicidad de los explotadores de todo un continente, ¡la Revolución avanza, la Revolución marcha, y el pueblo tiene confianza, y el pueblo tiene fe, y el pueblo ríe, y el pueblo canta, y el pueblo se llena de júbilo!? ¿Por qué?
Entre otras razones, entre otras muchas razones, por una elemental, por una razón clarísima y elocuente: ¡Porque muy grande tiene que ser el porvenir de una nación que está realizando una obra educacional tan gigantesca como la que se lleva adelante en nuestro país!; porque era una cuestión elemental para todos y cada uno de nuestros ciudadanos, porque había algo sobre lo cual nadie dudaba, y era que el porvenir de cada ciudadano, como el porvenir de cualquier país, dependería siempre de la atención que ese país prestase a la educación del pueblo. Nadie pensó jamás que un ciudadano analfabeto tuviese porvenir; nadie pensó jamás que un pueblo inculto e impreparado tuviese porvenir; no hubo jamás familia que se resignase a que su hijo permaneciese sin escuela; no hubo jamás familia en nuestra patria, humilde o rica —fuese cual fuese su posición social— que no se lamentase profundamente de tener un hijo vago o un hijo que por falta de recursos no pudiese enviar a la escuela, al instituto o a la universidad; familias había muchas tan pobres que tenían que enviar a sus hijos a mendigar o a vender periódicos o a
limpiar zapatos. No hubo familia en nuestro país que no estuviese absolutamente segura de que en la educación de su hijo estaba el porvenir; y no hubo familia que pudiendo enviar a su hijo a un instituto o a una universidad no lo enviase.
Y la inmensa mayoría de las familias no podían obtener para sus hijos esa oportunidad. Algunas escuelas se fundaron para enviar a estudiar a los huérfanos; para tener derecho a recibir una beca, los pocos que la recibían antes, tenían que haber pasado por la tragedia de perder a sus padres, de ser huérfanos, de ser desamparados.
Y esa era una verdad, la verdad de que solo en la educación podía estar el porvenir de cualquier ciudadano, una verdad admitida por todos, por los humildes y por los poderosos; y esa verdad, ¡que era oportunidad de los poderosos y jamás oportunidad de los humildes, hoy, que es real oportunidad de todo nuestro pueblo, de todas las familias de nuestra patria, es una verdad que los poderosos de ayer —enemigos de hoy— no podrán negar! Porque esos mismos poderosos que se ilusionan con la posibilidad —hipotética o irreal— de que la Revolución pueda ser vencida; esos mismos poderosos si conservan un átomo de sentido común, si conservan un átomo de inteligencia, tendrán que aceptar que una revolución que lleva adelante tan gigantesca tarea de educación, que una revolución que lleva adelante una obra tan impresionante como esta en el campo de la educación, ¡no podrá ser jamás vencida!
Porque si el porvenir de cualquier ciudadano estaba en la posibilidad de prepararse, si el porvenir de cualquier pueblo dependía del grado mayor o menor de educación que pudiese recibir, si ayer eran muy pocos los que disponían en nuestro país de esa oportunidad, los poderosos, ¡hasta los poderosos de ayer tendrán que admitir —quieran o no, duélanles o no, rabien o no, maten o no, asesinen maestros como Conrado Benítez o no, asesinen a niños adolescentes como Manuel Ascunce o no— tendrán que admitir que es extraordinario el porvenir de una revolución que ha logrado enviar un maestro hasta el último niño de la patria, que ha logrado cumplir la meta de alfabetizar a todos los adultos alfabetizables en un año y que puede proclamar hoy que todo joven del país, todo estudiante, tiene garantizada la oportunidad de estudiar todos los grados de la enseñanza primaria, y además, todos los años de la enseñanza secundaria, conquista lograda ya por nuestro pueblo en menos de tres años, y que sitúa a nuestro país — en el campo de la educación— en el primer lugar — ¡en el primero, sí!— de toda la América, incluyendo a Estados Unidos.
En Estados Unidos esa oportunidad no existe para los negros del sur, en Estados Unidos esa oportunidad no existe para millones de hijos de obreros, en Estados Unidos esa oportunidad no existe para una juventud que tiene que vivir, además, en la atmósfera asfixiante de un régimen social decadente y putrefacto.
¡Estados Unidos, que pretende presentarse como el ejemplo —Estados Unidos, ¡sí!, Estados Unidos, míster Kennedy y señores del Pentágono—, ya ha quedado atrás de Cuba en el campo de la educación!
Porque Cuba, Cuba puede reunir hoy lo que en Estados Unidos las camarillas explotadoras de los imperialistas no podrán jamás reunir, Cuba puede reunir, en un mismo acto una representación tan elocuente de lo que hace y de lo que avanza; Cuba puede reunir hoy, en un mismo teatro, 800 jóvenes que acaban de recibir un curso de capacitación para maestros o profesores de secundaria; con miles de campesinas procedentes de nuestras montañas y de nuestros campos; con cientos de estudiantes de instructores de arte — que a su vez se preparan para llevar la cultura y la alegría a lo largo del país—; con cientos de estudiantes procedentes de las familias que trabajan en nuestras costas, con cientos de alumnos de otras escuelas, con cientos de jóvenes que antes no tenían empleo ni tenían escuelas, y después de pasar por las duras pruebas de los campamentos de la Sierra Maestra, están hoy también recibiendo la educación que les abre un porvenir y un sentido a sus vidas. Cuba puede reunir hoy lo que es una representación de lo que está haciendo, y que explica el porqué del desbordante entusiasmo.
Cuando ustedes reían, cuando ustedes cantaban, cuando ustedes entonaban himnos revolucionarios en la noche de hoy, nosotros pensábamos en el porqué de ese fervor, en el porqué de esa ilimitada e infinita confianza proyectada hacia el porvenir en cada uno de ustedes, en lo que representa cada uno de ustedes, en lo hermosa que es en sí la obra de la Revolución, en lo generosa que es la obra de la Revolución.
Y por eso es que quieren destruir a nuestra Revolución, porque enseña, porque abre las vías de un porvenir al joven que nada poseía, que ni siquiera — en otros tiempos— pudo albergar ni la menor esperanza de ir a una escuela y adquirir un oficio, de obtener una oportunidad en la vida. Los imperialistas y sus cómplices, los farsantes que hablan de las ventajas de su régimen corrompido y explotador, los que hablan de esa seudodemocracia, a la que llaman“democracia representativa”; no se cansan de decir que el mérito de su régimen y de su sistema es que brinda igualdad de oportunidades. ¿Dónde estaba la igualdad de oportunidades?, ¿dónde estaba la igualdad de oportunidades donde un millón de personas se quedaron sin aprender a escribir una letra? ¿Dónde estaba la igualdad de oportunidades en nuestros campos y en nuestras montañas sin maestros y sin escuelas? ¿Dónde estaba la igualdad de oportunidades en una capital donde al lado de los barrios de indigentes había una escuelita semiderrumbada, sin pupitres, sin material, expuesta en muchas ocasiones la vida de los niños?, y más de una vez leíamos en los periódicos que tal o más cual escuela se derrumbó, y que cuando llovía se mojaban los alumnos. ¿Dónde estaba la igualdad de oportunidades en una capital donde, junto al barrio de indigentes, la escuela semiderrumbada, y contrastando con ese cuadro, bastaba cruzar la bahía o cruzar el río Almendares para encontrarse las regias mansiones, y junto a las regias mansiones los imponentes edificios donde se educaban los hijos de los explotadores? ¿De qué igualdad de oportunidades se les podía hablar a esas campesinas, a aquellos jóvenes de la escuela de instructores de arte?; ¿de qué igualdad de oportunidades se les podía hablar a esos adolescentes de los jóvenes rebeldes, que al recibir la verdadera oportunidad escalaron cinco veces las montañas más altas de Cuba y hoy se encuentran aquí junto a nosotros? ; ¿de qué igualdad de oportunidades podía hablar aquella clase explotadora?; ¿de qué igualdad de oportunidades puede hablar el régimen capitalista?; ¿de qué igualdad de oportunidades se puede hablar en medio de la explotación?
Igualdad de oportunidades, verdadera igualdad de oportunidades es esta, que a cualquier joven de nuestro país, a cualquier hijo de familia, por humilde que sea, le brinda la posibilidad de estudiar, de venir a la capital o a donde sea necesario y estudiar no ya en la escuela primaria, sino estudiar hasta en las propias universidades de nuestro país.
Igualdad real e indiscutible de oportunidades es esta, que a cualquier joven, a cualquiera por humilde que sea su origen, le brinda la oportunidad de estudiar desde la primera letra, en una escuela primaria, hasta la última asignatura del último curso de una carrera universitaria. ¿Y quiénes fueron escogidos para enseñar? ¿Quiénes fueron escogidos para ser profesores de las escuelas de secundaria básica, de las nuevas escuelas de secundaria básica? ¿Acaso los amigos de los políticos?, ¿acaso mediante influencias?, ¿acaso mediante padrinos? No, no fue así. Así escoge el imperialismo, así escoge el capitalismo, así escoge la llamada democracia burguesa; el socialismo no escoge así.
Ni uno solo de los jóvenes que van a enseñar a los 20 000 becados de las nuevas secundarias básicas — no de todas las nuevas, porque hay muchas más secundarias básicas en nuestro país y aún en nuestra capital— de las secundarias básicas de la capital para becados, ni uno solo fue escogido por amistad, por influencia, mediante privilegio. Todos, absolutamente todos, son profesores y tienen asegurada ya una tarea en el seno de su patria porque se les brindó la oportunidad, porque acudieron al llamado de la Revolución, porque asistieron puntual y disciplinadamente a los centros de capacitación y porque se ganaron ese derecho con su esfuerzo.
Y nosotros nos preguntamos, nosotros nos preguntamos qué régimen pasado podía hablar así; nosotros nos preguntamos si alguna vez algún político pudo hablar así; si alguna vez en nuestra patria pudo afirmarse esto; y si algún régimen capitalista puede afirmar semejante cosa y puede hacer galas de semejante espíritu de justicia, de verdadera igualdad de oportunidades, de verdadera equidad, de verdadero acatamiento al mérito, porque es solo el mérito y la virtud de cada ciudadano lo único que cuenta y lo único que vale en una revolución socialista.
Y por eso quieren destruir a nuestra Revolución; por eso se conciertan los traidores; para eso se convoca a la OEA: para destruir esto. Y para eso presionan los imperialistas, para eso planean sus reuniones criminales, su conjura cobarde y miserable; para eso se reúnen los títeres; para eso planea viajar el señor Kennedy a Venezuela y a Colombia.
¿Qué es lo que va a defender allí?, ¿qué intereses, qué política? ¿Una política de justicia para el pueblo? ¡No! Va a defender los intereses de sus monopolios explotadores, va a defender los intereses de sus poderosas compañías, va a defender la política reaccionaria y de traición a los intereses de Venezuela que representa el miserable de Rómulo Betancourt (ABUCHEOS).
Y allá va Kennedy. ¿Acaso a defender alguna idea de justicia? ¿Acaso a defender a los obreros? ¿Acaso a defender a los estudiantes? ¡No! Va allá a defender la política de represión de los obreros, a defender la política de persecución a los estudiantes, de clausura a las universidades y a los centros de enseñanza; ese sistema podrido, ese sistema reaccionario, ese sistema antipopular, esa política traidora y entreguista es lo que va a apuntalar allí; a santificar las medidas represivas y de persecución, las medidas de asesinatos a obreros y a estudiantes, desacatando el sentimiento de Venezuela, desacatando e hiriendo el honor del pueblo venezolano y la dignidad del pueblo venezolano.
Kennedy sabe que el pueblo venezolano es antimperialista; Kennedy sabe que el pueblo venezolano odia profundamente la política imperialista; Kennedy sabe que los venezolanos han sabido demostrar y supieron demostrar elocuentísimamente su repudio al imperialismo a raíz de la visita del señor Nixon; Kennedy sabe — y si no lo sabe es porque sería realmente el hombre peor informado del mundo— que ese sentimiento de repulsa no ha disminuido, sino que ha crecido en la misma medida en que es mayor el desempleo en Venezuela, más alto el costo de la vida, más duras las condiciones de vida, más feroz la represión reaccionaria; Kennedy lo sabe y en el momento en que más se extrema la represión sangrienta y la traición de Rómulo, ese es el momento que escoge para ir a tratar de apuntalar y para algo más: para concertar con el miserable traidor de Rómulo Betancourt y los miserables traidores del gobierno de Colombia, porque aún cuando Colombia mantenga relaciones diplomáticas con nosotros, ¡no vacilamos en decir aquí que esas son las relaciones de Judas, las relaciones de los traidores! Y a nosotros, a nosotros nos han estado chantajeando miserablemente los imperialistas con su política de aislacionismo contra nosotros, presionando para que rompan relaciones. Y así, algunos han roto, pero otros han seguido una política más taimada todavía, una política más ruin todavía, y nosotros siempre tolerando. Pero como ya decidieron reunirse, decidieron reunirse en conferencia de cancilleres, vamos a llamar más las cosas por su nombre, y para que rompan, para que acaben de romper los que están con el imperialismo contra Cuba.
¡Basta ya, basta ya de chantajes!, ¡basta ya de chantajes!; ¡basta ya de clavar el puñal por la espalda!, ¡basta ya de traición encubierta! Nuestra política no fue nunca la de romper con nadie, ¡pero basta de chantaje, basta de traición! ¡Que mantengan relaciones con nosotros los gobiernos que tengan vergüenza en América! ¡Que mantengan relaciones con nosotros los gobiernos que tengan dignidad en América! ¡Que mantengan relaciones con nosotros los gobiernos que tengan decoro y no obedezcan órdenes del Departamento de Estado yanqui! Porque, al fin y al cabo, cuando las agresiones vienen lo que decide no es el abrazo ni el beso de los Judas que allá votan por la agresión contra Cuba, ¡lo que decide es la dignidad, el decoro y el valor de todo un pueblo! (APLAUSOS Y EXCLAMACIONES DE: “¡Venceremos!” Y DE: “¡Fidel, seguro, a los yanquis dales duro!”)
En América, las posiciones se hacen cada vez más nítidas y cada vez más evidentes; se hacen, cada vez más, demasiado claras para que nadie pueda disimular sus posiciones. Y gobiernos de Judas, gobiernos de traidores, son dos gobiernos que habían mantenido hasta hoy y mantienen relaciones con nosotros, y uno promovió la agresión o los planes de agresión, o los planes de reunión — y los venía proponiendo desde hace meses—, y el otro votó allí, y fue el gobierno que en días recientes se hizo eco de la insolente y absurda y ridícula nota del señor Ydígoras de Guatemala, me refiero al gobierno de Panamá, otro gobierno de cómplices del imperialismo y de traidores (EXCLAMACIONES DE: “¡Fuera!”).
El imperialismo, el Departamento de Estado, estaba muy interesado en que los gobiernos rompieran relaciones con nosotros. Pues bien: ¡Ahí le obsequiamos, en bandeja de plata, las relaciones con ese par de gobiernos títeres y cómplices! ¡Ahí se las dejamos en bandeja de plata! ¡Que rompan! ¡Dos contrabandistas menos, dos traficantes de dólares menos en nuestro país, dos chantajistas menos, y dos residencias más para estudiantes revolucionarios! ¡Hasta cuándo vamos a estar soportando!
Mantendremos relaciones con los gobiernos que tengan dignidad, con los gobiernos que tengan vergüenza, con los gobiernos que no obedezcan órdenes del imperialismo, con los gobiernos que no levanten el puñal traicionero contra el corazón de una nación hermana, de una nación latinoamericana, de una nación que lucha heroicamente y gloriosamente, y valerosamente por su porvenir, por su decoro, por su soberanía; de una nación que se enfrenta históricamente al imperialismo.
Y así, nos honraremos siempre con mantener relaciones con los gobiernos que no levantaron allá el puñal traicionero contra Cuba, con los gobiernos que no votaron por la traición. Y, encabezando a todos ellos, con el gobierno de México que votó en contra de la traición (APLAUSOS Y EXCLAMACIONES DE:“México, México”).
¡Los traidores que rompan! Algún día los pueblos de América restablecerán — los pueblos de América gobernados por esos títeres y traidores— sus relaciones con sus hermanos de Cuba. Y eso es lo que va a defender Kennedy allí, a Venezuela, desafiando al pueblo venezolano, hiriendo profundamente la dignidad del pueblo bolivariano, y pretendiendo ignorar ese pueblo heroico y revolucionario de Venezuela, que está constituido por los hijos legítimos, ¡por los hijos inmortales de Simón Bolívar, el libertador de América!; pueblo heroico que en días recientes, apenas descubrió a una pandilla de senadores yanquis, arremetió contra ellos, ¡a pedradas!; pueblo heroico, al que tratan de someter a sangre y fuego.
Pero a Kennedy no le importa el luto, no le importa la sangre venezolana que pueda costar su visita. El va allí a apuntalar al traidor, a concertar la agresión contra nuestra patria, aunque su visita tenga que significar represión, tenga que significar ejércitos enteros por las calles, a tiros y a culatazos, contra el pueblo venezolano; va allí, a concertar la agresión contra Cuba y a apuntalar al traidor.
¿Qué defenderá allí?, ¿acaso esto? ¿Acaso hay esto en Venezuela?, ¿acaso miles y miles de campesinas se gradúan, acaso decenas y decenas de centros superiores se abren, acaso se está alfabetizando a todo el pueblo, acaso se preparan los maestros, como los maestros que aquí esta noche han venido a la graduación representando a los profesores que van también a enseñar en el gigantesco centro de maestros para enseñanza primaria, destinado a satisfacer todas las necesidades de nuestro país?
No, porque, habiendo el doble de analfabetos de los que había en Cuba, allí no se hace nada contra el analfabetismo, allí no se abren escuelas sino que se cierran, allí no se fundan centros de enseñanza superior sino que se clausuran, allí no se movilizan los jóvenes —porque los jóvenes son la expresión más evidente y más irrebatible de la pureza de los sentimientos de un pueblo, los jóvenes son la expresión más espontánea del entusiasmo, del apoyo o de la rebeldía, según el caso—, y mientras aquí toda la masa juvenil se moviliza, y marcha a las montañas a enseñar; mientras aquí los estudiantes universitarios se presentan por millares al llamado de la patria y de la Revolución, para asistir a los cursos de capacitación de profesores; mientras aquí el analfabetismo se liquida; mientras toda la masa juvenil se incorpora; mientras 20 000 jóvenes de todos los rincones de la isla, de los centrales azucareros, de nuestros campos, pueblos y aldeas, preparan sus maletas para venir a estudiar en las secundarias básicas; mientras otros 30 000 jóvenes preparan también sus maletas para ingresar en las escuelas tecnológicas, en la universidad, en los institutos tecnológicos o preuniversitarios, en los centros de instructores de arte, o en las academias nacionales de arte; es decir, mientras más de 50 000 jóvenes se disponen a marchar jubilosos hacia los centros de cultura y de enseñanza, mientras cerca de 100 000 se disponen a regresar victoriosos de la proeza incomparable de haber alfabetizado a un país, de haber alfabetizado a todos los analfabetos alfabetizables de nuestro país, mientras en Cuba ocurre esto, que es expresión de justicia, que es expresión de porvenir, que es prueba irrefutable de razón, en Venezuela Rómulo clausura, en Venezuela Rómulo reprime, en Venezuela Rómulo persigue a los estudiantes, y los estudiantes enarbolan la rebeldía, y los estudiantes se baten en las calles, luchan y mueren, golpeados y asesinados, como prueba inequívoca también de que, ¡aquello es la traición y esto es la justicia!
¡Y aquella infamia, aquello, es lo que va a apuntalar Kennedy, para tratar de destruir esto! Va allá, a apoyar la traición y a conjurarse con el traidor, para agredir la justicia; va allá, a defender la ignorancia y el oscurantismo, a conjurarse con la reacción, ¡para tratar de destruir el progreso, la cultura y la luz!
Y esto es lo que nos enseña a distinguir, es lo que nos enseña a comprender, y es lo que le da razón histórica a nuestra lucha, es lo que le da fuerzas a nuestra energía, es lo que le da valor a nuestro pueblo, es lo que le da decisión de defender su causa hasta la última gota de su sangre, es lo que le da vergüenza y honor a nuestra patria para hablar, es lo que le da derecho a levantar la bandera de la dignidad, ¡y es lo que le da derecho a ganarse un lugar inmortal en la historia de América!
¡Adelante, compañeros profesores, que por esto estamos luchando!
¡Adelante, a enseñar!
¡Adelante, jóvenes profesores, a enseñar a los jóvenes estudiantes de la patria!
¡Jóvenes enseñando a jóvenes, el camino del porvenir, el camino del honor, el camino de la gloria, el camino del triunfo!
¡Patria o Muerte!
¡Venceremos!
FIDEL CASTRO RUZ

Fuente: http://www.cuba.cu/gobierno/discursos

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