Gral. Pedro P. Ramírez
[9 de Marzo de 1942]
Excmo. señor vicepresidente de la Nación, en ejercicio del Poder Ejecutivo, general de brigada D. Edelmiro J. Farrell:
En repetidas oportunidades, ya sea en forma pública o privada, manifesté que tan pronto como yo adivinara que había dejado de merecer la confianza de las fuerzas armadas que me llevaron a ocupar la primera magistratura del país, declinaría inmediatamente tan elevado cargo devolviendo a quienes, sin haberlo yo anhelado ni pedido, me lo habían otorgado en momentos difíciles para la Patria considerándome, tal vez, el exponente de los ideales que animaron a la gloriosa revolución del 4 de junio de 1943. Y agregaba que, en tal caso, yo me presentaría ante mi pueblo y ante mis camaradas a rendir cuenta de mis errores.
Poco tiempo ha bastado para que esta especie de vaticinio se cumpliera.
En efecto por algo que la historia dirá algún día, la opinión de la oficialidad de las guarniciones de la Capital Federal, Liniers, El Palomar (base Aérea y Colegio Militar), Campo de Mayo y La Plata, expresada personalmente por intermedio de los jefes de dichas guarniciones en la noche del 24 al 25 de febrero (sic) después de una numerosa reunión de oficiales que había tenido lugar en el ministerio de guerra, se tornó desfavorable para mí, pidiéndome aquellos jefes que delegara el mando en el Excmo. Señor vicepresidente y ministro de guerra, general Farrell.
¿Qué había ocurrido? La opinión de la oficialidad de las mencionadas guarniciones, que había sido engañada una vez con motivo de la ruptura de relaciones con Alemania y Japón en el sentido de que los motivos que el gobierno hizo públicos para ello (espionaje alemán y japonés) no eran exactos, y sí lo era, en cambio, el temor a la presión de supuestas medidas por parte del gobierno de los Estados unidos de Norteamérica, fue sacudida violentamente como una reacción ante una supuesta claudicación de la dignidad nacional. Esa misma opinión fue, poco tiempo después nuevamente engañada por el rumor de que yo tenía prontos (y según algunos ya firmados) tres decretos que saldrían en breve plazo; eran ellos:
1º.- Decretando la ley marcial
2º.- Declarando la guerra a Alemania y Japón.
3º.- Declarando la movilización general.
Inútiles fueron los esfuerzos para convencer a la oficialidad de la falsedad de tamaños infundios. Ni mis propias palabras expresadas delante del cuerpo de jefes y oficiales en dos magnas reuniones que tuvieron lugar en el Comando de la 1º División del Ejército y otra en Campo de Mayo, fueron suficientes para convencerlos de tal error.
La suerte estaba echada; pudo más la intriga que la razón.
Hoy sólo me resta declarar solemnemente ante el pueblo de mi patria y poniendo a Dios de testigo, que juro por mi honor de soldado que todo cuanto se ha dicho relativo a la existencia de los tres decretos a que hemos hecho referencia, es absolutamente falso y tendencioso.
Por los motivos que dejo expuestos, que hacen incompatibles con mi dignidad y honor la permanencia en el alto cargo que desempeño, presento ante quienes presté juramento, el pueblo y las fuerzas armadas, mi renuncia de Presidente de la Nación Argentina.
(Fdo) Pedro Pablo Ramírez, general de división, 9 de marzo de 1942
Poco tiempo ha bastado para que esta especie de vaticinio se cumpliera.
En efecto por algo que la historia dirá algún día, la opinión de la oficialidad de las guarniciones de la Capital Federal, Liniers, El Palomar (base Aérea y Colegio Militar), Campo de Mayo y La Plata, expresada personalmente por intermedio de los jefes de dichas guarniciones en la noche del 24 al 25 de febrero (sic) después de una numerosa reunión de oficiales que había tenido lugar en el ministerio de guerra, se tornó desfavorable para mí, pidiéndome aquellos jefes que delegara el mando en el Excmo. Señor vicepresidente y ministro de guerra, general Farrell.
¿Qué había ocurrido? La opinión de la oficialidad de las mencionadas guarniciones, que había sido engañada una vez con motivo de la ruptura de relaciones con Alemania y Japón en el sentido de que los motivos que el gobierno hizo públicos para ello (espionaje alemán y japonés) no eran exactos, y sí lo era, en cambio, el temor a la presión de supuestas medidas por parte del gobierno de los Estados unidos de Norteamérica, fue sacudida violentamente como una reacción ante una supuesta claudicación de la dignidad nacional. Esa misma opinión fue, poco tiempo después nuevamente engañada por el rumor de que yo tenía prontos (y según algunos ya firmados) tres decretos que saldrían en breve plazo; eran ellos:
1º.- Decretando la ley marcial
2º.- Declarando la guerra a Alemania y Japón.
3º.- Declarando la movilización general.
Inútiles fueron los esfuerzos para convencer a la oficialidad de la falsedad de tamaños infundios. Ni mis propias palabras expresadas delante del cuerpo de jefes y oficiales en dos magnas reuniones que tuvieron lugar en el Comando de la 1º División del Ejército y otra en Campo de Mayo, fueron suficientes para convencerlos de tal error.
La suerte estaba echada; pudo más la intriga que la razón.
Hoy sólo me resta declarar solemnemente ante el pueblo de mi patria y poniendo a Dios de testigo, que juro por mi honor de soldado que todo cuanto se ha dicho relativo a la existencia de los tres decretos a que hemos hecho referencia, es absolutamente falso y tendencioso.
Por los motivos que dejo expuestos, que hacen incompatibles con mi dignidad y honor la permanencia en el alto cargo que desempeño, presento ante quienes presté juramento, el pueblo y las fuerzas armadas, mi renuncia de Presidente de la Nación Argentina.
(Fdo) Pedro Pablo Ramírez, general de división, 9 de marzo de 1942
[1] La renuncia que se publica, que sería la 2º, cuenta toda la verdad de lo ocurrido en este documento remitido a Farrell, y de las que también –por desconfianza- mandó copia a la Corte Suprema quien distribuyó ampliamente copias particularmente una a la embajada de Estados Unidos.-
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