enero 18, 2014

Discurso de Fidel Castro en la clausura del I encuentro nacional de emulación en el Teatro de la CTC-R (1964)

DISCURSO EN LA CLAUSURA DEL PRIMER ENCUENTRO NACIONAL DE EMULACION EN EL TEATRO DE LA CTC-R
Fidel Castro
[6 de Marzo de 1964]

― Departamento de versiones taquigráficas del Gobierno revolucionario ―

Compañeros Héroes Nacionales del Trabajo; Compañeros trabajadores de vanguardia:
Vengo a hablar en este acto en nombre del compañero presidente, doctor Osvaldo Dorticós, quien me pidió que lo representara esta noche, por encontrarse algo agotado con motivo del trabajo excesivo de estos últimos días.
Porque en verdad el compañero Osvaldo Dorticós es de esos compañeros que merece el dignísimo título de trabajador de vanguardia (APLAUSOS PROLONGADOS), como lo merece el compañero Ernesto Guevara (APLAUSOS PROLONGADOS); y lo merecen... (ALGUIEN DICE: “¡Usted!”)
No, esto para mí no es un trabajo, ni para nadie, ni para los demás compañeros tampoco. Pero, en fin, muchos compañeros de la Revolución.
Y en realidad es posible que no todo el mundo se haya dado cuenta cabal de la importancia que tiene esta institución de la emulación, de la honda significación que tiene este acto.
Los compañeros que hablaron aquí, demostrando que no solo saben trabajar sino que saben también expresar lo que llevan dentro, porque al fin y al cabo el amor al trabajo está inspirado en la misma fuente en que se inspira el amor al pueblo, el amor a la Revolución, el amor a la patria, ellos decían —además de otras cosas que dijo, muy interesantes, al regresar de la tribuna el compañero Reinaldo Castro, cuando yo le dije: “Tú eres un orador, y tenías guardado el secreto.” Dice él: “No, ¡qué va!, lo bueno lo tiré ayer, pero es que no quise repetir hoy “ . Y es cierto que parece que ayer habló y pronunció palabras muy bonitas, como fueron las de hoy; en opinión de él, él estaba más satisfecho con las de ayer. Pero es una muestra de esa consideración para el pueblo, que él tiene la preocupación de no decirle hoy la misma cosa que le dijo ayer, esa gentileza—, ellos decían que significaba para ellos mucho, que era un gran honor el que pudieran reunirse en la mesa presidencial con los compañeros del gobierno. ¿Y en realidad para quién es el honor? El honor realmente es para nosotros, la satisfacción y el íntimo regocijo que se siente, el orgullo de podernos sentar junto a los Héroes del Trabajo.
Porque nada ennoblece más al hombre que el trabajo. Y el trabajo hizo al hombre; no fue el hombre el que creó el trabajo, fue el trabajo quien creó al hombre.
Y es claro que para nuestra Revolución el trabajo ocupe el primer lugar y el más digno puesto entre las actividades del hombre.
Y el problema de designar, de escoger al Héroe Nacional del Trabajo, se convirtió en un verdadero problema, no resultó una tarea fácil, puesto que en realidad las páginas que se exponían entre los dos compañeros que habían acumulado los mayores puntos, los méritos de cada uno de ellos, hacían verdaderamente difícil poder escoger. Al fin se tomó una decisión, pero, sin embargo, nos quedaba a todos la tristeza de que otro obrero, con extraordinarios méritos, no fuese destacado plenamente también en este acto. Y así fue como surgió la solución final de crear otro premio: el premio al Héroe Nacional del Trabajo Técnico.
Y así, habrá un Héroe Nacional del Trabajo: será el galardón más alto y el más difícil de asignar. Pero habrá también otro Héroe Nacional del Trabajo, el Héroe Nacional del Trabajo Técnico, puesto que el compañero que recibió este premio no solo fue un extraordinario trabajador, sino que aplicó la inteligencia, aplicó la técnica al trabajo, logrando elevar extraordinariamente la productividad.
Pero era ciertamente emocionante para nosotros el conocer que la selección del Héroe Nacional del Trabajo se convertía en un problema serio y en un juicio difícil para los compañeros que tenían que decidir.
Y por eso, tan sinceras y tan valiosas las palabras del compañero Reinaldo Castro, cuando él — con toda la modestia que lo caracteriza—decía que había en el pueblo muchos héroes del trabajo, y cada vez serán más, y por lo tanto cada vez será más difícil escoger.
Y cuando en el día de ayer vimos en las primeras páginas de los periódicos las fotos del compañero que había sido designado Héroe Nacional del Trabajo y los cintillos de nuestros periódicos dedicados a esta noticia, nos invadía a todos una impresión y una emoción profunda; y nos estaba mostrando lo que es la Revolución, y nos estaba mostrando la grandeza de la Revolución, y estábamos recibiendo la impresión de esas cosas justas, tan justas que llenan de satisfacción el alma, de ver que esos honores, el homenaje de la nación, el reconocimiento de la nación, estaba recayendo sobre esos hombres, y podíamos exclamar como en otras ocasiones: ¡Vamos bien, vamos bien!
Vamos bien, porque ese es el camino, porque ese es el único y el verdadero camino de la Revolución, porque ese es el único y el verdadero camino del porvenir; es el camino del mañana. Porque así tendrá que ser cada vez más; y así, dentro de nuestra sociedad, han de ir ocupando cada vez más los lugares de honor y recibir cada vez más el homenaje y el reconocimiento del pueblo los que más luchan por el pueblo, los que más trabajan para el pueblo, los mejores hermanos del pueblo, los mejores hijos del pueblo. La sociedad humana, que ha vivido muy diversos tipos de sistemas, que ha conocido los más extraños tipos de privilegios —desde los privilegios de los aristócratas de sangre azul, hasta los privilegios de los ricos explotadores—, la humanidad que ha padecido todos esos privilegios absurdos, la humanidad que ha conocido y ha sufrido a lo largo de su historia tantas opresiones, la opresión del poderoso, la opresión de los privilegiados, empieza en este siglo a conocer, a vivir en una sociedad tan distinta, que los privilegios del oro y los privilegios de sangre han desaparecido para dar sitio, para dar lugar a los únicos que merecen dentro de la sociedad recibir los mayores honores, el mayor respeto, la mayor admiración, que son los que más trabajan.
Porque de los privilegiados nunca recibió beneficio la humanidad, el privilegio nunca alimentó ni vistió a un ser humano, mientras el trabajo no solo creó al hombre, sino que lo ha sostenido, lo ha alimentado, y lo ha hecho ser lo que el hombre es hoy.
Y por eso, vamos bien; pero muy bien, cuando atrás está quedando aquel pasado, y delante tenemos esta perspectiva.
Y esta magnífica institución de la emulación, que tiene un valor social incalculable, porque estos obreros serán ejemplo y serán estímulo para todos los trabajadores, esta formidable institución ha de ofrecer a nuestro país los servicios no solo que da el ejemplo, no solo los bienes materiales que se deriven de la elevación de la conciencia de los trabajadores y el espíritu de trabajo, sino también ha de tener un gran valor social, porque esta institución sirve para ir señalando cada año de entre los trabajadores, los más competentes, los más esforzados, los más cumplidores.
Y una de las cuestiones que ha de preocuparnos siempre mucho, siempre, y sobre todo cuando pensemos en el mañana — no en el presente que nos ha obligado a muchas tareas de distintos tipos, sino cuando pensamos en el mañana— es cuáles son los mecanismos, cuáles son los canales mediante los cuales nuestro pueblo, nuestro Partido, nuestro gobierno, les abre paso a los mejores ciudadanos, a los mejores hombres, y mujeres del pueblo.
Porque algo en lo que debemos preocuparnos es que haya siempre una luz verde al mérito, una luz verde al mérito, porque cuando el mérito es sustituido por otras formas, cuando el mérito es sustituido por otros factores, se anda mal; y andaríamos mal el día en que las avenidas estén cerradas al mérito. Porque el mérito debe ser el factor esencial, no solo por una simple cuestión de justicia, no solo por una simple cuestión de principio moral y social, sino también por un principio de alta conveniencia para la sociedad humana, porque aquella sociedad que más facilite la selección de sus mejores hijos, aquella sociedad que más abra vías al mérito, llegará más lejos que ninguna otra. Muchas veces el mérito permanece oculto e ignorado; muchas veces el mérito no tiene oportunidad de desarrollarse, de evidenciarse.
Y esa era una de las características de aquella sociedad que el dueño de la fábrica no escogía al mejor obrero: escogía a su hijo, o a su hermano, o a su primo, o a su pariente — y parientes puede tener cualquiera muchos—; mas el ser pariente no significaba ser el más capacitado, no significaba ser el más inteligente. Y en aquella sociedad de favores y de favoritismo, de prebendas y de privilegios, el mérito no tenía ninguna oportunidad.
¿Puede ocurrir bajo el socialismo que el mérito tampoco tenga oportunidad? Sí. También puede ocurrir. Puede ocurrir que por métodos equivocados de trabajo se cierren también las vías al mérito; y en el socialismo —como toda formación social humana— hay que hacer, hay que organizar, hay que construir; y hay que construirlo limpio de vicios, limpio de métodos erróneos. Y por eso es necesario que se recalque esto: que nosotros tenemos que tomar la emulación como uno de los medios por los cuales les abramos camino al mérito.
¿Es que siempre tenemos nosotros al mejor al frente de una unidad, al frente de una empresa? No, no siempre. Muchas veces hay los mejores, están los mejores; muchas veces hay hombres incompetentes al frente de las unidades; muchas veces hay hombres insensibles; muchas veces son los métodos subjetivos los que prevalecen al escoger a un hombre para determinada tarea. Y es preciso que los métodos subjetivos sean erradicados, para que en su lugar se establezcan métodos verdaderamente objetivos en la selección de los cuadros.
Desde luego que no es un simple problema de selección, es también esencialmente un problema de formación; no solo hay que seleccionar los mejores, sino que hay que preparar los mejores. Muchas veces cuando nosotros meditamos por qué un centro no marcha bien, este sí y aquel no, aquella granja sí y aquella no, aquella empresa sí y aquella no, siempre por lo general se encuentra con que el hombre que está al frente de aquella que no marcha bien, es un hombre que no ha podido superar los obstáculos y las trabas que tiene delante: o no es competente, o no se interesa. Y cuando un hombre tiene interés resuelve, se mueve, trabaja, actúa, y resuelve . Otras veces es un problema de ignorancia: hay hombres dotados de buena fe, de gran espíritu de sacrificio, de gran entusiasmo por el trabajo, y cuando van a hacer algo y se le dice: Haga esto así, y así y así, lo van a hacer con el mayor entusiasmo y lo hacen mal. Falta de interés, o falta de entusiasmo o falta de conocimiento.
Dentro de algunos años, naturalmente que como resultado del trabajo de hoy, habrá, tendremos mucho más de lo que tenemos hoy; pero si hoy tuviésemos en cada frente de trabajo, en cada unidad, en cada granja, en cada fábrica, más experiencia de la que tenemos, más conocimientos de los que tenemos, estaríamos mucho mejor hoy. Y claro está que no nos vamos a detener ni nos vamos a conformar.
Y no nos vamos simplemente a resignar con nuestras deficiencias sencillamente porque no sepamos. Hay que darse a la tarea de aprender, hay que darse a la tarea de desarrollar cuadros, hay que darse a la tarea de formar hombres. Y eso es muy importante; las mejores intenciones del mundo se estrellarían contra la realidad si no tenemos en cuenta esto.
Y así, cuando se habla de grandes planes de distintos tipos, no hay que olvidarse que para que esos planes se conviertan en realidad es necesario que frente a cada granja, frente a cada central, frente a cada fábrica, frente a cada puesto de trabajo responsable, haya un hombre o una mujer que sepa lo que está haciendo. Y no debemos descansar hasta que no logremos eso.
Nuestra Revolución debe caracterizarse por su espíritu humano, nuestra Revolución debe caracterizarse por el hecho de que nunca le cierre las puertas a nadie ni le quite la oportunidad a ningún ciudadano, por supuesto. Pero también nuestra Revolución debe caracterizarse por ser inflexible y aplicar el principio de que vale más siempre el pueblo, y los intereses del pueblo están por encima de las consideraciones que nos pueda merecer un compañero. Las consideraciones hacia el pueblo han de estar siempre por encima de las consideraciones individuales.
Muchas veces hay un compañero que es incompetente en un cargo, y no se le haría ningún daño cambiándolo para otro trabajo —desde luego, para otro que no este más alto, porque hay los casos conocidos de los que se caen hacia arriba — , a otro trabajo.
Nosotros hemos tenido experiencia en estos cinco años de Revolución, de compañeros que han estado en un cargo provincial y han trabajado mal, malísimo, pésimo, horriblemente mal; han cometido desaciertos, errores de todo tipo, y esos compañeros en un momento dado han sido enviados a una pequeña granjita a trabajar. Correcto, correcto; claro, si no han hecho una barbaridad que se convierta en un delito; y, desde luego, hay que tratar de sustituir a aquellos que se equivocan demasiado, antes que el daño sea demasiado grande.
Hay gente que cuesta caro; ¡y hay gente que nos ha costado caro aquí!, cuyas ignorancias nos han costado caro, caro, caro, casi tanto como el presupuesto de una universidad cualquiera. Sí, y, desde luego, hay que estar a tiempo para evitar eso. Pero esos compañeros, que se han ido después a hacer un trabajo muy modesto, cuando se han ido a hacer el trabajo modesto han empezado a trabajar bien, lo han hecho bien y después, incluso, han ido recibiendo trabajo de mayor responsabilidad y lo han hecho bien.
Pero, ¿saben una cosa? Yo creo que una de las razones por las cuales en nuestra Revolución se han cometido errores con cierta ligereza, es que aquí hubo ciudadanos que de la noche a la
mañana, sin haberlo pensado siquiera, estuvieron al frente de importantísimas tareas. Claro está que en la Revolución no puede haber un escalafón, ¿quién organiza un escalafón dentro de una revolución?, y sobre todo cuando ocurre el triunfo de la Revolución, que no era como ahora, sino que en aquellos tiempos había de todo, y había una cantidad de oportunistas por dondequiera, locos por hacerse de un cargo importante. ¿Y quién controlaba aquello en los primeros tiempos? Nadie lo podía controlar. Pero, incluso, casos no de personas oportunistas, sino hubo necesidad de hacerse cargo del Estado, de la economía, y muchos compañeros llegaron a tener un trabajo importante y ni siquiera apreciaban el valor de ese trabajo, la importancia de su trabajo, porque realmente cayeron allí de pie.
Y muchos compañeros después, cuando en el trabajo que se les ha asignado y donde se les llenó la cabeza de humo han trabajado mal y los han puesto en un trabajo muy modesto, empezaron a apreciar la importancia del trabajo que tenían antes, y empezaron a aprender. Es malo empezar por arriba, lo bueno es empezar por abajo, hay que empezar por abajo.
Y los técnicos y los intelectuales que nuestra Revolución forme, debe procurar que sepan empezar por abajo, estar en contacto con la vida real del pueblo. Porque también pudiera darse el caso de que un jovencito, educado por la Revolución, vaya desde primer grado hasta un título universitario sin conocer las realidades de la vida. Y es por eso que nosotros siempre nos hemos preocupado de que nuestros jóvenes estudiantes, nuestros jóvenes becados, sepan lo que es el trabajo físico. Y a veces nos hemos encontrado y hemos chocado, incluso, con criterios de algunos de nuestros técnicos en educación, que han tratado de poner más énfasis en lo meramente teórico, en lo meramente teórico; nosotros tenemos magníficos técnicos en educación, pero algunas veces adolecen del defecto de olvidarse de que no hay mejor escuela para el hombre que el trabajo.
Nuestros pescadores, por ejemplo, empiezan por una escuela, pero realmente aprenden sobre los barcos. Nosotros no podemos saber si un hombre se marea o no, hasta que no lo metamos en un barco, en alta mar. Y así ha habido algunos jóvenes que han querido ser pescadores, y a las tres millas ha habido que virar para atrás.
Y a veces hemos tenido problemas; y así con una escuela: en cierta ocasión nos empeñamos en organizar una escuela para jóvenes, una escuela de tipo agrícola. En esa escuela se suponía que tenían que estudiar y tenían que trabajar, y un día, cuando correspondían las vacaciones de fin de año, pasamos por esa escuela y vimos a un montón de obreros trabajando y que, sin embargo, no alcanzaban para los tomates que allí se cultivaban, que eran de los de la escuela, y pregunto: “¿Dónde están los muchachos?”“Están de vacaciones.” Digo: “¡Pero estos son señoritos que están de vacaciones mientras estos obreros están aquí cuidándoles sus cosechas!” No. Y hubo que cambiar aquel director y poner otro. En aquella ocasión nosotros hablamos con los de aquella escuela y les dijimos: “Esto es un enorme error, si ustedes quieren dar las vacaciones tienen que dividirlas, por lo menos, en dos equipos, no puede haber en un centro de producción un sistema de vacaciones clásico, porque si no los tomates, y las lechugas quién los recoge, y el ganado quién lo atiende; tienen que dividir las vacaciones en dos grupos.
Quién les cuenta que, al cabo de un año, otra vez preguntamos por la escuela y nos enteramos que estaban también de vacaciones los muchachos.”¿Cómo es eso?“ Bueno, que del Ministerio le habían mandado a ese director una circular de que las vacaciones eran de tal día a más cual día; vino una aplicación mecánica de las instrucciones, y de vacaciones todo el mundo otra vez. A sustituir otra vez el director “que es muy bueno, que ha trabajado mucho, que tiene magnificas condiciones, que es un problema sustituirlo “.”No transijo, hay que sustituirlo; no transijo, hay que sustituirlo, porque si no comprende eso cómo demonio va a enseñar lo que es la agricultura”.
Como me insistían en que era bueno, dije: “Bueno, lo dejan aquí, pero no de director, lo ponen de segundo y le ponen un director por encima.”
Y también eso había pasado con la escuela de pescadores: los barcos estaban terminándose, y cuando preguntamos por los alumnos de la escuela de Girón estaban de vacaciones — eso fue en el último verano. Y siempre pensaba en eso: qué difícil, qué difícil, y pensaba que no se acababa de comprender. También cuando se estaban haciendo los planes había dos preocupaciones, las de tipo académico, y los compañeros del Ministerio de Educación decían: “Estamos muy preocupados con el atraso de esos compañeros, hay que hacer un curso especial.” Yo decía: “Es muy importante la parte académica, ¿quién lo discute?, y más en nuestro país, donde venían los muchachos de atrás con una preparación muy débil; pero si hacemos unos sabios de estos muchachos que no saben cómo se siembra un boniato ni cómo se producen bienes materiales...”
Y siempre estaban las dos cosas, y hay que velar por las dos cosas. Hasta que por fin, el año pasado el Ministerio tuvo una idea muy buena, dijo: “Bueno, mandar a trabajar a los mejores alumnos.” Y claro que fue una brillante idea, porque así es como tiene que aparecer el trabajo; a mí nunca me ha gustado cuando he oído decir que mandaron a trabajar a alguien como castigo. Y el año pasado, de los becados, mandaron a los mejores alumnos a trabajar, y los más malos a estudiar. Fue una buena idea.
Y por eso, nosotros no estaremos dándole una educación cabal a nuestra juventud mientras no sepamos combinar en alguna medida, en algún grado, mayor o menor —porque, desde luego, no es fácil—, el estudio con el trabajo. Y en todas las escuelas e institutos tecnológicos debe haber alguna producción, y debe haber algunas horas de trabajo; en todas las escuelas e institutos agrícolas debe haber algunas horas de trabajo. Y cuando se pueda, que haya también algunas horas de trabajo en toda la enseñanza secundaria.
Y no podremos darnos por satisfechos mientras eso no lo logremos, porque es el trabajo lo que hace identificarse más al hombre con la vida y con la realidad.
Y nuestros compañeros del Ministerio de Educación deben tener esto muy presente; y, por lo menos, siempre que surge la necesidad de alguna escuela, siempre hemos pensado en toda posibilidad de que este principio se cumpla. Y las escuelas tienen una importancia realmente extraordinaria para la sociedad, extraordinaria para nuestro país.
Y, desde luego, la educación en la Revolución ha recibido la atención fundamental, y realmente es impresionante lo que la Revolución va logrando en ese sentido, y es en realidad asombro de muchos técnicos internacionales, de fama internacional en cuestiones de educación, lo que en Cuba se ha hecho en ese sentido. Y para satisfacción nuestra vale recordar los informes que los técnicos en educación de las Naciones Unidas han hecho acerca de la campaña de alfabetización en Cuba, que fue un hecho realmente — por su magnitud— sin precedentes en el mundo; y se impresionan. Y realmente avanza la educación a paso firme, sólido; y, desde luego, eso es muy bueno, eso es formidable, eso es garantía de un futuro espléndido para nuestro país. Pero no basta con eso. Esa educación tiene que ser una educación teórica y a la vez práctica; y no basta con la educación de los jóvenes, hay que educar también a los adultos, como se está haciendo con las escuelas de mínimo-técnico, con las escuelas de superación obrera y campesina.
Hay que decir que nosotros tenemos máquinas que no están trabajando por falta de torneros; hay que decir que necesitamos muchos obreros calificados, ¡pero muchos! ¡Y qué pena!, tener una máquina y no tener un obrero calificado que la sepa manejar, cuando la máquina multiplica por 10, por 20, por 50, por 100, por 300, el trabajo del hombre. Y las máquinas necesitan algún conocimiento; cualquier combinada de caña. Llegaremos a tener miles de combinadas de caña, pero para que esas combinadas den el máximo, para que no se rompan, hay que saberlas manejar bien. Entonces, un hombre puede hacer el trabajo de 120 hombres con una máquina; segando hierbas con determinado tipo de segadora, un hombre puede hacer el trabajo de 300. Y eso que ocurre en la agricultura ocurre en cualquier industria. Y si además de la mecanización viene la automatización, más se multiplica el trabajo.
Y así, nosotros vimos en la Unión Soviética empresas hidroeléctricas manejadas por 10, 12, 20 hombres.
Cuando a fines del año pasado se hicieron determinados planes sobre caña, se trajeron a los administradores de todas las granjas cañeras y estuvieron en un curso de 10 días. ¡Y es increíble lo que ese curso de diez días enseñó a esos administradores! Algunos de ellos por primera vez en su vida oyeron hablar de encalado y de toda una serie de técnicas; y este año se va a hacer el curso de un mes.
Y, desde luego, con las escuelas, con la preparación de esos administradores, se pueden llevar a cabo los planes que tenemos. Pero hay que preparar mucho, hay que enseñar mucho. Y toda esta larga charla sobre cuestiones de educación vino a mi mente, porque cuando yo estaba leyendo ayer por la mañana los récords de trabajo y el impresionante récord de trabajo del compañero Reinaldo Castro, y veía el esfuerzo realmente sobrehumano e increíble que había hecho, los rendimientos que había logrado, el esfuerzo que había hecho en la zafra pasada, y después de la zafra en la siembra de caña, en los riegos y luego con la brigada, me preocupaba, y me decía: Si un hombre como este continúa todos los años haciendo ese esfuerzo, se aniquila, y nuestro país va a salir perdiendo con eso; se vuelve, entonces, una simple bestia de trabajo, y eso no puede ser, ni podemos quererlo.
Pero al mismo tiempo me había dado cuenta, en el caso de Reinaldo, que no solo él había sido el mejor trabajador, sino que la brigada que él dirigía estaba en primer lugar. Y yo dije: Esto no es casualidad, eso no es casualidad, y no se puede deber al trabajo de él solo; esto demuestra que este trabajador es capaz de contagiar de su mismo espíritu a los demás hombres de esa brigada, que este no solo es capaz de trabajar mucho, sino de dirigir a los demás también en el trabajo, y de contagiarlos de su mismo espíritu y de su mismo entusiasmo. Entonces pensaba que los casos como ese, o de todos aquellos obreros cuya brigada quede en primer lugar, constituye para nosotros una evidencia muy importante de la calidad de esos hombres.
Puede darse el caso de que un hombre sea capaz de trabajar mucho y, sin embargo, no sepa organizar el trabajo de los demás. Pero eso sería una rara excepción. Por lo general el hombre muy trabajador y capaz de trabajar mucho, siempre contagia a los demás de ese espíritu suyo, y tiene condiciones para dar un aporte más importante.
Y yo me decía: Hombres como ese dirigiendo tareas aquí de determinados tipos, si dentro de 8, o 10, o 12, o 15, o 20 años, los hombres que están al frente de todas las unidades de trabajo y de todas las empresas son hombres como ese, está garantizada la construcción del socialismo y del comunismo en nuestro país. 
Y esos hombres son los revolucionarios por excelencia, los socialistas por excelencia y los comunistas por excelencia. Y esos hombres deben ser reclutados por nuestro Partido de vanguardia , porque ellos representan las mejores virtudes de la clase obrera, el espíritu de la clase obrera, la generosidad de la clase obrera ; porque cuando obreros como esos que han sido premiados trabajan, no han estado pensando en sus beneficios —posiblemente ganan mucho más de lo que necesitan trabajando como trabajan—, han estado pensando en la nación, han estado pensando en el pueblo; no han estado pensando en lo que van a consumir simplemente, sino han tenido su pensamiento puesto en lo que van a producir para que los demás consuman. Y eso significa un alma generosa, un corazón generoso. Porque hay por el contrario ese tipo de seres que nunca piensan en los demás; piensan solo en sí mismos y cuánto van a consumir, y ni siquiera piensan que cada bien material o de cualquier índole que se consuma, es producto del esfuerzo y del trabajo de alguien.
Y por eso los obreros de vanguardia deben ser objeto de la atención esmerada de nuestro Partido, para estimularlos, para formarlos, para reclutarlos; porque el Partido, que es la vanguardia, debe estar integrado por los hombres mejores de la clase que representan. El país, cuyo poder es el poder de los obreros, debe ser el poder de los más esforzados obreros, de los más dignos hijos de la clase obrera. Ahí está la cantera de donde nosotros tenemos que buscar los tesoros que encierra, tanto para la vanguardia política como para la vanguardia administrativa, como para la dirección del trabajo. Ese principio tenemos nosotros que garantizarlo. Que nadie el día de mañana por vías simplemente colaterales o teóricas llegue a ocupar una posición responsable. ¡No! Que el camino sea este, este el camino: ¡El camino del trabajo! Los mejores del trabajo, al Partido; los mejores del Partido, a los cuadros de dirección del Partido; los mejores del trabajo, a las escuelas; los mejores del trabajo, a la dirección; los mejores del trabajo, a la vanguardia de las organizaciones de producción.
Y así, un porvenir extraordinario será el porvenir de nuestro país, y eso lo tenemos que garantizar. Y por eso pensaba que a esos obreros de vanguardia, a esos héroes nacionales, hay que darles oportunidad de estudiar y que —junto al honor, al homenaje y al reconocimiento de la nación— haya para cada uno de los obreros de vanguardia que así lo desee la oportunidad de estudiar.
¿Y por qué a estudiar? Porque nosotros nos podemos encontrar con el caso del compañero Reinaldo que tiene magníficas condiciones personales, y eso no bastaría; si a esas condiciones se suma la capacitación, la preparación, y él pone ese mismo coraje, ese mismo entusiasmo que tiene, por el estudio, el compañero Reinaldo es un valor que puede llegar a aportar beneficios incomparablemente mayores a la sociedad, que cortando caña o regando sacos de abono, más aún que al frente de una brigada de cortadores de caña.
¡Ojala pudiéramos un día ver a compañeros como Reinaldo al frente de una agrupación básica de producción! Y que ese espíritu del cual contagian a la brigada, se lo contagien a cientos y a miles de hombres trabajando bajo su dirección.
Y por eso nosotros entendemos que una de las cosas que debe ir acompañada a la selección es la oportunidad de estudiar. No se trata de decir a Reinaldo: “Tienes que estudiar y te vamos a encerrar ahora en una escuela.” No, sino: “Tienes la oportunidad de estudiar, deseamos que estudies, le interesa al país que estudies.”
Pero esa oportunidad hay que brindársela a todos los trabajadores de vanguardia. Y ustedes han de pensar que el país gana con eso, el país ganar la mucho con eso. Hay algunos que dicen: Yo soy viejo, tengo tantos hijos. Y eso no es un obstáculo. Porque yo estoy seguro de que si ese obrero, que recibió el título de Héroe Nacional del Trabajo Técnico, fuera un ingeniero de nivel universitario, con el interés y la capacidad natural que posee, rendiría frutos incomparablemente mayores.
Creo que nada más hermoso ha hecho la Revolución que brindar la oportunidad a todas las inteligencias y a todos los caracteres para desarrollarse, porque antes las inteligencias se perdían, las inteligencias se perdían en nuestros campos y en nuestras ciudades.
Y yo comprendo por experiencia personal eso mejor, estoy en condiciones de comprenderlo mejor que muchos. Porque si yo he podido desempeñar un papel determinado en la vida de nuestro país, si he podido hacer un aporte a la Revolución, se debió a que tuve la oportunidad de estudiar, y tuve la oportunidad de estudiar porque mi familia tenía recursos para pagarme los estudios. Pero nadie mejor que yo puede comprender que si yo hubiese sido hijo de cualquiera de las docenas de humildes obreros que allí trabajaban, yo no estaría aquí ahora, no tendría un trabajo de responsabilidad en el gobierno.
¡Y cuántos mejores que nosotros, cuántas inteligencias se habrán perdido en nuestros campos! ¡Cuántos hombres de aquellos que fueron compañeros míos en la escuela pública, en la escuela rural! ¡Cuántos de esos hombres los ha perdido el país como técnicos, como ingenieros, como cuadros políticos, de cualquier índole!
Y así ha pasado con millones de ciudadanos. ¿Era yo acaso mejor que los demás? Solo en una determinada situación social, por causas enteramente ajenas a mi voluntad, tuve oportunidad de ir a las escuelas donde aproveché el tiempo a mi manera; primero, porque no era buen estudiante, pero además, ¡porque no podía serlo en aquellas basuras de colegios por donde pasé! Pero al menos uno aprendió a leer y a escribir. Podía decir como la canción: “He aprendido a leer y a escribir.”
Y eso fue algo para mí. Pero no puedo menos que pensar con indignación en los que se quedaron sin aprender a leer ni a escribir, ni en el tiempo que nos hicieron perder, aun a los que como nosotros tuvieron oportunidad de ir a una escuela. Pero, ¿qué nos enseñaron, qué historia nos enseñaron? Cuántas cosas que podíamos haber aprendido dejamos de aprender; y cómo será el pueblo de mañana cuando todos los millones de niños que nazcan tengan la oportunidad de recibir no solo la enseñanza primaria, sino incluso la enseñanza secundaria. Y no ha de estar lejano el día en que sea estricta e irrenunciable obligación de cada joven, el adquirir hasta el título de la secundaria. Y entonces, ¿con qué estándar de vida, con qué cúmulo de riquezas, podrá contar nuestro pueblo? Porque la riqueza, la abundancia, condición imprescindible del socialismo y del comunismo, se logra con la técnica, con la inteligencia, con los medios adecuados de trabajo y la técnica adecuada.
Y el mérito de ese obrero fue el aporte que hizo, fruto de su observación, de su amor al trabajo, elevando de manera extraordinaria y considerable la productividad.
Por eso si la sociedad pasada no les brindó a los mejores obreros como él la oportunidad de estudiar, la Revolución tiene que brindarles esa oportunidad, la Revolución tiene que estimular esa oportunidad.
Y entendemos que sería el complemento del sistema de emulación, el principio de que el triunfo en la emulación, el título de trabajador de vanguardia, significa para cada uno que lo reciba la oportunidad de estudiar. Y todas las empresas deben esforzarse por lograr que esos obreros de vanguardia estudien. Y nuestras empresas y nuestros ministerios deben estudiar por qué vías y por qué canales y en qué forma se logra eso. Porque nadie está viejo para estudiar aquí. ¿Comprenden? Todos tenemos mucho que estudiar, y todos tenemos mucho que aprender.
Yo no quiero ser más extenso, y por eso no voy a abundar más en estos argumentos. Pero todos tenemos necesidad de estudiar, y lo que con ello se logra no es simplemente un “hobby”, no vamos a estudiar por sport. ¡No! Vamos a estudiar por necesidad, porque lo necesita nuestra patria, lo necesita nuestra Revolución. Y vamos a estudiar, además, por una cuestión moral, por una satisfacción espiritual, y además por emulación. Porque yo creo que nadie quiere quedarse “burro “, como decían antes, nadie quiere quedarse atrás. Y ese es un sentimiento noble.
Antes discutían quién era más rico. Y los niños decían: Mi papá tiene más plata que tu papá. Ahora no, ahora se discute quién trabaja más, quién estudia más, quién sabe más. Y los niños dirán: Mi papá sabe más que tu papá.
Nuestro país marcha bien, nuestra Revolución marcha bien. Bien es una cosa, y muy bien es otra. ¡Y la Revolución marcha muy bien! , ¡el país marcha muy bien! Vamos mejorando, vamos progresando; pero eso no es nada, ¡lo que nos queda por progresar y lo que vamos a progresar en los años venideros!
En las condiciones que hemos creado, en los instantes en que el bloqueo económico del imperialismo yanqui se viene abajo, se convierte en polvo, en que las posibilidades para nuestra economía son como nunca, ¡como nunca!, en que se han creado las bases en nuestro comercio internacional para darle un gran impulso a todo, no podemos perder estas oportunidades y no las vamos a perder.
Desde luego que aquí puede ser que falte un poco de pintura a las casas durante algún tiempo hasta que tengamos las industrias básicas para producir la pintura suficiente con que pintar bien bonitas todas las fachaditas de todas las casas. Desde luego que aquí en 10 años por lo menos, vamos a ver que los automóviles se van a ir poniendo más cacharros, sí, más cacharros. Pero mientras los automóviles se estén poniendo más cacharros, los ciudadanos se están poniendo más flamantes y las inteligencias se van puliendo, y los cerebros van adquiriendo ruedas, y la inteligencia va adquiriendo alas. Y empezarán a salir de las universidades decenas de miles de ingenieros, médicos, pedagogos, técnicos de todos tipos; se desarrollará una técnica nueva, se irán creando las condiciones mediante las cuales un día vamos a poder hasta comprar más automóviles que los que compraban los burgueses. De manera que nadie ande loco buscando un automóvil, sino el que quiera irse un fin de semana vaya y por una cantidad módica lo alquile y se lo lleve, y desde luego que no lo rompa, déjame rectificar.
Falta tiempo, si eso lo hacemos mañana acaban con los automóviles. Todavía incluso no solo con los automóviles, con los camiones y las guaguas luego acaban.
Por ahora hay que ir al transporte colectivo, ¿verdad? Ya hemos mejorado nuestras líneas aéreas, ya hay un avión que en una hora y 20 minutos va desde Santiago a La Habana. Posiblemente ustedes han montado en alguno de esos aviones. Los peloteros también, aunque a algunos no les gusta mucho montar en el avión, pero bueno...
Hay que mejorar nuestros ferrocarriles, y vamos a comprar ferrocarriles nuevos y hasta con aire acondicionado, vamos a mejorar nuestros transportes urbanos e interurbanos, es decir, el transporte colectivo ahora es lo fundamental; vamos a desarrollar nuestra flota mercante, vamos a tener una flotica mercante, una flotica mercante. ¡Despacio pero apurados!, y vamos a tener una flotica pesquera. El atún va a estar por la libre en tiempos no muy lejanos.
Pero antes que el atún, los huevos van a estar también por la libre. Ya hemos dicho que en enero por docenas se venderán, y ustedes saben que, por lo general, las cosas que ofrecemos las cumplimos. E irá aumentando paulatinamente la producción de leche y la producción de carne, y vamos a ver si los compañeros del Ministerio de la Construcción resuelven el problema de ver cómo construimos casas también, en cantidades suficientes.
Ahora ha habido que construir una serie de cosas a la carrera, y hay muchas fábricas que se están levantando, pero tenemos que ir viendo cómo, por métodos modernos de prefabricados y con la mecanización de las construcciones y con los obreros de la construcción que tenemos podemos construir mucho más. La población se multiplica y hace falta techo, de manera que tenemos que ir levantando parejo en todo. Pero primero lo imprescindible, ¿verdad?
Yo estoy seguro de que ustedes verán un cacharrito que no estará muy moderno y dirán: “Pero es mejor tener un buen barco pesquero que pesque unos cuantos cientos de miles de libras de atún por año. “ (ALGUIEN DEL PUBLICO DICE: “¡De bacalaol“)
¡También!, también. Quiero que sepan que hemos mandado a comprar seis barcos de esos. Estamos callados, no decimos mucho de eso. Basta decir que vamos a tener 70 barcos atuneros para fines del año que viene, setenta! Y ahora tenemos cinco, ahora tenemos cinco, y que esos muchachos van a pescar diez veces, quince veces, veinte veces más que nuestros viejos pescadores con anzuelitos.
Y así iremos creando la abundancia. Hemos dicho: Primero vamos a desarrollar las gallinas ponedoras, después las de carne. Y, desde luego, una cosa, para que lo sepan: los aumentos de abastecimiento empezarán por el interior, ¡por el interior!
En La Habana hay determinadas cuotas que tradicionalmente eran más altas, tiene mayor cantidad de restaurantes, hay unos 50 000 obreros con comedores. Ahora, en La Habana, vamos a congelar en ese nivel, y vamos a empezar de Oriente para acá, ¿comprenden?
Si aumenta la producción de huevos primero para Oriente; de pescado, primero para Oriente; que vamos a traer unos cuantos miles de toneladas de bacalao, para el interior; que han venido unas cuantas toneladitas de tasajo de Uruguay, para el interior. Hay que aguantar un poco, cuando vayan a Santiago podrán comer tasajo. Y es justo, ¿verdad?, es muy justo.
Con la capital se ha tenido en consideración sus consumos tradicionales. No habría sido correcto decir bueno, pues, vamos a disminuirle a la mitad lo que están consumiendo aquí, porque ese no es un buen método político de hacer las cosas. Pero, ahora hay que ir empezando por allá. Igual que cuando ya nos estén sobrando los productos y falte dinero, hay que ir empezando por los salarios más bajos, ¿comprenden?
Claro que ya el año que viene, para fines del año que viene, ya se cumplen los cinco años de la reforma urbana. ¡Como pasa el tiempo! Y hay muchas, muchas familias, que ya no tendrán que pagar alquiler. Eso significará unos centavitos más para fin de año y para todo el otro año también.
Pero cuando ya los ingresos y la producción estén parejos, y cuando ya empiece a haber más productos que dinero — y no vamos a tardar mucho tiempo, no vamos a tardar mucho tiempo—, entonces llegará la hora de ir empezando a elevar los ingresos por los salarios más bajos, ¡por los más bajos! Porque todavía hay mucho desnivel en todas esas cosas, a pesar de lo que se ha hecho y de mucho de lo que se ha adelantado en ese sentido. Ustedes saben que, por ejemplo, en las minas creo que había 20 salarios distintos en las minas.
Y así iremos por ese orden: del interior para acá, de abajo hacia arriba, mejorando al pueblo.
Y con el esfuerzo, con el trabajo, no vamos a tardar mucho en tener suficientes cosas. Y para nosotros será una gran satisfacción ver que empiezan a aparecer productos por la libre, y que la libreta quede abolida.
La libreta fue una necesidad, porque sin la libreta el que tenía más plata cogía más, y hubo que hacerla para defender al que no podía pagar en bolsa negra. Muchas de esas cositas de bolsa negra por allá, por algunos lugares, yo sé que hay gente que vende los huevos a 20 centavos. ¡En enero ya no habrá más bolsa negra de huevos! ¿Por qué?, porque estarán baratos, los vamos a clasificar y los vamos a vender según el tamaño, y se acabará la bolsa negra. Cuando tengamos pollos suficientes tampoco habrá quien venda un pollo en bolsa negra; cuando tengamos pescado suficiente no habrá nadie vendiendo su pescadito por ahí con la bolsa negra. La abundancia es lo que acaba con la bolsa negra, ¡y con la abundancia vamos a poner fuera de combate la bolsa negra!
Entonces después dirán: “Bueno, y ahora dónde vendemos esto.” Mire a ver si tienen quien se los compre, véndaselo más barato, le diremos. Porque, claro, siempre hay ciertos intereses antisociales, siempre hay quien anda buscando o inventando algo, pero eso es hijo de la escasez. Poniéndole fin a la escasez llegará un momento en que la gente dirá: “Caramba, no tengo plata, como hay cosas en la tienda.”
Claro, en ese momento la gente empezará a decir: “Qué lástima que no tuviera un poquito más de dinero.” Se ha de discutir eso, y entonces diremos: Bueno, vamos a ver quiénes son los que más lo necesitan y quiénes son los más mal pagados, todas esas cosas, bien.
Y es bueno, antes que falten las cosas, es mejor que sobren, porque entonces mucha gente tendrá más interés en trabajar y necesitamos que se trabaje, y siempre habrá una cantidad de gente que estimulados por la cantidad de bienes que pueda adquirir trabaje más para ganar más dinero, y en la etapa de la construcción del socialismo tiene que ser así. El socialismo es a cada cual según su trabajo y el comunismo a cada cual según sus necesidades, pero eso es cosa de los hijos de ustedes, hijos chiquitos, no los grandecitos. Todavía los grandecitos vienen con algunos hábitos y algunas costumbres. Todavía dentro de la sociedad hay muchos privilegios, pero ya no es una sociedad de explotación del hombre por el hombre, ya las bases fundamentales de la explotación social y los que crearon todos esos privilegios desaparecieron.
El otro es un proceso largo, largo, pero un proceso seguro. Pocos países tienen las condiciones que tenemos nosotros para cumplir con éxito ese proceso, pocos pueblos tienen las ventajas que tenemos nosotros, ventajas de orden exterior y ventajas de orden interior también.
Si nosotros no lográramos la abundancia aquí sería, sencillamente, porque fuéramos unos incapaces completos de lograrlo, sería sencillamente porque no quisiéramos. Pero queremos lograrla y la vamos a lograr, la vamos a lograr haciendo las cosas como debemos hacerlas y, eso sí, quitando todo el que no sirve del lugar donde está e irlo poniendo en otro lugar.
Desde luego, desde luego, tiene que ser así, y lo lograremos más pronto en la medida en que a los que sirvan los vayamos poniendo en los lugares donde deben estar.
A nadie le va a faltar nada, nadie tiene que atemorizarse. A veces yo he pensado el caso de algunos compañeros. Digo: Miren que estos compañeros cuestan caros. Miren, si les pagáramos una jubilación de 1 000 pesos costarían mucho más baratos a la Revolución que con lo que están haciendo, de veras que saldríamos ganando incluso jubilándolos — sin que jubilar sea malo— pero con tal de que la gente se jubile por edad y que la gente no se jubile porque cuestan caros. Yo creo que hay que jubilar los que cuestan caros, que es preferible.
No, la Revolución no va a matar a nadie de hambre. Nosotros debemos establecer el principio de que nadie tendrá las puertas cerradas, de que nadie morirá jamás de hambre aquí, porque si es tan malo, malo, lo metemos en la cárcel y le damos comida allí. Es decir, si es un sujeto antisocial, delincuente, enemigo de la ley, bueno, señor, con usted ya no podemos hacer nada más, vaya para una cárcel y allí lo vamos a mantener.
Pero si ustedes supieran que a nosotros nos escriben cartas y nos enteramos de muchas cosas que son tristes. Y así había el caso de una señora que tenía varios hijos y estaba, además, en estado, y el esposo estaba preso por un delito común. Yo me decía: Pero qué triste realidad que todavía en nuestra sociedad estas cosas pasen. Quién se acuerda de esa mujer que tiene tantos hijos, que esté en esa necesidad, en esa situación dura de esa mujer, y que todavía haya mujeres, madres de familia, que se vean en esa penosísima situación. Usted dice: Bueno, vamos a sostener esa familia. Entonces va a decir mucha gente: “Caramba, no importa si yo delinco, mi familia va a estar bien.”
Pero, de todas maneras, debe haber instituciones que se ocupen de esos casos, tienen que haber instituciones que se ocupen de esos casos. De manera que en nuestro país no haya un solo niño que se acueste desamparado, ni una sola mujer, ni un solo enfermo inválido, nadie. Qué socialismo habríamos hecho nosotros aquí sin eso, de qué podríamos enorgullecernos si eso no lo logramos, cuando nuestro orgullo mayor es haber acabado con la mendicidad, que todavía me dicen que andan algunos mendigos por ahí, algunos los ven —realmente yo no los veo, no sé si será que caminan muy rápido los carros esos—, al Caballero de París que me lo encontré por la Quinta Avenida, pero el Caballero de París no mendiga, todo un caballero y él no incurre en eso.
¿Muchachos por la calle de vagabundos? Rara vez se encuentra alguno, aparece alguno. Esas cosas es elemental que nosotros las vayamos erradicando. Y ese será siempre el orgullo de nuestro pueblo el ir alcanzando todas esas cosas. Eso es vivir como seres humanos, eso es vivir como hombres y no como bestias. Y aquella sociedad era una sociedad de sentimientos bestiales y le inculcaba al hombre esos sentimientos, y cada cual se desentendía de la suerte de los demás. Un hombre trabajando, ¿cuánto no puede producir y a cuántos no puede sostener? Con seguridad que cualquiera de estos obreros de vanguardia produce veinte veces más, cien veces más de lo que él necesita — y no ya un buen obrero de vanguardia, hasta una vaquita puede ayudar a sostener tres familias. ¿Y es justo que viviéramos —como vivíamos— en aquellas condiciones, en aquellos sentimientos egoístas, aquella insensibilidad hacia los demás? No, señor, aquí entre obreros de vanguardia, entre productores de primera calidad, de hombres que tienen fe en el trabajo y saben que son los frutos del trabajo, se puede decir que el trabajo puede erradicar la miseria.
El trabajo, con una buena organización, buena técnica, modernos instrumentos de trabajo, hombres que sepan emplearlos, una buena organización: y queda barrida de la faz de nuestro país la miseria, la pobreza, e iremos creando para todo un pueblo las condiciones de vida por las cuales se ha luchado, por las cuales se han sacrificado nuestros obreros, por las cuales han muerto muchos combatientes, han dado su sangre, desde los que cayeron en “La Coubre “ hasta los que murieron en Girón.
Y así, cuando uno de los obreros aquí hablaba de que ellos están dispuestos a dar su vida, ¡cuánta verdad decía! ¡Y con qué disposición los obreros han estado dispuestos a dar su vida por la Revolución, y con qué disposición han ido a combatir, y con qué disposición han muerto! Porque son cientos los trabajadores que han dado su vida y su sangre por la causa de la Revolución, y lo han hecho por esto.
Y hoy cada día más la Revolución es comprendida, hoy cada día más la Revolución es aceptada como un hecho incontrovertible de nuestra historia; cada día más la Revolución es segura; cada día más están aplastados los gusanos, los vacilantes y los enemigos de nuestra patria . Triunfa la Revolución, triunfa la Revolución frente a poderosos enemigos, frente a grandes obstáculos; triunfa la Revolución aun frente a nuestra propia incapacidad, a nuestra propia ignorancia; triunfa la experiencia sobre la ignorancia. ¡Vamos triunfando!
Iremos mejorando día a día; lo comprenderemos todo cada vez con mayor claridad. Y tendremos siempre —todos y cada uno de los hombres que amamos esta Tierra, que amamos esta causa— la satisfacción de verla crecer, con el amor con que los seres humanos ven crecer la obra de su esfuerzo, de su trabajo, con el amor con que los padres ven crecer a sus hijos, con la satisfacción y la seguridad de que eso está seguro, con la convicción de que ya nada podrá volver atrás la historia de nuestra patria, con la convicción de que este pueblo —heredero y descendiente de nuestros mambises que hace 100 años empezaron a luchar por la independencia — hoy recibe los frutos, hoy recibe los frutos del esfuerzo de otras generaciones.
Muchas veces decimos que nos estamos sacrificando para que vivan mejor las generaciones venideras. Y es verdad, ¡vivirán mejor que esta generación! ¡Pero recordemos también que otras vivieron mucho peor que nosotros, y se sacrificaron por nosotros! Y así, tenemos que ser generosos con los que vendrán después, como fueron generosos con nosotros los que nos precedieron.
Y estos son los sentimientos que evocan en nuestro ánimo un acto como este, una reunión como esta, una fiesta como esta. Porque esta es una verdadera fiesta: la fiesta del trabajo, la fiesta del patriotismo, la fiesta del espíritu revolucionario, la fiesta de todos los trabajadores. ¡Y un día de orgullo para nuestra clase obrera, para nuestros trabajadores, para nuestras organizaciones obreras; un día de orgullo en que la nación, el gobierno y el Partido rinden tributo a sus obreros de vanguardia!
¡Y que esta institución se fortalezca cada vez más! ¡Y que esta institución cobre cada vez más vigencia y cada vez más prestigio! ¡Y que en el corazón de cada uno de los cubanos tengan un lugar cada vez más distinguido los hombres y las mujeres que están al frente de la producción! ¡Porque ustedes han sabido cumplir con la patria, ustedes han sabido cumplir con la Revolución, ustedes han sabido cumplir con nuestra consigna de:
¡Patria o Muerte!
¡Venceremos!
FIDEL CASTRO RUZ

Fuente: http://www.cuba.cu/gobierno/discursos

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