DISCURSO EN LA CLAUSURA DEL I CONGRESO DEL INSTITUTO DE CIENCIA ANIMAL, EN EL SALON DE EMBAJADORES DEL HOTEL HABANA LIBRE
Fidel Castro
[13 de Mayo de 1969]
― Departamento de versiones taquigráficas del Gobierno revolucionario ―
Señores invitados; Compañeras y compañeros cubanos:
Imagino el arduo trabajo para todos ustedes durante estos cuatro días. Sin embargo, al venir a ocupar esta tribuna tengo la impresión de que el trabajo o la responsabilidad que cae sobre mí esta noche es una responsabilidad igualmente ardua.
Se suele invitar a estos actos a alguien que haga un resumen o una clausura. No resulta fácil para mí hacer el resumen de un evento de naturaleza científica, como este congreso que ha tenido lugar. Sin embargo, me veo en la necesidad de cumplir la tarea. Debo cumplirla con profundo sentido de la responsabilidad.
No se nos puede escapar el hecho de que este evento tiene una cierta trascendencia exterior, y este evento tiene también trascendencia en el interior de nuestro país, y que están presente en este acto, y han estado presente en este congreso, no solo un numeroso grupo de distinguidos investigadores del exterior, sino también centenares de compañeros que desempeñan sus tareas en la rama agropecuaria de nuestro país.
Y, naturalmente, la materia que ha sido objeto de discusión en este congreso tiene vital importancia para nuestro país.
Es necesario que nos orientemos bien; es necesario, sobre todo, evitar salir desorientados de este congreso. Y mi deber —tal como lo entiendo— esta noche es hablar precisamente para explicar y hablar para tratar de orientarnos.
He tenido alguna vinculación personal con esta institución que es el Instituto de Ciencia Animal. ¿Cómo se organiza y por qué? Las causas eran obvias: a nuestro pueblo se le planteaba el problema que genéricamente se llama desarrollo, y que más concretamente tenía que ver con la necesidad fundamental de vivir, en ciertas ocasiones incluso de sobrevivir, de enfrentarse a serios problemas alimenticios derivados tanto de nuestro subdesarrollo como de circunstancias exteriores que impusieron a nuestro país un bloqueo de tipo económico.
Y nuestro pueblo no podía contar en esas circunstancias con ningún caudal científico acumulado. Podía contar con muy poca experiencia, con muy pocos técnicos, con muy pocos científicos, y algunos con pretensiones de tales no eran precisamente ni profundos conocedores de estas ramas ni podían estar en esas circunstancias —muchos de ellos— en disposición de servir al pueblo.
Se le planteaba al país la necesidad de desarrollar la economía, desarrollar su agricultura, de desarrollar sus fuentes de alimentación, desarrollar los cuadros técnicos y administrativos para llevar adelante esa tarea; y, sobre todo, desarrollar los conocimientos, la experiencia y la técnica para resolver adecuadamente esos problemas.
La ganadería en nuestro país contaba un número de animales, de algunos millones de cabezas, pero en su inmensa mayoría era una masa ganadera que se había desarrollado durante siglos prácticamente, más o menos adaptada a las condiciones de nuestro clima, pero poco productora de carne y de leche. El número de animales productores de leche en nuestro país, de las razas lecheras, era muy exiguo. La mayor parte del ganado era, como le llamamos comúnmente, Cebú o Brahman, algunos núcleos de animales conocidos por Criollos, y algunos miles escasos de cabeza de ganado Holstein, unas pocas cabezas también de Brown-Swiss. Y, en fin, que no podían satisfacer las necesidades de leche de nuestra población.
En épocas pasadas el pueblo no tenía acceso a esos productos, no tenía medios para adquirirlos. En muchas ocasiones sobraba la leche, y en épocas de sequía no se resolvía el problema con heno, ensilaje, reservas alimenticias, sino que por lo común resolvían el problema los distribuidores de leche añadiendo agua a la leche.
Se planteaba en la nueva situación la necesidad de producir no para un mercado, sino la necesidad de producir para satisfacer los requerimientos de nuestra población. Lógicamente, toda la capacidad productiva no podía alcanzar para el propósito de abastecer de leche y de carne a la población de nuestro país. Y entre esos dos elementos mencionados, para nosotros lo más importante era resolver el problema de los abastecimientos de leche.
He leído una buena parte de las conferencias y de los trabajos que se han presentado en este congreso, y me ha parecido conveniente exponer cuál era el objetivo número uno. Se ha hablado, naturalmente, del desarrollo de la producción de carne y del propósito de desarrollar las exportaciones de carne, y obtener divisas con esas exportaciones. Eso es cierto. Pero para nosotros el objetivo fundamental del desarrollo de nuestra ganadería tiene que ver, en primer lugar, con el propósito de satisfacer las necesidades del pueblo. Es decir, para nosotros lo primero en el desarrollo de la masa ganadera es sencillamente las necesidades de consumo del pueblo y la elevación del estándar de vida de nuestro pueblo.
El desarrollo de la agricultura azucarera tiene que ver con las exportaciones y el incremento de las exportaciones. Pero en la estrategia del desarrollo ganadero lo primero es la satisfacción de las necesidades del pueblo en leche, en primer lugar, y en carne, en segundo lugar.
De manera que es necesario tener esto presente para que se entienda hacia dónde se orienta el esfuerzo que en este campo realiza la Revolución.
Y siendo ese el objetivo primero, nos encontrábamos con problemas prácticamente insolubles. Nos encontrábamos, en primer término, con que nuestra masa ganadera carecía de potencial lechero; y en segundo lugar, nos encontrábamos con el problema de que las pocas vacas que podían satisfacer esas necesidades estaban en muchas ocasiones subalimentadas y nuestro país no disponía de los medios para las importaciones de concentrados para esos animales.
En el orden de prioridades había necesidades muy urgentes. Muchas veces era la necesidad de medicinas para la población, por ejemplo: necesidades de equipos médicos, con recursos limitados, las que competirían con las posibilidades de adquisición de concentrado para la alimentación de nuestro escaso rebaño lechero.
Se nos planteaba la necesidad de encontrar soluciones a este problema. En primer lugar, cómo aumentar la masa ganadera lechera; y en segundo lugar, cómo aumentar, o mejorar, o cómo satisfacer las necesidades alimenticias de esa masa.
Nuestro país no había sido nunca un país productor de granos ni un país productor de soya. Dos problemas se presentaban: falta de tradición en esos cultivos y condiciones climáticas adversas a esos cultivos. Las condiciones climáticas derivadas de las circunstancias de que en nuestro país hay ciertos períodos de largas sequías y que las lluvias se presentan, por lo general, abruptamente.
No es el caso de lo que ocurre en muchos países de clima templado, en que la tierra se prepara antes del invierno y una parte de ella incluso se siembra antes del invierno; no es el caso que al momento de derretirse la nieve se encuentra en la tierra, ya roturada y lista para la siembra, la humedad necesaria para sembrar grandes extensiones de granos. En nuestro país hay que tener la tierra preparada y esperar que caiga el primer aguacero, y cuando ese aguacero viene puede venir con lluvias generales, y mucho antes de que se puedan sembrar esas superficies ha crecido la hierba.
Además, tales circunstancias de una agricultura sin regadío, obligaría en aquellas condiciones a disponer de un enorme número de máquinas.
La experiencia derivada de la siembra de aproximadamente medio millón de hectáreas de caña en un período de 15 meses para la zafra de 1970, nos enseña sobradamente en cuán difíciles condiciones ha tenido que desarrollarse esa tarea, y cómo en muchas ocasiones acudiendo ya no al tiro mecanizado sino al tiro animal, empleando bueyes, ha tenido que prepararse y sembrarse la tierra.
En las condiciones de nuestro clima son conocidos los problemas, por ejemplo, de las plagas y enfermedades; en las condiciones de nuestro clima son conocidas las malezas, la lucha contra las malezas y la lucha contra las plagas.
El empleo del herbicida se desconocía completamente, el empleo de la irrigación estaba por desarrollar completamente. La lucha contra las enfermedades también era otro campo donde faltaba experiencia. Y aparte de eso, nuestro país tiene que enfrentarse con algunos fenómenos naturales. Hablé de la sequía. Pero en otras ocasiones nos afectan los excesos de lluvia, las inundaciones y, en otras ocasiones, nos afectan los ciclones.
De manera que nosotros teníamos todos esos problemas naturales: sequías, inundaciones, ciclones; y además carencia de máquinas, carencia de regadío, carencia de experiencia, carencia de herbicidas, carencia de semillas de alta producción y carencia de medios y de conocimientos en las luchas contra las plagas.
Se desarrolló la agricultura cañera en las condiciones del pasado porque era un tipo de cultivo que de una forma o de otra resistía esas condiciones; resistía la sequía, que desde luego afectaba la producción pero no mataba a la plantación, a veces resistía ciertos excesos de humedad, era una planta que por su ciclo de duración compensaba en algunas épocas del año las condiciones adversas de otras épocas. Es, además, una planta resistente a las enfermedades, que en medio de una técnica agrícola muy atrasada permitió el mantenimiento de una determinada producción agrícola para el sostenimiento de la economía nacional.
De manera que esas eran las circunstancias adversas: la falta de una masa ganadera con potencial lechero, la falta de recursos para importar concentrados y, además, condiciones naturales adversas para producir en este país los concentrados.
Desde muy al principio estuvimos conscientes de esa situación, desde muy al principio se hicieron esfuerzos por desarrollar las técnicas y las investigaciones.
Y fueron esas circunstancias en la agricultura y en la ganadería, como en otros campos, las que nos condujeron al esfuerzo para tratar de responder a la pregunta:¿Qué tipo de ganadería vamos a desarrollar? ¿Cómo debemos alimentarla? ¿Cómo vamos a producir, en primer lugar, la leche que necesita nuestra población, que necesitaban nuestros niños, que necesitaban los ancianos, que necesitaban los enfermos, y por último, que necesitaba el resto de la población? ¿Con qué masa ganadera? ¿Cómo la íbamos a alimentar? Había que responder a esa pregunta.
Parte de la respuesta consistía en desarrollar las investigaciones. Pero para desarrollar las investigaciones carecíamos de centros de investigación y carecíamos de técnicos y de experiencias en investigaciones.
Fue así como surgió la idea inicial de un centro para investigar las cuestiones relacionadas con la nutrición animal y el desarrollo de la ganadería.
Pero, por otro lado, no era posible que nuestro país esperara a que en un largo proceso se desarrollaran las técnicas para responder a la pregunta de cómo íbamos a resolver el problema. Era necesario en la práctica, y en cierta forma con carácter urgente, dar determinados pasos para resolver el problema, partiendo de las pocas experiencias que existían y partiendo de las condiciones existentes en nuestro país.
Fue así como se organizó el Instituto de Ciencia Animal, fue así como en la búsqueda de técnicos se hicieron los contactos con determinados técnicos, y fue así como se organizó la institución, se establecieron los arreglos pertinentes y se comenzó a trabajar en esta institución.
Debemos decir que la misma tiene cierta peculiaridad. Las formas de trabajo fueron discutidas con los técnicos: se les concedió amplias facultades para la investigación. Se suponía que el gobierno tendría alguna participación, algún interés en las investigaciones y que, desde luego, se trataría de conciliar las directivas, las ideas, los puntos de vista de los investigadores dotados de amplias facultades, con los intereses inmediatos del país, a fin de resolver sus necesidades más urgentes.
Se estableció el instituto, donde el gobierno revolucionario tenía un representante, representante cuyo objetivo fundamental era facilitar el establecimiento de las bases materiales de trabajo y servir de enlace con el mismo.
Debemos decir con toda franqueza que después que se creó el instituto, entre el gobierno y la institución se mantuvo el mínimo de relaciones. Surgieron determinadas hipótesis. Surgió, por parte de la dirección del Instituto de Ciencia Animal, una tesis acerca de cómo debía resolverse el problema de la nutrición del ganado en Cuba. Y se planteaba de que esa alimentación debería ser fundamentalmente a base de granos, es decir, fundamentalmente a base de maíz y a base de millo o sorgo, fundamentalmente.
Debemos decir que nuestra posición era discrepante con aquella tesis. Pero no obstante, mantuvimos nuestro propósito de que la institución desarrollara sus investigaciones con amplia libertad.
Vimos cómo se desarrollaban esas investigaciones en ese sentido hacia la búsqueda de una solución de la alimentación mediante granos. Y aunque nosotros teníamos la más profunda convicción de que ese no era el camino, admitíamos que se hicieran las pruebas pertinentes, respetábamos el derecho de libertad a la investigación de los investigadores, y nos conformábamos con que tan siquiera una pequeña parte del esfuerzo se dirigiera en otro sentido.
A veces solicitábamos con el mayor respeto, expresábamos a través de los compañeros cubanos nuestro interés por determinadas investigaciones. Y aunque no creíamos que el maíz y el millo eran el camino, sin embargo veíamos como positivo el esfuerzo que se hacía por obtener híbridos de más alta producción, por importar líneas puras que permitieran una producción mayor del maíz o de otras plantas o de otros granos, que aunque no fuesen a nuestro juicio a resolver el problema de la ganadería, de todas formas constituirían un paso de avance en nuestra agricultura y, además, contribuirían al desarrollo y a la formación de cuadros técnicos cubanos.
Es por eso que en nuestro criterio lo que esperábamos fundamentalmente del Instituto de Ciencia Animal no era la solución de las necesidades nutritivas de nuestra ganadería, sino que fundamentalmente contribuiría a la formación de un grupo numeroso de técnicos cubanos, que más tarde, por un camino o por otro, con una orientación más o menos correcta, contribuyesen al ulterior desarrollo de la ganadería de nuestro país.
No se escatimaron recursos al Instituto de Ciencia Animal. Se pusieron a su disposición, en el corazón de la provincia de La Habana, magníficas tierras irrigadas, de las pocas que había en nuestro país; más de 1 000 hectáreas de tierra, los medios materiales, las edificaciones, los equipos, los recursos humanos, y amplias facilidades para el intercambio, para toda la actividad en aquel centro. Y se pusieron a disposición del instituto numerosos compañeros valiosos de nuestra universidad, jóvenes que terminaban sus estudios y que marcharon a aquel centro a trabajar en las investigaciones, pero principalmente a formarse como investigadores.
Esta historia es necesario exponerla porque si no vamos a correr el riesgo de que si nos atenemos a puras cortesías, a un ciento por ciento de delicadeza en todo lo que se vaya a decir nos vamos a marchar un poco confundidos todos nosotros. Y voy a decirlo con toda franqueza: nos íbamos a marchar sin saber ni siquiera de qué se ha estado tratando de resolver en este país y dónde están las esperanzas fundadas para resolver esos problemas. Nos marcharíamos sin comprender muchas cosas.
Ahora, ¿por qué nosotros no creíamos que el grano era la solución de nuestro país? Hay numerosas razones. Algunas las expusimos anteriormente.
En primer lugar, nuestro clima no es el clima ideal establecido por la naturaleza para el cultivo del maíz. Lo digo sencillamente. Es cierto que en el maíz, como en otras muchas variedades de plantas, se han ido logrando adaptaciones, que han ido permitiendo, mediante la selección y mediante la genética, adquirir variedades que permiten resistir unas condiciones de clima que no eran las condiciones de clima donde surgió de una manera natural.
Se presentaban todos los problemas enumerados anteriormente de las sequías, de la necesidad de roturar enormes extensiones de tierra, de la necesidad de emplear para ello miles de máquinas, de la necesidad de disponer además de los medios: herbicidas, medios químicos o mecánicos para cultivar ese maíz; se necesitaba desarrollar antes las variedades y probarlas exhaustivamente, antes de lanzarse por ese camino; se necesitaba saber qué íbamos a hacer con las tierras que no eran irrigadas; cómo íbamos a abordar el problema en las tierras sin regadío que era la casi totalidad de los suelos agrícolas; cómo íbamos a sembrar repentinamente todo aquel maíz al comenzar la primavera; cómo íbamos a resolverlo en aquellas regiones amplias del país que tenían problemas de drenaje; cómo íbamos a resolver los problemas de suelo, si muchas de las mejores tierras estaban ya ocupadas por la agricultura cañera; cómo íbamos a resolver el problema de los ciclones.
¿Por qué nuestro país tenía necesidad de enfrascarse en una agricultura que le obligaba a roturar enormes extensiones de tierra todos los años para sembrar maíz? ¿Por qué nuestro país habría de adaptarse a una técnica de nutrición animal que era perfectamente explicable y justificable en países de clima templado en Europa, en la mayor parte de Estados Unidos, donde tienen largos inviernos, donde tienen posibilidades de roturar grandes extensiones de tierra, e incluso la necesidad de hacerla para buscar el máximo de aprovechamiento por unidad de tierra en un período reducido de tiempo?
¿Por qué renunciar a las magníficas ventajas que, en cambio, en otro sentido tenía un país en nuestro clima? ¿Por qué renunciar a las ventajas que nos permitía nuestro clima tropical o subtropical? ¿Por qué renunciar a las ventajas que brindaban a nuestro país la ausencia de inviernos fuertes, la ausencia de nieve, y la posibilidad de mantener el crecimiento durante todo el año de otras especies, de otras plantas perennes, que no nos obligan a roturar la tierra todos los años y que, en cambio, nos permiten tener y aprovechar todas las ventajas de nuestro clima? ¿Por qué no aprovechábamos todas las ventajas de la explotación de los pastos en las condiciones de nuestro clima?
No podría resistirse, por ningún concepto, la comparación. Existen especies de pastizales artificiales cuya producción se prolonga indefinidamente, cuya productividad incluso se incrementa por año, que pueden resistir las sequías, que rebrotan rápidamente cuando comienzan las lluvias, y que en condiciones de regadío y niveles adecuados de fertilización permiten mantener una producción casi uniforme durante todo el año.
Si además nosotros teníamos las posibilidades, con el número escaso de nuestras máquinas destinadas a otros cultivos —la caña fundamentalmente—, y también a la producción directa de otros alimentos; si nosotros teníamos la oportunidad de desarrollar una forma realmente económica de explotación de la masa ganadera, ¿por qué lanzarnos a una técnica que era mucho más costosa, que exigía muchos más recursos y en las condiciones de nuestro país era mucho menos segura?
De manera que se contraponían dos opiniones: el criterio de que la solución venía a través de los granos y el criterio de que la solución venía a través de los pastos. De manera que se suscitó —digamos— una especie de contienda ideológica en el campo de la ciencia, si ustedes quieren decir de la ciencia; si lo prefieren en el campo de la práctica, o en el campo de las realidades. Sin embargo, nosotros no coartamos, nosotros no impedimos que siguiera desarrollándose la experiencia y las pruebas para encontrar soluciones a través de los granos. Logramos —solicitando, insistiendo— que se hicieran algunas de las investigaciones en pasto, algunas.
Leíamos el trabajo presentado aquí por el ingeniero Quintana sobre experiencias en producción de carne mediante pastos: la prueba del napier, la siembra de napier y alfalfa, la siembra de la guinea con el kudzú. Y recordábamos perfectamente cómo logramos nosotros que se hiciera esa investigación.
Había resistencia en el instituto a hacer esa investigación, y nosotros tuvimos que obtener unas hectáreas de tierra y pedirles a algunos compañeros cubanos que de todas maneras hicieran la investigación.
Me satisfizo mucho de todos modos ver cómo, al fin y al cabo, se presentó entre los trabajos de ciencia animal una de las ponencias relativa a la producción de carne partiendo de pastizales.
Desde luego, una cosa muy curiosa. El objetivo fundamental de aquella investigación era saber cuánta era la productividad en carne a través de pastos, de una hectárea de tierra. Y nosotros sosteníamos el criterio de que, en las condiciones de nuestro clima, una hectárea de determinados forrajes con adecuados niveles de riego y fertilización triplicaba la productividad de una hectárea dedicada a maíz.
Con gran sorpresa nuestra vimos que el objetivo de la investigación apenas se menciona; que no se saca la conclusión de cuánta carne se produce por hectárea, sino que se convierte prácticamente en una prueba comparativa de diversas razas en su respuesta al pastoreo. Y ahí se habla de F-1 de Brown-Swiss con Cebú, F-1 de Holstein con Cebú, y algunas Cebú puras, y que tuvieron distintas respuestas a las distintas pruebas. Y me acuerdo perfectamente bien de que cuando se hizo esa prueba no se seleccionaron F-1 de tal tipo y F-1 de lo otro, no era una prueba de razas. Si resultó una prueba de razas, fue en virtud de que cuando trajeron el ganado para hacer la prueba vinieron Cebú comerciales, Cebú más o menos puros y algunos F-1.
No dejó de ser para nosotros una sorpresa que una prueba que tenía por objeto demostrar la superioridad del pasto sobre los granos se convirtiera por último en una prueba para saber cuál era la respuesta de las distintas razas a la alimentación con hierba. El objetivo fundamental prácticamente quedaba relegado, quedaba olvidado.
Ulteriormente empezaron a realizarse pruebas con la miel.
A mi juicio, el campo donde el Instituto de Ciencia Animal ha hecho su esfuerzo más importante y su esfuerzo más serio y su esfuerzo más práctico, ha sido en la investigación acerca del modo más correcto de utilizar las mieles en la alimentación del ganado vacuno, en la alimentación del ganado porcino, e incluso el empleo del azúcar en la producción de carne de ave.
En ese terreno se tenían algunas experiencias en Cuba, en ese terreno se había desarrollado alguna producción a base de miel con urea; pero faltaban investigaciones sobre los niveles adecuados de consumo de miel, los niveles de urea, los antagonismos que podían presentarse en el metabolismo de la miel, en los desperdicios que podían ocurrir en los otros componentes de la dieta, el tanto por ciento de miel que podía dársele al ganado alimentado con pastos, o las innovaciones, como fue la de preparar la dieta fundamentalmente a base de miel y con un mínimo de forraje.
Nosotros entendemos que en ese campo se avanzó, se avanzó mucho, y comenzó a ser en parte un principio de orientación correcta cuando se empezó a ver en la caña de azúcar una planta capaz de contribuir seriamente a la nutrición animal. Se empezó a abandonar un poco los conceptos relacionados con el millo y con el maíz, para comenzar a darle más importancia a la alimentación a base de miel.
Desde luego, he leído el trabajo del doctor Preston en donde expone la importancia y las posibilidades de utilización de la caña de azúcar y de la miel en la alimentación del ganado. Nosotros estamos de acuerdo con ese criterio, es un criterio correcto; aunque no estamos de acuerdo con algunas de las fundamentaciones de su tesis.
No sé si en cierto sentido su afirmación de que ciertas circunstancias "políticas o sociales" hacían difícil la aplicación de una técnica basada en granos para alimentar el ganado; si esa afirmación se refiere a otro país o esa afirmación se refiere a nuestro país. Porque digo con toda claridad que aquí no hay obstáculos "sociales" ni aquí hay obstáculos "políticos" para desarrollar la alimentación del ganado a base de maíz, si se pudiera probar que realmente el maíz podría resolver nuestros problemas.
Pero lo que sí se puede probar —y no tenemos la menor duda— es que el maíz no es la solución de nuestros problemas en la actualidad, y que tendrá que transcurrir mucho tiempo antes de que pudiera llegar a serlo.
En primer lugar, tendrán que desarrollarse variedades, técnicas y encontrarse soluciones para lograr que una hectárea de maíz sea capaz de producir los nutrientes que produce una hectárea de caña. Baste decir que la caña es, de todas las plantas conocidas hasta estos instantes, la que tiene mayor capacidad de asimilación de la luz solar y de convertirla en nutrientes; es la que tiene la mayor capacidad.
Baste decir que con las técnicas conocidas en nuestro país, con irrigación y con los adecuados niveles de fertilización, con las adecuadas variedades que existen en nuestro país, resulta perfectamente posible la obtención de unas 19 toneladas de miel integral por hectárea por año con la caña de azúcar, y que además produce la paja, produce el cogollo —que es la parte verde de la planta—, produce además el bagazo, que tiene muchos usos y tendrá usos de gran importancia económica para nuestro país en el futuro.
No creo que aquí se haya conseguido nunca, nunca, ni con los mejores híbridos, ni creo que el instituto haya podido obtener nunca, en condiciones óptimas de tierras magníficas bajo regadío, más de cinco toneladas de maíz por hectárea. Y esto obliga a roturar la tierra constantemente y sembrarla. No es como la caña, que se planta, puede crecer durante dos años; que una vez que adquiere cierto desarrollo no necesita limpiarse, porque las malezas no hay necesidad de cortarlas sino cada dos años y se obtienen producciones en dos años de unas 38 toneladas de mieles integrales por hectárea. Y por eso decía unas 19 toneladas de nutrientes, por hectárea por año, con un contenido energético prácticamente equivalente al del maíz, dejando a un lado las escasas cantidades de proteínas que posee el maíz.
Y que, desde luego, no admite discusión que una hectárea de caña puede producir para nuestro país cuatro veces, cinco veces lo que pueda producir el mejor maíz que se haya sembrado y se haya cosechado en Cuba.
Esa es la comparación entre la caña y el maíz.
Ahora bien, también la caña de azúcar tiene la miel como subproducto, el subproducto después de producirse el azúcar, en determinadas cantidades. Por ejemplo, para una producción de 10 millones de toneladas de azúcar quedarán aproximadamente 3 millones y medio de toneladas de miel.
Pero se contempla o se puede contemplar también el empleo de la caña de azúcar directamente para la producción de mieles para la alimentación del ganado, y de esa forma la contempla nuestro país en el futuro. Porque, asignada a la caña una superficie determinada de 1 700 000 hectáreas físicas, la producción de caña de azúcar irá aumentando progresivamente en la medida en que se amplíe el riego, en que se vayan cambiando las condiciones en que se cultiva la caña de azúcar y mediante el incremento de la producción por hectárea, de manera que para 1980 el país en el 1 700 000 hectáreas físicas que tendrá asignadas en la superficie total de nuestra isla podrá producir caña para 10 millones de toneladas de azúcar y además caña suficiente para producir otros 10 millones de toneladas de azúcar.
Sin embargo, no se contempla producir 20 millones de toneladas de azúcar; se contempla mantener la producción de azúcar a un nivel razonable, de acuerdo con las necesidades de los mercados y, sin embargo, destinar esas cantidades excedentes de caña para la alimentación del ganado. De manera que nuestro país podrá disponer de 14 a 15 millones de toneladas de miel en 1980, además de los 10 millones de toneladas de azúcar.
Será necesario ampliar la industria cañera del país en los próximos años para esos fines.
Y nosotros vemos en ese recurso el suplemento alimenticio de nuestra ganadería.
Pero, desde luego, la razón de esa política es que hasta ahora, como suplemento alimenticio para la producción de leche y de carne, la caña supera cualquier otra planta que podamos emplear en nuestro país.
Después explicaré por qué digo "suplemento alimenticio", porque de la caña y de la miel no solo salen las calorías, sino que pueden salir también las proteínas. Y nosotros en nuestro país poseemos una planta de torula que convierte de cuatro a cinco toneladas de miel final en una tonelada de levadura de torula, con un 55% de proteína.
De manera que la caña es —fácilmente se comprende— la planta adaptada a nuestro clima en la que tenemos más experiencia, que constituye nuestro maíz, nuestro sorgo, nuestra soya; es decir, capaz de servir para la alimentación del ganado, del cerdo, del pollo, empleando parte miel, parte azúcar, parte de levadura obtenida mediante un proceso fermentativo, y determinadas cantidades de proteína de origen animal.
Sobre esa base está concebida en lo fundamental, en el futuro, nuestra producción de cerdos, de pollos y en la ganadería como suplemento del pasto. No es porque “el azúcar no constituya —como afirma el doctor Preston— un producto de primera necesidad para la dieta del hombre ni artículo de lujo, ni tampoco porque una opinión social que exige de la mujer una grácil esbeltez y el creciente número de pruebas emparentan el azúcar con las deficiencias cardíacas..." la razón por la cual debemos dedicar la caña al ganado y no a producir azúcar, porque es mejor negocio dedicarlo al ganado que a azúcar; según su criterio.
Nosotros no podemos aceptar en ese congreso esta afirmación —y lo digo aquí con todo respeto y, además, lo digo con profundo dolor— porque este es un argumento netamente europeo.
Se puede aplicar el problema de la esbeltez de las mujeres en Inglaterra, en Francia, en Italia, en Bélgica, en Suecia, en muchos países donde las necesidades y el consumo de azúcar están saturados; pero este argumento no se puede aplicar en Asia ni en Africa o América Latina, ni se puede aplicar a miles de millones de personas en el mundo que están consumiendo menos de cinco kilogramos de azúcar per cápita al año, que padecen de subnutrición, que padecen déficit de proteínas y de calorías y que son la causa por la cual en muchas de esas regiones el promedio de vida no alcanza a los 30 años.
Y realmente nosotros pertenecemos a ese mundo subdesarrollado y nos sentimos identificados con sus necesidades (APLAUSOS PROLONGADOS). Y nos sentimos identificados con sus necesidades, y estamos muy conscientes de que desgraciadamente no sobra y tardará muchos años en que sobre azúcar en el mundo.
No defiendo esta tesis como la defendían los capitalistas en el pasado, que se ofendían y se insultaban cuando les tocaban el azúcar. Nosotros no podemos pensar con ese criterio. Nosotros tenemos para el azúcar amplio mercado, interno y externo; todo nuestro azúcar está vendido e incluso más azúcar de la que podemos producir; y los 10 millones de toneladas de azúcar están vendidos, tienen mercados. Y muchas veces el azúcar también se convierte, por vía del intercambio, en trigo; y nuestra azúcar también se convierte por esa misma vía en maíz.
Nuestras condiciones climáticas son las de un país azucarero, no un país cerealista. Países cerealistas pueden ser los países que tienen grandes extensiones de tierra, pueden serlo los países que con lograr la máxima productividad por hombre a través de las máquinas puedan cultivar las enormes extensiones para producir trigo y para producir maíz. Nuestro país es un país de superficie limitada que no tiene condiciones naturales para el cereal y que tiene que buscar cultivos de máximos valores por hectárea. Y no se podrá jamás comparar el maíz con ninguno de los muchos cultivos que por las condiciones naturales nuestras tienen valores económicos por hectárea cuatro o cinco veces superiores a las del maíz promedio de Estados Unidos.
A nuestro país no le sobra la tierra. No es Australia, no es Canadá, no es Estados Unidos, no es Argentina —para mencionar un determinado número de países—; es un país relativamente pequeño que tiene que buscar el máximo de productividad por hombre, sí, pero combinado también con el máximo de productividad por hectárea. Y la caña es uno de los cultivos que nosotros, bien dedicándolo a azúcar, bien dedicándolo a miel, tendrá para nosotros un alto valor económico y una alta productividad por hectárea que, además, está de acuerdo con nuestra tradición, que está de acuerdo con nuestra experiencia industrial y agrícola en ese sentido.
Y, lógicamente, esa es la razón por la que nosotros, si vemos que los productos industriales de la caña pueden ser un complemento de la dieta de nuestro ganado, pensamos en la caña, una vez satisfechas las necesidades de mercados, para producir el complemento dietético de nuestros rebaños, tanto de ganado vacuno como cerdos y aves. Esa es la razón fundamental.
No puede ser otra la razón. No puede ser de ninguna manera un problema de esbeltez de las mujeres en Europa. Y además, la tesis de la esbeltez permítanme rebatirla, porque las cubanas son conocidas como mujeres esbeltas y graciosas y tienen uno de los más altos per cápita de consumo de azúcar en el mundo (APLAUSOS).
Y creo ciertamente que ustedes comprenderán perfectamente nuestro deber, como decía anteriormente, de que tratemos de orientarnos y de que lógicamente se esclarezcan algunas cuestiones. Y todos ustedes podrán pensar o tendrán razones para pensar que esto no constituye una impertinencia de parte nuestra. Pero si realmente vamos a tomar en serio a nuestros invitados, y si realmente vamos a tomar en serio la ciencia, es nuestro deber exponer las cosas no con un espíritu sectario, no viendo un micromundo científico, sino viendo todas las realidades, ¡viendo el macromundo de los problemas de la humanidad y del hombre y de nuestro país!
Yo no quiero de ninguna forma emplear palabras políticas. Habrán observado que trato de evitar todo lo que pueda ser calificado aquí como política. No es un acto de agitación. No quiero introducir aquí, entre personas que pueden tener distintas maneras de pensar políticamente, argumentos políticos. Deseo presentar argumentos racionales, deseo expresar objetivos. Y estos argumentos objetivos y racionales creo que son exactamente aplicables lo mismo a un país que a otros. El que unos países no puedan aplicarlos es una desgracia. Pero para nosotros las cosas racionales son una posibilidad — ¡es una suerte!— y tenemos la posibilidad de hacer cosas realmente racionales para beneficio de nuestro país. Y de paso, también creo que cosas racionales que hagamos aquí, soluciones que encontremos aquí, pueden ser también aplicadas a otros pueblos en igualdad de condiciones que el nuestro.
Permítasenos decir que, junto con el deseo de resolver los problemas de nuestro país, albergamos también el noble propósito de poder ser modestamente útiles de alguna u otra manera a muchas personas en el mundo que tienen problemas muy similares a los nuestros. ¡Búsquese una geografía y se verá dónde está el hambre en el mundo, dónde está la subnutrición y dónde está la pobreza! Y nosotros, a quienes correspondió vivir en un clima de este tipo, en condiciones similares a otros pueblos muy numerosos, podemos permitirnos también albergar ese sentimiento, ese aprecio a nuestra obra, que no es la obra de un nacionalismo egoísta o de un pueblo egoísta que pensara solo en resolver sus problemas, sino que aspira a que lo que sea útil y positivo para él pueda ser también útil y positivo para otros países.
En este congreso se puede apreciar perfectamente qué poco peso tuvo el pasto. El millo tuvo un gran peso. El maíz tuvo un gran peso. Todo eso tuvo peso aquí. Pero ¿cuántos trabajos se han presentado sobre los pastos? ¿Cuántos trabajos tendientes a investigar cuál es el tipo de pasto adecuado, o cuál o cuáles entre las numerosas variedades de pasto son las más adecuadas a las condiciones de nuestro clima? ¿Cuáles son los niveles ideales de fertilización para nuestros pastos? ¿Cuál es la carga real que puede sostener en adecuadas condiciones una hectárea de pasto con riego y determinados niveles de fertilización? El pasto significa para nosotros en estos tiempos la magnífica posibilidad de que el ganado trabaje para el hombre y no el hombre trabaje para el ganado. No es que nos neguemos a trabajar para el ganado. El hombre tiene que hacer cierta parte de trabajo para el ganado, porque el ganado ayuda al hombre. Pero es que realmente nuestro país tiene todavía que cortar decenas de millones de toneladas de caña a mano cada año, porque no tiene máquinas para ello.
Lógicamente, nuestro principal objetivo tiene que ser mecanizar el cultivo de la caña, primero que nada. Antes que mecanizar un hipotético maíz, tiene que mecanizar el cultivo y el corte de la caña, tiene que dedicar muchos recursos a eso para poder liberar cientos de miles de brazos que puedan participar en el desarrollo industrial, en el desarrollo social de nuestro país. Y hoy la caña emplea el grueso de nuestras máquinas, y empleará el grueso de nuestras máquinas, y empleará el grueso de nuestros recursos de mecanización en los años venideros.
Lógicamente, no debemos hipotecarnos en buscar una técnica para producir carne que es más costosa, que requiere cantidades mayores de inversión, que requiere cantidades adicionales de máquinas, cuando nosotros podemos aprovechar perfectamente el pastoreo.
Nosotros debimos haber hecho un estudio intensivo, profundo, de las técnicas de pastoreo en el Instituto de Ciencia Animal. Debimos haber hecho un estudio intensivo sobre los pastos, sobre la productividad de nuestros pastos, sobre la productividad en carne y, sobre todo, sobre la productividad en leche. Porque ustedes habrán observado también que la leche está prácticamente olvidada en las investigaciones de ciencia animal.
Y digo una verdad: revisen el programa, revisen todos los trabajos, y verán que la carne ocupó mucho más atención pensándose en hipotéticas exportaciones de carne, cuando estaban por resolver las necesidades de leche de este país, ya que si queremos darle un litro de leche per cápita a nuestro pueblo necesitamos producir unos 8 millones de litros de leche diariamente.
Y antes de pensar en exportar carne debemos pensar en dejar de importar leche. Y nuestro país para mantener una cuota de consumo de leche a todos los niños y a todas las personas ancianas y una pequeña cuota de leche a la población, tiene que importar, en leche, millones en divisas todos los años. Y había que pensar en resolver el problema de la leche. Pero la leche ocupó un mínimo de atención, igual que los pastos tuvieron un mínimo de atención, en el Instituto de Ciencia Animal.
La honradez nos obliga a esclarecer estos puntos, la honradez nos obliga a expresar estas verdades. Nosotros podíamos callarnos, simular que hemos tenido grandes éxitos, alabar la grandiosa obra de la institución, cuando sencillamente hay muchos puntos muy débiles.
Y nosotros sí nos hacemos una autocrítica. Y al hacernos una autocrítica me considero uno de los principales responsables, uno de los principales culpables. He tenido que ver bastante, me he interesado mucho en el problema de las investigaciones agrícolas, pusimos grandes esperanzas en el instituto. Sus éxitos hubieran podido llegarnos muy de cerca a los revolucionarios cubanos, al gobierno cubano. Pero debemos decir que nosotros no podemos ni magnificar ni blasonar de haber obtenido grandes éxitos cuando las investigaciones en ciencia animal han tenido también realmente, al lado de los éxitos, grandes deficiencias. Y las investigaciones de leche han ocupado un mínimo lugar.
Pero voy a demostrar más. Yo voy a demostrar cómo esa orientación incorrecta, voy a demostrar cómo esa subestimación de la importancia que tenía la leche influyó en las investigaciones. Y algo más increíble: influyó en los resultados.
Antes de proseguir debo decir que desde el año pasado los compañeros del instituto deseaban hacer este congreso. Y nosotros teníamos temor a este congreso. Y les pedimos que no, que no hicieran el congreso el año pasado, que teníamos mucho trabajo en otros campos, que todavía teníamos muy pocas cosas que exhibir. Y por fin logramos convencerlos de que lo pospusieran para este año.
Este año nosotros tampoco estábamos de acuerdo con el congreso. No lo estábamos. Pero invocando la promesa del año anterior, invocando el argumento de la posposición, insistieron en el congreso. Y nosotros ciertamente teníamos temores. El país está empeñado en un enorme trabajo en este momento: en la preparación de la zafra de 1970 de 10 millones, en la siembra de todas las cañas, en la limpia, en los cultivos, en las fertilizaciones y en la terminación de la actual zafra bajo una primavera temprana. Nuestro país está enfrascado en un enorme plan de carácter hidráulico, de drenaje, de riego. Porque si bien les hablaba al principio de que eso no existía, les puedo decir que en un período no mayor de cinco años la inmensa mayoría de las tierras agrícolas de este país estarán bajo regadío.
Puedo decirles que este año se incorporan al regadío unos 2 000 millones de metros cúbicos de agua, y que en el próximo año se incorporarán unos 3 000 millones de metros cúbicos más y que los estudios hidráulicos están considerablemente avanzados, que 10 000 máquinas trabajan en este país, construyendo caminos, haciendo canales, haciendo embalses, haciendo sistemas de regadío, perforando pozos, precisamente para resolver uno de los grandes inconvenientes naturales de este país, que son las sequías cíclicas que crean tantas dificultades a nuestra agricultura. Diez mil máquinas —y más de 60 000 hombres con esas máquinas— están trabajando en todo ese plan.
Estamos enfrascados en una enorme suma de tareas que embarga el tiempo y la energía de todos los compañeros que están trabajando en el sector de la agricultura. Pero el congreso se dio. Yo no sé por qué salió aquí a relucir y se expuso que el congreso "no era lo que iba a ser". Y efectivamente, el congreso no ha sido lo que idearon los organizadores del congreso.
Primero, se empezó por concebir un congreso "anual", y yo creo que eso es ridículo. Podemos casi pedir excusas porque nos permitimos organizar uno ahora cuando apenas estamos empezando, ¿cómo vamos a hablar de un congreso anual?
En segundo lugar, todos los organismos que trabajan en la agricultura investigan y Ciencia Animal no es el único organismo que hace investigaciones. Hay otras investigaciones. Nadie ha designado a Ciencia Animal Sumo Pontífice de las investigaciones agrícolas en Cuba. Investigan las universidades, investigan otras muchas instituciones en nuestro país. Y lógicamente, ciertos problemas de tratamiento, ciertos desconocimientos y ciertas desconsideraciones dieron lugar a que se sintieran muy heridos los compañeros de otros organismos. Se sintieron heridos, se sintieron maltratados, fueron rechazados incluso determinados trabajos, se sintieron víctimas de cierto menosprecio y, sencillamente, se negaron a colaborar.
Pero aquí, en la inauguración de este acto, el doctor Preston habló de que no era lo que suponía que debía ser y que él estaba en desacuerdo.
Si ese problema se abordó aquí, permítasenos a nosotros hacer uso del mismo derecho para brindarles esta explicación de lo que realmente pasó.
Otro compañero en el discurso inaugural —en este caso el representante de la parte cubana— habló de "incomprensiones", de "escollos a la ciencia", y no se sabe cuántas cosas más. Nos toca muy de cerca la responsabilidad, porque hablaba el compañero que representa al gobierno en la institución.
Yo me imagino que algunos de ustedes se preguntarían: ¿Pero qué es esto? ¿Qué "escollos" son esos? ¿Qué "incomprensiones" son esas? ¿Qué problemas son esos? ¿Y por qué a la inauguración del congreso se traen estas cuestiones?
Pues se trajeron. Y si se trajeron a la inauguración, se tienen que traer también a la clausura.
Se dijo, en uno de aquellos discursos, que la parte política terminaba y comenzaba la ciencia. No sé cómo debe calificarse lo nuestro: si ciencia, o si política, o incluso —para algunos tal vez peor— politiquería, cosa mezquina. Desde luego, yo no sé distinguir la diferencia que hay entre ciencia y política, como no sea que la política además de ciencia es un arte.
Creo sinceramente, que la política puede estar al servicio del bien o del mal. Si está al servicio del bien es una política revolucionaria, como la ciencia también puede estar al servicio del bien o del mal. Si está al servicio del bien, puede decirse que es una ciencia humana, noble, revolucionaria, como también si la ciencia se pone —como se ha puesto muchas veces— al servicio del mal, de la guerra, de la destrucción, habrá que llamar a esa ciencia, ciencia al servicio de la política, y de la peor política, ciencia al servicio del crimen.
Y realmente nosotros no sabemos distinguir entre una ciencia y otra. Porque sin la ciencia de un pueblo que fue capaz de liberarse, sin la ciencia de un pueblo que ha sido capaz de hacer su revolución, sin la ciencia de un pueblo que ha sido capaz de resistir el bloqueo frente a un enemigo no poco poderoso, un enemigo que nos subestimó, que nos menospreció, que creía que de un puntapié arrojaría a la Revolución de nuestro pueblo, que la aplastaría; sin esa ciencia no habría Instituto de Ciencia Animal, sin esa ciencia no habría investigaciones. Y justo es que si ponemos la ciencia en su lugar y la enaltecemos y la apoyamos, no haya por qué hacer distinciones entre ciencia y política. Pero, además, está la ciencia de la verdad, sin simulaciones de ninguna índole. Y estos temas y estos problemas se abordaron aquí. Entonces es lógico que estos temas y estos problemas queden suficientemente esclarecidos.
Se llegó a algo más. Porque innecesariamente, gratuitamente, se ofendió a otras instituciones, se hirió a otras instituciones. Porque, por qué decir que aquí en el primer congreso que hubo en este país —tal como si nosotros fuésemos una especie de siboneyes, o algo por el estilo, un pueblo atrasado—, que en el primer congreso científico de este país el Presidente de la sesión —que era precisamente el compañero Presidente de la Academia de Ciencias, porque era el que presidía esa sesión— estaba leyendo un periódico. Y que vaya usted a ver qué clase de congreso era ese, donde el Presidente de la institución leía un periódico.
¿Qué necesidad había de producir esas heridas, de ocasionar esos agravios? Y encima se nos dice que aquí los cubanos iban a aprender a comportarse en un congreso internacional, que íbamos a aprender, a saber, cómo nos comportaríamos cuando fuésemos al exterior.
¡Y bien arreglados estamos realmente si los cubanos aprendemos a comportarnos de esa forma en un congreso internacional, empezando por ofender al país donde se esté celebrando el congreso, ofender a las personas donde se esté celebrando el congreso!
Esas cosas, lamentablemente, pasaron. Y no podían pasar inadvertidas, y esas cosas no podían quedar sin respuesta.
Ocurrieron cosas extrañas en este congreso, en este histórico congreso.
Voy ahora a entrar incluso —si me lo permiten ustedes— en materia técnica. Y si no me ponen un plazo de 12 minutos (RISAS), puedo hablarles de algunas cuestiones que tienen que ver con la materia objeto de este congreso.
Cuando les decía que nuestro problema principal y nuestra pregunta era la siguiente: ¿Cómo vamos a resolver los problemas de la leche de este país? ¿Y cómo los vamos a resolver si no tenemos vacas lecheras? Podrán decir: Bueno, esperarán que las vacas lecheras que tienen se multipliquen, es decir, esperarán para las calendas griegas que haya vacas lecheras, que puedan ordeñarlas y mientras tanto importen —si pueden— leche. O podrán decir: Importen cientos de miles de vacas Holstein puras.
Este país ha importado vacas puras el máximo que ha podido. Hay distintos limitantes: son los recursos. Pero aun disponiendo de los recursos, este país no puede comprar vacas dondequiera, porque tiene el bloqueo. Este país puede comprar ganado en muy pocos lugares. Tiene que transportarlo en barcos, en barcos especialmente adaptados: tiene que aclimatarlo con todos los problemas que plantea la aclimatación. Sin embargo, hay años que se han importado hasta 2 000, 3 000, haciendo enormes esfuerzos.
Pero no resolvíamos nuestro problema por esa vía. Era necesario buscar una solución. Teníamos distintos patios puros de razas lecheras. Esos patios fueron siendo ampliados; se importaron patios de otras razas lecheras que no existían, se sometieron a pruebas. No fueron pruebas de un alto rigor y nivel científico, pero fueron las pruebas de cruzar un número suficiente de animales y probarlos en nuestras condiciones de alimentación, probarlos en nuestros pastos y observar los resultados.
Además, el ganado lechero del cual poseíamos mayor número de sementales era el Holstein. Y empezamos a hacer los cruzamientos en masa ya cuando tuvimos suficientes indicios positivos del resultado del cruce de Holstein con el Cebú. El carácter lechero del primero predominaba ampliamente en las F-1, que conservaban además mucho de la resistencia del Cebú. Cruzamos también el Brown-Swiss con Cebú en la medida de lo posible, el Jersey, incluso hemos cruzado Shorthorn, el Red Polled, el Ayrshire —me perdonan si no lo pronuncio en un inglés castizo—, y todas las razas de animales lecheros se cruzaron con Cebú y ya, incluso, hay resultados de esos cruzamientos y de la producción de leche. Tenemos híbridos de todas las razas lecheras con el Cebú.
Y hemos podido comprobar, y sabemos afortunadamente, cuál es el único camino en estas circunstancias para que el país tenga leche.
Pero, además, el país posee ya medio millón de F-1, en su mayor parte cruzamientos de Holstein con Cebú. Medio millón que en los próximos dos años estarán en producción y elevarán cuatro veces la producción de leche de Cuba.
Estamos de acuerdo en parte con lo que afirma el doctor Willis de que no es solo la genética lo fundamental para la producción de leche; que es necesario resolver el problema del alimento del ganado. Muy correcto.
No estamos de acuerdo con el doctor Willis en que la genética no tiene tanta importancia. Y digo que ya puede mejorar todo lo que se quiera la alimentación, lograr la óptima, y vamos a ver cuánta leche saca de una vaca Cebú. Y si no existe el potencial lechero en la vaca, y nosotros solo podemos obtenerlo mediante esos cruzamientos, entonces no habrá leche aunque haya alimento para el ganado. Para nosotros la genética sí tenía mucha importancia, y eso lo comprendíamos claramente. Razón por la cual, desgraciadamente, sabemos que algunos técnicos, incluso el doctor Willis me imputa a mí la responsabilidad de ser Director de la genética en Cuba, y comenta que dónde se ha visto un Primer Ministro ocupándose de esas cosas, y que no sé nada de eso, en lo cual puede tener una gran parte de la razón, no lo niego. ¡pero velo por un interés que es el interés de este pueblo! (APLAUSOS PROLONGADOS) Y no creo ciertamente que constituya una falta ni constituya un delito el que en nuestras responsabilidades ante el pueblo nos preocupemos de estas cuestiones, tratemos de estudiar, tratemos de conocer aunque sea un poquito, y tratemos de encontrar soluciones. ¡Necesidad dolorosa de nuestro país donde no abundan los científicos, donde no abundan los técnicos, y donde los hombres que tenemos que asumir la responsabilidad de encontrarle solución a esos problemas no encontramos muchas veces ni siquiera el consejo correcto para dar con tal solución!
No somos unos intrusos en el campo de la ciencia, o de la genética. Somos hombres obligados por las circunstancias a la búsqueda de soluciones, y jamás dejamos de oír a quien pueda exponernos algo razonable, algo claro. No pretendemos ser científicos. Sería absurdo. Desgraciadamente las incontables obligaciones que tenemos en muchos sentidos, nos impedirían podernos siquiera dedicar a esa hipotética aspiración. Aspiramos a tener el mínimo de conocimiento para poder evaluar los informes, o las tesis, o los consejos que se nos puedan dar.
No se puede admitir gobernantes científicos, es decir, especializados en una ciencia como en la antigüedad: el hombre ideal de Platón, toda la vida estudiando para que después que conociera un poco de todo, o todo lo poco que se conocía, dedicarse a las tareas de gobierno. Pero es obligación de cualquier hombre de responsabilidad pública tratar de disponer del mínimo de conocimientos para poder evaluar lo que los científicos, los técnicos, los especialistas, puedan indicar en un sentido u otro.
Y el camino seguido por el país ha sido el de cruzamiento masivo de una raza de ganado lechero con el Cebú, para producir los híbridos conocidos por F-1, con los cuales disponer de una masa con potencial lechero; cruzamientos que desagradaban a los doctores Willis y Preston.
Ahora bien — ¡asombroso!—: se presentó aquí un trabajo —y creo que esta es una de las cuestiones fundamentales— (y esta es una tesis que estamos dispuestos a discutir con quien sea, someterla delante de un tribunal de científicos; estoy dispuesto a discutirla cuanto quieran, con todos los fundamentos necesarios, con los doctores Preston y Willis), esta tesis presentada en el congreso sobre el híbrido de Holstein y Cebú. No somos científicos, pero los elementos de prueba que tenemos son tan aplastantes que ni un científico elevado a la quinta potencia podría realmente defender dicha tesis.
Sencillamente la tesis que se presentó en este congreso, y que fue suscrita por los doctores Preston y Willis, es la prueba de producción de razas comparativas entre el Holstein y el híbrido de Holstein con Cebú. Resultados: efecto de raza, cinco réplicas, que quiere decir cinco equivocaciones; 15 animales de uno, 15 de otro; edad del parto: 27,5 las Holstein, 24 las F-1; rendimiento en leche en la lactancia: 1 961 kilogramos las Holstein, 370 las F-1; grasa: 3,1 las Holstein, 3,3% las F-1. Duración de la lactancia: 250 días las Holstein, 72 las F-1. Vacas secas a los 100 días: ninguna Holstein. Vacas secas F-1 a los 100 días: el 80%. Eso fue presentado aquí, aunque se le llamara "interino". Porque yo no me atrevería a presentar algo "interino" algo que no tenga un mínimo de convencimiento acerca de su validez. No se trata de presentar por presentar. Y sin embargo esta tesis fue presentada por un miembro del instituto y suscrita por el genetista principal de la institución y por su director. Ahora bien: ¿Puede esto sostenerse? No, esto no puede sostenerse. ¿Puede esto ser investigado y comprobado? Sí, esto puede ser investigado y comprobado: el carácter de esta ponencia, el error que entraña esta ponencia, la baja calidad y superficialidad de la investigación, la equivocación que entraña esta ponencia, la desorientación que entraña esta ponencia para los ganaderos en este país, y para los que trabajan en la ganadería, para los que poseen ya medio millón de vacas F-1.
Ahora, ¿se trata acaso que nosotros nos disgustemos porque se haya hecho una investigación que arroje un resultado adverso? No. Nos disgusta realmente que se haya presentado una ponencia que es la negación de la realidad, que conduce a una conclusión totalmente falsa.
Si se dice que serán los técnicos los que juzgarán de las ponencias y del valor de las ponencias, aquí están los técnicos. Y en la realidad de los hechos no pido que se me crea, no pido que se me crea. No tengo ningún derecho para pedir que me crean los técnicos de otros países que nos visitan.
Se lo puedo pedir a los cubanos, desde luego, que saben que nosotros no andamos con mentiras ni con demagogias. Pero en cuanto a los investigadores procedentes del exterior, no tenemos ningún derecho sino someter los hechos a la prueba. Y creo que tiene mucha importancia, porque la América Latina tiene decenas de millones de ganado de este tipo; otros países tienen cientos de millones. Y nosotros nos preguntamos: ¿Cómo pueden resolver el problema del abastecimiento de leche si precisamente no marchan por ese camino, si se quiere buscar una solución al problema, adecuada, correcta, rápida, urgente, porque los estómagos hambrientos no pueden esperar eternamente por las soluciones?
¿Y qué nos dice a nosotros la realidad, los hechos? En la Dirección Nacional de Genética, no probando con 15 vacas por réplica, sino trabajando con una masa grande de animales, ¿qué se demostró? Frente a estos datos expuestos aquí en una ponencia, defendidos, sostenidos como una tesis acerca de por qué, qué fenómeno, no se le ocurrió a nadie, si se exceptúa a la compañera Teresa Planas de la Dirección Nacional de Genética, preguntar si eso era cierto o no. Hubo preguntas acerca de por qué pasaba eso, si era porque le quitaban o no el ternero temprano y porque heredaban o no del Cebú la falta de temperamento lechero, y que al quitarle el ternero se secaba la vaca antes de los 100 días.
Sinceramente, al ver eso sentí pena de que en un congreso, en un tema concreto —y no digo que todos los demás temas fuesen iguales, no lo digo, porque tengo que decir con toda honradez que hubo magníficas exposiciones aquí, magníficas exposiciones—, pero digo que en este tema sentí pena de que el congreso se viera enfrascado en disquisiciones superficiales de esa índole.
En las pruebas realizadas por la Dirección Nacional de Genética, ¿cuál fue la producción de las F-1? La Dirección Nacional de Genética tiene fincas en distintas partes, y la respuesta en todas partes ha sido absolutamente distinta.
Aquí están los datos.
Por ejemplo, en Cartagena, Las Villas, en el primer grupo: promedio de leche por vaca: 2 723 litros, F-1, primera lactancia; grasa: 3,65.
El promedio del otro grupo: 2 459 litros por vaca; grasa: 3,84.
Días de lactancia en el primer grupo: 273; días de lactancia en el segundo grupo: 294. Máximo de días de lactancia, 381, mínimo de 195 días; en el segundo grupo: máximo de 448, mínimo de 172 días. Grasa producida por vaca promedio: 97 kilogramos en la lactancia.
Ahora bien, veamos la comparación: leche en el ICA: 370; leche en esos dos centros genéticos: 2 591.
La diferencia es demasiado abrumadora, demasiado grande para que pueda pasar desapercibida.
Grasa, prueba del ICA: 11,1; prueba de la Dirección Nacional de Genética: 97 kilogramos. Porcentaje de grasa en el ICA: aquí dice 3 —no recuerdo si ahí aparecía 3,3—; grasa en la Dirección Nacional de Genética: 3,74.
Duración de las lactancias. Según la prueba del ICA, 72 días; duración de la lactancia en los centros de la Dirección Nacional de Genética, 283 días.
Ahora bien, hay un fenómeno: la tesis que se defiende aquí y se trata de justificar por su descendencia de Cebú, es que las vacas tenían corta duración y que producían leche en un período corto de tiempo y se secaban.
¿Qué demuestran todos los datos de la Dirección Nacional de Genética? Sencillamente los parámetros del ganado lechero: en el primer mes, se produce el 14,1% de la producción total; en las F-1 resultó 12,4%.
Segundo mes, parámetro normal: 14,1%; F-1, 12,4%.
Tercer mes, 12,7%, parámetro normal; F-1, 11,6%.
Cuarto mes, ganado lechero, parámetro normal: 11,4%; F-1, 10,9%.
Quinto mes, ganado lechero, parámetro normal: 10,2%; F-1, 10,7%.
Sexto mes, ganado lechero, parámetro normal: 9,3%; F-1, 9,8%.
Séptimo mes, ganado lechero, parámetro 8,3% de su producción total; F-1 — ¡en el séptimo mes!—, 9,2%.
Octavo mes, ganado normal, 7,4%; F-1, 8,9%.
Noveno mes, ganado normal lechero, 6,7%; F-1, 7,6%.
Décimo mes, ganado lechero, 6%; F-1, 6,5%.
Los hechos demuestran que la F-1, en las condiciones de nuestro país, produce en los últimos meses un porcentaje mayor de su producción total de lo que produce en los últimos meses el ganado lechero típico.
Y aquí se sostuvo la tesis de que se secaban las vacas antes de los 100 días.
Ahora bien, hay datos todavía más interesantes.
Aquí tenemos todo un lote —anteriormente hablábamos de dos grupos.
Bien: he aquí otro grupo: un número de 199 animales. No han terminado su lactancia, están escasamente en la mitad de su período de lactancia, hijos no de un solo toro, hijos de 12 toros diferentes.
He aquí los datos. A los 143 días tienen un promedio de producción de 9,1 kilogramos de leche diarios, y tienen ya producidos por vaca 1 303,7 kilogramos. Son F-1, primera lactancia.
Pero hay aquí otro grupo más de animales acerca de los cuales tenemos bastante información porque fueron de los primeros cruzamientos que se hicieron. Hemos sido testigos de todo el desarrollo de este programa, lo conocemos bastante bien, porque fue precisamente de los hechos que nos ayudaron a encontrar solución al problema de la leche.
Se trata de un lote de 45 vacas F-1. Están en Bijiritas. Aquí están por sus nombres, sus números. Todas estas vacas existen en la realidad, están produciendo leche ahora, pueden ir a comprobar —quienes alberguen alguna duda— cómo se han hecho las mediciones, cómo se han podido arrojar estos resultados, qué base tienen, y todos esos animales y todos esos centros están a disposición de todos los investigadores visitantes de nuestro país.
Aquí tenemos un total de 45 vacas F-1 (Cebú-Holstein) analizadas en su primera lactancia. Podemos observar lo siguiente:
De un total de 45 hembras F-1 Cebú-Holstein, hijas de Rosafé Signet, analizadas en su primera lactancia, podemos observar lo siguiente:
a) Han llegado a 244 días de lactancia, 37 hembras —de ellas 10 están aun en producción—, lo que representa el 82,2% del total de hembras.
b) A los 305 días de lactancia llegaron 20 vacas —de ellas, siete están aun en producción—, representando esto el 44,4% del total de hembras.
c) La edad promedio al parto fue de 28 meses, por lo tanto se gestaron con una edad promedio de 19 meses. Debemos significar que el intervalo de edad al parto está comprendido entre los 25 y los 34 meses.
d) El promedio de días de lactancia total, incluyendo las que aun están lactando y las que se secaron prematuramente, es de 284 días. Debemos tener en consideración que secamos las vacas intencionalmente a los siete meses de gestación.
e) Los promedios de producción alcanzados son: 45 vacas, en lactancia total, 11,8 kilogramos por vaca, con una producción promedio de 3 352 kilogramos en la lactancia, incluyendo las vacas que se secaron prematuramente, es decir, del promedio total.
Treinta y siete vacas, en 244 días de lactancia, promedio de producción diaria: 13 kilogramos, 3 168,3 kilogramos en el período.
Veinte vacas que alcanzaron los 305 días de la lactancia: 13,1 kilogramos, 3 995,7 kilogramos en el período.
Número de vacas que no llegaron a los 100 días: cuatro, el 8,9%: el experimento de Ciencia Animal, el 80%.
Vacas que se secaron entre los 100 y los 190 días: una, 2,2%; vacas que produjeron entre los 200 y 300 días: 19, 42,2%; entre 300 y 399 días: 18, 40%; 400 o más días: tres, 6,7%. De donde se infiere que el 88,9% de los animales superan los 199 días, para un promedio de producción por lactancia de 3 708,3 kilogramos de leche.
Promedio de grasa, 4,1%.
Ahora bien: aquí están las vacas que se secaron, que no llegaron a los 100 días, cuatro vacas. Hasta el nombre: una se llama EIsa, otra se llama Victoria, a otra le llaman Claudia, y a otra le pusieron el nombre de una artista —no la vamos a mencionar para que no se vaya a poner brava.
Hay otra vaca que produjo 182 días —no llegó a 200. Es la quinta vaca, se llama Polvacera; esa se secó a los 182 días.
Ahora bien, les menciono los nombres, porque ¿qué pasó con ellas en la segunda lactancia? Veremos qué ocurrió con las que se secaron primero y las que no se secaron.
En la primera lactancia, de 45 vacas, solo siete de 45 produjeron menos de 2 000 kilogramos. El promedio de Ciencia Animal fueron 370 kilogramos, y aquí solo siete dieron menos de 2 000.
Treinta y nueve de 45 dieron más de 2 000 kilogramos: el 84%; 25 de 45 produjeron más de 3 000 kilogramos: el 55%; 16 de 45 produjeron más de 4 000 kilogramos: el 35%; 8 de 45 produjeron más de 5 000 kilogramos: 17%. Es decir, 8 de 45 pasaron de 5 000 kilogramos, y solo 7 de 45 bajaron de 2 000. Fueron más las que pasaron de 5 000 kilogramos que las que bajaron de 5 000 kilogramos. Tres de 45 rebasaron la cifra de 6 000 kilogramos en la lactancia, y una —todavía lactante— está próxima a producir los 7 000 kilogramos de leche.
Naturalmente que este rebaño produjo un poco más, sobrepasó los 3 000 kilogramos. Pero los demás rebaños han estado todos por encima de 2 500 kilogramos.
¿Qué pasó en la segunda lactancia? Dos de las que se secaron prematuramente se volvieron a secar en la segunda lactancia; es decir, de tres, dos —Victoria y Polvacera— se volvieron a secar, demostrando ser poco productivas.
Bien. ¿Y con las otras? Porque hay 22 ya en segunda lactancia.
En primer lugar, entre parto y parto, ¿qué frecuencia se está produciendo? Un promedio de 360 días entre parto y parto. Lo cual es una prueba de la capacidad reproductiva de estos animales: 360 días entre parto y parto, y se mantiene ese promedio.
En el segundo parto, 20 de estas vacas —eran 22, se excluyeron dos— están entre 158 días y 8 días: la de más tiempo tiene ya 158 días, la de menos tiempo 8 días.
Promedio de producción diario de estas 20 vacas, promedio acumulado: 19,5 kilogramos, ¡diecinueve coma cinco kilogramos! La última semana, entre el 5 y el 11 de mayo, el promedio: 18,5.
A nuestro juicio, este lote de vacas promediará en la lactancia entre 4 000 y 4 500 litros de leche.
De manera que eliminando una de cada diez —y en cualquier rebaño ganadero con una producción promedio de más de 15 litros se hace siempre selección—, aquí, eliminando una de cada diez, se pueden obtener rendimientos de leche promedio casi iguales al rendimiento promedio de Holanda, país en clima templado, de tradición ganadera.
El F-1, el cruce del Cebú con el Holstein, en segunda lactancia, puede alcanzar en esta prueba promedios entre 4 000 y 4 500 kilogramos, eliminando una de cada diez; con porcentaje de grasa no inferior al 4%.
Nosotros podemos decir que lotes de vacas Holstein, registradas, importadas en óptimas condiciones, tienen aproximadamente este promedio en la primera lactancia con tres ordeños. Un lote de novillas importadas, registradas, seleccionadas, con tres ordeños, está produciendo aproximadamente esa cantidad. Y un lote no es seleccionado de F-1, del cual solo se ha retirado una de cada diez, en la segunda lactancia, con dos ordeños, tiene una producción igual de leche que las Holstein registradas de primer parto.
Y estas son cosas que pueden ser vistas, pueden ser observadas por los participantes en este congreso.
Luego, ¿qué factor es el que puede haber determinado tal ponencia? Ciertamente, yo no pienso que sea una cosa deliberada, una cosa deshonesta. ¿Qué factor es el que ha determinado que Ciencia Animal presente esa réplica de ese tipo, desorientadora, falsa, confusa? Sencillamente el subjetivismo, el subjetivismo que ha conducido en las investigaciones a más de una equivocación, por tratamiento superficial y negligente del problema.
Aquí hay otros datos.
Aquí se presentó un trabajo por el doctor Willis sobre la mortalidad de las distintas razas. El doctor Willis quería demostrar que las razas europeas pueden superar al Brahman en las condiciones de clima tropical.
¿Y cómo lo demostró? Un rebaño de 30 Santa Gertrudis, 30 Criollas, 30 Charolais y otro de Cebúas. Y el resultado de sus pruebas: la mortandad del Cebú fino en el ICA fue de 9,6%. Sin embargo, en los centros genéticos de la Dirección Nacional de Genética, Cebú fino: de 1 833 terneros, mortandad 361. La tercera parte de los muertos en el ICA. En Cebú comercial: mortandad 2,68%; en Santa Gertrudis: 6,09% —en el ICA: 6%; son las dos únicas cifras que coinciden—; Charolais: mortandad en los centros de la Dirección Nacional de Genética, 6,77% —en el ICA: 3,5%; ya es un ganado europeo: mueren menos en el ICA, mueren más en la Dirección Nacional de Genética—; Criollo, no se hizo en genética la prueba —en el ICA resultaron 6,6%— en la Dirección Nacional de Genética; F-1 de Cebú-Holstein: 2,48%; Cebú-Brown-Swiss: 2,63%; Cebú Shorthorn: 2,31%; Cebú-Charolais: 2,83%; Cebú-South Devon: 1,54%.
Ahora bien: ¿Con cuántos animales probó el ICA? Con unas decenas. En la Dirección Nacional de Genética, 1 833, 1 715, 1 895 Santa Gertrudis, sencillamente con miles de animales, ¡miles de animales! Luego, está por demostrar la hipótesis de que el Brahman, cualesquiera que sean sus defectos, resulta ser menos resistente que el Charolais a las condiciones del clima.
Hay otro fenómeno, otro hecho, el porcentaje de nacimientos, en que también se pretende demostrar la superioridad del Charolais en las condiciones de nuestro clima.
En los centros de la Dirección Nacional de Genética, de 234 hembras fueron gestadas el 72,2%, con 2,1 inseminación por gestación; en el Santa Gertrudis, de 3 059 hembras, 65,5%, con 3,2 inseminación por gestación; en Cebú, de 1 175, 55,1%, con 2,5 inseminación por gestación; en Charolais, de 796 hembras, el 52,5%, con cuatro inseminaciones por gestación. Resultado: en el ICA, los Charolais ofrecen la máxima capacidad reproductiva; aquí, en miles de animales —aunque en este caso fueron unos 796—, resultó ser el de más baja capacidad reproductiva.
Desde luego, aquí tenemos en Cuba un patio Charolais. El propio investigador reconoce su calidad. Nosotros deberíamos estar muy contentos si los resultados fuesen esos porque ese patio es un lote de Charolais puro, es un patio que se ha venido conservando y desarrollando en nuestro país. Pero ciertamente, en aras de la realidad, no se puede afirmar ahora que el Charolais resulta más fecundo que el Brahman: aunque en cuanto a conversión el Charolais es indiscutiblemente superior al Cebú.
Desde luego, aun cuando aquí en estos datos de la Dirección Nacional de Genética se trate de miles de animales, todavía tampoco podría darse una respuesta definitiva; y no se pudiera dar. Habría que seguir analizando factores que pudieran estar influyendo en este hecho.
Y por lo demás, se observa que es baja la natalidad del Cebú. Sin embargo, el F-1, el híbrido del Holstein con el Cebú, tiene una alta capacidad reproductiva, tiene un alto porcentaje de gestaciones y un mínimo de mortandad.
Sin embargo, los datos de genética se tomaron para los terneros durante seis meses: en el ICA, durante tres meses. Cierto que las mortandades ocurren principalmente los primeros tres meses, pero siempre hay algunas mortandades entre los tres y los seis; y estos datos sobre mortandad se tomaron a los seis meses.
Sencillamente, es incuestionable que factores de tipo subjetivo han estado influyendo en las investigaciones. Y aquí están los datos.
El doctor Willis expuso otra tesis de que la capacidad de resistencia del Cebú es consecuencia de su incapacidad productiva. Y con todo respeto, discrepamos de ese punto de vista.
Creo que si tranquilamente se parte de ese axioma, de ese dogma, se dejaría de buscar en un sentido en que a nuestro juicio hay que buscar, que es investigar cuáles son los factores que hacen resistente al Cebú, que lo hacen resistente al calor; los factores que lo hacen resistente a determinados insectos, factores que existen, que hay que investigarlos.
Y sencillamente se trata de buscar combinaciones híbridas, incluso de la posibilidad del desarrollo de algunos nuevos tipos de ganado que recojan, mediante la genética, aquellas características que hacen resistente a las condiciones de nuestro clima al Cebú uniéndolas con aquellas características que hacen más productivas las razas lecheras. El F-1 Holstein-Cebú es una buena prueba.
Ahora, ¿nosotros qué política seguimos? Cruzamos otra vez con Holstein, pero no lo hacemos pensando mantener el vigor híbrido; sencillamente porque la política nuestra es seguir cruzando con el animal puro para aumentar la masa de animales puros y después buscar el híbrido. De la misma manera que ahora lo buscamos de la vaca Cebú y toro Holstein, buscar en el futuro el híbrido del toro Cebú y vaca Holstein.
Porque entre los cruzamientos que se han hecho se ha podido demostrar un hecho muy interesante: el animal hijo de la vaca Hosltein con el toro Cebú es de mucha más fuerza, de mucho más vigor que el hijo del macho Holstein con la vaca Cebú.
Es decir que eso, de manera notable, también lo pueden comprobar ustedes: animales que han alcanzado peso de hasta 1 300 libras en un año, hijos de toros Cebú con vacas Holstein.
El país se propone desarrollar nuevas razas de ser posible. Estamos de acuerdo con la tesis del doctor Willis acerca de la importancia del vigor híbrido, la importancia de la heterosis en los cruzamientos; su tesis de mantener la heterosis para buscar animales de mejor conversión. Nosotros no estamos contra esa tesis, porque nuestra política es buscar la producción de carne partiendo de animales lecheros.
Señores, este país no se propone tener millones de vacas sueltas produciendo solo carne.
Entendemos que a nuestros intereses conviene desarrollar animales lecheros. Y en un momento dado, cuando se estabilice la masa —porque en la actualidad crece nuestra masa, no se sacrifican las hembras, se incrementa esa masa—, en el futuro produciremos la carne inseminando dos tercios aproximadamente de la masa con toros de carne y el resto con toros de leche. Es decir, buscaremos el reemplazo de las vacas puras, como de los F-1, con un tercio de la ganadería, e inseminando los F-1 con toros de carne. Pudieran surgir tipos de razas nuevas superiores al F-1, y en eso trabajamos, pero ahora, durante un gran período entendemos que ningún animal podrá superar al F-1. Por eso ahora buscamos también el cruce del toro Cebú y vaca Holstein. En el futuro aspiramos a tener aproximadamente un 30% de animales puros Holstein y un 70% de híbridos, porque entendemos que ningún otro animal hasta este momento supera, en las condiciones de nuestro clima, al F-1 de Holstein con Cebú.
Tenemos todos los demás cruzamientos, no en un número tan grande pero van naciendo, van entrando ya en la primera lactancia. De la misma manera se está trabajando en todos los cruzamientos de todos los animales de carne, incluyendo todos los europeos que hemos podido importar, precisamente porque creo que sin partir de ningún dogma hay que probar, hay que investigar.
Si se parte del dogma de que si el Cebú da leche no resistirá, entonces no se trabajará en ese sentido.
Pero si nosotros le hubiésemos hecho la pregunta al Instituto de Ciencia Animal: dígannos, señores investigadores, ¿cómo vamos a resolver el problema de la leche? Todavía no habría ninguna otra respuesta que esta respuesta: que el F-1 se seca a los 72 días y produce 370 litros de leche, exactamente la leche de una cebúa. Es decir, moraleja: renunciar a la esperanza en largos años de tener leche en este país.
Y creo que esta cuestión no es una cuestión de poca importancia. Nos interesa a nosotros y les interesa a los científicos investigadores que se preocupen por responder a la interrogante más inquietante de estos tiempos: cómo se van a alimentar miles de millones de seres humanos que viven en las regiones subdesarrolladas del mundo.
¿Cuál será la respuesta a la pregunta de cómo van a resolver el problema de la leche? No decimos que tengamos la última y definitiva palabra; pero sí exponemos en qué se basan nuestras esperanzas de resolverlo, en qué hecho se fundamenta y cuál a nuestro juicio es hasta ahora la mejor solución conocida, solución que es precisamente lo opuesto a la tesis presentada aquí acerca de la comparación del F-1 con la raza pura, acerca de la comparación en productividad de estas dos razas.
Debemos decir que independientemente de estas discrepancias, en este congreso se han presentado trabajos muy serios. Nosotros infortunadamente no podemos verlos todos, porque lógicamente no se tiene de un momento para otro una copia de los trabajos y las discusiones. Vimos un número importante de ellos. Debemos decir que consideramos serio el estudio presentado por distintos investigadores. Admitimos, como es justo decir también, que las investigaciones presentadas aquí por el doctor Preston acerca del uso de la miel en la carne nos parecieron investigaciones serias.
Debemos reconocer honestamente que se han hecho investigaciones serias y útiles para el país. Debemos decir que resulta también muy interesante otra de las exposiciones de Willis relativa a la productividad en carne, la calidad de carne de las distintas razas; que nosotros seguimos con interés esas investigaciones, que seguimos con interés sus conclusiones acerca del ganado Criollo. A él le llama la atención que no hubo vigor híbrido entre Criollo y Cebú, y es lógico, porque lo que tiene de bueno el Criollo —descendiente de las primeras vaquitas que trajeron los españoles— es lo que tiene de sangre de Cebú. Y por eso todas las demás razas producían F-1 de un gran vigor híbrido, y no se producía ese vigor criollo con Cebú, porque lo que tiene de bueno y de resistente el Criollo lo ha heredado precisamente del Cebú.
Nosotros no tenemos posiciones dogmáticas en ninguna de estas cuestiones. Pero sí creemos que han estado presente aquí los compañeros que trabajan en la ganadería, que no podíamos permitir tranquilamente que se marcharan con la impresión de que han trabajado en balde. Si fuera cierto les diríamos: Hemos trabajado en balde y vamos a empezar otra vez; pero no es así.
Y aquí hay muchos compañeros... Nosotros hemos examinado aquí los resultados en centros genéticos, pero es que los resultados ya en decenas de lecherías de F-1 son similares. Producciones hasta de 9 litros promedio, alimentados con pasto sin concentrados.
Aquí se han presentado experimentos interesantes de miel, en que se ha empleado la miel ad líbitum. Creo que es correcto como experimento, pero no será solución para nosotros en el futuro. Hay que hacerlo para estudiar cómo se comporta, cómo se metaboliza en distintas proporciones esa miel, es interesante. Pero nuestro país tendrá en el año 1980 mucho más de 15 millones de cabezas de ganado, tendrá millones de cabezas de cerdo también, tendrá una considerable producción de huevos, de aves. Si nosotros utilizamos la miel como suplemento dietético, como un suplemento a nuestra ganadería alimentada fundamentalmente a base de pastos, que es como la concebimos hasta ahora, creo que habrá un largo trecho —muy largo— antes de que se justifique estabular nuestra masa ganadera y emplear miles y decenas de miles de máquinas en llevarles la comida. La alimentación será fundamentalmente a base de pastos y la miel como complemento, o los derivados de la miel, como la torula, acompañados de alguna proteína de tipo animal. ¿Por qué? Porque aunque dediquemos en 1980; 7 500 millones de arrobas de caña —que es la caña necesaria para producir 10 millones de toneladas de azúcar— al ganado, nunca se le podrá dar miel ad líbitum a nuestra ganadería porque no alcanzaría, sencillamente no alcanzaría. Y señores, nosotros tenemos que condicionar nuestra técnica a nuestras posibilidades y a nuestros objetivos económicos y sociales. Nosotros no somos un capitalista individual; nosotros no tenemos los limitantes de mercado. Aquí no se va a pagar nunca a nadie 370 dólares como en Europa por matar una vaca, cuando todavía en Europa no consumen más de un litro de leche per cápita, por problemas de mercado para la leche. Nosotros creemos que el óptimo de la necesidad humana va a rebasar ampliamente el litro, incluso va a rebasar los dos litros, porque el límite nuestro no es el mercado, sino la necesidad, el límite nuestro es el consumo óptimo, y no tenemos problemas de mercados internos, y no tenemos problemas de mercados externos, por eso ampliaremos hasta el máximo nuestra producción de ganado, dedicaremos a la ganadería no menos de 3 200 000 hectáreas físicas que ya están asignadas, la inmensa mayoría de las cuales tendrán regadío, con una carga por hectárea superior a cinco animales. Aquí se habló de cuántas tenía Nueva Zelandia... Si o una al principio, decía Cooper, si cuatro ahora. Señores, aquí los planes que se hacen en la ganadería no son nunca de menos de 5,5 animales por hectárea, ¡nunca menos! Y se ha demostrado que se pueden tener hasta ocho animales por hectárea en ceba de pastos, con riego y con los adecuados niveles de fertilización.
Nuestra agricultura debía contar con factores adversos. Teníamos los ciclones, las inundaciones, la sequía, las malezas... Pero estos últimos factores pueden ser dominados y los cultivos de frutales que pueden ser afectados por ciclones, protegidos con adecuadas cortinas rompevientos: abrir nuevas tierras a la producción con potentes máquinas; cuando se domina eso, cuando se dominan las malezas, cuando se dominan las sequías, ningún clima puede competir con el trópico en la producción de alimentos por hectárea, ¡ningún clima! En Europa tienen que luchar contra menos factores, pero jamás podrán contar con la cantidad de luz suficiente para competir con una hectárea en el trópico en ningún sentido. Frente al maíz está la caña, están los pastos, están distintas variedades de pasto. Siempre habrá algunas diferencias. Nuestro problema será tratar de reducir al mínimo la producción de pastos entre el período de primavera y el llamado de seca, que ya no será de seca, pero de todos modos algunas plantas crecen más en un período que en el otro. Estamos estudiando todos esos problemas y creo que deben ser las cosas que se estudien en el instituto.
Al instituto no se le ha prohibido investigar sobre millo, maíz, girasol, todas las cosas, en fin: todo. Pero esperamos que en el instituto se hagan una serie de investigaciones importantes: que se consideren los pastos, que se considere el ganado lechero. Y nunca tendremos una posición dogmática, los oídos de la Revolución siempre estarán abiertos a la verdad, a los resultados, a las investigaciones; siempre estarán abiertos a toda idea positiva, nunca habrá dogma en este terreno. Y si mediante el maíz —que no lo creemos— un día se demostrara inequívocamente, frente a los puntos de vista de la Revolución, que es el camino, no habrá obstáculo político —eso desapareció en nuestro país—, no habrá obstáculo social, no habrá capricho, no habrá dogmatismo: se aceptará el maíz. Nosotros simplemente requerimos que las soluciones nos persuadan en la realidad, en los hechos. Esa es la posición de la Revolución.
Creemos que se ha trabajado intensamente en el ICA. Creemos que los compañeros que han estado formándose han hecho un gran esfuerzo. Nos duele tener que exponer cosas que, lógicamente, pueden constituir para algunos un poco de preocupación, un poco de pena, pero es nuestro deber.
Muchos de los trabajos han llamado nuestra admiración. Nos ha llamado especialmente la atención el trabajo magnífico del doctor Sutherland sobre el metabolismo en el rumen, sus tesis, sus ideas; es una investigación realmente interesante.
En esta ocasión hemos tenido el gran honor de contar en este congreso con el profesor Synge. Hacía muchos años que en nuestro país deseábamos tener la visita del profesor Synge, porque precisamente nos interesaba en qué pudiera orientarnos, en qué pudiera ayudarnos con relación precisamente a ese problema que fue objeto de la exposición de Sutherland aquí.
Hemos tenido una gran satisfacción, al igual que de contar entre nosotros a numerosos especialistas, de los más eminentes del campo socialista.
Esperamos que tales visitantes, esperamos que nuestro distinguido visitante Synge comprenda y sepa excusarnos, que nos excusen que este congreso sea tal vez un congreso un poco sui géneris, diferente, que no se clausuró en un acto de solemnidad, en el que se haya dicho con toda franqueza, con toda claridad y con toda honradez, nuestro punto de vista. ¡Aquí todo el mundo ha hablado con entera libertad! Aquí todo el mundo tiene libertad de exponer lo que crea, su criterio contra nosotros, criticarnos incluso, decir lo que le plazca de nosotros. Y nosotros simplemente aceptaremos como parte del trabajo revolucionario, que incluso a veces nos digan cosas hirientes, lo sabemos y lo aceptamos. No nos molestamos por eso, nunca le llamamos la atención, nunca interrumpimos.
Respetamos el derecho de los demás a exponer sus puntos de vista. Y en nombre de ese derecho es que nosotros también en la noche de hoy, hemos expuesto el nuestro.
Muchas gracias.
(OVACION)
FIDEL CASTRO RUZ
Fuente: http://www.cuba.cu/gobierno/discursos
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